Cuarentena

By fuckingOT

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Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 28: No me llames amiga

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By fuckingOT

ALBA POV

Cojo aire con fuerza y lo suelto en un suspiro notando cómo empiezo a despertarme con la agradable sensación de cuando has dormido genial y te levantas totalmente descansada. Sin abrir los ojos, me acurruco bajo las sábanas aprovechando el calorcito acumulado que cada día que pasa hace menos falta porque nos acercamos ya al buen tiempo.

Notando en la cara el sol que entra por la ventana, que se quedó con la persiana a medio bajar, acabo por abandonar completamente el sueño, aunque me resisto a abrir los ojos y salir de la cama. Con mis sentidos despiertos del todo por fin, siento un olor que no estoy acostumbrada a tener en mi cama pero que no me cuesta reconocer, y eso hace que de golpe acudan a mi mente los recuerdos de anoche. ¿Por eso he dormido tan bien?

Sin ni siquiera ser consciente de la sonrisa que se instala en mi rostro sin poder evitarlo, abro los ojos y me doy la vuelta para ver a la morena al otro lado de mi cama, pero tan rápido como ha venido, la sonrisa desaparece al darme cuenta de que ahí no hay nadie.

Frunzo el ceño extrañada y un segundo después noto que me enfado un poco conmigo misma por sentirme ligeramente decepcionada. No debería importarte, debería darte igual que no se quedara. Vuelvo a pensar en anoche cuando me quede dormida, y realmente no me acuerdo bien de cuando fue, ya que estaba tan cansada que debí tardar un par de segundos en caer rendida. Ella fue al baño... ¿y luego?

Me acuerdo cuando le dije que volviera después porque me apetecía seguir estando un rato con ella y no quería que pensara que por mí se tenía que marchar ya a su habitación, pero cuando me puse la camiseta y me volví a tumbar debió ser el momento en el que me dormí, porque no soy capaz de acordarme de ella volviendo del baño. O no me acuerdo porque en realidad no volvió, pienso mirando de nuevo el hueco vacío a mi lado en la cama.

Decido no darle más vueltas al asunto y levantarme para coger unos pantalones cortos y ponérmelos antes de salir al pasillo. Mientras los busco en el armario, me giro para mirar el reloj y comprobar que son más de las once de la mañana. Con razón he descansado tanto. ¿Qué pasó con el deporte de hoy? Cuando estoy lista salgo del cuarto y voy hacia donde estoy escuchando a Natalia en la cocina.

Atravieso la puerta para encontrarme con su figura sentada en uno de los taburetes, con el desayuno casi acabado sobre la barra de la cocina que usamos de mesa.

– Hola – saluda sonriendo cuando me ve entrar.

– Buenos días.

Dejo un beso en su mejilla y rodeo la barra para ir al armario a coger una taza.

– No te he hecho nada porque no sabía a qué hora te ibas a despertar, pero he dejado café hecho por si quieres.

– Vale, no te preocupes, ahora me hago yo algo.

Me preparo unas tostadas, cojo el café que me ha dejado y me siento frente a ella para comer, notando cuando ya tengo el desayuno delante, el hambre que tenía.

Doy el primer mordisco y mientras mastico, miro de reojo a la morena que está mirándome fijamente con una pequeña sonrisa divertida en su cara, pero no me dice nada. Tras unos minutos en los que yo sigo desayunando bajo su atenta mirada, no aguanto más el silencio al que tan poco acostumbrada estoy cuando comemos juntas.

– ¿Qué pasa? – digo al ver que no piensa decir nada.

– Nada.

Aparta la mirada hacia abajo aún sonriendo como si supiera algo que yo no, lo que me hace de rabiar. Sigue en silencio unos segundos más hasta que vuelve a hablar, intentando disimular la sonrisa tras su taza que ya debe estar vacía pero que no suelta.

– ¿Has dormido bien?

Su pregunta me extraña y siento que hay algo de lo que no me estoy enterando, aunque pensándolo bien, tiene pinta de que Natalia solo busca vacilarme, tiene en su cara ese tipo de sonrisa, aunque quiera esconderla. Probablemente se querrá meter conmigo llamándome marmota por haberme quedado dormida ayer. Mierda, ya me va a tocar aguantar sus comentarios burlones todo el día.

Sin saber lo equivocada que estoy por las intenciones de la morena al hacerme esa pregunta tan aparentemente inocente, me decido por hacerme la digna y no dejar que me pique con sus bromas como venganza por haber sido la que cayó redonda a la primera. Igual quería seguir y se tuvo que ir a su cuarto después de la primera y única ronda porque yo no aguanté más.

– Estupendamente, la verdad – respondo poniéndome recta en la silla y ella dirige su vista hacia mí de nuevo, apartando la taza por fin. – Estaba muy cansada de todo el día y en cuanto cogí el sueño dormí del tirón hasta esta mañana.

– Ya, muy cansada – se cruza de brazos y los apoya en la barra para inclinarse hacia mí. – Es lo que tienen los buenos orgasmos, que agotan.

Su sonrisa de suficiencia me hace querer devolvérsela, así que me cruzo de brazos también y me inclino para apoyarlos sobre la barra, haciendo que quedemos mirándonos desde muy cerca.

– ¿Y tú? ¿Cómo has dormido?

– ¿Yooo? – se señala a sí misma haciéndose la loca y un segundo después le vuelve la sonrisa. – Yo he dormido como un bebé, Albi.

