La chica de intercambio ©

By ImNeli

23.4K 1.6K 203

Segunda parte de Baby, Boy! Theodore McClain es un chico dulce, inteligente y es extremadamente guapo. Las m... More

La chica de intercambio
Prólogo
01
02
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14

03

1.4K 104 7
By ImNeli

—No es lo que tú piensas. —digo de forma inmediata, levantando mis manos hasta la cara para protegerme de su blanquecino puño. Sus mejillas están incluso más rojas que antes, que es mucho decir. Se levanta, tomando la mayoría de sus pertenencias, dispuesta a irse; no sé qué rayos estaba pensando, pero tomo su muñeca evitando que lo haga—. Espera.

—No me toques. —me dice, de forma agresiva, y a la vez retira su muñeca de entre mis dedos. Siento como mi piel se eriza inexplicablemente y los latidos de mi corazón se hacen más notorios. ¿Qué diablos me pasa?— ¿Qué es lo que quieres?—pregunta más calmada con sus ojos azules posados en los míos. Es un color increíblemente hermoso.

—No era mi intención aprovecharme de ti, ¿sí? —explico—. Estabas teniendo un ataque de pánico y no sabía qué hacer. No querías mirarme y estabas muy alterada. Una vez leí que era conveniente detener la respiración y pensé que sería buena idea que...

—Basta ya, niño bonito. —Me dice, interrumpiendo cada una de mis explicaciones—. Sé perfectamente que tuve un maldito ataque de pánico, pero jamás me vuelvas a besar. Prefiero morirme.

Frunzo el ceño. ¿Por qué se ponía así por un simple beso? Creo que beso horrible.

— ¿Cuál es tu problema? —cuestiono confundido, levantándome del suelo y mirándola directamente a los ojos. Es cierto que no tenía un ataque de pánico en estos momentos, pero esa mirada seguía estando fría y sombría. ¿Cómo puede una persona no reflejar ninguna emoción?

—Nada que te importe.

Sin decir algo más, recogió un libro que yacía en la grama, justo a un costado donde estaba sentada antes, se limpió los pantalones Cargo de color negro que llevaba y caminó lejos del árbol, sin mirar atrás.

***

—La teoría del delito atiende al sometimiento de un cometido sustancialmente práctico, consistente en la facilitación de la investigación de la presencia o ausencia del delito en cada caso concreto. Ahora bien...—la profesora Ackerman se ve interrumpida por la presencia del Rector, quién había tocado la puerta con anterioridad; pero, claro está, ella no se había dado cuenta—. Señor Shepard, disculpe. No había notado su llegada.

—No se preocupe, señorita Ackerman. —escucho como algunos estudiantes susurran o ríen. Ruedo los ojos—. Buenas tardes, jóvenes.

—Buenas tardes, señor Shepard. —respondemos al unísono.

—He venido personalmente a informarles que los clubes están abiertos a partir de mañana. Si quieren inscribirse en algunos, solo deben pasar con la señorita Baker en rectoría. —me parece un tanto extraño que el rector se haya tomado la molestia de venir solo para decir que los clubes estaban oficialmente abiertos. No es común verlo por los alrededores de la universidad—. Sin nada más que decir, profesora Ackerman, me gustaría que el joven Theodore McClain me acompañe un momento. Necesito hablar con él.

Levanto mis cejas, completamente sorprendido por la petición del Rector Shepard. La maestra asiente en cuanto nuestras miradas chocan, así que tomo mis pertenencias y decido seguir al director. Tomando en cuenta que hace dos días rechacé la solicitud que el profesor Fudge me había hecho hace una semana atrás, es entendible que el rector se quiera comunicar conmigo.

—Sabe por qué le he llamado, ¿verdad, joven McClain? —me pregunta cuando ya estamos llegando hasta su oficina. Suelto un suspiro.

—Tengo una idea. —respondo, provocando que el rector me brinde una sonrisa sincera. Cuando por fin llegamos hasta rectoría, saludo a la señorita Baker, que es la secretaria del superior, y luego entro directamente a la oficina. Es un lugar increíblemente grande, de un pacífico tono blanco en todas las paredes, y unos sillones de color marrón a juego con los estantes y el escritorio. Hay unas cuantas plantas que adornan la estancia, haciéndola notar como un lugar limpio y tranquilo. En el buró, hay una computadora, varios folders con muchos papeles dentro, un teléfono celular, y por último, veo un portarretrato de una bonita familia de una niña pequeña y una mujer rubia abrazada al señor Shepard.

—Es mi esposa, Melody, y mi hija, Cloe. —sonrío ante su cara de orgullo y asiento.

—Tiene una bonita familia. —digo con sinceridad.

—Gracias, señor McClain. —Me siento en uno de los sillones que están frente al escritorio—. Theodore, he querido que vengas para hablar acerca del examen del coeficiente intelectual y de las clases avanzadas.

—Comprendo, señor Shepard.

—Tengo entendido que rechazaste la solicitud del señor Fudge. —Asiento—. ¿Por qué?

—Señor, como le mencioné antes al profesor Fudge, mi vida académica se ha basado en esos exámenes desde que tengo cinco años. Me gustaría aparentar ser un hombre normal como cualquier otro. Por eso elegí esta universidad que está a casi nueve mil kilómetros de donde vengo para no tener que ser más el chico raro. Solo quería ser normal una vez en mi vida.

—Entiendo, señor McClain; si esa es su decisión, no lo obligaré a cambiarla. —Me dice, con suma tranquilidad y con una sonrisa—. Sin embargo, quiero que lo consideres mejor. Esta universidad es caracterizada por las clases que les brindamos a los estudiantes con un coeficiente intelectual superior o igual a los ciento treinta. Tal vez no tenías ese conocimiento a la hora de aplicar aquí, y puedes decir que es algo totalmente irónico considerando la razón por la que realmente has venido; pero, podrías darle una oportunidad. —no puedo negar que tiene razón. Cuando decidí venir a Londres, simplemente busqué la universidad que tuviera la mejor oferta curricular en criminología y que además estuviese lejos de mi vida en Estados Unidos—. A ver, ¿cuál es tu nivel de IQ?

—Mi último test fue en la preparatoria. En ese entonces tenía un coeficiente intelectual de ciento treinta y ocho.

— ¡Maravilloso, Theodore!

—No lo es para mí, señor. —Susurro, con algo de tristeza—. Siempre tengo que sentirme reprimido, tengo que ocultar lo que realmente soy o sé porque las personas no aceptan a alguien como yo.

—Señor McClain, tiene todo el derecho de elegir lo que usted desee. Su carrera universitaria dura cuatro años como máximo. Aún le queda camino por recorrer y supongo que no le vendría mal un aprendizaje más emocional que académico. —me dice—. Puede venir cuando se sienta preparado. Hasta puede participar en una de las clases avanzadas cualquier día que apetezca.

—Está bien, señor Shepard. Muchas gracias. —me levanto de la silla, haciendo que esta suelte un chirrido leve, y me despido. Cuando salgo de la oficina, siento cierto alivio. Los pasillos de la facultad están casi vacíos, por poco todos los estudiantes están en sus aulas, así que aprovecho para caminar hasta la parte trasera de la universidad e irme a mi árbol favorito.

Recuerdos de hace una semana me invaden la mente cuando recuesto mi espalda del largo tronco. Entonces como si de imágenes se trataran, me acuerdo perfectamente de la chica que había besado hace poco. La había visto por primera vez en aquella fiesta que había celebrado Dai un día antes del primer día de clases. Estaba en lo más recóndito de mi mente después de la tremenda resaca que había tenido al día siguiente.

Suelto un suspiro. Aquellos ojos apagados y afligidos me seguían desde aquella vez. Podía sentir aún la sensación de sus suaves labios sobre los míos y del toque cálido de sus manos en mi pecho.

