Laila Scamander y La Orden De...

By fanfics_and_fandom

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#5 , «No estamos solos» Después de un verano repleto de pesadillas e ir de aquí para allá, Laila Scamander t... More

Sinopsis + TRAILER
1: La Protectora
2: Grimmauld Place
3: Dementor en Privet Drive
4: Recuerdos
5: Una reunión llena de gritos
6: La Orden Del Fenix
7: Reunión
9: Juicio
10: Los prefectos
11: King's Cross
12: Primos
13: Profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras
14: Primer día
15: Umbridge
16: Bowtruckles
17: Me convertire en una asesina
18: La carta de Percy
19: ¡Papá!
20: Mi Primer castigo
21: Sanadora
22: Cabeza de Puerco
23: Pesadilla
24: En las llamas
25: Solo un adolescente
26: El ejercito de Dumbledore
27: A Weasley vamos a coronar
28: Hagrid 1/2
29: Hagrid 2/2
30: Thestrals
31: Roto
32: Ataque
33: San Mungo
34: Navidad
35: Neville
36: Regalo Inesperado
37: De vuelta
38: Tiranía en Hogwarts
39: Cita
40: Fiesta en Slytherin
41: El quisquilloso se vuelve popular
42: Patronus
43: Dumbledore tiene estilo
44: Veritaserum
45: El recuerdo de Snape
46: Futura Magizoologa
47: Llamada por polvos Flu
48: Umbridgitis
49: Grawp
50: TIMOS 1/2
51: TIMOS 2/2
52: Papá
53: Crucio
54: No debo decir mentiras
55: Peligrosa Esfera
56: Pelea en el Ministerio
57: La ultima sonrisa
58: Magia
59: Toda la Vida
60: La segunda guerra magica
LAILA SCAMANDER Y LA MALDICIÓN DE MORGANA

8: La antigua familia Black

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Después de desayunar fui al salón, una estancia alargada de techo alto, que se hallaba en el primer piso, cuyas paredes eran de color verde oliva y estaban cubiertas de sucios tapices. De la alfombra se levantaban pequeñas nubes de polvo cada vez que alguien la pisaba, y las largas cortinas de terciopelo de color verde musgo zumbaban. Me puse un pañuelo anudado en la cabeza. Cada uno llevaba en la mano una botella muy grande, que tenía un pitorro en el extremo, llena de pulverizador

—Es doxycida.—afirme tomando uno, la señora Weasley asintió, mientras Harry y Ron llegaban.

— Nunca había visto una plaga como ésta. No sé qué ha estado haciendo ese elfo doméstico en los diez últimos años...

Aunque Hermione llevaba la cara tapada, vi con claridad que le lanzaba una mirada llena de reproche a la señora Weasley.

—Kreacher es muy viejo, seguramente no podía...

—Te sorprendería ver de lo que es capaz Kreacher cuando le interesa, Hermione —afirmó papá, que acababa de entrar en el salón con una bolsa manchada de sangre llena de algo que parecían ratas muertas—. Vengo de dar de comer a Buckbeak .  Lo tengo arriba, en la habitación de mi madre. Bueno, a ver... este escritorio... —Dejó la bolsa de las ratas encima de una butaca y se agachó para examinar el mueble; el escritorio temblaba ligeramente—. Mira, Molly, estoy convencido de que es un boggart —comentó él mirando por la cerradura—, pero quizá convendría que Ojoloco le echara un vistazo antes de soltarlo.  Conociendo a mi madre, podría ser algo mucho peor.

—Tienes razón, Sirius —coincidió la señora Weasley.

Ambos hablaban en un tono muy educado y desenfadado que dio a entender que ninguno de los dos había olvidado su discusión de la noche anterior.

En el piso de abajo sonó un fuerte campanazo, seguido de inmediato por el mismo estruendo de gritos y lamentos que Tonks había provocado la noche pasada al tropezar con el paragüero. 

—¡Estoy harto de decirles que no toquen el timbre! —exclamó, exasperado, y salió a toda prisa del salón. Lo oímos bajar precipitadamente la escalera, mientras los chillidos de la señora Black volvían a resonar por toda la casa.

