Sweet Delusions

بواسطة morgenkaffee

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Sam acaba de quedar huérfana y para recibir la herencia de su padre, tiene que viajar a Nueva York, para enco... المزيد

Capitulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo Cuatro
Capítulo seis
Capítulo Siete
Capitulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiseis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capitulo 35
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y Ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capitulo Cuarenta y Uno
Capitulo Cuarenta y Dos
Cuarenta y Tres
Capitulo cuarenta y cuatro
Capítulo Cuarenta y Cinco
Cuarenta y Seis
Cuarenta y Siete
Cuarenta y Ocho
Capitulo Cuarenta y Nueve
Capitulo Cincuenta
Capitulo Cincuenta y Uno
Capitulo Cincuenta y Dos
Capitulo Cincuenta y Tres

Capítulo Cinco

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بواسطة morgenkaffee

De pie frente a la puerta de Samantha, Tom respira profundamente y luego golpeó. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero intentaría su mejor recurso.

Ella no contesto a su llamada, tampoco él esperaba que lo hiciera; por eso tomo la bandeja con una mano y saco la lleve de su bolsillo, la coloco en la cerradura y abrió la puerta y vio que todas las luces de la habitación estaban apagadas. Levanto la vista y murmuro mientras entraba a la habitación “por favor, que no esté vestida de blanco”.

Samantha se despertó lentamente, renuente a abrir los ojos en la claridad. Durante un momento permaneció en la cama pestañeando y despertándose gradualmente lo suficiente como para advertir que su locador estaba junto a ella, con una charola en las manos.

— ¿Qué está haciendo aquí? — le pregunto con el entrecejo fruncido, mientras se sentaba en la cama, pero su tono no reflejaba temor ni mucho menos interés. La verdad era que estaba tan cansada que le dolían los huesos y nada parecía conmoverla demasiado.

—Le traje algo de comer— le respondió y coloco la bandeja sobre la mesa de noche que estaba a un lado del escritorio, junto a la ventana —. Es comida de uno de los mejores restaurantes de Nueva York.

Samantha se froto los ojos

—No quiero nada para comer. — Cuando estuvo más despierta miro, hacia la puerta cerrada del departamento— ¿Cómo entro aquí?

Sonriendo como si fuera algo divertido, Tom le mostro su llave, Samantha se cubrió hasta el cuello.

— ¡Me mintió! Dijo que no tenía llave. Dijo…— sus ojos se agrandaron mientras se acurruco contra la cabecera de la cama—. Si se acerca, gritare.

En ese momento paso una ambulancia por Lexington Avenue, y el ulular de la sirena que entro por la ventana medio abierta fue tan intensa que prácticamente hizo temblar las cortinas.

— ¿Crees que alguien te oiría? — le pregunto Tom aun sonriendo.

Samantha comenzó a sentir miedo; se le notaba en el rostro. Tratando de permanecer tranquila, volvió a doblar la manta y empezó a levantarse, pero Tom le tomo el brazo.

—Mire, Sam— le dijo con tono suplicante—, lamento haberle dado la impresión de ser un pervertido sexual. No lo soy. La bese porque…— se detuvo e hizo una mueca—. Quizá sea mejor no hablar de eso. Lo que deseo de ti es más importante que el sexo. Quizá no tan agradable, pero más importante a largo plazo. Vine aquí para hablar de Mike Barret. Quiero que me lo presentes.

Abruptamente Samantha dejo de forcejear para alejarse de él y lo miro como si estuviera loco.

— ¿Quiere soltarme?

—Oh, sí claro— le contesto. Solo quería tomarla del codo para evitar que se fuera de la habitación, que era lo que parecía iba hacer, pero había comenzado a deslizar la mano por su brazo. Ella ya no era en ese momento de ninguna manera la mujer más deseable que jamás hubiese visto: tenía el aspecto de no haberse bañado desde hacía días, y su cabello estaba engrasado y enredado, tenía ojeras debajo de los ojos y las comisuras de sus adorables labios hacia abajo. Pero a pesar de su aspecto, Tom nunca había deseado tanto acostarse con una mujer como deseaba hacerlo con ella. Quizás estaba sintiendo los efectos de la primavera. O quizás necesitaba pasar un largo fin de semana en cama con alguna de las amigas de Daphne. O quizás solo necesitaba a Samantha.

La soltó y se alejo de la cama.

