Quizás mañana

By keythrodd

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Resignado a prolongar algo que va a suceder, Bryce decide dejar el tratamiento para su enfermedad y aprovecha... More

nota
Sinopsis
Playlist
Querido lector
Cita
Prefacio
Hace veinticinco años
Finales de noviembre
Capítulo 1
Capítulo 2
Diciembre
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Enero
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Febrero
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epílogo
nota de autora

Capítulo 3

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By keythrodd

A la mañana siguiente me desperté con un buen ánimo, pero en cuanto abrí los ojos recordé que ese día era primero de diciembre y que era la fiesta en la playa. Mas que emocionada, estaba nerviosa. No tenía la menor idea de a quien me encontraría ahí ni qué sucedería, porque, por supuesto, algo iba a suceder. Con Alex siempre ocurría algo.

Cinco de las cientos de fiestas a las que asistíamos estando en el instituto habían terminado sumamente mal. El primer puesto era para el auto de mi madre, el segundo sería para la fiesta en casa de Mathew Miranda. Math había hecho una fiesta sumamente despampanante por haber pasado matemáticas en el ochenta y cinco. Alex y yo bebimos y fumamos un poco de hierba en el patio trasero con Math y un par de amigos. Luego de eso no recordábamos absolutamente nada, pero ambas amanecimos en el jardín delantero del vecino de enfrente de mi casa. Creo que intentamos entrar y al no abrir la puerta nos dormimos en su césped recién podado.

En mi defensa, las casas del barrio se parecen mucho. Pude haberlas confundido al estar tan ebria. En todo caso, aunque mi madre nos regañó por vernos en ese estado, estaba tranquila de que al menos estábamos bien.

Mamá a veces pensaba que Alex y yo nos tomábamos la vida a la ligera, pero lo cierto era que no éramos ignorantes a lo que podía pasarnos afuera. No subir ebrias al auto de un desconocido, no ir a una fiesta de gente desconocida, no recibir bebidas de desconocidos, eran una de las tantas reglas que Alex y yo teníamos. No mentiré diciendo que nunca rompimos ninguna; lo hicimos.

Sanders, un amigo de Finch, en el ochenta y cuatro nos trajo a casa demasiado ebrias. Yo no le conocía de nada, Alex tampoco, pero Finch le había pedido a su amigo que nos hiciera llegar sanas y salvas a casa. Era un desconocido para nosotras, así que definitivamente rompimos la primera regla.

Fuera como fuera, no me arrepentía de nada de lo que había hecho en mi adolescencia. Pude tomar mejores decisiones, pero fue divertido equivocarme.

—¡Buenos días! —dije alegremente, besando la cabeza de mi padre que ya estaba desayunando y luego pasar por mi madre, que estaba sirviendo el café.

—Buen día, cariño. ¿Dormiste bien? —asentí— ¿Quieres desayunar?

—Seguro.

Mi madre traía el cabello enredado en un terrible moño mal hecho. También traía puesto una camiseta de mi padre; le llegaba a las rodillas, si me lo preguntas. De espaldas parecía tener veinte años menos, pero en cuanto se daba la vuelta, era evidente que poco a poco estaba comenzando a envejecer.

Giré a ver a mi padre y sonreí cuando lo noté observando a mi madre. Luego sonrió, como si hubiera recordado algo y continuó leyendo el periódico.

—Toma, cariño —mamá me dejó un plato lleno de huevo, tocino, tostadas y queso. Luego se sentó—. Mark, ¿Me pasas el azúcar?

—¿Qué tienes planeado para hoy? —preguntó papá, mientras le tendía el azúcar a mi madre.

—Creo que saldré en la tarde con Alex. Harán una fiesta en la playa.

—¿Una fiesta en la playa?  —mamá le regaló una mirada a mi padre— Pensé que ya no hacían eso.

Encogí un hombro. —Sólo he ido a una y no fue muy buena. Alex pasará por mí a las cinco.

Mi madre dejó los cubiertos sobre su plato y suspiró.

—Blair, sé que Alex y tú son amigas desde hace muchísimo tiempo, pero ahora que está despechada me da miedo que haga locuras.

—No está despechada —dije, pero papá me tomó la mano y asintió.

—Lo está —de acuerdo, sí lo estaba, pero ya no tenía diecisiete. No haríamos más locuras—. Pero lo que tu madre intenta decir es que te cuides.

—Pero si yo me cuido.

—No lo suficiente cuando estás con Alexandra —el tono de mamá había adquirido uno o dos tonos más arriba. No estaba molesta, estaba seria.