– Los buenos orgasmos, que agotan.

Repito su argumento queriendo sentirme yo también responsable de provocar esa sensación en ella al igual que ella hace en mí, y al ver cómo se ensancha su sonrisa me doy cuenta de que es un poco actitud de niña pequeña. Me está buscando y como una tonta yo caigo.

La diminuta molestia que lleva en mi mente desde que me he despertado y a la que me estoy esforzando en ignorar, crece un poco más al pensar en que tendría que haber aguantado más tiempo despierta ayer para poder disfrutar de al menos un ratito de mimos, ya que por quedarme dormida se tuvo que marchar a su cuarto sin ni siquiera darme un último beso. Ugh, me está pegando lo de ponerse blandísima después del sexo.

También siento que la sensación de querer apurar ese rato con la morena viene dada por la conversación que tuvimos ayer en el baño y que, por mucho que no quiera admitirlo, no ha salido de mi mente desde entonces. ¿Empujar los límites un poco más allá? Podríamos probar por dormir juntas... Solo por ver qué pasa. En el momento en el que pienso eso, me doy cuenta que eso es lo que me pasa desde que me he levantado, que quería haber dormido con ella. Bueno, no sé por qué lo dudo tanto, si la sensación de decepción era obvia al no verla ahí al despertar. De nuevo me maldigo por ser una marmota y no haber estado consciente para convencerla con alguna excusa tonta de que se quedara conmigo.

– ¿Te vas a quedar dormida ahí sentada? – me sorprende la voz de Natalia.

– ¿Qué?

– Nada, lo digo porque te has quedado en tu mundo.

– No, es que estaba pensando en lo de ayer...

– ¿Lo de los buenos orgasmos? Por eso te estabas mordiendo el labio, ¿lo estabas reviviendo en tu mente? – de nuevo esa sonrisa divertida que tan bien le queda.

– ¿Qué? ¡No! – protesto. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. Maldito tic. – No me refería a eso. Es que ayer cuando acabamos yo... la verdad es que sí estaba cansada, y no sé ni en qué momento me quedé dormida, pero lo... lo siento, fue sin querer.

– Oye, ni se te ocurra disculparte por eso – rodea la barra para poner su taza a lavar y se queda a mi lado. – No hay ningún problema si querías dormirte, no íbamos a hacer nada que a ti no te apeteciera.

– Es que a mí sí me apetecía – contesto demasiado rápido y siento la necesidad de aclararlo para que no se note lo que me apetecía de verdad. – Una segunda ronda al menos, que yo me quedé sin poder usar mi sorpresa contigo – sonrío pícara para que cuele la mentira. Mentira a medias, porque hacérselo con el arnés... uf, nueva necesidad desbloqueada.

– Tú tranquila que seguimos confinadas, tenemos todo el tiempo el mundo – sonríe igual de pícara que yo y se agacha para dejar un beso en la comisura de mis labios.

Después se separa y se da la vuelta para marcharse, pero yo estiro mi brazo para agarrar el suyo y detenerla un momento. Se gira curiosa y yo deslizo mi mano por su piel hasta alcanzar la suya y tirar de ella para que se vuelva a acercar. Baja la mirada a nuestras manos juntas mientras deshace el par de pasos que había dado y cuando su cuerpo casi toca mis rodillas elevadas por estar sentada en el taburete, me devuelve la mirada de manera tan intensa que me hace soltar su mano como si quemara. A pesar de eso, no me achanto ante el impulso que me ha dado de sacar el tema.

– Oye, que... sé que el otro día bromeamos con lo de dormir juntas, pero... no sé... que si te hubieras quedado tampoco pasaría nada – confieso nerviosa mirando a cualquier parte menos a ella. Ante su silencio, levanto la vista hasta sus ojos en los que encuentro sorpresa, y me pongo aún más nerviosa. – A ver... que lo digo porque estaba tan dormida que ni me hubiera enterado, no porque yo... Vamos que si tú te sentías más cómoda yéndote pues no pasa nada, perfecto, solo digo que... tampoco hubiera sido algo malo... no sé...

Me obligo a mí misma a dejar de hablar antes de seguir poniéndome en evidencia, y vuelvo a fijar en sus ojos la mirada que había apartado de nuevo, encontrándome a Natalia con su labio inferior entre los dientes, pero no de una manera provocativa, sino como cuando te estás conteniendo porque no sabes si es buena idea decir lo que estás a punto de decir.

– Vale, entonces si confieso que yo también me quedé dormida y que he pasado la noche en tu cama... ¿todo bien? – si no estuviera ocupada flipando con lo que ha soltado como si nada, me hubiera dado cuenta de que ella también se ha puesto nerviosa.

– ¿Cómo?

– Me he ido esta mañana cuando me he levantado. No sabía muy bien qué hacer porque no sabía qué opinabas tú, así que... Como me he desvelado yo primero he pensado que lo mejor era irme por si acaso te parecía mal.

– ¿Por qué no me has despertado? – me doy cuenta que sin querer suena a reproche.

– Estabas tan dormida que me ha dado pena. Además, ¿para qué? Si a mí también me daba pereza hacer deporte hoy, mejor dejarte dormir un poco más, que sé lo que te gusta – bromea.

