Los dedos de Cyara acariciaron el sedoso cabello de Christopher, quien permanecía con los ojos cerrados y disfrutando la sensación que ella le brindaba.
—Puede que no sea el momento ni la pregunta adecuada, pero quiero quitarme las dudas — murmuró ella en un tono de voz suave—. ¿Somos algo?
Los ojos del dominante se abrieron y le regalaron a Cyara una cálida mirada, llena de interés y ternura.
—Lo somos todo, ángel.
—No somos amantes, no somos novios, ni siquiera somos amigos...
—Es tan divertido que trates de buscar una etiqueta — murmura con diversión, su nariz roza la de la joven y aprovecha para robarle un beso.
Cyara se queja sobre sus labios pero aún así trata de buscar más contacto por parte de él, el cual responde gustoso.
—Somos el uno del otro, Cyara.
—¿Desde cuándo eres tan romántico? — cuestionó burlona.
—Desde siempre, pero tengo que aparentar ser un chico duro — bromeó, siguiéndole el juego con el único fin de que su sonrisa permaneciera en su rostro por más tiempo.
Y lo consiguió.
Cyara soltó una sonora carcajada mientras negaba con la cabeza.
No sabía cuando había sido la última que se había sentido tan libre, tan viva y tan ella. Pero quería seguirse sintiendo así por el resto de su vida.
—Señorita, tengo que ir al club — apretó sus mejillas, haciendo que sus labios se juntaran y no pudiera evitar dejar un beso en estos—. ¿Quieres acompañarme?
—¿Y qué haré yo en el club? — se encogió de hombros—. Mirar como te follas a otras chicas no es mi plan favorito.
El tono amargo y sarcástico que usó no pasó desapercibido para Christopher, este se levantó y le ayudó a ella a hacerlo.
—¿Eso que huelo son celos?
—Tu olfato va de mal en peor, creo que los años te están pasando factura — espetó mientras tomaba su ropa del suelo y comenzaba a vestirse.
—Voy a pasar por alto la forma en la que insinuaste que era viejo y voy a pasar directo a lo que me importa, ¿estás celosa?
Cyara infló sus mejillas de aire para después poner los ojos en blanco y asentir, tal vez estaba siendo infantil pero era lo que menos le importaba en esos momentos.
—¡Si! — admitió alzando los brazos.
Los labios de Christopher se curvaron en una retorcida sonrisa.
—No deberías... Anda, ven conmigo y te demostraré que no todo tiene connotación sexual en el club.
—La última vez que entré en tu sector no terminó bien...
—Fue la primera y la última vez, deberías de darle una segunda oportunidad... Hoy voy a enseñar un par de cosas para sumisos y dominantes, tal vez me puedas ayudar en la práctica — le guiñó un ojo y Cyara no tardó en sonrojarse.
Esta asintió, porque muy a su pesar también sentía curiosidad por el lado de "Maestro" que tenía el dominante.
Sus niveles de sadismo no iban para nada con ella pero podría soportarlo, ¿no?
Sus nervios la traicionaron en cuanto entraron en el sector y varias personas ya estaban allí presentes.
—Quiero salir corriendo — admitió en voz baja haciendo que Christopher la mirara de reojo.
—No permitiré que eso suceda — dijo—. Ya sabes la palabra de seguridad.
—Pero eso es solo a la hora del sexo...
—No, Cyara, eso es siempre — aseguró—. No soy un dominante solo en la cama, eso ya lo deberías de saber. Si hay que te incomoda solo tienes que decirlo y prometo parar, sin poner ninguna queja ni nada por el estilo.
Ella dejó escapar un suspiro mientras asentía con la cabeza, al alzar la vista se quedó sorprendida al ver que había tantos sumisos como sumisas.
—Ten la mente abierta, Cyara, aquí todo es posible — dejó un beso detrás de su oreja y se centró en sus aprendices.
—Bien chicos, es cierto que usamos mucho el término "límite" y las expresiones de "Voy a llevarte al límite" pero, ¿qué es verdaderamente el límite? — preguntó remangando su camisa como de costumbre—. No hay límite, el único límite es la mente y tú mismo diciéndote que no puedes.
—Pero los dominantes hacen mucho eso... Llevarnos al punto de tener un orgasmo y no nos dejan corrernos, eso también es llamado "llevar al límite" — dijo uno de los allí presentes.
Cyara rodeó sus ojos divertida, recordando cuantas veces había tenido que pasar por la situación que él había nombrado.
—Estás en lo correcto — dijo el Maestro Vélez asintiendo—. Pero porque genera frustración en la otra persona, deseo de poder dejarse llevar cuando no puede. Eso incita a acumular un orgasmo.
—¿Y qué se gana con eso?
—Minutos más tarde, con un simple toque puedes tener el orgasmo más intenso de tu vida, por la única razón de haberlo estado generando antes y no poder soltarlo.
Sin darse cuenta, la joven se encontraba mordisqueando su labio inferior mientras observaba a Christopher explicar a los aprendices.
—Vamos a llevarlo a la práctica — alzó sus manos para indicarle a todos que se pusieran a ello.
—Esto es interesante, pensé que enseñabas a usar látigos y esas cosas...
—Mi amor, eso es más complejo de lo que piensas... Ejercer dolor en un cuerpo es muy jodido — confesó—. Pero se supone que ya deben de saber lo básico, para llegar al quinto sector tienen que pasar los cuatro anteriores.
—Yo no llegué a estar en ninguno...
—Lo tuyo fue amor a primera vista — se burló—. Te importó muy poco que fuera sádico.
—Todavía no hiciste nada muy extremo, así que no me asustes...
—Sé controlarme.
La abrazó por atrás, apoyando su mentón en su hombro en indicándole con la mirada una pareja de chicos en plenos juegos eróticos.
—Mira eso— le ordenó.
Uno de los chicos estaba en cuatro, el sumiso. Mientras que su compañero, dominante, daba vueltas a su alrededor con paso lento y tentándolo. Su dedo índice trazó su columna vertebral hasta llegar al principio de sus nalgas, donde golpeó una de ellas para después aliviar el dolor acariciándola. Su dedo se introdujo en su ano, haciendo que el sumiso soltara un gruñido, penetró con este a la vez que acariciaba sus nalgas. Cuando el sumiso apretó sus puños y cerró los ojos con fuerza, indicando que llegaría al orgasmo, este retiró sus manos de él impidiéndole que lo hiciera.
Christopher dejó de observarlos en cuanto iniciaron, las reacciones de Cyara eran mucho más interesantes que todo lo que ellos pudieran hacer.
Su mano se deslizó entre sus piernas y alzó su vestido, apartó la tela de sus bragas con sus ágiles dedos y acarició su húmeda vulva.
—¿Te ha excitado verlos? — preguntó con la voz ronca del deseo—. ¿Te has puesto cachonda con lo que hicieron?
—Si... — admitió en un gemido—. Si, señor.
La mirada de Christopher se cruzó con la del chico que ejercía de dominante.
—Fóllatelo — le ordenó.
De los labios de Cyara se escapó un jadeo que Christopher disfrutó por varios minutos. El joven no tardó en hacer lo que el Maestro Vélez le había indicado.
—Vas a mirarlos y lo vas a disfrutar porque yo estaré tocándote mientras lo haces — susurró sobre su piel, dejó un húmedo beso en la zona y se dedicó a lo que había dicho que haría.