—Creo que necesitamos hablar.

Cuando Samantha miro el reloj que se encontraba en su mesita de noche, vio que  eran las once  y diez, suspiro profundamente.

—La primera vez que lo vi, casi me ataca. Esta noche uso una llave que me juro que no tenia para entrar ilícita y descortésmente en mi departamento casi a media noche. Luego habla de  un hombre que no conozco. Y todavía se pregunta porque estoy disgustada. Señor Kaulitz, ¿alguna vez oyó hablar de la palabra privacidad?

—Oí, muchas palabras — replico, descartando su comentario, como si el estar en el departamento privado de ella no significara nada. En lugar de considerar los derechos de ella se sentó en el borde de la cama.

Samantha hizo un nuevo intento de salir de la cama.

—Esto es intolerable.

—Me alegra que estés enojada. Por lo menos es mejor que dormir toda tu vida.

—Lo que haga con mi vida no es asunto suyo— le respondió mientras se levantaba de la cama y tomaba la bata de su padre.

Tom se volvió hacia la bandeja que estaba detrás de él, levanto la servilleta que cubría la canasta con pan, y tomo un panecillo. Mordió un trozo del delicioso pan y luego con la boca llena le dijo:

—No te pongas esa bata. Es demasiado grande para ti. ¿No tienes algo más femenino?

Mirándolo con incredulidad. Se calzo la bata de manera desafiante las mangas de la gran bata. El hombre era intolerable.

—Le sugiero que si desea algo más… femenino… debería dirigirse a otra parte.

Su tono denotaba hostilidad, sin mencionar su pedido directo de que se fuera, no lo perturbaron mientras comía el resto del panecillo.

—Soy un tipo anticuado. Si fuera tú yo no haría eso.

Samantha tenía la mano sobre el picaporte y cuando él la previno por primera vez sintió miedo. De espaldas a él y con la mano temblorosa, no se volvió para mirarlo.

—Ah, Sam — le dijo con tono disgustado y exasperado—, no  tienes por qué preocuparte por mí. No voy a lastimarte.

— ¿Se supone que tengo que creerle? — susurro Samantha, tratando de permanecer tranquila y ocultar su temor sin poder hacerlo—. Mintió sobre la llave.

Tom pudo advertir el temor en su voz, y no deseaba que le temiera… era lo último que deseaba de ella. Se levanto lentamente de la cama, sin realizar movimientos bruscos, y se le acerco, pero Samantha siguió mirando la puerta. Le apoyo gentilmente las manos, sobre los hombros, y luego frunció el entrecejo cuando ella encogió el cuerpo como para evitar los golpes que vendrían. Con tanta suavidad como si fuera un animal herido, la condujo hasta la cama, retiro la manta y le indico que se acostara, sonriéndole para tranquilizarla.

—No— murmuro con voz temblorosa.

Era obvio que creía que él deseaba que estuviera en la cama para poder atacarla, más fácilmente… o peor. Nunca antes una mujer creyó, que Tom era un violador. Nunca antes una mujer le había temido y eso era algo que a Tom no le gustaba, pero lo más importante era que no merecía su temor.

— ¡Oh, demonios! — exclamo Tom mientras la empujaba a la cama, y ella caía sobre el revoltijo de sabanas. Estaba cansado de lo que considerara alguna clase de depravado sexual, que atacaba a sus inquilinas. Se alejo de la cama y se volvió mirándola fijo. —muy bien, Sam, aclaremos algunas cosas entre nosotros. La besé. Quizás de acuerdo a sus reglas debería ser colgado por eso, o por lo menos castrado, pero vivimos en una sociedad permisiva. ¿Qué puedo decir? Tenemos gente que les vende drogas a los niños, vejadores de niños, y yo. Beso a las muchachas bonitas que me miran como si desearan que las bese. Desafortunadamente, la ley no castiga a los enfermos como yo.

Samantha cruzó los brazos debajo de su pecho, y apretó los labios.

— ¿A qué quiere llegar?

—El punto es que usted y yo tenemos un trabajo que hacer y estoy cansado de esperar a que te dignes hacerlo.

— ¿Trabajo? No sé  de qué está hablando.

Tardo un minuto en advertir que estaba diciendo la verdad.

— ¿Leyó el testamento de su padre?

Sintió enojo y dolor, pero  dejo el dolor de lado

—Por supuesto que lo leí. De cualquier manera, conozco su contenido.

