WITCH SWAN| H.p y Crepusculo.

By rosiesiganoff

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WITCH SWAN| ❝ Harper, necesitas ayuda.❞ -(Fanfic de Crepúsculo y Harry Potter) -(No acepto copi... More

ACTO UNO
PROLOGÓ
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ACTO DOS
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ACTO TRES
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EPILOGÓ
SECUELA.
Importante:

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By rosiesiganoff

¡CAPÍTULO ONCE!
Había anunciado una muerte.

Harper observó a todos de reojo, Mortífagos.

—¿Dónde está Sirius? —preguntó Harry.

Varios mortífagos rieron; una áspera voz de mujer surgió de entre las oscuras figuras, hacia la izquierda de Harper, y sentenció con tono triunfante:

—¡El Señor Tenebroso nunca se equivoca!

—No, nunca.— apostilló Malfoy con voz queda.— Y ahora, entrégame la profecía, Potter.

—¡Quiero saber dónde está Sirius!

—«¡Quiero saber dónde está Sirius!».— se burló la mujer que estaba a su izquierda.

Ella y el resto de los mortífagos se habían acercado más a Harry y a sus amigos, de los que ahora sólo los separaban unos palmos, y la luz de sus varitas deslumbraba a Harper.

—Sé que lo han capturado.— afirmó él.— Está aquí. Sé que está aquí.

—El bebé se ha despertado asustado y ha confundido el sueño con la realidad.— dijo la mujer imitando la voz de un niño pequeño.

—No hagas nada. —murmuró Harry a Ron.— Todavía no...

La mujer que lo había imitado soltó una ruidosa carcajada.

—¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis oído? ¡Está dando instrucciones a los otros niños, como si pensara atacarnos!

—¡Ah, tú no conoces a Potter tan bien como yo, Bellatrix! —exclamó Malfoy quedamente. —Tiene complejo de héroe; el Señor Tenebroso ya lo sabe. Y ahora dame la profecía, Potter.

—Sé que Sirius está aquí.— insistió Harry pese a que el pánico le oprimía el pecho y le costaba respirar.— ¡Sé que lo han cogido!

Unos cuantos mortífagos volvieron a reír, aunque la mujer fue la que rió más fuerte.

—Ya va siendo hora de que aprendas a distinguir la vida de los sueños, Potter.— dijo Malfoy.— Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas.

—Adelante.— lo retó Harry, y levantó su varita mágica hasta la altura del pecho.

En cuanto lo hizo, las nueve varitas de Harper, Harry, Ron, Tobías, Hermione, Flavia, Neville, Ginny y Luna se alzaron a su alrededor.

Pero los mortífagos no atacaron.

—Entrégame la profecía y nadie sufrirá ningún daño.— aseguró Malfoy fríamente.

Ahora le tocaba reír a Harry.

—¡Sí, claro!.— exclamó.— Yo le doy esta... profecía, ¿No? Y ustedes nos dejan irnos a casa, ¿Verdad?

Tan pronto como Harry terminó la frase, la mortífaga chilló:

—¡Accio prof...! —Pero Harry estaba preparado, y gritó: «¡Protego!» antes de que ella hubiera terminado de pronunciar su hechizo; la esfera de cristal le resbaló hasta las yemas de los dedos, aunque consiguió sujetarla

—¡Vaya, el pequeño Potter sabe jugar!.— dijo la mortífaga fulminando a Harry con la mirada tras las rendijas de su máscara.— Muy bien, pues entonces...

—¡TE HE DICHO QUE NO! —le gritó Lucius Malfoy a la mujer.— ¡Si la rompes...!

Harper se exprimía el cerebro. Los mortífagos querían aquella polvorienta esfera de cristal.

La mujer dio un paso hacia delante, separándose de sus compañeros, y se quitó la máscara. Azkaban había dejado su huella en el rostro de Bellatrix Lestrange, demacrado y marchito como una calavera, aunque lo avivaba un resplandor fanático y febril.

—¿Vamos a tener que aplicarte nuestros métodos de persuasión? —preguntó mientras su tórax ascendía y descendía rápidamente.— Como quieras. Coged a las más pequeñas. —ordenó a los mortífagos que tenía detrás. —Que vea cómo torturamos a sus amiguitas. Ya me encargo yo.

Harry notó que los demás se apiñaban alrededor de Ginny y Harper; él dio un paso hacia un lado y se colocó justo delante de ellas, abrazado a la esfera.

—Si quiere atacar a alguno de nosotros tendrá que romper esto.— le advirtió.— No creo que su amo se ponga muy contento si la ve regresar sin ella, ¿No? —La mujer no se movió; se limitó a mirar fijamente a Harry mientras se pasaba la punta de la lengua por los delgados labios. —Por cierto.— continuó Harry. — ¿Qué profecía es ésa?

Confiaba en que todos estuvieran esforzándose por encontrar una manera de salir de aquel apuro, porque él tenía la mente en blanco.

—¿Que qué profecía es ésa? —repitió Bellatrix, y la sonrisa burlona se borró de sus labios.—¿Bromeas, Potter?

—No, no bromeo.— respondió Harry, que pasó la mirada de un mortífago a otro buscando un punto débil, un hueco que les permitiera escapar.— ¿Para qué la quiere Voldemort?

Varios mortífagos soltaron débiles bufidos.

—¿Te atreves a pronunciar su nombre? —susurró Bellatrix.

—Sí. —contestó Harry, y sujetó con fuerza la bola de cristal por si Bellatrix volvía a intentar arrebatársela. —Sí, no tengo ningún problema en decir Vol...

—¡Cierra el pico! —le ordenó Bellatrix.— Cómo te atreves a pronunciar su nombre con tus indignos labios, cómo te atreves a mancillarlo con tu lengua de sangre mestiza, cómo te atreves...