Me da más rabia que nunca tener el sueño tan profundo porque realmente no me he enterado de que ha dormido conmigo y eso hace que por alguna razón me sienta triste. Venga Alba, no es tan importante, hemos dormido juntas en otras ocasiones: las siestas, el día de la peli de miedo... Me consuelo a mí misma, pero no funciona demasiado. No es lo mismo.

Carraspeo para salir de mi pensamiento cuando noto que apoya sus manos en mis rodillas para recuperar mi atención, y fuerzo una sonrisa antes de volver a hablar.

– Bueno, es a lo que me refería, que ni siquiera me he enterado, así que no pasa nada, ¿no? – ella niega con la cabeza. – Pues eso, que si pasa otra vez... que no me voy a asustar si me despierto y estás ahí.

– Vale. Lo tendré en cuenta si se repite la situación.

– No digo que haya que buscarlo eh... pero si es sin querer... pues que sepas que a mí no me molesta.

– Vale – repite sonriendo.

De nuevo se inclina para dejar un largo beso en mi mejilla y se da la vuelta para marcharse, ahora sin ser interrumpida por mí. Me debes un despertar, Lacunza, pienso viendo cómo se aleja por el pasillo y me alegro que no se me haya escapado en alto ese pensamiento que se ha colado en mi mente sin querer.

Cuando consigo salir de mi estupor mental, me levanto para recoger el desayuno e ir a la ducha. Un ratito después, me asomo a la habitación de Natalia para pedirle la guitarra que me deja encantada, y aunque mi idea era acoplarme en el sofá, aprovecho el solecito que da en la terraza para salir allí a que me dé el aire.

Un par de horas después, con visita de Julia incluida en la que no ha hecho más que comentarios vacilones sobre lo bien que me está enseñando cierta profesora particular, dicha morena sale a la terraza para ver si quiero seguir con esas clases privadas.

– Joo Nat, gracias pero es que llevo tanto rato que ahora no me apetece mucho.

– Vale, vale, cuando quieras – se ríe quitándole importancia y cogiendo el instrumento que yo había dejado ya encima de la mesa. – Es que estaba hablando con mis papis y mis hermanos, si no, hubiera venido antes.

Pasa sus dedos por las cuerdas de manera distraída tocando acordes sin sentido que de alguna manera suenan bien mientras me cuenta con ilusión algunas cosas que le han contado sus hermanos.

– ¿Me tocas algo? – pregunto al cabo de unos minutos en los que nos hemos quedado en silencio.

– Yo te toco lo que tú quieras Alba, pero mejor entramos, que Julia puede salir en cualquier momento – se muerde el labio haciendo un repaso descarado por mi cuerpo.

– ¡Natalia! Qué idiota – me río y estiro la pierna para darle un golpecito con el pie en la suya, pero ni siquiera llego. – Siempre pensando en lo mismo.

– Es una broma súper fácil, pero no puedo no hacerla – suelta una risilla de lo más tonta que me hace sonreír. – Va, cuál quieres. Acepto peticiones.

Sin perder la oportunidad, empiezo a pedir todas las canciones que me encantan y que por supuesto le quedan genial, y nos pasamos casi una hora cantando canciones en las que yo me animo a sumarme en algunas partes con toda la vergüenza del mundo, aunque esta se reduce cuando veo a Natalia sonreír al escucharme, por mucho que haga como que no me oye o no me mire para que no me ponga roja.

Aprovecho que ha cerrado los ojos mientras canta una de mis canciones favoritas para sacar el móvil del bolsillo y grabar una historia para insta en la que muevo la cámara para que se vea el cielo soleado, mis piernas estiradas sobre la mesita y al final, a la morena cantando. Le añado la frase "la banda sonora de mi cuarentena" y un corazoncito pequeño al lado, y no dudo en subirlo.

No ha acabado la canción y ya me están llegando notificaciones de alguien que está respondiendo a la historia.

@marinareche

cómo viven algunas no??

@albxreche

podría estar peor la verdad

@marinareche

ya veo ya

oye, alguna novedad con la morena?

que me tienes desinformadita

@albxreche

novedad de que tipo?

@marinareche

del tipo

"oye Marina que ya somos novias"

@albxreche

si estás esperando eso más te vale estar sentada

porque no va a llegar nunca

@marinareche

seguimos en fase de negación

lo pillo, no pasa nada

no hay prisa

hablamos luego

Suelto un suspiro pero en el fondo agradezco que no insista, bastantes dudas hay ya en mi cabeza como para añadir la vocecita de mi hermana a las que yo solita me creo.

– ¿Todo bien? – pregunta con cierta preocupación la morena, que ya ha dejado de tocar. – Te has puesto súper seria de repente.

– Nada, mi hermana, ya sabes. En su línea con sus tonterías – sonrío para que vea que no hay nada de que preocuparse. – ¿Comemos?

Ella mira el reloj del móvil y asiente. Nos levantamos y vamos hacia dentro para preparar la comida y tranquilamente nos la tomamos, alargando la sobremesa como viene siendo habitual, perdidas en cualquier conversación que alguna de las dos haya empezado.

Cuando recogemos, me siento en el sofá para seguir viendo la serie que empezamos ayer y que me está gustando mucho, y cuando Natalia conecta la tele para ponerla, se levanta de golpe.

– ¿Qué es eso?

Se acerca hasta el mueble y se agacha para recoger un papelito que hay tirado en el suelo. Cuando lo abre y lo lee, sonríe mucho de golpe.

