Cambio de rumbo

By sacodehuesos79

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Un crimen involuntario. Un vuelo a media noche. Un cómplice inesperado. More

Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead
1. Defiying gravity
2. It really was no miracle
3. If I only had a brain
4. Come Out, Come Out, Wherever You Are
6. We're off to see the wizard
7. If we walk far enough
8. Follow the yellow brick road
9. Pay No Attention To That Man Behind The Curtain
10. No good deed
11. One short day in the Emerald City
12. As long as you're mine
13. If I only had a heart
14. I'm not that girl
15. Something bad
16. Hearts will never be practical
17. Learn it for yourself
18. Somewhere...
19. ....Over the rainbow
20. There's no place like home

5.Optimistic Voices

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By sacodehuesos79

Zapatos en francés se dice chaussures.

Es algo que Luis ha aprendido en la última media hora después de ver a Aitana repetirlo de forma maníaca en francés, inglés y castellano. 

Aunque no tiene idea de porqué es tan importante. 

Pero ella insiste muchísimo en que Bárbara se lo transmita al policía. 

Una persona normal, opina él, estaría más preocupada por haber perdido su cartera con toda su documentación y tarjetas de crédito. Incluso su teléfono. 

Pero si hay algo que a Aitana nunca se le ha dado especialmente bien, es organizar sus prioridades vitales. 

Así que no debería sorprenderle tanto cuando repite la dichosa palabra una y otra vez. 

Ahora piensa que podría haberse girado. Fingir, una vez más que no la conocía. 

Habría sido más sencillo. 

Piensa incluso que la ironía de subirse a un barco y dejarla atrás habría sido tan exquisita que tendría material suficiente para un par de canciones más al respecto. 

Pero ya la ha dejado tirada una vez ese mismo día y su estómago aún no se lo ha perdonado.  

Así al verla discutir con el policía al borde de las lágrimas, intercambió una mirada rápida con Barbara y se acercó a ella. 

Fue la asistente de vuelo la que consiguió que Aitana mantuviese la calma el tiempo necesario para explicarle la situación. 

- Me desperté en el autobús y mi mochila no estaba- se lo había dicho a Bárbara, aunque su mirada se había escapado un par de veces en dirección de Luis, demasiado nerviosa para plantearse siquiera rechazar su ayuda- lo tenía todo allí. 

Se lo explicó con el labio temblándo, a punto de echarse a llorar pero sin llegar a derramar una sola lágrima. 

Luis no tiene idea de si se está conteniendo por pudor o por orgullo. 

Lo único que tiene claro es que a pesar de lo enfadado y decepcionado que está con ella, y lo está un rato largo, no tiene corazón para darle la espalda a alguien que lleva un día tan de mierda como el de Aitana. 

Finalmente Bárbara aparta un poco al policía para poder explicarle la situación sin las continuas interrupciones del Aitana y Luis se queda junto a ella sin saber muy bien que decir. 

Por una parte se muere de ganas de llamarle la atención por haber descuidado sus pertenencias. Ya lo había pensado al ver la mochila abandonada en el aeropuerto, no hacía falta ser muy listo para imaginarse que algo así podía suceder. 

Pero por otra parte no quiere que ella imagine, siquiera por un momento, que le importa lo suficiente como para llamarle la atención. Aitana no necesita más munición en su contra. 

Le gustaría ser el tipo de persona que pudiese fingir que no la conoce como hizo hace tan solo unas horas. Le gustaría, desde luego, que el instinto de acudir al rescate, no hubiera sido más fuerte que su instinto de autoprotección. 

Solo le consuela pensar que habría hecho lo mismo por cualquier persona que viese en esa misma situación. 

Hay que ver lo bueno que se vuelve uno mintiéndose a si mismo con pocas horas de sueño. 

- Gracias- la palabras, casi susurrada le pilla por sorpresa- por tu ayuda. 

Aitana pasa el peso de uno a otro de sus pies y apenas levanta la mirada del suelo. 

Parece cinco años más joven de lo que es en realidad. 

