Lo que Eros tiene que hacer ©...

Av Inviernoalcorazon

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Lorenz tiene pésima suerte en el amor y la misión de Eros, su perro, es ayudarle a encontrar pareja. 🐾 Eros... Mer

Lo que Eros tiene que hacer
Nota - Antes de comenzar
Cumplí
~Primera parte~
El bautizo
Poco sabe él
Todo y nada
El viaje
~Segunda parte~
Hay que practicar
Conducta humana
Pobre Sr. Squirrel
Lo que tiene que hacer
Sí le enseñé
~Tercera parte~
Te lo mereces
Mudanza
Gato encerrado
Boina
Mi perdición
~Cuarta parte~
El demonio
Año Nuevo
Música
San Valentín
~Quinta parte~
Empujón
Tregua
Podría
No dormir
Extraño
~Sexta parte~
Lo había logrado
Todo
Funcionó
Video
Inesperado
Estar ahí
~Séptima parte~
Adelantarse
Situación
Aventuras
Noticias
Lágrimas
El día
🐾Agradecimientos🐾

Comenzamos a entender

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Av Inviernoalcorazon

Hey, prometo que de ahora en adelante diré las cosas desde mi punto de vista, ¿vale? Es que los días después de mi primer mes de vida los recuerdo.

Sí, tengo muy buena memoria.

Estábamos a punto de mudarnos a Nueva York. Lorenz y Jaden vivirían juntos, por lo tanto, yo viviría con Aura. Suponía todo un reto tener a dos perros en una casa, pero nadie les obligó a tenernos.

Como dijo Francesco; "Ahora es tu responsabilidad, tienes un nuevo hijo".

¿Soy hijo de Lorenz? Técnicamente. No sé cuál sea tu punto de vista, pero en definitiva mi vida depende de la suya.

Mientras más cerca estábamos de nuestro segundo mes de vida, más tenía control de mis patas. Podía correr y saltar cada vez mejor. Además, había comenzado a perfeccionar mis aullidos, ladridos y otros sonidos dignos de todo perro.

También fui aprendiendo un par de reglas básicas que Lorenz me enseñó meticulosamente. Que mi dueño sea tan maniático con el orden y la limpieza no siempre es divertido. En realidad es un pesado, pero nada ni nadie le ha podido quitar sus mañas.

Una de las reglas principales que impuso fue que ya no tenía permitido estar en la cama. Si lo hacía, a Lorenz le daba un mal, su cara se ponía roja y comenzaba a pelear en italiano mientras cambiaba las sábanas.

En aquel entonces, cuando vivíamos en la antigua casa de sus padres, tenía que hacer mis necesidades en el patio. A veces olvidaba avisar sobre ello, pero ya no era mi culpa. Es que no me pueden culpar, ese lugar era mi baño y había personas que entraban a él.

Aunque el patio también funcionaba para otra cosa, pues era el lugar donde vivían las flores. Eran muy lindas y todo el mundo las admiraba. Las flores de Aileen hacían que un montón de mariposas llegaran, era un espectáculo verlas, pero era aún más divertido perseguirlas.

Como dije, fue divertido hasta que, sin querer, un día maté a una. Un triste caso que muy a mi pesar se ha repetido en un par de ocasiones. No me la comí si es lo que piensas, pero como que la mordí y murió. Espero no haya sentido mucho dolor.

También los árboles de la casa atraían muchas ardillas. Las desgraciadas comían de mi tazón.

Oh, sí, se me olvidaba. Ya tenía la capacidad de comer algo más que leche. De vez en cuando me daban perrarina para cachorros, pero había días que se me olvidaba que estaba en el tazón del jardín, entonces las ardillas llegaban y se la comían. Cuando lo recordaba ya era muy tarde.

Como te dije el otro día, nunca he podido atrapar a una.

Todas las tardes me reunía con mis hermanos, mientras que Jaden, Liah y Lorenz hacían eso de quedarse en el techo observando el cielo mientras comían hamburguesas o pizza. Algunas veces comían cosas dulces, pero en definitiva siempre había comida de por medio.

Un día un auto casi me atropella. Admito que fue mi culpa, después de todo me escapé y pretendí cruzar la calle como cualquier humano.

Esa vez Lorenz fue quien recibió el impacto tras lanzarse en mi búsqueda. La camioneta frenó, pero, aun así, mi dueño consiguió un golpe que le dejó un feo raspón en su rodilla y en la frente junto a varios moretones.

Mala mía, aun así, no he aprendido mi lección. Cada vez que tengo la oportunidad escapo, ¿sabes? Es algo que no puedo evitar.

Ese día Kiara, la vecina de la que te hablé antes, llegó al rescate. Aunque, tengo que admitir que sí estuvo rara la situación. Ambos se vieron a los ojos y sonrieron de lado. No que eso fuese raro, lo extraño fue el ambiente que creció alrededor de ellos. Obviamente, sentí que me perdí de algo importante en la historia, y no estaba equivocado.

Lo mejor es que tú no lo sepas. No te pierdes mucho en realidad. En resumidas cuentas los días fueron contados y ambos hicieron cosas que tú no deberías saber.

Esa era la principal razón por la que él no estuvo todo el tiempo conmigo, pero es historia antigua y que él ahora toma como un pasado vergonzoso.

Por otro lado, la mudanza estaba iniciando. Lorenz tenía que comenzar a empacar, entonces yo le ayudé. O eso quiero creer.

—Eros, pásame ese zapato. —Incliné mi cabeza a un lado. Es que había que ver lo tonto que era. El zapato era más grande que yo, ¿cómo quería que se lo diera?

»Za-pa-to —repetía lentamente como si yo no le entendiese. Él era quien no entendía.

—No puedo, ¿no ves mi tamaño? —dije inclinando mi cabeza de un lado al otro.

—No me ladres así, debemos empezar a entrenarte una vez estemos en casa.

—Ya estamos en la casa —comenté lleno de confusión, pero nuevamente él solo escuchó ladridos. Sí, es un poco... muy frustrante que no te entiendan, pero después de tantos años te acostumbras a ello.

Recuerdo cómo puso música en su pequeña caja de colores, que ahora sé que se llama laptop, para comenzar a doblar su ropa que después quedó en un montón de cajas.

También me guardó en una. El muy despistado no vio que me quedé dormido sobre la ropa y me metió en una caja como si fuese un objeto más.

Recuerdo lo oscuro que estaba, el olor de sus camisas unidas al olor característico del cartón.

¿Olvidaste que te dije que las cajas eran cómodas? Esa no lo era, después de todo estaba llena de cosas me dejaban apretujado. Debió ser igual de incómodo estar en una con otros cachorros más.

Calculo que media hora después me encontraron. Lo bueno es que le entraba aire, lo malo es que mis ladridos eran tan débiles que no me escucharon hasta que pasó bastante tiempo.

—¿Pero qué tienes en la cabeza, Lorenz? —preguntó Aileen. Obviamente que le dije que era culpa de Francesco y ella el que su hijo fuese de ese modo, después de todo ellos lo criaron juntos.

—Ups, pensé que se había escapado de nuevo.

Idiota.

Había palabras o comandos que le entendía, como por ejemplo cuando me señalaba una media, yo se la llevaba con mucho esfuerzo. Sinceramente, no lo hacía todo el tiempo, de vez en cuando me hacía el loco para ir a jugar con cualquier otra cosa.

Sé perfectamente que, en algún punto, Francesco usó la aspiradora. El endemoniado sonido me volvía loco a tal punto que salí corriendo, tropecé y golpeé una silla haciendo que una caja vacía cayera sobre mí.

Esa vez no me escondí de forma intencional, fue feo no poder ver nada y cada que caminaba me tropezaba con algo. Al menos esa vez me consiguieron rápidamente, pues, no es normal que una caja se mueva sola.

Si crees que me quedé tranquilo después de eso, estás muy lejos de la realidad. Mientras Lorenz atendía una llamada yo jugaba con sus medias y zapatos.