– ¿Qué es? – pregunto curiosa y maldita la hora en la que lo hago.

Sin dejar de sonreír divertida, le da la vuelta al papel y aunque no lo leo desde donde estoy, reconozco mi letra y el recuerdo de ayer vuelve a mi mente.

– Nat, qué vergüenza por favor. Va, tíralo a la basura.

– Yo creo que deberíamos guardarlo de recuerdo, ¿no? – bromea, o al menos espero que lo esté haciendo.

– Sí, claro.

"No puedo más – empieza a leer en voz alta y mis mejillas se encienden en un segundo. – Si consigues que en...

– ¡Natalia! – me levanto y voy hacia ella para quitárselo, pero empieza a dar vueltas alrededor de la mesa para huir de mí.

...menos de 5 minutos estemos desnudas en mi cama...

– ¡Cállate ya! – pido muerta de vergüenza.

...te enseño una sorpresa" – acaba y me mira, lo que provoca que se ensanche su sonrisa al ver lo roja que me he puesto. – No debería darte vergüenza, es para estar orgullosa.

– Mira, ya está bien. En qué momento de verdad, vaya ideas – murmuro intentando arrebatarle el papel, pero levanta el brazo y evidentemente no llego.

– A mí me parece una idea estupenda, de hecho, me da envidia que siempre tengas tú las ideas más divertidas.

– Si, en contexto estupendo, pero ahora me quiero morir – digo dando un saltito para coger el papel, de nuevo en vano.

Al ver que no llego, llevo las manos a sus costados para hacerle cosquillas y que baje el brazo, lo que hace que suelte el papel entre risas y se retuerza para que pare. Cuando me voy a agachar para recogerlo del suelo y tirarlo a la basura, es ella la que me ataca con cosquillas, haciendo que empecemos una guerra que termina rápido ya que, al andar hacia atrás, me caigo sobre el sofá con ella encima.

Nuestras respiraciones están aceleradas por el esfuerzo, lo que hace que nuestros pechos se toquen por subir y bajar con tanta fuerza. Intento levantarme antes de que me vuelva a atacar con cosquillas, pero ella es más rápida y me sujeta las manos por encima de mi cabeza. Sonriendo, se agacha un poco para acercar nuestras caras hasta el punto de sentir su aliento sobre el mío.

– ¿Sería demasiado cliché si te beso ahora? – pregunta sobre mis labios, sin rozarlos. Me encojo de hombros como si me diera igual, como si pudiera pensar en algo que no sea su boca sobre la mía.

– Prueba.

Acaricia mi nariz con la suya, y la pasea también por mis mejillas. Cuando siento que está a punto de atrapar mis labios con los suyos cierro los ojos para disfrutar de la sensación, pero lo que noto en lugar de eso es cómo se separa de golpe de mi cuerpo y se levanta del sofá.

– Nah, seguro que sí lo sería.

Dejándome anonadada me da la espalda y empieza a andar hacia el pasillo. Que te lo has creído, morena. Voy tras ella y cuando está a la altura de la puerta de mi habitación, le agarro del brazo y tiro de ella hacia dentro hasta que cae encima de mi cama, y me siento sobre su cadera.

Antes de que le dé tiempo a decir nada, me inclino y la beso con ganas en los labios. Al separarme, tiro un poco de su labio inferior con mis dientes antes de volver a hablar.

– No juegues conmigo, Lacunza, que no puedes ganar.

– ¿Cómo qué no? – con habilidad nos da la vuelta y me aprisiona entre su cuerpo y el colchón. – A mí me parece que tenerte así en la cama es ganar.

Es ella ahora la que empieza un beso un poco más lento pero mucho más sensual, de esos que sientes en cada célula de tu cuerpo y no quieres que acaben. Libera mis labios para descender los suyos por la piel de mi cuello, tan sensible como siempre a sus besos que se centran en los lugares adecuados, más que conocidos a estas alturas por la morena.

– ¿Desde cuándo necesitas estas artimañas para que acabemos así? – intento usar un tono divertido para centrarme en otra cosa y no dejar que se empiecen a escapar los jadeos de mi boca. No puede ser que me encienda tan rápido, malditos besos húmedos y maldita lengua juguetona.

– Solo quería asegurarme de que tú también querías – dice haciéndome sonreír sin ningún motivo concreto.

Tardo un rato en responder, distraída por sus labios atrapando el lóbulo de mi oreja y su lengua saliendo a pasear por la zona. Noto también su mano introducirse bajo mi camiseta y empezar un lento recorrido de caricias hacia uno de mis pechos.

– Ya, seguro. Lo que pasa es que eres una provocadora.

– Me gusta ver el deseo crecer en tus ojos.

A la vez que dice eso, se separa para mirarme mientras pellizca con sus dedos mi pezón y ejerce fuerza en mi centro con el muslo que ha colocado entre mis piernas, y estoy segura de que deseo es lo único que está viendo en mis ojos ahora mismo, mientras yo no me resisto y dejo que oiga mi primer gemido.

– Te vas a enterar, Nat. Te voy a pillar desprevenida en cualquier momento y de verdad que te vas a enterar.

– Una amenaza de lo más apetecible, si te soy sincera – sonríe antes de volver a torturar mi cuello con sus labios. Esta batalla la ha ganado ella. – Además, no cuentes con el factor sorpresa, me sé todos tus trucos.

– No estaría yo tan segura, amiga – se me escapa por primera vez el apelativo que tan cuidadosamente he tratado de evitar a la hora de referirme a la morena.

Ella se aparta de golpe y me mira unos segundos a los ojos con gesto serio, para después continuar el recorrido de besos por mis lunares mientras habla con tranquilidad.

– No me llames amiga – el ligero mordisco que me da me hace levantar la cadera para buscar su contacto.

– ¿No quieres ser mi amiga? – aprovecho para tantear el terreno y aclarar alguna de las muchas dudas de mi cabeza.

– No.

– ¿Y eso por qué? – insisto tras su rápida y contundente respuesta.

Me retira con lentitud la camiseta y se aparta ligeramente para hacer lo mismo con la suya, deshaciéndose también de sus pantalones cortos para quedar sentada sobre mí únicamente con unas diminutas bragas blancas.

Sin desviar su mirada de mis ojos, busca mis manos con las suyas y las lleva a sus hombros. Desde ahí las dirige lentamente hacia abajo, hasta que me hace cubrir sus pechos.

– ¿Los notas duros? – pregunta haciéndome rozar sus pezones con la palma de mi mano.

Yo asiento sintiendo que su mirada fija me quema, o al menos, sé que está haciendo que me caliente. Sin apartarla, sigue guiando mis manos hacia abajo, rozando con suavidad su duro abdomen.

– ¿Notas mi piel erizarse?

Yo vuelvo a asentir y tengo que forzarme a tragar saliva porque se me está quedando seca la garganta, a diferencia de otras partes de mi cuerpo que son débiles a esa intensa mirada que no se mueve. Desliza aún más mis manos hacia abajo, pero se salta la zona cubierta por su ropa interior para bajar de golpe a sus rodillas y trazar desde ahí un camino ascendente.

Me hace tocar con suavidad sus muslos, haciendo que cuanto más suba, más hacia el interior se muevan mis manos. Pasea la yema de mis dedos por sus ingles y es el primer momento en el que sus ojos se desconectan de los míos, ya que por la sensación los ha cerrado por un par de segundos. Vuelve a abrirlos cuando mis yemas se deslizan de nuevo hacia abajo, por la parte alta de sus muslos.

– ¿Los notas temblar?

Asiento de nuevo sin fuerzas para hablar por todo el erotismo que desprende la situación y la forma en la que Natalia me está haciendo perder la cabeza al enseñarme la manera en la que su cuerpo se ve afectado por mí.

Suelta una de mis manos para apoyar su codo a mi lado y no caerse sobre mí cuando se inclina para pegar sus labios a los míos, sin besarme. Su otra mano se entrelaza con la mía y juntas las lleva por fin hasta su centro, por encima de la ropa interior.

– ¿Qué notas? – pregunta esta vez en lugar de decírmelo ella y que yo simplemente asienta.

Mi cerebro se paraliza ante la sensación, y como no respondo, ella se dedica a atrapar mis labios con los suyos, a mordisquearlos con sus dientes y a humedecerlos con su lengua, pero ni así soy capaz de decir nada.

Suelta un pequeño gemido cuando ella misma ejerce fuerza para apretar un poco más nuestros dedos contra su centro y yo, queriendo beberme ese gemido, levanto la cabeza para volver a juntar nuestros labios, pero ella se separa lo justo para que solo pueda rozarlos.

Negando con la cabeza, lleva nuestras manos aún entrelazadas hasta el borde de sus bragas y uniendo de nuevo sus ojos oscurecidos con los míos, las introduce sin dudar e insiste en que responda.

– ¿Qué notas, Alba?

Ambas gemimos cuando nuestros dedos se deslizan juntos por sus pliegues, siendo ella la que dirige en todo momento nuestras manos unidas.

– Estás muy caliente, y... y húmeda. Tienes el coño muy mojado – no me sorprende lo grave que suena mi voz.

– ¿Qué más? – pide susurrando en mi oído a la vez que empieza a mover su cadera hacia delante y detrás para aumentar el roce de nuestras manos contra su centro.

– Estás excitada, cada vez más. Te estás poniendo muy cachonda.

– Me estás poniendo muy cachonda – recalca el matiz y yo me derrito al comprobar que incluso en esta situación en la que yo no puedo ni pensar, ella tiene en cuenta la conversación que tuvimos sobre mis miedos procedentes de mi anterior relación.

– Yo no estoy haciendo nada.

– No te hace falta, y por eso no quiero que seas mi amiga, Alba, porque mis amigas no hacen que mi cuerpo reaccione de esta manera – detiene el movimiento de su cadera y saca nuestras manos de sus bragas, dando por concluido su argumento. – Además, yo no les hago a mis amigas lo que te hice anoche, ni lo que te pienso hacer ahora.

Lleva nuestras manos aún entrelazadas hasta su boca y lame nuestros dedos sin dejar de mirarme, haciendo que sea ahora mi coño el que está a punto de empezar a chorrear. Al acabar, deja mi mano sobre el colchón y lleva sus labios a mi abdomen para entretenerse un rato sobre él, sin olvidarse primero de dejar un par de besos cortos sobre mi tatuaje del corazón roto.

