Quizás mañana

By keythrodd

5.9K 1.3K 176

Resignado a prolongar algo que va a suceder, Bryce decide dejar el tratamiento para su enfermedad y aprovecha... More

nota
Sinopsis
Playlist
Querido lector
Cita
Prefacio
Hace veinticinco años
Finales de noviembre
Capítulo 1
Capítulo 2
Diciembre
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Enero
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Febrero
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epílogo
nota de autora

Capítulo 8

137 36 4
By keythrodd

Lo primero que sentí al subirme al auto de Bryce fue culpabilidad y la responsabilidad de que, de alguna forma, la escena de esa noche hubiera sido también mi culpa. Miré por la ventana como Finch le decía algo a Jonah que todavía seguía tirado en el jardín del frente. Me sentí mal por él, porque de algún modo estaba siendo humillado frente a un montón de personas, y sin importar que yo hubiera pasado por ello hace años en el instituto por su culpa, en el fondo mi lado sensible y quizá un poco tonto, sabía que nadie merecía ser humillado, ni siquiera alguien como Jonah.

No pude evitar expresarlo en cuanto Bryce cerró la puerta y me até el cinturón.

—Lo siento.

—¿Cómo?

Hubo una pequeña pausa antes de que yo respondiera.

—No quise ponerte en una situación como esa.

—¿Tú qué culpa tienes que un tipo drogado te haya tomado a la fuerza? —sacudió la cabeza— No es tu culpa, Blair.

Se quedó mirándome unos segundos, esperando a que yo dijera algo, pero no lo hice. Pegué completamente mi espalda al asiento y dejé que encendiera el coche.

Unos quince minutos después estábamos en la playa caminando hacia el mirador. No había siquiera dudado en llevarme a casa, y agradecí que nuestros planes no se hubieran estropeado por culpa de Jonah. Eran un poco más de las once de la noche. No había nadie en la playa y los autos que transitaban era muy pocos. Fue curioso, si te pones a pensar, porque habían personas con casas de veraneo o casa para vivir en esa playa, pero nadie estaba afuera con fogatas o montándose una fiesta siendo vacaciones, sabes. Eso no era muy normal.

Cuando Bryce se sentó en la arena medio cubierta por parchones de zonas verdes hice lo mismo.  

—No he querido preguntar nada al respecto —dijo—, pero puedes hablarlo conmigo. Lo que sea. Puedes, Blair.

—¿En serio quieres escucharlo?

Bryce asintió con entera sinceridad y comprensión.

—Sólo si quieres contarme.

—De acuerdo —me lo pensé unos segundos—. Jonah y yo fuimos novios en la secundaria, creo que en quinto grado. Ya ni siquiera recuerdo qué exactamente me gustó de él, pero dije que sí cuando me lo pidió.

—¿Siempre fue así?

Sacudí la cabeza con duda. —No lo sé, creo que sí. Pero Jonah no me dejó ver esa faceta suya hasta el día que rompió conmigo. Fue humillante. Dijo… él dijo que había estado todos esos meses conmigo para conseguir un beneficio de mí. Dijo que soportarme fue difícil y que había estado saliendo con otras personas mientras estaba conmigo. Todo en medio del pasillo, ¿Sabes? Delante de muchas personas. Y todo porque le pedí que se quedara conmigo esa tarde, porque hacía mucho tiempo que no hacíamos cosas juntos.

Me encogí de hombros. Una ráfaga de viento nos azotó y volví a sacudir la cabeza. Nunca había contado la historia en voz alta, ni siquiera a mis padres cuando entré llorando a casa ese día. Alex fue quien les explicó lo que había ocurrido y todavía, luego de tantos años, seguía sintiéndome humillada.

Nadie merecía sentirse así.

—Quizá fui un poco ilusa. No fue hasta que terminamos que me di cuenta de las señales.

—No es tu culpa —sonó honesto—. ¿Qué pasó después?

—Bueno, Jonah siguió con su vida como si nada. Mis amigos se alejaron y lo mantenían alejado también de mí. Cosa difícil si te digo que compartíamos la mayoría de las clases.

—¿A tus amigos te refieres a Finch, Mathew y Alex?

