Mago Universal: Encrucijada t...

By EscuadrondeHeroes

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Un mal antiguo amenaza con destruir el tiempo y la realidad misma. Mago y Madame Universal son los únicos que... More

Mago Universal: Encrucijada temporal
Booktrailer
El ascenso del héroe
1. Cripto, el Vampiro Destripador
2. Las Hermanas Slytherin (Parte I)
3. Lobizona (Parte I)
3. Lobizona (Parte II)
4. Xarkaxamum
5. Gigantes de Niflheim (Parte I)
5. Gigantes de Niflheim (Parte II)
6. Los llaneros magníficos (Parte I)
6. Los llaneros magníficos (Parte II)
7. Universales de presa
8. Fuera de tiempo
9. Guerra Gorqok
10. Dicotomía Universal
11. Yersinia sinistra pestilenza
12. Universales vs. Zombis
13. Bobbly el duende
14. El monstruo de sombras
15. La Biblia de la Oscuridad
16. Krimson Hill 2065
17. El fuego de la libertad (Parte 1)
17. El fuego de la libertad (Parte 2)
18. La encrucijada de Bobbly
19. Luz en la oscuridad
20. En el principio
21. Lord Máximo
22. In nomine Patris
23. Cacería profana
24. Contra el tiempo
25. El asedio a K'un Dai (Parte I)
25. El asedio a K'un Dai (Parte II)
26. Redención
27. Asalto inesperado
28. El Refugio
29. Tiempo roto
30. Batalla por el Tiempo
Epílogo
Escena post-créditos
Galería de arte

2. Las Hermanas Slytherin (Parte II)

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By EscuadrondeHeroes

James Jerom recorría el pueblo con disimulo. Se mezclaba con los nativos en silencio, como era propio en el poblado, mas sus ojos se meneaban de un lado a otro como los péndulos de un reloj, permitiéndole divisar a lo lejos la aproximación de una ráfaga de luz espectral. Se giró a izquierda y derecha para analizar a los demás, sin embargo era el único turbado, al parecer solo él podía verlo.

Desconocía la procedencia, desconocía la intención, desconocía todo. Bloquearlo con un escudo sería un grandísimo error, no solo revelaría su tapadera, sino que terminaría en una situación igual o peor a la de Victoria Pembroke, y así, la misión fracasaría.

Resignado, arrugó el entrecejo y se dejó golpear por la onda. El impacto lo aventó contra una carreta de trigo, fue tan extraño que los presentes se amontaron a su alrededor.

El golpe le había dolido más de lo normal, no soportaba la espalda, lo manifestó con una mueca. No recordaba sentir tanto dolor desde su batalla contra la Emperatriz Kissandra, la reina extraterrestre que dirigió la invasión a la Tierra en 2018.

—¿Se encuentra bien? —preguntó una aldeana de edad. Mago solo asintió. Todas las miradas estaban sobre él—. ¿Qué fue eso, buen siervo?

—¡Brujería, hermanos! —Fue lo único que se le ocurrió, tras unos segundos tormentosos de silencio.

—¡Brujería! —confirmaron los demás, casi en coro.

—Esa bruja que atraparon en la mañana volvió a traer desgracia a nuestro pueblo —habló uno de los hombres—. Los cultivos vuelven a secarse, los bebés lloran, el cielo es opaco y nuestros animales mueren. ¡Hay que quemarla cuanto antes!

—¡Sí! —apoyaron los demás.

—Desde las hermanas Slytherin nada de esto había vuelto a pasar, ¡esas brujas son una plaga!

—Por suerte para nosotros, al atardecer el mal volverá a ser expulsado de Salem cuando quememos a esa bruja —siguió la mujer—. Hoy el infierno recibe a otro de sus demonios.

—Espere... —interrumpió James—, ¿las hermanas qué?

—Usted no debe ser de por aquí, ¿verdad? —James negó—. Fueron las últimas brujas que quemamos. Habían corrompido nuestra aldea con rituales paganos en el bosque, cerca a su cabaña. Pero gracias a Dios el Reverendo Universal llegó ese día a la aldea para mandarlas al infierno. Desde entonces no habían vuelto a haber más brujas en Salem, hasta que llegó esa pelirroja.

«Reverendo Universal, cómo no», pensó James.

