El príncipe de las hadas (com...

By CarnavalDeMonstruos

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(LGBT+) Un joven rey invoca a un príncipe hada para realizar un ritual mágico que mejore su suerte. ¿Qué tan... More

Advertencia de contenido (opcional)
1. Cambio de suerte
2. Armas secretas reales
4. Al final de la fiesta
5. Cadena de errores
6. Rescatarte
7. Sin magia
8. Donde se encuentran los caminos
9. El punto de no retorno
10. La casa del mago
11. Algo más tenebroso
12. Sobre hechizos prohibidos
13. Las puertas del bosque
14. El corazón de los árboles
15. Un refugio del caos
16. No hay rosas sin espinas
17. Los ojos del halcón
18. Te amo y adiós
19. En las fauces de la oscuridad
20. La invocación de la nigromante (actualización especial)
21. Un contratiempo terrible
22. Encantamiento de glamour
23. Lluvia de miradas indiscretas
24. Marionetas rebeldes y encuentros inoportunos
25. El secreto del guardia seductor
26. La ciudad muerta
¡Interludio especial de MEMES!
27. Los que no pueden volver
28. Conexiones siniestras
29. Susurros del hielo
30. Entre los hilos de la telaraña
31. El ardid sangriento de la hechicera
32. El portal hacia la luna
33. La reina maga
34. Extrañas maravillas ocultas
35. El misterioso pacto de Doslunas
36. Bruma sobre el lago
37. Lo que hay al final de la escalera
38. Más allá del túnel
39. La fuente del poder arcano
40. Noticias ominosas de la tierra de los muertos
41. Todos los miedos (parte 1)
42. Todos los miedos (parte 2)
43. La llave del viento (FINAL)
Epílogo: la inauguración del nuevo jardín
¡Segundo especial de solo MEMES!
EXTRA #1: Una especie de magia (Drustan y Arami)
EXTRA #2: Una promesa encantada (Angus, CaDion, DrustaMi)
Curiosidades de cómo escribí este libro (SUPER SPOILERS)
Fanarts de la historia
Más fanarts de la historia
EXTRA #3 (parte 1 de 3): El invierno es temporada de nigromantes
EXTRA #3 (parte 2 de 3): El invierno es temporada de nigromantes
EXTRA #3 (parte 3 de 3): El invierno es temporada de nigromantes
¡Tercer especial de fanarts!
EXTRA #4: ¿A qué huele la magia? (🐶 y 🐱, Casio/Dion, Arami/Drus, Nora/Erika)

3. Jardín de hadas

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By CarnavalDeMonstruos

A pesar de la insistencia de Casio, Dion no estaba seguro de qué reclamar como pago por sus servicios. Por ahora se contentaba con sus historias, y escuchó a Casio hablar del enfrentamiento contra la reina y su extraña hechicera albina con interés. Casio contó que a veces las hechiceras más experimentadas acompañaban a los reyes en batalla, pero esto no era lo más común. Nora, que trabajaba para él, no estaba preparada. Ella era quien le había sugerido el ritual de invocación de hadas. ¿Estaría Dion dispuesto a conocerla? También tenía la llave a la cámara del tesoro, si Dion quería elegir alguno de allí. O, si así lo prefería, podría mostrarle más de su castillo.

—Me pregunto si podría hacerme pasar por humano mientras lo recorro contigo —dijo Dion, tentado por la idea de interactuar con más personas.

Siguiendo una sugerencia de Casio para humanizar su apariencia, Dion trató de disimular el color de su cabello con magia, y lo llevó del verde claro a un tono ocre, similar al de las hojas de otoño. No creía poder cambiar radicalmente cómo se veía, pero crear pequeñas ilusiones estaba dentro de sus habilidades. Casio le ofreció también ropas más adecuadas, de entre atuendos que le quedaban de cuando era más joven y mucho menos robusto. A pesar de que le quedaban holgadas, Dion encontró el peso de la tela algo asfixiante.

—Perdona que no tenga algo mejor para ofrecerte —se lamentó Casio, mientras le ajustaba una de las mangas.

Apenas amaneció, Casio mandó avisar que tenía visitas inesperadas: un noble llegado de un reino lejano, lo cual no era del todo mentira.

