✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯ ʟᴇɢᴏʟᴀꜱ

De OrdinaryRue

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𝗹𝗲𝗴𝗼𝗹𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 [TERMINADA] Silwen era la última de su linaje sobre la Tierra Media. Desc... Mais

Dama de Plata
Gráficos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
epílogo

Capítulo 11

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De OrdinaryRue

Ya en las puertas de Minas Tirith, Silwen contempló el horizonte bañado por las primeras luces del alba. La ciudad estaba rodeada por una infinita llanura, que se extendía más allá de donde alcanzaba su refinada vista. El pasto y las altas hierbas, comenzaban a adquirir un tono más rico e intenso con cada día transcurrido. El clima también estaba cambiando, lo olía en el aire. Éomer, montado en su corcel, fue el primero en llegar a su lado, seguido por su respectiva guardia tras él.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó deteniendo el caminar del caballo. 

El hombre había encontrado a la elfa con la vista clavada en la lejanía. Para él, no había más que el paisaje de Gondor ante sus ojos, pero desde aquella distancia, Silwen era capaz de ver Mordor. Las manos de ella temblaron de forma inconsciente, aferrando con una excesiva fuerza las riendas. Su descompasada respiración, debido al encuentro con el sindar, se transformó en algo inexistente. El aire no entraba en sus pulmones y mantenía los labios apretados tornándolos blancos y finos. No encontró fuerza para formular una respuesta, abrumada por las horribles montañas negras del horizonte, dejó su mente vagar. Recuerdos despertaban en ella, unos tan vívidos que comenzaba a experimentar de nuevo la tortura en su piel.

Las muñecas de Silwen se encontraban aprisionadas por aquellos tediosos grilletes, que llevaba ya décadas portándolos desde su último acto de insumisión. Su hermano, la observaba comer con dificultad debido al estorbo que le provocaban.

— No te harían falta si dejaras tus impertinencias a un lado... —murmuró el elfo sumido en el plato que estaba frente a él.

La piel de Silwen estaba amarillenta y amoratada, bajo sus ojos, unas profundas y oscuras ojeras le daban un aspecto aún más mortecino. Alzó la vista de la escasa comida que tenía ella, a diferencia de su hermano que gozaba de una abrumadora variedad.

— ¿Impertinencias hermano? —golpeó el plato provocando que cayera al suelo. El movimiento hizo que sus cadenas, chocara emitiendo un irritante ruido metálico— ¡¿A caso negarme a torturar a un inocente es un acto erróneo?!  —escupió con veneno tras recordar las insistencias de Sauron por aprender aquella oscura magia. La Lengua Negra era algo que sus labios no osarían pronunciar jamás, de ello estaba muy segura.

Los largos cabellos del elfo, oscuros como el carbón, se hicieron a un lado dejando ver su expresión contrariada. Sus puños impactaron fuertemente contra la mesa sobresaltando a su hermana.

— ¡Deja de ser tan ilusa Silwen! —se alzó, y sus pasos retumbaron en la pequeña estancia, hasta que quedó a poco menos de un metro de ella — Jamás pondrás un pie fuera de estas tierras a menos que Sauron lo ordene.— agarró las cadenas de su hermana obligándola a levantarse de la silla— ¡Nunca seremos libres! Ya es tiempo de que lo asumas... — la arrastró con él lejos del sombrío comedor. Silwen no se atrevió a decir palabra alguna, mientras descendían por la fortaleza de Orodruin. Pequeños huecos entre las escarpadas paredes, dejaban ver la aterradora imagen que era el Monte del Destino. El calor del dormido volcán impregnaba el aire, ahogándolos a ellos, y a los orcos que moraban la fortaleza. Era asfixiante y las rocas que formaban los muros y paredes, desprendían una oscura ceniza que se adhería constantemente en su piel. Los pies de la vanyar tropezaron debido a la rapidez con la que su hermano bajaba aquella angosta escalera. El descenso parecía no tener fin, y a medida que bajaban las antorchas titilaban apagándose a su paso— Crees que es valor lo que tienes, pero tu necia temeridad terminará costándote la vida. —apretó con más fuerza el antebrazo de Silwen, pero esta no mostraba ninguna resistencia a ser arrastrada por él. La infinita escalera terminó de forma abrupta, dando paso a un estrecho corredor con celdas a cada lado. Lómion se detuvo frente a una de ellas, la única que albergaba un sujeto aún con vida. No abrió la puerta, pero empujó contra esta a Silwen, quien tuvo que aferrarse a los barrotes para no terminar cayendo al suelo. Ni con su vista de elfa podía vislumbrar algo con aquella intensa oscuridad, hasta que su hermano aproximó una antorcha a ella. La imagen frente a sus ojos, hizo que brincara del susto golpeándose la espalda contra el pecho de su hermano— ¿Es acaso así como deseas acabar?—susurró en su oído produciéndole un escalofrío que erizó el vello de su nuca. La joven negó frenéticamente aferrándose desesperadamente a los barrotes, pues deseaba entrar a aquella celda y aliviar la tortura del prisionero.

