ERALGIA IV, La Condena

laurapujolserra

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CUARTA PARTE Todas las leyes son injustas. Yo había defendido las leyes de mi país, lo había hechos hasta que... Еще

BOOK TRAILER
Prologo
1. Guardas
2. Poder
3. Pruebas
4. Flores de terrin
5. Bastardos
6. Confía
7. Amor mío
9. Anna Kashegarey
10. Latidos
11. Trono🔥
12. Caërya Regina
13. Grandes Demonios
14. Nadie
15. Kashegarey
16. Guardiana
17. El templo
18. Hechizado
19. Mapa
20. Reino Fadäh
21. Reinas
22. Culturas
23.Hiedra
24. Arco de lunas
25. Relki
26. Necios
27. Romperse
28. Mierda
29. Oscuridad
30. Trencadís
31. Esfuerzos
32. Injusticias
33. Gritos
34. Monarcas
35. Culpa
36. Secretos de juventud
37. Liviano
38. Una quinzena
39. Suficiente
40. Noche estrellada
41. Agua de arroyo
42.Imposible
43. Armadillo
44. Imaginación
45. Revolución
46. Traición
47. Templanza
48. Por ella
49. Decides
50. Soy un monstruo
51. No soy tuya
52. Orden
53. Mátame a verdades
54. Tras la puerta
55. Tierra
56. Huracán
57. ¿Cara o cruz?
58. Perdóname
59. Cuentos
60. Quiero
61. Marca de Virtud
62.Indiferencia
63. Maldición
64. Oscuridad
65.Drama
66. Suerte
67. Compartir
68. Veneno
78. Epitafio
79. Alquimista
80. Llamada
81. Tramando
82. Héroe de nada
83. Clásicos
84. Ocho
85. Bollitos
86. Pies en el suelo
87. Títere
88. Buenas migas
89.Miriniä
90. Feliz
91. Antídoto
92. Vida
93. Jugar
94. Estoy soñando
95. Nahir
96. Soy Feliz
97. Hay que vivir
98. Cuentos
99. Cartas
100. Todo cuanto deseé
101. Dichosa
102. Folios
103. Promesa
104. Piras funerarias
105. Decreto Ley
106. Bosque
107. Canica
108. Proyección
109. Utopía
110. Ella
111. Colaboración
112. Creencias
113. Bailaremos
114. Testigos
115. Mentira
116. Dímelo
117. Sentidos
118. Lethe
119. Veredicto

8. Ceremonia

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laurapujolserra

Esa semana fue un tropel de preparativos, por suerte, ser amiga de unos cuantos brujos agilizaba el proceso. Los días pasaron demasiado rápido, apenas tuve tiempo de disfrutar los preparativos. Mi madre perdía el alma en esa celebración, estaba pletórica.

Yo estaba a punto de vivir uno de los mejores momentos de mi vida, y esa felicidad se notaba en el ambiente. Olvidé el resto, el mapa no mostraba nada, se había quedado callado, como si me dejase disfrutar de todo eso, como una tregua silenciosa tras haberme lanzado contra un reino de peces furiosos.

Antes de que llegasen los primeros invitados me planté en el jardín trasero de mi casa. Edward había decorado con más flores, más vegetación y naturaleza, todos los alrededores de mi hogar.

Arys lo había ayudado haciendo que los rosales, las camelias y el resto de las flores se mostrasen más lozanas que nunca. Paseé por ese jardín, pensando en Arbenet, en lo mucho que ella hubiese disfrutado de ese momento... Recordé sus brazos, su voz...

La mano de Eathan encontró mi mejilla antes de que una lagrima se derramase sobre ella. Levanté mis ojos, su rapidez era algo tan nuevo y sorprendente que aún no me acostumbraba a sus juegos.

—Están todos con vosotras hoy... —Supo ver exactamente a través de mi mente. Sonreí con tristeza—. No llores por ellos, estarán felices, te verán feliz... Eirel, es un momento precioso, ellos querían verte alegre, contenta, no pensando en los que no estarán hoy presentes de cuerpo, pero te aseguro, que estarán en alma...

Otra lágrima presa en sus dedos. Sus labios encontraron la piel de mi mejilla. Cerré mis ojos y le rodeé la cintura con mis manos.

—Ojalá pudiese verlos conmigo ahora, Eathan... —sollocé—. Ojalá pudiera ver la sonrisa de mi padre una vez más, y decirle que cada vez entiendo más lo que él decía... y abrazar a Arbenet otra vez... Solo otra vez... —Apretó sus manos contra mi cuerpo, asiéndome con fuerza. Besó mi cabeza y me separó lentamente de él.

—Ojalá pudiera hacerlo yo también, hoy y siempre... —Nos miramos, rotos ambos. Forzó una sonrisa—. Algún día, dentro de mucho, mucho tiempo, nos reuniremos con ellos en el Padarkän. En un lugar muy bello, cálido y acogedor, y viviremos eternamente para que tú y tu padre podáis discutir de nuevo... —Me sacó una sonrisa.

—Y Arbenet pueda reñirnos por comer galletas de forma clandestina... —Carcajeamos ambos con tristeza.