—¡Manchas de deshonra, sucios mestizos, traidores a la sangre, hijos de la inmundicia!...

—Harry, cierra la puerta, por favor —le pidió la señora Weasley.

Una vez Harry lo hizo  le tiré un pañuelo a el y a Ron dándoles perfectamente en la cara.

—Bueno, tienen que ir con cuidado porque las doxys muerden y sus dientes son venenosos.  Aquí tengo una botella de antídoto, pero preferiría no tener que utilizarlo.—dije—. Cuando dé la orden, empiecen a rociar las cortinas. Ellas saldrán volando hacia nosotros para atacarnos, con una sola rociada quedan paralizadas. Cuando estén inmovilizadas, ponganlas en este cubo. No quiero doxys muertas o habrá alguien muerto después—les advertí—. ¿Preparados? ¡Disparen!

Una doxy de tamaño considerable salió volando de un pliegue de la tela, agitando sus relucientes alas de escarabajo y enseñando los diminutos y afilados dientes para morderme. Tenía el cuerpo de hada cubierto de un tupido pelo negro y los cuatro pequeños puños apretados con furia. Le lance un poco de doxycida en la cara, y esta quedo quieta, paralizada, la tome en el aire para que no se golpeara contra el suelo, la deje en el cubo.

—¿Se puede saber qué haces, Fred? —preguntó la señora Weasley con brusquedad—. ¡Rocía a ésa enseguida y métela en el cubo!

 Fred tenía una doxy tomada entre el índice y el pulgar. Supe inmediatamente lo que estaba haciendo, el veneno de doxy tenía distintas propiedades que le serían muy útiles para él y para George en su negocio de bromas.

—Allá va —dijo Fred con entusiasmo, y roció a la doxy en la cara hasta que la criatura se desmayó; pero en cuanto la señora Weasley se volvió, Fred se guardó la doxy en el bolsillo y guiñó un ojo.

La desdoxyzación de las cortinas  llevó casi toda la mañana. Ya era más de mediodía cuando la señora Weasley se quitó por fin el pañuelo protector y se dejó caer en una mullida butaca, pero dio un salto al tiempo que soltaba un grito de asco, pues se había sentado encima de la bolsa de ratas muertas.
Las cortinas habían dejado de zumbar y colgaban mustias y húmedas después de la intensa pulverización. A los pies de las cortinas, las doxys inconscientes estaban amontonadas en el cubo, junto a un cuenco de huevos negros de doxy que Crookshanks olfateaba y a los que Fred y George lanzaban codiciosas miradas.

—Creo que de eso nos encargaremos después de comer —dijo la señora Weasley señalando las polvorientas vitrinas que había a ambos lados de la repisa de la chimenea.

Estaban llenas a rebosar de un extraño surtido de objetos: una colección de dagas oxidadas, garras, una piel de serpiente enroscada, varias cajas de plata sin lustre con inscripciones en idiomas que entendía gracias a Morgana, y lo más desagradable de todo: una ornamentada botella de cristal con un gran ópalo en el tapón, llena de algo que parecía sangre y me daban ganas de vomitar.

Volvió a sonar el timbre de la puerta, y todos miramos a la señora Weasley.

—Quedense aquí —dijo ella con firmeza, y agarró la bolsa de ratas en el momento en que abajo empezaban a oírse de nuevo los bramidos de mi horrenda abuela Black—. Voy a traerles unos sándwiches.

Salió de la habitación y cerró con cuidado tras ella. A continuación, todos corrimos hacia la ventana para ver quién había en la puerta principal. Alcancé  a ver la coronilla de una despeinada y rojiza cabeza y un montón de calderos en precario equilibrio.

—¡Mundungus! —exclamé—. ¿Para qué habrá traído esos calderos?

—Debe de buscar un lugar seguro donde guardarlos —dijo Harry—. ¿No era eso, recoger calderos robados, lo que estaba haciendo la noche que debía vigilarme?

—¡Sí, tienes razón! —respondió Fred. La puerta de la calle se abrió y Mundungus entró por ella con sus calderos y se perdió de vista—. ¡Vaya, a mamá no le va a hacer ninguna gracia!

