Oscura tentación

By Storiesscris

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El club Moleko es el más prestigioso del país, un lugar donde todas las fantasías que la mente humana sea cap... More

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 (FINAL)
Epílogo
Extra 1
Extra 2
Extra 3

Capítulo 5

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By Storiesscris

La sonrisa de Christopher no podía irradiar más orgullo, al oírla decir esas palabras sintió su polla crisparse nuevamente bajo su pantalón de vestir pero se obligó a sí mismo a mantener la postura. Ya no era un adolescente para que sus hormonas funcionasen de esa manera, era un adulto y debía de actuar como tal. ¿Qué era eso de ponerse cachondo solo porque la rubia le hiciera ojitos? Ese no era para nada su estilo.

—¿Hay algo más a lo que le temes, carita de ángel? —alzó sus cejas.

—Tengo una larga lista...

—Dímela, quiero ser yo quien te lleve por el buen camino del pecado.

—Tengo una clase en unos minutos, deberías de venir y así aclaramos tus dudas.

—Se supone que enseñas a dominantes... ¿Que pinto yo allí?

—Ser mi sumisa, puedes estar solo de espectadora.

Ella duda, pero finalmente deja la vergüenza a un lado y se centra en eso que tanto le gusta a la gente y que ella huye. Fue con él y se sentó mientras lo escuchaba hablar, su manera de expresarse era única, si por ella fuera vendría a sus clases todos los días. Había temas que no le agradaban e incluso arrugaba su nariz al escucharlo hablar con tanta normalidad, hasta él se dio cuenta de ese pequeño detalle.

La chica jugaba con el látigo del dominante en sus manos mientras lo escuchaba despedirse de los aprendices, en la clase no había aprendido nada nuevo pero sí que le dieron ganas de experimentar nuevos terrenos al escucharlo hablar con tanta seguridad. Claro que la experiencia era un punto importante.

—Pusiste mala cara al mencionar el sexo anal, al parecer todavía sigue siendo un límite para ti, ¿eh? —preguntó con diversión al tiempo que la despeinaba.

—No termina de convencerme, ¿no lo ves un poco egoísta? Es únicamente para el disfrute del hombre.

—Quizá, ¿pero he sido yo egoísta con tu cuerpo para que tú no disfrutes de algo?

—No lo has sido, pero eso no quiere decir...

—¿Confías en mi?

—Confío en ti.

Él sonrió de forma maliciosa y le quitó el látigo de las manos para pasarlo por su nuca y atraerla a su rostro, besó sus labios de forma breve y atrapó el inferior con sus dientes.

—Déjame enseñarte esto, cielo, si lo probamos y no te gusta, pasaremos a otra —prometió en un susurro—. Hay muchas cosas que quiero hacer contigo, pequeña Cyara.

—¿De verdad? —inquirió, buscando el contacto del dominante, este no tardó en llevar una mano a su mejilla para acariciarla y descenderla hasta dejar su pulgar presionando su labio.

—¿Acaso dudas de mi palabra, ángel?

Bate sus pestañas y succiona su dedo como respuesta, la visión del dominante se nubla con esa simple acción y tiene que apretar sus labios para no sisear de placer.

—¿Me tumbo, me pongo en cuatro patas o...?

—Sobre el escritorio, apóyate ahí.

Ella lo hace, dejando que su abdomen presione este mientras él le levanta el vestido hasta la cintura. Camina en busca del lubricante a base de agua y al tenerlo le separa las piernas para acariciar su entrada menor con sus dedos, Cyara se tensa pero con un par de besitos en la espalda logra relajarse. Era él. Él sabía lo que hacía. Entonces le dejó hacerlo, dejó que le mostrara lo que era el sexo anal y lo disfrutó.

—Puedes continuar con tu trabajo cuando te recuperes del orgasmo... Y si estás demasiado sofocada puedes regresar a casa—dijo, acariciándole el cabello—. A mi me va a matar Joel si no le ayudo con...

—No importa —lo interrumpió—. Ya cumpliste con eso de darme una lección, eso es lo que querías.

Cyara se maldijo un par de veces por permitirle hacer lo que hizo. Tuvo que levantarse y continuar con su trabajo, no permitiría que ese hombre le jodiese la cabeza. Le gustaba lo que había hecho y eso no debería de suceder, ¿no? ¿Quien era ese hombre para decirle "abre la boca"? ¿Qué coño tenía ella en mente al hacerlo?

