The Half Blood Princess (El C...

By AnnieMooney

179K 16K 9.5K

La tercera parte de la saga "The Half Blood Princess". En esta tercera parte se sabrá más sobre la vida de nu... More

El Calíz de Fuego (Tercer Curso)
1. Los Colegios de Magia
2. La llamada.
3. La llegada de los Weasley.
4. La Invitacion de los Malfoy
5. Las vacaciones Mas aburridas.
6. El parque de Diversiones
7. La Radio de los gemelos Weasley
8. El Campeonato de Quidditch.
9. La Marca Tenebrosa
10. Alboroto
11. El Expreso del Colegio.
12. El torneo de los tres magos
13. Moody y el Hurón.
14. Clases de Alto Riesgo
15. Beauxbatons y Dumstrang.
16. El juez del Torneo
17. Los Cuatro Campeones
18. El Conejo y el Dragón.
19. Parejas para el Baile.
20. La Primera Prueba
21. Peticiones
22. Secretos.
23. Algo Oportuno.
24. El baile de Navidad.
25. Los Altibajos
26. La Primicia de Rita Skeeter
27. ¡Ayuda!
28. La respuesta casi inexistente
29. La Segunda Prueba
30. Un caos mayor
31. Problemas, problema... ¡Y más problemas!
32. Conversaciones prohibidas
Proximamente actualizacion
33. Bandos y Lealtades
[Especial Cumpleaños de Nily #01]
[Especial cumpleaños de Nily #02]
34. La tercer prueba
36. Caminos inesperados
Continuacion.

35. El regreso

3.1K 329 266
By AnnieMooney

Solo bastaron unos segundos para que se desatara el pánico; los profesores se habían reunido alrededor de Harry y Cedric de modo de que la multitud no pudiera verlos, pero con muy poco éxito. La multitud estaba reunida en torno a ellos, era casi imposible avanzar entre ese tumulto de gente que se paraban de puntas o estiraban el cuello para ver que estaba pasando.

—¿De verdad está muerto?

—¿Que le habrá ocurrido?

—¡No puede ser!

La incertidumbre era inevitable. Todos empezaron a hacer preguntas, de formas un poco respetuosas para la situación. No podían ver muy bien a Harry, pero sabían que ahora mismo no estaba pasando por un buen momento. Lo primero que se les ocurrió a Hermione y a Annily era sacar a Harry de ahí lo más pronto posible. Debido a los demás estudiantes no pudieron acercarse.

—¡Maldición! —exclamó Ron— ¡Dejen pasar!

La multitud no obedeció. Ron siguió intentando desesperado. Hermione a cómo podía trataba de pedir permiso para hacerse paso, pero tampoco le funcionaba mucho. Annily buscaba algún agujero para escabullirse entre los estudiantes y le sorprendió no encontrar alguno. ¿Que habría pasado allí dentro? ¿Porque ambos parecieron llegar en una especie de traslador? ¿Cedric habría muerto por algo que estaba allí dentro? ¿Sería la misma cosa que daño a Fleur y Krum?

Le alegraba que Harry estuviera sano y salvo, pero lo que le había ocurrido a Cedric la tenía pasmada que le era casi imposible creérselo. El lugar era un verdadero bullicio, Dumbledore se había acercado a Harry, y pedía amablemente a la multitud que se retirara, pero eran pocos los que obedecían.

Amos Diggory venía bajando rápidamente de las tribunas junto con su esposa, quien iba a un paso más lento; el ambiente tenso del lugar debía estar dándole una pista  a la señora Diggory que las cosas no estaban bien. Por otra parte, Amos Diggory parecía estar ignorando estas pequeñas señales.  En la cara de Amos había felicidad, una felicidad casi incondicional, estaba tan vigorizado diciéndole a los otros:

—Mi muchacho salió triunfador del torneo ¡Mi Cedric es campeón!

Tal parecía, que las malas noticas no habían llegado hasta las tribunas. El señor Diggory se veía tan alegre de ver que por fin su hijo había regresado de la prueba, que había ignorado las condiciones en como lo había hecho. Quienes lo escuchaban no tenían la valentía para decirle, solo se miraban unos a otros con caras tristes, deseando que el señor Diggory no tuviera que enterarse nunca. Unos intentaron llamar su atención, para quizás tratar de decirle, pero el señor Diggory solo mencionaba lo orgulloso que estaba de su hijo.

—Ya decía que el iba a ser un ganador —dijo alegremente— Yo sabía que mi muchacho es uno de los mejores.

De nuevo hubo silencios entre los demás. No podían explicarle que Cedric ya no estaba con ellos.

—Cedric, hijo... —le llamaba alegremente el señor Diggory, con los brazos abiertos esperando a que su hijo apareciera para abrazarlo, sin saber que este ya no podía hacerlo.— Vamos Cedric, lo hiciste...

Amos se detuvo en seco, y vio el cuerpo de Cedric tendido en pasto como un maniquí, inmóvil y pálido. La multitud, ante la voz vigorizada de Amos se había calmado, y sin querer habían dejado un buen espacio donde el cuerpo del chico fue visible. La profesora Sprout trato de acercarse al señor Diggory para calmarlo, pero en un santiamén esté se abalanzó sobre el cuerpo de su hijo y empezó a llorar de forma desgarradora. La gente a su alrededor se hundió en un ambiente amargo y triste, las chicas lloraban como histéricas y nadie pronunciaba una sola palabra. Annily no pudo contener las lágrimas, al ver como el señor Diggory lloraba sobre el cuerpo de su hijo, le acariciaba el cabello como si fuera a despertar luego después de una siesta, que esta vez duraría para siempre, era la imagen más triste que pudo presenciar.

—¡Mi hijo! —gritaba Amos, acunando a Cedric en sus brazos y abrazándolo con todas sus fuerzas— ¡Mi niño!

Los profesores a su alrededor trataron de calmarlo, pero era imposible, Amos gritaba de forma tan desgarradora y se negaba a apartarse del cuerpo de su hijo, no quería que cualquiera se lo llevará lejos. A Harry lo habían apartado también, ya no podía encontrarlo por todo el campo. Entonces Annily recordó que su esposa también había llegado con el señor Diggory, la vio ahí, pasmada e incrédula de la situación.

Ahí estaba, aún muy lejos del cuerpo de su hijo, observándolo con incredulidad. Tenía una mano sobre la boca, ahogando los sollozos y siendo un mar de lagrimas a pesar de que ella quería retenerlas. Las piernas le temblaban, iba a perder el equilibrio...

Annily se acercó rápidamente para ayudarla a no caer, y no fue la única con la misma intención, también una alumna de quinto de Slytherin se había acercado. Entre las dos tomaron de cada brazo a la señora Diggory y evitaron que cayera. Y juntas, sin decirse nada una a la otra, como si creyeran que era lo más sensato que debían hacer: Alejaron a la madre de Cedric de la escena y la acompañaron a sentarse en los bancos de los vestidores para quidditch lejos de todo el tumulto. Los gritos de Amos seguían oyéndose, y quizás eso fue lo que detonó que la mujer estallara en llanto nuevamente. La alumna de Slytherin, decía palabras agradables para calmarla, le decía que en cualquier momento cuando estuviera lista podría ir a verlo. Mientras que Annily, que no se le daba tanto calmar a la gente, acepto tomar la mano de la señora Diggory con fuerza y ser su hombro para desahogarse. No podía imaginar el dolor que debía estar sufriendo. Traer al mundo a alguien y verlo irse tan joven... es algo que no puede describirse. Cuando un niño pierde a sus padres se vuelve huérfano, cuando alguien pierde al amor de su vida se vuelve viudo, pero... cuando una madre pierde a su hijo... es algo que no se puede nombrar, justamente porque es un sentimiento que no puede describirse en su totalidad.

