Let's go to the water, little mermaids!
Anne
Mi vida es una mierda.
Bueno, igual me estoy dejando llevar demasiado por mi yo dramática. Pero en serio, hoy, con las olas increíbles que hay, ¿yo tengo que estar trabajando? Esto es un asco. No entiendo en que momento fui tan blanda para ceder ante la mandona de mi tía. Tampoco es como si estemos desbordados de clientela, por lo que podía haberse encargado ella fácilmente, pero no, prefiere tenerme detrás del mostrador muerta de aburrimiento cuando podría estar disfrutando del mar.
Bufé y apoyé mi cabeza en el mostrador. ¿Por qué no podía ser una Kook y no trabajar en toda mi vida? Ser, no sé, como Sarah Cameron. Las cosas serían mucho más sencillas, la verdad. Empezando con mi tía dejándome tranquila.
—¡Anne!¿Qué se supone que estás haciendo? Levanta la cabeza del mostrador y ponte en condiciones. Imagínate si entra un cliente y te ve ahí toda tirada, menuda imagen.
A ver, razón no le faltaba. Yo si fuera mi jefa me hubiera despedido el primer día, pero hay que ahorrar dinero de donde se pueda y contratar a un camarero no es una opción, así que es lo que hay. No quería discutir porque eterna se me estaba haciendo la tarde ya, por lo que decidí hacerle caso como pocas veces hago.
Tras unas largas horas en las que me planteé si mi vida merecía tanto la pena como para someterla a tanto tiempo de tortura, vi entrar por la puerta a mi salvación: Kiara, JJ y Pope, quienes nada más verme se rieron en mi cara. Bonita bienvenida.
—Vaya chicos gracias, yo también me alegro de verlos —dije irónicamente mientras me cruzaba de brazos y alzaba una ceja. ¿Pero qué se han creído?
—Lo siento, lo siento pero, ¿qué te ha pasado en el pelo? —me dijo Kiara. Mientras se aguantaba la risa para no enfadarme más, pasó detrás del mostrador para arreglármelo. Supongo que tirarme dramáticamente encima de la mesa tendría sus consecuencias.
—Parece que te has peleado con un mapache salvaje —dijo JJ y Pope le chocó las cinco mientras seguían riéndose de mi. Cabrones, esta me la pagarán.
—Ja ja ja, que gracioso eres JJ —dije fulminándole con la mirada— lo que pasa es que sois los primeros que entráis aquí desde hace horas y el aburrimiento me estaba vapuleando —concreté mientras dejaba caer mi cabeza en el hombro de Kiara. En serio, estoy a un minuto más de morir de aburrimiento. Literalmente.
—Ann, no seas tan exagerada, ¿qué me dices de aquel señor? El de la esquina —señaló Pope— Eso es tener clientela.
—Sí, un señor que lleva desde que abrimos ahí sentado —bufé. En serio, ¿no piensa irse en ningún momento?— Pero bueno, dejando a un lado mi horrorosa tarde, ¿qué tal la vuestra? No, mejor no me lo digáis, que probablemente me eche a llorar.
—¡Anne, para ya! —dijo Kiara mientras me daba un empujón en la cabeza que tenía apoyado en su hombro. Supongo que para recolocarme las neuronas, qué sé yo.
—Está bien, está bien. Ya paro— dije levantando las manos en son de paz— Vale, pero ahora en serio, ¿donde está JB?
Sí, todos le llaman John B, pero desde muy pequeños tengo la manía de llamarlo JB, supongo que con la intención de ponerle un apodo diferente, y así se quedó hasta hoy. Una vez, Pope dijo que era el mismo apodo que Justin Bieber y juro que me tuvieron que sujetar para no matarlo. Nadie compara al buenazo de JB 1 con el gilipollas de JB 2.
—Tenía una reunión con servicios sociales, o eso me dijo por la mañana —me contestó Pope.
—Sí, creo que han descubierto que su tío anda sabe dios dónde y que está solo en casa siendo un menor —añadió JJ mientras intentaba robar una de las galletas del mostrador, a lo que le di un manotazo para que se estuviera quieto. Mi tía me mataría— Menuda mierda se le viene encima.
—Pues sí —coincidí con él. Bastante a pasado JB con todo el tema de su padre como para que ahora tenga que enfrentarse a los servicios sociales y a la posibilidad de irse a un hogar de acogida. Sinceramente, y como dice JJ, es una mierda. Una grandiosa mierda.
Al final, mis amigos decidieron quedarse un rato a hacerme compañía y, aprovechando que mi tía estaba atrás haciendo uno de sus deliciosos bizcochos, no les iba a decir que se fueran. Además, con suerte y si le sale como a ella le gustan, se pone de buen humor y me deja salir antes. Cruzo los dedos mentalmente para que así sea, necesito coger esas olas.
Tras un rato, John B hizo su aparición en escena. Se le veía cara de estar bastante agotado.
—Hey colega, ¿qué tal con los servicios de acogida? —le preguntó JJ pasando el brazo por encima de sus hombros y dándole unas palmaditas en el pecho.
—Pues no se creen que mi tío esté en casa, así que han programado una reunión para mañana en mi casa, ver la situación en la que estoy y saber qué hacer conmigo —contestó. El pobre estaba bastante desanimado con todo ello, incluso se dejó caer en un taburete en frente del mostrador como un cachorrito degollado. Y luego la dramática soy yo, hay que joderse.
—Si te sirve de consuelo, mi tía está detrás haciendo uno de sus famosos bizcochos —le indiqué a John— Creo que es lo único que puede animarte ahora mismo.
—Puede que no sea lo único —señaló Pope, llamando nuestra atención para ver las noticias de última hora que estaban emitiendo en la televisión. Se podía leer el siguiente titular:
❝El huracán Agatha continúa avanzando hacia los Outer Banks de Carolina del Norte❞
—Parece que ya no van a evaluar tu caso —le sonreí. Al menos se ha librado. Por el momento.
—¡Gracias Agatha! —gritó John B levantándose y dirigiéndose a la puerta mientras sacaba su teléfono móvil— Voy a llamarles ahora mismo para cancelar la reunión. Os veo luego y vamos a pillar algunas olas.
—¡Yay, lo que quería escuchar! —pero mi emoción duró más bien poco en cuanto mi tía salió de la cocina y vio que me lo estaba pasando tan bien con mis amigos. Mierda.
—Anne Sink, ¿qué estás haciendo? Me voy unos minutos y ya estás distraída. Tienes que atender a los clientes, no estar de cháchara con tus amigos.
—Hola señora Sink —saludaron JJ, Kiara y Pope.
—Tía Lydia, literalmente no ha entrado nadie más que aquel señor en toda la tarde —me quejé mientras lo señalaba— Además, acaban de llegar ahora mismo, por lo que he estado siendo toda una profesional hasta este preciso momento. Incluso me atrevería a señalar que merezco alguna recompensa como...mmm...por ejemplo... salir antes, ¿no te parece? —le dije poniéndole mi mejor carita de ángel.
Por favor, por favor, por favor....
—No —a veces me asusta lo directa que es. Menos mal que estoy acostumbrada— Cerramos a las 8:30, así que tu recompensa será salir a la hora que te toca.
Mi tía volvió a irse atrás, a adornar el bizcocho supongo. Yo bufé y me volví a sentar tras el mostrador mientras que mis amigos se aguantaban las ganas de reírse en mi cara por segunda vez en lo que llevamos de tarde. Qué buenos amigos son.
—Bueno, yo voy a ir a ayudar a mi padre a colocar las cosas en la tienda —dijo Pope— Pero eh Ann, quedamos John B, tú y yo cuando salgas de currar para ir a surfear. No queremos que termines el día ahorcándote o algo por el estilo.
—Gracias Pope, eres lo mejor de mi vida —dije. Al menos podré pensar en mi cita con las olas hasta que termine el turno. Miré a Kiara y JJ— ¿vosotros no venís?
—Yo tengo que ayudar en el restaurante —dijo Kiara— solo que algunas no nos quejamos tanto.
Me hice un poco la indignada y se rió. Aunque tengo que admitir que razón no le falta. Aunque también tengo que señalar en mi defensa que me quejo un poco por gusto. Es parte de mi personalidad. Quiero decir, no es que me apasione ayudar a mi tía en la cafetería, pero es lo que nos da para comer, así que tampoco me importa tanto.
—Yo tengo negocios de los que ocuparme —se hizo el interesante JJ— Lo siento, pero hoy no vais a poder apreciar al mejor surfista del mundo. Otra vez será.
—Si van a verme a mi surfear —le contesté al rubio— Así que sí, definitivamente van a ver al mejor surfista del mundo.
Kiara y Pope se rieron mientras JJ se hacía el indignado. Sonreí victoriosa. Esta se la debía por lo de mi pelo y el mapache salvaje.
—Bueno chicos, mañana nos vemos —Se despidió Kiara mientras Pope y JJ la siguieron hacia la salida, este último no sin antes sacarme la lengua. Se había picado, já.
—Adiós chicos, ¡Pope nos vemos a las 8:30 en la playa! Avisa a JB —me despedí de ellos y miré el reloj. Las 7 de la tarde. Bueno, solo queda una hora y media. Ánimo Anne, tú puedes.
****
Cuando dieron las 8:30 en el reloj de la cafetería, mi tía me dejó marchar mientras ella se encargaba de cerrar todo. La verdad es que después de que se fueran los chicos tampoco es que se pasara mucha más gente por el local. Normalmente no tenemos mucha clientela, pero por lo que le dijo una señora a la tía Lydia, parece que hoy hemos tenido incluso menos por el tema del huracán Agatha. Al parecer viene con fuerza y los sureños de la zona sur se estaban preparando. Espero que no cause mucho destrozos, bastante tenemos que soportar ya de por sí como para encima acumular más problemas. Pero bueno, ya nos preocuparemos de eso mañana, ahora toca surfear, y encima con un huracán a punto de llegar a la cosa. Al estilo Pogue, me encanta.