Ahora que lo pienso, he dicho muchas cosas sobre mí cuando debería estar diciendo que ocurría en la vida de Lorenz en ese momento. No sabía mucho, solo la poca información que tenía fue gracias a lo que escuché o vi.

—En dos días nos mudamos a Nueva York, ya te lo he dicho antes —dijo él girando sus ojos, avanzó lentamente hacia la puerta del cuarto y la cerró con llave. Apartó su teléfono y lo puso en altavoz.

—Claro, pero normalmente cuando me hablas no escucho lo que dices. Ya sabes que estoy pendiente de otras... cosas —dijo una voz femenina que, a decir verdad, no reconocía del todo—. Pienso más sobre lo que haré después contigo, o lo que tú me harás a mí.

Nunca supe a qué cosas se refería. Igual vivo feliz en mi ignorancia. Hablaron un momento más hasta que Lorenz dijo:

—Ya es suficiente, no podemos seguir así.

Mi dueño no hizo mucho después de la llamada. Pasó su mano por su cuello como siempre que hacía cada vez que estaba nervioso, y se sentó en la cama mirando a la nada.

Su cuarto estaba prácticamente vacío de no ser por la cantidad de cajas apiladas a un lado de la habitación.

El lugar no era muy grande, pero sí suficiente para un chico de su edad. Una cama, un armario, baño, televisor y un montón de instrumentos ubicados en una esquina. Recuerdo que las paredes eran de un azul oscuro y el suelo de madera oscura como el de toda la casa. Nada fuera de lo común.

No debería estar contándote esto, debería ser una historia divertida, en cambio, estoy contándote la decoración del dormitorio de Lorenz.

¿Qué puedo decirte?...

Lo, al terminar de empacar todo, se acostó bocarriba en el suelo y me dejó sobre su pecho. Comenzó a cantar algo que nunca había escuchado antes, sus ojos fijos en el techo de la habitación.

—¿Quieres subir a componer algo de música, amigo? —Su corazón se aceleró como cada vez que subíamos a un sitio alto. Le tenía miedo a las alturas; sin embargo, cada día sin falta subía a componer algo.

—Claro que sí Lorenz, pero quiero algo de comer por favor. —Sí claro, como si yo a un mes de vida hubiese respondido eso. Mi vocabulario no era tan extenso, apenas estaba comenzando a vivir.

Simplemente, moví mi colita y dije que sí. De todas formas si hubiera dicho lo contrario él no me hubiese entendido y habríamos subido de todas formas. Pero en ese caso sí quería. Era genial el sentimiento de emoción que me daba cada vez que Lorenz subía las escaleras conmigo en sus brazos, porque todavía no podía bajar o subir escaleras sin matarme en el proceso. Abría la puerta y con temor salíamos a la azotea, luego escalaba hasta quedar en el punto más alto del techo de su hogar.

La vista era linda, los colores que veía eran geniales, y la brisa de vez en cuando olía a barbacoa. Al menos una vez por semana los vecinos hacían comida en su patio, pero en ese momento yo no sabía lo que era la gloria hecha carne, solo había probado leche y perrarina de cachorro.

Me sentía feliz, después de todo, tenía lo que todo perro quisiera tener.

Si abres tus ojos solo verás, la noche oscura y una estrella fugaz. —Ahí iba nuevamente. Lorenz tenía y sigue teniendo rutinas, pareciera que tuviese una hora específica para escribir sus canciones, componer, cantar, bailar, comer, dormir... Lorenz siempre ha sido organizado, para ese momento siempre pensé en que tenía que relajarse un poco, luego aprendí que así es él.

—Estrella... —repetí la palabra, me parece que es muy linda. Por alguna razón Lorenz rio viéndome.

—Te gusta, ¿eh? —Supuse que hablaba de la estrella, comencé a jadear alegre de que estuviera hablando conmigo—. Bien, eres mi público más importante, Eros. Necesito de toda tu honestidad.

Incliné mi cabeza, en ese momento no supe a lo que se refería.