—¿Sabía usted que él también es un sangre mestiza? —preguntó Harry con temeridad. Hermione soltó un débil gemido. —Me refiero a Voldemort. Sí, su madre era bruja, pero su padre era muggle. ¿Acaso les ha contado que es un sangre limpia?

—¡DESMA..!

—¡NO!

Un haz de luz roja había salido del extremo de la varita mágica de Bellatrix Lestrange, pero Malfoy lo había desviado; el hechizo de Malfoy hizo que el de Bellatrix diera contra un estante, a un palmo hacia la izquierda de donde estaba Harry, y varias esferas de cristal se rompieron.

Dos figuras, nacaradas como fantasmas y fluidas como el humo, se desplegaron entre los trozos de cristal roto que habían caído al suelo, y ambas empezaron a hablar; sus voces se sobreponían una a otra, de modo que entre los gritos de Malfoy y Bellatrix sólo se oían fragmentos de la profecía.

—... el día del solsticio llegará un nuevo... —decía la figura de un anciano con barba.

—¡NO LO ATAQUES! ¡NECESITAMOS LA PROFECÍA!

—Se ha atrevido..., se atreve.— chilló Bellatrix con incoherencia.— Este repugnante sangre mestiza... Míralo, ahí plantado...

—¡ESPERA HASTA QUE TENGAMOS LA PROFECÍA!—bramó Malfoy.

—... y después no habrá ninguno más... —dijo la figura de una mujer joven.

Las dos figuras que habían salido de las esferas rotas se disolvieron en el aire. Lo único que quedaba de ellas y de sus antiguos receptáculos eran unos trozos de cristal en el suelo. Sin embargo, aquellas figuras le habían dado una idea a Harry. El problema era cómo transmitírsela a los demás.

—No me han explicado ustedes todavía qué tiene de especial esta profecía que pretenden que les entregue.— dijo para ganar tiempo mientras desplazaba lentamente un pie hacia un lado, buscando el de alguno de sus compañeros.

—No te hagas el listo con nosotros, Potter.— le previno Malfoy.

—No me hago el listo.— replicó Harry mientras concentraba la mente tanto en la conversación como en el tanteo del suelo. Y entonces encontró un pie y lo pisó. Una pequeña altura al girar le indicó que se trataba de Harper.

—¿Qué? —susurró ella.

—¿Dumbledore nunca te ha contado que el motivo por el que tienes esa cicatriz estaba escondido en las entrañas del Departamento de Misterios? —inquirió Malfoy con sorna.

—¿Cómo? —se extrañó Harry, y por un momento se olvidó de su plan.— ¿Qué dice de mi cicatriz?

—¡¿Qué?! —susurró Harper con impaciencia.

—¿Cómo puede ser? —continuó Malfoy regodeándose maliciosamente; los mortífagos volvieron a reír, y Harry aprovechó la ocasión para susurrarle a Harper, sin apenas mover los labios:

—Destrozad... las estanterías...

Harper captó el mensaje inmediato.

—¿Dumbledore nunca te lo ha contado? —repitió Malfoy.— Claro, eso explica por qué no viniste antes, Potter, el Señor Tenebroso se preguntaba por qué...

—... cuando diga «ya»...

—... no viniste corriendo cuando él te mostró en tus sueños el lugar donde estaba escondida. Creyó que te vencería la curiosidad y que querrías escuchar las palabras exactas...

—¿Ah, sí? —dijo Harry. Entonces oyó, o más bien notó, cómo detrás de él Harper pasaba el mensaje a los demás, y siguió hablando para distraer a los mortífagos.— Y quería que viniera a buscarla, ¿Verdad? ¿Por qué?

—¿Por qué? —repitió Malfoy, incrédulo y admirado.— Porque las únicas personas a las que se les permite retirar una profecía del Departamento de Misterios, Potter, son aquellas a las que se refiere la profecía, como descubrió el Señor Tenebroso cuando envió a otros a robarla.

—¿Y por qué quería robar una profecía que hablaba de mí?

—De los dos, Potter, hablaba de los dos... ¿Nunca te has preguntado por qué el Señor Tenebroso intentó matarte cuando eras un crío?

—¿Que alguien hizo una profecía sobre Voldemort y sobre mí? —preguntó con un hilo de voz mirando a Lucius Malfoy, y sus dedos se apretaron contra la caliente esfera de cristal que tenía en las manos. No era mucho más grande que una snitch, y todavía estaba cubierta de polvo.— ¿Y me ha hecho venir a buscarla para él? ¿Por qué no venía y la cogía él mismo?

—¿Cogerla él mismo? —chilló Bellatrix mezclando las palabras con una sonora carcajada.— ¿Cómo iba a entrar el Señor Tenebroso en el Ministerio de Magia, precisamente ahora que no quieren admitir que ha regresado? ¿Cómo iba a mostrarse el Señor Tenebroso ante los aurores, ahora que pierden tan generosamente el tiempo buscando a mi querido primo?

—Ya, y les obliga a hacer a ustedes el trabajo sucio, ¿No?.— se burló Harry.— Del mismo modo que envió a Sturgis a robarla, y a Bode, ¿verdad?

—Muy bien, Potter, muy bien... —dijo Malfoy lentamente. —Pero el Señor Tenebroso sabe que no eres ton...

—¡YA! —gritó entonces Harry.

—¡REDUCTO! —gritaron diez voces distintas detrás de Harry.

Nueve maldiciones salieron volando en nueve direcciones distintas, y las estanterías que tenían enfrente recibieron los impactos; la enorme estructura se tambaleó al tiempo que estallaban cientos de esferas de cristal y las figuras de blanco nacarado se desplegaban en el aire y se quedaban flotando; sus voces resonaban, procedentes de un misterioso y remoto pasado, entre el torrente de cristales rotos y madera astillada que caía al suelo.