— E-es... —balbuceó encontrándose con la mirada del escuálido hombre sobre ella.

— Un montaraz hermana, un humano. —Silwen dejó que sus ojos se humedecieran, casi podía alcanzar a padecer el sufrimiento de este. 

Unos cálidos ojos miel la contemplaron, bajo un espeso manto de rizos castaños. El prisionero parecía tener únicamente ojos para ella. Tumbado sobre su propio charco de sangre, intentó alzarse con su brazos. Pero estos, delgados y plagados de profundos cortes, flaquearon golpeándose duramente la cabeza contra el suelo de la celda.

— Abre la celda hermano. —rogó clavando su vista ahora en el nombrado.

— ¡¿Aún no lo entiendes!? —gruñó con rabia.— ¡Así es como terminará tu insolencia! —frotó con desesperación su sien y suspiró segundos después dejando algo desconcertada a la elfa— Debes escoger Silwen, y debes hacerlo ¡ahora! —enfatizó señalando con desprecio la lúgubre celda y con su otra mano el angosto pasillo que la llevaría de nuevo al comedor. Silwen siguió ambas direcciones con su vista de forma intermitente.

— Mi decisión fue tomada hace tiempo, hermano. —arrancó las llaves del cinturón de él y abrió la celda de forma apresurada, ignorando el dolor que le provocaban sus propios grilletes. Vencida por el pesar que le infligían los gemidos de dolor del montaraz, dejó caer su cuerpo junto al de él. Lo ayudó a recomponerse, apoyando su espalda contra la resbaladiza pared plagada de humedad. Con delicadeza, retiró los largos mechones que ocultaban el rostro del hombre, buscando visibles heridas que sanar. — ¿¡Porqué?! —rugió con rabia hacia su hermano al ver como su rostro, estaba igual de ensangrentado que sus brazos.

— Un grupo de orcos lo encontraron a él y a otros cinco montaraces, cerca de nuestra frontera. —contestó con desgana recostándose en los barrotes.

— Nuestra frontera. —remarcó con una sonrisa carente de humor— ¿Desde cuándo eres parte de ellos? —rasgó su andrajosa camisa para vendar una de las heridas más sangrantes del prisionero.

— Cuánto tardaras tú en darte cuenta, que no hay más opción que aceptar el destino que nos ha tocado. —intentó separarla del hombre, alzándola bruscamente del suelo, pero esta vez Silwen opuso resistencia zafándose de él. —Siempre fuiste la más obstinada de los dos. —bufó con desprecio dejando que su hermana terminara el vendaje.

— Y tú una vez fuiste el más honorable. —Lómion apretó su mandíbula ocultando el dolor que le provocaban las frías palabras de ella.

