—Marjorie...—susurré. —Por favor, deja de jugar y vuelve.
Byron quedó detrás de mí, acomodó una mano sobre mi hombro llamando mi atención. Estaba tan asustada, que en cualquier momento empezaría a llorar; había una niña pequeña perdida quien sabe dónde. No conocía el barrio, y mucho menos sabría volver al bloque de apartamentos.
Tenía que ir en su busca. No quería que le pasara nada malo; la gente mataba, o secuestraba con el fin de hacer daño a los demás (el mundo se había vuelto loco). Aparté la mano de Byron, y giré sobre los talones para buscar mi abrigo. Lo cogí de inmediato y cerré la puerta de un portazo.
Cualquier otra persona hubiera llamado sin dudar a Ethan, pero yo tenía la necesidad de encontrarla sana y salva. Corrí escaleras abajo sin darme cuenta que alguien me estaba siguiendo. El tropiezo de unos pies llamó mi atención.
— ¿Byron? —Había caído, quedando sentado en los últimos escalones.
Era mi problema, y no lo podía involucrar.
—Voy a ir contigo —intenté negarme, pero él no me dejó. Se levantó con fuerza, y con una sonrisa empezó a acercarse hasta mí. —No pienso dejarte sola. La encontraremos.
¿Por qué su madre no era como él?
Si la bruja al menos tuviera una parte de sentimientos de los que tenía Byron...seguramente dejaría que comenzara un romance con mi padre. Pero ella no era así; algo buscaba.
Cogí la mano que él me tendió, y salimos del edificio corriendo. Las calles estaban vacías; los pocos transeúntes que paseaban, negaban haber visto a una niña de unos seis años. La desesperación empezaba a acabar con nosotros, y sacábamos fuerzas de donde podíamos.
Los pasos aumentaban, el cansancio nos consumía.
—Será mejor que vayamos en coche —Propuso Byron.
—No —negué con la cabeza. —Lo mejor es separarse. Tú búscala en coche, y yo seguiré andando.
No estaba muy convencido.
—Pero puede ser peligros...
—Peligroso es que una niña pequeña esté sola en la calle. A mí no me pasará nada malo —lo abracé. —Confía en mí.
—No te separes del teléfono móvil. Si alguno de los dos la encontramos, —miramos a la vez la batería—llamada.
Asentí con la cabeza, y nos separamos.
El frío helaba mis mejillas, dejándolas sonrojadas. Los labios tiritaban, y de vez en cuando me refugiaba hasta la nariz dentro del cuello del abrigo.
— ¡Marjorie! ¡Marjorie!
«Ni con un condón brillante te encuentro. ¿Dónde estás?»
— ¿Evans? Ven aquí —silbé, algo que no debí hacer, ya que ella no era un perro—Te prometo que no estoy enfadada contigo. Solo volvamos a casa, antes de que me dé por suicidarme. ¡Por favor!
La idea de hacerme mayor empezaba a ser una mierda.
Bendito Peter pan y el país de nunca jamás.
Si perdía a Marjorie, tal vez en un futuro pasaría igual con mis hijos. Nadie se casaría conmigo; acabaría rodeada de gatos (aunque seguramente me abandonarían).
Quería ser otra persona, pero por mucho que lo intentara y luchara día tras día, no podía.
Era terrible ver como los demás te miraban por encima del hombro por parecer una chica tonta por ser algo torpe y tener mala suerte. Cuando Ethan se fijó en mí, pensé que todo había cambiado, que los demás me mirarían diferente.
Me equivoqué.
Ethan se fijó en mí por cómo era, y no por ser otra persona.
— ¡Marjorie!
—Tshhh—escuché de fondo.
Cerca de un callejón, una sombra hacía un extraño sonido.
— ¿Marjorie?
—Tshhh.
Si volvía a hacer "Tsss" quien acabaría muerto sería él antes que yo.
— ¿Quién eres? —Se me hizo un nudo en la garganta. Estaba desesperada, hablaría con cualquier persona.
—Te la vendo.
Enarqué una ceja.
¿Qué me estaba vendiendo? ¿A la hermana de Ethan?