—¡CORRED! —gritó Harry mientras las estanterías oscilaban peligrosamente y seguían cayendo esferas de cristal.

Tobias agarro de ella por la túnica y tiró de ella hacia delante, a la vez que se cubría la cabeza con un brazo para protegerse de los trozos de madera y cristal que se les echaban encima. Un mortífago arremetió contra ellos en medio de la nube de polvo, y Harper le dio un fuerte codazo en la enmascarada cara; todos chillaban, se oían gritos de dolor y un fuerte estruendo, y las estanterías se derrumbaron en medio del eco de los fragmentos de profecías liberadas de las esferas.

Harry se dio cuenta de que tenía espacio libre para salir y vio que Ron, Ginny, Flavia y Luna pasaban corriendo a su lado con los brazos sobre la cabeza; una cosa dura le golpeó en la mejilla, pero Harry agachó la cabeza y echó a correr, no veía a Tobías ni a Harper. Una mano lo agarró por el hombro; entonces Harry oyó a Hermione gritar: «¡Desmaius!», y la mano lo soltó inmediatamente.

Estaban al final del pasillo número noventa y siete; Harry torció a la derecha y salió corriendo a toda velocidad mientras oía pasos a su espalda y la voz de Hermione, que apremiaba a Neville.

Delante de Harry, la puerta por la que habían entrado estaba entreabierta, y él veía la centelleante luz de la campana de cristal. Agarrando con fuerza la profecía, pasó disparado por el umbral y esperó a que sus compañeros también lo cruzaran antes de cerrar.

—¡Fermaportus! —gritó Hermione casi sin aliento, y la puerta se selló y produjo un extraño ruido de succión.

—¿Dónde... dónde están los demás? —preguntó Harry jadeando.

Creía que Ron, Luna y Ginny iban delante de ellos, y que estarían esperándolos en aquella habitación, pero allí no había nadie.

—¡Deben de haberse equivocado de camino! —susurró Hermione con el terror reflejado en la cara.

Harper los observó, ahí solo estaban Neville, Toby, Harry y Hermione ¿Donde estaría los demás?

—¡Escuchad! —exclamó Neville.
Detrás de la puerta que acababan de sellar se oían gritos y pasos; Harry pegó una oreja para escuchar, y oyó que Lucius Malfoy gritaba:

—Dejad a Nott, ¡He dicho que lo dejéis! Sus heridas no serán nada para el Señor Tenebroso comparadas con perder esa profecía. ¡Jugson, ven aquí, tenemos que organizamos! Iremos por parejas y haremos un registro, y no lo olvidéis: no hagáis daño a Potter hasta que tengamos la profecía, pero a los demás podéis matarlos si es necesario. ¡Bellatrix, Rodolphus, id por la izquierda! ¡Crabbe, Rabastan, por la derecha! ¡Jugson, Dolohov, por esa puerta de ahí enfrente! ¡Macnair y Avery, por aquí! ¡Rookwood, por allí! ¡Mulciber, ven conmigo!

—¿Qué hacemos? —le preguntó Toby a Harry temblando de pies a cabeza.

—Bueno, lo que no vamos a hacer es quedarnos aquí plantados esperando a que nos encuentren.— contestó Harry.— Alejémonos de esta puerta.

Corrieron procurando no hacer ruido, pasaron junto a la brillante campana de cristal que contenía el pequeño huevo que se abría y se volvía a cerrar, y se dirigieron hacia la puerta del fondo que conducía a la sala circular.

Cuando casi habían llegado, Harper oyó que algo grande y pesado chocaba contra la puerta que Hermione había sellado mediante un encantamiento.

—¡Aparta!—dijo una áspera voz.— ¡Alohomora!

La puerta se abrió y Harper, Toby, Harry, Hermione y Neville se escondieron debajo de unas mesas. Enseguida vieron acercarse el dobladillo de las túnicas de dos mortífagos que caminaban deprisa.

—Quizá hayan salido al vestíbulo.— dijo la voz áspera.

—Mira debajo de las mesas.— sugirió otra voz.

Harper observó que los mortífagos doblaban las rodillas, así que sacó la varita de debajo de la mesa y gritó:

—¡DESMAIUS!

Un haz de luz roja dio contra el mortífago que tenía más cerca; éste cayó hacia atrás, chocó contra un reloj de pie y lo derribó. El segundo mortífago, sin embargo, se había apartado de un salto para esquivar el hechizo de Harper y apuntaba con su varita a Hermione, que salía arrastrándose de debajo de la mesa para poder apuntar mejor.

—¡Avada...!

Entonces Harry se lanzó por el suelo y agarró por las rodillas al mortífago, que perdió el equilibrio y no pudo apuntar a Hermione. Neville volcó una mesa con las prisas por ayudar, y apuntando con furia al mortífago que forcejeaba con Harry, gritó:

—¡EXPELLIARMUS!

La varita de Harry y la del mortífago saltaron de sus manos y fueron volando hacia la entrada de la Sala de las Profecías; Harry y su oponente se pusieron en pie y corrieron tras ellas; el mortífago iba delante, pero Harry le pisaba los talones, y Neville iba detrás, horrorizado por lo que acababa de hacer.

—¡Apártate, Harry! —gritó Neville, dispuesto a reparar el daño causado.

Harry se lanzó hacia un lado y su compañero volvió a apuntar y gritó:

—¡DESMAIUS!

El haz de luz roja pasó justo por encima del hombro del mortífago y fue a parar contra una vitrina que había en la pared, llena de relojes de arena de diferentes formas; la vitrina cayó al suelo y se reventó, y trozos de cristal saltaron por los aires; luego se levantó, como accionada por un resorte, y se pegó de nuevo a la pared, perfectamente reparada; pero a continuación cayó de nuevo y se hizo añicos.

