A Través De Tu Ventana ®© #1

By Meldrybaez

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Mi mundo hasta hace poco, se definía en dos palabras: Cuatro paredes. No conocía nada más que estas cuatro pa... More

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Epílogo
Nota
Segunda parte
¡Buenas noticias! 📖♡
¡A la venta!

Capítulo Quince

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By Meldrybaez


A través de tu Ventana
Capítulo Quince
[Extra]

Thiago Miller

Eran como las tres de la tarde cuando Hanna había entrado en mi casa con una pequeña sonrisa en su rostro. Me encontraba en el sofá observando como cerraba la puerta detrás de ella y se acercaba a mi.

-Hola-me dijo cuando se detuvo cerca de mi. Lleva unos jeans rasgados y una camiseta rosa.

-¿Qué haces aquí?

-Pasé a ver cómo estabas.

-¿Desde cuando te andas preocupando tanto por mi?

-Desde que me besaste bajo la lluvia.

-Shhh-chisté-observando detrás del sofá y alrededor de toda la sala en busca de la presencia de mi madre.

Ella sonríe-Oye. También he venido porque quiero tu ayuda.

-¿Mi ayuda? ¿Y para qué?

-Pues, mi padre no está en casa y quería saber si quieres venir a mi casa a ayudarme a ordenar una que otras cosas en mi cuarto.

-Ja. Estás de broma, ¿no?

-¿Tengo cara de estar bromeando?

-Sí.

-Thiago. No estoy jugando.

-Yo tampoco-me pongo de pie-. Lo siento, pero no iré a ayudarte a ordenar tu habitación. Ya tienes diecisiete puedes hacerlo sola-dije en dirección a las escaleras.

-Oh, hola Hanna-me detengo al pie de las escaleras cuando escucho la voz de mi madre. Me giro y la veo parada en el umbral de la cocina.

-Hola, señora Miller.

-No me dijiste que venías.

-No. Lo siento. Vine a invitar a Thiago a mi casa para que me ayude a mover algunas cosas en mi habitación.

Mi madre me mira con los ojos bien abiertos y con una sonrisa. Apoyo una mano en la barandilla de las escaleras y niego con la cabeza frenéticamente.

-Eso se suena genial. Deberías ir Thiago-dice mi madre, lo que provoca una sonrisa de satisfacción en el rostro de Hanna.

Miré a Hanna antes de darme la vuelta y continuar subiendo las escaleras-Lo pensaré-dije mientras subía.

-Eso es un sí -escuché a mi madre decir a mis espaldas.

Entré a mi cuarto cerrando la puerta despacio. Observe mi cama que seguía ordenada perfectamente. Pues es obvio, Thiago. Nadie más que tú entra aquí. La cama está cubierta con un edredón azul oscuro y las almohadas igual. El estante de mis libros estaba organizado, excepto por un libro que había dejado en la parte de arriba separado de los demás.

Una ráfaga de luz entraba por aquella ventana con vista a la casa de Hanna y me acerqué a ella para arreglar las cortinas para evitar que entre tanta luz a mi querido espacio.

Observé la casa de Hanna y luego me alejé recordando que estaba abajo esperando con mi madre a que yo me decida a bajar para ir a su casa a ayudarla a... ¿cómo dijo? A mover algunas cosas de lugar.

¿Debería ir? ¿Y si su padre regresa mientras estoy allí? Me daría mucha vergüenza el verlo tan cerca de mi y en su propia casa.

Suspiro y voy directo al baño. Me quito toda la ropa y entro en la ducha. Me doy un baño rápido y poco después salgo con la toalla alrededor de mi cuerpo en dirección al clóset para buscar algo que ponerme.

Abro el clóset y opto por sacar una camiseta verde aqua con mangas largas y capucha. También tomé unos jeans negros. Dejo todo en la cama y vuelvo al clóset para dejar una percha en su lugar y cerrar las puertas de este.

Escucho la puerta de mi cuarto que es abierta.

-Por favor, vamos. Ayúdame-dijo Hanna entrando a mi cuarto.

Mis ojos se abren como platos y mi boca hace lo mismo al momento en que me giro hacia la nueva presencia.

Hanna me mira todo el pecho y sus ojos siguen bajando a mi abdomen.

Tristeza pasan por sus ojos y su boca se queda abierta.

Llevo mis labios al interior de mi boca e intento taparme con los brazos.

-Yo, yo...-noto que traga saliva y me mira a los ojos-Lo siento.

-Sal por favor-es lo único que digo y ella vuelve a mirar mi cuerpo con lástima en sus ojos. Pero no se mueve-.Hanna-dije observando el suelo para que ella salga.

Se giró hacia la puerta que seguía abierta y salió cerrándola tras de sí.

Trago saliva y me giro hacia el clóset abriendo la puerta una vez más y ver mis ojos llorosos en el espejo del closet ubicado en la puerta izquierda del lado interior. Mis ojos estaba llorosos y dejo caer mis brazos a cada lado de mi cuerpo para ver las cicatrices que rondan por todas partes. Aquellas cicatrices de mis tratamientos cuando estaba pequeño.

Toqué la cicatriz encima de mi pecho y la observé en el espejo por unos segundos. Miré todo mi cuerpo pálido con todas aquellas cicatrices cerca de mi abdomen y aquella cerca de mis caderas que aún siguen con un tono rosa en mi lado derecho. Pero aquellas eran de hace unos pocos años.

Sentí pena por mi propio cuerpo. Pero quizás no era así. Sino que sentía pena porque Hanna me había visto así. Mi cuerpo flacucho y que se podían ver mis costillas. Sorbí por la nariz cerrando mis ojos para volver a abrirlos y cerrar la puerta del closet una vez más.

***

Me encontraba bajando las escaleras cuando escuché a mi madre reír en compañía con Hanna. Me acerqué a ella en silencio.

-Tu padre al parecer es un perfeccionista y obsesionado con la limpieza-dijo entre risas

-No tiene ni idea.

-Hola-dije y Hanna que estaba sentada al lado de mi madre en el sofá, se puso de pie-. ¿Nos vamos?

Hanna sonríe-¿Vas a ayudarme?

-Si te sigue sorprendiendo no voy a ir.

-Vale, vale. Vamos.

-Suerte-dijo mi madre con una taza de café en manos. Observé la mesita del sofá y vi otra taza encima de un platillo.

Hanna se acercó a mi-Gracias por el café, señora Miller-Hanna se giró y se acercó a la mesita para tomar la taza.

-No, no. Tranquila-dijo mamá-. Yo ya lo llevo a la cocina. Váyanse.

-Vale. Gracias.

Nos acercamos a la puerta y Hanna la abrió. El sol aún seguía afuera y me tapo con la capucha de mi camiseta de mangas largas. No quiero volver a ver esas ronchas en mi piel.

Salí primero que Hanna y me dirigí a la casa de enfrente. Subí a la acera sabiendo que Hanna me seguía detrás, pero no me disponía a girarme para comprobarlo. La puerta se encuentra cerrada y esperé a que Hanna llegara a donde estaba yo. Me giré para verla cruzar la calle sonriendo.

Subió a la acera y llegó hasta mi-Gracias por haber venido-abrió la puerta con una mano-. Adelante, pasa.

La miré con mis labios en una línea fina y unos cuantos pasos para entrar a la casa de los Jones, quitándome la capucha de la camiseta.

Una vez dentro, me encontré con una gran sala bien amueblada con un sofá blanco grande y otros dos pequeños con una mesa de cristal al centro. Un candelabro dorado cuelga del techo con una luz amarillenta. Una alfombra azul oscuro descansa bajo los muebles y detrás en la otra pared veo dos libreros repletos de libros. A mi izquierda vi un umbral que de seguro es para ir a la cocina. Al frente, vi unas grandes escaleras en forma de espiral hasta el segundo piso con una alfombra roja que se veía muy bien con las escaleras de madera y pintada de caoba.

-Supongo que a tu padre también le gusta leer, ¿no?-dije.

-Así es. Le fascina-dijo cuando cerró la puerta. Mi cuarto está arriba-señaló las escaleras dando varios pasos hacia adelante-. Si quieres puedes ver los libros-se detuvo y señaló los libreros.

En silencio, me acerqué a ellos y miré hacia atrás. Vi una gran repisa de cristal con varios objetos de decoración.

-Tienen buen gusto-dije observando la casa.

-Gracias-sonrió mirando al suelo.

Pasé mis manos por algunos libros. Otros los moví para ver las portadas y los títulos.

-La mayoría son muy buenos. He leído algunos. Este no-le mostré uno con portada azul.

-Puedes llevártelo si quieres y lo devuelves cuando lo termines. Papá quizás no lo note.

-No. Está bien-lo dejé en su lugar-. ¿Dónde dijiste que quedaba tu cuarto?-me alejé de los libreros.

-Arriba.

-Bien. Vamos.

Me acerqué a ella y la seguí por todo el trayecto hasta su cuarto. Llegamos a un pasillo parecido al que tengo en casa y y entramos a una habitación con puerta blanca. En ella hay una pequeña placa de cartón blanco con el nombre de: "Hanna" en cursiva y con un corazón. El corazón tiene el signo infinito entre el. Es muy parecido al que un día dibujé en mi libreta.

-Adelante-dijo ella y la seguí.

Su habitación es totalmente blanca. A mi derecha hay una cama con edredón rosa y las almohadas blancas. Hay dos almohadas con forma de corazón rosas en medio de las dos grandes y una de las de corazón tiene su nombre y otra el nombre de una chica: Rose.

En el suelo hay una alfombra rosa en forma de circulo. Al lado de la ventana con vista a mi ventana hay un pequeño escritorio con una pequeña lamparita de noche y unas que otras cosas más.

Cerca de la cama veo una mesita de noche con varios libros encima.

-Leo antes de irme a dormir-dijo Hanna que se encontraba mirándome.

-Lo siento-dije.

-¿Por qué te disculpas?

-Por estar de intruso observando todo.

-No te preocupes. Si no quisiera que vieras lo que hay aquí dentro, no te hubiese invitado a ayudarme.

Bueno, sí.

-¿Y qué quieres que haga?

-Bueno...-removió las cortinas rosas de una de las ventanas -Ayúdame a cambiar las cortinas. Eres más alto que yo-dijo subiéndose al alféizar de la ventana para quitar las cortinas y luego bajar.

-Vale.

-Quita las de allá-señaló una ventana en la otra pared.

Me acerqué y las quité del pequeño tubo metálico. Dejé las cortinas en el alféizar.

-¿Tanto rosa no hace daño?-pregunté.

-Qué irónico. Es lo mismo que me pregunta mi padre-dice con una sonrisa.

Sonrío.

Se acerca a mi y abre el closet para dejarme unas sábanas en las manos-Pondremos estas cortinas.

Ahh. Son cortinas blancas.

Hago lo que me pide con su ayuda. Estaba en la otra ventana observando la ventana de mi cuarto. Es una buena vista. No me había dando cuenta de eso antes. Miré hacia abajo y me sentí un poco mareado.

-¿Me ayudas con la cama?

-No tengo opción-dije bajando del alféizar.

-Quiero sábanas blancas y almohadas rosas-se acercó al closet.

-No es mucha diferencia a como ya lo tienes. Solo cambias el rosa por blanco y el blanco por rosa.

-Es la cuestión.

-Ya.

Noté que se ponía de puntillas frente al closet y me acerco a ella.

-Yo lo hago-dije para bajar lo que ella buscaba.

-Gracias.

Poco después, ella ordenó la cama y yo las almohadas. Habíamos ordenado la mesita de noche, llevado las sábanas sucias al cesto y ordenado el escritorio.
Hanna puso música y me dejé perder en la letra de la canción. Mi Inglés no es muy bueno, pero pude entender lo triste que es la letra de la canción.

-¿Sabes algo de Jeremy? No lo he visto en todo el día-preguntó Hanna cuando salí de su baño en la misma habitación.

-No lo sé. Tampoco lo he visto hoy.

Por cierto, ¿dónde estará Jeremy? No lo veo desde hace horas y no lo he visto en la piscina de su casa desde mi ventana y tampoco lo he visto salir.

Me senté a su lado en un extremo de la cama y guardamos silencio. Nos mirábamos de reojo, pero ninguno de los dos nos disponíamos a decir una palabra. Y esto se esta poniendo raro.

-Thiago-dijo.

-¿Huh?-giré mi cabeza hacia ella con la mirada perdida.

-¿De qué son las cicatrices que tienes en todo el cuerpo?

Parpadee varias veces y la miré directamente a los ojos.

-Lamento haber entrado así a tu cuarto y verte-sus ojos estaban llorosos y dejó su vaso de limonada en el suelo junto con mi vaso y la pequeña bandeja plateada.

-Estaba enfermo-dije, mirando a otra parte de la habitación-. Tenía leucemia.

-¿Cáncer en la sangre?

-Sí-la miré otra vez-. Las cicatrices son por culpa de los tratamientos. Pero ya estoy mejor. Ya no tengo leucemia hace unos cuantos años. Pero mi doctor le dijo a mi madre que estuve a punto de morir cuando tenía nueve años. Y que estoy vivo por un milagro.

-Lo siento.

-¿Por qué te disculpas? No tenías la culpa de mi enfermedad. Ya estoy bien. Pero hay veces que siento mucho dolor en el cuerpo y siento como si fuera a llegar a morir. Me aterra el irme a la cama una noche y que al siguiente día yo ya no esté en este mundo. Me aterra no estar para mi madre.

