(Terror, Suspenso) Llave al I...

By patricio1500

4.3K 181 22

Pasados seis meses de un inexplicable ataque que mató a una docena de trabajadores, el condominio "Llave al P... More

Capítulo 1: Llave al Paraíso
Capítulo 2: La Familia Fantasma
Capítulo 3: Asuntos personales
Capítulo 4: Secretos que matan
Capítulo 5: Entre las sombras
Capítulo 6: Estado de alarma
Capítulo 7: Cuestión de ética
Capítulo 8: Información desconocida
Capítulo 9: Adivina quién
Capítulo 10: Pacto de sangre
Capítulo 11: Tu vida o la mía
Capítulo 12: Ciudad Roja
Capítulo 13: Amnesia, un golpe certero a tu mente
Capítulo 14: El que ríe último, ríe mejor (Parte I)

Capítulo 14: El que ríe último, ríe mejor (Parte II)

195 10 10
By patricio1500

Ductos de ventilación – noche

Angelina siguió a la rastra por los ductos de ventilación, sin soltar la pistola de su mano. Llegó a una parte donde el largo camino subía. Angelina hizo fuerza con sus brazos, se sostuvo y flexionándolos pudo subir al ducto principal, el cual era más alto, con varias bifurcaciones y caminos. El aire que corría era aún más frío que el que recién sentía. Angelina apuntó nuevamente con la pistola y siguió su paso cautelosa, mirando atentamente de un lado para el otro. Mira por las decenas de pequeños ductos que había a los lados y en el suelo, pero no encontró nada sospechoso. El aire se ponía cada vez más helado, la intensidad de éste aumentaba bastante y la abogada se abrazaba a sí misma en señal de frío. El conducto se llenó de neblina y su pelo se comenzó a escachar.

–Me van a congelar –exclamó ella, poniendo su pistola en la boca.

Angelina corrió ágilmente por el conducto, buscando otro lo suficientemente ancho para alcanzar. Puso su pie dentro de uno mientras trotaba y cayó con fuerza al suelo.

–¡Mierda!

El aire se ponía cada vez más helado y pesado, el pelo de ella se llenaba de escarcha y su rostro cada vez perdía más color, tornándose pálido y sin brillo. Angelina a la rastra y tiritando se pudo poner de pie nuevamente y se lanzó sobre un pequeño conducto que caía en forma vertical, donde apenas alcanzaba.

Laboratorio de Test Cosméticos – noche

Angelina cayó desde el techo al suelo a una sala blanca y cuadrada, no muy grande, parecida a un consultorio médico. Con agilidad se puso de pie, y venciendo el frío apuntó directamente al rostro a un científico vestido de blanco que pasaba unos pinceles sobre el rostro de una muchacha que daba la espalda a Torres.

La abogada sin pensarlo disparó certeramente en el cuello del hombre y este, quejándose, cayó desangrado al suelo sin alcanzar a decir palabra alguna. Angelina se acercó a la muchacha y la desató de la silla donde estaba sentada, le quitó el pelo que cubría el rostro y descubrió que lo tiene hinchado y rojo, con varios moretones e irritaciones. Ella miró hacia el suelo, pero Angelina insistía en tomarle la cara y ver todo. Luego miró la bandeja que había a un lado, la cual tenía varios lápices y pinceles.

–¿Cómo te llamas? –preguntó Torres.

–Helen –respondió ella, titubeante–. ¿Y tú quién eres?

–Tu salvación –responde Angelina, desatando a la muchacha–. ¿Qué te hacían acá?

– Prueban todos esos productos para ver si irritan o no –respondió ella, acongojada.
–¿En tu rostro?

– Sí.

–¿Me sigues? –preguntó Angelina–. Descubrirán el cuerpo pronto. ¿Sabes si hay alguna salida?

–Yo desperté en una celda y he estado allí por tres años, no sé nada –respondió Helen–. Aunque un par de personas con las que hablé han dicho que en lo alto hay una salida... pero da hacia el bosque.

–Ya sé lo del bosque, de hecho allí partió todo ¿Y qué más te han hecho?

–Pruebas cosméticas, aunque a mi amiga –baja el rostro apenada–. Mireya, la llevaron y le dieron a tomar varias pastillas. Murió.

–¿Has oído hablar de una María José Basoalto?

Helen negó con la cabeza. Angelina abrió la única puerta que había y se encontró con un pasillo nuevamente. Mientras tanto la muchacha tomó un frasco de vidrio lleno de líquido.

–Tiene ácido –aclaró la joven.

–Esta mierda de construcción está llena de pasillos y laberintos. ¿Sabes si tiene más pisos? – preguntó Angelina.

–Las celdas están subiendo, segundo piso.

–Entonces llegando a lo alto encontraremos salida –dijo Angelina, pensativa–. Porque no sé si aguante seguir este pasillo hasta el infinito.

–¿Y cómo llegaste acá?

–Yo misma entré.