El mortífago, mientras tanto, había cogido su varita, que estaba en el suelo junto a la brillante campana de cristal. Cuando el individuo se dio la vuelta, Harper se escondió detrás de otra mesa, y como al mortífago se le había movido la máscara y no veía nada, se la quitó con la mano que tenía libre y gritó:

—¡DES...!

—¡DESMAIUS! —bramó entonces Toby.

Esa vez el haz de luz roja golpeó en medio del pecho al mortífago, que se quedó paralizado con los brazos en alto; entonces la varita se le cayó al suelo y él se derrumbó hacia atrás sobre la campana de cristal. Harper creyó que oiría un fuerte ¡CLONC! cuando el mortífago chocara contra el sólido cristal de la campana y resbalara por ella hasta desplomarse en el suelo, pero, en lugar de eso, la cabeza del hombre atravesó la superficie de la campana como si ésta fuera una pompa de jabón, y quedó tirado boca arriba sobre la mesa con la cabeza dentro de la campana llena de aquella relumbrante corriente de aire.

—¡Accio varita! —gritó Hermione, y la varita de Harry salió volando de un oscuro rincón y fue a parar a la mano de la chica, que se la lanzó a su amigo.

—Gracias.— dijo él. —Bueno, hemos de salir de...

—¡Cuidado! —exclamó Neville, horrorizado. Miraba la cabeza del mortífago, que seguía en el interior de la campana de cristal.

Los cinco volvieron a levantar sus varitas, pero ninguno atacó: se quedaron contemplando, boquiabiertos y aterrados, lo que le ocurría a la cabeza de aquel hombre: se encogía muy deprisa y se estaba quedando calva; el negro cabello y la barba rala se replegaban hacia el interior del cráneo; las mejillas se volvían lisas, y el cráneo, redondeado, y se cubría de una pelusilla como de piel de melocotón...

En aquel momento, el grueso y musculoso cuello del mortífago sostenía una cabeza de recién nacido, y el hombre intentaba levantarse; pero mientras los chicos lo observaban, estupefactos, la cabeza volvió a aumentar de tamaño y empezó a crecerle pelo en el cuero cabelludo y en la barbilla...

—Es el Tiempo.— dijo Hermione, atemorizada. —El Tiempo...

El mortífago volvió a mover la fea cabeza intentando despejarse, pero antes de que pudiera levantarse, se le empezó a encoger otra vez hasta adoptar de nuevo la forma de la de un recién nacido...
Entonces oyeron gritar a alguien en una habitación cercana; luego, un estrépito y un chillido.

—¿RON? —gritó Harry, y apartó rápidamente la vista de la monstruosa transformación que tenía lugar ante ellos.— ¿GINNY? ¿LUNA?

—¡Harry! —gritó Hermione.
El mortífago había sacado la cabeza de la campana de cristal.

Ofrecía un aspecto grotesco, pues su diminuta cabeza de bebé berreaba escandalosamente mientras agitaba los gruesos brazos en todas direcciones, y estuvo a punto de darle un golpe a Harry, que se agachó justo a tiempo. Harry levantó su varita mágica, pero para su sorpresa Hermione le sujetó el brazo.

—¡No puedes hacer daño a un bebé!

No había tiempo para discutir; Harper volvía a oír pasos, cada vez más fuertes, provenientes de la Sala de las Profecías, y comprendió, aunque demasiado tarde, que había cometido un error al gritar, porque había delatado su posición.

—¡Vamos! — dijo.

Dejaron al mortífago con cabeza de bebé tambaleándose detrás de ellos, y salieron por la puerta que estaba abierta en el otro extremo de la habitación, y que conducía a la sala circular negra.

Cuando habían recorrido la mitad de la habitación, a través de la puerta abierta Harper vio a otros dos mortífagos que entraban corriendo por la puerta negra e iban hacia ellos; entonces giró hacia la izquierda, Harry entró precipitadamente en un despacho pequeño, oscuro y abarrotado, y en cuanto hubieron entrado Harper, Toby, Hermione y Neville, cerró.

—¡Ferma...! —empezó a decir Hermione, pero antes de que pudiera terminar el hechizo, la puerta se abrió de par en par y los dos mortífagos irrumpieron en el despacho. Ambos gritaron triunfantes:

—¡IMPEDIMENTA!

Harper, Harry, Hermione, Tobías y Neville cayeron hacia atrás; Neville se derrumbó sobre una mesa y desapareció de la vista; Harper cayó junto a Hermione sobre una estantería y recibieron una cascada de gruesos libros encima; Harry se golpeó la parte posterior de la cabeza contra la pared de piedra que tenía detrás; Toby chocó contra un escritorio de madera: unas luces diminutas aparecieron ante sus ojos y por un momento se quedó demasiado aturdido y mareado para reaccionar.

—¡YA LOS TENEMOS! —gritó el mortífago que estaba más cerca de él.— ¡ESTÁN EN UN DESPACHO QUE HAY EN...!

—¡Silencius! —gritó Hermione, y el hombre se quedó sin voz. Siguió moviendo los labios detrás del agujero de la máscara que tenía sobre la boca, pero no emitió ningún sonido. El otro mortífago lo apartó bruscamente.

—¡Petrificus totalus! —gritó Tobías cuando el segundo mortífago levantaba su varita.

Los brazos y las piernas del hombre se pegaron y cayó de bruces sobre la alfombra que Harry tenía a sus pies, rígido como una tabla e incapaz de moverse.

—Bien hecho, Tob...