—Entonces, no lo leyó— se sentía frustrado.

Realmente deseaba que se fuera.

—No me voy a ir, así que ahórrate las palabras. Estoy cansado de verte remolonear, sin comer, sin interesarte por nada. ¿Cuánto hace que no sale de casa?

—Lo que haga o deje de hacer no es asunto suyo. Ni siquiera lo conozco

—Quizás pero soy tu tutor.

Samantha lo miro, abrió la boca para hablar y lá cerro, la volvió abrir y la volvió a cerrar. Este hombre estaba enfermo, los tutores eran algo de las novelas góticas, no de la vida real, incluso en las novelas no cuidaban a las mujeres de veintiséis años divorciadas. Si podía hacerlo salir de esa habitación prepararía una maleta y se iría de la casa para siempre.

Para Tom era fácil ver en los ojos de Samantha lo que estaba pensando y eso le disgustaba. Lo iba a escuchar aunque tuviera que atarla a la cama. En lugar de atarla a la cama (sin dudas lo demandaría), tomó la bandeja con comida  y se la coloco sobre la falda.

—Come— le ordenó.

Samantha deseaba negarse, pero le tenía miedo para no obedecerle. A l ver que vacilaba, unto algo sobre una tostada y se la puso delante de la boca. Tom tenía una expresión en el rostro que le hizo pensar a Samantha que sería capaz de tomarle la nariz y obligarla a comer, así que Samantha abrió la boca a regañadientes. Era pate de foie-gras, una de las cosas más celestiales que jamás hubiera probado en su vida. Mientras masticaba, se tranquilizo un poco y comió otro trozo más de la tostada que él le ofrecía con la mano.

—Ahora voy hablar, y tú vas a escuchar.

— ¿Me queda otra alternativa? — estaba comiendo la tercer tostada. Quizás, después de todo si estaba hambrienta.

—No, ninguna alternativa. No eres muy buena para escuchar, ¿verdad? Obviamente no escuchaste cuando tu abogado te dijo que leyeras el testamento de tu padre.

—Soy una excelente oyente, y tengo intenciones de leerlo — Tom le estaba untando pate sobre una tostada tibia.

— ¿Las mismas que tienes de bañarte? — deseaba insultarla, convencerse que no era la mujer más sexy que había visto... Pero aun cuando tenía un aspecto tan poco encantador, se le cruzo por la mente lo que le hubiera gustado hacerle a su delicioso (quizás esa no era la palabra adecuada en ese momento) cuerpecito. Si ella hubiera podido leer su mente en ese momento, realmente se hubiera preocupado. A Tom le hubiera gustado ver esa lengua en otro lado y no en el pate que se la había caído en la muñeca.

—Si no desea estar junto a mí, puede irse. Tiene mi permiso — replico Samantha. Ahora que estaba completamente despierta. Ahora que ya no le tenía tanto miedo, lo miraba. Tenía puesta una camisa color marrón oscuro, jeans y podía verle los músculos del pecho debajo de la camisa. Mientras untaba pate sobre el pan y se lo alcanzaba, él comía a la par de ella y cuando masticaba, su labio inferior (ese hermoso labio, carnoso) se movía. Ella desvió la mirada.

—No me voy a ir hasta que haya escuchado todo. ¿Cuando tienes planeado buscar a tu abuela?

Eso sorprendió a Samantha y lo volvió a mirar. ¿Cómo sabia eso?

—Soy una adulta y…

Tom refunfuño

—Eso es lo que yo creía. No tienes intenciones de buscarla, ¿verdad?

—No es asunto suyo ¿No?

—Por supuesto que sí, ¿No, se te ocurrió pensar quien iba a controlar la investigación? ¿Quién iba a aprobar lo que hicieras y si habías investigado lo suficiente como para obtener el dinero que te dejo tu padre?

Samantha detuvo una tostada a mitad del camino, y lo miró fijo. No, ninguna de esas preguntas se le había pasado por su mente. Sabiendo que por fin había logrado interesarla, Tom se puso de pie, fue hasta un armario y tomo una botella de vino blanco, sabía que había varias botellas allí porque él las había colocado preparándose para la llegada de Samantha. En ese momento, comprobó que aun estaban todas allí. Ella podía tener problemas, pensó pero no era una alcohólica. Abrió la botella, pues sabían dónde estaba el sacacorchos, llevo el vino a la habitación y sirvió dos copas, frunciendo el ceño ante la expresión de Samantha.