— Tan solo no deseo perderte. ¿Ambiciono acaso demasiado? —dijo entredientes sin retirar sus ojos de los estudiados movimientos de ella. Contempló con cierta admiración como Silwen trataba las heridas del hombre. Oyó que murmuraba una desconocida lengua mientras rodeaba con sus manos las heridas del montaraz, quien poco a poco recobraba el color en sus mejillas.— ¿Qué idioma es ese? —Silwen se mantuvo en constante silencio y cuando terminó por apaciguar el sufrimiento del prisionero, lo dejó descansar sobre la fría piedra de la celda— ¿Es el silencio una nueva forma de odiarme? —cuestionó cuando ella cruzó por su lado para salir de allí. Silwen extendió las llaves frente a él, quien las guardo nuevamente en su cintura.

— Yo no te odio. —contestó dándole la espalda.

— Pero tampoco soy de tu aprecio. —suspiró él ascendiendo tras ella por las escaleras. Silwen se giró de forma súbita tras sus palabras.

— ¿En qué momento perdiste tu alma, hermano? —este frunció su ceño con desconcierto— ¿Cuándo fue la última vez que tus actos estaban guiados únicamente por tu bondad? Quizás fue en ese momento donde dejé de admirarte, quizás fue también ahí cuando perdí yo la esperanza. —suspiró ocultando sus lágrimas con la oscuridad de la escalera— Pues si tú, quien me recibió tras ser apresada por Sauron, quien mantuvo mi fortaleza intacta durante siglos y no dejó que la pena me nublara, has perdido por completo la fe ¿quién soy yo para mantenerla? No era más fuerte que tú en aquel momento, ni lo soy ahora.

— No nos unirá la sangre, pero si la tragedia de vernos arrastrados a una situación que no deseábamos. —se acercó hasta enlazar sus manos con las de ella con cautela Cuando los Nazgûl atacaron el bosque de Lórien, toda mi familia pereció defendiendo Caras Galadhon. —Silwen acarició las manos de él, pues si bien ella no recordaba la forma en como había sido apresada, su hermano tenía su propia historia que pocas veces contaba. Una mueca de tristeza se dibujó en el rostro del elfo— Creo que fue mi resistencia y determinación lo que los llevó a apresarme... Pero tú eres ahora mi familia Silwen. —confesó con la tenue luz de las antorchas iluminando sus marcados rasgos— Y no perderé a nadie más a manos de Sauron. Me he adaptado a las dificultades que me han impuesto, hermana, pero no por ello las disfruto. —Silwen rozó con sus dedos la mejilla de él con ternura.— No puedo permitirme perderte. —su voz se quebró dificultándole el habla. Lómion oculto su rostro en el cuello de ella sintiéndose indefenso y avergonzado por el sentimentalismo que estaba mostrando.

— No me perderás, hermano mío. —susurró con dulzura acariciando su cabeza— Pero mi alma es lo único que me queda, y a pesar de ello se encuentra rota y ennegrecida. —Silwen notaba las lágrimas de Lómion cayendo sobre ella. Acercó con más fuerza su cuerpo, buscando eliminar toda la distancia que los separaba— No tergiverses mis palabras, mi osadía, yo no deseo morir Lómion...observó los hierros que encerraban sus muñecas, mientras calmaba con sus manos a su afligido hermano pero si vivir es un constante pesar, no me juzgues si decido perecer antes que doblegarme

— ¿Silwen? —una voz la arrancó de la oscuridad de sus recuerdos.

Una tímida lágrima descendió por la mejilla de la elfa y con rabia, la retiró con el dorso de su mano. Cuando observó la realidad a su alrededor, ya no se encontraba tan solo Éomer a su lado, Legolas y Gimli montaban a Arod, y Aragorn y Gandalf estaban a su izquierda.

— Vámonos. —soltó con frialdad ante el desconcierto del grupo.

Dejaron atrás las bastas llanuras, para adentrarse ahora en un paisaje más boscoso. Seguían el camino principal mientras a los lados se extendían altos y frondosos árboles. Comenzaba a atardecer y pronto los caballos necesitarían descansar en la noche.

— ¿De verdad crees que los orcos iban en mi búsqueda? —Silwen cabalgaba junto al maia, y debía admitir que su compañía era sumamente agradable para ella.