Mago sacudió las espigas de trigo de su traje azul sobrio, ajustó su sombrero y tomó rumbo.

—Espere, buen hombre... —llamó la anciana—. ¿A dónde va?

—Al bosque. Debo cerciorarme que no hayan más brujas en esa cabaña.

—¿Solo? —preguntó con terror—. Es una locura. Y más ahora que está a punto de anochecer.

—Señora, no tiene idea de las locuras que he hecho en mi vida, quemar a esas brujas será otra de ellas.

—Al menos lleve esto. —El hombre le arrojó uno de los trinchos. James lo tomó con acierto. Lo agradeció con un asentimiento y se marchó con determinación.

Caminó por varios minutos hasta ingresar a lo que creía que era el corazón del bosque. Paneó el alrededor para cerciorarse de que nadie lo siguiera, y entonces, intentó usar su magia para invocar al Ojo Universal, resultando en un fracaso. Probó una segunda vez. Una tercera. Una cuarta. El resultado seguía siendo el mismo: nada.

—Esas brujas bloquearon mis poderes —bramó.

Entonces, a unos metros, el ruido producido por el origen de un enorme anillo de energía blanca le llamó la atención. El círculo se convirtió en un portal por donde emergió un carruaje tirado por caballos blancos, quien lo conducía bajo de él, luciendo un elegante traje negro con sombrero, similar al suyo.

«Reverendo Universal», reconoció en sus pensamientos. «No debería involucrar más Universales en esto, pero si está aquí, sin duda detectó la presencia de las Slytherin».

Las cosas seguían complicándose. Lo mejor era permanecer oculto en los arbustos, a la espera de que su antecesor saliera del escenario para seguir su camino. Luego de varios minutos fue que pudo avanzar con libertad. Paseó el bosque con detenimiento, alerta ante cualquier movimiento hasta que, por fin, se detuvo frente a la nada. Observó fijamente e inhaló el aire. No era tangible, mucho menos visible, pero sí rastreable, y quizá no tuviera sus poderes, pero sus años de experiencia como Hechicero Protector de la Tierra le habían enseñado suficiente para reconocer la magia en cualquier parte.

—Pero qué brujas más astutas.

Sonrió con malicia mientras se acurrucaba. Enterró la mano entre la tierra y lanzó el puñado recolectado al aire, obligando a la cabaña de madera desgastada a revelarse por cortos segundos.

—¡Salgan, brujas! —ordenó a todo pulmón—. Sé que están aquí.

Risas burlonas lo llevaron a subir la mirada al cielo, donde halló a las hermanas Slytherin sobre escobas voladoras, seseando la lengua como serpientes.

—¿Buscas algo, querido? —mofó Serpentina—. ¿O alguien?

—Oh, hermana, este Universal es más guapo de lo que creía —declaró Cascabelea, juguetona con su escoba—. ¿No quieres divertirte un rato conmigo, encanto? —La rubia de ojos color cielo ajustó el corset en su pecho para inducir a James Jerom en un trance lujurioso—. Ven, acércate, James —dijo con voz jadeante, entre gemidos—. Déjate llevar por mi voz. Sigue tu instintos. —Cascabela descendió en la escoba y le tendió la mano. Mago comenzó a caminar hacia ella, sumido en su hipnosis y apoyado con el palo del trincho—. Libera tus deseos y siente la pasión, esa adrenalina corriendo dentro de ti en círculos que te pide sentir el éxtasis. Eso es... acércate más, más...

En cuanto Mago estuvo cerca, usó el trincho para bajarla de la escoba. Cascabelea gritó al caer, momento que James aprovechó para tomar la escoba y derribar a la otra Slytherin del aire. Para Serpentina pasó tan rápido que no lo vio venir, confiaba en que Mago Universal, al no tener acceso a sus poderes, cayera entre las debilidades carnales y emocionales de cualquier hombre promedio, pero ignoraba un gran detalle, y es que las habilidades de James provenían de un intenso entrenamiento, antes de practicar la magia tuvo que estudiarla, y eso, requería un alto control mental; además, ya había una mujer en su vida en quien había encontrado la fuerza para luchar y por quien no estaba dispuesto a renunciar.

Furiosa, Serpetina le arrojó una voluminosa bola de energía verde. James pensó rápido y la bateó con la escoba de Cascabelea; un ataque mágico solo perdería su efecto contra un objeto mágico, ahora la escoba de ramas torcidas era su defensa.

