11. Algo más tenebroso

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A regañadientes, Dion dejó que Nora lo condujera a la sala principal de la casa

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A regañadientes, Dion dejó que Nora lo condujera a la sala principal de la casa. Al igual que el pequeño cuarto, estaba atiborrada de frascos y libros, e iluminada con velas escondidas en los recovecos de las paredes.

Una mesa sencilla presidía el lugar, y sobre ella estaba el bolso abierto de Nora. Dion se sentó frente a él y descansó su frente sobre la madera, creando una barrera alrededor de su cabeza con sus brazos. Unas palmaditas de Nora sobre su espalda lo reconfortaron, pero no lo suficiente como para conseguir desenredar su ovillo de emociones y sacarlo de su cueva.

—Los dejo solos y se meten en problemas —dijo una pequeña voz—. No sé cuál de los dos es más desastre.

—¡Alhelí! —exclamó Dion, levantando la vista. Ella lo saludó con la mano, desde el borde del bolso de Nora—. ¿Estuviste bien ahí adentro?

—No, fue horrible. Mi intención era volver al jardín luego de acompañar a Nora a la ciudad, pero cuando llegamos al castillo estaba todo ese caos. No tengo descanso desde que llegaste.

—Al final, el ritual solo trajo mala suerte —dijo Dion, apoyando el mentón sobre la mesa—. ¿Será que no es común que se haga porque no funciona?

—¿Estás seguro de que lo hiciste bien?

La posibilidad hizo callar a Dion, que quedó petrificado donde estaba.

—Quizás sin tu intervención, hubiera sido aún peor —dijo Nora, a pesar de que ella también tenía la mirada apagada. Sus labios se curvaron en un intento de sonrisa que no llegó a concretarse—. Pero no debimos dejar a Erika atrás.

Era difícil imaginar algo peor: Casio, quien lo había llamado para defender a su reino, había sido traicionado, herido, y era ahora un fugitivo. Estaba vivo, por poco. Alhelí y Nora habían perdido su hogar, y quién sabe lo que habría ocurrido con Erika, que había insistido en quedarse para demorar a sus perseguidores. Quizás a esas alturas estuviera arrestada o muerta. Empezaba a entender por qué tantas personas creían que no se podía confiar en la suerte. Las ramificaciones podían ser inesperadas.

Una pregunta de Alhelí dirigida a Nora sacó a Dion de su pantano de pensamientos.

—¿Por qué se ve joven ese viejo? —preguntó, ahora colgada de una hebra del cabello de la hechicera—. ¿Qué clase de hechizo del tiempo hizo?

—En realidad —respondió Nora—, nunca me ha contado bien la historia. Cada vez que lo he intentado cambia de tema. Sé que tiene que ver con la razón por la que dejó de trabajar para la corte de Solonia.

A continuación, Nora fue por una caja de la que sacó unas ganzúas de metal, y se ofreció a intentar quitarle a Dion el brazalete de hierro que Dalia le había puesto. Dion estiró el brazo hacia ella, que se sentó frente a él, y la observó mientras ella luchaba infructuosamente por abrir la tranca de la muñequera con sus extraños instrumentos puntiagudos. La puerta de la habitación donde Angus atendía a Casio se mantenía cerrada. La mirada de Dion iba hacia esa dirección cada tanto, esperando algún tipo de movimiento.

El príncipe de las hadas (completa)Where stories live. Discover now