17 - Isabel

427 44 4
                                    

Comienzo de Flashback 
Río de Janeiro — 1869

Después de terminar su relación, Esteban recordó mucho a María. A menudo iba hasta su casa y la encontraba cerrada. La culpa lo consumía al pensar que le había arrebatado el honor a María, rompido con ella y pronto ella también había perdido a su madre. Pero ¿qué hacer si desapareció? ¿Si la vida le cobraba en aquel momento por una existencia superficial dentro de una sociedad a la que él no pertenecía y había hecho todo para formar parte?

Era como si su destino le llevara contra su voluntad y él sólo remendara de acuerdo con la marea. Aquel amor había sido simplemente un sueño. Un sueño...

En abril María dio a luz Isabel. Eligió este nombre para su hija en homenaje a su madre, la mujer que más había admirado dentro de aquella sociedad que sólo daba valor a los hombres. Isabel, además de ser el según nombre de su mamá, también era el nombre de la princesa de Brasil, una mujer que dirigía la política hacía muchos años desde que su padre, el imperador Pedro II no venía muy bien de salud. Con su mamá y con la princesa había aprendido que una mujer puede dirigir no sólo su vida, sino su destino y ganarse el respeto de todos.

— ¡Mi hija va a ser una mujer como ellas! ¡Como la princesa y como mi mamá!

Dijo María a la señora Úrsula mientras la niña era bautizada en la capilla de la hacienda de su abuelo en Paracambi. Ursula también se conmovió con el homenaje que María le hizo a su madre. María le prometió a su hija que jamás se alejaría de ella y le aseguró que ella no sería hija de madre soltera. Fue en ese momento que tomó esa decisión tan importante para la vida de los tres:

— ¡Yo voy a casarme con tu padre, hija y tú, al menos tú, no vas a sufrir los prejuicios de esta sociedad! — Le aseguró a su hija.

Los meses siguientes María ocupó intercambiando cartas con Esteban y planeando milimétricamente su venganza. Mientras la pequeña Isabel crecía y le daba de nuevo la idea de volver a comenzar a María, le regresaba parte de la ilusión que ella había perdido con las muertes de sus familiares y el abandono de Esteban. Ser madre era lo más hermoso que le había pasado y dedicaría toda su vida a esa niña. Ni Esteban ni nadie la impedían de hacer de Isabel una persona increíble y respetable.

A principios de 1870 María, doña Úrsula y Isabel dejaron la hacienda de su abuelo en Paracambi y ocuparon una gran mansión que la familia poseía en Río de Janeiro. Cerca de allí María montó una casa sencilla, que no llamaría mucha atención donde Isabel viviría. Varios criados la acompañaban y servían y ella iba a ver a su hija todos los días para que la sociedad no cuestionara el origen de la niña hasta el momento adecuado y, además, no se la presentaría a Esteban. ¡Él no se merecía a Isabel! ¡No la merecía y no merecía a la hija de los dos! Jamás la conocería. No le permitiría que él se acercara a su hija y le hiciera daño, eso no podría soportar.

La rutina de visitas a Isabel era diaria. María a veces perdía la noción de la hora con su hija que empezaba a conocer el mundo de las palabras y empezaba a dar sus primeros luego de completar un año de edad. En junio María y Esteban se casaron.

***
Fin de FlashBack
Río de Janeiro - 1870

Esteban se acercó a María que se perturbó con esa cercanía. Tomó su mano y la besó suavemente.

— Te quiero. — Volvió a decirle tímidamente.

— Esteban es mejor que no volvamos a esto... — María recordó lo que le había pedido una semana antes, después de ese beso.

Tiró de su mano y se alejó un poco.

— Está bien. — Esteban lo aceptó — En todo caso, ya te dije lo que tenía que decir, se me está haciendo tarde. Que tengas muy buenos días. — se despidió.

— Tú también. — dijo María confundida.

Al llegar a la repartición, los compañeros de Esteban extrañaron que regresara tan pronto, incluso se extrañaron que regresara.