La muchacha miró sin comprender a Angelina, la que se largó por el pasillo, tomó de la mano a Helen y la tiró con fuerza, en un trote rápido y silencioso.


Pasillos – noche

Susana caminaba firme y rápido por el pasillo, Tania la seguía tomada de su mano un poco más atrás. Ambas dieron vuelta en una esquina y llegaron a una escalera que daba a un pasillo iluminado. La modelo tomó el arma entre sus manos y caminó muy lenta y serena, luego se asomó. Había un guardia de espaldas junto a una puerta blanca, con una pistola en el bolsillo. Susana observó buscando cámaras.

– Espérame acá – murmuró a Tania.

Susana caminó sigilosamente, apoyando con sumo cuidado sus pies en cada paso que daba. Cuando estuvo a no más de un metro del hombre, que al parecer escuchaba música con un estéreo personal, ella presionó el gatillo sobre su cabeza. Él gritó de dolor, sus cabellos ardieron en llamas en un santiamén y desesperado se largó a correr por el pasillo, con sus ropas encendidas. El escándalo hizo que Tania saliera de la escalera y el pasillo se llenara de hombres de blanco, algunos en sus manos tenían jeringas, otros tijeras, algunos la capa manchada con sangre. El guardia incendiado cayó al suelo y sus gritos comenzaron a apagarse lentamente. Susana se apoyó en la pared y miraba hacia ambos lados, con el mismo rostro de incertidumbre que los hombres de blanco miraban a ella. Susana tomó lentamente a Tania en brazos y caminó. Ninguno de los doctores se movió de su sitio, todos miraban desde las puertas incrédulos.

–No se acerquen o soy capaz de dispararles –amenazó Susana.

–No se altere, pase –dijo uno de los doctores.

–¿Por dónde queda la salida? –preguntó Susana, poniendo el arma en el pecho de quien le habló.

–No lo sé –responde el doctor con toda la calma del mundo.

El resto de los hombres de blanco entraron nuevamente a sus habitaciones. Tania abrazó a su madre muy nerviosa, mientras ella tiritaba al apuntar.

–Responda –exigió nuevamente Susana–. ¿Qué es esto?

–Un laboratorio de pruebas, o al menos eso nos dicen –respondió el hombre, luego se acercó a ella y le murmuró–. Si quiere salir, hágalo ahora, corra, van a encontrar luego el cuerpo del guardia y estará perdida.

–¿Y por qué no me matan? –Susana bajó el arma–. ¿Por qué ustedes no me hacen nada?

–Porque llegamos acá igual que usted, igual que el hombre que tengo amarrado en esa silla –dijo él, abriendo la puerta y mostrando a un adulto de unos cuarenta años, que tenía el brazo lleno de cortes–. Tienen todo bajo control... no sé cómo llegó usted acá.

–Escapé –dijo ella.

–Entonces corra, porque apenas se den cuenta que uno de la lista está fuera, la van a perseguir hasta matarla. Si logra salir, váyase lejos del país, porque la van a seguir –dijo él–. Permiso.

Susana dejó a Tania en el suelo, se acercó al guardia y sacó la pistola que tenía en su bolsillo. El hombre todavía estaba agónico, con la espalda quemada, la ropa pegada a la piel y algo de sangre pegajosa en todo su cuerpo. Luego se acercó a su hija, tomó su mano y se largó por el pasillo corriendo.


Laboratorio – noche

Ana seguía sostenida entre los barrotes mientras que Diego estaba a su lado, algo más compuesto. Roser y Josefa tenían puestos guantes quirúrgicos, mientras que Olga y Ernesto se encargaban de poner en una cama metálica y esposar a Estela. Álvaro se dedicaba a anotar en un papel lo que sucedía.

–¿Qué me van a hacer? –preguntó la arquitecta muy tensa – ¡Qué me van a hacer!

–Josefa, tu inyecta el virus en la carótida –ordenó Roser.

–¡No! –gritaba Estela.

Josefa puso sus manos en el cuello de Estela, la cual se movía de un lado a otro e intentaba morder, pero infructuosamente. Ernesto con fuerza tomó su cabeza y la sujetó.

–Quédate quieta o te van a rajar el cuello, idiota –ordenó Ernesto.

–Prefiero eso... ¡mátenme! –suplicaba Estela.

Josefa tomó una de las jeringas, la más grande, y la puso sobre el cuello de la arquitecta. Con su otra mano buscó la arteria, luego insertó la aguja allí y lentamente fue presionando para que el líquido entrara.

–Calma, un movimiento y te desangro –dijo Josefa muy tranquila.

Estela tenía los ojos enrojecidos, apretaba los dientes para no gritar del dolor. Cuando Josefa terminó puso un gran trozo de algodón en el lugar y presionó con fuerza.

–Te va a doler un poco la presión –dijo ella–. Pero va a coagular pronto.

–¿Virus de qué? –preguntó Estela. Ernesto quitó sus manos de su rostro.