Fred y George corrieron hacia la puerta y se quedaron junto a ella, escuchando con atención. La señora Black había dejado de gritar.

—Mundungus está hablando con Sirius y con Kingsley —dijo Fred en voz baja, concentrado y con el entrecejo fruncido—. No los oigo bien... ¿Qué les parece si probamos con las orejas extensibles?

—Quizá valga la pena intentarlo —admitió George—. Podría subir un momento y tomar unas...

Pero en ese preciso instante estalló una sonora exclamación en el piso de abajo que hizo que las orejas extensibles resultaran superfluas. Se podía oír a la perfección lo que la señora Weasley estaba diciendo a grito pelado.

—¡Esto no es un escondrijo de artículos robados!

—Me encanta oír a mamá gritándole a otra persona —comentó Fred con una sonrisa de satisfacción en la cara, mientras abría un poco la puerta para dejar que la voz de la señora Weasley entrara mejor en el salón—. Para variar.

—... completamente irresponsable, como si no tuviéramos bastantes preocupaciones sin que tú traigas tus calderos robados a la casa...

—Los muy idiotas la están dejando tomar carrerilla —dijo George haciendo un gesto negativo con la cabeza—. Hay que atajarla enseguida porque si no se calienta y ya no hay quien la pare. Se moría de ganas de soltarle una buena reprimenda a Mundungus desde que desapareció, cuando se suponía que estaba siguiéndote, Harry. Y allá va la madre de Sirius otra vez.

La voz de la señora Weasley quedó apagada bajo una nueva sarta de chillidos e improperios de los retratos del vestíbulo.

George hizo ademán de cerrar la puerta para ahogar el ruido, pero, antes de que pudiera hacerlo, el  elfo doméstico se coló en la habitación. Iba desnudo como siempre, con la excepción de un trapo mugriento atado, como un taparrabos, alrededor de la cintura.

Kreacher no prestó la más mínima atención a ninguno de nosotros . Como si no nos hubiera visto, entró arrastrando los pies, encorvado, caminando despacio y con obstinación, y fue hacia el fondo de la estancia sin dejar de murmurar por lo bajo con voz grave y áspera, como la de una rana toro.

—... apesta a alcantarilla y por si fuera poco es un delincuente, pero ella no es mucho mejor, una repugnante traidora a la sangre con unos críos que enredan la casa de mi ama, oh, mi pobre ama, si ella supiera, si supiera qué escoria han dejado entrar en la casa, qué le diría al viejo Kreacher, oh, qué vergüenza, sangre sucia, hombres lobo, traidores y ladrones, pobre viejo Kreacher, qué puede hacer él... 

—¡Hola, Kreacher! —lo saludó Fred, casi gritando, y cerró la puerta haciendo mucho ruido.
El elfo doméstico se paró en seco, dejó de mascullar y dio un respingo muy exagerado y muy poco convincente.

—Kreacher no había visto al joven amo —se excusó; a continuación se giró y se inclinó ante Fred. Con los ojos clavados todavía en la alfombra, añadió en un tono perfectamente audible—: Un sucio mocoso y un traidor a su sangre, eso es lo que es.

—¿Cómo dices? —preguntó George—. No he oído eso último.

—Kreacher no ha dicho nada —respondió el elfo, y se inclinó ante George, añadiendo en voz baja pero muy clara—: Y ahí está su gemelo; un par de bestias anormales.

El elfo se enderezó y los miró a todos con hostilidad; en apariencia convencido de que nadie podía oírlo, siguió murmurando:

—Y ahí está la sangre sucia, la muy descarada, ay, si mi ama lo supiera, oh, cómo lloraría; y hay un chico nuevo, Kreacher no sabe su nombre. ¿Qué hace aquí? Kreacher no lo sabe...

—¿Qué le has dicho, Kreacher?—le pregunté con rabia contenida, cada vez que el veía a Hermione no dejaba de ocupar los peores insultos.

