Un salto al vacío

By LunnaDF

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Ana Gabriela Real, más conocida como Ágatha, es la cantante pop del momento. Miles de jóvenes la admiran y su... More

🎤 Sinopsis + Info Importante 🎤
Capítulo 1 🎤
Capítulo 2 🎤
Capítulo 3 🎤
Capítulo 4 🎤
Capítulo 5 🎤
Capítulo 6 🎤
Capítulo 8 🎤
Capítulo 9 🎤
Capítulo 10 🎤
Capítulo 11 🎤
Capítulo 12 🎤
Capítulo 13 🎤
Capítulo 14 🎤
Capítulo 15 🎤
Capítulo 16 🎤
Capítulo 17 🎤
Capítulo 18 🎤
Capítulo 19 🎤
Capítulo 20 🎤
Capítulo 21 🎤
Capítulo 22 🎤
Capítulo 23 🎤
Capítulo 24 🎤
Capítulo 25 🎤
Capítulo 26 🎤
Capítulo 27 🎤
Capítulo 28 🎤
Capítulo 29 🎤
Capítulo 30 🎤
Capítulo 31 🎤
Capítulo 32 🎤
Capítulo 33 🎤
Capítulo 34 🎤
Capítulo 35 🎤
Capítulo 36
Capítulo 37 🎤
Capítulo 38 🎤
Capítulo 39 🎤
Capítulo 40 🎤
Capítulo 41 🎤
Capítulo 42 🎤
Capítulo 43 🎤
Capítulo 44 🎤
Capítulo 45 🎤
Capítulo 46 🎤
Capítulo 47 🎤
Capítulo 48 🎤
Capítulo 49 🎤
Capítulo 50 🎤
Capítulo 51 🎤
Capítulo 52 🎤
Capítulo 53 🎤
Capítulo 54 🎤
Capítulo 55 🎤
🎤 Epílogo 🎤
Extra 1 🎤
Extra 2 🎤

Capítulo 7 🎤

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By LunnaDF

La semana se le pasó en un suspiro, entre los ensayos, los viajes, las clases y la familia, no le quedaba mucho tiempo para nada, y aunque la adrenalina y la emoción aún seguían intactas, el cansancio comenzaba a mostrar su rostro también.

La reunión del sábado estaba marcada para las dieciséis, Alicia era eufórica, cada día llenaba de mensajes el grupal al que había denominado "Los bichos raros". Por la mañana, enviaba un mensaje de buenos días o alguna imagen con muchos colores y mensajes positivos, por la tarde se encargaba de recordarles las tareas o las lecturas que debían de hacer y por la noche enviaba algún mensaje de buenas noches. A Gaby no le molestaba, siempre respondía con una carita feliz o con un gracias, cosa que normalmente jamás hacía con nadie más, y Lautaro casi nunca escribía nada, salvo que hiciera alguna pregunta sobre una tarea.

Ese sábado, Gaby se despertó muy tarde, aprovechó para dormir toda la mañana y descansar del ajetreo de toda la semana, luego se alistó para la reunión en la casa de Alicia, que ya había enviado la dirección de su departamento.

En ese punto sabía que Alicia vivía con su novio, Marcos, en un departamento céntrico cerca del local donde trabajaba, pero de Lautaro no sabía gran cosa. Cuando le contó a Lala que era su compañero y lo veía a diario, su amiga le pidió que se lo presentara apenas tuvieran la oportunidad.

Cerca de las tres de la tarde, cuando Gaby estaba a nada de salir de su casa, Lautaro avisó que llegaría, pero que tenía un pequeño inconveniente, por lo que no sabía si podría quedarse mucho. Alicia le contestó que lo esperaban y que fuera lo que fuera lo resolverían. A Gaby le daba risa la actitud tan positiva que Alicia siempre tenía para con todos, pero le hacía sentir bien, no parecía algo fingido y fluía natural en ella. Recordó entonces las palabras de Matías, que siempre decía que todas las personas tenían un precio, y pensó que quizás estaba equivocado, Alicia no parecía buscar nada a cambio de su efusiva amistad, al menos no todavía.

Llegó puntual y su amiga le abrió la puerta, el departamento era casi tan pequeño como el vestidor de su casa capitalina, por lo que Gaby sintió como si un puñal se le clavase en el pecho al recordar las veces que Matías le dijo que había muchas personas en el mundo que deseaban tener lo que ella tenía y no valoraba. Sin embargo, Alicia la recibió con un abrazo sincero y la hizo pasar al pequeño comedor donde apenas cabía una mesa con cuatro sillas apretujadas.