—Y reprenderemos a mi padre porque por su culpa casi nos peleamos, y eso, eso sí es imperdonable...

Sonrió con sarcasmo y me aflojé en sus brazos. Mi amigo... Mi mejor amigo volvía a ser él, sin tensiones, sin rotos ni descosidos... Volvía a ser tan mío como antes... Besé su mejilla y lo abracé de nuevo.

—Sí, le iba a dar dos collejas... Y luego lo abrazaría tan fuerte que le rompería las costillas. Tal que así —Apreté mis brazos contra el cuerpo de mi amigo con mucha, mucha fuerza y él se puso a reír.

—¡Prefiero las collejas!

Reímos ambos y nos separamos. Suspiré, más tranquila y me miró, enternecido. Sus ojos chispeaban orgullo, me observaba como si para él no existiera obra de arte más bella, y yo me sonrojé ligeramente. Luego él se acercó a mi rostro y tocó mi nariz.

—Disfrutemos del día, porque, Eirel Kashegarey, vas a tener una hija de sangre. Lo cual me hace pensar que, a ti, ni un Dios te va a quitar lo que te propones cuando quieres.

Sonreí y afirmé. Besó mi cabeza y pasó su codo sobre ella, apoyándose en mí, como cuando éramos niños. Le pellizqué la costilla y se puso a correr. Lo seguí.

El altar que Edward había alzado para oficiar la ceremonia era maravilloso. Un arco redondo de ramas verdes, adornado con multitud de flores de tonos azules. Había sillas dispuestas a ambos lados de un pasillo que llevaba hasta él. La hierva del suelo era fina, fresca.

Eathan y yo pasamos andado por ese lugar, y Edward se giró para vernos a ambos. Sus ojos se sobresaltaron, como si hubiese visto el futuro, o el final. Sonrió ampliamente y abrió sus brazos mostrándome su obra de arte. Lo abracé con fuerza y murmuré sobre su cuello:

—Edward Shötwöon, eres, con total seguridad, lo mejor de toda mi vida. —Eathan enarcó una ceja y dudó con una sonrisa burlona.

—Los bizcochos de la señora Fabyä te gustan mucho más que cualquiera de nosotros.

El brujo me miró a los ojos, con ese brillo morado sobre ellos que comprobaba como estaba mi cuerpo y mi alma.

—Invité a Damon, pero no va a venir si tú no le permites que venga. —Se me encogió el corazón—. Ponte el anillo, Eirel. Hablad. Necesita a su reina cerca, por favor, en Save no va todo como debería... —rogó.

La mirada de ese brujo fue suficientemente persuasiva. Me encogí de un hombro y asentí. Él se destensó y agradeció algo al cielo con rapidez. Luego me cogió la mano con ternura y me susurró:

—Gracias... Sé que pasó, hablé con él, también con Robert, coincidimos ambos, es gilipollas, pero... Ese gilipollas te necesita...

Rebufé y miré a Eathan de soslayo. Parecía que la opción de mirar las flores era mucho más atractiva para él que la de darme la oportunidad de conocer su opinión con una mirada.

Crucé el jardín de nuevo, dejando a Eathan con Edward, que le había pedido sus enormes brazos para algo que sabía que solo era una excusa para mantenerle lejos de mí, y de Damon. Una vez en mi habitación, coloqué mi coraza de gala sobre mi pecho, asegurándola, acariciando el tafetán azul con las manos, mirándola en el espejo.

Esa prenda significaba tanto, que no había mejor día que ese para lucirla. El Guardián de Escolapio, legitimo, escogería a su sucesora, igual de legitima que ella, igual de poderosa algún día, y a la que amaba como una hija nacida de su entretela.

Abrí el cajón de la cómoda, sostuve el anillo un segundo sobre la palma, y cerré mis dedos sobre él. Armándome de valor y orgullo. Yo no tenía que pedir disculpas ni sentirme culpable. Jazmines en el aire, en menos de medio pensamiento.

—Si esto no es vivir al límite, que baje el Destino y lo vea. —su tono burlón me llegó desde atrás.

Por el reflejo del espejo pude verle plantado, con sus manos tras la espalda, fingiendo despreocupación cuando yo sabía de sobras que era esa armadura, esa coraza que se ponía para fingir que no estaba hecho en mil pedazos. Me giré y dejé el anillo a mi lado, sobre la madera. Eso le rompió una parte de su personaje, eso lo quebró y a mí me dio fuerza.

—Te he dejado venir porque formas parte de mi familia, de la gente a la que amo, y es un momento muy bonito de mi vida. Quiero que estés en él, igual que has estado en los malos.

Él fue a hablar y lo detuve enderezando mi mentón. Quería hablar yo, quería hacerme respetar, no iba a permitirle que pasase por encima de mí, bajo ningún concepto. Yo seguí:

—Espero que este tiempo que has tenido para pensar haya sido suficiente para entender que no vas a atarme, ni que voy a vivir a la sombra de tu poder. Soy Guardián, yo tengo mi propio país, mi propia vida y mi responsabilidad. Si no vas a aceptar eso, metete en un portal y desaparece de nuevo.

Mi voz era dura, tanto que pude sentir como le temblaba el alma a ese Demonio. Paseó por mi habitación, mirando la cama.

—He tenido mucho tiempo para pensar en muchas formas de pedirte disculpas... —Miró mi cuerpo y luego otra vez las sábanas. Enarqué una ceja y lo miré fría.

—¿Confías en mí?

—No. —La madera del tocador crujió bajo mi mano—. Todavía no, pero lo haré —añadió en tono conciliador.

—Promételo —ordené. Sus ojos se deslizaron hasta los míos.

—No. —Sostuvimos nuestra mirada.

—Entonces, no sé qué estamos haciendo, teniendo esta conversación si seguimos en el mismo punto. —Se acercó a mí, lentamente. Cogió el anillo y atrapó mi mano.

—Prometo amarte, protegerte y estar a tu lado eternamente, siempre. Prometo hacer lo imposible por mantenerte a salvo, Eirel Kashegarey...

Besó mi frente y deslizó el anillo en mi dedo de nuevo. Se apretó contra mí, lo suficiente para apretarme contra la cómoda. Apoyó su frente sobre la mía y rezó:

—Mi mundo se va a la mierda. Mi país está siendo punzado por algo que no vemos, por algo que se escapa a mi comprensión, y lo único que me mantiene de pie contra todo, es saber que todavía te tengo cerca, segura, viva y que todavía puedo oler las rosas de tu perfume. Aprenderé a amarte como tú desees que lo haga, solo dame tiempo, tenemos toda la eternidad... Solo... Ten paciencia conmigo, te lo ruego...

Susurró eso ultimo sobre los surcos de mis labios, buscando un beso. Una semana, sin tenerlo junto a mí, ni olerlo, ni sentir el tacto de sus manos. Lo dejé presionar sus comisuras contra las mías, fugazmente. Un beso suave, cariñoso, una disculpa tierna y sublime. Me separé de él, apartándole mi rostro del suyo hacia un lado cuando carraspeé y dije en un aliento:

—Vamos abajo, nos esperan. Luego seguiremos con esto... —Su cuerpo se relajó, el mío también.

Bajamos al jardín, uno al lado del otro. Damon vestido de negro, como el Rey de Save que era, yo esta vez, de azul rey, como el Guardián que era, y no iba a dejar que nadie lo olvidase.

Anna corrió hasta mí, se tiró a mis brazos y la levanté con fuerza. Se había vestido con una coraza, igual que yo. Arys sonrió alegre al ver que mis ojos brillaban de emoción. Lo había preparado ella, porque sabía que esa vez, merecíamos vestir ambas como lo que éramos: Poder.

Poder militar y la fuerza de Eralgia, sin tul, sin raso, sin satén. Armaduras de tafetán, simbolizando las mismas que vestiríamos en un campo de batalla por defender Eralgia, y a quien hiciera falta. Mi madre y mi amiga nos miraban orgullosas. Mi espada brillaba como el sol, enfundada en mi cintura y algún día, brillaría también la de mi hija en la suya.

Yarel, Líomar, Eathan y Edward serían nuestros testigos, aquellos que certificarían con su firma que habían presenciado nuestra unión. Frente la ley y frente a los Dioses. Nos esperaban los cuatro, de pie en ese altar al final de ese largo pasillo.

Bajé a la pequeña de mis brazos y le cogí la mano. Un escalofrío nos recorrió a amabas. Nos miramos, sus ojos azules bailaban de felicidad, los míos, bailaban de amor y esperanza. Andamos hasta el altar, en el que se encontraba Edward, con un bonito libro entre las manos.

Los invitados que nos rodeaban nos miraban estupefactos. Esos hombres que querían casarme con Damon para que engendrase un heredero a ese trono de Save con poder sobre Eralgia, para unir ambas coronas, tenían frente a ellos a una mujer con una niña huérfana, cogida de su mano, a la que iba a escoger como hija.

Una patada en la boca a todos esos que buscaban dominarme, porque, nadie, nadie podía llevarme la contraria en ese aspecto, no había ley escrita sobre eso. No había ley alguna que contemplase la prohibición de elegir una heredera por un lazo de sangre, me había cerciorado con horas en mi despacho.

Mis amigos, mi familia estaba ahí. Mi madre junto con Arys, sentadas a primera fila. Damon, con Robert, Zalir y Belfegör a un costado, más apartados, de pie. Gregör cerca de ellos, sonriéndome, dándome confianza.

Algunos de los amiguitos de Anna, gente del pueblo, la señora Fabyä y su marido, amigos de mi familia, gente amada y querida. En algún lugar, cerca de nosotras, mi padre, Arbenet, Alarich, Caín, Khäi...

Tambiénsupe que los padres biológicos de Anna estarían a su lado, cuidándola, amándolay dejándome amarla a mí también, y protegerla como lo habían hecho ellos. Sobrenosotras, una fuerza, alguien que había puesto en mí su fe, también la pondríasobre mi hija: Escolapio. Le rogué que la protegiera, más de lo que me habíaprotegido a mí. 

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