—¡Dame mi escoba, Universal! —exclamó la rubia.

Entre ambas le dispararon rayos de los que logró salir ileso. El primero lo redireccionó con un golpe de la escoba y del segundo se libró rodando por el suelo.

—Buen intento, brujas, pero hoy no será el día en que me verán derrotado —dijo mientras se alzaba en el aire, montado sobre la escoba.

Cascabelea giró sus manos en círculos, como si moldeara una bola, y le disparó tres esferas mágicas de las que no pudo librarse, lo envolvieron de pecho y brazos como bolas de cadena y lo embistieron directo al suelo.

—Nunca cantes victoria antes de tiempo, querido. —Serpetina celebró entre risas, mientras hacía emerger raíces gigantescas que se le enredaron a Mago por brazos y piernas.

—Dinos qué se siente saborear la derrota, James —tentó Cascabelea.

—¿Cómo me conocen?

Las hermanas rieron entre sí.

—James Jerom, la Dimensión Oscura clama tu nombre —aseveró Serpentina con su tono ronco—. Tu cabeza es tan pedida como tu alma. Y créeme, cariño, que somos el menor de tus problemas, porque lo peor está por venir.

—No es la primera vez que me amenazan —replicó, jadeante, intentando zafarse del feroz agarre de las raíces—. He librado esta dimensión de muchas amenazas. Y todos ustedes, uno tras uno, irán de regreso al lugar de donde escaparon. Reverendo Universal está aquí, y tarde o temprano notará su presencia.

—No lo creo, querido. —Rio con diversión—. Reverendo tiene asuntos más importantes por atender con otras brujas. —Sonrió—. Cascabelea, múestrale.

—Como desees, hermana —accedió, burlona, y un espejo le apareció entre manos, en medio de bruma verdosa—. Muéstrame a Madame Universal.


El reflejo del espejo fue cubierto por nubosidad para señalarles un escenario aterrador para James, pero entretenido para las Slytherin. Victoria se hallaba en una mazmorra rocosa y mugrienta, contenida tras las rejas, en la que incluso roedores pasaban a toda velocidad.

A pesar de que se había mostrado muy confiada en su última charla con James, también había sido víctima del hechizo de las brujas, sus poderes desaparecieron y no tenía forma de escapar, ya lo había intentado. El sudor le recorría el rostro. La frustación y la incertidumbre la carcomían por dentro, no tenía idea de que le depararía si Mago Universal no regresaba pronto.

—Victoria —musitó con preocupación.

—Múestrame a Reverendo Universal —ordenó Cascabelea.

La bruma volvió a girar cual vórtice para exhibir al hechicero. Reverendo estaba junto al pastor Armstrong y otros aldeanos más.

—Como le dije, señor Armstrong, si en los deseos de Él estaba que volviera, así sería —habló Reverendo—. Y aquí estamos otra vez.

—Bendito sea Él.

—Por favor indíqueme dónde está la bruja —pidió.

—Por supuesto, ministro. Siga por aquí. —Le indicó hacia un pasillo, donde al final había una pesada puerta de metal que rechinó al abrirse.

Madame se sobresaltó al verlos. Reverendo Universal cerró los ojos y suspiró a profunidad.

—Sin duda desde aquí huelo sus pecados contra el Altísimo a causa de su hechicería —declaró con firmeza—. Lleven a esta bruja a la hoguera, hoy se reunirá en el infierno con sus hermanos los demonios.

—Nooo —susurró James, aterrado, y siguió forcejeando para escapar.

Las Slytherin se burlaron con largas carcajadas.

—Saborea la derrota, Universal —habló Serpentina—. Y no te preocupes por Madame, te aseguro que tendrás buena vista para el momento en que la destierren a la Dimensión Oscura. Muchas criaturas allí estarán deseosas de tenerla haciéndole compañía. No te imaginas lo mucho que la adoran. —Rieron—. Tráelo, hermana.

Mientras Serpentina atrajo a sus manos ambas escobas, Cascabelea quebrantó las raíces con su magia, dejando solamente las que envolvían a James, y lo levitó junto a ellas al interior de la cabaña.

Con la luna ejerciendo su dominio lumínico sobre el cielo oscuro, los puritanos se reunieron en la plaza por aviso de las campanadas de la iglesia, guiados por el fuego de sus antorchas. La bruja yacía atada a una hoguera, lista para ser enjuiciada por Reverendo Universal.

—¡Hoy, ante ustedes lo santos, el Señor me ha traído para hacer cumplir su palabra! —vociferaba Reverendo—. Porque escrito está: la paga del pecado es...

—¡Muerte! —respondieron al unísono, con el fuego de sus antorchas resplandeciéndoles los ojos.

—¡Y muerte eterna en el lago de fuego, hermanos!

—¡Amén!

Madame Universal seguía forcejeando, pero en cuanto más lo intentaba, más sentía que la esperanza estaba perdida. Su cabello rojizo, corto y ondulado, estaba empapado de sudor; aun a la distancia el furor ígneo de tantas antorchas la sofocaba. James seguía sin aparecer, y no se atrevía a pensar qué sería de ella si no lograba escapar de allí.

El discurso caótico de Reverendo se transformó en una distorsión. Leves gritos llegaban a sus oídos con fugacidad, pero con la retumbancia suficiente para terminarla de marear. Sin sus poderes estaba propensa a cualquier debilidad humana, y los nervios era una de esas vulnerabilidades, tan distinta en sus formas de manifestarse. La cabeza le daba vueltas. La visión se le nubló. Con dificultad distinguía expresiones de odio y puños golpeando el aire una y otra vez, bajo una única melodía: ¡bruja, bruja, bruja!

Lejos de ese lugar, desde una jaula colgante en la cabaña de las Slytherin, James observaba con horror el juicio a través del caldero de las brujas.

Las hermanas rieron, entretenidas con el espectáculo.

—¡Bruja, bruja, bruja! —repitió Cascabelea, mientras le daba vueltas a la jaula con una sonrisa maliciosa.

—¡Déjame ya! —bramó con ira—. No soy tu juguete.

—Esto, Universal, es tan solo el comienzo de tu sentencia perpetua —respondió Serpentina—. Espero que te diviertas con mi hermana, luego de ver morir a la mujer que amas.

—¿Quién dijo que la...?

—Oh, se nota en tu mirada, James. —Serpentina se acercó a la jaula—. Te preocupas por ella. Lo suficiente para cometer una locura. Y créeme, cariño, que nada me complacerá más que ver cómo muere frente a ti, sin que puedas hacer nada para evitarlo.

La jaula colgante, aunque estrecha, contaba con huecos lo suficientemente grandes para sacar de ella los brazos y las piernas. Al tenerla cerca, la tomó de esa cabellera rojiza y ondulada y haló con fuerza.

—¡Déjame salir! —exigió mientras la zarandeaba de un lado a otro.

Serpentina gritó del dolor, hasta que una poderosa fuerza de repulsión lo apartó, obligándolo a golpearse con el hierro de la jaula, había sido obra de Cascabelea.

—¡Cómo te atreves, infeliz! —reprendió Serpentina, colérica.

La mayor de las brujas empezó a batir la mano en el aire. En consecuencia, la jaula giró como un trompo. James se golpeaba con cada movimiento, dejando escapar quejidos de dolor.

—Serpentina, ya la van a quemar —avisó Cascabelea con emoción. Solo así la bruja se detuvo.

—¡Eso te enseñará a respetar! —Meneó su largo vestido negro y dio la vuelta hacia el caldero.

James aún sentía al mundo dar vueltas. Sin duda había sido un movimiento tonto, pero no importaba. Obtuvo lo que buscaba. Sonrió con malicia al desempuñar la mano, tenía uno de los prendedores de Serpentina. Con el mayor del sigilo estiró el brazo hacia la cerradura y giró el alfiler. No importó el ruido del oxido de la rejilla al abrirse, ya estaba afuera.

Para cuando las Slytherin se giraron, las golpeó con la escoba. El impacto las estrelló en el suelo, desconcertándolas por unos segundos.

—Buen viaje al infierno, ancianas.

De una patada firme derribó el caldero, virtiendo el espesor caliente sobre ellas. Las escuchó gritar con ahogo, mas no le importaba, solo una mujer le angustiaba en ese momento, y debía salvarla cuanto antes. Sujetó con firmeza la escoba y salió volando de la cabaña.