Cuando me recupero de la imagen de Natalia chupando su propia humedad impregnada en nuestros dedos, siento la necesidad de darle una explicación, de exculparme por haber sugerido, aunque sea sin querer, que lo que hay entre nosotras es amistad. No sé lo que es, pero no es eso.

– Se me ha escapado, no quería llamarte así. Es una expresión sin importancia.

– ¿Lo dices porque tú tampoco quieres ser mi amiga? – despega sus labios lo justo para preguntar con una sonrisa.

– No, no quiero.

– ¿Y qué quieres? – de nuevo con sus ojos sobre los míos, me lo pregunta con cierta seriedad.

Probablemente ella puede ver el miedo que me supone no estar segura de la respuesta, pero no me importa. Me concedo unos segundos para plantearme qué quiero, pero al no sacar nada en claro, me decido por responder lo único de lo que no tengo dudas ahora mismo. No es un buen momento para plantearse dilemas existenciales.

– Quiero que me hagas todo eso que estabas pensando en hacerme y, luego, quiero que te quedes aquí tumbadita mientras yo te lo hago a ti el doble de fuerte.

Una amplia sonrisa vuelve a sus labios con rapidez.

– Suena como un buen plan.



NATALIA POV

Hace dos o tres que he perdido la cuenta de cuántos orgasmos nos hemos regalado la una a la otra, pero puedo seguir todo lo que quiera si así consigo pasar con ella la tarde en la cama. Como si me supusiera mucha molestia hacer que se deshaga en mis dedos o hacerlo yo en los suyos.

En uno de los merecidos descansos que nos tomamos, Alba se acurruca contra mi cuerpo y deja caricias por mi cuello y besitos en mis hombros mientras yo paseo con suavidad mis manos por su espalda.

– Soy adicta a los mimos post sexo. ¿Crees que necesito ir a terapia? – pregunto hundiendo la cabeza en su cuello y haciéndole cosquillas. Ella suelta una carcajada que provoca una sonrisa en mi rostro como es habitual. Una cosa va unida a la otra y ya no hay vuelta atrás.

– Eres el nivel extremo de ponerte blandita, pero creo que aún no eres digna de estudio.

– Mmm, puedo esforzarme más – ronroneo y aprieto nuestro abrazo para intentar pegar nuestros cuerpos más de lo físicamente posible, ganándome una nueva risa por su parte.

No añade nada más, simplemente se queda en esa posición, abrazándome y haciendo que los recuerdos de anoche y esta mañana regresen a mi mente.

Flashback

Joder qué lío. Y ahora, ¿qué hago?

Observo por unos segundos más su carita medio aplastada contra la almohada y no soy capaz de resistirme a meterme de nuevo en la cama. Solo me quedo cinco minutos y luego me voy. Si se despierta y se enfada yo me hago la loca diciendo que también me he quedado dormida sin querer.

Con cuidado me tumbo a su lado, cerca pero dejando cierto espacio entre nuestros cuerpos. Ese espacio, sin embargo, dura bien poco cuando Alba estira el brazo y lo pasa por mi abdomen para acercarse a mí, sin tardar más que unos segundos en acurrucarse contra mi cuerpo y apoyar su cabeza en mi hombro.

Tengo que esforzarme por controlar mi emoción al ver su respuesta, ya que estoy segura de que está dormida profundamente y no se entera de nada. Relájate Natalia, pienso al notar mi corazón acelerarse, eres como un oso de peluche y ya está, cero implicación emocional por su parte en esta acción.

A pesar de ser consciente de eso, no puedo no sonreír como una boba al pasar mis brazos por su cuerpo para abrazarla e intentar que no se separe de mí ni en sueños. Mi movimiento hace que ella se revuelva un poco, rozándome sin darse cuenta el pecho. Ups, igual debería haberme puesto una camiseta.

Me olvido de eso cuando me relajo un poco y disfruto de la sensación tan agradable que supone tener a Alba entre mis brazos, tanto, que acabo quedándome dormida.

Al abrir los ojos de nuevo me doy cuenta de varias cosas. La primera es que el sol que se cuela por la ventana me da de lleno en la cara, por lo que los cinco minutos que me iba a quedar se me han ido tanto de las manos que ya se ha hecho de día. Lo segundo que noto es que he dormido genial, y me siento más descansada que en muchos días. Lo último de lo que me doy cuenta y que hace que aparezca en mi cara la primera sonrisa del día, es que Alba pegada a mi cuerpo, aunque ahora se ha dado la vuelta y me da la espalda, hay el mismo escaso espacio que había anoche.

Mi brazo rodea su cintura para abrazar su abdomen, y ella está agarrada a él como si de un salvavidas se tratase. También noto nuestras piernas entrelazadas y su culo desnudo por habérsele subido la camiseta hasta la cintura, encajado contra mi cadera. Ni tan mal despertarse así.

Levanto un poco la cabeza para alcanzar a ver en el reloj de su mesilla que son cerca de las diez de la mañana y como supongo que a Alba aún le queda un rato para despertarse, decido que lo mejor será que me levante ya para que no piense que hemos dormido juntas y evitar malentendidos.

Intento hacerlo con cuidado para que no se despierte pero es complicado teniendo en cuenta lo enredadas que estamos. Cuando consigo separarme sin que se entere, ella se mueve un poco y queda tumbada boca arriba, frunciendo el ceño inconscientemente al encontrarse lejos de mi cuerpo. No me pongas esa carita que me derrito.

