Mi Señor de los Dragones

Por AlmaVieja-en-WP

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Los Señores de los Dragones, como Bakugou, son seres longevos que amaestran dragones y dedican sus días a luc... Mais

Canción
Presentación
I: 500 años
II: Hacia Mangaio
III: Es una palabra antigua
IV: Sanguia en las mejilias
V: La Misión del Caballero
VI: Posada llena
VII: Loco do merda
VIII: Mapas
IX: Vida familiar
X: ¿Qué significa eso?
XI: Historias del pasado
XII: Diferencias
XIII: ¿Qué hay en el cielo, Deku?
XIV: No lo digas
XV: Los dragones no son malos
XVI: Chizochan
XVII: Bakuro
XVIII: ¿Por qué eres un guerrero?
XIX: Perdóname
XX: Volcán
XXI: Qué terrible es la destrucción
XXII: Morir
XXIII: Rasaquan
XXIV: Festival de los Diez Días
(Extra 1) A menos que quieras seguir
(Extra 2) Deadvlei, Leitrim y Anathema
XXV: Esposa
XXVI: Momochan
XXVII: El Señor de los Dragones del Centro
(Extra 3) Mashinna
XXVIII: Hermanos
XXIX: La bonita, o la otra
XXX: Viento negro
XXXI: Llámame, y yo vendré
XXXII: Serendipia
XXXIII: Sangre Vieja
XXXIV: Señores poderosos
XXXV: Mensajes
XXXVI: Maestra
XXXVII: Guardián de los Secretos
XXXVIII: Tatuaje
XXXIX: Criaturas similares
XL: Los secretos de las Sombras
XLI: Tiempos menos simples
XLII: Destinados a luchar
XLIII: Le están derrotando
XLIV: Ocaso
XLV: El Señor de los Dragones de Farinha
XLVI: Seichan
XLVII: La Vida del Bosque
XLVIII: El Monte de los Dragones
XLIX: Lágrimas
L: Los que quedan
LI: El guerrero y el protector
LII: Salvadores del Reino
LIII: Decisiones y decepciones
LIV: Serenidad y furia
LV: Una oportunidad
LVI: Búsqueda
LVII: Una trampa
LIX: No viene a luchar
LX: Por todas mis sombras
LXI: Caballero y guerrero
LXII: Enemigo del Reino
LXIV: Adamat

LVIII: Malas Nuevas

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Por AlmaVieja-en-WP

Extracto de cuaderno de notas anónimo
Página 17, líneas 1-5
"La historia de las crías bastardas de Lafquen y Mavden continúa de la siguiente forma:
Los Caballeros que fueron designados a cuidarlas no sabían realmente qué hacer con ellas. Sus infancias se alargaron por años. Mientras sus cuidadores envejecían, las criaturas seguían siendo infantes que necesitaban de cuidados y atenciones constantes. Empezaban a andar alrededor de los treinta años de edad y apenas pronunciaban sus primeras palabras a los cincuenta. Nadie tenía la vida suficiente para cuidar de esos niños eternos".

Página 20, líneas 7-9
"Las crías fueron educadas. Fueron protegidas. Fueron amadas. Si bien no tenían a sus padres a su lado para proveerles calor paternal, tuvieron a lo largo de los siglos a muchos padres sustitutos que habrían dado las vidas por ellas. Finalmente, en el caso de muchos de ellos, eso fue exactamente lo que terminaron haciendo...".


———


Yuga abre los ojos con la sensación de que ha tenido una horrible pesadilla. A su alrededor, todo brilla. El claro y refinado aroma a diamante le permea la piel y las ropas. Nota que no tiene puesta su armadura, sino que se ha quedado vestido con las mallas y las prendas que siempre lleva debajo de ella. Lo siguiente que nota es que está sentado y que sus dos brazos están elevados por encima de su cabeza. No tiene siquiera que forzar sus muñecas para entender su situación. Está encadenado en las mazmorras reales.

Quizá no fue una pesadilla lo que tuvo después de todo. Intenta recordar exactamente qué había pasado, pero no tiene la menor idea. Su último recuerdo es el de haberse quedado dormido en la posada de Shouto, sobre una cama que olía un poco a flores y otro poco al Caballero de los Pueblos que acompañaba a su amigo.

¿Cómo pasó de eso a estar aquí? Su mente se empeña en crear borrones terribles ahí donde debería haber memoria. Sacude la cabeza una y otra vez y aprieta los párpados, intentando recordar, pero un silencioso vacío insiste en instalarse en medio del remolino de sus pensamientos.

Abre los ojos otra vez. Siente un aroma familiar y escucha el sonido de pasos.

—¡TetsuTetsu! —su voz suena ronca (¿hace cuántos días que está ahí?), y en la lejanía alcanza a ver una sombra que se mueve, pero dicha sombra se aleja en lugar de acercarse.

Las mazmorras reales están construidas en el corazón del cerro que es coronado por el Castillo del Rey. Sus pisos, techos y paredes están fabricados con diamante extraído directamente de las escamas viejas de Unperalles. Es un diamante que absorbe energía mágica, produciendo así un brillo constante y debilitando a cualquier usuario de magia que se encuentre cerca. El hecho de que su padre hubiese sido capaz de luchar aun sufriendo los efectos del diamante de Unperalles es muestra de lo extremadamente poderoso que era. Y de lo más poderoso que podía ser si luchaba lejos de su dragón principal.

Las mazmorras reales fueron erigidas para contenerlos a ellos. A los Señores de los Dragones. Una jaula para sí mismos que levantaron con sus propias manos, usando las escamas de sus dragones.

Una broma sin gracia.

No obstante, Yuga jamás pensó que, de entre todos, él terminaría siendo el que sería confinado en esas bonitas pero malévolas mazmorras.

Pasan unos instantes antes de que se vuelvan a escuchar pasos y a éstos Yuga los reconoce solo oírlos. Eso no le hace precisamente feliz. No sabe qué hace ahí, pero sabe que lo que sea que haya pasado tuvo que ser malo, muy malo, y enfrentar a Inasa en esas circunstancias...

El caballero se detiene a cierta distancia de él. Yuga eleva débilmente la mirada y se percata de que Inasa está usando el peto que tiene el símbolo de Drom sobre el pecho, la estrella blanca de siete picos que representa a las Siete Tribus Fundadoras de Drom. El único que puede usar esa pieza en su armadura, además del Rey, es el Comandante de las Fuerzas Reales.

Así que Yuga ha sido destituido.

Así que así de grave es...

El Señor vuelve a bajar la mirada. Ve a las piernas de Inasa moverse para aproximarse más a él y siente en el sonido de sus pasos su tensión. La nota también en la forma en que mueve los pies. Yuga conoce a Inasa extremadamente bien y puede leer sus emociones en los gestos más minúsculos.

Así es que sabe que Inasa está furioso. Furioso y dolido.

Así de grave es.

—¿Tienes siquiera algo qué decir?

—¿En dónde está Eri?

Inasa calla un momento.

