—¡CAPÍTULO CUATRO!
Pero nunca llegaron los sollozos.
El tiempo pasaba lento en la clase de pociones. Harper estaba un poco nerviosa, luego de esa clase tendrían con la nueva profesora de DCAO y no le hacía mayor ilusión enterarse de que tendría que tolerar a lo largo de este año y quizás los que le quedaba en Hogwarts.
Si tenía suerte la nueva profesora se iría al terminar al año.
Harper miró a su compañero de banco. Toby y ella habían ya terminado sus respectivas pociones y se dedicaban a observar a todos los demás, la hora de Snape les encantaba aunque no les favorezca, era pura tranquilidad. Aunque por un lado era mejor que para los gryffindors, quienes solían compartir esa hora con los Slytherins, por lo menos ellos lo hacían con los Hufflepuff.
Cuando Snape empezó a tomar
asistencia lo más interesante que había salido de ahí para todos en la habitación y hasta para el profesor, quien no entendía porque la alumna tenía otro apellido ahora en los registros.
El apellido fue pronunciado por sus labios y la chica se proclamó como presente, aceptándolo como su nuevo apellido. Los murmullos empezaron, miraban a la castaña muchos Ravenclaw sin disimulo y los Hufflepuff, mantenían la calma, a Harper le gustaba esa casa, era tan pacífica y un momento en el que estaba tan destruída solo necesitaba eso: paz.
* * *
Cuando los mejores amigos ingresaron al aula de DCAO, hora que compartían con Hufflepuff. Los alumnos guardaron silencio en cuanto entraron en el aula; la profesora Umbridge todavía era un elemento desconocido y nadie sabía lo estricta que podía ser a la hora de imponer disciplina.
—¡Buenas tardes a todos! —saludó a los alumnos cuando por fin éstos se sentaron.
Unos cuantos respondieron con un tímido «Buenas tardes» Harper y Tobías ni movieron la boca.
— ¡Ay, ay, ay! —exclamó.— ¿Así saludáis a vuestra profesora? Me gustaría oíros decir: «Buenas tardes, profesora Umbridge.» Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos!
—Buenas tardes, profesora Umbridge —gritó la clase, menos algunos como Harper y Toby que se mantuvieron helados como el hielo.
—Eso está mucho mejor —los felicitó con dulzura— ¿A qué no ha sido tan difícil? Guardad las varitas y sacad las plumas, por favor.
Se miraron extrañados, cada profesor era más raro. En tercero habían tenido la libertad de la práctica con el profesor Lupin, en cuarto el acercamiento a la magia más oscura con el falso Moody y en quinto parecía ir cada vez peor.
Harper metió su varita en la mochila y sacó la pluma, la tinta y el pergamino. La profesora Umbridge abrió su bolso, sacó su varita, que era inusitadamente corta, y dio unos golpecitos en la pizarra con ella y de inmediato, aparecieron las siguientes palabras:
«Defensa Contra las Artes Oscuras: regreso a los principios básicos.»
—Muy bien, hasta ahora vuestro estudio de esta asignatura ha sido muy irregular y fragmentado, ¿Verdad? —afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase con las manos entrelazadas frente al cuerpo.— Por desgracia, el constante cambio de profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio aprobado por el Ministerio, ha hecho que estéis muy por debajo del nivel que nos gustaría que alcanzarais en el año del TIMO. Sin embargo, os complacerá saber que ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el Ministerio. Copiad esto, por favor.
Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por los «Objetivos del curso».
1. Comprender los principios en que se basa la magia defensiva.
2. Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear legalmente la magia defensiva.
3. Analizar en qué contextos es oportuno el uso de la magia defensiva.
Durante un par de minutos en el aula sólo se oyó el rasgueo de las plumas sobre el pergamino. Cuando los alumnos copiaron los tres objetivos del curso de la profesora Umbridge, ésta preguntó:
—¿Tenéis todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard? —Un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase.—Creo que tendremos que volver a intentarlo —dijo la profesora Umbridge.— Cuando os haga una pregunta, me gustaría que contestarais «Sí, profesora Umbridge», o «No, profesora Umbridge». Veamos: ¿tenéis todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard?
—Sí, profesora Umbridge —contestaron los alumnos al unísono. Ni caso le hizo la castaña.
—Estupendo. Quiero que abráis el libro por la página cinco y leáis el capítulo uno, que se titula «Conceptos elementales para principiantes». En silencio, por favor.
La profesora Umbridge se apartó de la pizarra y se sentó en la silla, detrás de su mesa, observándolos atentamente con aquellos ojos de sapo con bolsas.