— ¿Tienes a...—¡menudo hijo de puta!
—Tengo de todo.
¿Pero cuantos niños tenía?
— ¡Será cabrón! Pienso llamar a la policía como no me entregues a la niña de inmediato.
Me moví para acercarme hasta el hombre y golpearlo con los puños cerrados. Una mano, paró mi cuerpo; la pasó alrededor de mi cintura, levantándome del suelo.
— ¡Suéltame! Tiene a Marjorie.
—Freya —era Byron.
De todos modos, no estábamos a salvo.
—Yo no vendo niños. Vendo anfetaminas, metadona y cannabis.
— ¡Cógeme que lo mato! —pero terminó por sacarnos a los dos de ahí.
— ¿Dónde has dejado el coche?
—En la calle de atrás. ¿Sabes que Poom's está cerca, verdad?
Tenía razón.
A unos metros de nosotros, las enormes letras de Poom's brillaban hasta cegar. Al lado del nuevo "gorila" de la entrada, había un cartel que decía: Noche de hombres.
— ¿A qué se refiere con noche de hombres?
Byron lo miró.
—Creo que las strippers de esta noche son mujeres.
— ¿Mujeres?
—Sí.
Entonces los chicos no bailaban, y ellos... ¿qué diablos hacían ellos? ¿Mirarlas?
Quería acercarme y comprobar que estaba pasando dentro. La imagen de Ethan recostado en la barra del bar mirando como las mujeres se desnudaban al ritmo de la movida música, no me gustaba. A eso se le llamaban celos.
¿El muy maldito me había pedido que cuidara a su hermana para ver a las nuevas stripper de Poom's?
—Quieta —me detuvo Byron, tirando del cinturón del abrigo. —A mano derecha. Acaba de salir Ethan.
Nos escondimos en un callejón, y sin dudar asomé la cabeza para observarlo. Vestía con una camisa blanca; pantalones negros a juego con la pajarita que llevaba alrededor del cuello.
Sacó el teléfono móvil, e hizo una llamada.
Mi móvil vibró en el bolsillo.
— ¿Si? —Pregunté.
—Freya, soy Ethan —lo vi sonreír. —Daniel me ha dejado su teléfono, el mío lo dejé en casa.
Quedé embobada mirándolo; estaba tan sexy.
— ¿Querías algo?
Byron presionó el dedo índice en mis labios, obligándome a que bajara el tono de voz.
—Hablar con mi hermana. Quiero darle las buenas noches a la princesa.
Miré a un lado y a otro; el pequeño demonio se marchó de casa.
—Está durmiendo.
— ¿Tan pronto?
—S-sí— ¿me había descubierto?
—Gracias por estar con ella —cuando se enterara que la perdí, me odiaría. —Freya, —levantó la cabeza, mirando el oscuro cielo—quiero que sepas, que desde que te marchaste —hizo una pausa—estuve muy perdido sin ti. A tu lado las cosas son mucho mejor. Te quiero.
Los dedos me temblaron.
¿Cómo podía decirle te quiero si le ocultaba cosas?
—Será mejor que hablemos luego —rió. —Estoy deseando volver a casa.
Colgó la llamada, dándose cuenta que mi voz se había apagado.
Byron me convenció de volver al apartamento, y desde ahí, llamaríamos a la policía. Marjorie llevaba horas perdidas, y el tiempo no estaba de nuestra parte.
—Ethan volverá en cualquier momento, hay que llamar.
Limpié mis lágrimas, y no fui capaz de levantarme del sofá.
—No puedo. ¿Qué les diré? ¿Qué le diré a él?
Se dejó caer al otro lado del sofá.
—Tú no tienes la culpa.
—Claro que sí —su mirada no se desvió, seguía mirándome con esa mirada azulada. —Nadie aguanta a Freya, ni siquiera mi padre.
Sacudió la cabeza, negando una y otra vez.
—Lo que está pasando con nuestros padres...—le costó decir, —es problema de ellos. Nosotros no podemos hacer nada.
Él cogió el muñeco de Marjorie.
—Serías un gran hermano, Byron.