—Nada, señorita Black, joven ama—él dijo con simpleza. Yo hice una mueca, no me gustaba eso de Señorita Black, primero era una Scamander, era Laila Scamander y eso nunca iba a cambiar—. Oh el linaje de mi pobre ama en una mestiza...oh...mi pobre ama...pero dicen que la chica tiene algo dentro de ella...si...Kreacher ha escuchado que la anormal mestiza tiene un poder oscuro....

—Éste es Harry, Kreacher —dijo Hermione, titubeante—. Harry Potter.

Kreacher abrió mucho los ojos y se puso a farfullar más deprisa y con más rabia que antes:

—La sangre sucia le habla a Kreacher como si fuera su amigo; si el ama viera a Kreacher con esta gente, oh, ¿qué diría?

—¡No la llames sangre sucia! —saltaron Ron y Ginny al unísono, muy enfadados.

—No importa —susurró Hermione—, no está en sus cabales, no sabe lo que...

—Desengáñate, Hermione, sabe muy bien lo que dice —aclaré mirando a Kreacher con antipatía.

Kreacher seguía mascullando sin apartar la vista de Harry.

—¿Es verdad? ¿Es Harry Potter? Kreacher puede ver la cicatriz, debe de ser cierto, ése es el chico que venció al Señor Tenebroso, Kreacher se pregunta cómo lo haría... 

—Nosotros también nos lo preguntamos, Kreacher —dijo Fred.

—¿A qué has venido, Kreacher? ¿Qué quieres? —pregunté.

Kreacher dirigió sus enormes y claros ojos hacia mi.

—Kreacher está limpiando —contestó con evasivas.

—¡No me digas! —exclamó una voz detrás de Harry.

Sirius había vuelto y miraba con desprecio al elfo desde el umbral. El ruido en el vestíbulo había cesado; quizá la señora Weasley y Mundungus siguieran discutiendo en la cocina. Al ver a papá, Kreacher hizo una reverencia exageradísima, hasta tocar el suelo con su nariz en forma de hocico.

—Levántate —le espetó Sirius impaciente—. A ver, ¿qué estás tramando?

—Kreacher está limpiando —repitió el elfo—. Kreacher vive para servir a la noble casa de los Black... 

—Que cada día está más negra —afirmó Sirius.

—Al amo siempre le ha gustado hacer bromas —comentó Kreacher; volvió a inclinarse y siguió murmurando—. El amo era un canalla desagradecido que le partió el corazón a su madre... 

—Mi madre no tenía corazón, Kreacher —lo atajó Sirius—. Se mantenía viva por pura maldad.

Kreacher hizo otra reverencia.

—Como diga el amo —masculló con furia—. El amo no es digno siquiera de limpiarle la porquería de las botas a su madre, oh, mi pobre ama, qué diría si viera a Kreacher sirviéndolo a él, con lo que ella lo odiaba, cómo la decepcionó... 

—Te he preguntado qué te traes entre manos —dijo Sirius con frialdad—. Cada vez que apareces fingiendo que limpias, te llevas algo a tu habitación para que no podamos tirarlo.

—Kreacher jamás movería nada de su sitio en la casa del amo —repuso el elfo, y luego farfulló muy deprisa—: El ama jamás perdonaría a Kreacher si tiraran el tapiz, lleva siete siglos en la familia, Kreacher debe salvarlo, Kreacher no dejará que el amo y los traidores y los mocosos lo destruyan... 

—Ya me lo imaginaba —comentó Sirius mirando con desprecio la pared de enfrente—. Mi madre le habrá hecho otro encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás, seguro, pero si puedo deshacerlo me libraré de él. Y ahora lárgate, Kreacher.

Por lo visto, Kreacher no se atrevía a desobedecer una orden directa; sin embargo, la mirada que le lanzó a papá al pasar arrastrando los pies por delante de él estaba llena de un profundo odio, y salió de la habitación sin parar de murmurar:

—... llega de Azkaban y se pone a darle órdenes a Kreacher; oh, mi pobre ama, qué diría si viera cómo está la casa, llena de escoria, despojada de sus tesoros; ella juró que él no era hijo suyo y él ha vuelto, y dicen que es un asesino.

—¡Sigue murmurando y me convertiré en un asesino de verdad! —gritó con irritación al mismo tiempo que cerraba de un portazo.