–Dejémoslo en virus –respondió Roser.

Ana y Diego miraban ya rendidos la escena.

–Te juro que no quiero morir sin entender lo que hacen –comentó Ana a su compañero.

–Tu espíritu periodístico te acompaña hasta en los peores momentos –dijo Diego, riendo.

–¿Qué comentan tanto? –dijo Olga, poniéndose frente a los dos periodistas.

–Nada –respondió Ana sonriente–. Veo que estamos perdidos.

–¡Qué hábil! –ironizó Olga–. Ahora vamos –tomó las llaves y abrió la celda–. Acompáñenme de buena manera, para no tener que llegar a malos tratos ¿ya?

Ana y Diego salieron de la celda cabizbajos

–Llévenlos ustedes Olga, Josefa y Ernesto –ordenó Roser–. Mientras tanto yo me encargo de esposar a Estela y prepararla para lo que viene –sonrió perversamente.

–¿Y yo? –preguntó Álvaro.

–Tú te quedas acá –ordenó Roser–. No te necesitamos para esta fase, no estás preparado.

Pasillo, primer piso – noche

Angelina y Helen caminaban muy sigilosamente por los pasillos del primer piso. Toda la construcción parecía ser igual, paredes y puertas color blanco, y el piso gris reluciente, como un hospital. Llegaron hasta una gran escalera.

–Acá es... siempre me arrastran hacia el segundo piso –dijo la joven, sonriendo como si fuera normal.

–Vamos –dijo Angelina.


Pasillo, segundo piso – noche

Angelina y Helen pusieron sus pies sobre el piso del segundo piso. La estructura del lugar era exactamente igual a la del primero. La joven rubia dio media vuelta y caminó por el muro que dividía la escalera del piso, le llegaba a la cadera. Dejó la botella pesada que llevaba entre sus manos y se sentó allí.

–No sé a qué lugar llegaremos –exclamó.

–Nadie sabe, pero hay que tomar el riesgo –dijo Angelina.

Del primer piso se sintieron voces, Angelina con agilidad se puso junto a Helen, tomando muy firme su pistola. Se sintieron pasos que subían por la escalera muy firmes, y las voces se tornaron conocidas, por allí subían Diego, Ana con sus captores Olga, Ernesto y Josefa, y un vigilante más.

–Helen no te muevas –dijo Angelina.

–No estoy segura de querer ayudar –murmuró muy nerviosa la joven, tomando el frasco que dejó en el suelo.

El grupo terminó de subir las escaleras y se aprontaban a caminar hacia el interior del largo pasillo. Cuando ya llevaban caminados unos cinco metros, Angelina se puso de pie, dio un par de pasos muy sigilosos y apuntó su pistola. Presionó el gatillo y el disparo dio certeramente en el cráneo del vigilante, haciendo que éste cayera de rodillas al suelo, tiñendo de rojo el suelo reluciente del lugar. Ana aprovechando el descuido empujó con fuerza a Olga, haciendo que ésta golpee fuertemente su hombro en la pared de concreto. Ernesto miró desconcertado a Diego, sacó su pistola y lo apuntó directamente. Ana puso su pie sobre Tenorio.

–No se muevan –ordenó Ernesto, tomando a Diego del brazo.

–¡Llévatelo! –gritó Olga, luego miró a Ana–. Y tú perra de mierda... ¡pagarás!

–¡Angelina! –exclamó Ana sorprendida–. Qué bueno verte.

–Por suerte saliste hábil – ironizó la abogada, acercándose cada vez más a Olga con la pistola.


Ernesto se escapó con Diego por el pasillo, seguido de Josefa. Cuando Angelina estuvo a dos metros de ella, Olga puso su mano en el bolsillo y sacó una pistola, con la otra tomó la pierna de Ana y la derribó, luego la apuntó.

–Estúpida, no se van a salir con la suya así como así –dijo Tenorio, poniéndose de          pie, sin dejar de apuntar a Ana–. Disparas... disparo.

–Mierda –exclamó derrotada Angelina.

–¡Dispara! –gritaba Ana cerrando sus ojos–. ¡Dispárale, vuélale los sesos a esta zorra!

–Quiero saber una sola cosa –dijo Angelina–. ¿Dónde puedo encontrar a María José?

–Angelina... –dijo Ana, emocionada.

–De todas formas dudo que llegues allí viva... baja al primer piso y abre la puerta que justo da a la bajada de la escalera. Al fondo está su oficina –respondió Olga–. ¡Ahora lárgate! ¡Déjanos terminar mi proyecto!

–Ana, estoy acá para encontrarme con María José, lo siento –Angelina bajó su rostro, apenada.

Ana miró extrañada a Olga. Angelina se fue alejando cada vez más, siempre apuntando directamente a Tenorio. Cuando estuvo a tan sólo un paso de la escalera, sintió pasos.

–Mierda –exclamó Angelina.