—Encerrado en su habitación. Sólo lo dejamos salir para que le entregue mensajes sellados al Rey. No sabemos qué cosas puedas haberle instruido, pero le hemos amenazado con hacerte daño si le hace cualquier cosa a Su Majestad.

—¿Han amenazado a un niño? ¿Has amenazado a Eri? —es su turno de sentirse furioso y dolido. Pero Inasa responde sin el menor remordimiento.

—Es un niño que ha vivido más que yo y el Rey juntos. Y no me hables de traiciones.

Inasa le ha perdido absolutamente todo el respeto. Es la primera vez que no se dirige a él como 'usted'.

—Inasa —de pronto el enojo se transforma en una suerte de miedo. No sabe lo que hizo, no sabe qué tan grave es, no sabe lo que están planeando hacer con él. ¿Van a matarlo? Las traiciones graves tienen esa clase de castigos. ¿Qué va a pasar con Eri? Eso es lo único que realmente le importa.

Por otro lado, ver a una persona que siempre le admiró tratándole como si le diera asco, por supuesto que cala. Él conoce a Inasa desde que era un chiquillo. Han pasado muchísimas cosas juntos.

—No me acuerdo —murmura tras un rato, esperando que Inasa encuentre en él comprenderle. El otro caballero, ahora Comandante, entorna los ojos.

—¿Cómo que no te acuerdas?

—Lo último que recuerdo es sentirme mal y acostarme a dormir sobre la cama del Caballero de los Pueblos, el amigo de Shouto. Es todo. Y ahora estoy aquí.

Inasa se queda momentáneamente en silencio, estudiándole, como si intentara decidir algo... más su expresión en ningún instante se suaviza.

—¿Siempre fue tu plan?

—¿Qué? ¿Mi plan? ¿Qué plan?

—Inculpar a la Orden del Dragón de estar intentando apoderarse de Drom. Tu padre y tú lo planearon todo.

¡¿Qué?!

Inasa endurece todavía más el gesto.

—Ellos debieron percatarse de sus intenciones. Y por eso enviaron a los otros Señores a detenerles, ¿no? Después, tú me hiciste enviar a casi todas nuestras fuerzas a Marcelle, supuestamente para socorrerlos, pero tan sólo estabas dejándonos vulnerables para que pudieras atacarnos.

Yuga se queda completamente mudo. Sus ojos se abren con tal terror que tiemblan, el corazón se le acelera y la boca se le seca.

—¿Yo... ataqué...? —un murmullo débil y lastimero abandona sus labios.

Es imposible. Él jamás se volcaría contra su gente. Él es su guía, hijo de su protector.

A Yuga le duelen las costillas cuando masacran a su gente. Cuando desaparecieron Rasaquan y Pompeya se sintió tan mal que, cuando nadie le miró, él se encerró en su habitación a llorar como un chiquillo.

¿Cómo pueden decirle a alguien que sangra cada vez que el reino es herido que él ha levantado la mano contra ellos?

¡Es sencillamente imposible!

Sin embargo, es también lo único que tiene sentido. ¿Por qué otro motivo Inasa le tendría ahí encerrado, despojado de su puesto y observándole con tal repudio y rencor?

Pero lo que más le aterra es lo lógica que suena esa teoría suya de que él y su padre lo planearon todo desde el principio. Se da cuenta de que, desde el punto de vista de Inasa y del Rey, esa es casi la única interpretación posible. Si Yuga realmente atacó a Farinha, ellos no pueden más que asumir que él es y siempre fue un enemigo del reino.

Y si Shouto se había enfrentado a él...

—¿Shouto lo dijo? ¿Él dijo que yo planeé esto?

Está temblando. Jamás sintió tanto miedo.

Inasa calla. Se le queda viendo largo rato, suficiente para que por lo menos se tranquilice un poco.

Mas lo siguiente que dice le roba al instante cualquier paz que pudiese haber recuperado.

—Shouto Todoroki está muerto —declara en diez sílabas secas. Sin misericordia ni compasión. Después, se da la vuelta, ondeando su capa violeta—. Volveré con un interrogador. Una vez que obtengamos tu confesión, se dictaminará tu sentencia.

Y parece querer agregar algo más, pero no lo hace. Sus pasos, aun furiosos y dolidos, se alejan impacientemente de ahí.


———


Tenya siente que ha dormido por mil años. Separa los párpados y ve un techo muy elevado, liso y del color del hueso. También percibe un aroma curioso a menjunjes y compuestos varios. Es el olor característico de los ungüentos medicinales mezclados con los productos de los hechizos de sanación. Tenya reconoce los aromas porque no es la primera vez que los siente. En el Colegio de Caballeros los estudiaron. Además, en su primera visita a Farinha, cuando todavía era un caballero en entrenamiento, fue llevado en una excursión por toda la ciudad que incluyó un recorrido del Hospital Real.

Recuerda los altísimos techos del Hospital Real de Farinha. Y, entonces, repentinamente lo entiende.

Está en el hospital. Apenas se da cuenta de eso, los recuerdos retornan a él a borbotones. Y entonces se sobresalta, porque recuerda que él había sido golpeado por un ataque, o algo así, y entonces Shouto estaba a su lado, pidiéndole perdón y retirándole las botas. Están derritiéndose, le murmuró la voz preocupada del otro caballero. Más tarde, Shouto le había cubierto con una coraza de hielo. Es lo último que recuerda, debe haber quedado inconsciente.

Tenya se percata de que hay una figura a un lado de su cama. Le mira rápidamente, estando convencido de que se trata de Shouto. Pero lo que ve le sorprende todavía más.

Cabellos del mismo tono que el suyo. Un pecho amplio, brazos gruesos. Tenya busca sus gafas en la cómoda que está a un lado y vuelve a mirar para corroborar que no ha visto mal.

Es Tensei. Su hermano está dormitando sobre una silla a un lado de su cama. ¿Cómo es eso posible? ¿Cuánto tiempo ha estado inconsciente? A su hermano le habría tomado días enterarse de que algo le había pasado, y luego todavía más tiempo llegar hasta la capital. Por todas las Divinidades, el mundo podría haberse acabado mientras Tenya simplemente tomaba la siesta.

Antes de decidir despertar a su hermano, Tenya mira a su alrededor. Está en un pabellón del hospital con varias camas, la mayoría de las cuales se encuentran ocupadas. Desde las ventanas altas que se abren en las secciones superiores de las paredes, entra una abundante luz bronce, lo que indica que ha de ser algún momento del mediodía. Hay algunos sanadores revisando a un par de los pacientes, pero además de eso no hay mucho movimiento más y el ala se mantiene en relativo silencio.

Lo siguiente que Tenya explora es su propio estado. No localiza ninguna herida de gravedad en la parte superior de su cuerpo, pero sus piernas están completamente vendadas. Siente un leve picor en ellas, pero no cabe duda de que le deben haber aplicado hechizos mitigantes para disminuir cualquier dolor o molestia que pudiese sentir.

Así que sus piernas están mal. No sabe, empero, qué tan mal.

¿Qué había ocurrido con el resto? Mira a su hermano. Él es probablemente quien podrá decírselo.

