Cambio de rumbo

By sacodehuesos79

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Un crimen involuntario. Un vuelo a media noche. Un cómplice inesperado. More

Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead
1. Defiying gravity
2. It really was no miracle
3. If I only had a brain
4. Come Out, Come Out, Wherever You Are
5.Optimistic Voices
7. If we walk far enough
8. Follow the yellow brick road
9. Pay No Attention To That Man Behind The Curtain
10. No good deed
11. One short day in the Emerald City
12. As long as you're mine
13. If I only had a heart
14. I'm not that girl
15. Something bad
16. Hearts will never be practical
17. Learn it for yourself
18. Somewhere...
19. ....Over the rainbow
20. There's no place like home

6. We're off to see the wizard

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By sacodehuesos79

"I think you are wrong to want a heart. It makes most people unhappy. If you only knew it, you are in luck not to have a heart."


La travesía entre Bastia y Livorno dura cuato horas. Cuando lleguen a la pequeña ciudad italiana ya será de noche. 

Es poco probable que el consulado abra antes de las nueve de la mañana.

Lo que significa que le quedan unas diez horas más, al menos, haciendo de canguro. 

Luis guarda el pitillo que acaba de sacar por puro hábito. 

A ese ritmo no le llegará el tabaco para todo el tiempo que aún le queda pasar junto a ella, que es un vicio considerablemente peor. 

Cambia el cigarrillo por el teléfono y pasa por varios números de su agenda antes de detenerse en uno. 

Hay varias razones por las que escoge llamar a Ricky Merino. La primera y principal es una cuestión puramente geográfica ya que él aún está en Ibiza.  La segunda es que, de todos sus amigos, es quien tiene mejores contactos para enterarse de los trapos sucios. 

La tercera es que, excentricidades aparte, Merino es una de esas personas que defiende a los suyos contra viento y marea. 

Sin embargo, diez minutos más tarde, al escuchar las carcajadas al otro lado de la línea empieza a cuestionar seriamente lo acertado de su decisión. 

 -Júrame que no es una de tus coñas

Luis entiende que si le contaran esa misma situación con otros protagonistas probablemente tendría la misma reacción.

Pero en sus actuales circunstancias, al escuchar a su amigo, se le ocurre que tirarse por la borda de ese barco, quizás no fuese una mala idea. 

- Merino, por tus muertos, ¿crees que hay la menor posibilidad de que fuese a bromear con esto?

A muchos, muchos kilómetros de allí, Ricky Merino asiente sin darse cuenta de que su interlocutor no puede verle.

Luis tiene un sentido del humor a prueba de bombas, excepto con ese tema en concreto. 

Sus amigos han aprendido a evitar esa conversación como la peste. 

Así que Ricky hace uso de toda su fuerza de voluntad para dejar de reírse y espera por las siguientes palabras de Luis. 

- Necesito que te enteres lo qué ha hecho- baja la voz y mira a su alrededor para asegurarse de que ninguna de sus compañeras de viaje puede oirle. 

Las localiza pasados unos instantes en una de las mesas de la cafetería enfrascadas en una conversación. 

- Está escapando de algo, estoy seguro- arranca una promesa de su amigo antes de colgar.

La sensación que tuvo en la estación marítima cuando se negó a llamar a cualquier de sus acólitos no ha hecho otra cosa que aumentar con cada acción de Aitana. 

Se muerde sus siguientes palabras que son que la conoce lo suficiente para saber sin ninguna duda que hay algo extraño en toda esa situación.

Es decir, aún más extraño que el hecho de que estén los dos cruzando el Tirreno en un enorme ferry amarillo. 

Si es completamente sincero la verdad es que siente un placer perverso al imaginarse la cara de un par de personas sin fuesen conscientes de la situación. 

El Gentelman y su mamá tendrían un buen berrinche. 

El presidente de Universal, probablemente, un ictus. 

Pero su propia madre y algunos de sus amigos, los de verdad, pasarían un mal rato con el escándalo. 

Así que tiene que evitar implicarse. 

Todavía mas, claro. 

Claro que, como siempre en todo lo que tiene que ver con  Aitana, es más fácil decirlo que hacerlo. 

___________________________

Luis aún deja pasar un rato antes de volver a entrar en la sala interior. 

No tiene idea de cuál será el número de pasajeros en esa travesía en un día, un mes o un año normal, pero ahora no llegan a quince las personas en las escasas mesas ocupadas.

Aitana tiene un chocolate caliente delante. Fue Bárbara quien insistió para que pidiese algo más, después de todo llevaba todo el día sin comer, pero después de ponerse de pasar por toda la gama de rubores posibles por la vergüenza, había declinado la oferta. 

Necesita hacerse el fuerte y no sentir lástima por ella, pero resulta muy dificil al verla intentar disimular el frío, aferrandose a la taza de chocolate como si le fuera la vida en ello. 

Se acerca a la barra y pide una cerveza, la segunda o tercera de la noche y encarga un par de tapas para la mesa, pero en cuanto ocupa la silla vacía entre ellas, Aitana tarda solo un par de minutos en buscar una estúpida excusa para levantarse y salir a cubierta. 

Se siente idiota por ceder al impulso cuando la brisa de mar la golpea y la hace temblar. 

Se frota los brazos intentando entrar en calor y considera la posibilidad de volver a entrar. Quizás nadie se diese cuenta si robase un par de aceitunas del plato que acaban de dejar en la mesa, puede que incluso uno o dos de esos apetecibles tacos de queso. 

Pero escucha la risa de Bárbara fácil y rápida ante un comentario de Luis y retrocede hasta la barandilla. 

Quizás si se frota los brazos pueda entrar en calor. 

Piensa con nostalgia en la sudadera que guardó en la mochila antes de salir. La que le robó a Manuel hace tanto tiempo. 

Mira hacia el cielo oscuro y comprueba decepcionada que las luces de la embarcación impiden ver nada más allá de la propia cubierta. 

Siempre había pensado que viajando de noche en un barco podría disfrutar de un cielo tachonado de estrellas. 

Pero ni siquiera tiene el consuelo de intentar ver una estrella fugaz a la que pedirle un deseo. 

Tampoco está muy segura de lo que pediría. 

No desea volver a casa. Principalmente porque ni siquiera esta segura ya de lo que esa palabra significa para ella. 

Tampoco quiere volver a donde está ahora. Atrapada en un barco con el mejor de sus errores, dependiendo de él hasta para sus siguiente comida. 

Quizás debería desear despertar de esta pesadilla que parece no tener fin. 

Pero probablemente, de poder hacerlo, desearía volver a perfecto estado de anestesia en el que vivía hace tan solo una semana. 

Antes de todo. Antes de que Silvana tirase de la alfombra bajo sus pies. Antes de los zapatos y de confundir el freno con el acelerador. 

Antes de subirse al avión por supuesto. 

Hace tan solo una semana, si alguien le hubiera preguntado si era feliz Aitana le habría respondido sin pestañear que sí. 

Habría estado mintiendo claro. No sentir no era lo mismo que ser feliz, pero para ella, entonces, había sido suficiente. 

Ahora, sin embargo, tiene frío, hambre y algo sospechosamente parecido a los celos. 

Todo a la vez y en ningún orden particular de prioridad. 

Escucha un carraspeo a su espalda y se gira sobresaltada. 

Barbara se acerca y le tiende una de sus sudaderas. 

Aitana tiene demasiado frío para hacerse la fuerte y rechazarla. Al menos la solución a uno de sus problemas está, literalmente al alcance de su mano. 

Así que se pasa la prenda por la cabeza y sus fosas nasales se impregnan del perfume de Barbara. Con la diferencia de altura entre ellas, en Aitana parece casi un vestido. 

-Gracias- el aire que expulsa por la boca al hablar se transforma en vapor y se escapa en volutas hacia la oscuridad-

Bárbara asiente con despreocupación y ocupa el espacio vacío junto a ella en la barandilla. 

No tiene la menor intención de contarle que fue Luis quien sugirió, insistió, que le llevase a Aitana algo con lo que abrigarse. 

Una cosa es ser buena y otra muy distinta ser imbécil. 

- Era lo menos que podía hacer- se encoge de hombros y frunce los labios- después de dejarte tirada en Ajaccio. 

Aitana la mira y contiene una carcajada. Le gusta la forma en la que la otra lo reconoce, como confensando una pequeña travesura sin importancia. 

Ella misma ha recurrido a esa misma técnica unas cuantas veces.

Ooops, lo hice otra vez. Pestañeo y a otra cosa.

Lo cierto es que sería muy mezquino por su parte odiar a Bárbara por algo que ella misma ha estado dispuesta a hacer unas cuantas veces en el pasado. 

Mandar todo al carajo por un buen polvo con Luis Cepeda. 

Incluso por uno mediocre en ocasiones, todo hay que decirlo.

La sensación parecida al ardor de estómago que siente al ver a Bárbara con Luis no es nueva y no cree que se trate de algo personal contr ala otra mujer.  