—Este no es el preludio de una seducción, así que puede dejar de mirarme como si fuera un sátiro. Decide si vas a beberlo o no. Estoy seguro que alguien tan rígida, probablemente sea demasiado remilgada como para hacer algo tan alocado como beber una copa de vino.

Con una sonrisa burlona que esperaba reflejara desprecio, tomo la copa, la vacío y se la alcanzo para que volviera llenarla.

Tom rio.

—Todo un marinero, ¿Verdad? ¿Algún tatuaje?

Samantha no se molesto en contestarle, pero deseaba no haberse bebido esa copa de vino. Como no había comido demasiado, el vino se le estaba subiendo a la cabeza y en ese momento tenía que mantenerse alerta y no mareada y relajada como se sentía, gracias al alcohol.

—Ningún tatuaje, para mostrarle a usted — oyó que decía y luego hacia un mohín, ya que siempre se emborrachaba fácilmente. Media copa de vino y ya estaba bailando sobre las mesas… o pensando en bailar. Era algo de ella que siempre había disgustado a Richard, pero se las había arreglado para hacer frente al problema. Como siempre  encontraba una solución para hacer frente a los “problemas” de Samantha. Como ella no sabía beber, no le permitía beber. Miro la fuente cuando el levanto la tapa y apareció una suculenta chuleta  cubierta en salsa.

—No como Carne—le aclaró, mirando hacia otro lado.

— ¿Por qué? ¿No le agrada?

— ¿Dónde ha estado durante el último siglo? ¿No leyó los informes sobre la carne? Contiene grasas. Endureces las arterias, colesterol y no tiene fibra.

— ¿Eso es todo? El aire es peor que cualquier chuleta. Cómela  Sam.

—Mi nombre es Samantha, no Sam y me agradaría que dejaras de hablarme de tu, porque— no dijo más pues él le coloco un trozo de carne en la boca. Cuando la mastico, advirtió que el sabor era delicioso. Mientras continuaba masticando, recordó porque había dejado de comer carne, para reducir gastos en los comestibles.

—La detestabas ¿Verdad? — le dijo con presunción, observándola.

Ella ignoro el comentario.

—Creí que quería que lo escuchara. ¿Podría decir lo que tiene que decir y luego salir de aquí?

Tom cortó otro trozo de carne y comenzó a alimentarla como si fuera niña, o como si hubieran tenido una mejor relación de la que tenían, así que ella tomo el tenedor y comió sola. El no pareció advertir la forma en que ella lo miro cuando tomo su tenedor para ensalada y también comenzó a comer una parte de la chuleta. Samantha trato de no pensar en la escena: ella sentada en la cabecera de la cama, él derrumbado en el medio, con la cabeza sobre sus rodillas, mientras ambos comían del mismo plato.

— ¿Oyó hablar de Larry Leonard?

—Otra persona que no tenemos en común— le contesto ella desenvuelta, apuntándole con el tenedor. Definitivamente no debería haber bebido esa copa de vino.

—Larry Leonard es… fue… un escritor que se dedicaba a misterios de asesinatos. No escribió muchos libros y tampoco los vendió bien, pero recibieron algunos elogios por parte de la crítica, porque estaban muy bien armados. Todos eran sobre Gangsters.

Samantha tenía la boca llena de carne y continuaba bebiendo de su segunda copa de vino.

—Los dos se abrían llevado de maravilla, ya que parece que eso es lo único que usted lee— en cuanto termino de decir eso, se sonrojo  y Tom hizo una mueca.

—Espiando, ¿Verdad? A propósito, gracias por ordenar mi ropa el día que Tammy se tuvo que retirar.

Samantha miro su plato para que no pudiera verle la expresión.

—De cualquier modo—continuo — Tom—, en realidad Larry Leonard, se llamaba Thomas Ransmone y era mi honorable tío Tom, vivía en la casa de huéspedes de la casa de mi abuelo, en Hamburgo, y yo pase mucho tiempo con él cuando era niño. Éramos… muy compinches.

Samantha dejo de masticar cuando advirtió, el dolor apenas disimulado en su voz, pues comprendía demasiado bien, lo que era perder a un ser tan querido. Extendió la mano, pero lá retiro antes de tocarlo.

