«What if I'm someone I don't want around
I'm falling again, I'm falling again,
I'm falling»
[Falling, Harry Styles]
Bajo hasta la cocina sin motivo alguno o tal vez tenía la esperanza de verla.
Más fue su decepción cuando no vio a nadie, todo estaba en su lugar y ni había rastro de que alguien haya entrado desde la mañana.
Sacudió su cabeza volviendo en si y se sirvió un vaso con agua calmando la sed que tenía, escucho pasos arriba y con extrañeza volvió a subir.
«No sabía que Pino había regresado» se dijo.
La puerta de la habitación de los gemelos estaba entreabierta pero Bill sentía una extraña desconfianza. Con firmeza decidió entrar sin hacer mucho ruido, en caso algún ladrón hubiera entrado lo encontraría camino con cuidado de no hacer sonar la madera y espantar a quién sabe esté ahí adentro.
— ¡Pato!
Quieto. Volvió a estar quieto, sin respirar, sin pestañear, quieto completamente.
— ¿Dónde estás amiguito?— volvió a hablar, Bill abrió la puerta lentamente y empezó a temblar.
— Estrella— llamó aunque su voz no salió tan alta como hubiera querido— Mabel— intentó de nuevo logrando una mejoría.
La mencionada giro a verlo extrañada y sonriente.
— ¿Me ayudas a buscar a Pato, Bill? Debo darle su comida— pidió. El rubio se acercó a ella lentamente.
— ¿No es un sueño? Estás aquí de verdad— comentó incrédulo, la castaña alzó una ceja.
— claro que estoy aquí, me estás viendo— el rubio parpadeo varias veces aun sorprendido. La castaña se acercó a él y puso una mano en su mejilla— ¿Ves? Puedo tocarte.
Unas lágrimas amenazaron en salir de los ojos dorados del rubio, sin esperarlo más abrazo a la contraria, aferrándose a ella.
— estás aquí, estás aquí— repetía sin parar— Estrella fugaz, estás aquí.
— ¿Estas bien? ¿A qué se debe tanto afecto?— rio un poco— ¿Me soltarás en algún momento?
— no, jamás lo haré.
Un silencio se hizo presente pero Bill había vuelto a sentir su corazón latir y sentirse vivo.
— Bill— llamó— deberías saberlo...
— ¿Saber qué?— preguntó sin soltarla ni aflojar su agarre. Mabel se acercó a su oído y susurro.
— la diferencia entre la realidad y una ilusión.
Y volvió a desaparecer.
El rubio cayó de rodillas sintiendo que se le iba el calor de la castaña y poco a poco las lágrimas cayeron.
Su corazón se estrujó, sus esperanzas se rindieron y su mente comenzó a destruirse.
Se despertó en su habitación ya habían pasado muchas horas y el cielo se tornaba de tonos naranja.
— ¿Todo... fue un sueño?— se preguntó sintiendo que sudaba a mares y sus mejillas estaban húmedas.
Vio el diario de la castaña en el suelo y con rapidez lo recogió y lo apretó contra su pecho.
Suspiro con pesadez y ya más tranquilo fue al baño a darse una ducha, se desvistió y encendió la regadera sintiendo el agua fría en su rostro. No tardo mucho en terminar y salir a vestirse, había dejado su típico traje formal y brillante por uno más casual y deprimente.
Con paso veloz salió de la cabaña con las manos en los bolsillos cabizbajo.
Bill...
Bill...
Bill...
Bill...
«Estúpida cabeza con mente masoquista » se dijo para si.
— hubiera traído un paraguas— chasqueó la lengua claramente irritado por la situación, las nubes grises comenzaron a cubrir todo el cielo dando inicio a la lluvia.
— ¡Estrella fugaz!— llamó al no escuchar su voz hacer eco como minutos antes— sigues ahí ¿Verdad?
Trago seco y se detuvo viendo a todos lados sintiendo el aire sacudir sus cabellos rubios.
— ¿Por qué te demoras tanto?— se escucho con claridad y molestia.
Bill giro con lentitud encontrando el rostro pálido y delicado de aquella que alguna vez vivió. Portaba un paraguas con ella.
