El marido que me compré

By LorehEscritora

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María fue traicionada y abandonada por Esteban en 1868. Dos años después, una inesperada herencia le da la op... More

1 - Una venganza
2 - Quién le controla el destino
3 - Recuerdos
4 - El Carruaje
5 - Disimulando
6 - La boda
7 - Una deuda
8 - Un gran cambio
9 - El precio 🔞
10 - Cerrado el negocio
11 - ¿Donde has estado?
12 - Por toda nuestra vida
13 - Antes de romperme el corazón
14 - ¿Sería Amor?
15 - El gusto de un beso
16 - Aún te quiero
17 - Isabel
18 - Eres mejor que yo
19 - La apuesta
20 - En la misma moneda
21 - ¿Como olvidar tu engaño?
22 - Detrás de las cortinas
23 - Recuerdos que queman 🔞
24 - Equivocada
25 - Máscaras y disfraces
26 - El guionista es el amor
27 - Abrazo con Shakespeare
28 - ¿Será verdad? 🔞
29 - No me hagas promesas
30 - Interrupción inoportuna 🔞
31 - Frío del Alma
32 - Celos que delatan
33 - Regreso al carruaje
34 - ¿No piensas tener hijos? 🔞
35 - Nada cambió
36 - ¡Dime la verdad!
37 - Venganza por amarte
38 - ¿Quién es su padre?
39 - Y triunfa la verdad
40 - Descripción de amor
41 - Se echó la suerte
42 - No soy un cobarde
43 - Lo que nunca empezó
45 - En el compás del corazón
46 - El último beso - Parte 1
47 - El último beso (Parte 2) 🔞
48 - Un viaje
49 - Contacto Perturbador
50 - Regresarás
51 - Tú eres todo lo que quiero
52 - Pasión en el mar (Parte 1) 🔞
53 - Pasión en el mar (Parte 2) 🔞
54 - Sin disfraces
55 - Creo en ti 🔞
56 - Un sobre
57 - ¿Por que la tienes?
58 - Mar que sana
59 - Una elección 🔞
60 - Confianza - Último Capítulo
Aviso - Luz del Pasado

44 - Desde hoy...

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By LorehEscritora

***
Este lunes Esteban logró salir de la repartición antes de lo habitual. Necesitaba ir al banco y dirigirse a la Bolsa de Valores para tener a mano la clave de su libertad.

Sin embargo sentía en el pecho estrechado al pensar en la historia de los dos. Al mismo tiempo que tenía mucho coraje por María haberle ocultado a la hija que tuvieron, en quien evitaba pensar, y por la manera tan despiadada en que ella la humilló, su corazón gritaba para que ellos estuvieran juntos, para que él luchara por ella porque sabía que le había herido, que le había hecho daño y que necesitaba lograr su perdón, pero al mismo tiempo ¿de que le serviría?

María no lo amaba. Todo lo que había hecho con respecto a él formaba parte de su plan de venganza. Por eso lo compró como un esclavo, o incluso peor, un esclavo de lujo, sin tener la menor consideración con sus sentimientos.

Por ese mismo plan le ocultó a su hija desde que se casaron y, lo peor: también por esa venganza insaciable había jugado con sus sentimientos entregándose a sus besos y haciendo el amor con él sin que él le importara cómo ella a él.

Para Esteban, nada de verdadero había en María y era como si los dos estuvieran en una constante disputa de quien era más capaz de lastimar y herir el uno al otro. Lo que Carmela le había dicho... Carmela se había engañado, María nunca lo amó. Puede haber sentido lástima o se ha identificado con su dolor ese día porque recordó su propio dolor y la pérdida de su madre. No lo había hecho por altruismo y sí por egoísmo como todo lo que hacía.

María sólo piensa en sí misma y en sus sentimientos ¡no hay nada bueno en relación a mí!, Concluyó herido de muerte Esteban mientras cerraba los últimos detalles burocráticos para tener en su poder esos 150 mil dólares que tanto significarían.

La noche se acercaba, y el miedo y la aprehensión llenaban el corazón de aquella pareja que no lograba entenderse aunque se amaban.