— Es una posibilidad que no podemos descartar. Tan solo un iluso creería que es una mera concidencia. — el istari sonrió de lado con diversión— Y yo no soy ningún iluso. —soltó con orgullo haciéndola reir.

— Me temo que es algo posible Silwen. —Aragorn se acercó en su corcel marrón— Ambos encuentros se realizaron en zonas próximas a donde te encontrabas y ninguno de los territorios había sufrido un ataque orco hasta que llegaste. —Silwen bajó su cabeza avergonzada— No te culpamos por ello. —aclaró el hombre al ver su reacción— Los orcos se han trasladado al norte, atacando tierras lejanas, que tú estés con nosotros nos otorga una ventaja. —ella asintió un poco mas tranquila.

— Pero continuo sin entender el por qué, ¿por qué buscarme ahora? —miró al montaraz a su lado— Estuve cinco años en Ithilien y jamás sufrí ningún ataque. —los ojos de la vanyar se abrieron con sorpresa y se volvió abruptamente hacia el maia— Quizás... —titubeó.

— Quizás tu presencia le sea necesaria para lo que sea que esté planeando en las montañas. —contestó adivinando sus pensamientos. Silwen asintió hacia las acertadas palabras del istar.

— ¡¿Podemos detenernos ya?! —rogó Gimli alzando la voz, pues se encontraba algo más alejado que el resto subido en Arod junto a Legolas— He perdido la sensibilidad en mi trasero hace ya varias horas... — maldijo entredientes haciendo que Silwen y Éomer carcajearan al unísono.

— Podríamos acampar esta noche en aquella zona. —dijo Legolas señalando un terreno algo elevado, con las últimas luces del ocaso bañando la tierra.

— No debemos estar muy lejos de la última aldea donde nos hospedamos. —se dirigió Éomer hacia la elfa, intentando encontrar algo en el horizonte. 

— Tienes razón, amigo mio. —se puso de pie sobre el lomo de su corcel en perfecto equilibrio, ante las miradas de todos sobre ella. Fijó su vista en la lejanía, vislumbrando entre las copas de los arboles un pueblo cercano— Es exactamente el mismo de la última vez. —asintió aún erguida sobre el caballo mirando ahora hacia Gandalf— Podríamos llegar antes del ocaso. —escuchó las maldiciones de enano por tener que continuar aún el viaje— No está lejos. —aseguró encontrando el ceño fruncido de Gimli.

No tardaron mucho en encontrarse las pequeñas cabañas que formaban una humilde aldea. Y como Silwen afirmó, llegaron antes del ocaso y pudieron hospedarse todos en el modesto hostal del lugar. La vanyar llevaba varios días sin descansar apropiadamente, pero encontrarse ahora con un propósito, hizo que fuera capaz de sumirse en un sueño por fin. Amaneció con el ruido de unas dulces risas bajo su ventana. Encontró a su caballo en los establos y sacó del zurrón una manzana que rápidamente llevó a su boca. No deseaba demorase mucho en el desayuno, pero el resto parecía no haber despertado aún. Así que Silwen se dirigió al origen de aquellas voces que la habían despertado de su sueño.

— ¡No puedes arrancarla, Eron! —regañó una aguda voz en la distancia.

— Pero Lera, quiero llevársela a mamá... —contestó con pesar una aún más joven.

Silwen zigzagueó entre las casas de madera, hasta encontrar a dos niños arrodillados bajo la sombra de un árbol. Estaban rodeados por una pequeña llanura y el pasto verde era tan alto que cubría los pies de la elfa.

— Pero esta flor no debe tocarse. —volvió a insistir la niña de cabellos castaños, recogidos en dos largas trenzas que caían sobre su espalda.

— ¿Porqué? —hizo un puchero el niño, admirando los azules pétalos de la flor— ¿...es venenosa? —murmuró con temor alejándose de ella.

— No, no lo es pero... —los verdes ojos de la niña encontraron la figura de Silwen que los observaba con curiosidad. Su hermano, con el pelo revuelto y las manos llenas de tierra, se volvió bruscamente para encontrarse también con la imagen de la elfa. Nadie rompía aquel silencio, mientras ella se acercaba con pasos cautelosos hasta ambos. Se arrodilló frente a ellos, que la observaban con los ojos bien abiertos. Estaban maravillados por poder contemplar a una elfa tan de cerca.

— Eh...eres...— Silwen sonrió al oír el tímido tartamudeo del menor. Con su mano, retiró uno de sus mechones blancos tras la oreja, y dejó ver aquella característica tan hermosa de los elfos afirmando las palabras de él. El pequeño estiró su mano intentando alcanzar la puntiaguda oreja de ella, pero su hermana fue más rápida al agarrarle de la muñeca.

— ¡No hagas eso! —le reprendió haciendo que el otro frunciera su ceño con molestia— Perdonadle, a veces mi hermano es demasiado entrometido. —el aludido negó con su cabeza repetidas veces— Mi nombre es Lera y él es Eron ¿vos como os llamáis? 

— Silwen. —contestó encontrando la flor entre la verde hierba— ¿es venenosa? —alzó sus ojos nuevamente hacia los hermanos.

— ¡Oh no, mi señora! —soltó la muñeca del castaño, que gateó hasta quedar al lado de Silwen con una sonrisa traviesa en sus labios— Pero esta flor no puede arrancarse de la tierra.

Eron jugueteó con la funda de su daga, que colgaba de la cintura mostrando la empuñadura de joyas blancas.

— ¿Y porqué no? —sonrió encontrando los ojos negros del niño observándola fijamente, pues ansiaban tocar esa brillante daga élfica. Silwen negó con su cabeza y el pequeño refunfuñó apoyándose en su pierna y toqueteando ahora las correas de su jubón.

— ¿No sabéis la historia? —preguntó asombrada mirando con cierto recelo a su hermano.

— Me temo que no, pero desearía conocerla. 

La niña acarició sus trenzas y se acomodó en la alta hierba con las piernas cruzadas.

— Su nombre es Elwglîr. —la niña sonrió orgullosa al tener la completa atención de al elfa y su hermano.

— Canción azul... —susurró Silwen compartiendo su sonrisa, Lera asintió.

— La primera flor nació tras el canto de una mujer a su amado, que partía a la guerra dejándola a ella en soledad. —sus palabras se volvieron tristes, pues la niña creía fervientemente en aquella historia— Tan solo crece cuando se entona su canción, con tanto pesar y dolor, que la flor nace de su sufrimiento. —cerró sus ojos con rostro solemne y una agradable melodía surgió de la pequeña— Siúil, siúil, siúil a rúin. Siúil go socair agus siúil go ciúin. Siúil go doras agus éalaigh liom. Is go dté tú, mo mhuirnín, slán.

gracias por leer <3 los votos y los comentarios bonitos animan mucho —

Elwglîr (canción azul)

Siúil, siúil, siúil a rúin. Ve, ve, ve mi amor

Siúil go socair agus siúil go ciúin. Ve silencioso y ve tranquilo

Siúil go doras agus éalaigh liom. Ve a la puerta y vuela conmigo

Is go dté tú, mo mhuirnín, slán. Puedes irte a salvo, mi amor

Letra:

Desearía estar en esa colina

Es ahí donde me sentaría y lloraría

Hasta que cada lágrima convierta un molino

Is go dté tú, mo mhuirnín, slán

Siúil, siúil, siúil a rúin

Siúil go socair agus siúil go ciúin

Siúil go doras agus éalaigh liom

Is go dté tú, mo mhuirnín, slán 

Venderé mi roca, venderé mi carrete

Venderé mi única rueca

Para comprarle a mi amor una espada de acero

Is go dté tú, mo mhuirnín, slán

Deseo, deseo, deseo en vano

Desearía tener mi corazón otra vez

Y en vano creo que no me quejaría

Is go dté tú, mo mhuirnín, slán

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