— ¿Podrías dejar de asustarme?— pidió el rubio suspiro al encontrarse con otra ilusión de su mente.
— ¡Ehhh! Pero si yo no te he asustado, tú me llamaste y yo vine a verte— se defendió, el rubio apretó los puños conteniéndose— hasta traje un paraguas para ambos.
Se acercó al rubio cubriéndolo con el objeto y sonrío— estuve sola por mucho tiempo ya me acostumbre a esta tristeza. Pero es bueno verte de cerca.
Un nudo se formó en su garganta sintiendo las ganas de llorar, ¿cuándo se había convertido en un llorón?
— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte?— pregunto ansioso esperando que su respuesta le regresara las esperanzas.
— creo que eso depende de ti— Bill la miro extrañado.
«¿Qué los muertos no deciden eso?» pensó.
Y no es que Bill preguntase sin sentir alguna emoción, su alma se había fragmentado en miles de pedazos que se iban lentamente dejándolo vacío. Tal vez preguntaba porque quería escuchar una manera de evitar que se vaya de nuevo, quizás, ya era tiempo que afronte la realidad.
— ¿Por qué depende de mi?— Mabel se detuvo unos pasos más adelante que Bill las frías gotas volvieron a empaparlo esperando una respuesta.
— ¿Me dejarás morir otra vez?
En los segundos que Bill quedó atónito algo atravesó el cuerpo de la chica haciendo que pierda el equilibrio. La sujetó en sus brazos evitando que cayera al piso manchándose con la sangre que comenzaba a salir.
— ¡No, no, no! ¡No puedes morir dos veces! Tú ya estás muerta— la mano de la castaña acarició la mejilla del rubio manchando su piel con la sangre de su cuerpo. El agua esparcía la sangre formando caminos rojizos por todos lados.
— ¿Yo ya morí para ti, entonces?— le pregunto con la voz apagada, Bill negó al instante pero sus palabras se enredaban y su mente confundía las cosas.
— ¡Tú nunca te iras para mi! ¿Por qué haces esto?— le pregunto apretando los dientes— ¿Por qué me obligas a vivirlo otra vez?
— nunca será suficiente tú dolor... Nunca podrás igualar el dolor que sientes con el mío— tenia una sonrisa cínica y mirada vacía.
— ¿D-De que hablas? Sufro cada día por tu ausencia, tu falta me esta matando lentamente, ¡¿cómo puedes decir algo así?!
Al ver que Mabel ya no respondía abrió sus ojos inexpresivos viendo que lo que tenía entre sus brazos era un cadaver de huesos, con un grito se alejó de eso.
«¿En que momento llegue?» se preguntó viendo las tumbas a su alrededor.
Se incorporó y entró en pánico escuchando las voces de todos aquellos que no pudieron descansar en paz.
Asesino...
Pobre muchacha...
Nunca debió de conocerlo
mala sangre...
Culpable...
Asesino...
Maldito demonio...
¡Él debió de morir!
Se tapo los oídos con fuerza, sin embargo, aún escuchaba las horrendas voces más cerca de él. Entre ellas también estaba la de ella.
— ¿De qué te escondes?— otra voz, está voz la conocía demasiado bien... Porque era la de él— ¿De que huyes?
Al frente suyo estaba él mismo mirándolo fijamente con los brazados cruzados.
— ¿P-p-por qué?— titubeó.
— ¡Oh, ya veo! Te sientes mal porque la dejaste ir— rio con malicia— ¿No deberías enorgullecerte? Digo, ¡somos los malos!
— ¡Claro que no!— grito.
— ¿Qué no?— su vista se volvió negra por completa— ¿Entonces qué eres? ¿Por qué la dejaste morir? ¿Por qué perdiste lo único que te importaba? ¡¿Por qué?!— lágrimas negras cubrieron sus mejillas dándole un aire más escalofriante.
— ¡Yo no la deje morir!— exclamó— ¡Yo la amo más que a nada en esta vida!
— bueno, ya no está en esta vida ¿Verdad? Gracias a ti.
Bill cerró con fuerza los ojos sacudiendo su cabeza para liberarse de esos pensamientos pero era inútil, cada vez se sentía más y más preso de ello... Sin alguna luz al final.