Peor todavía. Parece tres años más joven. 

Parece la niña, apenas mujer, que conoció un verano antes de que a los dos les cambiara la vida para siempre. 

No puede evitar preguntarse cuando hay de fachada en ese aspecto frágil, si puede evocar esa imagen a voluntad para confundirle. 

Tristemente hace un tiempo que todo lo que hace o dice Aitana Ocaña le parece un disfraz. 

Así que, remordimientos y putos principios aparte, se apresura a levantar la coraza antes de dejar que los recuerdos le jueguen una mala pasada. 

- Habría hecho lo mismo por cualquiera. 

Casi se lo cree. Casi. 

Carraspea incómodo y ella esquiva su mirada una vez más. 

No tiene la menor idea de las razones de Aitana para subirse al vuelo de media noche entre Ibiza y Londres y, desde luego, no entiende porque su horda de esbirros no ha hecho ya acto de aparición en un helicóptero para rescatarla. 

Con plancha de pelo y frapucchino en mano. 

- ¿Quieres...estoo, necesitas llamar a alguien?

Antes de que acabe la pregunta, Aitana le mira por primera vez con ojos de duplican su tamaño original y niega con la cabeza hasta casi dislocarse las cervicales. 

- No, para nada, gracias, no pasa nada- responde rápido- De verdad. 

Demasiado rápido. 

Si se tratase de cualquier otra persona en el mundo, incluso una persona a la que odiase, ese sería el momento para preguntarle si tiene algún problema. 

El momento de ofrecer un hombro en el que llorar. 

Pero no es cualquier otra persona. 

Es la jodida Aitana Ocaña Morales. 

Así que decide que ya ha cubierto su dosis de buen karma ese día y decide ignorar la incómoda sensación en la base del cuello cuando Aitana rechaza tan vehementemente avisar a sus conocidos. 

Rebusca en cambio en su cerebro cualquier tema, por trivial que resulte para iniciar una conversación en lugar de quedarse ahí parados como dos idiotas. 

- ¿Cuál es tu plan para volver?

De nuevo la mirada deslumbrada del ciervo delante del camión y de nuevo el labio torturado entre los dientes. 

- El hombre de la mochila...Daniel, fue él quien me dijo que lo mejor era ir en barco hasta Italia. Tenía el billete en el móvil. 

- ¿El irlandés?- Luis le recuerda sentado pacificamente mientras los demás se peleaban- ¿y dónde está ahora?

Aitana se encoge de hombros. Cuando el conductor la despertó en el autobús al final del trayecto, había tardado unos minutos en recordar dónde estaba, aún un poco más en comprender la situación. Para cuando se había dado cuenta, por fin,  de que su mochila con todas sus pertenencias no estaba, el autobús estaba ya vacío del todo. 

- No dormí nada ayer por la noche- se disculpa rápidamente- yo...

Luis siente algo parecido a la simpatía. 

También él está agotado y eso que consiguió dormir un par de horas en el aeropuerto, incómodo e inquieto, pero no está totalmente en vela. 

Lo tiene en la punta de la lengua. Una palabra amable. Decirle, quizás, que puede pasarle a cualquiera y quitarle importancia. 

En ese momento Barbara se acerca a ellos con el ceño fruncido. 

- Tienes que presentar la denuncia por la mochila y todo lo que había dentro, te hará falta el papel que te den para conseguir nueva documentación. 

El entrecejo de Aitana se contrae aún más con la angustia. 

- ¿Pero y lo que había dentro de la mochila?

Bárbara levanta las cejas sosprendida por la pregunta. 

- Es...poco probable que lo recuperes, la verdad. 

Lo explica con voz calmada y Luis sospecha que es parte de su formación como auxiliar de vuelo. 

Tratar con chifladas y tal. 

Aitana no altera el gesto pero se queda callada.Bárbara lo toma como una señal para continuar. 

- Tienes que anular tus tarjetas y llamar a tu compañía para que suspendan la sim, intenta recordar si tienes activada la opción de pagar con el móvil para evitar que hagan compras con él. 