—Tensei —le llama despacio, para no perturbar a ninguno de los otros pacientes. Tensei no reacciona. Haciendo una leve mueca, Tenya busca con la mirada algo que pudiese arrojarle para llamar su atención. Como no halla nada, decide tomar la sábana que le cubría y, empuñando una parte de ella, la lanza sobre las piernas de su consanguíneo. Es exitoso, Tensei se despierta al momento, aunque luce algo desconcertado. No obstante, cuando sus ojos se dirigen a él y le ven despierto, el hermano mayor se pone de pie de golpe y, un instante después, se le arroja encima. Los grandes brazos de su hermano le rodean el cuello y, por la duración de unos latidos, lo único que Tenya puede sentir es un leve temblor y una respiración pesada viniendo de su hermano. Entiende que estuviese preocupado, pero seguro que no era para tanto. Sonríe y le da unas palmadas sobre la espalda—. ¿Hace cuántos días que estoy dormido?

Tensei se separa de él. No está llorando abiertamente, pero sus ojos lucen húmedos. El hombre sonríe afectuosamente y le da una caricia a Tenya por la cabellera.

—Tan solo dos. Los sanadores dijeron que estarías bien, tus piernas se recuperarán sin problema.

La sonrisa de Tenya se desvanece. Entonces, frunce el ceño.

¿Dos días? ¿Cómo llegaste aquí tan rápido?

Tensei le observa. Sigue acariciándole la cabeza como si fuese un niño pequeño. Y Tenya entiende que aquí hay algo raro, no solo en el tiempo que su hermano acaba de revelar, sino en su comportamiento. Casi está actuando como si hubiese pensado que le perdería, pero acaba de decirle que los sanadores aseguraron que él estaría bien.

—¿Tensei? ¿Está todo bien?

Tensei sigue contemplándolo. Tras un instante, retira la mano, vuelve a sentarse y le responde.

—Conocí a Izuku.

—¿Huh?

—¿Sabes cómo me dice? ¡Seichan!

Tenya parpadea. Su hermano está evadiendo algo.

—Tu sobrina ya nació.

Eso, sin embargo, le toma por sorpresa y distrae temporalmente a sus pensamientos. El rostro se le ilumina.

—¡¿En serio?! ¡¿Cómo está?! ¡Cómo me muero por verla!

Tensei suelta una risita alegre.

—Está muy bien. Los sanadores también la han revisado. Apenas salgas de aquí podrás verla. Se llama Leritier.

Tenya observa a su hermano.

Su sonrisa vuelve a desaparecer.

Hay algo sencillamente raro en toda la situación. Por un momento, se le ocurre que incluso podría estar soñando. Será que por eso las piezas no encajan.

Pero esto no se siente en absoluto como un sueño.

Como guarda silencio y Tensei sin duda se percata de la duda en su expresión, el hermano mayor suspira y desvía el rostro. Una amarga resignación parece aparecer en su cara.

Tensei extiende una mano y toma una de las de Tenya. Enfoca los ojos en la extremidad de su hermanito. Hay una severa pesadez en su gesto. Una sombra en su mirada.

Inesperadamente, empieza a llorar. Y Tenya abre mucho los ojos, apretando la mano de su hermano e intentando comprender qué es lo que está ocurriendo.

—No lo sabes, ¿verdad, Tenya? Nuestra carta no te llegó y nadie te lo ha dicho —murmura su hermano entre lágrimas silenciosas, su expresión un mohín adolorido.

Tenya siente múltiples punzadas en el pecho.

Y de pronto no quiere saber.

—¿Saber... qué?

—Yita... —Tensei se lleva la mano libre al rostro y solloza sobre ella—. Bakugou nos atacó. Mamá, papá, Kia y Leritier están bien, pero tan sólo un puñado más de gente sobrevivió. Yita... Rasaquan ya no existe —se le rompe la voz. Intenta ocultar su llanto tras la mano que le cubre el rostro. Tenya siente a sus ojos llenándose de lágrimas, muy a pesar de que ni siquiera ha terminado de procesar la información, mucho menos le ha dado crédito. Llora porque ve a su hermano llorar, pero sus oídos tardan un largo rato en entender lo que ha dicho.

No obstante, cuando lo hace, algo oscuro le penetra por todas partes. Algo monstruoso y cruel y horrible que le ahoga, le ensordece y le hace temblar de tantas emociones acumuladas que, si su cuerpo no explota en ese instante, es de puro milagro.

Eventualmente, dirige la mirada al techo. Su mente, en ese momento, se siente tan lejana y tan vacía como la piedra color hueso que refleja la calurosa luz del mediodía.


———


Chizome ve a la Tierra de los Matices volver a deshacerse sobre el suelo. Izuku sigue sin poder controlarla del todo, pero ya ha aprendido a llamarla sin tener que decir también el nombre de Katsuki, así que eso debe ser un avance.

De algún tipo.

Se masajea la barbilla y asiente solemnemente. Izuku luce exhausto.

—Otra vez —indica de todas formas, como si no se percatara de su fatiga. A pesar de que suda a mares y respira con dificultad, Izuku asiente. Cerca de ellos, Momo observa el entrenamiento y luce un poco consternada. Chizome ha concluido que la guerrera trata a Izuku como si fuese su hermano menor. Eso significa que, si pudiese evitarle trabajo duro y sufrimiento, lo haría.

A él le gusta descubrir esas cualidades positivas en la muchacha, pues cada vez se convence más de que será una excelente compañera para su sobrino.

—¡Deku!

La tierra se eleva, se ondula, y luego se agita en todas direcciones. Chizome tiene que detenerla para evitar que se salga de control y les haga daño. Izuku suspira, claramente frustrado.

—Chizochan, ¿no hay algún truco que pueda usar? ¿Algo que lo haga sólo un poco más fácil?

Izuku no es sin duda del tipo que busca el camino más fácil, pero justo ahora siente que necesita avanzar lo más pronto posible y no lograrlo le desespera.

Chizome vuelve a masajearse la barbilla, pensando.

—A mí me ayuda pensar en la arena.

Izuku le mira con duda.

—¿La arena?

Chizome asiente. Y lo visualiza en su mente, la arena suave que se amontonaba a las orillas de su villa, la que era lamida por las olas y reflejaba la luz dorada del sol. La misma sobre la que corrían durante sus juegos, sobre la que trabajaban y también sobre la que descansaban.

—Para los que somos de la costa, la arena es un elemento importante de nuestra vida. Sobre ella nos recostamos para mirar a las estrellas y escuchar el rumor de las olas. En su piel mojada redactamos mensajes para las Divinidades. Es la única cosa con la que tenemos contacto constantemente. Quizá del modo en que las Criaturas del Agua están en contacto constante con el agua y las Sombras de las Montañas están siempre rodeadas de Sombras. Supongo que es esa cosa que nos ayuda a sentir nuestra conexión con este mundo.

Ve a Izuku desviar la mirada. Casi puede predecir el pensamiento que ha de estar cruzando su mente. Hace mucho que Izuku no debe sentirlo, pero la Gente del Bosque siempre estaba pegada a su tierra. Sus pies desnudos danzaban constantemente sobre la tierra de chocolate, estuviera ésta seca o mojada, lisa o porosa. Era su relación más íntima.

Izuku eleva la mano. Vuelve a decir el nombre de la magia. La Tierra de los Matices vuelve a aparecer. Pero no tarda en rebelarse nuevamente y, aunque Izuku hace varios intentos, el resultado es el mismo, parece ser que su consejo no ha sido suficiente para ayudarle.

Suspira.

Decide darle un descanso a Izuku y, aunque éste no parece muy convencido de aceptarlo, Momo se apresura a acercarse para darle agua y no le queda más opción que sentarse y relajarse. Mientras tanto, su mente parece seguir funcionando, intentando encontrar una solución. Chizome se sienta cerca de él, igual que Momo. Están en las proximidades de Farinha, dentro del bosque que la rodea.

—Chizochan —Izuku se gira hacia él—, ¿puedes decirme más cosas sobre cómo lograste dominar a la Tierra de los Matices? Lo que sea que se te ocurra.

Chizome le contempla, no muy seguro de qué contarle. Pero luego decide lanzarle ideas, en caso de que cualquier cosa sea útil.

—Por supuesto, veamos... la verdad es que, antes de encontrar a mi maestra, no había considerado jamás la posibilidad de usar una magia, fuera cual fuera. En realidad, yo estaba huyendo. Mi hermana y mi madre estaban muertas y sabía que yo no tardaría en ser el siguiente —ve a las expresiones de los dos chicos cambiar. Chizome nunca les había contado cosas tan privadas. Respira profundo antes de seguir—. Escapé. Lo único que tenía conmigo era uno de los libros de mi hermana. Por muchos meses viví como un simple fugitivo, refugiándome por todo el reino. La ventaja de ser un Gente del Bosque es que en la mayoría de los lugares era bien recibido. La gente no desconfiaba de mí. Pero cada vez sentía más cercana la presencia de mis perseguidores y supuse que no tardarían en dar conmigo. Un día... —pausa brevemente, arrugando un poco el entrecejo—. Me encontraron. Pero no ocurrió lo que esperaba. ¿Recuerdan al Hombre de las Sombras con el que nos reunimos antes? Se trataba de él. Este hombre... hay muchas cosas que puedo y no puedo decirles sobre él. Hasta para mí sigue siendo un misterio en muchos sentidos. Al parecer, se las había arreglado para volverse cercano a uno de los Señores de los... uh... Fuegaz.

—¿Fuegaz?

Momo responde.

—Es un nombre clave para ya-sabes-quienes. Nuestros enemigos.

—Ohhh —Izuku pone expresión de entendimiento, asiente y regresa la atención a Chizome.

—Sí, ellos. Más específicamente, se había acercado al Señor que ustedes conocieron, el del dragón verde, así que logró obtener información sobre mí, y fue así que me encontró.

Momo pone expresión confusa.

—¿Por qué le estaba buscando?

—Por motivos que por ahora no puedo explicarles, pero que son legítimos. Entonces, él me presentó a la que en ese entonces era su esposa y me dejó bajo su protección. Esa es mi maestra. Ella es la que... —suspira—. Digamos que ella, el padre de Kacchan y yo hicimos un trato.

Ve que Izuku y Momo se miran. Él suponía que eso les intrigaría.

—¿Qué clase de trato, Chizochan?

Chizome se queda un momento en silencio. No está realmente seguro de querer hablar de eso. Aquel había sido el mejor y el peor trato que había hecho en toda su vida. Tenía implicaciones severamente dolorosas. Habían tenido que aceptar cosas terribles para que fuera posible. Hicieron sacrificios impensables.

Y, todavía hoy, tantos siglos después, Chizome no ha sido capaz de pagar por el regalo que recibió.

—Uh... verán... los Señores... —pero Chizome se interrumpe cuando una de sus Runas le da un aviso. Eleva la mirada y nota de inmediato de qué se trata. Una figura se aproxima a ellos. Está flotando por encima de los árboles. En algunos instantes, la persona ha llegado. Chizome reconoce a la muchacha apenas aterriza. Se pone de pie y los otros dos le imitan—. Buenas tardes, joven Magia.

La muchacha le mira un momento. Luego, arruga levemente el entrecejo y dirige la vista a Izuku, a Momo, y de vuelta a Izuku. Observa al Chico del Bosque por unos segundos antes de volver a mirar a Chizome. Se aclara la garganta.

—Buenas tardes, fui enviada a buscarle.

Chizome eleva las cejas con sorpresa.

—¿Eres una Magia de la Medianoche? —la chica asiente—. ¿Ella está aquí? —vuelve a asentir.

—Apenas llegó se dirigió al hospital con nuestras mejores sanadoras, la verdad es que yo tampoco sabía que vendría, mucho menos sabía que usted estaba relacionada con ella. Me dijo que era urgente una reunión.

—Urgente ni siquiera lo cubre —Chizome bufa—. ¿En dónde nos reuniremos? ¿Sabes algo de su exesposo?

—Me dijo que usted entre a la primera taberna que encuentre y ella estará ahí esperándole. Sobre lo otro, no me ha mencionado nada.

Chizome sonríe de lado y asiente. Entonces, se gira hacia Momo e Izuku.

—Otra de nuestras aliadas está aquí. Tendremos que continuar con el entrenamiento después.

En realidad, se alegra de que lo hayan interrumpido. Descubre que todavía no está listo para decir ciertas cosas en voz alta.

A su maestra y a Aizawa probablemente les daría igual admitir que han usado a otras personas para sus fines, pero a él le cuesta.

Y se pregunta, además, cómo reaccionaría Katsuki si se enterara.

¿Qué haría él si supiera que cada año extra que Chizome ha vivido fue un año que le robó a su padre?

¿Qué haría Katsuki si se enterara de que ellos, simplemente, decidieron dejarlo morir?

Todos defraudaron a Bakugou.

Los Todoroki.

Los Chisaki.

Su esposa.

Sus hermanos.

Chizome.

Algún día, él lo sabe, sus errores del pasado volverán para cobrarles la cuenta.

Pero supone que, siempre y cuando logren lo que prometieron lograr, lo que él le prometió a su hermana y a Bakugou, entonces todo habrá valido la pena.


———


Tras un rato de andar por una de las calles principales de los niveles intermedios de Farinha, el grupo de Chizome entra, efectivamente, a la primera taberna que se encuentran.

La chica que había ido a buscarlos y que se ha presentado como Ochaco Uraraka, les acompañó todo el camino. Izuku notó que ella le lanzaba miradas insistentes, pero no se atrevió a preguntarle el motivo.

Cuando ingresan a la taberna, la encuentran algo más atiborrada de lo esperado. A esa hora, más gente debería estar todavía trabajando, pero, al parecer, muchos intentan ahogar los recuerdos de los días recientes en tanta cerveza, vino e hidromiel como sea posible.

