lays ➶ 𝐢𝐧𝐨𝐭𝐚𝐧

By m0risuke

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Donde Tanjirō es un cajero de un supermercado e Inosuke el fastidioso cliente que todos los días compra una b... More

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By m0risuke

Tanjiro dió pasos rápidos con las manos escondidas en los bolsillos de su abrigo y la nariz sumergida detrás de su bufanda. Espero con impaciencia a que el semáforo cambiase a rojo para cruzar la avenida y chequeó por quinta vez la hora en su celular. Nuevamente llegaba tarde.

Había pasado la noche sin dormir con los pensamientos carcomiéndole la cabeza pero, a fin de cuentas, ni él mismo se acordaba cuales eran tales apotegmas que no habían permitido que pegase un ojo. Gracias a ello había dormido toda la tarde y, nuevamente, se despertó a mitad de sueños con la espalda ardiendo gracias al fuerte golpe que el abuelo Urokodaki le había propinado. De una patada lo echó de casa directo al trabajo, al cual llegaría con diez minutos de retraso.

Cuando llegó el resto de sus compañeros ya estaban afuera del supermercado con una clara expresión de fastidio y Tomioka casi le arrancó la cabeza al ver su mueca de inocencia que mostró en un método de victimización.

Abrió la puerta del supermercado con las llaves que Giyū le había dado la noche anterior y rápidamente encendieron las luces y todos los aparatos para empezar con el día de laburo.

—Si hubiese sabido que ibas a llegar tarde, no te hubiese dado las llaves.

Tomioka no perdió tiempo en reprenderlo y Tanjiro ya no sabía en qué idioma pedir disculpas y explicarle la situación. Giyū a veces podía ser como un fastidioso grano en el culo.

Con el delantal manchado en polvo sacó los fardo de gaseosas del almacén limpiándolos con un trapo húmedo para luego acomodarlos en las góndolas. Se pasó el brazo por la frente empapada en sudor y reacomodó algún que otro producto desorganizado para luego volver a la zona de cobro en la parte delantera.

Todo se encontraba demasiado tranquilo, no habían tenido mucha clientela a pesar de que era un día viernes, por lo cual, Tanjiro agradeció mentalmente ante aquellos minutos de paz. Hasta pensó en la posibilidad de echarse una merecida siesta, pero luego pensó en la cagada a palos que Tomioka le daría por lo que desechó aquella idea al instante.

Zenitsu, por su parte, parecía importarle una mierda el trabajo y, con los pies encima del mostrador, dormía con la boca abierta, roncando como un toro resfriado y el mentón manchado con saliva seca. A su lado, Mitsuri le sacaba fotos desde todos los ángulos posibles sonriendo fascinada ante los ronquidos similares a un tractor que Zenitsu pegaba cada vez que respiraba.

Y luego aquella tranquilidad que reinaba en el lugar se vió interrumpida por un ruido demoníaco a las afueras del local. No obstante, Tanjiro no se preocupó en lo más mínimo sabiendo quiénes eran los que hacían tremendo escándalo como si no estuviesen en un lugar público y la comisaría más cercana a una cuadra del negocio.

Ellos entraron al supermercado, con la diferencia que no estaban todos los mismos jóvenes de la vez pasada. Eran cinco, tres hombres y dos mujeres.

Aunque había algo demasiado extraño en sus actitudes. Todos, a excepción de uno, estaban completamente borrachos. Tanjiro pudo notarlo gracias al potente olor que percibió.

Giyū los observaba con extrema atención, teniendo precaución por si se les ocurría la idea de asaltarlos o robarse algo a escondidas.

Unos minutos después volvieron a la zona de cobro donde dejaron algunas latas de refrescos, galletas y, por si fuera poco, bebidas alcoholicas.

—¿Es mayor de dieciocho años? — preguntó Tanjiro antes de pasar las latas de cerveza por el escaneador.

El chico lo miró con un notorio enojo en su rostro colorado a causa de la ebriedad, apenas se podía mantener de pie por si solo y Tanjiro reprimió una mueca de asco al sentir el olor a alcohol que emanaba su aliento cuando abrió la boca para titubear incoherencias.

—Cóbrame las cosas, dale. — logró decir luego de un momento ordenando las palabras exactas para hablar sin parecer un idiota.

Tanjiro frunció un poco el ceño ante aquella actitud hostil. —No puedo cobrarte las cervezas si no eres mayor de dieciocho años.

—Pero la puta madre. — murmuró entre dientes.

El joven de cabellos negros volteó observando hacia las góndolas en la parte de atrás, parecía buscar algo y se balanceó unos momentos a causa de que había perdido el equilibrio por unos cortos minutos. Y, de la nada, pegó un grito.

—¡Sanemi!

Aquél grito fue tan fuerte que despertó a Zenitsu el cual cayó de espaldas con silla y todo, levantándose de un tirón observó a su alrededor aún con restos de saliva en su mentón.