El castillo contaba con un fastuoso jardín que crecía en un gran patio interior. Las enredaderas subían por las paredes que lo rodeaban, y las plantas y los arbustos se expandían en una frondosidad maravillosa. Había flores plantadas en distintos niveles colgantes, y en el centro se levantaba una fuente con una estatua que representaba a una doncella con alas de mariposa.

—¿Supongo que esperabas que me viera así? —preguntó Dion, señalándola.

—Supongo. Es que no sabía que las hadas podían ser varones también.

—No somos varones ni mujeres.

—¿No? ¿Qué son?

—No lo pensamos en esos términos —respondió Dion, encogiéndose de hombros—. Supongo que me da igual, si es como quieres llamarme.

—Lo que sea que eres, eres perfecto así.

Dion sonrió, y se detuvo frente a unas flores de alhelí que crecían entre la vegetación.

—Mira, aquí hay una de las hadas que tú esperabas ver.

Si a Casio le quedaba un remanente de su magia, quizás pudiera verla. Era del tamaño de una abeja, con la apariencia de una especie de muchachita de piel verde, y estaba sentada en el borde de uno de los pétalos, con las piernas colgando en el aire. Miraba a Dion con ojos asombrados.

—¡Un hada de las grandes! —dijo el hada del alhelí—. Había escuchado historias, pero nunca había visto una con mis propios ojos.

—¿No? —preguntó Dion.

—Nunca he salido de este jardín. Tiene todo lo que necesito.

—Entiendo —dijo Dion—. Yo tampoco me había alejado de mi bosque hasta ahora.

—Espero que tengas cuidado. Los humanos pueden ser peligrosos. No todos, claro. Me gusta el que cuida este jardín. Y Nora no está mal, a veces viene a hablarle a las flores. Me ha pedido algún favor, y cuando se lo hago me deja un montón de miel. Ellos pueden escucharme cuando les hablo al oído, aunque no sé si saben que soy yo.

—¿Qué te está diciendo? —preguntó Casio, inclinándose sobre la flor, y Dion rio al ver su rostro confundido por el intercambio del que aparentemente solo escuchaba una parte—. Puedo ver un brillo allí, pero nada más.

—Las hadas de las flores tienen voces muy pequeñas —respondió Dion—. A los humanos les cuesta oírlas, a no ser que se les metan adentro de la oreja para susurrarles. Su magia también es a pequeña escala, por eso una de ellas no podría cambiar la suerte de una forma significativa, aunque quisiera.

—Ya me habían advertido que las hadas grandes eran arrogantes —comentó el hada de la flor, cruzándose de brazos.

—Perdón, Alhelí —se disculpó Dion. Ella no protestó ante el nombre recibido, pero le dio la espalda—. No quise ofenderte. ¿Crees que podamos traerle miel para que me perdone, Casio?

—Claro —respondió Casio. Alhelí volvió a darse la vuelta hacia ellos al escuchar eso, y se sentó de nuevo en el borde de su flor con una sonrisa.

—Saludos a Nora —dijo, cuando los dos se despidieron.

A continuación, fueron a visitar a Nora, la hechicera a la que Dion recordaba haber visto acompañando a Casio en el bosque. Ella casi dejó caer el libro que tenía en las manos cuando Casio le explicó que su acompañante era el hada que había invocado con su ayuda. Rio una risa nerviosa, como si no terminara de creerlo, hasta que Dion se elevó unos centímetros del suelo y quedó flotando en el aire, para mostrarle que no estaba mintiendo. Entonces el libro de Nora cayó del todo, con un golpe sordo, y ella dejó escapar una exclamación de sorpresa.

—Es un honor —murmuró Nora, e hizo una reverencia mientras se llevaba una mano al pecho.

—Así soy más alto que tú —dijo Dion, dando una vuelta por el aire alrededor de Casio, que extendió su mano hacia él con una sonrisa, como lo había hecho antes en su habitación. Dion la tomó y volvió al suelo.

—¿Quieres quedarte a la fiesta? —le preguntó Casio a Dion.

—¿Qué fiesta? 

—Esta noche, para celebrar el triunfo en la batalla. Solo si quieres. Quizás veas algo que te guste mientras estás aquí. Lo que quieras, lo puedes reclamar como tuyo.