Suspiró.
—Entonces tengo que aprender muchas cosas para ser un buen hermano mayor.
Mi cabeza cayó sobre su hombro, y sentí como la suya se acomodaba sobre la mía. Dejamos que pasaran un par de horas, ya que elegí la opción de no mentir y contarlo todo.
Cuando el sonido de las llaves sonó detrás de la puerta, me levanté esperando que el stripper estuviera de buen humor.
Se quedó plantado, sorprendido al ver a Byron allí.
— ¡Ethan! —Corrí para abrazarlo.
Él envolvió mi cintura con su brazo, y miró por encima en busca de su hermana.
— ¿Y Marjorie?
Tragué saliva.
—Ella...Ella—no podía.
— ¿Qué está pasando, Freya?
Las piernas me temblaban, y parecía que de un momento a otro me desmayaría.
—Ella...
— ¡Hermanito! —Escuchamos detrás. — ¿Ya has vuelto?
Ethan me soltó para coger a su hermana. La rubia apareció rascándose un ojo con el puño, saliendo de la habitación de Daniel.
— ¿Te has vuelto a quedar dormida debajo de la cama?
—Sí —sonrió, pasando sus cortos brazos alrededor del cuello de Ethan. —Quiero dormir un poco más.
—Vamos a la cama, princesa.
Los hermanos Evans abandonaron el comedor, y allí me quedé yo, en shock. Byron se levantó del sofá, y con el rostro pálido lo bajó para no mirarme.
—Dime que miraste debajo de la cama.
—No.
—Pero ella abrió la puerta —recordé ese momento perfectamente.
—Sí. ¿Y si lo hizo para esconderse?
« ¡Maldita niña del demonio!»
Golpeé la puerta de su habitación con los nudillos. La voz de Ethan me invitó a entrar, y no lo dudé. Se encontraba tumbado en la cama, con su hermana abrazada a su cuello. Tiró las sabanas a un lado, invitándome a que me acomodara junto a ellos. Marjorie dormía.
—Lo mejor será que me vaya.
—Tonterías —dijo, guiñándome un ojo. —Byron puede dormir en el sofá, y tú aquí, a mi lado.
Me tumbé al otro lado con cuidado. Al dejar la cabeza sobre la almohada, el brazo derecho de la pequeña descansó sobre mi pecho.
—Me ha confesado que eres mejor niñera que Effie.
— ¿En serio?
Asintió con la cabeza, y dejó un beso en la cabeza de la niña.
Estábamos los tres tumbados en la cama...casi como una familia.
—Podría acostumbrarme a esto —soltó Ethan.
« ¿A qué?»
No dije nada, y dejé que el sueño me venciera.
Byron se removió su alborotado cabello.
—Qué asco de sofá. He dormido muy mal.
Marjorie apartó los labios de su tostada.
—Está prohibido decir esa palabra en casa.
—Perdona, señorita —bostezó Byron. —Le he tenido que hacer el desayuno. Mejor dicho, me ha obligado.
Ethan seguía durmiendo.
—Tenemos cosas que hacer —ambos habíamos llegado al acuerdo de seguir a nuestros padres. —Le diré a Ethan que nos vamos. Vuelvo enseguida.
Abrí la puerta, y lo primero que busqué fue su cuerpo. No estaba tumbado en la cama, más bien estaba esperándome enfrente de la famosa ventana.
—Buenos día.. —no terminé de saludarlo.
Mis zapatos dejaron de tocar el suelo, porque Ethan me obligó a rodear su cintura con mis piernas. Golpeó mi espalda contra la pared, y se tragó un grito por el beso que me dio. Noté su lengua, luchando por tener una caricia por la mía.
—Byron. Tu hermana...
Cerró la puerta de la habitación.
—Ya está —su lengua barrió la curva de mi cuello. Me miró con su preciosa mirada, y volvió a besarme. —Ahora nadie nos podrá escuchar. No aguanto un minuto más sin ti, Freya.
El karma estaba jugando de una forma que ni yo misma entendía.
« ¿Papá o Ethan?» —Pensé. « ¿Qué hago?»