-No digas eso-vi las lágrimas rodar por sus mejillas-. Sé que soy una tonta y que suelo hacerle daño a la persona que quiero, pero si te llegara a pasar algo, no sé lo que pasaría conmigo.

-Ya-sentía mis ojos aún más húmedos.

-¿Thiago?

-¿Ajá?

-¿Puedo verlas una vez más?

No dije nada. Solo me quedé en silencio observando sus hermosos ojos azules.

-Yo...

-Por favor.

Puse los labios en una línea fina y asentí con la cabeza.

Ella se acercó más a mi y sujetó los bordes de mi camiseta y empezó a subirla hasta mis pechos. Levanté mis brazos y ella sacó la camiseta de mi cuerpo y la depositó en la cama.

Miré hacia un lado al sentir sus ojos encima mío. Me da vergüenza que ella mire mi pequeño cuerpo.

Miré al suelo donde vi la bandeja y donde estuvimos hace unos momentos tomando de nuestra limonada. Una limonada que ella misma había preparado para ambos.

-Thiago-dijo mi nombre en susurro, pero no la miré -. Mírame por favor-y lo hice. La miré a sus ojos. Una mirada de marrón claro a azules como el mar-. ¿ Puedo tocarlas?-dijo poco después.

No sé porqué está haciendo esto. Pero, ¿puedo decirle que no? Quiero gritarle que no me toque las cicatrices porque nadie lo ha hecho desde hace años. Nunca permití que mi madre las siguiera tocando y ahora estaba apunto de decirle que sí a esta chica que aún seguía siendo un tanto desconocida para mi.

Pero quizás no lo era.

-¿Puedo tocarlas?-volvió a repetir y asentí con la cabeza.

La primera que tocó fue la que está más arriba de mi pecho y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Ella apartó sus dedos rápidamente y me observó a los ojos.

-Lo siento-dijo.

Nos estábamos mirando y ella apartó su vista de la mía para volver a tocar otra cicatriz. Una cerca de mi abdomen.

-¿Duelen?

Negué con la cabeza-No. Ya no.

Ella recogió todo mi abdomen con sus dedos y entonces detuvo la mano en el centro de mi abdomen tocando con la palma abierta. Y me miró por unos segundos. Sus lágrimas seguían cayendo y sabía el porqué.

Usó su otra mano para tocar mis costillas y luego usó ambas manos para tocarlas juntas.

Pasó sus manos por mis hombros-Tu piel es tan blanca-dijo, y luego detuvo la mano en el centro de mi abdomen una vez más.

-¿Por qué lloras?-le pregunté.

-Por ti-contestó.

-¿Por mi?

Asintió con la cabeza-Sí. Debiste haber sufrido mucho.

-No sabes cuanto -dije y su entrecejo de arrugó un poco y las lágrimas volvieron a caer con rapidez por sus mejillas.

-Lo siento. Siento haberte hecho daño una vez más.

-Ya no importa.

-Sí. Si importa. Lo siento-me abrazó y mi cuerpo seguía temblando. Poco después me sentí más relajado al sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.

Tragué en seco y ella se despega de mi.

Me sonrió con tristeza y acercó sus labios a los míos.

-Te amo, Thiago-dijo mirándome a los ojos-. Quizás aún no merezca un te amo de tus labios, pero anhelo que un día puedas decirlo-se acercó más a mi rostro despacio y volvió a besarme.

Me alejé despacio-Ya debo irme a casa.

-Quédate un poco más.

Me puse de pie-No creo que deba quedarme más de lo necesario.

Tomé mi camiseta del suelo y empecé a ponermela con la mirada clavada en la ventana con vista a mi ventana. Cerré los ojos un momento y luego pasé el dorso de mis manos por ellos para secar el rastro de aquellas lágrimas caídas.

-Gracias por la limonada.

-Gracias por haber venido a ayudarme.

-Vale-dije y ella se puso de pie.

-Te acompaño

-No-la detuve con una mano al frente-. Quédate.

-¿Qué?

-Puedo irme solo, Hanna. Si sigo haciendo huellas en lugares donde otros son felices, el día en que me vaya, no podrán sonreír más como lo hacen ahora. Y quizás no haya un después-su rostro se entristeció.

Caminé hacia la puerta, tomé la perilla girando ésta y abrí la puerta.

-Adiós, Hanna.

Ella seguía de pie en el mismo lugar mirándome con aquella mirada melancólica y salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mi.

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