—El era un buen niño —sollozó la mujer— No merecía irse tan joven, debí... debí irme yo en su lugar... el aun tenía mucho por vivir.

Ninguna de las dos alumnas pudo decir algo ante eso. La profesora Pomona Sprout apareció, y vio a la madre de Cedric en su agonía con tanta tristeza que se tomó un segundo para tomar algo de fuerza para hablar. Tenía sentido que ella fuera la que viniera, ella era la jefa de Hufflepuff y debía conocerlos mejor.

—¡Snape!... ¡Phantomhive! —pronunció, tratando de que el nudo en su garganta no fuera tan evidente— Vayan a sus salas comunes... los prefectos los llevarán... yo... yo hablare con la señora Diggory.

Ambas asintieron, y se retiraron dejando a la madre de Cedric en manos de la profesora Sprout. Annily fue tras los de Gryffindor por los terrenos. El cuerpo de Cedric había sido cubierto por una tela negra, y habían logrado calmar un poco a Amos, aunque seguía estando tan inestable por dentro.

En su camino a la sala común, nadie dijo nada, creían que lo mejor que podían hacer con el tema era evitar hablarlo y darle a Cedric el minuto de silencio que merecía. Cruzaron de regreso los oscuros terrenos, los recibió la cálida iluminación del vestíbulo y se encaminaron escaleras arriba hasta el séptimo piso. Una vez allí, solo les dieron la indicación de aguardar; los prefectos no se retiraron, y los demás comenzaron a formar los grupitos y empezar a charlar de otras cosas que pudieran calmar las cosas, tratando de evitar el tema de Cedric m. Por alguna razón, la sala común se sentía tan extraña y tensa, con un aire similar a los tiempos de la cámara secreta.

—¿Collin, qué pasó? —inquirió Dennis, a quien Colin había cubierto los ojos una vez se pudo divisar el cadaver de Cedric y no se los descubrió hasta que abandonaron el campo.

—Nada, Dennis —evadió Colin.— Es mejor que subas a dormir, vamos, te acostaré.

—¡Pero no quiero dormir Colin! —protestó Dennis— ¡Quiero saber qué pasa...!

—¡No! Vamos te llevaré...

Colin se puso de pie y llevó a regañadientes a Dennis hasta los dormitorios de chicos. Como Dennis aún era un niño, era común que noticias fuertes cómo estás no les fueran fáciles de digerir. Colin no regresó pronto, así que Hermione llegó a tomar su lugar en el sofá. La preocupación por Harry seguía latente, sin haber tenido la oportunidad de hablar con el no pudieron saber si estaba bien completamente.

—Lo más probable es que lo llevaron a la enfermería —concluyó Annily.— Podemos ir a verlo. Llama a Ron.

Después de dieron cuenta que lo mejor que podían hacer ahora era buscar a Harry y darle soporte. Hermione subió a buscar a Ron, y ya juntos los tres se encaminaron a la enfermería, donde suponían que Harry debía estar. El castillo se sentía vacío, de una forma diferente a lo usual. En el camino, se encontraron a la señora Weasley y a Bill, que se encaminaban apresuradamente a enfermería también.

—Mamá, ¿A donde vas? —le pregunto Ron. Siguiéndole el paso.

—Vamos a la enfermería, nos informaron  que Harry estaba ahi —respondió Bill— ¿Que hacen ustedes aquí? Deberían ir a la sala común de Gryffindor, ¡puede ser peligroso estar afuera solo!

—Bill tiene razón —coincidió la señora Weasley preocupada— Regresen a su sala común ahora mismo. Nosotros nos encargaremos de Harry.

—Harry es nuestro amigo, mamá —dijo Ron— Queremos saber cómo se encuentra.

Tanto como Bill y la señora Weasley detuvieron el paso, se miraron. Pero solo Bill se puso de su lado.

—Técnicamente tienen el derecho para verlo, mamá —defendió Bill inmediatamente— Además, creo que a Harry le calmará ver a sus amigos también...

La señora Weasley lanzó una mirada reprobatoria a Bill, y como no hubo un no por respuesta negativa de su parte los tres fueron tras la señora Weasley y Bill hacía la enfermería. La señora Weasley por todo el camino les pidió que se fueran a su sala común, pero ninguno de los tres tenía intención de hacerlo. Llegaron hasta la enfermería, pero no vieron ningún rastro de Harry, solo estaba Ojoloco Moody tendido inconsciente en una cama. Con su ojo mágico y su pata de palo sobre la mesita de noche.

—¿Que le habrá pasado a ese? —dijo Ron en susurros señalándolo.

Pero nadie sabía. No hace mucho habían visto a Moody en la tercera prueba, y parecía mucho más sano de lo que estaba ahora: Lucia enfermo, pálido, y débil.

—¡No lo molesten! —masculló la señora Weasley.

Bill amablemente les pidió que se alejaran de Ojoloco. Molly había empezado a hablar con Madame Pomfrey sobre si habían traído a Harry a la enfermería, a lo que ella respondió que estaba con Dumbledore hablando en el despacho. Molly asintió:

—Esperaremos entonces.

Cuando Dumbledore abrió la puerta,  y vieron a Harry. Empezaron a preguntarle qué había pasado. Le estaban preguntando dónde se hallaba él y qué le había ocurrido. Todos se abalanzaron sobre ellos cuando entraron, y la señora Weasley soltó una especie de grito amortiguado:

—¡Harry!, ¡ay, Harry!

Fue hacia él, pero Dumbledore se interpuso.

—Molly —le dijo levantando la mano—, por favor, escúchame un momento. Harry ha vivido esta noche una horrible experiencia. Y acaba de revivirla para mí. Lo que ahora necesita es paz y tranquilidad, y dormir. Si quiere que esten con él —añadió, mirando también a Ron, Hermione y Bill—, pueden quedarse, pero no quiero que le pregunten nada hasta que esté preparado para responder, y desde luego no esta noche.

La señora Weasley mostró su conformidad con un gesto de la cabeza. Estaba muy pálida. Se volvió hacia Ron, Hermione, Annily y Bill con expresión severa, como si ellos estuvieran metiendo bulla, y les dijo muy bajo:

—¿Han oído? ¡Necesita tranquilidad!

—Dumbledore —dijo la señora Pomfrey, mirando fijamente el perro grande y negro, que Annily reconoció como Sirius, que salió igual del despacho—, ¿puedo preguntar qué...?

—Este perro se quedará un rato haciéndole compañía a Harry —dijo sencillamente Dumbledore—. Te aseguro que está extraordinariamente bien educado. Esperaremos a que te acuestes, Harry.

Annily pensó que Harry debía estar agradecido con Dumbledore en estos momentos. Sea lo que sea que haya visto, con el solo hecho de saber que traía el cadaver de Cedric consigo, daba a entender que fue una experiencia tráumente.

—Volveré en cuanto haya visto a Fudge, Harry —dijo Dumbledore—. Me gustaría que mañana te quedaras aquí hasta que me haya dirigido al colegio.

