Perdóname de mil maneras [1]

By nicoagain

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"Dijiste que no querías un final." Eso la hizo detenerse en seco, parpadeando con confusión porque en realida... More

WELCOME
1. Regreso a Hogwarts
2. Fuera de la rutina
3. La Habitación
4. Nervios
5. Complaciendo a Amelia
6. Nick
7. Impulsiva
8. La confesión de Ginny
9. Proyecto
10. El día que todo cambió
11. El bosque prohibido
12. El primer paisaje
13. Verdades
14. Molesto
15. Idiota
16. La apuesta
17. Lo que Daniel ocasionó
18. Por fin amigos
19. El segundo paisaje
20. Aprendiendo modales
21. El tercer paisaje
22. Decepción
23. "No sé nada"
24. Sin control
25. Pansy y Draco
26. El partido
27. Nick y Draco
28. Aceptación
29. "Mírame a los ojos"
30. La advertencia
31. "Tu idiota"
32. Su habitación
33. Humillaciones
34. Contradicción al primer paisaje
35. ¿Una noche?
36. Pansy sabe cómo jugar con la mente
37. Risas, muchas risas y también culpa
38. Lo que Nick ocasionó
39. Necesidad
40. Pequeñas confesiones
41. Hermione: 1, Draco: 1
42. "¿Qué quieres hacer hoy?"
43. La cena
44. Gryffindor de nuevo
45. "Era demasiado bueno para ser verdad"
46. Villanos
47. Algo más que sexo
48. Ron y su cambio drástico
49. Un baile para recordar
50. Confiar en Pansy
51. "¡Somos tóxicos!"
52. Adiós a Hogwarts
53. Un amor no correspondido
54. El regreso de Nick
55. Un secreto más
56. El arranque
57. Nadie salvó a la princesa
58. Los mensajes de voz
59. "Fuimos un error"
60. "Solo un amigx"
61. ¿Por qué Jennifer es tan... sospechosa?
62. El cuartel general
63. Desastre
64. Culpable
65. Las cartas de Jennifer
66. Sacrificio
67. Desgracias
69. ¿Villanos?
━━ epílogo
Final alternativo
AGRADECIMIENTOS

68. En su búsqueda

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By nicoagain

—Te quiero —le dijo Hermione a Harry antes de salir de su habitación e ir a la suya propia.

Le dolía la cabeza todavía, había sido una noche bastante larga y movida que ahora lo único que su cuerpo necesitaba era un largo descanso.

Habría preferido quedarse a vigilar los pasillos para asegurarse que todo estuviera en orden, pero algo le decía que sus piernas no le responderían por mucho tiempo.

Para cuando pasaba arrastrando sus pies por uno de los pasillos que llevaban a la habitación que le habían asignado, observó la figura de Ron parada frente a un gran ventanal.

Hermione se odiaría a sí misma si no iba a su lado y se disculpaba por su mal comportamiento. Avanzó a paso lento y luego se detuvo junto a él, dándose cuenta que lo que Ron miraba era la sala donde encubaban a los recién nacidos.

Solo que el pelirrojo no observaba una cuna normal, sino un gran cilindro que se hallaba al final. Hermione nunca había visto algo igual y eso la hizo fruncir el ceño. Era prácticamente un útero materno, solo que las diferencias eran obvias y su alrededor era de cristal, dejando ver a la pequeña criatura que aún se mantenía dormida y que apenas se desarrollaba.

—¿Sabes cómo la vas a llamar? —preguntó Hermione luego de unos segundos.

Ron dio un pequeño salto, al parecer no había notado su presencia hasta ese momento. Giró su mirada hasta ella y fue entonces cuando Hermione pudo ver las enormes bolsas negras bajo sus ojos.

—No lo sé —murmuró él con voz ronca, se notaba que no había dormido ni siquiera un poco—. A Jennifer siempre le gustó el nombre Atenea porque así se llamaba su hermana. Supongo que será ese.

Hermione se mantuvo muy quieta, casi como si un balde de agua helada le hubiera caído encima. Sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral y siguió mirando a Ron, expectante.

—¿Jennifer tenía... una hermana?

Y al parecer se llamaba Atenea. El nombre que la madre adoptiva de Jennifer había estado repitiendo una y otra vez.

Ron asintió distraídamente.

—Murió cuando tenía nueve años —dijo—. Era su gemela. Hubo un derrumbe en su escuela muggle y ella ya no pudo salir con vida.

La morena se quedó sin habla por unos momentos, pensando. Eso explicaba por qué la mujer también había dicho que ya no había manera de recuperar a Atenea. Era porque había muerto hacía años. Y eso también le hizo entender el por qué se había mencionado algo sobre un «sacrificio tan grande como el de Harry Potter».

De alguna retorcida forma, se intentaba revivir a Atenea; si eso era lo que sus libros de necromancia le hacían en conclusión.

Por un segundo, consideró decírselo a Ron o al menos preguntarle para asegurarse si siquiera él lo sabía. Pero luego se detuvo. ¿Qué diferencia habría?

—Lo lamento —se escuchó a sí misma murmurar ante Ron, obligándose a apartar el tema rápidamente—. Eso debió ser horrible para Jennifer.

—Lo fue. Iban a la misma escuela que Harry de pequeño, ¿lo sabías? —preguntó y ella negó—. Yo tampoco, y mucho menos Harry.

—Ni siquiera sabía que Harry hubiera ido a una escuela muggle —murmuró. Sabía que Lily Potter era hija de muggles, pero según Hermione, Harry había sido criado en todo el ambiente mágico, así que no contaba con que Lily lo hubiera hecho asistir a una escuela muggle.

Ron asintió.

—Me enteré un poco antes de salir de Hogwarts. Fue... una conversación extraña.

Hermione, sintiendo que había prolongado demasiado su intento de disculpa, se aclaró la garganta y se giró a mirarlo con la esperanza de que él también la mirara a ella.

—Quería pedirte disculpas —comenzó en voz baja—. Mi actitud no fue la mejor y estoy de acuerdo en que saqué conclusiones demasiado rápidas y eso me llevó a ser muy estúpida e impulsiva. Lamento haber dicho todas esas cosas sobre Jennifer.

Ron por fin se giró a mirarla. La observó unos segundos en silencio y luego sus labios le regalaron una sonrisa de boca cerrada antes de encogerse de hombros.

—No importa —replicó, casi restándole importancia—. Así eres tú, siempre buscas algo que no te de confianza para mantener seguros a los que te rodean. Sabía que alguno de ustedes dudaría de Jennifer cuando se enteraran que era una Lestrange. Por eso nunca les conté la razón del por qué terminamos en un principio, ¿recuerdas? Te dije que ustedes la odiarían apenas se enteraran y que yo no quería eso. Bueno, era esto y algo más, pero eso realmente prefiero que se quede solo conmigo.

—Está bien, estás en tu derecho —consoló Hermione, acercándose con cautela para darle un leve apretón a su brazo, dándole una sonrisa débil—. De igual manera no debí irme de esa manera contra ella, fueron mis inseguridades, y todo aumentó cuando encontré esas cartas y...

—¿Cartas? —preguntó Ron, frunciendo el ceño y ligeramente angustiado.

Hermione asintió.

—Jennifer tenía unas cartas escondidas en su habitación. Perdón por entrar a fisgonear, yo solo...

—¿Cartas de quién? —interrumpió.

—Mortífagos. Al menos eso parecía —contestó. Miró la reacción de Ron, y por la manera en que suspiró tan profundo y el cómo sus músculos se tensaron, se dio cuenta que él ya lo sabía—. ¿Qué pasa con ello?

—Nada —dijo—. Solo que creí que había dejado de suceder. Larga historia, Hermione, realmente ahora estoy muy cansado para explicarte.

Ella no quiso insistir porque sí se veía muy cansado; además, no era de su incumbencia, por más curiosidad que tuviera.

Pasaron en silencio unos minutos, ambos disfrutando de la compañía del otro hasta que Hermione decidió que su cansancio ya no podía más. Le dijo a Ron que él también debía ir a dormir unas horas pero insistió en que quería quedarse ahí un tiempo más. Ella no tuvo más remedio que ceder y luego se alejó para posteriormente ir hasta su habitación.

Pidió un teléfono para llamar a sus padres, y se encontró con que ellos estaban bien. Habían salido de la ciudad desde dos días atrás, y todo lo que ella había escuchado por el teléfono la noche anterior había sido planeado por mortífagos con el único objetivo de ponerle los vellos de punta.

Su cuerpo cayó dormido apenas tocó la camilla, e incluso se olvidó de lo incómoda que esta era. Por fin pudo descansar después de tantas noches en el cuartel donde todo lo que pensaba era si los atacarían por las noches.

•••

La dieron de alta desde las diez de la mañana, pero ella despertó casi a las cuatro de la tarde. Para cuando lo hizo, Ginny también ya había sido dada de alta, Neville y Amelia ya no estaban, y Ron al parecer por fin había decidido ir a casa para darse un merecido baño.

Harry seguía hospitalizado, pero Ginny no se había ido de su lado en ningún momento, así que Hermione confió en que estarían bien y decidió ir al cuartel por sus cosas y luego a su departamento.

Cuando llegó a este, se aseguró de que Amelia estuviera dormida en su habitación y luego fue hasta la suya: la cual olía a húmedo y guardado, pero seguía igual de ordenada y limpia como la había dejado antes.

Fue hasta su cama y se sentó, acariciando la tela de la colcha solo unos segundos antes de que se diera cuenta de algo que no había estado en su habitación antes de irse.

Justo en el buró a lado de la cama había un sobre color beish con unas palabras escritas encima. Frunció las cejas y lo tomó en manos, leyendo:

Por favor no abras esto hasta después de las diez de la mañana.

Ella pudo reconocer inmediatamente la delicada caligrafía de Draco, lo que la hizo más curiosa y se apresuró a abrir el sobre para mirar el contenido.

Hermione:

Ser traicionado por la persona que amas realmente duele, pero traicionar a la persona que amas duele igual, o probablemente más. Lo siento por todo lo que causé, desde un principio hasta un final. Si alguna vez quise hacerte daño, entonces me odio desde ese entonces.

Me voy, y esta vez mi intención es no volver. No más intentos, no más traición, no más mentiras o engaños. No más nosotros. Siempre fuimos una pareja bastante disfuncional, para ser sinceros, aunque me gustaba creer que podríamos funcionar.

Pero eso era tener expectativas muy altas. Tú y yo no funcionamos, una vez lo dijiste. Pero me hubiera encantado hacerlo, porque eres y serás la única persona capaz de hacerme realmente feliz, más ojalá pudiera ser igual contigo.

Un día te miré dormir, amaba hacerlo. Pero ese día en específico, me concentré en observar la manera en que te relajabas al dormir, la manera en que parecías apagar tu caparazón y solo disfrutar de un sueño, tan cómoda y tan pacífica. Y me hizo preguntar si algún día tú podrías estar así conmigo sin la necesidad de estar dormida o de que simplemente estuviera lejos de ti.

Pero todo eso ya no importa ahora, porque me estoy rindiendo, y eso no te lo mereces. No debí haber creído que podría destruirte, no debí haberte mirado a los ojos y verte reír aquel día porque lo único que iba a pasar era que me enamoraría de ti y que me daría cuenta que sería imposible destruirte.

Porque fuiste tú quien me terminaste destruyendo a mí. Hasta la última capa.