Olga tomó del brazo a Ana y la guió hacia el fondo del pasillo, apuntando siempre a su cabeza.

Pasillo, Primer piso – noche

Susana caminaba con Tania por el pasillo cuando vio pasar frente a ella a Roser, que llevaba encadenada a Estela. La modelo se hizo a un lado con su hija, luego se acercó a ver en qué parte iban, y las observó subiendo las escaleras. Miró la pistola que llevaba entre sus manos y luego hacia adelante, confundida.


Pasillo, Segundo piso – noche

Olga detuvo su paso al sentir que alguien subía por las escaleras. Angelina estaba de pie quieta, y a su lado, escondida tras la pequeña muralla, Helen miraba nerviosa. Cuando Roser llegó a la mitad de las escalas vislumbró a Angelina, sacó su pistola y la apuntó.

–¡No te muevas perra! –exclamó la doctora.

–¡Mátala! –gritó Olga.

En ese instante Helen se puso de pie, tomó con sus dos manos el gran frasco de vidrio y lo lanzó con fuerza sobre Roser, el cual se quebró en su cabeza y la bañó en ácido. Su piel se tornó roja, gritó, y del dolor y confusión cayó por las escaleras hasta llegar al primer piso. Angelina aprovechó el momento y se lanzó por las escaleras hacia abajo, Olga intentó disparar pero la bala chocó con una de las paredes. Helen saltó el muro y cayó por las escaleras al mismo tiempo que Angelina. Estela estaba encadenada y algo dopada, no era capaz de coordinarse por lo que sólo atinó en doblar sus rodillas y quedar sentada.

–¡Alarma! –gritó Olga–. ¡Activen la puta alarma!

Pasillo, Primer piso – noche

Susana Abarca caminaba sigilosa rumbo a las escalas, apuntando siempre hacia adelante. El cuerpo de la doctora cayó por los peldaños con gran velocidad, mientras que Angelina bajó todas las escaleras y el último paso lo dio sobre la cabeza de Roser, la cual crujió con fuerzas, rompiendo el cráneo y haciendo que parte de su cerebro y sangre escaparan por una grieta. Susana creyendo apuntar a la doctora, presionó el gatillo.

–¡No! –gritó Angelina.

El balazo dio en el estómago de Helen, la cual sorprendida puso sus manos sobre su abdomen, del cual escapaba sangre. La alarma del recinto comenzó a sonar.

–Lo siento Helen, lo siento Susana –dijo Angelina, tomando la pistola y largándose por la dirección que Olga había indicado hace un momento.

Las luces del recinto palpitaban entre el blanco y el rojo. Tania desde el fondo miraba todo lo que había sucedido, Susana se dio media vuelta para buscarla y al ver que su hija lloraba, ella también lo hizo. Helen se desplomó en el suelo, agónica respiraba muy agitado y apenas podía balbucear pidiendo ayuda.

–¡Fue un error! –exclamó Abarca angustiada –¡No quería!

–Vete –murmuró casi sin fuerzas Helen–. Huye.

Susana dio media vuelta y tomó a su hija en brazos. Miró hacia todas direcciones pensando donde ir, pero fue demasiado tarde, una legión de más de veinte guardias vestidos de azul la rodearon.

–¡Suelta a la pequeña! –ordenó uno de ellos.

Susana apuntó con la pistola a Tania, su mano tiritaba.

–¡No haga nada! –dijeron los guardias a coro–. ¡No se mueva!

–¡Mamá que haces! –exclamó la pequeña, entre lágrimas–. Mamá, no.

–No te voy a entregar –murmuró acongojada Abarca.

Susana inspiró aire, miró hacia el techo buscando fuerzas. Observó por última vez los rubios cabellos de su hija y esa mirada de ternura que tantas veces le llenaba el alma de alegría. Desvió por última vez su vista y luego presionó el gatillo.

–Es por tu bien hija, es por tu bien –dijo al aire, llorando.

La modelo cayó de rodillas al suelo derrotada, los guardias se acercaron y la sacaron con fuerza, arrastrándola por el piso. Otro par de hombres se encargaron de cubrir con una sábana blanca el cuerpo de la pequeña, la cual que se tiñó de rojo en pocos segundos.


Pasillos, primer piso – noche

Angelina corría por el pasillo que Olga había indicado, las luces seguían cambiando entre rojo y blanco. Por las puertas salió un guardia que no alcanzó a apuntar antes que la mujer le diera un balazo en la frente. Angelina detuvo el paso para cambiar de cargador, distracción que otro guardia intentó aprovechar pero en vano, ella cargó y dio en el ojo del hombre, que cubrió de sangre las paredes blancas del recinto. La misma suerte corrió el último guardia que cuidaba la puerta principal del fondo, sin que alcanzara a darse vuelta Angelina le dio en la parte trasera del cuello. Abrió la puerta del fondo y entró a la habitación que estaba tras ella.