—Es ella —indica Chizome, haciendo una seña con la cabeza hacia una mesa larga que está junto a una de las paredes del sitio. Detrás de ella se abren varias ventanas que dan hacia la calle aledaña. Las mesas, sillas, suelo y paredes son de madera muy oscura. La mujer a la que Chizome se ha referido está sentada en uno de los extremos de la mesa. Luce joven y tiene el cabello del color del cielo nocturno. También posee una figura excepcional, por decirlo de alguna forma. A Izuku todavía le sorprende un poco ver a esa clase de mujeres, como Momochan. Las Mujeres del Bosque jamás eran tan... uh... físicamente "excepcionales".

Se aproximan a la mesa. La mujer no está sola. A su derecha, una chica de apariencia simpática está sentada. Tiene los ojos grandes y el cabello oscuro y lacio. Las agallas en su cuello develan que es una Criatura del Agua. Cuando llegan, Ochaco se sienta frente a ella, mientras que los demás ocupan los asientos restantes, con Chizome sentándose del lado opuesto a su maestra.

Chizome le hace una leve reverencia a la mujer a modo de saludo. Posteriormente, señala hacia Izuku.

—Este es Izuku Midoriya, Gente del Bosque, de Baraca.

Izuku y la mujer se saludan. Después, Chizome señala a Momo.

—Esta es Momo Yaoyorozu, Caminante de la Tierra, de Andamia.

La Magia mira a la chica con interés.

—¿Es ella?

Chizome asiente. Izuku y la guerrera comparten una mirada. Después de que Chizome les dejara solos en aquella edificación derruida para ir a enfrentarse al Señor de los Dragones fuera de control, ellos dos habían discutido ese delicado tema de que todos parecían creer que Momo era la esposa elegida por Kacchan. Habían sopesado la idea de desmentirlos pronto, pero Izuku la había desechado. Logró convencer a Momo de que tal vez era mejor mantenerlo en secreto por ahora, ya que sabían que estaban siendo constantemente vigilados. Pero la realidad de por qué no quiere hablar de ello aún es otra.

La Maestra de la Medianoche dirige los ojos de zafiro a Izuku. Hace una leve seña con la cabeza.

—¿Y él? ¿Qué cosa cruel te ha llevado a sacar a un Chico del Bosque tan joven de su hogar y traerlo hasta la capital? —cuestiona la mujer. Chizome sonríe, aparentemente divertido.

—Es un aliado de mi sobrino, elegido personalmente por él. He de informarte que no yo lo saqué de su villa: Él salió por propia volición para seguir al Guerrero. Ahora, estoy enseñándole esa cosa que tú me has enseñado.

La mujer le mira.

—¿En serio? ¿Y qué tal va?

—Quizá no tengo muchas dotes como maestro. Tú podrías serle de ayuda.

La maestra parece pensar en algo y después se dirige a una de sus alumnas.

—Ochaco —dice y la Magia en cuestión se tensa—, Tsuyu y tú entrenarán a este chico. Ambas son usuarias de Grandes Potestades, tengo total confianza de que podrán ayudarlo a mejorar rápidamente.

Izuku no sabe por qué, pero aquello le suena más a una orden que a cualquier otra cosa.

Una orden sin margen para errores.

Por la mirada que la joven Magia le echa a su maestra, parece ser que se trata justamente de eso.

—No quisiera ser una molestia —dice de inmediato Izuku. Sin embargo, se da cuenta de que, en realidad, necesita toda la ayuda que pueda conseguir. Su naturaleza de Gente del Bosque le hace querer evitar ser una carga para el resto, pero justo ahora no hay lugar para esas cosas—. Pero estaré muy agradecido si pueden brindarme su apoyo.

Ochaco le lanza una mirada rara, otra vez. Izuku no la entiende.

La Maestra de la Medianoche suelta una risotada.

—¡Ese es el espíritu, pequeño!

—Con ese tema resuelto —interviene Chizome, que parece impaciente por pasar a asuntos más serios—. Maestra, ¿por qué estás aquí? No nos avisaste que vendrías. ¿Cuál es nuestro estado actual? Tuve que hacerme a un lado después del desastre del Comandante para no levantar sospechas, pero entiendo que él ha sido apresado. Además, no he tenido noticias de su exesposo desde la pelea. Se desapareció casi de inmediato y estoy bastante seguro de que estaba herido.

La Magia mayor hace una simple seña con la mano, como restándole importancia.

—Seguro que se fue con Tamaki a que le trate las heridas. Tal vez también pidió un par de años más. No me preocuparía por ese inepto, no se va a morir hasta que no obtenga lo que quiere.

—¿Tienes noticias de tu hijo?

La maestra se queda quieta. Después, baja despacio la mano y niega con la cabeza.

—No. Creo que, a estas alturas, debo aceptar que nuestra Creación nos ha traicionado. No quiere saber nada de nosotros. No nos dará información. Cada vez que he intentado comunicarme con él, me ha bloqueado. Supongo que hicimos un excelente trabajo como progenitores —se ríe sin gracia. Luego, se enseria—. Sal de ahí, Shouta.

Los demás se sobresaltan cuando una figura que no parece haber salido de ningún sitio se aparece repentinamente junto a la mesa. La Sombra atrae una silla hacia ella y se sienta junto a la maestra. La mira con su eterna y acostumbrada expresión de hastío.

—Buenas tardes, preciosa.

—Buenas tardes, guapo —responde ella, sonriendo, pero luego se vuelve a poner seria y mira hacia el frente, hacia algún punto sobre la mesa—. Así que aquí estamos, ¿qué es lo que sabemos, Shouta?

La otra Sombra responde enseguida.

—El Rey piensa que el Gobernante es el traidor. Lo ha encerrado y será enjuiciado pronto. Han bajado la guardia porque piensan que el verdadero enemigo fue subyugado. Les han enviado mensajes a los Todoroki y a los Chisaki para invitarlos a reforzar alianzas. También están intentando hallar al Sol, pero lo tengo bien oculto. Los Caballeros de las Fuerzas Reales que habían sido enviados a Marcelle han sido llamados de vuelta, tan sólo continuaron el camino algunos de los sanadores. En cuanto a esa ciudad, fue golpeada por un terremoto y dicen que uno de los principales Maestros de Guerra está desaparecido. Creo que el terremoto pudo ser causado por el Abundante. También corren rumores de que uno de los tres Señores que atacaron al Comandante fue herido de gravedad —echa una mirada a Chizome. Izuku nota que éste luce desconcertado.

—Si el Abundante sigue vivo... entonces, fue el Comerciante o el Artista —expone y baja la mirada un momento. No parece que la noticia le agrade en lo más mínimo. Después, vuelve a elevar los ojos—. ¿Cómo están manejando las autoridades el hecho de que esos tres Señores hayan atacado a Marcelle?

—Marcelle está hecha un caos —responde el otro hombre—. Para las autoridades está siendo fácil decir que están confundidos y no saben realmente lo que pasó. Han llegado tantos mensajes confusos y contradictorios, que están desestimando a muchos. Ahora la versión oficial es que fue el Comandante quien atacó a Marcelle y los otros tres tan solo intentaron defenderla.

—Vaya. Espléndido. Es decir que hemos perdido toda la ventaja y convencer al Rey ahora de que la Orden es una amenaza...