***
Los detalles de la cena estaban todos arreglados cuando Esteban llegó a la casa. Él pasó rápidamente por la sala, no sintió la presencia de María, tampoco su aroma. Entró a su habitación y fue a darse un baño. Se puso su mejor ropa que, para el mantenimiento de su orgullo, había sido comprada con su propio dinero. Jamás aceptó los lujos ofrecidos por María, aunque ella insistiera.

Frente al espejo, en el tocador que poco utilizaba, finalmente sentía cierto orgullo de su figura. Con una sonrisa de triunfo en el rostro se dirigió al último cajón del tocador que había cerrado con llave desde la primera noche del matrimonio y jamás había vuelto a abrirlo. De allí sacó aquel pedazo de papel que contenía parte de su honor.

Parte que, por más que le hubiera vendido, él no permitió que se corrompiera, aunque María había hecho todo para eso. La otra parte ya no podía recuperar, por lo que no puso fin a aquel matrimonio en la primera noche, no podía dejar su honor caer tan bajo.

Pero esa noche, su corazón latía fuerte en el pecho al mirar su figura en el espejo. Arregló su pelo negro con brillantina y ajustó su corbata mientras el reloj apuntó siete horas en la sala.

Se retiró y tocó a la puerta de la cámara nupcial. Al no oír ruido, entró. Estaba vacía, María aún no había llegado. En el centro, una pequeña mesa preparada con una lujosa cena. Los más apetitosos y finos alimentos servidos en aquella mesa que no tenía el mal gusto de la exageración en la cantidad, pero la variedad de alimentos que abría el apetito. María siempre había tenido ese cuidado, desde el inicio de esos meses de matrimonio él había notado.

Como siempre, esos detalles lo sofocaban. Él se sentía más como una ofensa que como un cuidado. Porque conocía su condición, jamás vería algo ofrecido por María como gratuito. En cada pequeño detalle de su cuidado, una parte de su honor estaba depositada.

Y eso que desde aquella noche, aquella fatídica noche de bodas sólo quedaban pequeños fragmentos de ella. María la había arrebatado de golpe con eses malditos 500 mil dólares.

Sorprendiendo a Esteban en medio de sus pensamientos, María adentró a la habitación y fue imposible que su presencia no se hiciera notar. Un exuberante collar que adornaba con el escote de su vestido, felpudo e imponente que provocaban un aire aún más superior a la Doña.

Ese perfume tan característico de ella: dulce y, al mismo tiempo, fuerte, envolvente, fascinante. María caminaba como que deslizándose hasta el centro de la cámara nupcial donde estaba la mesa. Esteban, galante, tiró de la silla para que ella pudiera sentarse. Ella miró con un ensayo de sonrisa y se sentó sin, en ningún milímetro de segundo, perder la pose de gran dama que no sólo las ropas, sino su actitud le daban.

— ¡Buenas noches! Aquí estoy como tú has solicitado. — saludó María. — Perdón por los minutos de retraso, es que me fue difícil entenderme con el cierre de la joya. A pesar del tiempo que he heredado ese dinero, hay lujos con los que todavía no me acostumbré.

— Por el retraso no pasa nada. — Contestó Esteban sentándose delante de ella. — Pero, ¿es cierto que tú todavía te complicas y te confundes con los lujos y los trastos que has adquirido con la herencia de tu abuelo? — preguntó un poco sarcástico.

— No todo es como aparenta en la vitrina. — María conocía y entendía claramente el tono de su sarcasmo y sabía contestar a la altura. — A veces una mira a un objeto, un lujo, un trasto que le parece indispensable, pero luego... tan pronto como se logra la posesión de ese artículo, una se da cuenta que esa cosa no era como se imaginó al desearla. Hoy tengo muy claro porque nunca he ambicionado esta vida. Nunca he ambicionado el lujo y la opulencia. Sin embargo, ellos vinieron hacia mí.

— Si es cierto. — su tono mostraba que estaba herido. Pero ahora él tenía un triunfo y muy pronto María lo conocería. — Cuando te conocí eras una joven completamente conforme con la vida que poseías...

— No, conforme no es la palabra. — negó María — Yo siempre fui caprichosa y exigente. Pero en toda mi vida, y ahora que tengo dinero esto está aún más claro, jamás me pareció que el dinero adquiriera los bienes más valiosos. Puede sonar cursi, Esteban, pero si hay una certeza que yo adquirí con la riqueza es que el dinero no lo compra todo.