Coliseo – noche

Diego y Ana son empujados a una sala gigante en forma de coliseo, que termina en una gran cúpula transparente en donde se apreciaba el despejado cielo cubierto de estrellas y la luna a un lado. En una de las orillas había una cabina, en donde Ernesto, Josefa y Ana tomaron lugar.

–Si yo viera esto en la tele diría que es un campo de batalla –dijo Ana, mirando las paredes que tenían varios rasguños.

–Anita... –dijo Diego, con un tono melancólico–. Creo que contigo pasé los mejores         tiempos de mi vida ¿Recuerdas cuando nos tocó ir a la noticia del vertedero y mientras entrevistabas te persiguió un perro?

–Obvio, y tú saliste tras él porque sabes que me dan terror esos animales –respondió Ana, sonriente.

Ambos se miraron durante un par de segundos y luego se abrazaron.

–Nuestra curiosidad nos trajo a nuestra tumba... te quiero amigo –dijo Ana.

–Yo también Anita, yo también.

Las compuertas se abrieron y Estela fue puesta delante de Ana y Diego, sin ninguna cadena ni nada que la atara. Su pelo le cubría el rostro, estaba inmóvil.

–Les presento la versión mejorada de mi hermosa creación –dijo Olga al micrófono–. ¡El virus D cuarenta y cinco!

–¿Y? –exclamó Ana irónicamente–. ¿Quieres que te felicitemos?

¡Frente a ustedes tienen a una de las bestias que atacaban en el bosque! –prosiguió Olga–. Esta versión es mejorada, gracias a los avances que mi querida sujeto de experimentos Victoria Rojas proporcionó. También gracias a los datos tomados en el condominio a cada uno de ustedes.

– Perra, por eso Victoria actuaba tan raro –exclamó Ana.

–¿Qué pasó? –preguntó Diego.

–Victoria al parecer asesinó a Irene y luego me persiguió, pero parecía poseída... estaba débil y de un momento a otro furibunda y ágil –dijo Ana.

–Pero dile que actúe luego – se escuchó a lo lejos a Ernesto protestar–. Y acuérdate que Roser tuvo gran parte del crédito.

–Pero yo puse el dinero – dijo Olga.

–Y cuéntales que yo me lo inyecté, quiero protagonismo –exclamó Josefa.

–Por lo visto tienen sentido del humor –murmuró Diego al oído a Ana.

–Uh dejé el micrófono abierto – se excusó Olga en tono relajado, luego lo cambió a uno perverso–. Durante meses tomamos datos de cada una de sus reacciones humanas. El dolor, la ira, la alegría y la pena. Para eso necesitamos de su condominio y para eso necesitamos de ustedes, Ana y Diego. El poder del amor, algo tan amplio y la vez tan poderoso, llevó a muchos de ustedes a hacer cosas que jamás pensaron.

–Toquen bajo sus axilas –dijo Ernesto–. ¿Sienten algo duro allí?

Ana y Diego tocaron allí, ambos tenían una pequeña marca y algo duro allí.

–Con ese chip sacamos datos de cada uno de ustedes. ¿Vieron lo que capaz de hacer Angelina por su sobrina? ¡Me torturó! ¡Me masacró! –exclamaba Olga al micrófono–. Estela por el orgullo y su condominio, Iván y su amor al dinero, Irene y el amor al poder. ¡Todos proporcionaron los datos para tener a este último proyecto, el arma del futuro! Humanos que no se amedrenten de absolutamente nada, que sean capaces de dominar sus instintos y sus sentimientos, poderosos, invencibles.

–Estela Vergara, nuestra principal dadora de muestras es ahora nuestra principal arma –dijo Josefa–. Así que...

–¡Ataca! –exclamaron los científicos al unísono–. ¡Llénanos de orgullo!

–Llegó la hora de decir adiós –dijo Ana, entre nerviosa y en broma.

Estela se quitó el pelo del rostro, parecía totalmente poseída. Hizo sonar los huesos de las manos, luego dio un gran salto desde donde estaba de pie hasta la pared, donde se sostuvo de un fierro que rodeaba todo el coliseo. Ana y Diego estaban quietos al centro, mirando como la arquitecta mostraba sus nuevos dotes.

–Ojalá lo haga rápido –dijo Diego.

Estela dio un nuevo salto, cayendo justo frente a Ana, la cual sólo atinó a cerrar los ojos, tiritando. Estela la tomó de la cabeza con una mano, y con la otra tomó su brazo, el cual usó como palanca para girar el cuerpo, provocando que el cuello se doblara en su eje y crujiera. Dio tres vueltas hasta dejar el cuerpo de Ana unido sólo por un par de cartílagos a su cabeza. El suelo se llenó de sangre, igual que la ropa de Estela. Diego había cerrado los ojos, dejando escapar apenas una lágrima por su amiga de toda la vida.

–Estela, por favor, algo de ti debe quedar –suplicó él–. Recuerdas lo que vivimos antes de llegar acá.