—El Sol está bien. Pero debemos hallar la forma de sacar al Gobernante de ahí. Podría ser incluso que termine siendo a la fuerza. Él es el heredero de Unperalles y vamos a necesitarlo si es que queremos tener oportunidad.

—Podemos pensar —interviene la Maestra de la Medianoche—, que nos enfrentaremos al Guerrero, al Abundante y al Artista o al Comerciante, ya sea que sólo uno de ellos esté vivo, o sean los dos. Lo siento, Chizome.

Shouta le echa una mirada reprobatoria a la mujer. Chizome simplemente asiente.

—Gracias, maestra. Esos dos y yo nunca pudimos precisamente entendernos, y el Artista me habría asesinado en cualquier oportunidad que hubiese tenido. Pero, creo que mientras más años tengo, más los entiendo.

Se hace un momento de silencio después de que dice eso. Luego, la segunda Sombra suspira.

—Tenemos a dos contra tres o cuatro. Eso sin contar a los ejércitos de Caballeros, Magias y usuarios de Grandes Potestades que ellos poseen. Si el Rey no llama a los guerreros y caballeros de Marcelle ni a las Magias fieles del reino, vamos a estar en problemas cuando ellos lleguen.

Tras esas últimas palabras, Izuku no logra guardar más el silencio. Ha estado escuchando pacientemente la conversación de los mayores igual que las chicas, pero hay algo en todo eso que no le está encajando. Se aclara la garganta, llamando la atención de los demás.

—Um, disculpen —dice en voz suave, pero haciendo contacto visual con los tres adultos—. Kacchan es el Guerrero, ¿no es así? —voltea hacia Chizome para recibir confirmación. El Hombre del Bosque asiente.

—Sí, él es el Guerrero.

—¿Y ustedes están insinuando que nos enfrentaremos a él?

Chizome guarda silencio. Después, mira a los otros dos. La Sombra masculina enarca una ceja.

—Él no lo sabe.

—Ninguno de los dos lo hace.

—¿Saber qué? —Izuku voltea en dirección a Shouta. La Sombra le observa un momento y luego, luciendo un tedio monumental, parece decidirse a explicarle.

—En catorce días, el Guerrero cumplirá la mayoría de edad. Si para ese entonces el Guerrero no se ha reunido con su esposa y no ha procreado, perderá el control, tal como lo cuentan todas las historias sobre Señores que sin duda has escuchado.

Izuku se queda perplejo. Echa una mirada asustada a Momo y ésta le responde con una expresión similar. La guerrera entonces habla, dirigiéndose a la Sombra.

—Pero, ¿y si él ya ha encontrado a su esposa? ¿Aunque no haya... uh... procreado? ¿Aun así perderá el control?

Shouta asiente.

—Son los dos requisitos. Verán, no tenemos ninguna certeza, porque, por supuesto, no es como que hayamos podido estudiar a los Señores de los Dragones a profundidad. El primero en teorizarlo fue un hombre perteneciente a la Orden del Dragón. Lo escribió en un cuaderno de notas que posteriormente cayó en manos del Guerrero Padre. El Guerrero Padre mostró ese cuaderno a su esposa, y entonces ella plasmó esas ideas y teorías también en un libro.

—"Mi encuentro con el Señor de los Dragones" —dice Izuku, abriendo mucho los ojos. Shouta hace un gesto afirmativo.

—La Orden hizo un experimento. Todo parece indicar que el experimento corroboró la teoría. Ninguno de los Señores de los Dragones tendría por qué perder el control al cumplir la mayoría de edad. Sólo lo hacen cuando se los obliga a quedarse encerrados y no pueden cumplir con esa tarea que tienen antes del tiempo límite.

—¿Por qué es una tarea? ¿Por qué es necesario? —cuestiona Momo.

—Bueno, esta otra parte de la teoría no viene de ese libro ni de ese cuaderno —explica la Sombra—. Viene de nuestra Creación. Él piensa que en nuestro mundo existe una especie de Gran Energía. Esta Gran Energía sería, quizá, la fuente de todo y el destino de todo. Esa misma energía es la que usamos cuando realizamos magia, pero él piensa que, por algún motivo, la Gran Energía decidió o se vio forzada a crear una especie de reguladores que controlaran su flujo por el mundo. Esos reguladores son los Señores de los Dragones, lo que explicaría que sean tan poderosos, tan longevos y, francamente, tan especiales... —hace una breve pausa. Después, continúa—. Pero incluso los Señores de los Dragones tienen límites, ¿qué pasa si sobrecargas a los reguladores? Estos sencillamente explotarán —mira a Momo a los ojos—, así que los Señores, por naturaleza, buscan multiplicarse, para crear nuevos reguladores. Para que la energía que a ellos les corresponde controlar en esta tierra tenga nuevas fuentes de control que continuarán con la tarea una vez que ellos se vayan. Pero, si tú les impides hacer aquello que necesitan hacer por naturaleza, ellos enloquecen y pierden el control. Es esa energía que busca su forma de liberarse. Así que, mientras el Guerrero no pueda cumplir con su tarea, le resultará inevitable descontrolarse, eso si no lo ha hecho ya...

—¿Por qué lo haría antes de tiempo? —pregunta nuevamente Momo, alarmada.

—Porque quedan demasiado pocos reguladores. El Comandante, que era el Señor de los Dragones más poderoso, ha muerto. Si a eso sumamos la posibilidad de que el Artista o el Comerciante estén muertos también, entonces simplemente quedan muy pocos. Logré descubrir una forma de aliviar ligeramente la carga de los Señores, pero no hay garantía de que funcione todo el tiempo, y mucho menos hay garantía de que funcione con el Guerrero, porque su caso es especial al estar tan cerca de los 500 años.

—¿Cuál es esa forma? —lo pregunta la maestra. Shouta la mira.

—Si los Señores son reguladores, entonces el resto de las razas somos, quizá, vías de escape. Mientras más vías de escape tengas, menos será la carga para el regulador. Sin embargo, necesitas una vía de escape afín a un regulador para que funcione —hace otra pausa y mira un segundo a Izuku antes de seguir hablando—. Hay un Gente del Bosque del norte en nuestro equipo —añade, e Izuku abre los ojos con impresión—. Su nombre es Ojiro. Cuando el Sol y el Gobernante perdieron el control, él decidió ir tras el Sol. Dice que simplemente sintió que era algo que tenía que hacer. Defendió al Sol de los caballeros y luego se enfrentó a él. Él solo, un Gente del Bosque sin magia de ningún tipo, contra un Señor de los Dragones usando a una de las Grandes Potestades más destructivas, el Fuego Azul. Terminó terriblemente herido, pero, durante algún momento del enfrentamiento, logró hacer uso de una magia, siendo que él jamás había recibido entrenamiento mágico de ningún tipo y ni siquiera conoce el nombre de alguna Runa. Esa magia que logró usar es Magia de Sombras. Irónicamente, la Magia de Sombras está estrechamente vinculada al Sol. Un momento después de que logró invocar a esa magia, el Señor regresó a la normalidad. Yo observé el enfrentamiento desde lejos junto con Tamaki y Fumikage. Ellos me explicaron que el Sol había insinuado antes que Ojiro era su Sombra.