Dumbledore salió. Mientras la señora Pomfrey llevaba a  Harry a una cama próxima.

—¿Qué tal está? —preguntó Harry al ver a Moody inconsciente.

—Se pondrá bien —aseguró la señora Pomfrey, dándole un pijama a Harry y rodeándolo de biombos.

Esperaron a que Harry se cambiará, y se recostará en la cama de la enfermería.

Todos se sentaron a ambos lados de la cama, y el perro negro se colocó junto a la cabecera. Ron y Hermione lo miraban casi con cautela, como si los asustara.

—Estoy bien —les dijo—. Sólo que muy cansado.

A la señora Weasley se le empañaron los ojos de lágrimas mientras le alisaba la colcha de la cama, sin que hiciera ninguna falta. La señora Pomfrey, que se había marchado aprisa al despacho, volvió con una copa y una botellita de poción de color púrpura.

—Tendrás que bebértela toda, Harry —le indicó—. Es una poción para dormir sin soñar.

Harry tomó la copa y bebió unos sorbos. Enseguida le entró sueño: Comenzó a cerrar los párpados, parecía un bebé que estaba a punto de ir a dormir, la copa en su mano comenzó a tambalear salpicando un poco de su contenido, pues Harry se estaba durmiendo. La señora Weasley tomó la copa y la dejó sobre la mesita de noche. Antes de que Harry pudiera terminar la poción, antes de que pudiera añadir otra palabra, la fatiga lo había vencido. La señora Weasley lo arropo y lo acomodó para que estuviera lo más cómodo posible.

—Pobrecito —se lamentó entre lágrimas la señora Weasley, y se sentó de nuevo a su lado.

Esperaron al lado de Harry un buen tiempo. Annily y Hermione se pusieron a jugar con Sirius, acariciando y rascándole detrás de las orejas. Como Madame Pomfrey aún andaba por ahí, Sirius no podía convertirse de vuelta en humano.
Ron y Bill se habían puesto a hablar de equipos de quidditch casi en susurros. Molly en ningún momento se apartó de Harry, dejaba que Sirius de vez en cuando se acercara pero no lo dejaba lamer a Harry.

Los párpados de Annily se estaban cerrando casi, así que apoyo la cabeza en en una parte de la cama de Harry para descansar un poco. Alguien la levanto, con un leve toque en el hombro. Era la señora Weasley, que se dirigió a ella con la voz más dulce que pudo oír:

—Annily, tu padre está aquí, quiere hablar contigo en el pasillo.

Annily levanto la cabeza, aún desorientada. Se puso de pie, Sirius, que estaba a los pies de Annily, se levantó y se movió de sitio. Annily salió de la enfermería algo confundida cerrando la puerta tras ella. Snape la estaba esperando en el pasillo, como siempre en su cara no había expresión alguna. Cuando Annily se acercó para preguntarle porque la había hablado, este la tomó del brazo y la alejo de la enfermería.

—Papá ¿a donde vamos? — le pregunto mientras se intentaba librar del agarre de Snape. Este no respondió.

El sueño de Annily se había esfumado, todos sus sentidos estaban alerta. Ni una palabra salió de la boca de Snape en todo el trayecto, aunque Annily protestara y preguntara, no había una respuesta de su parte. Dejaron el primer piso y llegaron hasta el vestíbulo, de ahí se introdujeron hasta la mazmorras. Su destino fue el aula de pociones, donde Snape por fin se detuvo y cerró la puerta tras el. El aula estaba casi a oscuras, solo la luz tenue de unas velas que estaban sobre el escritorio de Snape y la luz lunar que se colaba en la ventana era lo que evitaba que estuvieran sumergidos en la oscuridad total. Le daba al aula un aspecto tenebroso y lúgubre.

Annily estaba a mitad del pasillo entre las mesas, Snape se había encaminado hasta su escritorio. La luz de las velas le iluminaban rostro inexpresivo. Saco la varita de entre los bolsillos de su túnica y apuntó directamente a donde estaba Annily. ¿Que estaba pasando?

Instintivamente, Annily saco su varita también del bolsillo del zapato y apuntó directamente hacia Snape. Este, arqueo una ceja con perplejidad y formó una línea con los labios, su objetivo cambió a algo que estaba detrás de Annily; y fue entonces que lanzó un hechizo contra la puerta, tal como lo había hecho aquella vez en su charla con Igor Karkarov, y volvió a guardar la varita dentro de los bolsillos de la túnica.

—Baja eso, Annily —ordenó Snape con voz gélida, mirando aun con cierta sorpresa como Annily seguía en modo de defensa como si estuviera lista para batirse en duelo.

Fue en ese momento que Annily reaccionó y dejó de apuntar directo hacia Snape, aun con cierta duda.

—¿Que crees que estabas haciendo? —le pregunto Snape con voz seria— ¿Pretendías atacarme?

Annily se mantuvo en silencio, no porque le hubiera intimidado algo en específico, sino que no sabía como hacerlo. Aun después de días tratando de aceptar la realidad de que su padre era un mortifago para que eso no repercutiera mucho en su vida, estaba más que claro que la confianza entre ambos era algo que no podía continuar de la misma manera.

—Me estaba defendiendo —pronunció con el mismo tono serio que Snape había aplicado— Pensé que... bueno.

Snape clavó su mirada en Annily, pero no insistió por una explicación, y Annily tampoco se molestó en darle alguna.

—¿Pensaste que iba a atacarte? ¿Que sería capaz de atacar a mi propia sangre? —musitó Snape. —Que te hizo pensar que haría algo como eso?

Annily nuevamente se quedó en silencio.

—Si no piensas responder, pasaremos a lo que nos trajo aquí —prosiguió Snape— El hecho de que accedieras a hacer algo como eso me deja intrigado. Creí que serias más lista.

—¿Eh? ¿A que te...?

Intento preguntar Annily. Pero Snape no la escucho.

—Hmm... ya veo, ahora crees que eres lo suficientemente mayor para tomar tus propias decisiones —habló Snape lentamente, el semblante se le había ensombrecido— No tienes idea en lo que estás metiendo...

En Snape se podía percibir algo de decepción, verlo molesto desde esta perspectiva era algo atemorizante, casi similar a la vez que había discutido con Karkarov. Annily trago saliva, casi repasando en su mente todo lo que había hecho en los últimos meses, había unas cuantas razones por las que Snape pudiera estar de esa forma, pero antes de brindar información de más, decidió primero confirmar a que se refería Snape exactamente.

—Sea cual sea el malentendido, padre, te lo explicaré. —dijo Annily tratando de permanecer calmada.

Snape levantó una ceja y desvió su mirada unas velas que estaban consumiéndose por la llamas, justo encima de escritorio. Casi en un murmuro, y con un tono severo, pregunto:

—¿Porque no me informaste que Alastor Moody te estaba utilizando para hacer técnicas sucias de espionaje?

Annily miró a Snape con una leve sorpresa, en su momento creyó que no tendría que dar una explicación a esto, pues confío que el profesor Moody cumpliría su promesa de no mencionar nada al respecto.

—¿Como lo supiste?

—Prometiste una explicación, señorita —determinó Snape.— La manera de como pude enterarme no es de importancia en estos momentos. ¿Porque accediste a hacer algo como eso para Alastor Moody?