—No está en sus cabales, Sirius —dijo Hermione con tono suplicante—, creo que no se da cuenta de que oímos lo que dice.

—Lleva demasiado tiempo solo —aclaró Sirius—, recibiendo órdenes absurdas del retrato de mi madre y hablándose a sí mismo, pero siempre fue un repugnante... 

—Sola con esa vieja yo igual me volvería loca—murmuré.

—A lo mejor, si le dieras la libertad... —sugirió Hermione.

—No podemos darle la libertad, sabe demasiado sobre la Orden —respondió de manera cortante —. Además, la conmoción lo mataría. Insinúale que salga de esta casa, y ya verás cómo reacciona.

Él se dirigió a la pared donde estaba colgado el tapiz que Kreacher había estado intentando proteger. Yo y los demás lo seguimos.

El tapiz parecía viejísimo; estaba desteñido y raído, como si las doxys lo hubieran mordisqueado. Con todo, el hilo dorado con el que estaba bordado todavía relucía lo suficiente para dejar ver un extenso árbol genealógico que se remontaba, por lo que pude distinguir, hasta la Edad Media. En la parte superior había grandes letras que rezaban:

La noble y ancestral casa de los Black «Toujours pur» 

—Siempre puros...—murmuré traduciendo

—¡Tú no sales aquí! —exclamó Harry

— Y yo mucho menos.—murmuré.

—Antes estaba —comentó él señalando un pequeño y redondo agujero con los bordes chamuscados, que parecía una quemadura de cigarrillo—. Mi dulce y anciana madre me borró cuando me escapé de casa. A Kreacher le encanta relatar esa historia entre dientes.

—¿Te escapaste de casa?

—Cuando tenía dieciséis años —afirmó—. Estaba harto.

—¿Adónde fuiste? —preguntó Harry mirándolo fijamente.

—A casa de tu padre —contestó su padrino —. Tus abuelos se portaron muy bien conmigo; me adoptaron, por así decirlo. Sí, me instalé en casa de tu padre y pasé allí las vacaciones escolares, y cuando cumplí diecisiete años me fui a vivir solo. Mi tío Alphard me había dejado una cantidad considerable de oro; a él también deben de haberlo borrado del árbol por eso. En fin, después empecé a vivir solo. Pero siempre fui bien recibido en casa de los Potter, y solía ir allí a comer los domingos.

Papá me había contado esa historia, mi mamá y su mejor amigo James Potter estaban Pasando las vacaciones juntos cuando Papá había llegado y la abuela de Harry, Euphemia Potter había obligado a su propio hijo a dormir en la habitación de invitados con mi papá y dejarle la habitación principal a mi madre. No pude evitar sonreír y pensar que mi horrible nombre Fleuphemia, era por unas grandes personas como lo fueron los padres de James Potter.

—Pero ¿por qué...?

—¿Por qué me marché? —él  compuso una amarga sonrisa y se pasó los dedos por el largo y despeinado cabello—. Porque los odiaba a todos: a mis padres, con su manía de la sangre limpia, convencidos de que ser un Black te convertía prácticamente en un miembro de la realeza... El idiota de mi hermano, que fue lo bastante estúpido para creérselo... Ése es él.

 Puso un dedo en la parte inferior del árbol y señaló el nombre «Regulus Black». La fecha de su muerte (unos quince años atrás) seguía a la de su nacimiento.

—Era más joven que yo —explicó—, y mucho mejor, como me recordaban mis padres cada dos por tres.

—Pero murió —dijo Harry.

—Sí. El muy imbécil... se unió a los mortífagos.

—¡No lo dirás en serio!

—¡Vaya, Harry! ¿No has visto ya suficiente de esta casa para entender a qué clase de magos pertenecía mi familia? —dijo con fastidio.

—Tus padres..., tus padres ¿también eran mortífagos?—pregunté, el tiempo que yo había pasado aquí no habíamos hablado sobre la familia Black, solo de mi madre, de quien mi papá le encantaba hablar.