La invitación era atractiva. Dion ya había visto cosas que le gustaban. Casio, para empezar, aunque no podía reclamarlo como su premio, por más que quisiera. Le gustaba cómo sonreía y el entusiasmo con que le mostraba su castillo y le contaba sobre las historias de las personas tras las pinturas de los pasillos. A veces rozaba su hombro o su cintura mientras hablaba, siempre por un momento demasiado corto. Tenía la piel muy tibia y las manos enormes.

Lo acompañó por el resto del día a escuchar peticiones, supervisar los preparativos de la fiesta, y a reunirse con otros nobles, que se mostraron intrigados por Dion, quien hacía lo posible para pasar desapercibido, con poco éxito. Casio presentaba a Dion como un invitado de honor extranjero, interrumpiendo convenientemente cada vez que alguien intentaba obtener más detalles.

A la tarde, revolvieron baúles en busca de ropa que pudiera quedarle mejor a Dion que la que llevaba puesta, porque no había tiempo de acudir a un sastre. Encontraron un traje verde oscuro en perfecto estado que había pertenecido a un antiguo príncipe, y que Casio adivinó sería del talle correcto. Volvieron con él a la habitación de Casio, donde Dion se desnudó para probárselo. Casio desvió la vista mientras lo hacía.

—No me molesta que mires —dijo Dion, extrañado.

—Tu cuerpo se ve tal como el de un chico —murmuró Casio.

Dion sonrió.

—Se cuenta que, en un pasado lejano, las hadas y los humanos tuvieron descendientes. Por eso es que algunos de nosotros nacemos con características más humanas que otros. Es un vestigio de esos encuentros.

Casio abrió la boca para decir algo, pero calló. Estaba sentado en su cama.

—No quiero acostumbrarme mucho a tu presencia —dijo finalmente, pasándose los dedos entre sus rizos oscuros—. Sé que vas a salir volando por la ventana en cualquier momento —agregó, enterrando su rostro entre las manos.

Al terminar de vestirse, Dion fue a sentarse junto a él.

—Pero estoy aquí ahora, ¿no? —susurró Dion. 

Casio lo miró de reojo y chasqueó la lengua.

—Quizás porque no se me ha acabado esa suerte que me compartiste. —Con suma delicadeza, Casio apoyó la palma de la mano sobre la mejilla de Dion. La dejó allí por un rato, tanto que Dion creyó que Casio iría más allá, pero su perra saltó a la cama y lo distrajo lamiéndole una oreja.

La hora de la fiesta se acercaba, y ahora era el turno de Casio de cambiarse. Podría pedir que otros vinieran a asistirlo, le dijo, pero prefería ocuparse él mismo.

—¿Debería mirar a otro lado? —preguntó Dion.

—No si no quieres —respondió Casio, para luego quitarse la camisa y dejar a la vista su torso desnudo.

Su cuerpo era muy distinto del de los seres feéricos. Era ancho y firme, con contornos mucho más definidos y una musculatura visible. Claro que quería ver. Así que levantó la cabeza y miró, mientras Casio se colocaba su nuevo atuendo, que consistía en varias capas que culminaban en un pantalón oscuro, una túnica corta de color carmesí con bordados, y un par de botas que lo volvían más alto de lo que ya era. Por último, ajustó una capa alrededor de su cuello y eligió algunas joyas sencillas para adornar sus manos.

Cuando Casio estuvo listo, ambos se pusieron en camino hacia abajo, donde la fiesta estaba por comenzar. Mientras caminaban por una de las galerías del castillo, Dion se deslizó por el suelo para acercarse a una de las ventanas que daban al patio interior, desde donde llegaba música. Distraído por el alegre murmullo que llegaba del nivel inferior, no notó que alguien lo estaba observando.

Continuará

El fondo de este banner son flores de alhelí :)

Para pasar más desapercibido, Dion cambia su color de pelo a uno más humano, tomando como referencia el color de las hojas de otoño. Hay muchos tipos de hojas de otoño, pero estaba pensando en una como esta, que encontré en mi patio:


En el siguiente capítulo: las consecuencias negativas de no ser lo suficientemente precavido. Se pone un poco oscura la cosa.

Recordá que podés ir a leer las advertencias, si así lo deseas.

¡Gracias por leer, te deseo un cambio de suerte para bien!

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