Capítulo Cinco

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De pie frente a la puerta de Samantha, Tom respira profundamente y luego golpeó. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero intentaría su mejor recurso.

Ella no contesto a su llamada, tampoco él esperaba que lo hiciera; por eso tomo la bandeja con una mano y saco la lleve de su bolsillo, la coloco en la cerradura y abrió la puerta y vio que todas las luces de la habitación estaban apagadas. Levanto la vista y murmuro mientras entraba a la habitación “por favor, que no esté vestida de blanco”.

Samantha se despertó lentamente, renuente a abrir los ojos en la claridad. Durante un momento permaneció en la cama pestañeando y despertándose gradualmente lo suficiente como para advertir que su locador estaba junto a ella, con una charola en las manos.

— ¿Qué está haciendo aquí? — le pregunto con el entrecejo fruncido, mientras se sentaba en la cama, pero su tono no reflejaba temor ni mucho menos interés. La verdad era que estaba tan cansada que le dolían los huesos y nada parecía conmoverla demasiado.

—Le traje algo de comer— le respondió y coloco la bandeja sobre la mesa de noche que estaba a un lado del escritorio, junto a la ventana —. Es comida de uno de los mejores restaurantes de Nueva York.

Samantha se froto los ojos

—No quiero nada para comer. — Cuando estuvo más despierta miro, hacia la puerta cerrada del departamento— ¿Cómo entro aquí?

Sonriendo como si fuera algo divertido, Tom le mostro su llave, Samantha se cubrió hasta el cuello.

— ¡Me mintió! Dijo que no tenía llave. Dijo…— sus ojos se agrandaron mientras se acurruco contra la cabecera de la cama—. Si se acerca, gritare.

En ese momento paso una ambulancia por Lexington Avenue, y el ulular de la sirena que entro por la ventana medio abierta fue tan intensa que prácticamente hizo temblar las cortinas.

— ¿Crees que alguien te oiría? — le pregunto Tom aun sonriendo.

Samantha comenzó a sentir miedo; se le notaba en el rostro. Tratando de permanecer tranquila, volvió a doblar la manta y empezó a levantarse, pero Tom le tomo el brazo.

—Mire, Sam— le dijo con tono suplicante—, lamento haberle dado la impresión de ser un pervertido sexual. No lo soy. La bese porque…— se detuvo e hizo una mueca—. Quizá sea mejor no hablar de eso. Lo que deseo de ti es más importante que el sexo. Quizá no tan agradable, pero más importante a largo plazo. Vine aquí para hablar de Mike Barret. Quiero que me lo presentes.

Abruptamente Samantha dejo de forcejear para alejarse de él y lo miro como si estuviera loco.

— ¿Quiere soltarme?

—Oh, sí claro— le contesto. Solo quería tomarla del codo para evitar que se fuera de la habitación, que era lo que parecía iba hacer, pero había comenzado a deslizar la mano por su brazo. Ella ya no era en ese momento de ninguna manera la mujer más deseable que jamás hubiese visto: tenía el aspecto de no haberse bañado desde hacía días, y su cabello estaba engrasado y enredado, tenía ojeras debajo de los ojos y las comisuras de sus adorables labios hacia abajo. Pero a pesar de su aspecto, Tom nunca había deseado tanto acostarse con una mujer como deseaba hacerlo con ella. Quizás estaba sintiendo los efectos de la primavera. O quizás necesitaba pasar un largo fin de semana en cama con alguna de las amigas de Daphne. O quizás solo necesitaba a Samantha.

La soltó y se alejo de la cama.

—Creo que necesitamos hablar.

Cuando Samantha miro el reloj que se encontraba en su mesita de noche, vio que  eran las once  y diez, suspiro profundamente.

Sweet DelusionsOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz