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By Mar_GD

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━PRΓ“LOGO━
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By Mar_GD

MALDICIÓN

• • •

Escuchaba de fondo a todos hablar animadamente mientras disfrutaban del banquete que el humano había hecho. Yo simplemente ignoraba todo a mi alrededor, mi cabeza no paraba de doler y lo peor es que aún no logro entender lo que sucedió aquella noche, las palabras que Meliodas me dijo no dejan de deambular en mi mente, todas las noches es lo mismo.

Tantas preguntas y sin ninguna respuesta, él simplemente no contesta y se encarga de que no me vaya de su lado temiendo que me vaya con su hermano. Y justo ahora prefiero mil veces estar a su lado que aquí.

──Srta. Aris, ¿se siente bien? ─la voz de Elizabeth me saca de mi mundo, la miré a los ojos a pesar de que hago lo posible para que se aleje de mi ella hace todo lo contrario.

──Eso creo. ─su reacción ante mi respuesta fue sorpresa pura al ver como le respondí normalmente y no de mala manera. ──Solo sigo cansada por lo de hace algunos días. No es nada. ─bebí de mi cerveza.

──Me alegra que usted se habrá un poco conmigo. ─solo la mire de reojo, ella tenía una sonrisa.

──Hmp. ─cerré mis ojos.

──Capitán, no veo a Merlín por ningún lado. ¿Sigue por su cuenta? ─le preguntó la única persona que me cae mejor que todos, Escanor.

──Probablemente solo esta llegando tarde, debe de estar hasta el cuello de algún experimento extraño o algo así.

──Realmente espero que sea eso.

──Perdón por llegar. ─y por arte de magia apareció en su silla.

Elizabeth se levanto para darle algo de beber. Intenté ignorar la mirada de la hechicera como si quisiera pedirme algo pero no estaba segura de hacer.

──Me extraña verte aquí con todos nosotros, Aris. ─arrugue mi entre cejó, no me gustaba que nadie me dijera de esa forma solo él era el único que podía.

──No es como si me importe de todas formas. ─la mire de reojo, podía sentir su cuerpo muy pesado. ──¿Quieres pedirme algo? ─ella entre cerró sus ojos al saber que di en el clavo. ──Puedo sentir que necesitas de mi, ¿no?

──Muy perspicaz. ─murmuró. ──Aunque lo pidiera tú no me ayudaras, ¿cierto?

──No soy ese tipo de persona. ─ya no dije nada y ella tampoco.

──¡No puedo creer que nosotros sietes estamos aquí! ─habló el zorro ebrio.

──Es casi como si hubiéramos vuelto 10 años atrás, ¿no, King?

──¡Oh...! No sé, siento que las cosas son un poco diferentes. ─le contestó a Gowther. ──Esta vez tenemos a el Gowther real como nuestro compañero.

──Eso es cierto, y encima de eso tenemos más compañía que antes. ─cerré mis ojos al sentir la mano de Diane tomarme junto a Elizabeth y Elaine.

──¡¡Maldición, Diane!! ¡Devuélvemela! ─gritó el zorro.

──Supongo que ya va haciendo hora. ─mire a el enano levantarse en la silla. ──Una vez más. Por la reunión de los siete pecados capitales. ─levantó su cerveza en forma de brindis.

──¡Salud!

Yo solo solté un bufido.

──¡Hey, Gowther! Hay algo que he tenido en mi cabeza desde hace un tiempo. ─el nombrado miró a la gigante. ──El Gowther que te creó... ¿cómo termino la guerra santa de hace 3000 años?

Entre cerré mis ojos ante esa pregunta.

──Gowther, ¿terminó la guerra santa? ─preguntaron a la vez el enano y la hechicera confundidos.

──Es la primera vez que escucho algo sobre eso. ─murmuró Merlín.

Sin embargo yo solo sentía la mirada de el pelirrosa clavada en mi, ¿acaso tiene que ver con algo de mi pasado? Negué para deshacer esos pensamientos, es imposible eso, se supone que "morí" pocos años antes de que se terminara la guerra santa.

──No tengo los detalles exactamente, pero se supone que el clan de las diosas se sacrifico a sí mismo para sellar a el clan de los demonios y terminar la guerra santa, ¿no? ─informó el León del orgullo. ──Al menos según la leyenda trasmitida.

──Sí ese es el caso, ¿por qué Amaris sigue viva? ─preguntó Diane.

──Porqué nunca he estado en ese clan. ─confesé. ──Es cierto que soy una, no lo niego. Pero desde que tengo uso de razón he estado vagando por todo Britania pocos años de que terminará la guerra santa. ─aclaré.

──¿No tenías hermanos? ─preguntó King. ──¿O no te acuerdas de ello?

──No tenía a nadie. Estaba sola, hasta que hace 16 años la pequeña encontró a Hawk y hace 10 encontró a Meliodas. ─Diane y King se miraban como si lo que dijera fuera mentira, pero era verdad exceptuando claro que se que tenía dos hermanos y las cosas que Zeldris me ha dicho.

──Lo siento. Pero no puedo decirles eso aún. ─habló Gowther levantándose de su asiento. ──Ya será porqué no lo tengo permitido. O si al menos ustedes aceptarán lo que tengo que decir, no lo sé...

Solté un suspiro ignorando de nueva cuenta el gran escándalo. De reojo mire a Elizabeth decir algo a Meliodas que estaba manoseado sus pechos, lo que le haya dicho hizo que él se bajara y pusiera un semblante serio.

──Ahora se que lo pervertido viene de familia. ─susurré bebiendo más cerveza.

Mire de reojo a Ban decirle algo a Merlín sobre que no aguanta bebiendo cerveza ya que según ella estaba ebria con solo una cerveza.

──Solo no olvides. ─se levantó de la silla. ──Aún tenemos que vencer a todos los mandamientos. ─bajé un poco mi tarro de cerveza de mis labios. ──Aún nos falta Zeldris de la piedad. ─mi mirada se oscureció. ──Podríamos decir que toda la región de Camelot esta bajó su hechizo ahora.

──Pero ahora que todos nosotros los siete estamos juntos de nuevo, ¡¡será pan comido!! ─expresó el cerdo asustado. ──¡¡Después de todo, incluso tiene a quién podrían llamar el octavo pecado, el maestro Hawk de las sobras con ustedes!!

──Si actuamos sin cuidado, probablemente seremos asesinados. ─miró a el cerdo con cara aterradora. ──¡El poder de nuestro oponente sigue siendo completamente desconocido!

──El Rey Demonio le ha prestado su propio poder mágico para que lo use. Él es el agente y representante del rey demonio... eso es lo que dijo. ─informó Diane. ──Justo como dijo Merlín, ese mandamiento será un problema.

──¡¿El representante del rey demonio?!

──En otras palabras. ─gruñó el zorro enojado. ──Él es casi el más fuerte de todos los demonios.

Golpeé la mesa con mi cerveza llamando la atención de todos, me enojaba al escuchar como quieren acabar con él.

──¿Sucede algo, Amaris? ─preguntó Merlín con desdén.

──No, ¿por qué me sucederia algo? ─me levanté de la mesa. ──Yo no soy la que tendrá que enfrentarlo, ¿o sí?

──¡Oye! ─gritó el puerco. ──¿Tú estabas en Camelot cuando fue conquistada? ¿No te enfrentaste a él?

──No. ─contesté sin mirarlo. ──Iré a la cama si no les molesta.

Pasé por un lado de Merlín y Meliodas, ambos me miraron de reojo mientras que yo los ignore.

──Tocale uno solo de sus cabellos, y los mató. ─ambos entre cerraron sus ojos. ──Buena noches. ─me despedí llegando a mi habitación cerrando con pestillo. ──Maldito dolor de cabeza.

Me tiré a la cama cerrando mis ojos con fuerza mientras masajeaba mi frente. Últimamente mi cabeza por las noches duele demasiado, como si fuera una bomba y esta esperando para detonar.

──Nunca imagine desear tanto que fuera de día. ─murmuré intentando dormir.

「🥀」

Escuche la puerta de la habitación ser tocada en repetidas ocasiones. Abrí mis ojos de poco a poco volviendo a cerrarlos al sentir los rayos del sol chocar contra mis ojos, me levante tallando mis parpados los cuales estaban un poco pesado debido a que dormí más de lo normal.

──¡¡Amaris!! ─escuche la voz de Hawk. ──¡Despierta es urgente!

Me levanté llegando a la puerta quitando el seguro.

──¿Qué sucede, Hawk? ¿Porqué gritas tanto?

──Es Merlín. Esta muy mal, necesita tu ayuda. ─mi sueño se esfumó.

──Voy en un minuto.

Regresé a mi habitación para arreglarme decentemente.

──¿Qué es lo que pasa? ─pregunté llegando a la habitación, en ella se encontraba Escanor y Hendrickson.

──Lady Amaris. ─el platinado me miro.

Me acerqué a ella y toque su frente.

──Qué fiebre tan alta. ─me sorprendí de ello. ──No sé si pueda con esto, necesitaré a Elizabeth siento una magia muy poderosa dentro suyo.

──Enseguida. ─él se fue dejando a Escanor y Hawk.

──Intentaré hacer lo que pueda mientras tanto. ─coloqué mi mano encima de su cabeza cerrando mis ojos.

Abrí mis ojos sorprendía de solo ver una gran oscuridad, a pesar de que se sentía pesada y te hacia sentir que caías en un mar profundo... yo la sentía cálida.

──Oh, pero si tengo la mejor visita del mundo. ─giré mi cabeza al escuchar su voz.

──¡Zeldris! ─sonreí mientras corría a su dirección envolviendo mis brazos en su cuerpo. ──¡Me alegra verte bien!

──Y a mi más, mi diosa. ─me acaricio mi cabello.

──Por favor, ven por mi. ─lo mire a los ojos. ──Quiero estar contigo.

──¿Te han hecho algo? ─arrugó su entre cejó. ──¿Meliodas ha intentado algo?

──No me deja salir. Me tiene encerrada en la taberna, solo salgo si es a su lado. ─podía ver enojo en sus ojos. ──Me dice que tu eres mala persona y que solo me usas para acercarte a él. ¿Verdad qué eso no es cierto, Zel?

──Eso es mentira, no necesito de ti para acercarme a él. Te necesito porqué eres especial para mi. ─mi sonrisa lo hizo sonreí, esa sonrisa que solo me da a mi. ──Iré por ti muy pronto.

──¿En serio?

──¡Amaris! ─escuche el gritó de Elizabeth. ──¿Dónde estas?

──Vaya, vaya, parece que tengo la visita de una destacada invitada. ─habló Zeldris.

──Tú eres... ─giró mirando a Zel. ──, uno de los diez mandamientos. ¡Amaris, aléjate de él, es peligroso!

──Ahí estaba yo, curioso por saber qué clase de persona estaba tratando de intervenir en mi magia. ─dijo abrazando con fuerza mi cintura. ──Y me encontré con mi hermosa diosa. ─me sonroje un poco ocultando mi rostro en su pecho. ──Y por cierto, ha pasado mucho tiempo, Elizabeth.

Entre cerré mis ojos al escuchar eso último. ¿Desde cuando se conocen?

──¿C-cómo sabes mi nombre? Es la primera vez que te miro. ─preguntó desconcertada. ──Y deja Amaris en paz.

──Qué mujer tan lamentable. Parece que los rumores eran ciertos.

──¿De qué estas hablando...? ¡Habla para que yo te entienda!

──La diosa maldita, Elizabeth. ─me sorprendí de ello. ──¿Incluso ahora continuas causándole sufrimiento a mi hermano?

Solté un pesado suspiro, mi cabeza estaba doliendo a montó. Zeldris lo notó y me tomo de mi rostro para mirarme mejor.

──Cariño, es mejor que salgas de aquí. Tú puedes estar bien aquí, pero con ella aquí no.

──No quiero... dejarte ir... ─balbuceé sacando una ligera sonrisa.

──Iré por ti cuando menos te lo esperes. ─depositó un casto beso en mi frente. ──Solo espérame. ─cerré mis ojos ante sus palabras, confiaba en él.

Los abrí regresando a la habitación, mi cabeza seguía doliendo y por ende caí al suelo sujetándola.

──¡Amaris! ─Escanor me sujeto. ──¿Estás bien?

──Necesito un vaso de agua, eso me repondrá. ─me ayudo a dejarme en el suelo de pie. ──No te preocupes por Merlín, Elizabeth se encargara.

──¡Entendió!

Escuche antes de abandonar la habitación he ir a la cocina, me servir un vaso de agua y lo bebí por completó mi garganta estaba seca que me hizo beber más de dos vasos llenos. En un milisegundo sentí la magia de Elizabeth, posiblemente ya logro desvanecer la oscuridad, logre ver a los chicos entrar e ir directo donde ella.

No le preste suficiente atención, solo cerraba mis ojos para intentar que el dolor desapareciera pero no pasaba. Escuche pasos de alguien salir de la taberna seguido de unos cuantos susurros de la platinada junto a Hawk. Bebí un último vaso para salir de la cocina la cual estaba detrás de la barra.

Mi cuerpo se sentía débil y por ello solo logre dar unos pocos pasos hasta llegar a una mesa. Estuve así por varios minutos hasta que sentí a todos bajar apresuradamente las escaleras.

──¡Elizabeth! ─gritó Meliodas haciendo que ella entrara a la taberna.

──¿Qué hacemos? ─escuche la voz de Ban.

──¿Esta más cerca?

Levanté mi cabeza mirando a todos observar fuera de la ventana.

──¿Qué sucede? ─antes de que contestarán sentí una presencia acercarse velozmente. ──¡Zeldris!

Me levanté dispuesta a salir olvidando mi dolor pero unos brazos me sujetaron fuertemente.

──¡Oye! ¡Sueltamé! ─miro con enojo a Meliodas.

──No. Tu te quedás aquí. ─la presencia estaba a escasos metros de aquí. ──Merlín cuidala. Yo solo saldré haber que quiere. ─su semblante cambio a uno serio.

──¡Espera no! ─demasiado tarde él ya había salido. ──Tsk. ─mi cabeza dolió más.

──¿Qué es lo que haces aquí tú solo, Zeldris? ─escuchamos a Meliodas hablar.

──Vengo por algo que es mío. ─al escuchar su voz mis ojos dolieron mientras mi cabeza quedaba en blanco. ──Entrégamelo y me iré sin que nadie salga lastimado.

──Lo siento, pero eso no sucederá.

──No es una petición, Meliodas. Te lo estoy exigiendo, lo que tienes es mío y tu más que nadie lo sabe.

Abrí mis ojos, mi cabeza dejo de doler por completo. Sentí unos brazos detenerme, debía de soltarme tengo que ir con él.

──¡Quita tus manos de encima mío, hija de Belialuin! ─grité llamando la atención de todos. ──¡Cómo osas tocar a la Diosa de la Muerte como tu igual! ─le di un manotazo soltando su agarré. ──Tengo que irme, tengo que ir con él...

──¡Amaris... espera!

Salí de la cosa donde sea que estaba, antes de dar otro paso más sentí de nuevo un agarre.

──¡Sueltamé! ¡Tengo que ir con él! ─cerré mis ojos intento forcejear. ──¡¡Tengo que decirle a mi hermano que esas malditas diosas me traicionaron y me entregaron a Meliodas y sus estúpidos mandamientos!! ¡¡Tengo... tengo que decirle a Zeldris que estoy bien...!! ¡¡¡Sueltamé!!!

──¿Qué...? ─me soltó.