Harper apartó el libro, ya lo había leído entero y no era la única de su casa que lo había hecho, y se quedó mirando fijamente a su profesora, preguntándose:
¿Qué hacía que la odiara tanto? ¿Era sus vestimentas, su voz chillona o su manera de tratarlos como si tuvieran 5 años? No se mostró intimidada o aturdida cuando los ojos de Umbridge se posaron en ella.
—¿Señorita...?— Empezó ella.
—Swan, Harper Swan.— dijo dudosa lo primero.
—Señorita Swan ¿Ya termino de leer el capítulo asignado para la clase de hoy Conceptos elementales para principiantes?
—Si, profesora Umbridge.— Contestó sería.
—Lee el siguiente entonces Señorita Swan.— Le dijo de brazos cruzados.
—Ese también lo he leído, ya me he leído todo el libro.
Todos en la clase no se podían creer la escena, todos conocían a Harper Swan, o bueno conocían a Harper Di Cleardio, tenía su reputación de no meterse en problemas.
Cuando la clase termino, no falto mucho para que los mejores amigos se enterasen de lo que había pasado en la hora de los Gryffindors y Slytherins, Harry tenía detención por bocaza, pero por otra parte le aplaudía, ella también le habría dicho eso.
Hasta que Cho Chang burlona le vino con el chisme de que también habían mencionado al Hufflepuff en la discusión, Harry había mencionado su muerte.
Algo ardió dentro de la castaña, el fuego se propagaba rápidamente por todo su ser, lentamente satisfaciéndose de su dolor, consumiendo más de lo que debía de ella, desestabilizándola desde dentro. Harper sabía que este año para ella no sería para nada igual a los demás, ya no le importaba eso que antes le daba miedo, ya no le importaba meterse en problemas.
Tobías observó como la vista de su amiga se perdía, sus ojos se empezaban a irritar, por suerte la de rasgos asiáticos ya se había ido. Acercó a la castaña a su pecho y depositó su cabeza ahí, su estatura la dejaba ahí, estaba esperando que llore, pero nunca llegaron los sollozos.
La chica se separó de él, había visto algo o a alguien. Apretó los puños hasta dejarlos blancos, como dijimos en el principio de esta historia hace mucho tiempo Harper era la mejor en eso, apretar sus puños hasta hacerse sangrar con el contacto de sus uñas y sus palmas, pero en su cara mostrar como si todo fuera bien, este no era un momento para eso.
Decidida se acercó a un grupo de personas, cuando se paró frente a ella eran sus tres amigos de la casa roja. La observaban sin entender porque sus ojos rojos o su expresión de frustración en el rostro, nunca habían visto a Harper llorar más que luego de la muerte de Cedric.
Ahí captaron lo que el de pelo negro había hablado libremente de su muerte, mejor dicho lo había gritado, era imposible que la que fue su novia no se hubiere enterado. Vieron como Tobías se posicionaba a su lado y acariciaba con cariño la mano blanca por la presión de la bruja. Toby le susurraba cosas al oído no oíbles para el trío, intentando calmar a la chica.
—¿Tu... en-enserio gritaste eso?—le preguntó mirándole a los ojos Harper a Harry, olvidándose de los demás ahí.
Ron y Hermione se miraron, no les gustaba para nada ver a su mejor amiga y hermana así.
—Si, yo hablé sobre que Voldemort había matado a Cedric.
Harper se quedó petrificada al oír ese nombre, los demás lo notaron, pero no notaron el estallido de la llama dentro de ella. ¿Acaso nadie notaba el fuego con el que se estaba quemando? ¿El que recorría todo su interior sin darle descanso?
—¡N-no pronuncies su nombre!—su voz temblaba, pero parecía que se ahogaba.
Los tres chicos saltaron en su lugar, no se esperaban esa reacción, Harper se veía realmente mal. Toby la tomó del brazo y la apego a él.
—Harper yo... —Harry no sabía que decir.
—Nada. Me tengo que ir, tengo encantamientos. — intento lavarse las lágrimas de su cara.—Deberías velar el silencio y respetar la muerte. Te lo digo yo que la conozco en carne propia.
Harper y Tobías se fueron de ahí rápidamente, la chica estaba pálida, más de lo normal, como si hubiera soltado algo que no debía. Los gryffindor, mejor dicho Hermione y Harry, más Ron no entendían nada, se habían quedado pensativos, no entendían porque Harper conocía a la muerte en carne propia, pero lo averiguarían.
VOTA - COMENTA - SÍGUEME.
@RossieSFF