Lamento haberte hecho daño, e incluso lamento haber dicho el paradero de Potter. Nada habría pasado si hubiera mantenido mi boca cerrada, es solo que no podía imaginarme una vida sin ti, y eso me hace egoísta.

Pero ya no más. Mamá solía decir que mantener a veces duele más que soltar, refiriéndose a papá. Creo que es hora de seguir su consejo, por más cobarde que parezca.

Te amo, de eso no tengas dudas. Pero tú no mereces un amor tan débil como el mío.

Dicen que las personas más frías, aquellas que parece que no les importa nada, son las que guardan mundos de sentimientos dentro. Ojalá algún día encuentres a una persona que no tenga que ocultar nada y grite a los cuatro vientos lo mucho que te quiere.

Tu idiota,
Draco.

Hermione releyó la carta una y otra vez para creer lo que venía escrito. Todavía no podía entender por completo, su mente parecía apenas captarlo.

¿Draco se había ido? ¿Por qué? ¿Cuándo?

Pensó en qué hacer, pensó y pensó, y hasta el último momento recordó algo que probablemente podría ayudarla.

Corrió hasta su librería y buscó en el estante que estaba detrás. Atrajo su varita para abrir el pequeño compartimiento y luego sacó la pequeña cajita que había dentro. Una que alguna vez creyó prudente deshacerse de ella pero ahora parecía su única alternativa.

Sacó el anillo y lo observó unos segundos antes de ponérselo.

Si lo hubiera hecho unos años atrás, o incluso unos meses atrás, habría sentido una calidez recorrer su mano apenas se pusiera el anillo. Pero ahora... Ella no sentía nada. Ni siquiera el más mínimo rastro de vida alguna en el otro lado.

Como si el otro anillo que pertenecía a Draco ya no existiera.

Aún con ese pensamiento estrujando su corazón, ella lo intentó. Se acercó el anillo a su pecho.

—¿Draco? —llamó, pero se sentía como si estuviera hablando sola—. ¿Estás ahí? Por favor responde. No tienes derecho a irte de esa manera, no diste ninguna buena explicación y... ni siquiera te despediste.

Esperó unos segundos, tal vez con la esperanza de que él le contestara. Pero el anillo siguió en silencio y todavía sin sentir esa calidez recorrerla.

—Draco, responde —llamó de nuevo, caminando hasta la cama para sentarse. No dejó de mirar el anillo y siguió hablando—: Te dejé ir porque creí que enfrentar a tu padre era algo que necesitabas hacer solo, pero de haber sabido que te iba a ir tan mal y que ibas a querer alejarte de mí, habría estado a tu lado, lo prometo. No te vayas, por favor... No quiero que te vayas.

Había empezado a lloriquear. Cosa que no quería pero ya era imposible de evitar. Bajó la voz en caso de que Amelia pudiera despertar, y apretó la mano donde tenía el anillo.

—Te amo también —le susurró—, y tal vez tengas razón en que somos una pareja muy disfuncional, pero aún así me gustaba lo que éramos. Podíamos hacer que funcionara... Si me escuchas, por favor vuelve, o al menos hazme saber que lo harás algún día. Dime si debo esperarte o no, solo no dejes esto así, no es un buen final.

No supo qué más decir. Miró el anillo y esperó a que hubiera una mínima respuesta, pero aún así hubo nada. Se recostó en la cama hecha un ovillo y mantuvo la mano donde tenía el anillo junto a ella, como si eso le hiciera sentirlo más cerca.

Lo miró y lo miró, pero pasaron las horas y entonces ella cayó dormida.

Pasaron los días, y a pesar de que Draco nunca le contestó por medio del anillo, ella lo intentó de otras formas; desde enviando decenas de patronus, hasta cartas e incluso hechizos de rastreo. Cosa que, Amelia había dicho era algo obsesivo pero ella ignoró.