Estela miró con los ojos muy abiertos a Diego, intentó decir algo pero sólo emitía gruñidos parecidos a los de un animal.


Habitación final – noche

Angelina entró a la habitación de la cual había abierto la puerta, era una oficina común y corriente, con una pequeña ventana que daba hacia el bosque. En ella una joven rubia esperaba con una gran sonrisa en su rostro.

–¿María José? –preguntó dubitativa Angelina–. ¿Eres tú?

–Tía... –dijo la muchacha.

Angelina se acercó a abrazarla muy emocionada pero la joven la evade, mira hacia un lado con cierto sentimiento de culpa y recelo.

–¿Qué pasa Coté? –pregunta extrañada Angelina–. ¿Por qué no respondes a mi abrazo?

–Caíste –dijo María José, cambiando radicalmente su tono de voz, a uno profundo y maligno–. Tu fuerza y ganas de verme y reencontrarte conmigo te hicieron asesinar a decenas de guardias, imponerte a una organización completa, usar a Ana y Diego a tu antojo para llegar hasta acá, les ocultaste información, fuiste una total perra, todo por llegar hasta acá.

Angelina no pudo soportar la humillación y se largó a llorar.

–Pero Coté...

–¿Pero qué? Tu madre fue una de las organizadoras de esta fundación, ella comenzó en esto y yo tengo que ser capaz de honrar su nombre. Deberías estar eternamente agradecida de tu padre, que fue quien peleó para que no te metieran en esto, porque tu madre manejó todo... sólo para darte educación a ti y al imbécil de mi padre.

–No puedo creer que haya caído así –exclamó sorprendida Angelina–. ¡Estuve años pensando en ti, Coté! ¡Mi querida sobrina que tanto amaba! ¡Amaba! Yo te amaba Coté, eras como mi hija... soñé con reencontrarnos y volver a tener esas conversaciones que teníamos, ¿pero ahora que hay? Humillación.

Angelina sacó la pistola y la apuntó sobre María José, la que sin sorprenderse presionó un botón sobre su mesa. Unos hombres golpearon la puerta pero no pudieron entrar, estaba atascada. Angelina sonrió.

–¿Creías que iba a ser tan ilusa de arriesgarme a que los guardias volvieran por esa puerta? Sentimental y todo, aún pienso –exclamó Angelina–. El que ríe último, ríe mejor.

Angelina presionó el gatillo cinco veces, una en el estómago, otra en el hombro, la siguiente en una de sus piernas, la que hizo que la muchacha cayera al suelo. Luego disparó en su pecho y finalmente en la cabeza, la que terminó por quitarle la vida. Luego se acercó a la ventana que daba al bosque, de un balazo la voló y salió por allí.

 
Coliseo – noche

Diego miraba a Estela, y ella hacía lo mismo. Sus miradas parecen complementarse bien. Desde la cabina Olga parece nerviosa y preocupada, comenta cosas a Ernesto y Josefa.

–¡Mátalo! –ordenaba por el micrófono Tenorio–. ¡Eres un animal Estela! ¡Sin sentimientos, por la misma mierda!

–¡Está fallando! –exclamaba Ernesto al micrófono–. ¡Estela, destrózalo! ¡Que fluya tu ira!

Diego se comenzaba a acercar a estela cada vez más, él abrió sus brazos... ella se acercó, juntándose ambos en un apretado abrazo.

–Estela vence al virus, te están dominando –pedía Diego.     

–No.... puedo –balbuceaba Estela con dificultad.

–¡Mátalo! – reiteraba Olga.

Estela acercó su cabeza al cuello de Diego y lo mordió, quitando gran parte de los huesos y cartílagos que unen la cabeza con el resto de su cuerpo. Diego apenas se quejó un par de segundos, los mismos que demoró su sangre en salir a borbotones hasta derramarse por completo sobre el sanguinario suelo del coliseo. La prueba había terminado. Estela caminó hasta el centro del coliseo, donde volvió a quedar inerte, con el pelo cubriendo su rostro. Olga, Ernesto y Josefa respiraron aliviados, aunque no quedaron del todo satisfechos. Entró también Álvaro, quien con un rostro de lamentación mira a sus compañeros.

–No hemos sido capaces de romper del todo los sentimientos – comentó Olga a sus compañeros–. Todo lo que hicimos en el condominio, todo... no funcionó. Nos ganó. Hemos fallado.

–¿Qué? –preguntó Álvaro.

–Así es –sentenció Ernesto–. Todo esto ha sido un fracaso señores, un total fracaso.

Avenida Colonial – noche

En las rejas del fondo se ve que Angelina escalaba con dificultad para pasar al interior del Condominio. La calle estaba llena de cámaras y medios de prensa, también de policías. Al interior de la casa oscura había varios examinando la casa pero la compuerta del fondo cerrada, con el cuerpo de Liz cubierto por una manta plástica negra. Los policías se acercaron a Angelina, quien feliz sonreía triunfalmente caminando por la avenida, bastante demacrada y con rasguños varios.