—A veces creo que me entiendes, ojalá lo hicieras.

Si bueno, después lo haría. Para ese momento de milagro sabía quién era yo.

—Tengo hambre —dije firmemente, pero él volvió a reír. Asintió con su cabeza y volvió a tocar su guitarra.

Así estuvimos por mucho tiempo. Él cantaba, yo le decía que tenía hambre. Él sonreía mientras anotaba cosas en su libreta, yo le volvía a decir que tenía hambre. Él por algún motivo me daba la razón, yo le volvía a pedir comida. Y así sucesivamente hasta que pasaron un par de horas.

Finalmente, después de que él repitiera la letra unas veinte veces, yo la seguí, haciendo que me viera de forma extraña.

—Estrella —dijo él y yo repetí la letra—. ¿Estás cantando conmigo?

Claro que cantaba con él, era muy obvio. ¿No?

Rápidamente, recogió sus cosas y me alzó en sus brazos, bajamos corriendo hasta llegar al primer piso donde estaban sus padres riendo mientras bailaban en el centro del salón principal.

—¡Eros cantó conmigo!

Sus padres voltearon aún sonrientes. Yo me revolcaba en las manos de Lorenz que me alzaron sobre su cabeza como si fuese un trofeo.

—Me voy a caer —dije viendo la altura a la que estaba.

De pronto dejé de sentir sus manos, me había soltado. El vacío se hizo presente, el miedo aún mayor, pero todo eso pasó cuando me agarró en el aire y comenzó a dar vueltas conmigo.

—Mi perro canta conmigo —decía una y otra vez emocionado. Se detuvo de golpe y llevó su frente hacia la mía, nuestros ojos se vieron directamente. Sus manos acariciaron mis orejas mientras sonreía.

Lorenz es agradable cuando sonríe y está feliz. Bueno, mi Lo es agradable la mayoría de veces, pero ese día estuvo tan feliz que yo le empecé a lamer la cara y no me regañó como suele hacer.

—¿De qué hablas hijo?

—Escuchen esto —dijo dejándome en el suelo. Se sentó frente a mí con su guitarra en mano.

Miré toda la habitación sin comprender nada. Extrañado me rasqué detrás de la oreja con mi para trasera.

Sus padres se acomodaron a nuestro lado, todos sentados en el suelo. ¿Qué no sabían que tenían un sofá? Recuerdo que era suave y cómodo, pero aun así prefirieron sentarse en el suelo.

—Bien, ¿listo amigo?

—¿Qué? —dije, pero ellos rieron. ¿Soy gracioso? No lo creo. Seguro entendieron otra cosa.

—Mira al cielo... —cantó toda la canción viéndome fijamente. Cuando terminó, yo no sabía qué hacer más que jugar con los cordones del zapato de Francesco.

»Claro que no vas a cantar ahora. Que mal nacido. Ma vaffanculo!

¿Yo?, pensé.

—Te voy a lavar la boca con jabón, Lorenz —dijo su madre reprochando sus malas palabras, como cada vez que habla. Su padre solo rio ante su comentario, a veces creo que se sentía orgulloso de que al menos siguiera insultando en su idioma natal.

—Inténtalo una vez más —dijo su padre moviendo su pie de un lado al otro jugando conmigo.

—Estrella... —cantó y yo recordé la pegadiza palabra. Cuando volvió a decirla, la dije al mismo tiempo que él.

El caos se desató, todos reían, aplaudían, sonreían y me felicitaban. ¿A qué venía? Pues, ese fue el primer día en que Lorenz y yo cantamos juntos.

Luego de eso siempre lo hacía, bueno, siempre que me gustaba la canción y no me entretenía con otra cosa. Puede que él no me entienda, pero a la hora de cantar, tanto él como yo nos entendemos. Ese día comenzó todo.

Desde ese día me convertí en el público más importante de Lorenz... ya luego un par de personas se unirían al grupo, pero en aquel momento solo éramos nosotros dos, y era genial.

Fortsett å les

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