Casi segundos después, apareció el mismo joven de cabellos blancos con una expresión rabiosa en su rostro, el chico se acercó hasta Tanjiro y el borracho que parecía pronto a pasar a otra vida.

—¿Que querés pendejo? — preguntó tajante.

El chico de cabellos negros pareció enojarse aún más por como lo había llamado. —Dame tu identificación que no puedo comprar las cervezas.

—Como me rompes las bolas, Genya. — metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó su billetera de allí. —Toma, no me jodas más.

Le pasó la identificación y pronto volvió a la zona trasera del supermercado. Genya tendió el documento hacia Tanjiro quien lo observaba de manera severa.

—No puedo cobrarte con el documento de otra persona.

Tanjiro juró ver pasar su vida ante sus ojos y casi se cagó en los pantalones al ver la expresión de completo enojo en el rostro del azabache.

—Dale amigo no me jodas, no te golpeo porque me estoy re meando y no se a cual de los dos golpear primero.

El pelirrojizo hizo una extraña mueca de confusión observando a su alrededor, esperando encontrar a alguien más aparte de ellos dos. Pero no, no había nadie más. Solo a los ojos de Genya quien veía doble y eso lo fastidiaba todavía más.

—¡¿Qué haces, Grenya?!

Una conocida voz le erizó los vellos de la nuca y pronto vió a Inosuke acercarse a ellos con rapidez, cargando entre sus brazos varios paquetes de galletas y, por supuesto, una infaltable bolsa de papas Lay's.

—Este tipo y su gemelo raro no quieren cobrarme las cervezas.

Inosuke se quedó mirando fijo a Genya y frunció las cejas con confusión al ver como el azabache agrandaba los ojos rojos y miraba a Tanjiro intentando no caerse de cara al piso.

—Andate, yo voy a pagar.

Genya volteó a ver al peliazul y le dedicó una tonta sonrisa antes de golpear su espalda con fuerza e irse caminando como potrillo recién nacido. Tanjiro reprimió una risa al ver que casi se lleva por delante el vidrio blindado del local.

—Lo siento, no pude cobrárselas porque no tiene identificación. — el pelirrojizo explicó antes de empezar a pasar los paquetes de galletas por el escaneador.

Inosuke asintió sin saber qué decir realmente. Se sintió cohibido de repente; era un mito decir que siempre que te emborrachabas, al otro día, mágicamente, perdías la memoria de la noche anterior. El se acordaba de todo, absolutamente todo, y recordaba con exactitud aquellas vergonzosas palabras que le había dicho a Tanjiro cuando tenía varios tragos de más. En esos momentos quería golpearse y obligar al pelirrojizo que se olvidara de lo que dijo.

—¿Inosuke? — Tanjiro preguntó con un deje de preocupación al ver al peliazul tan sumergido en sus pensamientos.

El azabache volvió a fruncir el ceño y miró a Tanjiro quien le sonrió amablemente cuando obtuvo su atención nuevamente.

—Serían doscientos cincuenta, pero antes necesitaré tu identificación para cobrarte las cervezas.

Inosuke sacó desde el bolsillo de su pantalón su documento de identificación y se lo tendió a Tanjiro quien lo reviso para confirmar que efectivamente Inosuke tenía dieciocho años. Los había cumplido hace dos meses exactamente.

Sonrió divertido al ver la foto en el DNI, el peliazul salía con su típica cara de fastidio solo que captaron el momento justo en el que parecía gritarle a alguien.

—¡¿De qué te ríes, Gonpachiro?!

Tanjiro levantó la mirada observándolo fijo mientras reía suavemente con sus ojos achinados. Inosuke calló de inmediato y sintió el rostro hirviéndole, se enojó casi al instante al sentir de nuevo aquella extraña sensación desconocida alojarse en su estómago. Maldeció internamente, seguro las milanesas que había encontrado en casa de Kyōjurō le habían caído mal y ahora tenía ganas de cagar. Sentía el estómago revuelto y estaba seguro que vomitaría si no se largaba de allí de inmediato.

Tanjiro le devolvió el documento y terminó de cobrarle para luego darle el vuelto. Sin embargo, se extrañó que el salvaje joven no se marchara, seguía allí parado sin decir nada y apretaba entre sus dedos los paquetes de galletas.

—¿Necesitas algo más? — preguntó ladeando su cabeza.

Inosuke palideció en un milisegundo e hizo un gesto que se asemejaba a una arcada y luego tragó.

—Inosuke... tu... te tragaste tu vo-

El pelirrojizo parecía traumado y abrió los ojos con sorpresa y asco. Inosuke pasó de tener el rostro pálido a tornarse rojo como una langosta, abrió la boca y boqueó como pez fuera del agua antes de agarrar el resto de latas de cerveza e irse caminando apresuradamente.

—¡Fue tu culpa, idiota! — gritó antes de cerrar la puerta de un portazo y desaparecer entre las calles y tonalidades naranjosas del cielo al atardecer.

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