Annily hizo una leve mueca, mientras intentaba resumir mentalmente como se habían dado los hechos. Posterior a ello tomó asiento en uno de los bancos y comenzó a explicarlo todo: El cómo surgió la propuesta, el cómo tuvo que llevarlo a cabo y de cuantas cosas se había enterado, trato de no omitir detalles.

—Pensé que Moody era alguien en quien pido confiar —explicó Annily— Como había sido auror hice caso a sus sospechas y confié en sus órdenes. Juro que después de un tiempo quise dejar de hacerlo, pero para ese entonces ya estaba comprometida a cooperar...

En todo momento Snape estuvo escuchando atentamente. De vez en cuando tensaba la mandíbula o hacía una leve mueca con los labios, cuando Annily había dicho todo, solo agregó:

—No debes confiar tan fácilmente en los demás, Annily —atajó Snape— Me recuerdas a alguien que siempre solía ver el lado bueno de las personas, dejando a un lado las verdaderas intenciones... esto pudo haber terminado de la peor manera. —Snape soltó un suspiro— Es una pena que tuvieras que enterarte de Juan forma poco convencional sobre mis antiguas decisiones.

—¿Pensabas contarme sobre esto algún día? —pregunto Annily con un poco de firmeza.

—Tenía planeado hacerlo —respondió Snape con rigor— No niego el haberle servido al señor tenebroso, fue mucho antes de que existieras así que no debía ofrecer explicaciones—argumentó Snape— No obstante, no estaba previsto Wien el regreso del señor oscuro fuera tan repentino... ¡Si, Annily, el ha regresado! —afirmó al ver como Annily se estremecía ante su mención— El fue quien mato a Cedric Diggory.

Annily no tuvo más que permanecer en silencio, los nervios de la situación no le permitían actuar mucho, apenas estaba sobrellevando el hecho de que hace unos minutos se había desatado el caos en el campo de quidditch y que ahora se encontraba dando explicaciones a su padre, que el escuchar tal información solo complementó el breve estado de shock en el que estaba.

— Dejando eso a un lado, el hecho de que me preocupara tanto lo que hayas hecho no se deba a que tema que Alastor Moody sepa lo que fui. —hablo Snape con severidad— Ese tipo de información no es nada más que algo viejo para el, sin embargo, a quien estuviste pasando dicha información no era Alastor Moody, sino Barty Crouch Jr.

—¿Barty Crouch? ¿Hablas del señor Crouch que ayudó a organizar el torneo?

Snape negó.

— Aunque esto también esté relacionado, Barty Crouch Jr era su hijo, quien solía ser un fiel partidario del señor oscuro. Se había infiltrado al colegio como Alastor Moody, fue el encargado de que Potter se convirtiera en un campeón y gracias a ello pudo completar su plan maestro. Su objetivo era que Potter llegara ileso a la tercera prueba y resultara ser el ganador que sostuviera la copa. Sin embargo, parecía que el no estaba aquí solo para llevar a Potter hacia el señor tenebroso, sino que el señor Crouch se tomó la molestia de hacer una cuántas investigaciones...

—Por eso me ordeno ir tras Karkarov —recapacitó Annily— Cuando empezaron las sospechas de de que Karkarov no tenía intenciones de regresar, me recalcó que debía estar temiendo por su vida puesto que en los mortifago la traición no era una opción

Snape asintió. Esa información debían ser algo claro para él, lo debía comprender completamente.

—¿Que te prometio Crouch a cambio de la ayuda? —pregunto Snape con interés.

— Bueno... —pensó Annily en si debía explicar con detalle esa parte— Ese día ocurrió algo que posiblemente ameritaba un castigo, pero gracias a él pude librarme. Me dijo que me defendería ante cualquier situación que lo ameritaba... aunque... —recordó Annily de pronto— Empecé a sentir que pedía mucho más de lo que regresaba... pero tampoco me dio la oportunidad de echarme para atrás ...

Snape asintió nuevamente. Creyó que obtendría algún tipo de reprimiendo por haber roto las reglas aquella vez y meterse en tal situación, pero de su parte no hubo nada. Snape se había cruzando de brazos y se había recargado sobre su silla. Por primera vez sonrió, pero de forma despectiva mientras negaba.

—Que ingenioso, mandar a alguien más a hacer el trabajo sucio, obtener el reporte y entregarlo como suyo... —murmuró más para sí mismo— ¿Me pregunto si tenía algún otro haz bajo la manga?

—¿Que crímenes hizo Crouch para ser enviado a Azkaban? —pregunto Annily a modo de captar de nuevo la atención de Snape.

Snape bufó.

—Sería más rápido enumerar las cosas que no hizo —agregó Snape con severidad— Solo se que el crimen que lo llevó a Azkaban fue torturar hasta la locura junto con Bellatrix y los hermanos Lestrange.

—¿Bellatrix?

—¿Que tiene Bellatrix? —pregunto a Snape con confusión.

—Nada, es solo que ya he leído sobre ella muchas veces en los libros, —atajo Annily rápidamente— y... creo que así también se llamaba la hermana de la señora Malfoy.

Efectivamente, el nombre de Bellatrix se había vuelto tan familiar después de haber leído muchos libros sobre la primera guerra mágica. Siempre la describían como la peor de todas, la más temible y desquiciada. Sus crímenes había sido de los más crueles aún después de la caída del señor oscuro. Si Crouch era alguien desalmado como la magnitud de Bellatrix, entonces era obvio que sus intenciones no eran buenas. Annily trago saliva. Snape hizo caso omiso a sus últimas palabras. Annily seguía sin poder creer que había convivido con un loco en todo este tiempo, y mucho peor, saber que lo había ayudado.

—¿Tu lista también es muy larga para enumerar? —pregunto Annily con algo de duda.

Snape volvió a asentir.

—Y no voy a negarlo —respondió Snape con seriedad.— Pero a comparación de Crouch, no perdí la compostura.

—Papá, —le llamó— ¿Que pasará con Karkarov?

Snape soltó un suspiro. Por esta ocasión, Snape se asimilaba a un libro abierto dispuesto a brindar un poco de información. Tal ves porque el momento lo ameritaba más que nada, pero nunca antes habría podido hablar de este tema sin que Snape se esmerara en evitarlos a toda costa.

—Escapó —respondió Snape sin sentimientos— Como era de esperar, fue demasiado cobarde para pagar por lo que hizo en el pasado.

¿Acaso habría condenado Igor Karkarov a su fin?

—No es tu culpa, hija —escuchó la voz de Snape, su expresión seguía seria, pero sus palabras servían como un calmante, tan suaves y compasivas— Ni siquiera alguien como Dumbledore pudo detectarlo, aún sin tu ayuda, Crouch habría notado que Karkarov no estaba dispuesto a regresar.

Palabras de este tipo siendo pronunciadas por Snape no era lo más común. Su preocupación disminuyó, pero no lo suficiente. ¿Como pudo ser tan tonta y aceptar sin más ayudar a ese impostor? Estaba segura que el que le hubiera pedido ayuda a la hija de Snape no era mera coincidencia. Quería obtener algo más de Snape, tal vez quería poner a prueba su lealtad o quería asegurarse de algo más. Sin embargo, le sorprendía que justo en estos momentos, cuando se había confirmado el resurgir del señor tenebroso con la muerte de Cedric, Snape estuviera aquí, como si nada dando explicaciones ¿Acaso el no regresaría con su antiguo señor? Le daba una vaga esperanza de que el no tenía muchas intenciones de regresar a sus filas, pero si las palabras de Moody en aquel momento eran verdad, no duraría mucho oponiéndose a él señor oscuro.

—Papá —le llamó una vez más.

—Hmm —masculló Snape, en señal de que era todo oídos.

—¿Piensas volver a servirle? ¿Vas a regresar a las filas del señor tenebroso?

Snape no respondió de pronto, lo que le dio a entender que el tampoco estaba seguro de hacer en esta situación o tal vez si, pero no quería ser muy obvio, pero... resultaba ser mucho más responsable que Karkarov con respecto a sus acciones así que dudaba que Snape se acobardara.

—Las cosas puede que solo empeoren de ahora en adelante —argumento Snape— El camino que yo elegí no debe porque influir en tus decisiones. Yo hice las mías hace años, sin pensar que en esta ocasión tendría que pensar por alguien más —miro a Annily con detenimiento— Pase lo que pase, Annily... Defiende  y confía totalmente en lo que tu creas es lo correcto independientemente de las circunstancias ¿Entendiste?

Annily asintió. Pero eso no fue suficiente para Snape. Volvió a articular sus palabras con más firmeza.

—¿Entendiste, señorita?

—Si, señor — respondió Annily con más fuerza.

—Confió en tu palabra —agregó Snape, por fin reincorporándose y caminando así hacia la puerta— Tengo otros asuntos, será mejor que regreses a la sala común de tu casa y aguardes allí...

Annily no quería esperar en su sala común, quería regresar a la enfermería con Harry. Sentía que después de todo lo que le habían dicho, no debía quedarse con los brazos cruzados y debía ayudar hasta se le permitiese. Ahora que Snape de seguro volvería con el señor oscuro, debían tener mucho más cuidado con lo que hacían, su vida cambiaria mucho después y si lo ameritaba, cooperaría para que Snape no se viera perjudicado.

Instintivamente, salió corriendo del aula de pociones y alcanzó a su padre en el pasillo, lo abrazó tan fuerte que hasta Snape se extrañó de que algo lo tomara desprevenido. Entendía perfectamente que la vida de Snape ahora estaba en un limbo, de ahora en adelante nada era seguro, lo único que podía afirmar era que su padre era un hombre muy valiente para arriesgar su vida de tal modo.

—¿Que sucede? —pregunto Snape con extrañeza. Mientras que con una mano dudosa acariciaba la cabeza de Annily levemente.

Mucho tiempo había pasado y Snape aún no se acostumbraba a este tipo de acciones, aunque admitía que los disfrutaba por pocos que fueran. Esa actitud tan amable y servicial le recodaba a alguien. Annily no respondió a la pregunta de su padre, solo lo siguió abrazando un rato más hasta que considero que era suficiente.

—Buena suerte, papá —le deseo, no sabía exactamente para que, pero sintió que debía hacerlo.

Snape se detuvo en seco, asintió débilmente para aceptar las palabras. Ambos salieron de las mazmorras, cada quien tenía sus asuntos, y aunque Snape le había ordenado ir a la sala común de Gryffindor, Annily obtuvo permiso para ir nuevamente a la enfermería para ver a Harry; aunque Snape no estaba del todo de acuerdo, no se opuso.

Había sido una conversación tan extraña y a la vez necesaria. Quedaron muchas cosas que no pudo preguntar, se conformaba con que su número de dudas por fin hubiera disminuido. Llegó a la enfermería después de haber dejado a su padre tomar su camino. Harry seguía profundamente dormido en la camilla, tan tranquilo y ajeno de todo. Por lo menos alguien podía obtener un poco de paz en estos momentos.

—¿Porque tardaste tanto? —pregunto Ron inmediatamente.

—Ya sabes como es Snape —evadió Annily, y Ron No continuó sus preguntas.

Annily volvió a sentarse al lado de Harry, le sostuvo la mano y continuó esperando. Lo miro: Tan tranquilo que no parecía que hubiera pasado por algo traumático. La poción de Madame Pomfrey había cumplido con su propósito. Sirius se acercó poco después, posó su hocico por encima de la mano de Annily que estaba sosteniendo la de Harry, y se quedó ahí por un buen rato.

—Debes estar impaciente por volver a ser tu ¿No es verdad? —le susurro Annily. Y el gran perro negro solo la miro con aquellos ojos húmedos y oscuros.

Todos a su alrededor estaban absortos en la espera, cada quien a su rollo: La señora Weasley hablaba constantemente con Madame Pomfrey sobre la salud de Harry, se acercaba a Harry cada cierto tiempo para asegurarse que estaba cómodo e incluso en una ovación fue a buscar algo de bebidas y bocadillos para los chicos. Hermione miraba por la ventana absorta en sus pensamientos, a veces se le daba por jugar con Sirius, pero la mayor parte del tiempo estaba en un ensimismamiento. Por último, Ron y Bill no paraban hablar en susurros de cualquier cosa para matar el tiempo; tal como equipos de Quidditch, el trabajo de Bill, los estudios de Ron, e incluso especularon sobre lo que le había sucedido a Ojoloco.

Aquel Moody, estaba mucho más demacrado y envejecido que el Moody que solía conocer. Su cabeza carecía de algunos cabellos, lo que la llevó a pensar que Crouch los utilizaba para hacer multijugos, su piel estaba tan pálida como si no le hubiera visto la luz del sol en un buen tiempo, y estaba delgado y débil. Crouch debía haberlo mantenido lo suficiente solo para que sobreviviera. ¿Donde estaría Crouch en estos momentos?

El tiempo continuó su transcurso, Sirius se había hecho un ovillo en el suelo y se había quedado dormido. El ambiente pacifico de la enfermería se esfumó ante el murmuró de las voces del pasillo. Entre más se acercaba, podía escuchar a alguien discutir. A su lado, vio a Harry abrir perezosamente los ojos. Entrecerraba mucho los ojos, sin sus gafas no debía ver más que las siluetas de los presentes. La señora Weasley, que había dejado de hablar con la enfermera, se puso de pie.

—Es la voz de Fudge —susurraba ella—. Y ésa es la de Minerva McGonagall, ¿verdad? Pero ¿por qué discuten?

Nadie entendía el contexto de la conversación... sino hasta que se acercaron más, todos se miraron uno a los otros, incrédulos de lo que oían. Entonces, McGonagall y Fudge irrumpieron e la enfermería.

—Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva —decía Cornelius Fudge en voz alta.

—¡No debería haberlo metido en el castillo! —gritó la profesora McGonagall—. Cuando se entere Dumbledore...

Fudge entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.

—¿Dónde está Dumbledore? —le preguntó Fudge a la señora Weasley.

—Aquí no —respondió ella, enfadada—. Esto es una enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor...?

Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.

—¿Qué ha ocurrido? —inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge y la profesora McGonagall—. ¿Por qué estas molestando a Minerva, me sorprende que tú... Te pedí que vigilaras a Barty Crouch... los enfermos?

—¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! —gritó ella—. ¡Gracias al ministro!

Annily no había visto nunca a la profesora McGonagall tan fuera de sí: tenía las mejillas coloradas, los puños apretados y temblaba de furia. Lo primero que se ocurrió fue que en definitiva Barty había escapado por negligencia del ministro.

—Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche —dijo Snape en voz baja—, consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch...

—¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! —exclamó la profesora McGonagall—. Le dije que usted nunca permitiría la entrada de un dementor en el castillo, pero...