—No, no, pero creían que Voldemort tenía razón; estaban a favor de la purificación de la raza mágica, querían deshacerse de los hijos de los muggles y que mandaran los sangre limpia. Y no eran los únicos; mucha gente, antes de que Voldemort se mostrara tal cual era en realidad, creía que él tenía razón... Aunque, cuando vieron lo que estaba dispuesto a hacer para conseguir el poder, les entró miedo y se echaron atrás. Pero supongo que, al principio, mis padres creyeron que Regulus era un verdadero héroe cuando se le unió.

—¿Lo mató un auror? —preguntó Harry, titubeante.

—No, qué va —contestó papá—. Lo mató Voldemort. O mejor dicho, alguien que obedecía sus órdenes; dudo que Regulus llegara a ser lo bastante importante para que Voldemort quisiera matarlo en persona. Por lo que pude averiguar después de su muerte, al cabo de un tiempo de haberse unido a Voldemort le entró pánico al ver lo que le pedían que hiciera e intentó volverse atrás. Pero a Voldemort no le entregas tu dimisión así como así. Es toda una vida de servicio o la muerte.

—¡A comer! —anunció la señora Weasley.

Llevaba la varita en alto sosteniendo con la punta una enorme bandeja llena de sandwiches y un pastel.
Estaba muy colorada y parecía muy enfadada. Todos se dirigieron hacia ella, hambrientos, pero yo me quede viendo el tapiz, el tapiz de quienes habían sido mi sangre, de mis antepasados.

—Hacía años que no lo miraba. Aquí está Phineas Nigellus, mi tatarabuelo, ¿lo ves? El director menos admirado que jamás ha tenido Hogwarts... Y Araminta Meliflua, prima de mi madre. Intentó llevar adelante un proyecto de ley ministerial para legalizar la caza de muggles... Y la querida tía Elladora. Inició la tradición familiar de decapitar a los elfos domésticos cuando se hacían demasiado viejos para llevar las bandejas del té... Como es lógico, cada vez que la familia daba algún miembro medianamente decente, lo repudiaban. Veo que Tonks no aparece. Quizá sea por eso por lo que Kreacher no acepta sus órdenes: se supone que tiene que hacer todo lo que le ordene cualquier miembro de la familia...aunque curiosamente obedece a Laila, tal vez porque es descendiente directa de mi madre.

—¿Tonks y tú son parientes? —preguntó Harry con sorpresa.

—Sí, claro, su madre, Andrómeda, era mi prima favorita —le explicó Sirius mientras examinaba con minuciosidad el tapiz.

—Ella cuido de mi los primeros días antes de ir con mi abuelo Newt—le expliqué a Harry.

— No, Andrómeda tampoco sale, mira... 

Señaló otra quemadura redonda entre dos nombres, Bellatrix y Narcisa.

—Las hermanas de Andrómeda todavía están aquí porque hicieron bonitos y respetables matrimonios con hombres de sangre limpia, pero Andrómeda se casó con un hijo de muggles, Ted Tonks, así que... 

Fingió arremeter contra el tapiz con una varita y rió con amargura. Yo no reí pues estaba viendo y leyendo los nombres que había a la derecha del agujero de Andrómeda. Una línea doble de hilo dorado unía a Narcisa Black con Lucius Malfoy y una línea simple vertical que salía de sus nombres terminaba en «Draco».

—¡Estás emparentado con los Malfoy!

—¡Estoy emparentada con Malfoy!—jadeé, cubriéndome la boca con la mano, recordé cuando en segundo decía que le gustaba—. ¡Asqueroso! ¡Harry dame ese cubo, voy a vomitar!

—Todas las familias de sangre limpia están relacionadas entre sí —explicó papá—. Si sólo permites que tus hijos e hijas se casen con gente de sangre limpia, las posibilidades son limitadas; ya no quedamos muchos. Molly y yo somos primos políticos, y Arthur es algo así como mi primo segundo. Pero no vale la pena buscarlos aquí: si hay una familia de traidores a la sangre en el mundo, se trata de los Weasley.

—Lestrange... —pronunció Harry en voz alta. 