Suspiré. —No haremos nada. En serio. No beberé, no iremos a ninguna otra parte y llegaré antes de las once. Lo prometo.

—La hora es lo de menos, Blair, tienes edad suficiente para ir a donde quieras. Mientras te cuides y nos avises, tu padre y yo no tenemos de qué preocuparnos.

Hubo un momento de silencio luego de la última frase. Mi padre me sonrió antes de continuar con su desayuno y mi madre seguía mirándome. Asentí, porque sin duda tenía razón.

Si tenía su voto de confianza no era porque me lo había ganado, sino porque ella me lo había dado con la esperanza de que algún día yo me lo ganaría.

—Oye, mamá —dije, luego de unos minutos—, te quería pedir un…

—No voy a prestarte el coche.

—P-pero…

—Blair… —me advirtió, dejando de untar mantequilla en el pan.

—¡Mamá! Pero si el accidente fue hace más de tres años. Además, tengo veintidós y licencia de conducir.

—Entonces cómprate un coche.

Mi padre soltó una risa, expulsando aire por la nariz, pero no supe si porque estaba leyendo algo gracioso en el periódico o por el comentario de mamá. Gruñí.

Decidí continuar con mi desayuno. Dijera lo que dijera, mi madre seguiría diciendo que no.

—Creo que usaré uno de los tuyos —me dijo Alex, comenzando a sacar la ropa de mis gavetas.

Eran las cuatro y media y Alex llevaba una hora probándose todos sus trajes de baño y los míos, que ya los había guardado luego de no gustarle ninguno. Pero no le dije nada, sólo seguí acostada en la cama.

—¿No vas a cambiarte? —me preguntó, cambiándose frente a mí.

La vi tan decidida esta vez que me levanté y comencé a buscar un short corto y las sandalias. Encima del bañador me puse una camiseta holgada de botones, y tome un bolso tejido que tenía guardado en la gaveta de las cosas que había dejado en Bluffton cuando me fui a la universidad.

Me dejé el cabello suelto y no me maquillé, sino que ocupé sólo un poco de bálsamo para los labios y máscara de pestañas.

Alex, por otra parte, había optado por trenzarse su melena ondulada y rubia. Llevaba un poco de brillo en los labios y tenía las mejillas sonrosadas, pero había sido porque justo se las había pellizcado mientras se miraba en el espejo. Alexandra era muy hermosa, con unos ojos azules envidiables y piel blanca y delicada. Pero ella lo sabía, así que no dije nada.

La playa a la que iríamos, quedaba a veinte minutos desde mi casa en coche, pero eso si te ibas por la ruta que todos conocían. Alex ya había ido en más de una ocasión, así que conocía más de un atajo para llegar. Quise decir que aquello no me tenía del todo tranquila, pero sólo me abroché el cinturón y me mordí la lengua.

—¿Cómo es que tu madre te ha prestado el coche? La mía todavía no me perdona.

Alex giró la llave, pisó el pedal y el motor se encendió. Luego del accidente la misma mentira paró a oídos de sus padres, pero no restaba el hecho de que ambas estábamos esa noche en el auto de mi madre y que ambas fuimos irresponsables por no llevar abrochados los cinturones e ir un poco ebrias.

—¿Quién ha dicho que me lo ha prestado? —dijo simplemente. Yo la alcé a ver tan rápido que me dolió el cuello.

—¡Alexandra Keeler!

—Oye, relájate —la voz le temblaba de la risa. En otra circunstancia me hubiera parecido muy graciosa la bromita irresponsable, pero no después de haber tenido un accidente y que mi madre me tuviera castigada años después—. Tómalo como sí, eh, lo he tomado prestado, pero mi madre no lo sabe.

—¡Pero lo sabrá!

—Cuando estemos de regreso —lo obvió, todavía riendo. Quería desahogarme porque me sentía preocupada y un poco molesta, pero no dije algo, sino que apreté con la mano el cinturón sobre mi pecho—. Blair, tranquila, ¿Sí? Todo estará bien. No beberé si eso te hace sentir mejor.

Quería decirle que no me hacía sentir mejor, pero ya llevábamos mucho camino recorrido y de ningún modo me iría en taxi ni podría conseguir otro aventón. Simplemente suspiré y seguí mirando al frente.

La playa que habían elegido para la dichosa fiesta no era muy distinta a cualquier otra playa que estuviera cerca del pueblo. Sin embargo, podía entender perfectamente porqué la habían elegido, habiendo incluso una mucha más cerca de Bluffton a menos de cinco minutos de mi casa.

