Jorge
—Si sigues mirando de esa forma al teléfono, vas a fundirlo —me dice en bajo mi mujer, intentando que el comentario quede entre nosotros aunque la mesa ya esté llena.
La miro y le dedico la mejor sonrisa de las que tengo. Ella sabe por qué no dejo de observar el móvil. Hoy empezaban a hacer pruebas a los que habían estado en contacto con aquel abogado y quiero que me digan cómo va todo. Por ahora no hay noticias pero...
Beso sus labios a modo de respuesta y ella asiente, comprendiendo.
—Lo que un padre tiene que aguantar... —escucho a Ángel quejarse al otro lado de la mesa.
—Mejor no hablamos de quejas hoy, ¿de acuerdo, suegro? —le reprocho, haciéndole reír.
Él abraza a mi madre sin dejar de mirarme y le da un beso en la mejilla. Sonrío por su infantil forma de fastidiarme mientras a mi lado Laura ríe veladamente.
—El amor no tiene edad —le escucho ahora que dice.
—Ya, hemos podido escucharlo desde primera hora de la mañana —le recrimino, haciéndole reír.
—¡Entonces eran ellos! —exclama Alex con alivio y se gira hacia Carol—. Te lo dije, no podían ser mis padres, ¿ves? Eran los de ellos.
—No, cariño, nosotros no éramos —le responde ahora su padre.
—Le dije a tu padre que no hiciera ruido —añade ahora su madre—. Fuimos mucho más cuidadosos.
La mesa al completo se echa a reír salvo Alex, que se lleva las manos a la cabeza a modo de drama. Incluso mi tesorito veo que se tapa para poder reírse también. Vaya, comprende de lo que estamos hablando. Voy a tener que darle una charla sobre el tema más pronto que tarde.
Suena mi teléfono. El corazón se me dispara pero mi mujer aprieta mi mano para calmarme. Es algo que siempre funciona, incluso en momentos así.
—Si me disculpáis un momento —les digo a todos, levantándome con el móvil en la mano.
Me alejo del comedor y me meto en el despacho para poder recibir las noticias con algo más de tranquilidad.
Aunque no sé si eso va a ser posible, vaya donde vaya....