—Están en Azkaban —dijo Sirius con aspereza—. Bellatrix y su marido, Rodolphus, entraron con Barty Crouch, hijo —añadió con la misma aspereza—.  Rabastan, el hermano de Rodolphus, también entró con ellos.

—Toda una familia de locos—silbé—. Lestrange....si entraron en Azkaban, Voldemort los recibira por su lealtad.

—Nunca me dijiste que era tu... 

—¿Qué más da que sea mi prima? —le espetó —. Por lo que a mí respecta, ya no son familia mía. Ella, desde luego, no lo es. No la veo desde que tenía tu edad, exceptuando el día de su llegada a Azkaban. ¿Crees que estoy orgulloso de tener un pariente como ella?

—Lo siento —dijo Harry—. No quería... Es que me ha sorprendido, nada más.

—No importa, no tienes que disculparte —masculló entre dientes, y se dio la vuelta con las manos hundidas en los bolsillos—. No me hace ninguna gracia estar aquí —añadió contemplando el salón—. Nunca pensé que volvería a estar encerrado en esta casa.

Deje de ver el tapete para verlo.

—Como cuartel general es ideal, desde luego —agregó papá—. Cuando mi padre vivía aquí instaló todas las medidas de seguridad mágicas conocidas. Está muy bien disimulada, de modo que los muggles nunca llamarían a la puerta; claro que, aunque no lo estuviera, tampoco querrían acercarse aquí. Y ahora que Dumbledore ha añadido sus propios sistemas de protección, te costaría mucho encontrar otra casa más segura que ésta. Dumbledore es Guardián de los Secretos de la Orden, lo cual quiere decir que nadie puede encontrar el cuartel general a menos que él le diga personalmente dónde está. Esa nota que Moody te enseñó anoche era de Dumbledore... —soltó una breve y áspera risa —. Si mis padres vieran para qué estamos utilizando su casa ahora... Bueno, puedes hacerte una idea por los gritos del retrato de mi madre... 

—Pero esto ya pasara papá, es solo cuestión de tiempo que Voldemort se deje ver—dije tratando de ser optimista, dándole una sonfisa—. Una vez eso suceda sabrán que tú no eres culpable, serás un hombre libre de nuevo. Viviré contigo y Harry dejara a esos horribles muggles que no se como tienen parentesco con él, y vivirá con nosotros porque somos increíbles. Seremos una familia ¿verdad?

Papá me puso una mano en el hombro a mi y la otra en el hombro de Harry

—Por supuesto que si—nos vio a ambos—. La idea era criarlos juntos—suspiró—. Pero no me importaría tanto si de vez en cuando pudiera salir y hacer algo útil.  Le he pedido a Dumbledore que me deje escoltarlos el día de la vista, tomando la forma de Hocicos, claro; así podría dar un poco de apoyo moral. ¿Qué les parece?

Sonreí aceptando de inmediato, sin embargo vi a Harry que sin ocupar mi Legeremancia sabía lo que estaba sucediendo dentro de su cabeza, el hecho de que tendría que afrontar un juicio por haber hecho el patronus y la posibilidad que lo expulsaran de Hogwarts.

—No te preocupes —lo tranquilizó papá. Harry levantó la cabeza y comprendió que su padrino había estado observándolo—. Estoy seguro de que te absolverán. El Estatuto Internacional del Secreto contempla el uso de la magia para salvar la propia vida.

—Pero si me expulsan —dijo Harry en voz baja—, ¿me dejarás venir aquí y quedarme a vivir contigo?

Sirius esbozó una triste sonrisa.

—Ya veremos.

—Afrontaría mucho mejor la vista si supiera que, pase lo que pase, no tendré que volver con los Dursley —insistió Harry.

—Deben ser realmente odiosos para que prefieras vivir en esta casa —contestó él con tono pesimista.

—Dense prisa ustedes dos o se van quedar sin nada —los avisó la señora Weasley a Harry y a papá—. Laila, querida, aquí están los tuyos.

Me dejo una pila de sándwiches que no contenían pollo ni atún, ni ningún tipo de carne, especiales para mi.

—Eso se ve...—comenzó Harry tratando de sacarme uno.

—¡MIO!

Vi como papá esbozaba una sonrisa feliz.

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