Alargo el momento de salir de la cama para contemplar lo preciosa que está dormida, y sin poder ni querer evitarlo, llevo mi mano hasta su cara para acariciar con mimo su mejilla. Al ver que no reacciona porque ni se estará enterando, aprovecho para inclinarme y dejar un dulce beso en su frente y otro en su mejilla, apreciando con mis labios lo suave que es su piel. Ojalá poder despertarte a besos.

– Buenos días – susurro con la voz más baja que soy capaz de poner para que no se despierte.

Al cabo de un rato en el que no me muevo, vuelvo a echar un vistazo al reloj y veo que son ya las diez y media. Joder, llevo demasiado tiempo viéndola dormir, soy una psicópata.

Asustada por mi poca fuerza de voluntad para separarme de ella, consigo tras un suspiro de resignación, salir de la cama. No me giro porque sé que si lo hago voy a volver a tumbarme junto a ella, así que directamente salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí, apoyándome en esta y sintiendo como una verdad cae a plomo sobre mí.

No es que me guste, es que ya estoy encoñada.

Fin de flashback

Soy consciente de que ayer fui un poco kamikaze con la conversación que quise tener en el baño, pero fue porque tenía la esperanza de hacerla pensar. Sé que no soy solo yo la que está sintiendo el cambio entre nosotras, pero si ella era tan reacia a enfrentarse a ese cambio seguro que se estaba engañando a sí misma y prefería ignorarlo. Ahora por lo menos he hecho que no le sea tan fácil hacer como si nada, la he hecho salir de la comodidad de la mentira.

Lo que no me esperaba, y ha sido una agradable sorpresa, es que haya surtido efecto tan rápido, porque ha tardado menos de un día en admitir que quiere que durmamos juntas. No lo ha dicho tal cual, pero en el desayuno esta mañana en verdad lo estaba diciendo.

Unos besitos en mi hombro me sacan de todos mis pensamientos, y siento que Alba se mueve para salir de la cama. Cuando se separa de mí, me estiro y la rodeo por la cintura para volver a atraerla hasta mi cuerpo, provocando su risa cuando dejo un montón de besos por su cuello.

– ¿Dónde te crees que vas?

– Nat, déjame levantarme, que me estoy haciendo pis – no le hago caso y sigo con mis besos.

– ¿Y no te aguantas un poco? Eres peor que una abuela.

– Vaaa, que llevo ya un rato con ganas.

Me hace sonreír el hecho de que no haya querido levantarse antes y haya estado aguantando.

– Porfa, Nat.

Como sigo sujetándola para que se quede en la cama conmigo, se da la vuelta y me besa sin previo aviso, lo que me atonta por el tiempo justo para que suelte el agarre a su alrededor y ella se libere de mis brazos. Está claro que sabe cómo manejarme.

– ¡No puedo más! – se queja mientras se levanta y va hacia la puerta.

– Pero vuelve después ehh.

– Que síííí – me va gritando por el pasillo. – ¡Si esa es mi cama!

Yo me río al darme cuenta de que es la misma situación que ayer, pero al revés, y yo pienso estar despierta cuando vuelva. También me doy cuenta de que con tanta prisa no se ha puesto nada de ropa al salir. No estoy segura de si se va a sentir incómoda al volver, porque aunque no entiendo muy bien que se sienta así después de habernos pasado media tarde follando, si ella me dijo el otro día que se sentía insegura sin ropa pues eso es lo que cuenta.

Con eso en mente, oigo la puerta del baño abrirse de nuevo cuando termina y me doy la vuelta para que al entrar ella no esté en mi campo de visión, y siento que acierto con mi decisión cuando oigo a mi espalda cómo rebusca en el armario algo. Se tumba de nuevo a mi lado y al girarme compruebo que se ha puesto una camiseta.

Sin decir nada, coloca una mano en mi mejilla y se inclina para besarme con suavidad.

– Gracias – susurra.

– ¿Por el increíble sexo que te doy? – me hago la loca para dejarlo pasar y ella tarda un par de segundos en responder mientras me mira sonriendo.

– Sí, por eso.

El tono de su voz me confirma que se ha dado cuenta de que lo he hecho a propósito para hacer que se sienta cómoda, porque sin duda lo que me hubiera salido hacer es quedarme mirando mientras entraba de nuevo, no en plan pervertida, simplemente como quien admira la belleza de una obra de arte.

Nos pasamos lo que queda de tarde vagueando en la cama, disfrutando a ratos del placer de sentirnos de nuevo, y cuando vemos que se nos echa el tiempo encima nos levantamos para darnos una ducha, por separado, antes de cenar.

Como no hemos madrugado y estamos descansadas por no haber hecho deporte, después de cenar nos quedamos hasta tarde en el sofá viendo unos cuantos capítulos más de la serie que empezamos, hasta que sorprendentemente es a mí a la que le entra el sueño y decidimos dejarlo para mañana.

Justo antes de apagar la luz para irme ya a dormir, dos toquecitos en mi puerta llaman mi atención. La puerta se abre mientras Alba pide permiso para entrar y cuando lo hace, con un diminuto pijama que me alegro que sea la última imagen que vea antes de dormirme, protesto al ver que lleva en la mano el dichoso peluche del ratón.

– Joeee, no vale, es que se me ha olvidado. No lo he buscado ni un minuto.

– Has vuelto a las andadas, perdedora.