A continuación sonríe con lo que Luis sospecha que es su máscara para anunciar que el avión está a punto de desplomarse y que van a morir todos y es su propio estómago el que da un par de saltos en su cavidad. 

- Ahora lo importante,  la documentación. Según me han explicado la cosa es un poco complicada. Necesitas ir a un consulado español y demostrar tu identidad para que te expidan nueva documentación con la que poder viajar y cruzar fronteras. 

Esa documentación que no tendría tanta importancia dentro de la Unión Europea si el mundo no llevase siete meses patas arriba. 

- ¿Y cómo puedo hacerlo? Me han robado absolutamente todo- Aitana parece a punto de desmoronarse. 

- Sí, eso- Bárbara traga saliva- si tú no tienes ninguna otra documentación necesitas que otro ciudadano español haga una declaración jurada que confirme tus datos son verídicos. 

Su mirada que ha estado alternando entre ambos durante la explicación se detiene en Luis al decir esto último. 

Antes de que este empiece a negarse, Bárbara le interrumpe con una sonrisa tan brillante como artificial y recupera su voz de anunciar catástrofes. 

- La mala noticia es que en Córcega no hay consulado español, la buena noticia es que en Livorno sí que lo hay. 

Aitana les mira a ambos sin estar segura de haber comprendido la mitad de la información. 

Sin que pueda evitarlo su mente vuelve a su mochila y al que considera el origen de todas sus desgracias. Los zapatos rojos.  

- Imagino que el localizador del billete estaba en tu móvil. 

Aitana asiente débilmente. Le cuesta concentrarse. 

Bárbara y Luis la miran, parecen esperar algún tipo de respuesta por su parte. 

Lo curioso es que Luis sabe que ella no es quien proporciona respuestas. Se limita a seguir instrucciones. 

Esa es su especialidad, es un arte que ha perfeccionado a lo largo de casi cuatro años. Y lo hace con una sonrisa. 

Baja la mirada derrotada. Si al menos tuviese dinero, podría esconderse aquí en Córcega. Parece tan buen sitio para evitar las consecuencias de sus acciones como cualquier otro. 

Pero no tiene dinero ni documentos. 

Ni sus zapatos. 

En el peor de los casos, podría revender los zapatos maltidos del demonio y sacar algo de dinero con el que comprar algo de tiempo. 

Pero ni siquiera le queda eso. 

Podía aceptar la oferta de Luis de tomar su teléfono prestado y avisar a alguien. 

Aunque no hay nadie en quien confíe lo suficiente para recurrir a ellos y no quiere imaginarse el lío que podría formarse si alguien llegase a averiguar que llama desde el teléfono de Luis Cepeda. 

Las ganas de llorar son tan abrumadoras que se enredan en su garganta hasta que le produce un dolor físico. 

Su única esperanza, aparentemente, es la azafata de uñas rojas y piernas largas que quiere tirarse a Luis. 

Y el propio Luis claro. 

Excepto que él la mira como si ella fuese ese maldito virus que ha transtornado el mundo. 

Por eso dirige su mirada a Barbara para pedir ayuda. 

- ¿Qué puedo hacer?

Ignora el resoplido frustrado de Luis y se sorprende al encontrar una sonrisa sincera en la joven. 

- Vamos por partes- su voz tranquila tiene la capacidad de calmarla un poco- primero voy contigo a poner la denuncia en la gendarmería, te hará falta para conseguir la documentación nueva. Después vamos a intentar rescatar el localizador del billete para llegar a Livorno. 

Le indica con un gesto de cabeza la puerta de la estación de la naviera y Aitana se deja hacer. 

Luis en cambio coge a Bárbara del brazo para retenerla unos metros atrás. 

- ¿Cómo va eso de la declaración jurada?

Aitana sigue andando fingiendo que no se ha dado cuenta de que los otros dos se han apartado.

- Vale cualquier ciudadano español- Bárbara se anticipa a su pregunta- pero tiene que acreditar que conoce a la otra persona. 