"No volveré a obedecer a un hombre de esa manera, no volveré a obedecer a un hombre de esa manera, no volveré a obedecer a un hombre de esa manera..." Las notas mentales iban a quedar en el olvido y eso le jodía más que nada, estaba tirando sus bases feministas.

Fiammenta la esperaba con una sonrisa en los labios cuando llegó a la barra, ansiosa por hablar con ella sobre lo que acababa de suceder e incluso animarla a seguir con lo que, sin saberlo, ya había empezado ese día.

—¿Y... Qué tal estuvo? —alzó sus cejas y mordisqueó su labio inferior, sabiendo que la respuesta tenía que ser buena pero que no lo admitiría, al menos eso le expresaba su rostro.

Cyara la regresó a mirar y se encogió de hombros sin saber que decir. No iba a criticar a su jefe delante de ella, sería de muy mal gusto y más cuando sabía que era la sumisa de otro de los dueños del club, se metería en un terreno pantanoso.

Tomó el contrato en sus manos y lo tiró a la basura, con la mirada recorrió el local y divisó la mesa en donde estaban los dueños. Dos de los Maestros tenían su mirada fija en ella, Joel y el hombre que acababa de follar su boca, también conocido como Christopher.

—No debiste de hacer eso —advirtió su compañera en voz baja, a Cyara no le importó demasiado lo que acababa de decirle y siguió con su trabajo como si nada, dejándose llevar por el entretenimiento.

Las horas pasaron volando, no era el mejor trabajo del mundo pero al menos era se pasaba rápido el tiempo. Seguía sin familiarizarse con su entorno, sin embargo, no le tomó importancia y se centró en servir las bebidas que las personas le pedían.

Al terminar su turno se despidió de su compañera, la única persona allí que le parecía realmente agradable y con la que pensaba que podría llegar a llevarse bien. Caminó hasta la salida com pasó firme, era hora de volver a su tan ansiada casa, donde el ambiente que allí la esperaba era de su rollo y no como el lugar donde se encontraba.

—Alto ahí, señorita. —La voz de Joel hizo que se detuviera y volteara a verlo—. Ya sabes porque estoy aquí, acompáñame a mi oficina.

No lo sabía con seguridad pero por su mente pasaba la idea de que era por haber tirado el contrato.

Suspiró resignada, le dolían los pies y necesitaba descalzarse y tumbarse en cama. Además de que no podría aguantar allí un segundo más, sería insoportable.

Al llegar le abrió la puerta y la dejó pasar. Se sorprendió al ver al hombre que le empezaba a generar dolores de cabeza apoyado en el escritorio.

—Toma asiento.

Con pasos torpes caminó hacia las sillas que estaban frente al escritorio, tomó asiento y se removió incómoda.

—Supongo que sabes porque estás aquí, ¿verdad? —preguntó Joel mirándola fijamente—. Tu primer día y ya estás en problemas, Cyara.

—¿Problemas? —ladeó la cabeza mirándolo —. ¿Por haber tirado ese estúpido contrato?

Ninguno de los dos dijo nada, solo se miraron entre ellos. Si seguía así en el club, su actitud la llevaría a grandes problemas.

—Primer punto, Cyara, tú no eres nadie para levantarnos la voz y mucho menos para decirnos malas palabras —espetó Christopher con el ceño fruncido—. ¿Con esa sucia boca me chupaste la polla hace un par de horas?

La sangre de Cyara se acumuló en sus mejillas, miró al dueño de esas palabras de mala forma y sintiéndose totalmente avergonzada y humillada.

—No me sostengas la mirada que va a ser peor para ti —gruñó.

—Tú no gruñas que no eres un perro —contraatacó, se llevó una mano a los labios al darse cuenta de lo que había dicho y bajó rápidamente la mirada. No por arrepentida, más que nada por educación.

Joel luchaba por contener la risa pero no lo soportó y rió bajito, lo cual disimuló con una tos bastante finjida cuando Christopher lo fulminó con la mirada.

—Eres una mocosa descarada y desubicada, tu cara de ángel oculta todos los pecados que vas a cometer —chasqueó su lengua—. Con esa actitud no llegarás a ningún lado.

—Porque tú lo digas.

—¿Vas a seguir desafiándome, niña? —inquirió—. No te conviene.

—Cyara, por mi parte no tendrás un castigo. —Se apresuró a decir Joel—. Lo que hiciste no estuvo correcto y tú lo sabes tan bien como yo.

Su compañero lo miró como si estuviera loco.

¿No la castigaría?

Era pecado no hacerlo.

Y más teniendo en cuenta la actitud que tenía con ellos.