Maldita sea, Theo. Sólo fue un estúpido beso. Un beso que le desagradó por completo. Tu primer y único estúpido beso.

Saco un cigarro, tratando de calmar mis incontrolables pensamientos sobre una chica que apenas he visto dos veces y ni siquiera sé su nombre. El olor a cigarrillo me llegaba a las fosas nasales cada vez que daba una calada. Era inevitable para mí el no fumar. No voy a mentir, me gustaba mucho. La nicotina podía relajar cada minúscula parte de mi cuerpo. A veces funcionaba.

Otras, no tanto.


—Hola. —me saluda alguien a mis espaldas; no me molesto en voltear. Sé irreprochablemente de quién se trata.

—Hola, Verónica. —siento el calor de su cuerpo al sentarse a un lado de mí. Verónica es una chica franca y extrañamente divertida. Fue mi primera amiga en la universidad, y la primera que no intentó coquetear con ninguno de los chicos, ni mucho menos conmigo. Siempre se presentó como alguien simpática.

—Pequeño Theo. —me dice, provocando que suelte un bufido por su ridículo calificativo. No era precisamente pequeño; pero no hay quién le quite eso de la cabeza—. Te estaba buscando.

Le doy mi última calada al tabaco y lo aplasto contra la tierra. Verónica arruga su nariz por el olor. Sé que no le gusta que fume.

—Ya me encontraste. ¿En qué soy bueno? —pregunto, mirando sus cálidos y cariñosos ojos marrones. Siempre me han gustado los ojos de Verónica; expresan más que sus propias palabras.

—Este viernes habrá una increíble fiesta y una carrera que  donde se apostará muchísimo dinero; pero, el conductor tiene que llevar un copiloto. —Levanto una ceja—. Espera, déjame terminar.

—No he dicho nada. —digo, con una sonrisa burlona.

—No, pero ya vi tu expresión, McClain. —no puedo evitar reír. Le hago una señal para que continúe—. Los chicos irán y quiero que vayas. Ya, lo dije. Posiblemente no quieras participar, pero al menos a darme apoyo.

—No lo sé, Vero. No es mi tipo de lugar favorito. —me sincero.

—Por favor, Pequeño Theo. —en su cara se forma un mohín demasiado tierno. Suelto un suspiro resignado. Es obvio que no ganaré nada ante esa cara de cachorro abandonado. Es mejor que Charlie convenciendo a su presa.

—Está bien; pero no me digas que me suba de copiloto. —ella grita de la emoción, envolviendo sus brazos en mi cuello y luego dándome un casto beso en la mejilla.

—Eres el mejor, pequeño Theo.

Después de ratos hablándome sobre la dichosa carrera y explicándome a detalles cómo sucedían, Verónica se marchó con una sonrisa gigantesca, mientras yo rogaba que esa fiesta no se pusiera loca como la última vez. Me levanté también del árbol, limpié la parte trasera de mis pantalones y tomé mis cosas para poder marcharme al apartamento. Apenas faltaban unos cuantos días para que llegue el viernes, así que por el momento no me preocuparía por dicha fiesta.

Llegué a casa en menos quince minutos, tomé una refrescante ducha, y cuando terminé, me coloqué unos pantalones de chándal grises, un t-shirt blanco y quedé descalzo. Moría de hambre y los chicos probablemente llegaban tarde por sus días de entrenamiento, así que pedí pizza para almorzar. Me entretuve toda la tarde leyendo Harry Potter y el Cáliz de Fuego, en la noche comí palomitas de maíz y vi un maratón de mi serie favorita, CSI: Crime Scene Investigation. Es algo vieja, del año dos mil más o menos, pero me encantaba cada capítulo que veía. La forma en que analizaban la mente criminal, era extremadamente emocionante.

— ¡Llegamos, Nerd! —la voz de Charlie me interrumpe los pensamientos. Su abultado cuerpo sudoroso prácticamente se abalanza encima de mí, y con sus grandes manos de jugador de Rugby desordena mi cabello. Le doy un manotazo.