—¿Observaste desde lejos mientras un Gente del Bosque se enfrentaba solo a un Señor de los Dragones? —inquiere la Maestra de la Medianoche con un claro deje de incredulidad. Shouta la mira y no responde. Izuku cree empezar a entender por qué ya no son pareja.

—Entonces... —Chizome empieza—. Tenías motivos para pensar que ese Caballero del Dragón había sido elegido por el Gobernante como su aliado.

—Sí.

—Y por eso querías forzarlo a...

—Sí.

Chizome frunce el ceño. Después, sonríe con una suerte de ironía y baja la mirada.

—No cambias, Señor de las Sombras. Dispuesto a sacrificar a quien sea y a lo que sea.

Ahora es Shouta quien pone una expresión de ligero desazón.

—Ser demasiado blando no conseguirá resultados. A estas alturas, deberías saberlo bien, tanto tú como Nemuri critican mis métodos todo el tiempo, pero han estado contentos con los resultados que se han obtenido, ¿o acaso no estás agradecido de que hayamos podido parar al Gobernante? ¿Qué ibas a hacer cuando se nos agotaran las energías y él siguiera fuera de control? —pausa. Su expresión se agria un poco más—. Imagínate, Akaguro, que a estas alturas, después de todo lo que hemos tenido que hacer, fracasáramos. Imagínatelo. ¿No estarías dispuesto a hacer lo que sea para que no hubiese sido todo en vano?

Chizome se queda un momento en silencio. Después, suspira largamente y desvía la mirada.

—Después de todo —dice—, fui yo quien dirigió el Trueno Violeta hacia ese chico. Supongo que ahí tienes tu respuesta.

Shouta asiente y, aunque aún hay algo de tensión en la mesa, esta parece disiparse en su mayor parte.


———


Después de una larga conversación en la que los tres aliados propusieron planes y teorías (al parecer eran más libres de hablar teniendo a la Maestra de la Medianoche y a la otra Sombra de las Montañas cerca), a la que los cuatro menores apenas pudieron seguir el ritmo, Izuku terminó con la "misión" de continuar su entrenamiento con Ochaco y Tsuyu para poder dominar a la Tierra de los Matices lo más pronto posible. Mientras tanto, Shouta se retiró, diciendo que informaría a las otras Sombras lo que habían decidido, y la Maestra de la Medianoche hizo lo mismo para hacer lo propio con sus Magias.

Chizome le pidió a Momo que le acompañara en tanto dejaban a Izuku con las dos Magias jóvenes. La guerrera, aunque no sintiéndose particularmente cómoda con la idea de separarse de Izuku, decidió cumplir con su petición.

Abandonan la taberna y empiezan a ascender a lo largo de la calle contigua. A su alrededor, pareciera que es un día como cualquier otro. En esta sección de la ciudad no se distinguen los estragos de los dos enfrentamientos que hubo y, si acaso, tan sólo se respira un poco de traumatismo entre la gente. Pero está claro que los habitantes de Farinha ya se sienten seguros, pues su Rey les ha garantizado que lo están.

Momo sigue al Hombre del Bosque mientras suben por la calle. Tras un rato, terminan por detenerse en una plaza. Ahí, una fuente en el centro expulsa agua fresca y niños corretean de un lado a otro, acompañados por sus madres que están dejando ofrendas en el altar de las Divinidades.

Chizome le hace una seña a Momo para que le siga y terminan por sentarse en una banquita cualquiera. Algunos niños miran a Chizome con curiosidad. Basta con que uno pregunte a su madre por él para que todas las mujeres se percaten de su presencia y prácticamente huyan de ahí.

Así es que se quedan solos. Momo siente un poco de enojo. Aunque al principio no confió demasiado en él y todavía guarda sus reservas, Chizome ha demostrado ser una persona amable y de buenas intenciones. El hecho de que la gente reaccione así ante él tan sólo por su apariencia realmente le molesta.

—La gente no sabe pensar más allá de lo que ve —se queja la guerrera. Chizome le mira con una sonrisa tranquila.

—No los culpo, Yaoyorozu. Mucho menos después de lo que acaban de vivir.

—Pero seguro que actuarían así aunque no hubiese ocurrido nada —insiste ella. Chizome ríe un poco.

—Sí, pero, ¿qué podemos hacer? El miedo es una emoción inevitable en la mayoría de las personas. A veces es incitado por querer proteger la vida propia, pero, otras veces, es incitado porque se quiere proteger la vida de alguien que nos importa. Como es el caso de esas mujeres. Las madres son madres y tanto mi madre como mi hermana me enseñaron lo lejos que una puede llegar para defender a sus hijos. Pocas cosas son tan terroríficas como una madre dispuesta a todo por sus niños, Yaoyorozu.

La guerrera le observa. Hacía rato que había algo que le intrigaba un poco. Decide que quizá ahora es un buen momento para despejar esa duda.

—¿Por qué me llama de esa forma, Señor Chizochan?

Chizome la ve.

—Oh, ¿quieres decir...? —Momo asiente. Chizome le mira un momento más antes de devolver la vista al frente—. Noté que no te sentías muy cómoda con mi presencia al inicio. No quería faltarte al respeto ni imponerte una familiaridad que no desearas. He vivido suficiente tiempo entre las otras razas como para entender que no todos perciben al mundo y a las relaciones de la misma forma que la Gente del Bosque.

Momo sigue viéndole. Supone que es cierto que ella podría haber propiciado ese distanciamiento.

—No me molestaría que me llamara de la otra forma —dice. Y se siente un poco raro hacerlo, está hasta segura de que probablemente se ha sonrojado, pero Chizome le ve con una media sonrisa y asiente. Después, Momo recuerda que una conversación sobre su relación y la confianza que se tenían no era precisamente el motivo por el que estaban ahí.

De hecho, no sabe cuál es la razón por la que Chizome le pidió que le acompañara.

—¿Quería hablar de algo?

Chizome pausa un momento.

—Si voy a llamarte Momoro, es necesario que me tutees.

Momo no puede evitar reírse.

—Mi nombre siempre suena tan raro con los sufijos de la Gente del Bosque.

Chizome sonríe de vuelta.

—Son aleatorios, la verdad, los ponemos según convenga y según los sintamos. No hay una regla en especial.

—Ya veo.

Ahora, el Hombre del Bosque vuelve a lucir serio. Baja la mirada. Sus cabellos negros se llenan de luces doradas correspondientes al atardecer.

—Sí, sí hay algo de lo que necesito hablar contigo. Es sobre Izuro.

Momo ladea la cabeza.

—¿Qué pasa con él? ¿Está todo bien?

Chizome se toma un momento en responder. Mas, antes de hacerlo, niega con la cabeza.

—Lamentablemente, no.

Momo traga saliva y sus cejas se ponen muy juntas. No entiende, ¿qué cosa podría estar mal con Izuku?

—Explícame, por favor.

Chizome cierra los ojos y suspira. Los vuelve a abrir.

—Verás, Momoro, estaba pensando en su entrenamiento y en cómo me preguntó si había algún truco o algo que pudiese usar para hacer a las cosas un poco más sencillas. Y estaba pensando también en las cosas que no tuve tiempo de contarles. Es cierto que, cuando uso la Tierra de los Matices, pienso en la arena que cubre el suelo de mi villa, pero creo que hay algo más que eso. A mí me tomó mucho tiempo ser capaz de dominar a la Gran Potestad. Por más que entrenaba y entrenaba, mis avances eran muy lentos. Y el tiempo pasaba... tenía tiempo de sobra, así que, aunque era un poco frustrante, no desesperaba. Pero, un día, me vi obligado a regresar a Castero, mi villa de origen. Habían pasado más de doscientos años desde que la abandonara, más de doscientos años desde que mi madre y mi hermana se fueran. Lo que encontré, Momoro, es que todo lo que alguna vez había sido mi hogar, en realidad, ya no existía. Nuestra casa, vacía, había terminado por desmoronarse y la habían enterrado en la arena. Alguien más había construido una casa nueva encima. Era quizá el nieto de alguien que alguna vez conocí. Era una persona cuyo rostro, nombre e historia me eran ajenos. Ya no había nada en Castero que me resultara familiar, nada además de la arena, el color del sol y el canturrear de las olas. La siguiente vez que intenté usar la Tierra de los Matices... —guarda silencio un momento y sus ojos parecen viajar a un sitio, a una vida, que no existe más. Sonríe con una nostalgia tal que algo se le rompe a Momo por dentro—. Fue mucho más sencillo. Y entonces logré dominarla rápidamente. Era como si sólo quedara una cosa que me conectara a mis raíces, a mi hogar y a la gente que amé, y esa sensación de pertenencia se proyectaba en una nueva relación entre la Gran Potestad y yo.

Ahora vuelve a callar, y ese silencio es más prolongado y reflexivo. Momo baja la vista, la deja caer en sus manos plagadas de múltiples cicatrices, en los dedos callosos que sin duda han trabajado por demasiado tiempo.

Intenta entender cómo eso podría relacionarse con Izuku y una sensación tremendamente ominosa la invade.

No quiere saber cómo Izuku podría comprender ese sentimiento.

Casi experimenta un sentido de premonición. Como si de pronto pudiera adivinar el futuro y el futuro fuese temiblemente negro.

—Lo lamento mucho.

Chizome niega con la cabeza.

—No hay nada qué lamentar, Momoro. La vida tiene un ciclo y nunca hay que lamentar que éste pase. Los viejos tenemos que irnos para que los jóvenes puedan tener un sitio en el cual estar. Lo único que podemos aspirar es hacer a nuestras propias vidas significativas de la forma en que decidamos hacerlo. Eso y, de ser posible, dejar un mundo mejor para aquellos que queremos que lo hereden.

Sonríe. Y hay tanta paz en sus palabras que Momo no sabe ni siquiera cómo describirlo. No entiende la historia completa ni tiene todo el panorama, pero sabe bien que Chizome ha sacrificado mucho para poder lograr algo y, en ese momento, se pregunta cómo se sentiría Chizome si fuese a fracasar.

¿Lo aceptaría con la misma paz?

—Entonces... —Momo susurra, casi como si tuviese miedo de romper algo o de interrumpir algo que es bello—. Izuku, ¿piensas contarle eso? ¿Crees que le ayudará?

Despacio, la expresión de Chizome se torna amarga y vuelve a bajar la mirada. Aspira con fuerza, como si quisiera absorber valor.

—Momoro, antes de encontrarlos, yo pasé por Baraca, porque estaba buscando al padre de Izuro.

—Oh, ¿lo encontró? Creo que Izuku nunca me ha hablado de él.

Chizome niega con la cabeza, sin mirarla.

—Creo que el padre de Izuro falleció hace ya varios años. Una probable consecuencia de mis acciones. El problema no es ese, Momoro, el problema es que, igual que Rasaquan, Baraca fue arrasada y no quedó de ella ni una sola persona viva.

Momo le observa. Sus pensamientos se encaraman encima y alrededor de las palabras que acaba de pronunciar. Intenta descifrarlas, deshilacharlas, pero cada uno de los hilos luce ensangrentado.

Por todas las Divinidades.

Eso no puede ser verdad.

Por favor, que no sea verdad.

—Chizo... chan... —dice el nombre sin saber exactamente qué quiere pedirle. Quizá que se retracte en ese instante y que así, con el poder de sus palabras, de alguna forma borre esa realidad...

Chizome por fin la mira.

—No tuve el valor de decírselo. Sé lo que se siente, pero para él es peor, porque ni siquiera queda nadie para que siga dándole amor a esa tierra. Dejé el tema a un lado, porque supe que sería posible guardar el secreto por un tiempo. Son pocos los que visitan una villa tan pequeña como Baraca. La noticia tardaría en correr. Quién sabe si soy el único que lo sabe. Así que guardé cobardemente el secreto. Pero, ahora, me pregunto si...

—Estás pensando si decirle esto a Izuku le ayudaría a mejorar su control sobre la Tierra de los Matices —le corta Momo, entendiendo—. Ese pensamiento hace parecer que no ves a Izuku como más que una herramienta. Otra pieza en tu tablero para utilizar en la ejecución de tus fines —lo dice así, con dureza, pero nota que, en realidad, no siente ira alguna hacia Chizome.

¿Cómo podría sentir ira hacia alguien cuya historia no comprende?

Chizome dirige la vista a la fuente y, por un rato, los dos guardan silencio. Eventualmente, el hombre lo rompe.

—Quería saber qué opinabas.

Momo traga cristales. Usar a Izuku de esa forma... hacerle sufrir así... simplemente no logra imaginarse siendo capaz de eso.

Pero la verdad es que, sea como sea, e independientemente de si ayude a Izuku en su control de la Gran Potestad o no, de todas formas el chico tiene que enterarse, tarde o temprano.

El secreto no puede ocultarse para siempre.

Y es, además, una realidad que necesitan que Izuku domine a la magia. Necesitan tantos aliados como sea posible e Izuku es una de las piezas más importantes, aunque Momo es quizá la única que lo sabe. Además, ¿qué pasa si el Señor Bakugou de verdad llega a ellos hecho una fiera, todo por culpa de lo que los Todoroki han provocado?

Izuku necesitará poder defenderse. En especial si el Señor Bakugou va tras él...

Ahora es Momo la que baja la mirada, clavándola en las losas pálidas que se van tornando naranjas conforme reflejan las luces bronce de un sol que se va acercando a su cama en la tierra. Se empapan temporalmente de silencio, hasta que Momo reúne el valor para responder.

Y sabe que, con sus palabras, estará rompiéndole el corazón a una de las personas más gentiles que ha conocido en la vida.

A la última persona a la que quisiera hacérselo.

Pero sabe también que no tienen opción.

—Debes decírselo —murmura.


———


Notas: Sí, Eri hizo genderbend. 

No digo más por ahora, excepto que los quiero *corazón*

Intentaré tener el siguiente capi esta semana misma.

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