Pero el mortífago al que Hermione acababa de dejar mudo dio un repentino latigazo con la varita y un haz de llamas de color morado atravesó el pecho de Hermione. La chica soltó un débil: «¡Oh!» de sorpresa, se le doblaron las rodillas y se derrumbó.

—¡HERMIONE!— chilló por primera vez Harper.

Harry se arrodilló a su lado mientras Neville salía de debajo de la mesa y se arrastraba rápidamente hacia ella, Harper a su lado respiraba agitadamente, con la varita en ristre.

El mortífago lanzó una patada hacia la cabeza de Neville en cuanto éste se asomó, rompiendo por la mitad la varita del chico y acertándole en la cara. Neville soltó un aullido de dolor y retrocedió tapándose la boca y la nariz con ambas manos.

Harry se volvió con la varita en alto y vio que el mortífago se había quitado la máscara y lo apuntaba; Harper reconoció la larga, pálida y contrahecha cara que había visto en El Profeta: era Antonin Dolohov, el mago que había matado a los Prewett.

Dolohov sonrió burlonamente. Con la mano que tenía libre, apuntó a la profecía que Harry seguía apretando en la mano; luego lo apuntó a él y seguidamente a Hermione. Aunque ya no podía hablar, el significado de aquellos gestos no podía estar más claro: «Dame la profecía, o correrás la misma suerte que ella...»

—¡Como si no nos fueran a matar de todos modos en cuanto les entregue esto! —exclamó Harry.

Harper percibía un silbido de pánico en el cerebro que le impedía pensar; tenía una mano sobre el hombro de Hermione, que todavía estaba caliente, aunque no se atrevía a mirarla a la cara. Sabía que no estaba muerta.

Tu sabes bien sobre eso perra.

—¡Haz lo que sea, Harry —urgió Neville con fiereza desde debajo de la mesa, y se quitó las manos del rostro, dejando al descubierto la nariz rota y la sangre que le chorreaba por la boca y la barbilla. — pero no se la des!

Entonces se oyó un estrépito detrás de la puerta y Dolohov giró la cabeza: el mortífago con cara de bebé había aparecido berreando en el umbral y seguía agitando desesperadamente los enormes puños mientras golpeaba todo lo que encontraba a su paso. Harry no desperdició aquella oportunidad

—¡PETRIFICUS TOTALUS! —gritó. El hechizo golpeó a Dolohov antes de que éste pudiera neutralizarlo, y cayó hacia delante sobre su compañero, ambos rígidos como tablas e incapaces de moverse ni un milímetro.

—Hermione. —dijo Harper entonces, zarandeándola, mientras el mortífago con cabeza de recién nacido se alejaba de nuevo dando tumbos.— Despierta, Hermione...

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Neville; salió arrastrándose de debajo de la mesa y se arrodilló al otro lado de Hermione. Al chico le chorreaba sangre por la nariz, que se hinchaba por momentos.

—No lo sé...

Neville cogió una de las muñecas de Hermione.

—Todavía tiene pulso, Harry, estoy seguro.

—No está muerta, ya saben... yo lo sé.— intento explicarse.

Harry y Neville recordaron lo que había pasado antes de la llegada de los Mortífagos.

Harry sintió una oleada de alivio, tan intensa que al principio se mareó.

—¿Está viva?

—Sí. —afirmó segura ella.

Se callaron un momento; Harper aguzó el oído por si se oían más pasos, pero sólo percibió los gemidos y los topetazos del mortífago con cabeza de bebé en la habitación de al lado.

—Chicos, no estamos muy lejos de la salida.— dijo Harry en un susurro.— estamos justo al lado de la sala circular... Si consiguieran llegar hasta allí y encontrar la puerta de salida antes de que lleguen más mortífagos, podrían llevar a Hermione por el pasillo hasta el ascensor... Y entonces podrían buscar a alguien..., dar la alarma...

—¿Y qué vas a hacer tú? —preguntó Neville secándose la sangrante nariz con la manga y mirando ceñudo a su compañero.

—Yo tengo que encontrar a los otros.— contestó Harry.

—Quieremos ayudarte a buscarlos.— dijo Toby con firmeza.

—Pero Hermione...

—Podemos llevarla con nosotros.— propuso Neville sin vacilar. —Puedo llevarla yo, ustedes son mucho más hábil con la varita...

Se incorporó y agarró a Hermione por un brazo, sin dejar de mirar con fiereza a Harry, que todavía dudaba, Toby y Harper agarraron su varita con fuerza; entonces Harry la agarró por el otro brazo y ayudó a Neville a colgarse el cuerpo inerte de Hermione sobre los hombros.

—Espera.— dijo Harry recuperando del suelo la varita de Hermione y poniéndosela a Neville en la mano.— será mejor que cojas esto.

Neville apartó de una patada los trozos de su varita y echaron a andar despacio hacia la puerta.

—Mi abuela me matará.— afirmó Neville con voz pastosa escupiendo sangre al hablar.— ésa era la varita de mi padre.

Harper asomó cautelosamente la cabeza por la puerta y echó un vistazo alrededor. El mortífago con cabeza de bebé chillaba y se daba golpes contra todo, derribaba relojes de pie y volcaba mesas; se desgañitaba y parecía confuso, mientras la vitrina seguía cayendo, destrozándose y reparándose por sí sola una y otra vez, por lo que Harper dedujo que debía de contener giratiempos.

—No nos verá.— susurró. —Vamos, péguense a mí...

Salieron con sigilo del despacho y fueron hacia la puerta que conducía a la sala circular negra, que parecía completamente desierta. Avanzaron unos pasos; Neville se tambaleaba un poco a causa del peso de Hermione, los Ravenclaws respiraban profundamente.

La puerta de la Estancia del Tiempo se cerró tras ellos y la pared empezó a rotar otra vez. Harper estaba un poco mareado del golpe que se había dado en la cabeza con los libros, así que entornó los ojos y notó que oscilaba ligeramente, hasta que la pared dejó de moverse. Entonces vio que las equis luminosas que Hermione había trazado en las puertas habían desaparecido, y se le cayó el alma a los pies.

—¿Tú por dónde crees que...?

Pero antes de que pudieran decidir por qué puerta iban a intentar salir, se abrió de par en par una que había a la derecha y por ella entraron tres personas dando traspiés.

—¡Ron! —exclamó Harry, y corrió hacia ellos.— Ginny... ¿Estáis todos...?

—Harry.— dijo Ron con una risita; se abalanzó sobre él, lo agarró por la túnica y lo miró como si no pudiera enfocar bien su cara.— estás aquí. ¡Ji, ji, ji! ¡Qué raro estás, Harry, vas muy despeinado!

¿Este que consumió? Yo no me ponía así que recuerde.

Ron estaba muy pálido y le goteaba una sustancia oscura por una comisura de la boca. Entonces se le doblaron las rodillas, y al estar todavía agarrado a la túnica de Harry, éste se inclinó por la cintura como si hiciera una reverencia.

—¡Toby! ¡Toby! Ji ji ¡Quiéreme!

Flavia estaba igual que Ron, tiroteando de la túnica de el chico castaño en busca de su atención, mientras este la miraba extraño, asustado.

—Ginny.— dijo Harry con temor.— ¿Qué ha pasado?

Pero Ginny movió la cabeza de un lado a otro y resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo, al tiempo que jadeaba y se sujetaba un tobillo.

—Creo que se ha roto el tobillo; he oído un crujido.— susurró Luna, que se había agachado a su lado; era la única que parecía ilesa.— Cuatro mortífagos nos han perseguido hasta una habitación oscura llena de planetas; era un sitio muy raro, a veces nos quedábamos flotando en la oscuridad.

—¡Hemos visto Urano de cerca, Harry! —exclamó Ron, que seguía riendo débilmente.— ¿Me has oído, Harry? Hemos visto Urano. ¡Ji, ji, ji!

Una burbuja de sangre se infló en la comisura de la boca de Ron, por donde le goteaba aquella sustancia oscura, y explotó poco después.

—Uno de los mortífagos ha agarrado a Ginny por el tobillo.— prosiguió Luna.— he utilizado la maldición reductora y le he lanzado Plutón a la cara, pero...

Luna señaló a Ginny, que respiraba entrecortadamente y mantenía los ojos cerrados.

—¿Y a Ron y Flavia qué les pasó? —preguntó Harry atemorizado; su amigo seguía riendo tontamente, colgado de la túnica de Harry.

—No sé qué les han hecho -respondió Luna con tristeza. —pero se comportan de una forma muy extraña; me han costado lo mío traerlos hasta aquí.

—Harry.— continuó Ron sin parar de reír, y tiró de él hacia abajo hasta que la oreja de éste le quedó a la altura de la boca.— ¿Sabes quién es ésta, Harry? Es Lunática, Lunática Lovegood, ¡ji, ji, ji! ¡Y sabes quien es ella! —señaló a Harper.— ¡Es Harper Swon o como sea! ¡Ji, ji, ji! Todavía recuerdo cuando la bese hace unos años ji, ji, ji.

Harper se sonrojó y bajo la cabeza avergonzada.

—Tenemos que salir de aquí como sea.— dijo Harry con firmeza.— Luna, ¿Puedes ayudar a Ginny?

—Sí.— contestó la chica, y se colocó la varita mágica detrás de una oreja. A continuación, rodeó a Ginny por la cintura y la levantó del suelo.

—¡Sólo me duele un poco el tobillo, puedo levantarme yo sola! —protestó Ginny, pero al cabo de un momento se cayó hacia un lado y tuvo que sujetarse a Luna.

Harper se colocó el brazo de Flavia sobre los hombros como Harry hizo con Ron y miró a su alrededor: tenían una posibilidad entre doce de encontrar la salida correcta a la primera.

Arrastró a Flavia hacia una puerta, y estaban sólo a unos palmos de alcanzarla cuando otra se abrió de repente en el lado opuesto de la sala y por ella entraron tres mortífagos. Bellatrix Lestrange iba en cabeza.

—¡Están aquí! —gritó la mortífaga.

Mierda.

Los mortífagos lanzaron varios hechizos aturdidores; Harry entró apresuradamente por la puerta que tenía enfrente, se liberó sin miramientos de Ron y volvió sobre sus pasos para ayudar a Neville a que entrara a Hermione.

Cruzaron todos el umbral justo a tiempo para cerrarle la puerta en las narices a Bellatrix.

—¡Fermaportus! —gritó Tobías, y oyó cómo tres cuerpos, al otro lado, chocaban contra la puerta.

—¡No importa! —exclamó una voz de hombre.— ¡Hay otras entradas! ¡LOS TENEMOS, ESTÁN AQUÍ!

Harper se dio la vuelta; volvían a estar en la Estancia de los Cerebros, y efectivamente, también allí había varias puertas. Enseguida oyó pasos en la sala circular: otros mortífagos llegaban para sumarse a los primeros.

—¡Luna, Harper, Toby, Neville, ayudadme!— pidió Harry.

Los cinco recorrieron la habitación y sellaron una a una las puertas; Harry chocó contra una mesa y rodó por encima de ella con las prisas por llegar a la siguiente puerta.

—¡Fermaportus!

Se oían pasos que corrían por detrás de las puertas, y de vez en cuando algún cuerpo se lanzaba con fuerza contra una de ellas y la hacía crujir y temblar; Harper, Luna, Tobías y Neville, mientras tanto, encantaban las puertas de la pared de enfrente. Entonces, cuando Harry llegó al final de la habitación, oyó que Luna gritaba:

—¡Ferma... aaaaaaah!