Luis la agarra por el brazo, intuyendo el desastre que Aitana parece ignorar. 

La historia, tal y como se la está presentando solo puede conducirles a que le toque hacer de canguro de Aitana Ocaña. 

Otra vez. 

No hay forma humana en la que eso pueda terminar bien. 

- ¿Tienes idea del cristo que se puede montar si nuestros nombres aparecen juntos en un documento oficial? 

Barbara dirige una mirada rápida a Aitana y se cruza de brazos impaciente. 

A pesar de lo ridículo que sonaba, creyó a Cepeda esa mañana cuando le aseguró que no era más que una casualidad que Aitana y él hubieran terminado en el mismo avión. 

Ahora que les ha visto junto tiene muy claro que esos dos no son, en absoluto, una pareja de amantes enamorados en una escapada clandestina. 

Pero de ahí a creerse que no hay nada absolutamente nada entre ellos media un mundo. 

Barbara no tiene un pelo de tonta y no ha tenido un buen día. 

Sabe mucho mejor que las dos personas que tiene delante lo cerca que estuvo el vuelo de ayer de acabar en desgracia y se ha pasado unas cuantas horas, ayer por la noche y esta mañana, escuchando quejas iracundas de pasajeros a los que su compañía ha dejado tan tirados como a ella misma. 

Las esperanzas que albergó esa misma mañana de mejorar lo con un polvo con un hombre bastante atractivo se han ido apagando con el paso de las horas. 

Lo único, lo jodidamente único, que falta ahora es verse mezclada en ese extraño baile de apareamiento y rechazo entre Aitana Ocaña y Luis Morales. 

Para eso iría a pasar un fin de semana con sus padres. 

Ni por todo el oro del mundo. 

- Por favor- Luis baja la voz un par de octavas y repite la súplica sin soltarle el codo- Por favor. 

Es posible que incluso se acerque unos cuantos centímetros el muy canalla. 

Barbara inspira y recuerda porque le gusta tanto escuchar sus canciones con los cascos puestos en las horas de espera entre los vuelos. 

Sus esperanzas, anteriormente difuntas, de comprobar si es tan bueno con otras herramientas como con la voz, resucitan un poco. 

Desde la puerta de la estación marítima, dando golpes impacientes con el pie en el suelo, Aitana les mira con una mezcla mal disimulada de celos y enfado. 

Sabe que mandarlos a los dos a paseso es la única idea sensata. 

Pero Bárbara sabe que nadie se lo pasa bien siendo siempre sensato. 

_______________________

Hora y media más tarde, los tres esperan impacientes apoyados en la barandilla del gigantesco ferry amarillo mientras los vehículos que hacen de esa forma la travesía entran en el barco. 

Aitana lleva un buen rato en silencio, observando la fila interminable de coches mientras escucha a Luis y a Bárbara intercambiar bromas. 

En algún momento de su viaje desde Ajaccio, Bárbara debió cambiarse el uniforme por unos vaqueros de tiro bajo, una camiseta y unas zapatillas y está igual de espectacular que antes. 

Nadie debería estar atractivo con pantalones de tiro bajo. Debería aparecer en una ley o algo. 

Resulta complicado para Aitana aclarar como se siente con respecto a la otra joven. 

Por una parte cree que está justificado su resentimiento cuando ella le confiesa,  mientras esperaban a embarcar,  su pequeña jugarreta de esa mañana al mentir sobre los asientos disponibles en el coche. 

Pero por otra, resulta complicado odiarla, cuando se ha mostrado tan paciente con ella durante la presentación de la denuncia y, sobre todo, cuando ha conseguido explicarle con una sonrisa la situación al empleado de Corsica Ferries para conseguir una copia de su billete. 

Pero ahora mismo, mientras observa esa insultante familiaridad que parece tener con Luis al que solo conoce desde hace unas horas, Aitana se siente más inclinada hacia el disgusto. 