Hace ya tiempo que ha asumido que siempre que le vea con otr amujer va a sentirse de esa forma. 

Así que no, no tiene nada particular en contra de Bárbara. 

Pero le llama bastante la atención que no haga más preguntas. 

Espera unos instantes hasta que entra en calor y entonces es ella quien se atreve a preguntar. 

- ¿No sientes curiosidad?

Barbara esboza una sonrisa esquiva y se da la vuelta apoyando los codos en la barandilla. 

- Luis me dijo que era una casualidad que estuvieseis en el mismo avión. 

Aitana está segura de que si a ella le contasen esa misma historia no se la tragaría ni en un millón de años. Pero, después de todo, Bárbara ha sido testigo de como Luis la ha ignorado sistemáticamente desde que se encontraron así que no tendrá problemas para creerse que no hay absolutamente nada entre ellos. 

Una vez descartada la teoría de los amantes clandestinos todavía queda menos claro que hacía ella en un avión rumbo a Londres en plena noche y le llama podersamente la atención al no preguntarle. 

- Se lo dije a él y te lo repito a ti, no soy una fan loca que vaya a salir corriendo a contarle a todos mis amigos que estoy en un barco con Aitana Ocañao y Luis Cepeda. 

Probablemente tampoco la creerían. 

Aitana asiente de nuevo pero se le ocurre que, según su experiencia, no hay muchas fans locas que reconozcan serlo de buenas a primeras. 

Es más, le ha quedado bastante claro que incluso aquellos que juran fidelidad eterna suelen querer algo a cambio. 

A veces es mejor sacarse de encima el incómodo trámite de la transacción lo antes posible. 

- ¿Y no vas a pedirme nada por tu silencio?

Se siente cínica al decirlo, casi sucia, al decirlo, pero le han bastado un par de años en este negocio para librarse de toda inocencia respecto a la generosidad humana. 

Triste pero cierto. 

Bárbara estira el cuello y dirige su mirada hacia la sala interior, donde la mayoría de los pasajeros pasan el rato. Desde donde ellas están apoyadas, no se puede ver a Luis, aunque cuando le dejó hace unos minutos acunaba una cerveza en sus manos como si la botella contuviese la respuesta a todos los misterios del universo. 

Mira después a la mujer que tiene a su lado, aunque con su sudadera tres tallas mayor encima parece casi una niña y decide que la sinceridad es la mejor elección en este caso. 

- A ti no- levanta una ceja esperando que la otra entiende lo que le está diciendo. 

Aitana no aparta la vista del mar o del vacío oscuro donde supone que debe estar el agua. 

Ese es otro de los feos aspectos que ha aprendido en este negocio de la peor forma posible. 

A veces los pagos se hacen en especie. 

De cualquier forma sospecha que Bárbara la está sondeando para ver su reacción. No sabe si espera una escena de celos o una gentil displicencia

Como no está preparada para darle ninguna de esas cosas,  fuerza una risa que suena terriblemente falsa. 

- Te diría que no es una persona sencilla de convencer- carraspea avergonzada- pero lo que pase entre vosotros no depende de mi.  

Sus miradas conectan durante unos segundos en los que la auxiliar de vuelo le transmite que sí, que tal y como ella lo ve, depende enteramente de Aitana que Luis Cepeda acabe en su cama en las próximas horas. 

Pero la más joven de las dos se muerde un labio con saña y niega de nuevo. 

- ¿Qué pasa cuando lleguemos a Livorno?

No puede pensar mucho más allá, desde luego no está preparada para pensar en las implicaciones de lo que Barbara le dice. 

Tiene que recuperar su documentación y, quizás, conseguir algo de dinero, aunque no sabe muy bien como conseguirlo sin ponerse en contacto con nadie.  

No puede volver a Ibiza. Por muchos motivos. 

- En el consulado te darán una documentación provisional y desde allí también podremos averiguar que países no han cerrado las fronteras a España. 

Se miran otra vez, se miden. En la información que Bárbara le da hay una pregunta implícita. 

La azafata desde luego tiene la intención de coger el primer vuelo que la devuelva a España desde Livorno y si puede hacerlo acompañada, mejor que mejor, pero está a la espera de las instrucciones que le de su empresa. Es posible que la reclamen en cualquier momento. 

La intención de Aitana, en cambio, es evitar su mundo y las consecuencias de sus acciones todo el tiempo posible. 

Parece claro que una vez lleguen a Livorno sus necesidades y sus caminos dejarán de coincidir. 