Asentí, aunque tuve que morderme la lengua para no mencionar a Verónica y a otros amigos del instituto porque ciertamente aquella información era irrelevante.

—Lo viste hace poco, no toleran a Jonah.

Bryce se quedó en silencio, reflexionando.

—Siento mucho que alguien te haya humillado de ese modo —me miró abatido—. Pero al menos no te dejaron sola.

Medio sonreí.

—Creo que es lo único positivo de todo ese desastre  —reconocí. Cuando supe que el tema se había agotado, decidí hacerle rebote. Ya no quería hablar de mí—. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna ex de la que deba saber?

Bryce sacudió la cabeza. —No he tenido una novia.

—¿Ni en la primaria? —volvió a negar— ¿Líos?

—No.

—¿Por qué?

—Es complicado —se miró los pies.

—¿Qué es complicado?

Necesitó unos segundos para finalmente responderme.

—Estar conmigo.

Bryce había sonado tan afligido que quise hacer más preguntas como «¿Por qué?» «¿Qué significaba aquello?» «¿Qué era tan complicado?», pero sólo acompañé su silencio y me quedé a su lado. Cuando creí que podía recostar mi cabeza en su hombro lo hice. Bryce me hizo parte de su burbuja y me pasó el brazo por encima de los hombros. Nos quedamos mirando el mar un largo rato.

Estaba en el auto con Alex camino a la playa un día lunes. Era ya la segunda semana de diciebre y el viento era cada vez más y más frío. Esa noche el cielo estaba hermosamente despejado, sin una nube y una preciosa luna llena que daba con todo lo que tenía. La feria de invierno iniciaba ese día. Ya sabes, esos días en los que traen juegos mecánicos, algodones de azúcar, manzanas acarameladas, palillos dulces y mucho caramelo. Era una actividad realizada por la iglesia bautista del pueblo de la mano con las demás iglesias que ayudaban con las actividades, pero al no haber espacio suficiente lo hacían en la playa. Era una forma de hacer el mes de diciembre mucho más memorable y no sólo por navidad. Por las noches la iglesia hacia misa y luego cantaban villancicos. También ponían puestos de comida enfrente y el dinero lo donaban al orfanato. Era una bonita forma de hacer el fin de año más ameno y de ayudar al prójimo.

Pero, regresando a la feria, no te imagines algo sumamente extravagante tampoco, ¿Sabes? Era un pueblo pequeño y la iglesia no se esmeraba con la decoración o la variedad. Siempre traían los mismos juegos, entre ellos la rueda de chicago y la cabina para fotos. Mi favorita. Y la decoración siempre era la misma; luces de colores y venta de gorros navideños.

Cuando Alex se apeó del auto, presté atención a su conjunto. Era nuevo, sin duda alguna y de un verde tan intenso que de ninguna manera alguien la pasaría de vista. Yo, en cambio, llevaba una linda sudadera cosida que me había regalado mi abuela cuando cumplí veinte años. De nuevo llevaba algo a rayas de colores y unos pantalones flojos. La feria no era algo que me importara lo suficiente para buscar ropa en el armario de mi madre.

Compramos una manzana acaramelada, dos algodones de azúcar y dos refrescos. Cuando nos encontramos a Verónica nos dio un abrazo y le dio un pellizco a mi algodón de azúcar. Terminamos dando vueltas por la feria, y al mismo tiempo nos subimos a la rueda de chicago y tres veces seguidas a los carritos chocones. En la tercera se unió Finch, que se pasó todo el juego en una esquina con el carrito estancado por nuestra culpa.

El técnico tuvo que ayudarle a salir una o dos veces.

—Brad anda por aquí —Alex estaba estirando el cuello buscándolo con la mirada.

Nos habíamos apeado de otro juego y estábamos alejándonos de Verónica y de Finch que se habían despedido de nosotras para irse a comer a algún puesto del otro lado de la feria.

—Por supuesto que anda por aquí. Nadie se pierde la feria.

—Ya, pero vendrá a buscarme —apretó los labios cuando supo que no la estaba entendiendo—. ¡Es que me pongo nerviosa!

—No me has contado nada, ahora que lo recuerdo.

Alex miró alrededor antes de mirarme. —Lo normal. Salimos a comer, me acompaña a casa. Me regaló este brazalete, mira —estiró la mano para que lo mirara—. Lo mismo que Bryce y tú, supongo.

Nadie, después de la fiesta, había vuelto a tocar el tema de Jonah y la fiesta de Finch. Sólo Alex que me había preguntado al día siguiente si estaba bien y si quería hablarlo, pero en cuanto dije que no, hizo borrón y cuenta nueva.

A veces Alex era exactamente la amiga que necesitaba.

También desde el viernes, luego de ir al mirador con Bryce y que posteriormente me llevara a casa, no lo volví a ver. De hecho, si me lo preguntas, nunca comprendí porque todo era tan extraño. Es que no te miento cuando te digo que flirtear era un poco raro en esa época. Yo aún no tenía uno de esos móviles que venían saliendo apenas. Papá se había comprado uno hacía algunos meses, pero era tan incómodo, tan grande y pesado que no podía andarlo en el bolsillo como si fuera, no sé, una coleta o una prensa para el cabello. Así que usualmente nunca lo utilizaba a menos de estar en la oficina de la casa para no transportarlo.

Yo, por supuesto, prefería usar el teléfono fijo de la casa o uno público.

En fin, la cuestión es que llevaba días sin ver a Bryce. Resultaba que Brad sí iba a buscar a Alex a casa, andando porque no tenía auto, ya sabes, y quedaban para comer, iban a la cafetería o simplemente caminaban juntos por el pueblo. Bryce y yo todavía no teníamos uno, tampoco quedábamos para comer ni mucho menos iba a buscarme a casa en coche. Para ese momento recuerdo haberme preguntado cual era mi lugar. Quiero decir, había algo, a lo mejor una muy buena amistad, pero sin duda algo más. Algo que yo comenzaba a sentir muy presente con sólo pensar en él o en tenerlo cerca de mí.

Así que, cuando lo vi caminando hacía nosotras junto a Brad en medio del tumulto de gente de la feria, sentí envidia de que Brad demostrara su interés por Alex. Probablemente el interés que muy en el fondo yo estaba esperando de Bryce.

—Hola —me dijo, mirándome con un brillo intenso en sus ojos.

—Hola.

Bryce miró hacia el cielo mientras Alex y Brad se saludaban al lado.

—¿Has visto lo hermosa que está la luna esta noche? —alcé la vista al cielo. Sin nubes, sin estrellas. Sólo la luna. Tan hermosa y egoísta como para no compartir el cielo.

Sonreí y asentí.

—Ahora imagina mirarla en nuestro mirador.

No supe que fue lo que exactamente me puso más nerviosa, si el que se hubiera inclinado hacia mí para susurrarme al oído o el que haya dicho por primera vez en voz alta que su mirador ahora también era mío. Nunca antes el ser parte de algo me había hecho sentir tan especial.

Claro que aquello no fue una invitación para regresar al mirador, que bien y no estaba cerca en esa ocasión porque la feria se organizaba en otra playa. Quince minutos después nos habíamos subido a los carros chocones, el gusanito, el tiro al blanco donde Bryce había ganado un oso de felpa para mí e íbamos directo a la cabina para fotos en ese momento. Alex y Brad entraron primero. No cerraron bien la cortina, así que mientras Bryce y yo hacíamos la cola vi por la hendija como se daban un beso esperando el flash de la cámara instantánea de la cabina. Sonreí honestamente por Alex. Por supuesto su felicidad también era la mía. Y esa noche se miraba indiscutiblemente radiante.

Cuando salieron. Bryce me tomó de la mano y me imitó en cada una de las muecas. Nuestras fotos fueron un desastre a comparación de las de Alex y Brad. Todas movidas, riéndonos, Bryce tapándome el rostro, yo tapando el suyo. Y justo antes de que el último flash disparara, Brad y Alex entraron a la cabina, se sentaron en el pequeño espacio que quedaba, y sonrieron.

Se convertiría en el recuerdo que más tarde desearía revivir sólo una vez más.

Continue Reading

You'll Also Like

69.3K 5.9K 27
Becky llega a la Universidad con su novia friend Y le toca sentarse con freen Qué es una chica interosexual Y tiene fama De usar a las chicas pero po...
918K 55.7K 44
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...