—Preparé algunos bocadillos —dijo y señaló una bandeja que descansaba en el medio de la mesa. Estaba llena de masas dulces, magdalenas, tortas y alfajores, nada de lo que Gaby tenía permitido comer, sin embargo, en ese momento se le hizo agua la boca.

—¿Lautaro aún no llegó? —inquirió la muchacha y pensó que apenas cabrían los tres en aquel sitio.

—No, pero estará por llegar, imagino —dijo Alicia encogiéndose de hombros—. ¿Quieres? —preguntó y le pasó la bandeja.

Gaby lo pensó, calculó las calorías en aquellas masitas y analizó cuál de ellas tendría menos para poder comerla sin culpas, o al menos, con la idea que en el ensayo del lunes podría quemar lo que comió de más.

—Ahhh, no me digas, eres una de esas chicas que viven a dieta, ¿no? —inquirió Alicia con la sinceridad que la caracterizaba—, como siempre usas ropa holgada no me pareció que te importara demasiado.

—No, no, quiero probar eso —dijo y tomó una magdalena de la bandeja antes de que Alicia la colocara de nuevo en la mesa.

—Prepararé café para que no nos quedemos dormidos del aburrimiento, lo que tenemos que leer es tedioso —añadió.

—Bien...

En ese preciso momento el timbre sonó, y con un ademán, Alicia le pidió a Gaby que fuera a abrir la puerta. Ella caminó los pocos pasos que la separaban de la puerta y la abrió, para encontrarse con Lautaro, vestido casual, como siempre, pero esta vez con el cabello suelto y una pequeña niña de la mano.

—Hola... —saludó.

—Hola... perdón... mi abuelo no iba a poder cuidarla y tuve que traerla, ella es Pilar —informó—, mi hija.

Había notado que Lautaro parecía un poco mayor a ellas, pero no se imaginó que tendría una niña. Los miró con sorpresa, él tenía una apariencia un tanto ruda, musculoso, de cabello largo y algunos tatuajes en el brazo, difería por completo con la niña que estaba vestida de rosa y tenía una vincha de unicornio. A Gaby le pareció tierno.

—Hola... —saludó la pequeña.

—¿No habrá problema en que se quede con nosotros? No molestará, lo prometo, hemos traído sus hilos y demás. Le gusta hacer pulseras —informó.

Gaby les regaló una sonrisa dulce y los dejó entrar. Alicia los recibió contenta e invitó a la niña a comer algo.

—¿Qué edad tienes? —preguntó.

—Ocho —respondió la pequeña.

Lautaro le dijo que se sentara en la pequeña sala y allí colocara sus cositas y se entretuviera, ella asintió y lo hizo en silencio, mientras los tres adultos se sentaban en el comedor y preparaban la tarea.

Casi dos horas después, habían acabado y se sentían agotados.

—¿No se quieren quedar a cenar? —inquirió Alicia—. Marcos no vendrá hoy así que por ahí me hacen compañía.

—Yo tengo que regresar a casa —dijo Gaby encogiéndose de hombros—, estoy un poco agotada y necesito dormir —añadió.

—Comprendo, tu vida es ajetreada —comentó Alicia con un gesto compasivo.

—Y yo tampoco puedo, debo dejar a Pilar con el abuelo, tengo una actuación...

—¡Qué pena! —se quejó Alicia—. Cuando Marcos no está aprovecho para pasar con amigos, pero justo hoy todos están ocupados —añadió con un dejo de melancolía que llamó la atención de Gaby, su amiga se veía solitaria—. ¿Por cierto, qué edad tienes? —dijo a la muchacha.

—Veintiséis —respondió ella.

—Te ves mucho más joven, como de veintidós —añadió con sorpresa—. Yo tengo veinticinco, ¿tú?

—Creo que soy el mayor, tengo treinta —admitió Lautaro encogiéndose de hombros.

—Pues tampoco te ves de treinta —añadió Alicia.

—¿Y actuación de qué tienes? —preguntó Gaby con curiosidad, no se le había escapado aquella frase.

Lautaro no contestó. Se levantó apresurado y caminó hasta donde estaba la niña.

—¿Nos vamos?