—¡Mi querida señora! —bramó Fudge, que de igual manera parecía más enfadado de lo que Annily lo había visto nunca—. Como ministro de Magia, me compete a mí decidir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso...

Pero la voz de la profesora McGonagall ahogó la de Fudge:

—En cuanto ese... ese ser entró en el despacho —gritó ella, temblorosa y señalando a Fudge— se echó sobre Crouch y... y...

Annily sintió un escalofrío, en tanto la profesora McGonagall buscaba palabras para explicar lo sucedido. No necesitaba que ella terminara la frase, pues sabía qué era lo que debía de haber hecho el dementor: le habría administrado a Barty Crouch su beso fatal. Le habría aspirado el alma por la boca. Estaría peor que muerto.

—¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida tan grave! —soltó Fudge—. ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

—Pero ya no podrá declarar, Cornelius —repuso Dumbledore. Miró a Fudge con severidad, como si lo viera tal cual era por primera vez—. Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

—¿Que por qué las mató? Bueno, eso no es ningún misterio —replicó Fudge—. ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

—Es que actuaba según las instrucciones de Voldemort, Cornelius —dijo Dumbledore—. Las muertes de esas personas fueron meras consecuencias de un plan para restaurar a Voldemort a la plenitud de sus fuerzas. Ese plan ha tenido éxito, y Voldemort ha recuperado su cuerpo.

Fue como si a Fudge le pegaran en la cara con una maza. Aturdido y parpadeando, devolvió la mirada a Dumbledore como si no pudiera dar crédito a sus oídos. Entonces, sin dejar de mirar a Dumbledore con los ojos desorbitados, comenzó a farfullar:

—¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Absurdo. ¡Dumbledore, por favor...!

—Como sin duda te han explicado Minerva y Severus —dijo Dumbledore— , hemos oído la confesión de Barty Crouch. Bajo los efectos del suero de la verdad, nos ha relatado cómo escapó de Azkaban, y cómo Voldemort, enterado por Bertha Jorkins de que seguía vivo, fue a liberarlo de su padre y lo utilizó para capturar a Harry. El plan funcionó, ya te lo he dicho: Crouch ha ayudado a Voldemort a regresar.

—¡Pero vamos, Dumbledore! —exclamó Fudge, y Annily se sorprendió de ver surgir en su rostro una ligera sonrisa—, ¡no es posible que tú creas eso! ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Vamos, vamos, por favor... Una cosa es que Crouch creyera que actuaba bajo las órdenes de Quien-tú-sabes... y otra tomarse en serio lo que ha dicho ese lunático...

—Cuando Harry tocó esta noche la Copa de los tres magos, fue transportado directamente ante lord Voldemort  —afirmó Dumbledore—. Presenció su renacimiento. Te lo explicaré todo si vienes a mi despacho. — Miró a Harry y vio que estaba despierto, pero añadió: Me temo que no puedo consentir que interrogues a Harry esta noche.

La sorprendente sonrisa de Fudge no había desaparecido. También él miró a Harry; luego volvió la vista a Dumbledore, y dijo:

—¿Eh... estás dispuesto a aceptar su testimonio, Dumbledore?

Hubo un instante de silencio, roto por el grañido de Sirius que por tanto escándalo lo habían levantado. Se le habían erizado los pelos del lomo, y enseñaba los dientes a Fudge.

—Desde luego que lo acepto —respondió Dumbledore, con un fulgor en los ojos—. He oído la confesión de Crouch y he oído el relato de Harry de lo que ocurrió después de que tocara la Copa: las dos historias encajan y explican todo lo sucedido desde que el verano pasado desapareció Bertha Jorkins.

Fudge conservaba en la cara la extraña sonrisa. Volvió a mirar a Harry antes de responder:

—¿Vas a creer que ha retornado lord Voldemort porque te lo dicen un loco asesino y un niño que...? Bueno...

Le dirigió a Harry otra mirada.

—Señor Fudge, ¡usted ha leído a Rita Skeeter! —dijo Harry en voz baja.

Ron, Hermione, Bill y la señora Weasley se sobresaltaron: ninguno se había dado cuenta de que Harry estaba despierto. Annily lo ayudó a reincorporarse para que pudiera dirigirse mejor al ministro. Fudge enrojeció un poco, pero su rostro adquirió una expresión obstinada y desafiante.

—¿Y qué si lo he hecho? —soltó, dirigiéndose a Dumbledore—. ¿Qué pasa si he descubierto que has estado ocultando ciertos hechos relativos a este niño? Conque habla pársel, ¿eh? ¿Y conque monta curiosos numeritos por todas partes?

—Supongo que te refieres a los dolores de la cicatriz —dijo Dumbledore con frialdad.

—¿O sea que admites que ha tenido dolores? —replicó Fudge—. ¿Dolores de cabeza, pesadillas? ¿Tal vez... alucinaciones?

—Escúchame, Cornelius —dijo Dumbledore dando un paso hacia Fudge, e irradio una fuerza sorprendente que nunca antes había visto en él, no mostraba las señales de aquel Dumbleodre amable—. Harry está tan cuerdo como tú y yo. La cicatriz que tiene en la frente no le ha reblandecido el cerebro. Creo que le duele cuando lord Voldemort está cerca o cuando se siente especialmente furioso.

Fudge retrocedió medio paso para separarse un poco de Dumbledore, pero no cedió en absoluto.

—Me tendrás que perdonar, Dumbledore, pero nunca había oído que una cicatriz actúe de alarma...

—¡Mire, he presenciado el retorno de Voldemort! —gritó Harry. Intentó volver a salir de la cama, pero la señora Weasley se lo impidió—. ¡He visto a los mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! Lucius Malfoy...

Snape hizo un movimiento repentino; pero, cuando Annily lo miró, sus ojos estaban puestos otra vez en Fudge.

—¡Malfoy fue absuelto! —dijo Fudge, visiblemente ofendido—. Es de una familia de raigambre... y entrega donaciones para excelentes causas...

—¡Macnair! —prosiguió Harry.

—¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!

—Avery... Nott... Crabbe... Goyle...

—¡No haces más que repetir los nombres de los que fueron absueltos hace trece años del cargo de pertenencia a los mortífagos! —dijo Fudge enfadado—. ¡Debes de haber visto esos nombres en antiguas crónicas de los juicios! Por las barbas de Merlín, Dumbledore... Este niño ya se vio envuelto en una historia ridícula al final del curso anterior... Los cuentos que se inventa son cada vez más exagerados, y tú te los sigues tragando. Este niño habla con las serpientes, Dumbledore, ¿y todavía confías en él?

—¡No sea necio! —gritó la profesora McGonagall—. Cedric Diggory, el señor Crouch: ¡esas muertes no son el trabajo casual de un loco!

—¡No veo ninguna prueba de lo contrario! —vociferó Fudge, igual de airado que ella y con la cara colorada—. ¡Me parece que están decididos a sembrar un pánico que desestabilice todo lo que hemos estado construyendo durante trece años!

Annily no podía dar crédito a sus oídos. Nunca antes había conocido a Fudge personalmente, pero había leído sobre él en eventos publicados en el profeta y siempre lo había creído como alguien bondadoso: un poco jactancioso, un poco pomposo, pero básicamente bueno. Sin embargo, lo que en aquel momento tenía ante él era un mago pequeño y furioso que se negaba rotundamente a aceptar cualquier cosa que supusiera una alteración de su mundo cómodo y ordenado, que se negaba a creer en el retorno de Voldemort.

—Voldemort ha regresado —repitió Dumbledore—. Si afrontas ese hecho, Fudge, y tomas las medidas necesarias, quizá aún podamos encontrar una salvación. Lo primero y más esencial es retirarles a los dementores el control de Azkaban.

—¡Absurdo! —volvió a gritar Fudge—. ¡Retirar a los dementores! ¡Me echarían a puntapiés sólo por proponerlo! ¡La mitad de nosotros sólo dormimos tranquilos porque sabemos que ellos están custodiando Azkaban!

—¡A la otra mitad nos cuesta más conciliar el sueño, Cornelius, sabiendo que has puesto a los partidarios más peligrosos de lord Voldemort bajo la custodia de unas criaturas que se unirán a él en cuanto se lo pida! —repuso Dumbledore—. ¡No te serán leales, Fudge, porque Voldemort puede ofrecerles muchas más satisfacciones que tú a sus apetitos! ¡Con el apoyo de los dementores y el retorno de sus antiguos partidarios, te resultará muy difícil evitar que recupere la fuerza que tuvo hace trece años!

Fudge abría y cerraba la boca como si no encontrara palabras apropiadas para expresar su ira.

—El segundo paso que debes dar, y sin pérdida de tiempo —siguió Dumbledore—, es enviar mensajeros a los gigantes.

—¿Mensajeros a los gigantes? —gritó Fudge, recuperando la capacidad de hablar—. ¿Qué locura es ésa?

—Debes tenderles una mano ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde —repuso Dumbledore—, o de lo contrario Voldemort los persuadirá, como hizo antes, de que es el único mago que está dispuesto a concederles derechos y libertad.

—No... no puedes estar hablando en serio —dijo Fudge entrecortadamente, negando con la cabeza y alejándose un poco más de Dumbledore—. Si la comunidad mágica sospechara que yo pretendo un acercamiento a los gigantes... La gente los odia, Dumbledore... Sería el fin de mi carrera...

—¡Estás cegado por el miedo a perder la cartera que ostentas, Cornelius! —dijo Dumbledore, volviendo a levantar la voz y con los ojos de nuevo resplandecientes, evidenciando otra vez su aura poderosa—. ¡Le das demasiada importancia, y siempre lo has hecho, a lo que llaman «limpieza de sangre»! ¡No te das cuenta de que no importa lo que uno es por nacimiento, sino lo que uno es por sí mismo! Tu dementor acaba de aniquilar al último miembro de una familia de sangre limpia, de tanta raigambre como la que más... ¡y ya ves lo que ese hombre escogió hacer con su vida! Te lo digo ahora: da los pasos que te aconsejo, y te recordarán, con cartera o sin ella, como uno de los ministros de Magia más grandes y valerosos que hayamos tenido; pero, si no lo haces, ¡la Historia te recordará como el hombre que se hizo a un lado para concederle a Voldemort una segunda oportunidad de destruir el mundo que hemos intentado construir!

—¡Loco! —susurró Fudge, volviendo a retroceder—. ¡Loco...!

Se hizo el silencio. La señora Pomfrey estaba inmóvil al pie de la cama de Harry, tapándose la boca con las manos. La señora Weasley seguía de pie al lado de Harry, poniéndole la mano en el hombro para impedir que se levantara. Bill, Ron Annily y Hermione miraban a Fudge fijamente.

—Si sigues decidido a cerrar los ojos, Cornelius —dijo Dumbledore—, nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo... yo también actuaré como crea conveniente.
La voz de Dumbledore no sonó a amenaza, sino como una mera declaración de principios, pero Fudge se estremeció como si Dumbledore hubiera avanzado hacia él apuntándole con una varita.

—Veamos pues, Dumbledore —dijo blandiendo un dedo amenazador—. Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobo, o tener a Hagrid aquí, o decidir qué enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí...

—El único contra el que pienso actuar —puntualizó Dumbledore— es lord Voldemort. Si tú estás contra él, entonces seguiremos del mismo lado, Cornelius.

Fudge no encontró respuesta a aquello. Durante un instante se balanceó hacia atrás y hacia delante sobre sus pequeños pies, e hizo girar en las manos el sombrero hongo. Al final, dijo con cierto tono de súplica:

—No puede volver, Dumbledore, no puede...

Snape se adelantó, levantándose la manga izquierda de la túnica. Descubrió el antebrazo y se lo enseñó a Fudge, que retrocedió. Desde el ángulo en el que estaba Annily no podía verla, pero sabía perfectamente que la marca tenebrosa estaba marcada justo ahí.

—Mire —dijo Snape con brusquedad—. Mire: la Marca Tenebrosa. No está tan clara como lo estuvo hace una hora aproximadamente, cuando era de color negro y me abrasaba, pero aún puede verla. El Señor Tenebroso marcó con ella a todos sus mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos. Cuando él tocaba la marca de cualquier mortífago teníamos que desaparecernos donde estuviéramos y aparecernos a su lado al instante. Esta marca ha ido haciéndose más clara durante todo este curso, y la de Karkarov también. ¿Por qué cree que Karkarov ha huido esta noche? Porque los dos hemos sentido la quemazón de la Marca. Entonces, los dos supimos que él había retornado. Karkarov teme la venganza del Señor Tenebroso porque traicionó a demasiados de sus compañeros mortífagos para esperar una bienvenida si volviera al redil.

Fudge también se alejó un paso de Snape, negando con la cabeza. Daba la impresión de que no había entendido ni una palabra de lo que éste le había dicho. Miró fijamente, con repugnancia, la fea marca que Snape tenía en el brazo. A continuación, levantó la vista hacia Dumbledore y susurró:

—No sé a qué están jugando tú y tus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante. No tengo más que añadir. Me pondré en contacto contigo mañana, Dumbledore, para tratar sobre la dirección del colegio. Ahora tengo que volver al Ministerio.

Casi había llegado a la puerta cuando se detuvo. Se volvió, regresó a zancadas hasta la cama de Harry.

—Tu premio —dijo escuetamente, sacándose del bolsillo una bolsa grande de oro y dejándola caer sobre la mesita de la cama de Harry—. Mil galeones. Tendría que haber habido una ceremonia de entrega, pero en estas circunstan- cias...

Se encasquetó el sombrero hongo y salió de la sala, cerrando de un portazo. En cuanto desapareció, Dumbledore se volvió hacia el grupo que rodeaba la cama de Harry.

—Hay mucho que hacer —dijo—. Molly... ¿me equivoco al pensar que puedo contar contigo y con Arthur?

—Por supuesto que no se equivoca —respondió la señora Weasley. Hasta los labios se le habían quedado pálidos, pero parecía decidida—. Arthur conoce a Fudge. Es su interés por los muggles lo que lo ha mantenido relegado en el Ministerio durante todos estos años. Fudge opina que carece del adecuado orgullo de mago.

—Entonces tengo que enviarle un mensaje —dijo Dumbledore—. Tenemos que hacer partícipes de lo ocurrido a todos aquellos a los que se pueda convencer de la verdad, y Arthur está bien situado en el Ministerio para hablar con los que no sean tan miopes como Cornelius.

—Iré yo a verlo —se ofreció Bill, levantándose—. Iré ahora.