—Hay olas de más de tres metros —le escuché decir a John B. Estaban Pope y él mirando desde una de las dunas las gigantescas olas y no se habían percatado de mi presencia. Bueno, al menos se acordaron de traerme la tabla, sino probablemente los hubiera matado. Llevo esperando este momento todo el día joder.
—¿De más de tres metros? —preguntó Pope. Pobre, sonaba un poco acojonado la verdad.
—¡Vamos al agua sirenitas! —les grité, dándoles un tremendo susto por la espalda que no se esperaban en absoluto. Punto para mi.
—Esas olas no se pueden surfear —señaló John B. Le miré bastante sorprendida de que precisamente él dijera eso. Pero su mirada lo decía todo: solo estaba vacilando a Pope, si fuera por él ya estaría en el agua.
—Anne, vas a matarme de un infarto algún día —dijo Pope mientras se tocaba el pecho con la mano. ¿De verdad que luego me dejan a mi de dramática?
—Anda y tira para el agua —le dije a Pope mientras me desvestía para quedar únicamente con el bikini puesto. Ya estaba lista— Vamos antes de que se ponga demasiado feo y no podamos coger ninguna ola y me tengáis que llevar a casa llorando —les di a ambos una palmadita en la espalda, cogí mi tabla y eché a correr hacia el mar.
De todas las cosas que me encanta hacer, sin duda surfear está entre mis tres cosas favoritas. La sensación del agua fría chocando contra tu piel, el subidón de adrenalina cuando coges una buena ola y la tranquilidad curativa que trasmite el contacto con el mar, hace que todos mis problemas se reduzcan considerablemente: no hay facturas que pagar, no hay una cafetería que sacar adelante, no hay problemas familiares ni económicos... no hay nada más allá de yo y el mar. Ojalá esta sensación durara siempre y no solo cuando estoy en el agua.
Tras caernos de la tabla unas cuatrocientas quinientas veces nos dimos por vencidos. El agua está demasiado turbia por culpa del huracán y era imposible coger una ola en condiciones. Pero aún así nos quedamos un rato más en el agua. Digamos que la palabra peligro no entra en nuestro vocabulario.
—¿Pero qué coño...? —empezó a decir John B.
—¿Qué pasa JB? —le pregunté, dando algunas brazadas para acercarme por si le había pasado algo.
—Juraría haber visto un barco.
—¿Con la que está cayendo? —preguntó Pope, algo escéptico— Creo que el cerebro se te está empezando a congelar. Deberíamos salir ya, Agatha cada vez está más cerca.
Yo no suelo coincidir con Pope, pero tiene razón. Deberíamos ir a casa antes de que la cosa se ponga más seria, así que decidimos salir del agua rápidamente y secarnos dentro de la furgoneta. Después, JB se ofreció a llevarnos a casa.
—¿Sabes qué? Hoy me vas a acoger en tu casa —le dije a JB, asomándome entre los asientos delanteros para poder hablarle mejor— A mi tía le daría un infarto si me ve llegar a casa así de empapada mientras le mojo sus queridas alfombras. Ni de coña arriesgo mi vida de esa manera. Le mandaré un mensaje.
Sí, no esperé tampoco una respuesta afirmativa por parte de John B. La verdad es que el Chateau era como nuestro búnker personal, donde pasábamos la mayor parte del tiempo. Además a JB le gusta que pasemos tiempo allí, aunque no lo admita en voz alta. La casa estaría muy vacía sin alguno de sus amigos molestando por allí.
Así, dejamos a Pope con sus padres y nos dirigimos a casa. La verdad es que el tiempo ahora mismo estaba horrible. En cualquier momento podía caerse una palmera en medio de la carretera y no viviríamos para contarlo. Pero, con suerte, llegamos sanos y salvos, aunque hubo un momento en el que realmente temí por nuestra seguridad. No sé si por Agatha o por la pésima conducción de JB. Salí corriendo de la furgoneta porque me estaba empapando entera y no quería coger un buen resfriado. Cuando me dispuse a subir las escaleras para entrar, había alguien sentado que me hizo gritar como una histérica. Era JJ.
—¡DIOS JJ! Casi me matas de un infarto.
—¡Lo mismo digo! Pareces la niña del pozo con todos esos pelos por la cara. Pensé que de esta no la contaba —tras decir eso le di una colleja en la cabeza. Por asustarme y por grosero. Qué niño.
—Ala venga chicos, dejadlo y entrad en casa, que no es el momento —dijo JB mientras abría la puerta de su casa. Uf, menos mal, una ducha caliente y al sofá a dormir. Bueno, si Agatha lo permite, que menuda fiesta está montando fuera. Y eso que adoro las fiestas.
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¡Hola chicos!
Aquí os dejo un nuevo capítulo que espero que os guste tanto como a mi escribirlo 💗💗
¿Qué opináis del personaje de Anne?¿Os está gustando?¿La consideráis una auténtica Pogue?
Con suerte dentro de poco nos volveremos a ver por aquí (en cuanto la universidad me lo permita jejejeje 🙂🔫)
Muchos besitos cibernéticos,
A.