–Tengo toda la verdad del condominio –gritaba Angelina hacia las cámaras–. ¡Tengo la verdad!

El jefe de policía se acercó a Angelina y la esposó.

–Usted está arrestada por los delitos cometidos en el condominio Llave al Paraíso –dijo él.

Angelina miró hacia las cámaras desconcertada, sin saber qué hacer o decir.

–¡Yo estuve allí! ¡Sé lo que esconde el bosque tienen que creerme! ¡Experimentan con gente! –gritaba Angelina.

La periodista del canal regional Luz miraba dubitativa la escena, tiene el micrófono en mano y la cámara frente a ella. El camarógrafo le hace señas para que hable.

Hospital – noche

En una de las camillas estaba Alejandro completamente vendado, con un tubo para el oxígeno en su boca y sólo con los ojos descubiertos. La televisión estaba encendida y en canal Regional puesta.

 

Luz lucía dubitativa, pero al cabo de algunos segundos comenzó a relatar.

–Angelina Torres ha sido inculpada según la policía por los crímenes cometidos al interior del condominio Llave al Paraíso. Las muertes y desapariciones superan las veinte personas, sólo contando a los trabajadores que fueron brutalmente asesinados hace ya seis meses, y contando ahora a la familia completa de Estela Vergara, la modelo Susana Abarca, la popular animadora de televisión Victoria Rojas, y otros varios habitantes más del condominio. Seguiremos informando al respecto... –Luz hace una pausa y toma aire–. Siempre con la verdad, canal catorce, adelante estudios.

Los ritmos vitales de Alejandro comenzaban a alterarse, la máquina que indicaba su ritmo cardíaco subía cada vez más la frecuencia de sus latidos y la máquina de respiración artificial iniciaba su funcionamiento. Una enfermera apareció corriendo, se acercó a un pequeño velador que hay a un lado y quitó el suero, inyectando por la manguera otro medicamento.             

[[Una semana después.]]

Hospital – día

Alejandro ya no estaba en estado crítico. Tenía todavía el rostro cubierto de vendas, pero la boca libre, respiraba por sus propios medios. En la televisión estaba sintonizado el canal catorce.

 

En el estudio de televisión aparecía Luz sentada, informando las noticias.

–Por otra parte el juicio de Angelina Torres ya fue definido. Una de las sentencias         más rápidas de la historia para quien hoy en día es la mujer más repudiada del país. Y el jurado puso la pena máxima, condenándola por genocidio a nada más y nada menos que la pena de muerte –Luz toma un vaso de agua–. Y siguiendo con las noticias, tenemos un enlace desde el palacio de gobierno, en donde se dará oficialmente el anuncio del nuevo Ministro de Salud, don Ernesto Noriega, el cual ha asegurado que la calidad de los medicamentos de ahora en adelante será mucho mayor, ya que el moderno sistema de testeo que se implementará a partir de hoy en los laboratorios nacionales cumplirá con los estándares impuestos a nivel mundial. Nota de Patricio Pereira, adelante.

– ¡Asesino! – balbuceó con dificultad Alejandro – ¡Asesino!

Sala de Prueba de cosméticos – día

Susana estaba amarrada en una silla, con un traje blanco, en una de las tantas salas de las instalaciones de Ciudad Roja. Un científico entraba, era el mismo que hace una semana atrás le había dado instrucciones para huir, tenía sus manos cubiertas con unos guantes gruesos y el cuerpo con una capa.

–Veo que no lo logró –dijo él.

–Usted me puede ayudar a salir de acá, por favor –suplicó Susana.

–No puedo, nos controlan todo, hago eso y me arriesgo a que me maten –dijo el              hombre, tomando un algodón y luego untándole un líquido–. Esto va a doler, vamos a usar su hermoso rostro de modelo para probar la corrosión de ciertos ácidos. El hombre puso el algodón sobre la mejilla de Susana, dejando un rastro grande de sangre, quemando parte de la piel. Susana aguantó presionando con fuerzas sus dientes. Luego siguió así, untando un nuevo algodón y probando.  Finalmente tomó una de las botellas y lanzó un chorro de ácido sobre el rostro y cuerpo de la modelo, quemando levemente casi toda su piel. Ahí Susana emitió algunos quejidos de dolor.

El científico cortó las correas que amarraban a la modelo y le dijo que se pusiera de pie. Con gran dificultad Susana lo hizo, luego sacó pecho y muy digna miró hacia adelante.

–Si este es el pago que tengo que soportar por Tania, lo haré –dijo ella.

El hombre luego la empujó al suelo y lanzó una nueva carga de ácido, esta vez sobre su espalda.

Sala de ejecución – día

Angelina estaba sentada en una silla metálica, dentro de una sala muy oscura. La puerta metálica se abrió y un hombre vestido de negro completamente, con el rostro cubierto por una mascarilla, traía una inyección entre sus manos.

–Va a ser rápido –dijo él.

–Hágalo –murmuró Angelina, sin inmutarse.

El hombre tomó el brazo de Angelina, tocó con las yemas de sus dedos el antebrazo buscando la vena. Cuando la encontró puso la aguja sobre su brazo y enterró.

–Hasta nunca, mundo de mierda –exclamó ella, rindiéndose ante el efecto de la inyección.

Sala desconocida – día

Angelina abrió los ojos, estaba vestida completamente de blanco. Confundida, miraba a su alrededor, toda la habitación era blanca y muy brillante, había una ventana al fondo donde la luz del sol pegaba fuertemente.

–Me fui al cielo, siempre supe que fui buena, ¡ja! –dijo, riendo.

Una mano se posó sobre su hombro, Angelina dio media vuelta y vio como Olga la miraba con una gran sonrisa en el rostro.

–Bienvenida a tu pena de muerte –dijo la mujer, lanzando sobre sus rodillas una carpeta.

Angelina tomó entre sus manos la carpeta y la abrió, se desprendiendo una ficha donde salía la fotografía de Helen.

–Helen Nadine Zamora Estévez... condenada por Homicidio –leyó Angelina–. Pena de muerte. Angelina Isabel Torres Castillo, condenada a muerte por Genocidio. ¡Así traían a los prisioneros! ¡Así los traían! –exclamó enfurecida.

Angelina se puso de pie e intentó abalanzarse sobre Olga, la cual la redujo con un shock eléctrico.

–Así es como mueren... lenta y dolorosamente –dijo Olga–. ¡Álvaro, trae los implementos, vamos a comenzar!

–Como usted ordene –dijo el joven, el que estaba tras un biombo blanco.

Álvaro acercó una bandeja llena de jeringas, y un alicate. Olga se puso los guantes quirúrgicos.

–Vamos a extraer todos tus dientes, luego las uñas. Probaremos los anestésicos de los Laboratorios Ramírez. ¡Tú serás nuestro conejillo de indias preferido! ¡Te vamos a explotar hasta asesinarte! Acá comienza tu pena de muerte, acá.

Álvaro amarró a Angelina a la silla, luego le dio un golpe en el rostro. Olga inyectó en la raíz de la uña del dedo pulgar del pie un líquido, la abogada gritó del dolor. Luego tomó un alicate y comenzó a tirar de la uña con fuerza.

–¡Perra de mierda! – gritaba Angelina.

Olga logró sacar la uña, junto a un pequeño rastro de sangre que cae al suelo. Álvaro tomaba nota.

–¿Dolió? –preguntó el joven.

–¡No, si estaba gritando por amor al arte, maricón! –respondió Angelina.

–Prueba entonces sin anestesia –dijo él.

–Vamos –exclamó Olga, sonriendo–. Pie derecho ahora.

–¡No! –gritó Angelina–. ¡Ah!

Olga tomó el pie de Angelina y puso el alicate sobre la uña. Álvaro sonreía mientras escribía en la ficha "médica" de Angelina.


Estela recorría los bosques totalmente poseída. Se encaramaba de un árbol a otro, sacaba de algunos de ellos las ramas y las usaba para cazar unos perros que revoloteaban a su alrededor. Sin piedad comía de su interior vivos, destrozándolos con sus uñas y dientes.

Susana en la silla miraba erguida, con su rostro perfecto absolutamente desfigurado y enrojecido. El científico se acercaba nuevamente, lanzando otra dosis de ácidos sobre sus ojos mientras ella aguantaba con firmeza la prueba del día.

Finalmente Angelina estaba sentada viendo como Olga movía de un lado para otro la segunda uña. Luego de algunos intentos tirando, esta logró sacarla de raíz, siguiendo de inmediato un estruendoso grito por parte de la abogada que retumbó por todas las paredes de Ciudad Roja.


–El que ríe último... ríe mejor –sentenció Olga, con una perversa sonrisa en su rostro y sosteniendo la uña de Angelina en el aire, la cual brillaba gracias a los potentes rayos de sol que entraban por la ventana.

FIN

Continue Reading

You'll Also Like

21K 2K 29
Evil † Su mirada me da escalofríos, miedo, como si leyera mis pensamientos. Algo oscuro esconde en su mirada algo que no quiero saber. Ese hermoso h...
12.8K 604 34
son un grupo de chicas compuesto por Astrid Elsa Heather brutilda kamikaze Elsa quien poder de hielo Heather tiene el poder de controlar la Tierra ...
83.4K 8.9K 83
Vanesa Ramírez Malasaña se enfrenta al peor caso de su corta carrera como inspectora de policía. Aparecerá el cuerpo de una joven que llevaba seis me...
Lilith By Beth

Spiritual

29K 1K 7
La primera mujer de Adán. -Esta historia es propiedad de Wardoch.