— Y esto puede ser frustrante para una persona, como tú misma te definiste: caprichosa. Entonces ¿es de esto que viene tu amargura? — Él le atacó

— Mi amargura... — María se tragó seco y levantó aún más el cuello sosteniendo la expresión de superioridad — Mi amargura no viene desde las cosas que yo deseé y no pude tener. Porque gracias a Dios fui privada de muy pocas cosas que he anhelado. Mi amargura nace de lo que me han quitado. — Dijo eso con una mirada firme dirigida a él, como que le cobrara algo.

— ¿Y qué es lo que te han quitado, María? —Le preguntó Esteban con una mirada defendida. — Cuéntame qué cosas han sido arrancadas de ti. Porque como tú has dicho, quien te mira, no nota claramente que te falte algo.

— ¿Quieres saberlo? ¿Quieres realmente saber que es lo que me han arrancado, Esteban?

— No hay nada que yo quiera saber más. Sobre todo hoy...

— Sírveme una copa de vino. — Le pidió María más como ordenando.

— Sí, mi Doña! — concordó Esteban sin perder el sarcasmo de siempre. — Pero que no se te olvide que después puedes hacer cosas y tratar de culpar al vino.

— ¡Esto no va a suceder! — Dijo María tomando de un sorbo una gran cantidad de vino. — Tengo total control sobre mis actos.

— ¡No sabes cómo estoy seguro de esto! — Lo observó Esteban acusador.

— Tú me has preguntado qué es lo que me han quitado. — dijo María tomando otro trago de vino. — Vamos a comer, ¿no? Hablamos de eso mientras cenamos. Pedí que ningún criado nos sirviera. Podemos hacerlo nosotros mismos.

— Siempre piensas en todos los detalles. — sonrió Esteban

Al terminar de servir y empezar a comer, Esteban miró a María interrogativo. Quería que ella contestara la demanda que le había hecho. María, saboreaba la cena tranquilamente, como si no tuviera ni sombra de todo ese nerviosismo de él. Lo miró firme y dijo:

— Te apasiona cómo a nada el dinero, ¿verdad Esteban? — indagó.

— No puedo negar lo que tú ya sabes. Pero una cosa es lo mucho que me apasiona el dinero, y otra cosa es lo que amo. No amo al dinero como amo a las personas. Sin embargo, por las razones equivocadas, en muchos momentos, dejé la ambición ser parte de mí y no me orgullo de esto.

— Tú hablas como si hubieras cambiado, pero... contradictoriamente actúas como si fueras movido por el dinero.

— ¿Por qué me dices esto? — Esteban quedó intrigado.

— Por la manera que hablas. ¿Tú crees que, porque tengo dinero, lo tengo todo? ¿Quieres saber qué fue quitado de mí?

— Creo que hoy debemos guardar los armas y hablar con sinceridad, ¿verdad?

— ¡Estoy de acuerdo! — María se mostró decidida. — Y es con esta sinceridad que yo te digo: el dinero no es lo más importante en esta vida, Esteban. Lo que han sacado de mí es la fe en las personas, en la vida... en el amor — no pudo evitar que el dolor se mostrara en sus palabras mirándolo tímidamente.

— ¿Y yo fui quien te quitó esto, María? ¿Yo? —Le preguntó con su mano sobre la mesa.

— No directamente y no sólo tú. Pero nuestra historia Esteban. Y las cosas que perdí en este... en este amor son irrecuperables. No volverán jamás a mí. Son desde ellas que viene mi amargura.

— ¡Yo lo sé! Yo reconozco mi culpa. Y, en cierta forma, también fue por eso que pedí que cenáramos hoy. Para que pusiéramos las cartas sobre la mesa y también un fin a tantas acusaciones, culpas y deudas.

— ¿Por qué? ¿Por qué precisamente ahora? ¿Encontraste una solución para nuestra situación? — dijo María con una punta de esperanza.

— Encontré una manera de, al menos de cierta manera, quitar mi deuda contigo. Hoy me regresas mi dignidad y mi honor. Desde hoy, dejo de pertenecerte, María Fernández Acuña.

***

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