Pero de igual manera nada funcionó.

No tenía idea de dónde se encontraba ni tampoco si volvería. De todas maneras siguió buscándolo.

Pero aún después de siete meses, Hermione no recibió ninguna respuesta por parte él. Era como si Draco hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.

•••

—Ven aquí, Atenea —mimó Hermione al tiempo que estiraba sus brazos para cargar a su ahijada.

La pequeña rubia era idéntica a su madre, y aunque apenas tenía un mes de nacida (aunque sonara extraño), podía notarse lo hermosa que era. Hermione la arropó con cuidado entre sus mantas y la meció con gentileza mientras la bebé dormía tranquilamente.

Ron tenía una expresión embobada mientras veía a su hija dormida, y Hermione nunca antes lo había visto tan feliz.

Era extraño cómo él podía ser tan paternal. Nunca lo imaginó de esa forma, pero ahora se daba cuenta que en realidad siempre había sido así solo que ella no lo había notado. Después de todo, Ron siempre era el que regañaba a Ginny o a Hermione cuando hacían algo malo; como aquella vez que se drogó por accidente y la miró como si estuviera decepcionado de ella.

—¿Sabes? —dijo Ron—. Tú y todos la ven muy tierna, pero no deja dormir nunca. ¿Ves estas ojeras? —preguntó, apuntándose a sí mismo—. Son por culpa de ella.

Hermione sonrió, rodando los ojos.

—Puedo asegurar que aún así la quieres.

Ron levantó la mirada de Atenea y luego miró a Hermione, soltando una pequeña risa cautelosa.

—Claro que sí. Mi imagen es lo que menos importa en estos momentos —dijo y ella le alzó una ceja. Ron bufó—. Oye, tú también tendrías estas ojeras si tuvieras una hija que no te dejara dormir.

Hermione arrugó la nariz.

—No está en mis planes tener hijos —dijo, bajando la mirada a Atenea. A pesar de que la bebé era hermosa, ella sabía que tener hijos le quitaría mucho tiempo y responsabilidad, cosa que interfería en su plan de vida.

Ron sonrió de lado.

—Sí, bueno, si algún día quieres, merezco ser el padrino así como tú eres la madrina —replicó y ella sonrió, negando con la cabeza. Se quedaron en silencio, y mientras Hermione miró a la bebé, observando sus pequeños rulos rubios y sus largas y rizadas pestañas—. Se parece mucho a ella —dijo después.

Él se mantuvo callado unos segundos, luego también miró a Atenea.

—Lo sé —dijo, asintiendo—. Veo a Jennifer todos los días en ella.

—Sí, a veces también yo —coincidió Hermione, sonriendo. Luego alzó la mirada hacia Ron y alzó una ceja—. Aunque tiene tus ojos.

La mesera llegó pocos minutos después y les tomó la orden. El restaurante estaba un poco vacío por lo que el ruido no era problema para Atenea, y ella seguía durmiendo tranquilamente en su cunero mientras Ron y Hermione comían.

—¿Has tenido noticias sobre Malfoy? —preguntó Ron después de unos minutos.

Hermione negó con la cabeza al tiempo que se llevaba otra porción de su espagueti a la boca. Ella había intentado por tantos medios contactarse con él que ahora incluso se había rendido en su búsqueda.

—Creo que debo comenzar a aceptar que nunca más lo volveré a ver —murmuró luego de tragar el bocado, con la mirada baja y sin mirar a Ron.

No le apetecía ver su lastima. Luego de que Draco la dejó, todos parecían mirarla así y ya estaba harta.

—¿Te has rendido? —preguntó él en voz baja.

Hermione suspiró, indiferente y encogiéndose de hombros.

—Él se rindió —respondió con tranquilidad—. Prefirió irse en lugar de enfrentar sus problemas. ¿Por qué yo no puedo rendirme? Tengo derecho.