La playa en cuestión quedaba en Hilton head island, cerca del vecindario millonario de South beach. Alguien tenía una casa de esas enormes de veraneo cerca del lugar donde estaba la fiesta, a donde, obviamente, irían mucho más tarde cuando la mitad de la gente que estaba en la playa se hubiese cansado e ido, por supuesto. Así concluían las fiestas siempre, en otro lugar completamente distinto al principal.

Tenían dos enormes fogatas en medio de todos los que estábamos presentes. Había una barra que seguramente la habían sacado de la casa de veraneo y traído hasta ahí. Se lo habían montado todo bien, porque inclusive detrás de la barra había un coche con cientos de hieleras repletas de cervezas y otros licores. También muchas bolsas con hielo y paquetes para picar.

No era algo que se les había ocurrido de la noche a la mañana, lo habían planeado bastante bien.

Había un camino de madera que conducía hasta una casa a lo lejos. Por lo decorada que se miraba desde la playa, supuse que ahí sería la segunda fiesta. Comencé a arrepentirme de decirle a mamá que llegaría antes de las once de la noche, porque tenía mucho de no ir a una fiesta como esa.

—¿Blair? —una voz me detuvo a medio camino hacia el agua, donde estaba Alex con unas excompañeras de la secundaria— ¡Pero si estás guapísima! Ven acá.

Tenía nada más y a nada menos que a Finch frente a mí. De haberlo visto en otra circunstancia no lo habría reconocido. Estaba cambiado, fornido, bronceado y alto. Era un moreno de al menos 1,80 y tantos. Rozando el 1,90. Guapo, muy guapo. También un buen amigo en la secundaria.

Cuando dejó de apretarme contra su cuerpo mojado y sin playera, me soltó.

—Tenía tiempo sin verte, vaya. ¿Qué has hecho todo este tiempo? —me emocionó que lo preguntara tan animado e interesado. Le hacia feliz reencontrarse conmigo, aquello se sentía bien.

—Estudio en California. He venido a pasar las vacaciones aquí.

—¿Cuándo te vas? Digo, para saber cuanto tiempo tendré para que pasemos el rato. Alex y yo estuvimos saliendo mucho el tiempo que no estuviste por aquí, pero desde que mi novia regresó de su viaje en Miami no he podido hablar mucho con ella.

—¿No la has saludado?

—Sí, hace poco me la encontré cerca de la fogata y la he saludado.

Asentí, reflexionando la conversación con Finch. Entonces recordé que no había podido responder a su pregunta.

—Regreso a la universidad en enero, pero no sé exactamente el día todavía —le di un sorbo a la cerveza que tenía en la mano. Por la expresión de Finch no supe qué estaba pensando exactamente—. ¿Quién organizó la fiesta?

Finch sonrío con complicidad y después se señaló a él mismo.

—Tu servidor. Pero no lo hice solo, me ha ayudado Bradley Cook y un amigo suyo. También Math y su primo Callum. La casa a la que iremos más tarde es de Callum, por cierto. Irás, ¿Verdad?

Fue curioso que dijera el nombre de Brad con todo y apellido, pero no me tomó mucho tiempo entender porqué. Bradley y el gremio de Finch no congeniaban. Lo invitaban a las fiestas y se llevaban bien con él porque era el hijo del reverendo del pueblo y todos conocían al hijo del reverendo Cook, pero la vibra de Bradley era otra. Así que para Finch, por más que se llevara bien con Bradley, seguía siendo sólo un conocido. No era su amigo.

Brad no era tan loco como Finch Gerald, Mathew Miranda y los demás. Así que se quedaba en ese término. Conocidos.

—Sí, seguro —mentí. Estaba completamente segura de que no iría. Señalé detrás de mi espalda, en dirección al mar—. Alex espera por mí, espero verte de nuevo, Finch.

—Cuídate. Fue bueno verte.

De vuelta a mi sitio junto al mar y junto a Alex, noté que el aura del lugar era completamente distinto al que había cuando me fui. Alex tenía un tremendo ceño fruncido y miraba fijamente hacía el frente. Estaba enojada, pero no sabía porqué y me daba miedo preguntar. Temía que Alex estallara por mi culpa, así que sólo me quedé en silencio escuchando la conversación.

Ni siquiera me había vuelto a ver cuando me senté.

—Le agrado a su madre, y el pastor Cook a veces conversa con el mío. Creo que por algo se empieza —dijo Aria, moviendo sus hombros y tocándose las piernas que estaban encogidas hacia su pecho.

—Creo que le gustabas en la secundaria —secundó Christine, la mejor amiga de Aria.

Sumé dos más dos y pronto comprendí porqué el enfado de Alex.

—Oye, Alex —Aria si inclinó hacia adelante para mirar mejor a Alexandra—. Escuché que está interesado en ti, ¿Eso es cierto?

—No, no lo es —respondió de inmediato. Desde donde estaba podía escuchar sus dientes rechinar.

—Oh, es un alivio. ¿Crees que deba acercarme yo primero?

—Lo creo completamente —volvió a responder de inmediato, pero nadie más que yo había notado el tono molesto y sarcástico en la voz de Alex.

—¿Qué opinan de su amigo? El rubio de cabello alborotado y delgado. ¿Cuál era su nombre? ¿Brandon? ¿Brian? ¿Bruce? Con el que anda últimamente.

Tuve que morderme la lengua para no ser yo quien dijera su nombre.

—Bryce —gruñó Alex.

—¡Bryce! ¿Qué opinan de él? —Christine me miró— ¿Tú qué opinas, Blair?

No me sorprendió en lo absoluto que me lo preguntara, estaba tratando de incluirme en la conversación, pero hubiera deseado que fuese con otra pregunta. Ni Christine ni Aria parecían malas personas, pero algo me dijo que pensara bien en lo que iba a responder a continuación.

Inclusive la mirada de Alex me lo dijo.

Miré mi vaso medio lleno y medio vacío y le di un sorbo, dejándolo menos de la mitad ahora. Luego me encogí de hombros.

—No lo sé. ¿Saben? Iré por más cerveza.

—Te acompaño —Alex estaba a mi lado en un segundo. Le había dado la oportunidad de escapar.

Enganchó su brazo con el mío y tiro de mí hacia la barra. Cuando estuvimos lo suficientemente lejos volvió a hablar.

—¿Crees que deba acercarme yo primero, Alex? —remedó a Aria. Usó un tono tan molesto que apreté los ojos y comencé a reír.

—No te daba por celosa, Alexandra.

—No estoy… ¡Agh! —me arrebató el vaso con cerveza de la mano con tanta agresividad que me salpicó de alcohol. Seguidamente se lo bebió todo de un sorbo y luego me lo regresó— Olvídalo.

—Será mejor que dejes el mal genio —le dije con un tono ligeramente cantarín—. Bradley viene hacia acá.

—¿Bradley? —preguntó, mirando hacia todos lados un poco inquieta. En cuestión de segundos Brad estaba frente a nosotras.

Tenía el cabello empapado y no traía playera. La pantaloneta que llevaba puesta estaba goteando, dejando caer las gotas sobre la arena haciendo que esta se hunda al mojarse. Parte de ella ya no estaba sólo en el suelo, sino que estaba adherida a algunas partes de su cuerpo. Había estado jugando vóleibol o a alguna cosa, eso era seguro.

—Hola, Alex —me miró, regalándome un asentimiento de cabeza—. Blair.

Le sonreí de vuelta.

—Yo… iré a la barra —seguidamente hui.

Más tarde cuando llegué a la barra, supe que me iba a demorar un poco más en conseguirla. La gente estaba aglomerada. Algunos bailando, otros ligando o bebiendo, pero todos ocupando el espacio que era para pedir una bebida.

Busqué a Finch y a Mathew Miranda con la mirada, pero no los vi por ninguna parte. Resoplé, antes de terminar de acercarme y hacer el intento. De cualquier forma estaba el barril cerca de la fogata, y parecía una buena opción si no fuera porque había visto a más de dos personas tomar directamente del disparador. No quería salivas de alguien más en mi bebida.

En el momento justo que dejé de buscar a Finch y a Math escaneando la playa y me giré, sentí un líquido empapándome toda de repente. Como si alguien me hubiera salpicado con agua desde un balde, pero no era agua. Era cerveza, olía fuerte.

Hubo un silencio incómodo cuando las voces de todos los de la barra se callaron y lentamente abrí mis ojos. Estaba empapada. La camiseta blanca de botones que llevaba puesta, pero ligeramente abierta estaba pegada a mi piel y comenzaba a transparentarse. Mi traje de baño negro se estaba iniciando a notar y mis shorts cortos de mezclilla estaba mojados por el frente.

Podía sentir las gotas de cerveza deslizándose por mis muslos y en medio de mis pechos.

Finalmente alcé la mirada, buscando a algún responsable o simplemente una explicación de qué había sucedido, pero me encontré con la mandíbula casi desencajada del amigo de Bradley. Estaba mirándome con impresión.

Tenía la mano tiesa y los dedos curvados, como si en el espacio entre sus cuatro dedos y el pulgar llevara un vaso. Sí, ese vaso. El vaso en el que había estado la cerveza que acababa de bañarme entera.

Fue una buena forma de iniciar nuestra historia.

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