– Mira que chulita te pones, ya me vengaré, ya.

– Si eres súper mala jugando a esto no es mi culpa, no sé cómo decírtelo.

– Ha sido tu culpa, que me has tenido toda la tarde entretenida y claro, yo me distraigo.

– ¡Qué morro! Te recuerdo que has sido tú la que ha empezado con el juego de las cosquillas en el sofá y lueg... ¡Natalia! – se interrumpe ella misma de repente. – ¿Qué hace eso ahí?

Confusa, llevo mi mirada hasta el lugar al que señala con el dedo mientras frunce el ceño y se me escapa una carcajada al ver a qué se refiere.

– ¿Qué pasa? Yo decoro mi habitación como me da la gana – respondo con sorna.

– Naaaaat, quita eso de ahí, porfi – me mira con ojos de corderito y yo aparto la mirada rápidamente porque sé que si me lo pide así, le doy hasta mis órganos.

– No. Es mi corcho de los recuerdos y pongo en él lo que quiero – se me vuelve a escapar la risa al ver su indignación mientras ella sigue mirando el trocito de papel en el que me escribió ayer la nota, y que he recogido después de haberlo dejado caer de nuevo en el salón esta tarde, pegado en el corcho que tengo en mi habitación con algunas fotos y objetos de recuerdo.

Frunce aún más el ceño cuando ve que me sigo riendo y soy incapaz de parar al ver lo adorable que está cuando se enfurruña. Lo que yo decía, encoñada. Ella me tira el ratoncito y lo atrapo antes de que me llegue a dar.

– Te reto a que me des el papelito, y no te molestes en levantarte de la cama, que ya lo cojo yo.

– Eso es trampa Alba.

– Sabes que no – es ahora ella la que muestra una sonrisa divertida mientras se acerca para cogerlo y sé que va a acabar en la basura. – Buenas noches – dice alargando las vocales con voz cantarina mientras sale de mi cuarto.

No espero a que le dé tiempo a volver a su habitación para coger el móvil y escribirle. No tarda nada en contestar.

*yo*

lo tenía ahí para verlo cuando me levante

era un buen recuerdo y me lo has robado :(

ahora serás la culpable de mi mal humor por las mañanas

*Alba*

Nat sabes que me muero de vergüenza con estas cosas

a quién se le ocurre colgarlo ahí

*yo*

pero si nadie lo va a ver!

has desaprovechado el reto muchísimo

podrías haberme retado a cualquier cosa y eliges eso

vaya decepción...

*Alba*

ya tendré más ocasiones

con lo mala que eres...

y no se me olvida que tengo que hacerte borrar el audio de mi sueño

*yo*

ah no, ni hablar

por ahí sí que no paso

*Alba*

igual la solución es que hagas tú algo vergonzoso también

y así estamos en paz

*yo*

alguna idea?

(y que conste que no es vergonzoso nada de lo que haces)

*Alba*

no sé

piensa tú algo

y a lo mejor así logras salvar ese audio

*yo*

uf, es una buena motivación

déjame ver si se me ocurre algo

Con una idea muy clara de lo que puedo hacer para igualar la situación, salgo un momento de la conversación y busco por mi galería. Cuando la encuentro, miro un par de veces la foto para asegurarme de que me convence y me decido a pasársela.



*yo*

esto lleva un par de días por mi móvil

espero que sirva

<foto>

*Alba*

NATALIA

PERO NATALIA

me has pasado un puto nude para compensar mi audio?

*yo*

yo no te hago borrarlo

y tú no me haces borrarlo

trato?

*Alba*

tratísimo

*yo*

JAJAJAJAJA

entonces te ha gustado?

*Alba*

qué tontería de pregunta es esa?

*yo*

no sé

es que como no dices nada...

Alba que no lo parece pero a mí también me da vergu...

estoy súper roja ahora mismo

Alba...

di algo...

*Alba*

perdón es que no podía escribir

estaba babeando sobre el teclado

*yo*

JAJAJAJA

me alegro que te guste

*Alba*

la próxima menos recortada

y más enfocada

que casi no se ven los tatuajes

*yo*

la próxima?

no sé Alba...

eso sería desequilibrar la balanza otra vez

*Alba*

entonces yo me encargaré de equilibrarla de nuevo

no te preocupes

*yo*

esa es una muy buena oferta

no puedo esperar

Alba?

Albi?

ya te has dormido?

marmota...

*Alba*

nooo

perdón

es que la estaba viendo otra vez

me tiene así

🤤🤤🤤

🥵🥵🥵

*yo*

ufff Alba

ya

que no soy de piedra

*Alba*

yo tampoco lo soy

así que imagínate cómo estoy

*yo*

no, no 

yo no me imagino nada que luego no duermo

*Alba*

JAJAJAJAJA

pues entonces hasta mañana Nat

porque yo no voy a salir del bucle de la foto

*yo*

buenas noches Alba

*Alba*

buenas noches Natalia

Bloqueo el móvil, aún nerviosa por haberle pasado esa foto, y me pongo a pensar. Si de algo no hay duda es que en el plano físico y sexual me la tengo ganada, y después del día de hoy y de que admita que no le importaría dormir juntas, no puedo evitar pensar tampoco voy tan mal encaminada en todos los demás.

Me voy a dormir con los mofletes doloridos de tanto sonreír. Maldito encoñamiento.


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