──¿Qué es lo que dices?

──Amaris. ─abrí mis ojos mirando a ese bastardo, estaba al frente mío.

──¡¡Tú!! ─apreté mis puños de rabia él se sorprendio de ver mis ojos. ──¡Te diviertes hacernos sufrir, maldito bastardo!

──Aris... ─gire mi cabeza mirando sus ojos oscuros y al igual que su hermano se sorprendio de ver mis ojos.

──Zeldris... ─mis ojos se cerraron y perdí todo mi equilibrio cayendo sintiendo unos brazos tomarme.

Después de eso... solo vi oscuridad.

• • •LOS PRESENTES MIRABAN EN SILENCIO A EL MANDAMIENTO tener en brazos a la pequeña hija adoptiva de Meliodas.

Él por su parte estaba mirando con tristeza a la chica, sabia lo que pasaría ahora.

──Deja Amaris conmigo y lárgate. ─el azabache entre cerro sus ojos enojado ante las palabras de su hermano.

──No haré eso y lo sabes bien. ─lo miró con su ceño fruncido. ──Ya la has tenido alejada de mi por mucho tiempo.

──Zeldris, déjala y vete.

──No te la dejaré y menos ahora que ha recuperado sus recuerdos.

──¿De qué me perdí? ─preguntó el cerdo, no le gustaba para nada la situación. ──¿Creí que habías dicho que entregar Amaris al líder de los mandamientos era una broma, puerco?

──Así que jugando con lo que es verdad, ¿eh? ─habló el azabache mirando a su amada. ──Me alegra saber que te divierte jugar con eso. ─dijo con notable ironía en su voz.

──¡¿Qué has dicho?! ─gritó el puerco.

──Eso no es posible. ─murmuró la gigante. ──Amaris es...

──Capitán, ¿eso es cierto? ─preguntó su mejor amigo.

──Sí, es verdad. ─cerró sus ojos unos segundos. ──Amaris es la amada de Zeldris, hace más de 3000 años.

Los presentes no podían creer esas palabras, nunca imaginaron que aquella niña que les alegraba el dia fuera la mujer del demonio más peligroso para toda Britania.

──Zeldris, entiende... deja Amaris y vete.

──¿Por cuanto años más vas hacernos sufrir para satisfacerte, hermano? ─su hermano abrío sus ojos para después bajar la mirada. ──Nunca entenderé porqué tu si quieres tener un final feliz mientras a mi me haces sufrir. ¡¡No entiendes cuanto hemos sufrido por tu culpa, Meliodas!!

──No debiste volver a verla. ─susurró cerrando sus ojos. ──Solo intenté protegerla... de ti.

──No te quiero ver cerca de ella. ─saco sus alas de materia oscura. ──Aléjate de mi mujer. Es una advertencia.

Y sin esperar más salió volando llevándose entre sus brazos a su amada inconsciente.

──Amaris... ─el cerdito lloraba a mares. ──Tenemos que ir por ella. ¡¡Tenemos que salvarla!!

──Ya es tarde, Hawk. ─habló el rubio mirando a el suelo con tristeza. ──Nada la salvara.

──¿De que hablas? Podemos ir y rescatarla.

──No, ya recordó todo.

──¿Y qué tiene de malo? Eso debe de ser estupendo, puede recordar a la persona que ama. Ella siempre quiso recordar su vida pasada...

──¡Suficiente, Diane! ─le gritó la hechicera ante la mirada de su capitán.

──Amaris esta maldita. ─aclaró sorprendiendo a todos. ──Es por eso que de día es pequeña y de noche es la verdadera. Sus recuerdos se perdieron pero solo los recordará en cuanto lo mirara a él. Y cuando eso suceda... ─se quedó en silencio. ──Yo la mataré en tres días. ─confesó dejando sin palabras a todos. ──Eso es lo que dicta la maldición que le impusieron.

──Solo tres días... ─balbuceo la castaña.

Decir que no dolía solo era una mentira, más de uno sufre por esa noticia.

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