—Hace tres años, cuando murió el Tío Tom, me dejo todo lo que tenia. No había dinero, pero me quedo su biblioteca de libros sobre gangsters— le sonrió de manera socarrona—Los libros que tu viste.

—Estoy segura es lo único que le gusta en materia de literatura—pincho un tomate antes de que él pudiera tomarlo.

—También me dejo un trabajo que había realizado sobre una biografía de un gran gangster llamado Doctor Michael Barret.

—El hombre que cree que yo conozco.

Levanto una ceja elogiando su memoria, pero no le respondió directamente, sino que pincho el último trozo de carne y cuando ya estaba por comérselo se lo ofreció. Samantha estuvo a punto de tomarlo, pero negó con la cabeza.

—Realmente desearía que terminara con la historia y se fuera— la intimidad de esta comida, era algo que no deseaba continuar.

Tom levanto la última tapa de la bandeja y debajo  había una fuente de mousse de chocolate. Samantha esbozo una negativa, pero tenía un aspecto tan rico, oscuro y cremoso que antes de pudiera darse cuenta, ya estaba sumergiendo la cuchara, al mismo tiempo que Tom.

— ¿Dónde estaba? —preguntó Tom, inclinándose hacía atrás, y lamiendo la cuchara mientras Samantha lo observaba, preguntándose si siempre estará tan a sus anchas—Oh, sí la biografía, leí todos los trabajos de que realizo el tío Tom y me intereso el tal Mike Barret. Había terminado la facultad y estaba confundido, así que pensé que podría continuar lo que el tío Tom  había comenzado. Por eso decidí mudarme a Nueva York, continuar investigando. Cuando estaba mudando los libros del tío Tom, encontré la carpeta.

Como Tom, no continuo hablando, Samantha lo miro.

— ¿Se supone que eso debe intrigarme? ¿Se supone que debo preguntar qué carpeta?

—Sí, podría aguantar un poco de interés de su parte. Pero veo que no voy a lograrlo—lleno su cuchara con el mousse —. La caratula de la carpeta decía “Maxie” y adentro había una fotografía recortada de un diario tuya, de tu abuela y un perro.

Samantha bajo la cuchara ruidosamente.

—Mi abuela se fue cuando yo tenía ocho meses. No hay una fotografía de las dos juntas.

Se apoyo sobre un codo y la miro atentamente, sin pestañear, como si estuviera tratando de retrasmitirle un mensaje.

—Oh— exclamo Samantha—, era esa fotografía — tardo un momento en pensar, no porque recordara el incidente sino, porque su abuelo le había contado lo que había sucedido. —Brownie—dijo por fin—. Estaba en casa de mi abuela y me metí gateando adentro de un caño que había en el patio.

—Y te quedaste atrapada y tu abuela llamo a los bomberos.

—Y el periodista aburrido que estaba ese día esperando que sucediera algo, vino con los bomberos, pero el que me salvo fue Brownie.

—Tu perro se arrastro por el caño, te agarro por el  pañal y te saco. El periodista tomo una fotografía y los servicios de información recogieron la fotografía y la historia y la enviaron a todos los diarios, del país, donde mi tío Thomas Ransome la vio al igual que el resto del mundo. El tío Tom recorto la fotografía y escribió Maxie en el margen. En todas sus notas, menciona a una mujer llamada Maxie—la observo, para ver cómo reaccionaba —. Maxie era la amante de Barret— al ver que Samantha no reaccionaba como él esperaba ante la noticia, se recostó en la cama y coloco las manos detrás de la cabeza—. Creo que Maxie y tu abuela son la misma persona.

Al ver que Samantha no se había inmutado, y continuaba limpiando la fuente de mousse como si él no hubiera dicho nada, la volvió a mirar. Ella tenía otra vez ese aspecto soñoliento.

— ¿Y bien? — le preguntó impaciente

Samantha dejo el recipiente vacio.

— ¿Ya termino? ¿Ya me dijo lo que deseaba decirme? Cree que mi abuela era la amante de un gangster. Muy bien, ya me lo dijo, ahora váyase.

Durante un momento solo pudo pestañear.

— ¿No tiene una opinión sobre esto?