Quizás sea porque hayan aprovechado el trayecto entre Ajaccio y Bastia para estrechar lazos. 

Estrechar lazos es un eufemismo de mierda para echar un polvo

No hace falta ser un experto en comunicación no verbal para darse cuenta de que a Bárbara le atrae Luis. Tampoco es que ella se moleste en disimularlo. 

Y, si la memoria no le falla, a Luis no parecen disgustarle en absoluto las atenciones que recibe e incluso podría decir que es recíproco. 

En lo que respecta a Aitana, después de entender que no podía seguir ignorándola, Luis ha decidido recuperar viejos hábitos y, en un giro inesperado de los acontecimientos, se ha visto relegada al papel de molesta hermana pequeña.

Otra vez. 

Así cuando Aitana había insistido una vez más en la importancia de recuperar sus zapatos, sus horribles, precioso, carisimos y probablemente malditos zapatos rojos, durante la denuna en la gendarmería, Luis había perdido la calma por primera vez. 

- Aitana salvo que sean mágicos y puedan llevarte a casa , deja de preocuparte por los putos zapatos, por el amor de Dios. 

Pero el grio le había dolido menos que la mirada complice que le había visto intercambiar con Bárbara dando a entender que era una tortura tener que aguantar a chiquillas absurdas como Aitana. 

Después, mientras esperaban el embarque se había ofrecido voluntario para buscar café y Aitana, demasiado avergonzada para tener que depender de él incluso para eso, había sentido sus mejillas arder cuando Luis había hecho una broma sobre la falta que le hacía la cafeína para no quedarse dormidad de nuevo. 

- No queremos que pierdas otros zapatos. 

Finalmente, cuando la sirena del barco anuncia la salida y Aitana no puede evitar un salto que derrama parte del café en su camiseta, Luis se ríe y ella decide que lo único que puede hacer es morderse los carrillos y aguantarse las ganas de llorar.

Parece evidente que su pesadilla aún no ha terminado. 

El barco se aleja muy despacio del puerto de Bastia. En el horizonte  las colinas de Córcega se recortan contra el cielo rojo del atardecer. 

A Aitana se le ocurre que en las últimas veinticuatro horas se ha enfrentado a sus peores temores:  un terrorifico viaje en avión,  quedarse sola sin saber como arreglárselas y, por fin ahora, le toca tolerar en vivo y en directo un ritual de apareamiento de Luis Cepeda. 

Si todo esto el mal karma por los putos zapatos cree que está más que amortizado. 

Cuando el universo lo considere oportuno puede despertarse en su dormitorio con olor a café recién hecho. 

No quiere imaginarse qué más puede pasarle en las cuatro horas de trayecto hasta Livorno. 

Quizás el barco se hunda. 

Pero por Dios que si la cosa acaba con ella sobre una tabla de madera, se asegurará de mandar a Luis Cepeda al fondo del océano. 

La brisa del mar refresca el ambiente y Aitana se estremece. La fina tela de su chaqueta vaquera, lo único que le queda, no está pensada para hacer frente a una travesía noctura en barco. 

- Quizás deberíais entrar- la voz de Luis le llega de lejos. 

Aitana tarda unos instantes en entender que se refiere a la sala donde les servirán la cena, pero Bárbara asiente y roza la mano de Luis antes de girarse. 

Aitana la sigue pasados un par de segundos. 

Es el tiempo justo para ver como la fachada de despreocupación de Luis se desmorona. Le observa mientras descarga su frustración con un golpe en la barandilla. 

Por primera vez en toda la tarde, se le ocurre que para él esa situación tampoco puede ser agradable. 

Al fin y al cabo, le ha tocado, nada más y nada menos que hacerse responsable de la mujer que le ha traicionado y humillado una y otra vez. 

De quien le utilizó primero y le negó después. 

Aún en la penumbra puede ver con la mano de Luis tiembla al encender un cigarrillo y la rabia de Aitana se diluye. 

Quizás, solo quizás, zapatos aparte, haya otros pecados por lo que aún no ha terminado de pagar. 




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