Se volvió y la vio saltar por los aires mientras cinco mortífagos entraban en la habitación por la puerta que ella no había logrado cerrar a tiempo. Luna chocó contra una mesa, resbaló por su superficie y cayó al suelo por el otro lado, donde se quedó desmadejada, tan quieta como Hermione.

—¡Coged a Potter! —chilló Bellatrix, y corrió hacia él; Harry la esquivó y salió disparado hacia el otro extremo de la habitación; estaría a salvo mientras los mortífagos temieran destrozar la profecía.

—¡Eh! —gritó Ron, que se había puesto en pie y avanzaba dando tumbos hacia Harry, sin parar de reír.— ¡Eh, Harry, ahí hay cerebros, ji, ji, ji! Qué raro, ¿Verdad, Harry?

Raro porque no sabías de su existencia antes ¿No? Como no tienes uno.

—Quítate de en medio, Ron, agáchate...

Pero Ron apuntaba al tanque con su varita.

—En serio, Harry, son cerebros. Mira, ¡Accio cerebro!

La escena se detuvo momentáneamente. Harper, Toby, Harry, Ginny, Neville y los mortífagos se dieron la vuelta instintivamente para observar el tanque, y vieron que un cerebro salía como un pez volador del líquido verde: en un primer momento se quedó suspendido en el aire, pero a continuación se dirigió volando hacia Ron, mientras giraba sobre sí mismo, y unas cintas de algo que parecían imágenes en movimiento salieron despedidas de él, desenrollándose como rollos de película.

—¡Ji, ji, ji! Mira, Harry. —dijo Ron contemplando cómo el cerebro desparramaba sus llamativas tripas por el aire.— Ven a tocarlo, Harry, seguro que tiene un tacto genial...

—¡NO, RON!

Harper ignoraba qué podía pasar si Ron tocaba los tentáculos de pensamiento que volaban detrás del cerebro, pero estaba convencido de que no podía ser nada bueno. Harry corrió enseguida hacia donde se encontraba su amigo, pero éste ya había atrapado el cerebro con ambas manos.

En cuanto entraron en contacto con su piel, los tentáculos empezaron a enroscarse en los brazos de Ron como si fueran cuerdas.

—Harry, mira lo que está pasan... No... no... no me gusta... No... basta... ¡Basta!

Las delgadas cintas se enrollaron alrededor del tórax de Ron, que tiraba de ellas, pero sin lograr impedir que el cerebro se aferrara a él como un pulpo.

—¡Diffindo! —gritó Harry tratando en vano de cortar los tentáculos que se enrollaban con fuerza alrededor del cuerpo de Ron ante sus ojos. Éste cayó al suelo e intentó librarse de sus ataduras.

—¡Lo va a asfixiar, Harry! —gritó Ginny, que seguía en el suelo sin poder moverse por culpa del tobillo roto.

Entonces un haz de luz roja salió de la varita de uno de los mortífagos y le dio de lleno en la cara. Ginny se desplomó hacia un lado y quedó inconsciente.

—¡DESMAIUS! —gritó Neville mientras agitaba la varita de Hermione hacia los mortífagos que se aproximaban.— ¡DESMAIUS, DESMAIUS!

Pero no pasó nada.

—¡DESMAIUS!— gritaron Tobías y Harper desplomando a dos Mortífagos.

Otro mortífago lanzó un hechizo aturdidor a Neville y falló por los pelos.

Bellatrix Lestrange echó a correr hacia Harry, que salió disparado levantando la mano con la que sujetaba la profecía y se dirigió hacia el otro extremo de la habitación; lo único que se le ocurría era alejar a los mortífagos de sus amigos.

Por lo visto, su plan había funcionado: los mortífagos lo persiguieron y derribaron sillas y mesas, pero sin atreverse a atacarlo por si dañaban la profecía, y Harry salió a toda velocidad por la única puerta que seguía abierta, aquella por la que habían entrado los mortífagos.

Dolohov volvió a levantar la varita.

—¡Accio profe...! —exclamó, pero entonces Sirius surgió de improviso, empujando a Dolohov con el hombro y desplazándolo varios metros.

La esfera había vuelto a resbalar hasta las yemas de los dedos de Harry, pero él había conseguido sostenerla.

En esos momentos, Sirius y Dolohov peleaban; sus varitas brillaban como espadas, y por sus extremos salían despedidas chispas.

Dolohov llevó la varita hacia atrás para repetir aquel movimiento cortante que había empleado contra Harry y Hermione, pero entonces Harper se levantó de un brinco y gritó:

—¡Petrificus totalus!

Una vez más, las piernas y los brazos de Dolohov se juntaron y el mortífago cayó hacia atrás desplomándose en el suelo con un fuerte estruendo.

—¡Bien hecho! —gritó Sirius, y le hizo agachar la cabeza al ver que un par de hechizos aturdidores volaban hacia ellos.— Ahora quiero que salgas de...

Volvieron a agacharse, pues un haz de luz verde había pasado rozando a Sirius. Harper vio que Tonks se precipitaba desde la mitad de las gradas, y su cuerpo inerte golpeó los bancos de piedra mientras Bellatrix, triunfante, volvía al ataque.

—¡Harry, sujeta bien la profecía, cogan a Neville y corran! —gritó Sirius, y fue al encuentro de Bellatrix.

Harper sentía pulsaciones aceleradas.le costaba respirar, sabía que esos dos augurios de muerte que habían visto significaban algo malo.

Harper no vio lo que pasó a continuación, pero ante su vista apareció Kingsley que, aunque se tambaleaba, estaba peleando con Rookwood, quien ya no llevaba la máscara y tenía el marcado rostro al descubierto. Otro haz de luz verde pasó rozándole la cabeza a Harry, que se lanzó hacia Neville...