Atravesó el bosque con rapidez. Todo el poblado se hallaba en penumbras, salvo por el único punto lumínico donde tenía puesta la mirada gracias a las llamas: la plaza. Todo el pueblo estaba reunido allí para ser testigos de uno de los actos más crueles en la historia.

—¡Altooo! —gritó a todo pulmón mientras descendía en la escoba.

Como la ola desenfrenada de un tsunami, expresiones de asombro inundaron la plaza.

—Sir James —reconoció Victoria en murmullo, dibujando una sonrisa—. Vino por mí.

—¡Brujería! —gritó el pueblo—. ¡Ese hombre volaba!

—¡Es el que entró solo al bosque! —reconoció una anciana.

—¡Hay que quemarlo también!

—¡Desde aquí percibo su hechicería! ¡Atrapen a ese hijo del diablo! —ordenó Reverendo Universal.

El pueblo arremetió contra James en una feroz embestida con trinchos y antorchas, pero él, aun sin poderes, no le tembló el brazo para hacerles frente. Le dio un giro a la escoba y la llevó tras la espalda; al final tendió la mano a sus contrincantes en señal de reto.

—Bien, Venatrix, más te vale haberme enseñado bien —musitó para sí al recordar los entrenamientos con la cazadora de demonios.

James recibió a los dos primeros con un golpe a los pies, desestabilizándolos. Luego los terminó de derribar con una patada directo al pecho. Se giró para recibir a los dos siguientes, venían a cada lado con trinchos. Al de la derecha lo golpeó con la cabeza de la escoba; para el segundo giró su arma improvisada mientras se daba la vuelta, consiguiendo golpearlo en todo el rostro.

Se defendió lo máximo que pudo, y así fueron llegando hasta que el número se hizo demasiado para un simple mortal. Mago mantenía la escoba en una posición horizontal, en un intento por retener los más de cinco trinchos que casi le rasgaban el rostro. Pese a sus esfuerzos, no fue suficiente, golpes con palos y piedras provenientes de distintas direcciones lo derribaron.

El dolor de tantos golpes era insoportable, y aún así, respiró hondo mientras se levantaba. Entonces, un resplandor intermitente en sus ojos previó el regreso total de sus poderes, el hechizo de las Slytherin, sin ellas para reforzarlo, perdía sus efectos.

—Eso —susurró con una sonrisa victoriosa.

Mago movió sus manos a toda velocidad, dibujando un sello de energía azul que, al extender los brazos, liberó una poderosa onda mágica. En ese instante el tiempo mismo se detuvo por demanda del hechizo; la naturaleza y todo ser vivo en ella fueron congelados.

Solo James Jerom pudo moverse con naturalidad en la Dimensión Sero —un plano donde el tiempo se mueve más lento en relación a todo lo que rodea a la persona que accede a él—. Llegó hasta Victoria y, con un movimiento de mano, le permitió acceder a aquella realidad; con otro, la liberó de las cadenas.

—Ha venido por mí, Sir James —susurró sin aliento, ladeando una media sonrisa mientras lo tomaba de la barba—. La única cosa que pedí que no hiciera. Cuánto me alegro que me ignorara.

—Nunca la abandonaría, milady. —Le pasó el brazo sobre el hombro para ayudarla a sostenerse—. Debemos regresar a la cabaña de las brujas, me encargué de ellas, pero puede que despierten.

—Pero... la línea temporal, hemos interferido demasiado.

Mago chasqueó los dedos, y el fuego comenzó a propagarse en la hoguera.

—Cuando abandonemos esta dimensión creerán que fuiste quemada como una bruja. Pueden vivir con eso. Ahora vamos.

Mago bateó la mano y salieron volando lejos de allí, impulsados por su magia azulada, que lucía como fuego propulsor. Mas un nuevo jugador estaba entrando a la Dimensión Sero; los ojos de Reverendo Universal centellearon en blanco en señal de ello.

Cuando los Universales descendieron en la cabaña, un destello de luz blanca aterrizó frente a ellos para obstaculizarles el camino. Los ojos de Reverendo Universal se hallaban tornados blancos y él esparcía un aura igual de amenazante. Les arrojó un proyectil mágico que los derribó con brusquedad.