—Porque eres Hermione Granger —replicó Ron como si fuera obvio—. ¿Desde cuándo tú te das por vencida con algo?

Ella lo miró solo unos segundos y luego bajó la mirada de nuevo. Moviendo su spaguetti de un lado a otro, ahora sin mucho ánimo.

—No lo sé. Solo sé que es así —contestó—. Habíamos quedado en que podríamos restaurar nuestra relación poco a poco, pero de un día para el otro él solo se fue y ni siquiera me dio una explicación razonable. Tal vez yo le haya reprochado muchas cosas, pero... —Volvió a suspirar, rendida—. Puede que eso haya sido la razón por la cual se fue.

Ron alzó una ceja.

—¿Porque tú le hayas reprochado cosas? —preguntó, incrédulo—. ¿Desde cuándo no lo hacías y él aún seguía ahí de terco? Nunca había visto a una persona que, por más que le dijeran que se fuera, siguiera ahí. Ese era Malfoy.

Ella se encogió de hombros, ignorando lo que dijo.

—Tal vez solo se cansó. Todo mundo se cansa en algún momento.

—No lo creo. Al menos no por parte de Malfoy.

—Si no fuera así, ¿entonces dónde está, Ron? ¿Por qué se fue sin darme una buena explicación? Ni siquiera dijo adiós... He intentado contactarlo durante siete largos meses y sigue sin haber el mínimo rastro de él. Tal vez solo deba aceptar que esto terminó desde el día que se fue —ella continuó, mirando a Ron con tristeza y ambos ajenos a la nueva pareja que acababa de entrar al restaurante—. Puede que él ya haya conocido a alguien más y tal vez por eso no conteste mis cartas.

O cualquier otro intento de conectarlo que hice.

Bajó la mirada y enrolló su tenedor en su espagueti para llevárselo de nuevo a la boca.

—Créeme que él no ha hecho eso —terció una nueva voz y, cuando Hermione alzó la cabeza para ver a quién pertenecía, se atragantó con su comida.

Ron se apresuró a acercarle el vaso de té y ella lo tomó para pasar la pasta con un áspero movimiento. Agarró una servilleta para limpiarse la boca y luego levantó la vista.

—Pansy —saludó, y luego observó a la castaña que iba a su lado—. Supongo que tú debes ser Jane...

La mencionada asintió con la cabeza. Se acercó hasta Ron y lo obligó a deslizarse en el sofá para poder sentarse. Pansy hizo lo mismo pero del lado de Hermione.

El ambiente incómodo se hizo presente demasiado rápido.

—Bueno... —murmuró Pansy—. Estamos aquí. La última vez que nos vimos fue... ¿cuándo?

—Cuando me contaste sobre... —intentó Hermione, pero la azabache la interrumpió con un murmullo.

—Oh. Ya, lo recuerdo.

—Sí —murmuró también Hermione, notablemente incómoda. Jane, en cambio, había olvidado por completo la conversación y se había acercado a Atenea para hacerle cariños sin importarle que esta estuviera dormida. Hermione regresó su mirada a Pansy, queriendo terminar eso cuanto antes—. ¿Qué hacen aquí? —preguntó entonces.

—Vengo ordenar la vida de Draco —respondió, alzando la mano para robarle una papita frita al plato de Ron—. Está siendo una patada en el culo y ya estoy harta de arreglarle sus problemas.

Hermione frunció el ceño, sin entender.

—Espera, ¿tú sabes dónde está? —preguntó, alzando ambas cejas.

—Por supuesto. Draco es muy predecible. El idiota no sale de los países fronterizos: está en Gales.

—¿Cómo lo sabes?

—Duh, porque venimos de allá, tarada —respondió Jane—. Sin ofender —añadió cuando vio la mirada reprochante que Hermione le dirigió.