Pero, por supuesto, nadie podría haberles dicho, menos de veinticuatro horas atrás que sus vidas iban a confluir aunque fuera tan solo un instante. 

____________________

Apenas son las ocho de la tarde cuando el ferry llega al puerto, pero ya es noche cerrada. 

A pesar de eso la maniobra de atraque de la inmensa mole en la que viajan se hace en unos minutos, con la precisión de quien realiza los mismos movimientos varias veces al día. 

Las luces del barco y las del puerto se confunden e iluminan una deliciosa hilera de casas multicolor. 

Si no estuviera agotada, hambrienta y con unas terribles ganas de una ducha a Aitana le parecería una estampa preciosa. Probablemente. 

Pero en ese momento solo puede pensar en el olor a sudor y polvo acumulado de todas esas horas que necesita lavar de su piel. Debajo de la sudadera de Bárbara su camiseta aún está manchada de café que se ha pegado a su ropa.

Después de bajarse del barco, los tres estiran las piernas intentando recuperar el equilibrio en tierra firme despues de varias horas en alta mar. 

Buscan la luz de una farola para decidir su siguiente paso. Bárbara consulta su teléfono y tuerce el gesto. 

Los otros dos piensan que es dificil que algo pueda salir aún peor. 

- El consulado solo atiende con cita previa y no creo que a esta hora nadie coja el teléfono así hasta mañana no vamos a conseguir nada. 

A sus palabras le sigue un breve pero incómodo silencio. 

Aitana calla porque no tiene dinero para proponer ningún plan que suponga un desembolso,  aunque en esos momentos matería por una ducha y una cama con sábanas limpias.  Una cena en condiciones le parece casi una fantasía sexual. 

Luis, por su parte, piensa que cualquier sugerencia que haga con respecto a la forma de pasar las próximas horas se puede maliterpretar.

Por cualquier de las dos mujeres.

Ante el silencio de los dos, es Bárbara quien toma, una vez más las riendas de la situación. 

- Yo diría que lo más inteligente que podemos hacer es buscar un hotel barato o al menos uno en el que no se pongan muy exquisitos con lo de pedir la documentación. No sé vosotros,pero yo necesito una ducha más que respirar- se estira una vez más y ahoga un bostezo- una cama tampoco estaría mal. 

No mira a Luis cuando dice esto último. No cree que sea necesario cargar más las tintas y ya ha dejado claras sus intenciones. 

Además si ella está cansada, el aspecto de Aitana es, directamente, miserable.  Es casi una cuestión de caridad conseguir una habitación. 

Es Luis quien saca su propio teléfono entonces y hace una búsqueda rápida. Reserva una habitación triple en el hotel que su buscador sitúa más cerca del puerto. 

El problema de la documentación espera solucionarlo con labia y súplicas. Soborno si hace falta. 

No se para a mirar el número de camas que ofrece la habitación que reserva. 

Se enfrentará a ese particular infierno llegado el momento. 

También él necesita descansar, pero sobre todo tiene que comer algo antes de que el hambre le ponga todavía de peor humor del que está. 

El gps le indica que tienen algo más de un kilómetro a pie hasta el hotel pero llevan demasiadas horas despiertos y los tres están muy cansados, así que después de acabar con la reserva mira a su alrededor en busca de una parada de táxis. 

No sabe porque se fija en la figura a veinte metros de ellos. Quizás porque hay algo que le resulta vágamente familiar en él. 

O puede que sea que le llame la atención la forma en la que el hombre les mira apoyado en una pared, como si estuviera esperando a averiguar su siguiente movimiento. Le ve incorporarse y entonces la luz de una farola le ilumina. 

Le cuesta unos instantes ubicar el rostro y relacionarlo con un nombre y una situación concreta. 

Cuando por fin le reconoce,  se gira hacia las otras para comentárselo, pero Aitana también está mirando en la misma dirección y antes de que Luis pueda abrir la boca ha echado a correr hacia el hombre. 

- ¡Mi mochila!- lanza las palabras por encima de su hombro, solo para dejar claro que no se ha vuelto loca. 

Del todo al menos. 

Barbara y Luis también intercambian una mirada rápida antes de echar a correr en la misma dirección. 

Unos cuantos metros delante de ellos, con la mochila robada colgada, efectivamente, a su espalda, Daniel, el angel de la guarda de Aitana, precisamente el que la ayudó a subirse al autobús entre Ajaccio y Bastia, se pierde en uno de los callejones estrechos de Livorno. 

Parece que, contra todo pronóstico, su día todavía puede empeorar. 




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