—Bien —dijo la pequeña que juntó con premura sus cosas.

Pilar se acercó a su padre y le dijo algo en el oído. Seguidamente, Lautaro preguntó si podía pasar al baño y Alicia le señaló la habitación. Lautaro acompañó a la niña y dejó solas a las muchachas por un rato.

—Qué tierno es —dijo Alicia con una sonrisa—. ¿Será que está casado? —preguntó.

—No tengo idea —respondió Gaby mientras guardaba sus cosas para marcharse, no le había gustado la manera en que ignoró su pregunta.

Pili salió de la habitación seguida por su padre, la niña reía con emoción.

—¿De dónde conseguiste el póster de Ágatha que tienes por el armario? —preguntó la pequeña a Alicia—. ¡Me encanta Ágatha! —exclamó.

Alicia sonrió y Gaby sintió que se atragantaba con su propia saliva. ¿Alicia tenía un póster en su habitación? ¿A la niña le agradaban sus canciones?

—Venía con una revista que compré el mes pasado —respondió Alicia—, le preguntaré al señor que me la vendió si tiene otra y te traeré. ¿Qué te parece?

—Ágatha es la chica más bonita del mundo —dijo la pequeña—, cuando sea grande yo quiero ser como ella —añadió.

—Tú serás más bonita —dijo Lautaro con una sonrisa dulce que a Gaby le derritió el corazón—, no necesitas compararte con nadie, eres única, no lo olvides —añadió.

—Yo también quiero ser cantante, como ella... y ser famosa —les contó la niña.

—¡Esa muchacha no sabe cantar! —exclamó Lautaro—, ya te lo expliqué —añadió—, estoy seguro de que tú lo harás mucho mejor.

Gaby frunció el ceño al escuchar aquello. La voz de Lautaro no era ofensiva, y aunque estaba muy acostumbrada a leer comentarios de ese estilo e en redes sociales, no era lo mismo que escucharlo de alguien de carne y hueso que no se escondía tras una pantalla y nombre falso.

—¿Por qué crees que no sabe cantar? —inquirió.

—Es un producto de mercadotecnia, nada más, hoy es ella, ayer fue otra... mañana será alguien más... Es lo que vende... es comercial —afirmó.

Gaby alzó las cejas con sorpresa ante aquellas afirmaciones.

—¿Ah sí? ¿Y tú qué sabes de música para asegurar algo así? —preguntó con visible irritación en la voz.

—Bueno... a mi papá no le gusta esa clase de músicas porque es un anticuado, solo eso —dijo Pili y lo tomó de la mano.

—Bueno, no me parece bien que juzgues a un artista sin ninguna base sólida... —comentó y se llevó los brazos a la cintura.

—Esa chica no es artista —dijo él con una risa cínica—, pero no diré más porque Pili se enfadará y tenemos una regla: yo respeto sus gustos y ella los míos —añadió.

—¡Son tan tiernos! —exclamó Alicia y Pilar sonrió—. ¿Sabes, Pili? —añadió acercándose a la niña—. Cuando Ágatha venga podemos ir a su concierto, ¿qué te parece?

Gaby sabía que Caya no era un sitio donde iba a dar un concierto, pero no dijo nada. Le parecía demasiado surreal lo que vivía en ese momento.

—¿Te gusta Ágatha, Gaby? —inquirió la pequeña.

—Yo... Bueno, no soy fanática, pero conozco algunos temas —respondió con ganas de que la conversación cambiara.

—Bueno, ¡pues Pili y yo te haremos fanática! —exclamó Alicia casi tan entusiasmada como la pequeña—. La próxima vez organizaremos una reunión de chicas y te enseñaremos todas sus músicas, ¿qué te parece?

—¡Yo te enseñaré los pasos de baile de sus músicas! —dijo la pequeña que daba saltitos de emoción.

Lautaro rio, su hija se veía contenta en compañía de aquellas mujeres, y aunque no le agradaba demasiado socializar con ellas, por un segundo agradeció el haberse animado a ir a las clases presenciales.

—Bueno, ya me tengo que ir —dijo Gaby un poco incómoda ante la situación. ¿Qué dirían sus amigos nuevos si supieran que ella era Ágatha?

—Sí, nosotros también ya nos vamos —dijo Lautaro y juntó las cosas de su hija y las suyas.

Salieron juntos de la casa y luego de despedirse de Alicia, Gaby caminó hacia su vehículo.

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