—No toques mi cabello, idiota. —le digo, mientras trato de arreglar lo que ha hecho.

—Char, harás que Theo se enoje. —dice Andrés, pero en sus labios se nota el atisbo de una sonrisa. Alan entra, con su uniforme en manos y con su largo cabello pegado a la frente por el sudor—. Y sabes cómo se pone todo gruñón.

Ignoro el comentario.

—Deberían de darse un baño. Huelen horrible. —miento, llevando dramáticamente mis dedos hasta la nariz. Ellos se miran entre sí, y sin habérmelo esperado, tengo a los tres hombres encima de mí. Sus cuerpos sudorosos se pegan con el mío—. Qué asco, chicos. ¡Quítense, malditos mundanos!

—Solo si dices que somos los mejores. —ruedo los ojos, casi sin poder respirar.

—Prefiero morir antes de decir esa vil mentira. —Escucho la escandalosa risa de mi mejor amigo, y luego siento como me hala hasta su lado, quitándome por fin todo el peso de encima.

—No le hagan daño a mi pequeño Nerd. Par de imbéciles. —Alan suelta una risa, pero luego comienza a caminar hasta su habitación.

—Idiota. —grita antes de perderse.

—Yo iré a darme un baño, tórtolos. —me río y asiento, dándole un manotazo en el trasero. Charlie se lleva la mano hasta el pecho y finge estar ofendido.

— ¿Acabas de manosear a otro hombre? Maldito infiel. —no puedo evitar reír ante su cara indignada. Le lanzo un cojín.

—Tú también vete, tonto. Hay pizza en el microondas para cuando salgan del baño. —Charlie asiente y se marcha de una buena vez. Mientras los espero, decido mirar mi celular. Tengo unos cuantos mensajes de Abby, un mensaje de mis padres y un mensaje de Mike.  Entro al chat con Michael, mi padre biológico.

¿Cómo va tu primera semana en este cuatrimestre? –M.S.

Mike y yo teníamos una relación relativamente cercana. Es verdad que no lo veo como un padre, a pesar de que mi madre me dijo que él era mi padre biológico cuando cumplí los seis años. Siempre lo había conocido como mi tío Michael, el que siempre venía a visitarnos y me regalaba cosas. Ahora, sólo podía seguir viéndolo así. Cómo un amigo más, como un pariente cercano. Para mí, mi padre siempre fue, es y será Jason McClain. Nunca he visto que Mike se enojara por eso, y me siento realmente aliviado. Ahora él está felizmente casado con una hermosa y agradable mujer, y tiene dos niñas encantadoras que lo aman y lo llaman papá. Son mis medias hermanas, y aunque no he tenido la oportunidad de conocerlas muy bien, las adoro.

Tecleo rápidamente una respuesta y bloqueo el celular para responder los demás mensajes más tarde. Apenas podía hablar con mis padres o mi hermana menor. Las horas que hay de diferencia son enormes y me impide comunicarme con mi familia. Sin embargo, los llamo de vez en cuando y converso un rato con ellos.

—Theo, ¿es cierto que irás a la carrera del viernes? —Asiento ante la pregunta de Alan—. Excelente. Nos la pasaremos genial.

Espero realmente que sea así.

La noche termina tranquila. Los chicos y yo nos quedamos viendo unos cuantos capítulos más de la serie, hablando de temas triviales y riéndonos sin parar de nuestras ocurrencias. Cuando dieron las dos de la madrugada, decidimos irnos a dormir. Le envié un mensaje de buenos días a mi familia antes de acostarme, ya que allá es temprano, y me dejo llevar por los insistentes brazos de Morfeo.

Continue Reading

You'll Also Like

42.2K 2.3K 8
Para lenna el solo era el mejor amigo de su hermano aún si ella quería que fueran más. Para alessandro ella era más que que la hermana de su mejor a...
869K 45.4K 36
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
127K 614 73
Compilacion de historias y relatos eróticos.
289K 18.9K 35
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...