Si no la castigaba no iba a aprender la lección.

—Que él no vaya a castigarte no significa que te has librado del castigo —murmuró este —. Yo seré quien te castigue, Cyara, lo tienes muy merecido.

Ella pasó saliva con dificultad por su garganta.

—No será hoy — habló, su mirada viajó a Joel para comunicárselo también a él.

—Ve a cambiarte y puedes irte a casa, nos vemos mañana. —Sonrió amablemente.

Ella fue rápida en levantarse y salir de allí, corrió a los baños para poder cambiarse ropa y guardar el uniforma de trabajo. No iba a aguantar un segundo más en aquel lugar.

Al salir se quedó congelada observando la escena que todos en el sector miraban, su protagonista era Christopher y una de sus sumisas, nuevamente.

Se notaba que estaba enojado, tal vez cegado por la rabia del momento. Un momento que tendría que haber protagonizado Cyara y sin embargo, la dejó ir.

No quería hacerle nada, no sin antes leer todo lo que él podría hacerle y ofrecerle. No tenía fama por ser delicado y quería que la rubia huyese antes de tiempo, quería mostrarle bien el infierno, pero ir paso a paso no era su punto fuerte. Era una inexperta, él no trataba nunca con mujeres que recién empezaban en el mundo del BDSM por razones como esa. ¿Por qué habría de ser Cyara la excepción?

Le dijo unas palabras suaves a la sumisa que tenía en frente,  ella se negó rotundamente. Fue entonces cuando todo sucedió. Él se apartó y la miró, con esa mirada fría y oscura que siempre ofrecía.

—No puede ser...—dejó escapar Cyara en medio de un suspiro.

Ella empezó a desnudarse bajo la atenta mirada de todo, las lágrimas se deslizaba por sus mejillas y miraba a Christopher buscando un poco de compasión en él. Este no se la ofreció, se mantuvo quieto esperando a que ella terminara.

Una joven se acercó a él y le entregó una varilla de metal, este golpeó levemente en la palma de su mano mientras la miraba ponerse en cuatro. Él se agachó y sujetó su cuello con fuerza, le dijo algo al oído y la soltó de forma brusca. Se levantó y apoyando su pie en la espalda de la sumisa hizo que se doblara, de esto modo su mejilla impactó con el suelo y su trasero se elevó.

Y sin esperar, golpeó con la varilla en una de su nalgas, ella quiso forcejar pero no se lo permitió. Seguido golpeó la otra con la misma intensidad.

Manejaba el instrumento con una habilidad impresionante, tanto que lo hacía ver como un acto no violento. Pero para Cyara lo era, observando eso desde lejos y aguantándose las ganas de llorar.

Vio el rostro de la sumisa, lloraba a mares y su expresión era de puro dolor.

Cyara no pudo evitarlo y salió corriendo de allí, su mala suerte la llevó a tropezarse con el dueño más joven del club, quien la sostuvo en sus brazos para evitar que se comiera el suelo.

—¿Estás llorando? —cuestionó al ver su rostro húmedo —. Oh, linda... Christopher es un poco intenso, pero te prometo que no le está haciendo nada que no le guste o no se lo merezca.

En el fondo la mujer se retorcía de placer, claro que si, pero la rubia catalogaría eso como extraños fetiches que no deberían de ser reales. ¿Cómo iba a disfrutar del dolor? ¿De la humillación?

—Fue mi culpa  —sollozó mientras se aferraba a sus brazos, sus músculos se tensaron pero correspondió al abrazo tratando de consolarla—. Se enojó conmigo, ella no tiene la culpa.

—Es un dominante, él puede castigar a sus sumisas aunque estas no hayan hecho nada —murmuró —. Todos saben eso.

—Pero no se lo merece.

—Él sintió la necesidad de hacerlo, ella estaba ahí... Es difícil de entender para quienes no están en esto —dijo, se separó levemente y limpió sus lágrimas—. Él lo hizo para satisfacer sus necesidades y ella lo complació.

—Lamento interrumpir el momento —carraspeó Joel llegando a ellos—. Esto te pertenece, Cyara.

Le tendió un contrato de sumisión idéntico al anterior.

—Por favor, esta vez leelo completo —pidió.

Era una misión difícil, le gustaba leer, pero sabía que con cada palabra allí escrita se acordaría de Moleko y del dueño de la quinta sección. No podía permitir que le quitase el sueño, tenía que hacerle frente fuese como fuese, no se dejaría dominar por un hombre y menos por uno como él: frío, arrogante, oscuro... Y tentador.

✨✨✨

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