Un segundo misil cayó sobre ellos, pero James tomó las fuerzas para alzar un escudo, sin embargo Reverendo no se daba por vencido. En un tercer intento chocó las manos para lanzarle un rayo mágico al que Mago tuvo que resistir con la barrera.

¡Noisluper! —recitó James.

Con la misma rapidez en que el relámpago fue disparado, retrocedió para aventar al hechicero hacia la cabaña.

—¡Suficiente, Reverendo! —expresó cuando lo vio levantarse—. No somos enemigos... somos Universales también.

—¿Qué? —cuestionó en negación—. Imposible, intentan persuadirme.

—Hemos viajado en el tiempo.

—Un Hechicero Universal jamás cometería semejante acto irracional. El tiempo es una variable inmutable, ¡no debe ser alterada!

—Era necesario. La continuidad misma de la línea temporal hubiera sido cambiada de no ser así, y de la peor forma. Soy Mago Universal. —Le tendió la mano, a lo que él correspondió con desconfianza.

—Y yo Madame Universal —dijo mientras se unía.

—Y díganme, a qué se debe su visita a esta época.

—Las Hermanas Slytherin —contestó James—. En dos mil diecinueve hubo una aberración entre la Dimensión Oscura y nuestra realidad. La brecha que las separa se fragmentó, las criaturas se valieron de la atemporalidad de la Dimensión Oscura para difuminarse por la historia, entre ellas esas brujas, así que estoy aquí intentando arreglar este desastre.

—¿Están de regreso? —inquirió, atónito—. Las desterré de aquí hace más de un mes. Por eso cuando percibí el acceso de una poderosa fuerza oscura a nuestra dimensión, en este mismo lugar, regresé. Ya conocía al pastor Armstrong, así que pasé directo a la cárcel. Creí que usted era ese mal, no sabe cuánto lo siento, Madame.

—Las brujas nos manipularon a todos, Reverendo —consideró Victoria—. Tan solo éramos peones en su tablero de juego.

—Y menudo espectáculo hizo allá afuera, ministro —comentó James—. Sin duda usted era el caballo.

—No sé cómo maneje las cosas en su tiempo, Mago, pero usted entenderá que es necesario mezclarse entre el pueblo para mantener un perfil bajo. Así me entrenó mi maestro, el Doctor Universal.

En ese instante, aquellas dos palabras produjeron recuerdos fugaces que invadieron la mente de Mago, algunos entrantes, otros que se degradaban con la rapidez de un chasquido. Un mareo ligero lo hizo tambalear, mas recuperó la postura con rapidez.

—¡Sir James! —exclamó Victoria, sosteniéndolo—. ¿Se encuentra bien?

—Estoy un poco agotado, eso es todo —musitó—. Como iba a decirle, Reverendo, en mis tiempos los neohumanos han aumentando. Muchos de ellos son superhéroes, yo incluido. De hecho lidero una banda, somos famosos, hasta tengo un sabor de helado, el Mago Universal hechizante... es dulce, pero me encanta.

—Y yo que creía que los ochenta en mi época eran de locos —contestó Madame.

Detenidas las Slytherin, los Universales equilibraron su poder para inhibirles los poderes y regresarlas a la Dimensión Oscura. El brebaje no solo les había desfigurado el rostro, también reveló su verdadera apariencia cadavérica y desgastada, de ancianas encorbadas, y sin ningún encantamiento que las embelleciera, sus narices no solo se veían anchas, sino también escurridas.

Luego de despedir a sus sucesores, Reverendo Universal regresó a la aldea y confirmó a los puritanos que la bruja había sido quemada y que, con ella, el mal nunca más se volvería a manifestar en Salem. Aun así, la historia registró que la superstición e histeria de la época continuó, para finales del año más de ciento cincuenta personas habían sido detenidas y encarceladas solo con acusaciones, de las que veintinueve murieron por quema, tortura, asfixia por cuerda y decapitación.

Argentina, 2019.

Los pasos tambaleantes de una silueta difusa llevaron al claro de un bosque a una mujer que, gracias al resplandor de la luna llena, permitió ser definida. Temblaba con nerviosismo mientras miraba a todas partes, llevaba ropa rasgada y ensangrentada, como si hubiera sido atacada por animales feroces.

Y entonces, al escuchar un largo aullido muy cerca a su posición, supo que sus minutos estaban contados. La bestia la había encontrado.


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