—¿Puedes tenerte en pie? —le chilló al oído mientras las piernas de su amigo se sacudían y se retorcían incontroladamente.— Ponme un brazo alrededor de los hombros...

Neville obedeció, y Harry tiró de él. Las piernas de Longbottom seguían moviéndose en todas direcciones y no lo sostenían; entonces un hombre se abalanzó sobre ellos y ambos cayeron hacia atrás. Neville se quedó boca arriba agitando las piernas como un escarabajo que se ha dado la vuelta, y Harry, con el brazo izquierdo levantado intentando impedir que se rompiera la pequeña bola de cristal. Toby se tiro a ayudarlos.

—¡La profecía! ¡Dame la profecía, Potter! —gruñó la voz de Lucius Malfoy en su oído, y Harry notó la punta de una varita clavándosele entre las costillas.

—¡No! ¡Suélteme! ¡Neville! ¡Toby! ¡Cogedla!

Harry echó a rodar la esfera y Neville giró sobre la espalda, la atrapó y se la sujetó con fuerza contra el pecho. Malfoy apuntó con la varita a Neville, pero Toby lo apuntó a él con la suya por encima del hombro y gritó:

—¡Impedimenta!

Malfoy se separó inmediatamente de Harry y éste se levantó, se dio la vuelta y vio que Malfoy chocaba contra la tarima sobre la que Sirius y Bellatrix se batían en duelo. Malfoy volvió a apuntar con la varita a Harry, Toby y Neville, pero antes de que pudiera tomar aliento para atacar, Lupin, de un salto, se había colocado entre Lucius y los tres chicos.

—¡Harry, recoge a los otros y sal de aquí!

Harry agarró a Neville de la túnica por un hombro y lo subió al primer banco de piedra de las gradas; las piernas de su compañero se sacudían, daban patadas y no lo sostenían en pie; Harry tiró de nuevo de él con todas sus fuerzas y subieron otro escalón.

Entonces un hechizo golpeó el banco de piedra donde Harry tenía apoyados los pies; el banco se vino abajo y él cayó al escalón inferior. Neville también cayó al suelo, sin dejar de agitar las piernas, y se metió la profecía en el bolsillo.

—¡Vamos! —gritó Harry, desesperado, tirando de la túnica de Neville. —Intenta empujar con las piernas...

Toby y Harper no perdieron tiempo en ayudarlos.

Dio otro fuerte tirón y la túnica de Neville se descosió por la costura izquierda. La pequeña esfera de cristal soplado se le salió del bolsillo y, antes de que alguno de los dos pudiera atraparla, Neville la golpeó sin querer con un pie. La profecía saltó por los aires unos tres metros y chocó contra el escalón inferior. Se había roto.

—¡Dumbledore! —exclamó entonces Neville, sudoroso, mirando embelesado por encima del hombro de Harry.

—¿Qué?

—¡DUMBLEDORE!

Harper se volvió y dirigió la vista hacia donde miraba su amigo. Justo encima de ellos, enmarcado por el umbral de la Estancia de los Cerebros, estaba Albus Dumbledore, con la varita en alto, pálido y encolerizado.

Dumbledore bajó a toda prisa los escalones pasando junto los alumnos, que ya no pensaban en salir de allí.

Dumbledore había llegado al pie de las gradas cuando los mortífagos que estaban más cerca se percataron de su presencia y avisaron a gritos a los demás. Uno de ellos intentó huir trepando como un mono por los escalones del lado opuesto a donde se encontraban. Sin embargo, el hechizo de Dumbledore lo hizo retroceder con una facilidad asombrosa, como si lo hubiera pescado con una caña invisible.

Sólo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Harry vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.

Harper escucho a las voces, empezaba a decir «Bás» en su cabeza o otras palabras en irlandés. Sentía que todo le daba vueltas y ahí lo supo:

—Harry, alguien va a morir...—susurro a su lado.

Harry la miró, se quedó pálido.

—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación.

El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.

Harry soltó a Neville, aunque sin darse cuenta de que lo hacía. Volvió a bajar por las gradas y sacó su varita mágica al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia la tarima.

Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco.

Harper vio la expresión de miedo y sorpresa del consumido rostro de Sirius, antes apuesto, mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo, que se agitó un momento como si lo hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento y luego quedó como al principio.

Entonces Harper oyó el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange y no fue el único grito; Harper hizo caso a las voces y a vista de todos grito. Un grito tan fuerte que todos, mortífagos y de la orden, tuvieron que tapar sus oídos, cerrar los ojos y rogar con que acabaran con sus vidas. Ese grito no era normal y todos lo sabían, era de una criatura.

Había anunciado una muerte.

Todos en la sala la voltearon a ver, sorprendidos asustados. Al notar que no gritaba más desconcertados y un poco aturdidos fueron sacando las manos de sus oídos. Ya muchos sospechaban que era la chica.

—¡SIRIUS! —gritó Harry.— ¡SRIUS!

Harry había llegado al fondo del foso respirando entrecortadamente.

Harry llegó al suelo y corrió hacia la tarima, Lupin lo rodeó con los brazos y lo retuvo.

—No puedes hacer nada, Harry...

—¡Vamos a buscarlo, tenemos que ayudarlo, sólo ha caído al otro lado del arco!

—Es demasiado tarde, Harry.

—No, todavía podemos alcanzarlo... —Harry luchó con todas sus fuerzas, pero Lupin no lo soltaba. —No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido.

Y por eso Harper odiaba ser una Banshee, por que se quedaba con cada muerte atravesada en su garganta, con cada grito.





























































































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@RossieSFF

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