—Es cierto —terció Pansy—. Tardamos unos meses en poder hallarlo pero al final lo hicimos. Nos quedamos con él unas semanas, y esas fueron las suficientes para que nos hiciera desear no haberlo encontrado. Granger, no tienes ni una maldita idea de cuánto te quiere. Ya nos tiene harta, todo lo termina relacionando contigo y nos jode cada día con su arrepentimiento de todo lo que hizo.

Hermione frunció el ceño, aún sin dar crédito a sus oídos.

Todos esos meses, Draco había sido como un fantasma para ella, y ahora, repentinamente, tenía noticias sobre él, y no unas sencillas.

—Nosotras le dijimos que debía volver a buscarte —continuó Pansy—, pero él siguió diciendo lo mismo de que probablemente tú ya habías encontrado a alguien más y que no quería volver a arruinar tu vida. Completamente ridículo y patético, si me lo preguntas.

—¿Pero es que acaso no recibía mis cartas? —preguntó Hermione, mirándola con confusión—. En ellas era obvio que no estaba con nadie. Casi le gritaba que era hora de que volviera.

—Draco ni siquiera las leía —respondió Jane esta vez, mirándola solo un segundo antes de volver a Atenea y seguir hablando—: Creía que con solo ver tu escritura tendría la tentación de volver y por eso se deshacía de ellas apenas llegaban. Por lo general, las quemaba. Aunque otras las mantenía cerca, pero nunca les leía.

—También usó un hechizo para que tus patronus dejaran de aparecer por la casa. Otra idiotez —murmuró Pansy, esta vez atrayendo por completo la bandejita de papas fritas de Ron para empezar a comérselas, ignorando la mirada molesta que este le arrojó—. Pero como digo, ya nos tiene completamente hartas. Le hemos estado reprochando una y otra vez que venga a verte para que así arreglen todo este maldito drama de una vez, pero él sigue sin ceder.

Hermione se sintió ofendida ante ello, por alguna razón. Se encogió de hombros, esta vez aplastando sin querer su spaguetti con el tenedor.

—Sus razones tendrá.

—Maldita sea —Jane rodó los ojos—. Draco está jodidamente enamorado de ti, ¿no lo entiendes? Solo que no quiere volver porque cree que estás mejor sin él... —De repente frunció el ceño—. Por Merlín, creía que tú eras la inteligente, ¿por qué no lo captas?

Hermione le dirigió otra mirada molesta. Algo le decía que ni en esta ni en otra vida se podría llevar bien con Jane.

—Escucha —intervino Pansy antes de que ambas comenzaran una guerra de miradas—, hemos intentado de muchas formas que él regrese a ti y deje de ser un maldito dolor en el trasero, pero sigue creyendo que si lo hace, arruinará todo de nuevo. Así que Jane y yo, tenemos la esperanza de que tú tengas un poco más de cerebro y no dejes que tu orgullo y ridiculez moral te ciegue. Nos harías un gran favor si nos quitas de encima al Draco depresivo y nos regresar al divertido y sarcástico.

Hermione abrió la boca un poco sorprendida, ahora con una nueva energía inyectándose por cada una de sus venas. Era extraño, pero así lo sentía incluso cuando todavía no tenía nada certero.

—Pero, y si él no...

—¡Ay, por favor! —chilló Jane con cansancio—. ¡Se aman! ¡Dejen su maldito orgullo atrás y vuelvan! ¡Te lo suplico! ¡Me tiene harta con su «Hermione solía usar esto...»!

Ron soltó una carcajada, que rápidamente fue callada por la mirada reprochante de las tres chicas. Él acercó más el cunero de Atenea como si tuviera miedo de que de sus miradas saliera lacer y lastimara a su pequeña.

—Entonces —llamó Pansy—, ¿irás?

Hermione tragó saliva, sintiéndose nerviosa de repente. Buscó con la mirada a Ron y, cuando vio el asentimiento aprobatorio de este, supo qué era exactamente lo que debía de hacer.

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