—Muy bien —asintió Dumbledore—. Cuéntale lo ocurrido. Dile que no tardaré en ponerme en contacto con él. Pero tendrá que ser discreto. Fudge no debe sospechar que interfiero en el Ministerio...

—Déjelo de mi cuenta —dijo Bill.

Le dio una palmada a Harry en el hombro, un beso a su madre en la mejilla, se puso la capa y salió de la sala con paso decidido.

—Minerva —dijo Dumbledore, volviéndose hacia la profesora McGonagall—, quiero ver a Hagrid en mi despacho tan pronto como sea posible. Y también... si consiente en venir, a Madame Maxime.

La profesora McGonagall asintió con la cabeza y salió sin decir una palabra.

—Poppy —le dijo Dumbledore a la señora Pomfrey—, ¿serías tan amable de bajar al despacho del profesor Moody, donde me imagino que encontrarás a una elfina doméstica llamada Winky sumida en la desesperación? Haz lo que puedas por ella, y luego llévala a las cocinas. Creo que Dobby la cuidará.

—Muy... muy bien —contestó la señora Pomfrey, asustada, y también salió.

Dumbledore se aseguró de que la puerta estaba cerrada, y de que los pasos de la señora Pomfrey habían dejado de oírse, antes de volver a hablar.

—Y, ahora —dijo—, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.

El gran perro negro levantó la mirada hacia Dumbledore, y luego, en un instante, se convirtió en hombre.

La señora Weasley soltó un grito y se separó de la cama.

—¡Sirius Black! —gritó.

—¡Calla, mamá! —chilló Ron—. ¡Es inocente!

Snape no había gritado ni retrocedido, pero su expresión era una mezcla de furia y horror.

—¡Él! —gruñó, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado—. ¿Qué hace aquí?

—Está aquí porque yo lo he llamado —explicó Dumbledore, pasando la vista de uno a otro—. Igual que tú, Severus. Yo confió tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olviden sus antiguas diferencias, y confíen también el uno en el otro.

Annily pensó que Dumbledore pedía un milagro, estos dos se odiaban hasta mas no poder. Sirius y Snape se miraban con intenso odio en este momento que parecía más que iba a empezar una lucha en lugar de una tregua.

—Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades —dijo Dumbledore con un deje de impaciencia—.Dense la mano: ahora están del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Muy despacio, pero sin dejar de mirarse como si se desearan lo peor, Sirius y Snape se acercaron y se dieron la mano.

Se soltaron enseguida.

—Con eso bastará por ahora —dijo Dumbledore, colocándose una vez más entre ellos—. Ahora, tengo trabajo que dar a los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos pille de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg y Mundungus Fletcher: el antiguo grupo. Escóndete por un tiempo en casa de Lupin. Yo iré a buscarte.

—Pero... —protestó Harry.

—No tardaremos en vernos, Harry —aseguró Sirius, volviéndose hacia él— . Te lo prometo. Pero debo hacer lo que pueda, ¿comprendes?

—Claro. Claro que comprendo.

Sirius le apretó brevemente la mano, asintió con la cabeza mirando a Dumbledore, volvió a transformarse en perro, y salió corriendo de la sala, abriendo con la pata la manilla de la puerta.

—Severus —continuó Dumbledore dirigiéndose a Snape—, ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

—Lo estoy —contestó Snape.

Annily tenía una idea de lo que su padre tenía que hacer, debía ir a las filas de Voldemort de nuevo y fingir que era uno de los suyos para poder seguir vivo. Entendía que era su deber, pero temia que los otros seguidores o el mismo Voldemort se encargarán de los que habían ayudado al ministerio para librarse de una condena. Inconscientemente se puso de pie, y quiso evitar que su padre se fuera aunque sabía que si no lo hacía sería peor.

Snape parecía más pálido de lo habitual, y sus fríos ojos negros resplandecieron de forma extraña. Annily no pudo hacer nada, porque la señora Weasley se había acercado y la había tomado del brazo gentilmente, la había abrazado con tanto cariño y de manera reconfortante; tal como una madre. Dumbledore miro a la señora Weasley y asintió.

—Buena suerte entonces, Severus —le deseó Dumbledore, y, con una mirada de aprehensión, lo observó salir en silencio de la sala, detrás de Sirius.

Pasaron varios minutos antes de que el director volviera a hablar.

—Tengo que bajar —dijo por fin—. Tengo que ver a los Diggory. Tómate la poción que queda, Harry. Los veré a todos más tarde.

Mientras Dumbledore se iba, Harry se dejó caer en las almohadas. Hermione, Ron y la señora Weasley lo miraban. Nadie habló por un tiempo. Después de un rato, la señora Weasley dejó de abrazar a Annily, y le pidió que se sentara con la misma amabilidad.

—Todo estará bien —dijo, mientras le acariciaba a Annily el cabello con cariño— Solo nos queda confiar en Dumbledore.

Annily asintió, aún con la mirada clavada en sus manos. La señora Weasley le sonrió, y se dirigió a Harry esta vez:

—Te tienes que tomar lo que queda de la poción, Harry —dijo al cabo la señora Weasley.

Al ir a tomar la botellita y la copa, dio con la mano contra la bolsa de oro que estaba en la mesita—. Tienes que dormir bien y mucho. Intenta pensar en otra cosa por un rato... ¡piensa en lo que vas a comprarte con el dinero!

—No lo quiero —replicó Harry con voz inexpresiva—. Ténganlo ustedes. Quien sea. No me lo merezco. Se lo merecía Cedric.

Harry parpadeó y miró al techo. Lucia tan mortificado y dolido con tan solo mencionar aquel nombre.

—No fue culpa tuya, Harry —susurró la señora Weasley.

—Yo le dije que tomáramos juntos la Copa —musitó Harry.

Nadie dijo nada. La señora Weasley posó la poción en la mesita, se inclinó y abrazó a Harry.

Se oyó un ruido como de portazo, y la señora Weasley y Harry se separaron. Hermione estaba en la ventana. Tenía algo en la mano firmemente agarrado.

—Lo siento —se disculpó. Pero no ofreció explicaciones.

—La poción, Harry —dijo rápidamente la señora Weasley, enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.

Habían ignorado por completo anteriormente que la señora Weasley ahora era un mar de lagrimas. Se alejó del lugar a otro sitio de la enfermería para buscar algo, mientras sollozaba "Que valientes son estos chicos"

Harry se la bebió de un trago. El efecto fue instantáneo. Lo vieron sumergirse en una ola de sueño grande e irresistible, y se hundió entre las almohadas, dormido sin pensamientos y sin sueños. Mientras todo el mundo exterior comenzaba a derrumbarse lentamente.

Continue Reading

You'll Also Like

12.4K 916 22
Bienvenidos a esta historia llena de risas, enojos, lágrimas y frustración y, como no, también suspenso. Aquí encontrarás anécdotas variadas sobre el...
365K 42.9K 22
Todo el mundo mágico estaba en celebración, por fin el mago tenebroso habia sido derrotado, ¿pero a que costo? Mientras todos festejaban un pequeño n...
21.5K 1.3K 15
Ella es Tn Smith hija de Artemisa, descendiente de Poseídon y Hécate. Ella creció en el Olimpo ya que su padre murió cuando ella tenía 1 año. Ella ap...
37.1K 2.6K 99
Rey'ka manctya una omaticaya que estaba harta de su vida en el bosque decidió ir a investigar mas allá de lo que conocía encontrándose con el arrecif...