—Tengo una opinión sobre usted— le respondió suavemente. —Ha estado leyendo, demasiado de esos libros sobre gangsters. No conocí a mi abuela, pero era una abuela como todas, de las que hornean tartas. Y su nombre era Gertrude. No era la compañera de un gangster… ¿ese es el termino correcto? —levanto una mano cuando él la iba a interrumpir —. Y además, ¿Qué importa si lo fue? ¿Ahora se irá?

Tom se puso de costado y frunció el entrecejo

—Importa, porque creo que su abuela, estaba enamorada de Barret y le dio un hijo. Michael Barret podría ser tu abuelo.

Al escuchar eso, Samantha puso cuidadosamente la charola, a un costado y se levanto de la cama y se dirigió a la puerta.

—Fuera— le dijo como si le hablara a alguien que no comprendía él ingles—. Salga. Mañana buscare otro lugar para vivir.

Como si ella no hubiera hablado, Tom se coloco de espaldas y miro el techo.

—Su padre creía que Barret era su verdadero padre.

—No quiero escuchar más—replico Samantha en voz alta—. Quiero que se vaya.

—No me voy a ir— le contesto sin mirarla.

Samantha no agrego ni una palabra, pero si él no se iba, ella lo haría. Salió de la habitación y comenzó a bajar por la escalera.

Tom la tomó entre sus brazos antes de que llegara abajo. Ella forcejeó, pero él la sostuvo fácilmente, rodeándole el cuerpo, y mientras ella forcejeaba de espaldas contra él, Tom advirtió como crecía su deseo por ella. Sentía su cuerpo contra el de él, sus caderas, sus pechos, sus muslos.

—Quédate quieta Sam—le susurro con desesperación —Por favor quédate quieta.

Había algo extraño en su voz que hizo que Samantha dejara de forcejear y se quedara completamente quieta entre sus brazos.

—No te voy a lastimar — le dijo, con los labios cerca del lóbulo de su oreja—. No tienes nada que temer de mí. Todo esto fue idea de tu padre, no mía. Le dije que no debía pedirte que me ayudaras a buscar a Maxie, no obligarte a hacerlo—La seguía sosteniendo, y movió el rostro para tocarle el cuello, sin besarla, pero sintiendo su suavidad y oliendo su piel.

De un tirón Samantha se alejo de él y se apoyo contra la baranda de la escalera. El corazón le latía acelerado su respiración era profunda e irregular. Cuando lo miro, vio que a él también se le había acelerado el corazón y que se había sonrojado.

— ¿Quieres sentarte y hablar sobre esto?

—No— le respondió—. No quiero hablar de nada ni escuchar nada de lo que tenga que decirme. No quiero escuchar historias inventadas sobre mi padre, mi abuela ni nada que ver por el estilo. Todo lo que deseo es alejarme de esta casa y no volver a verlo.

—No— replico suplicante, pero había algo más en su mirada— No puedo dejar que se vaya. Su padre me encargo que la cuidara, y tengo que responder a su confianza.

Samantha pestañeo varias veces, analizando sus palabras.

— ¿Le pidió que me cuidara? ¿Responder a su confianza? — no sabía si reírse o alejarse corriendo —. Suena como algo del siglo pasado, de la edad media. Soy una mujer adulta y…

El rostro de Tom cambio abruptamente.

—Al demonio con todo. Tienes razón ¿Quién soy para tomar esto enserio? Le dije a Dave que esta era una idea tonta. Le dije que debería darte tu herencia sin condiciones, pero él insistió, en que este era el único camino. Deseaba que descubrieras la verdad.

Tom levanto las manos, con  las palmas hacia arriba en señal de derrota.

—Me doy por vencido. No soy un buen carcelero. Primero te dejo sola en una habitación, hasta el punto de suicidarte, luego me hago el rudo y trato de obligarte hacer lo que no deseas. Eres una adulta y puedes tomar tus propias decisiones. No tiene interés en esto, así que regrese a su cama. Si quiere coloque una silla detrás de la puerta, eso no permitirá entrar ni siquiera un depravado obcecado como yo. Mañana llamaré a una agencia de bienes raíces y la ayudare a buscar otro lugar donde vivir. Le devolveré el dinero del alquiler. Porque no se lleva ese equipo de computación, yo no sé qué hacer con él. Buenas noches Señorita Knight — le dijo, bajo por la escalera y se fue al living.

Temblando por el forcejeo con él, temblando por todo lo que había sucedido, Samantha subió lentamente  la escalera. 

I'm back! perdón por la tardanza espero que lo disfruten ... 

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