— Me imaginé que ahora que eres un millonario no volverías al trabajo. — Observó uno de sus compañeros.

— Bueno, mi es esposa es millonaria, yo no. — Contestó Esteban secamente.

Todos extrañaron su cambio de actitud. Antes del matrimonio era un hombre "del mundo", encaraba el trabajo sin mucha seriedad, llegaba tarde, salía temprano, no ahorraba en los pedidos de permisos, pero ahora, parecía otro. Era como si el matrimonio realmente lo hubiera convertido en un hombre más serio. Llegaba a la repartición puntualmente a las 9 de la mañana y salía a las 3 de la tarde, cuando se cerraba el expediente, ningún minuto antes.

Así también se ahorraba de encontrarse con María durante el almuerzo, comida que él hacía antes de ella y solamente estaban obligados a convivir durante la cena. Raras veces se encontraban por la mañana como en su primer día de vuelta al trabajo.

María también extrañó su nueva actitud. Antes tan fascinado por el dinero, las reuniones, ahora el lujo parecía que le causaba repulsa. Valoraba su pequeño sueldo y le complacía en todos sus deseos como se había comprometido con ella. La trataba como su doña y cedía a cada uno de sus caprichos. Ella no podía negar que el ataque de honor y dignidad de Esteban la desconcertaba. Era en esos momentos que ella se preguntaba si no había ido demasiado lejos. Casi llegaba a admirarlo cuando lo observaba caminar por la mañana para su trabajo, como si fuera un hombre digno de admiración, un hombre respetable, un hombre de família. De família...

Veinte dos días se pasaron desde el matrimonio cuando María fue sorprendida por una noticia de Carolina, la niñera de su hija. Isabel estaba enferma. María se sorprendió, había estado con la niña por la mañana y la dejó muy bien.

Pasaba de 3 de la tarde y Esteban llegaba del trabajo cuando, desde lejos, vio a María corriendo hacia uno de los coches de la casa y hablando muy afligida con el cochero. Ella salía sola, sin la señora Úrsula como lo había hecho en otros días lo que le dejó aún más intrigado. El carruaje pasó por él, a toda velocidad y no supo si María lo vio o no. Esa situación tendría que llegar al fin, María tendría que decirle a qué lugar iba todos los días, ese mismo día. ¡Durante la cena María me va a decir toda la verdad! Hoy fue la última vez que me vio la cara de imbécil, ¡La última vez!

Sin embargo, para su sorpresa, María no llegó para la cena. Aquello ya era demasiado, había pasado más de 3 horas lejos de la casa y él no sabía dónde estaba. ¡Y sola! El día se desvanecía y ni la señal de su esposa.

Disfrazó frente a la señora Úrsula, no quería que la parienta de su esposa se diera cuenta de la situación entre ellos, pero no se resistió a la aflicción. Pensar que otra persona podía tocar María, y más, que otra persona podía tocar a su alma era insoportable para él.

Perdió la noción del tiempo sentado en el sillón al lado del reloj en la sala de la hermosa mansión de María. Cochabamba cuando María abrió la puerta y se asustó. Miró el reloj, pasaba de las 11 de la noche.

La casa estaba completamente silenciosa, todos ya se habían recogido, estaba el más incómodo silencio. María se detuvo delante de él, su expresión era rígida, ella todavía estaba preocupada, sabía que habría pleito al verlo allí, que él le exigiría una explicación que ella no quería darsela, pero ella pensaba que, de alguna manera él tendría derecho a ella. Esteban la miró lleno de coraje, pocas veces ella había visto a Esteban tan alterado. Él se levantó y se contuvo cuando iba hacia ella y dijo impositivo:

— Buenas noches. No hace falta que busques a nadie porque estamos solos. Todos ya están dormidos. Ahora me vas a decir... ¡Mi Doña me va a decir en dónde estuvo y me vas a decir en este mismo instante!

***

El marido que me compréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora