A Través De Tu Ventana ®© #1

Por Meldrybaez

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Mi mundo hasta hace poco, se definía en dos palabras: Cuatro paredes. No conocía nada más que estas cuatro pa... Más

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Epílogo
Nota
Segunda parte
¡Buenas noticias! 📖♡
¡A la venta!

Capítulo Trece

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Por Meldrybaez

Thiago Miller

Besaba sus suaves labios mojados por la lluvia y mi saliva. Hasta que empecé a sentir algo fuerte en el pecho. Mi cuerpo empezó a temblar. No sé el porqué quise hacer esto. Supongo que tenía la curiosidad de volver a sentir sus labios con los míos.

Volví a temblar.

—¿Thiago? ¿Qué pasa?

Seguía temblando muy fuerte hasta que mi cabeza dio un giro y estaba mareado. Mi cuerpo se tambalea y caigo al suelo. Todo se puso oscuro y escuché a Hanna gritar mi nombre.

***

Era lunes por la mañana. Recién me había levantado y me había duchado.

Un día sin saber de Hanna me había hecho sentir mejor. Mi madre me había contado que había salido con su padre a un domingo familiar o algo así. Creo que es una costumbre de padre e hija. Y eso me hizo pensar en la madre de Hanna. ¿Qué pasaría con ella y por qué no vive junto con su hija y su esposo?

Después decidí bajar a la cocina. Tenía un poco de hambre y debía hacer algo de desayuno. Mi madre se había ido al hospital y me tocaba a mí mismo preparar algo de comer. Me vestí con unos shorts verdes oscuros y una camiseta con mangas cortas de color gris. Iba bajando las escaleras cuando escuché que alguien que cocinaba. ¿Mamá había regresado ya?

—¿Mamá? ¿Ya estás aquí?—Fui hasta la cocina y la vi allí de pie delante de la estufa cuando se giró hacia mi.

—Buenos días—dijo con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí, Hanna?

—Vine a hacer el desayuno. Tu madre no estaría hasta la tarde y me pidió hacer algo para ambos. Mi padre tampoco está en casa.

—Pues debiste hacer desayuno para ti en tu casa ¿no crees?—dije cuando empecé a caminar hasta la encimera en el centro de la cocina.

—No. Tu madre me pidió que viniera y aquí estoy. Solo espero que me hayas perdonado de verdad.

—¿Y si no hablamos de eso?—dije cuando me senté en un taburete—Ni de todos lo demás. Ni de...

—¿El beso? ¿Del desmayo bajo la lluvia?—me interrumpió.

—Sí. De eso. Y lamento lo del beso.

—No lo lamentes—dijo colocando un plato con wuaffles en frente de mi, encima de la encimera. Tiene buen aspecto y miel de maple por encima y un tener al lado del plato—. Deseaba que lo hicieras de todos modos. Sino lo hacías, lo haría yo otra vez.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?—dijo con un sonrisa. Dio una vuelta y apagó la estufa para volver a sentarse a mi lado en un taburete y con un plato de wuaffles.

—Estás... extraña. Muy sonriente.

—Y cómo no estarlo si estamos bien.

—Aún no te perdono todo lo que me haz hecho.

Llevó un trozo de wuaffles a su boca con el tenedor—Sí. Quisiera hacer algo para que me perdones por completo.

—Con que no hagas nada, haces mucho aunque no lo creas—miré la encimera y vi dos vasos de zumo. ¿Y cuándo los colocó allí?

—Come—dijo masticando y señalando mi plato con su tenedor—. No cocino tan mal—hace una pausa—. Espera... ¿No te gustan los wuaffles? Mierda. Puedo hacerte otra cosa—hizo ademán de levantarse del taburete y la detuve con un brazo.

—No. Está bien. Si me gustan.

Corté un trozo con el tenedor y lo llevé a mi boca. Eran muy suaves y dulces. Sabían muy bien de hecho. Además, no los como hace mucho tiempo. Mamá casi nunca está en la casa por el hospital y más ahora con otro empleo con el señor Mackensy. Así que tenía que preparar yo mi desayuno y no sé hacer wuaffles.

—¿Y?—dijo, mientras me miraba para que le respondiera si me había gustado lo que había preparado.

—Están muy buenos—dije llevando otro bocado a mi boca.

—Me alegra que te guste.

Guardamos silencio por un buen rato mientras comíamos nuestro desayuno. Ella tomó un sorbo de su zumo y yo tomé un sorbo del mío tras comer otro trozo de wuaffles con miel de maple. Miraba a Hanna de vez en cuando. Incluso duraba varios segundos mirándola mientras comía, pero cuando levantaba la cabeza para mirar hacia mí, miraba mi plato o a cualquiero otro lado de la cocina.

Cuando terminamos, ella llevó los trastes al fregadero y los lavó. Le dije que no tenía que hacerlo, que era suficiente con haber preparado el desayuno. Pero ella insistió en que no era nada y los terminó lavando de todos modos.

La miré mientras seguía de frente en el fregadero y dije:

—Que te haya besado no quiere decir que estemos saliendo ni nada—dije.

—Lo sé, Thiago. No soy tonta.

—De cierto modo, sí—dije y la escuché reír.

—Quizás sí. Si te refieres a todo lo que te hice—se había girado en el fregadero para mirarme con las manos detrás y apoyadas delante del fregadero.

—Vale—me puse de pie para salir de la cocina.

—¿Oye, Thiago?

Me detuve—¿Qué?

—Tu madre me encargó ir por algunas cosas al supermercado y me preguntaba si...

—No—la interrumpí—. No quiero ir contigo ni con nadie.

—Ah, vale. Es que no quería ir sola.

—Pídele a tu amigo Jeremy que vaya contigo. Te ayudó mucho la última vez.

—¿Por qué lo mencionas?

—Porque es la verdad, ¿no? Supongo que ya son buenos amigos después de haberse ayudado mutuamente para sacarme de casa—hablaba un poco enojado.

—Si no querías ir, solo tenías que decirlo y no hablarme de esa manera, Thiago—se giró y cerró el grifo para luego secar sus manos con una toalla que colgaba de la manija del horno de la estufa.

—Es lo que intentaba decirte.

Salí de la cocina y fui hasta mi habitación y cerré la puerta con seguro para prevenir el hecho de que se quiera aparecer por aquí.

Al pasar las horas, bajé al primer piso y vi que Hanna se ponía de pie del sofá después de haber apagado el televisor. Fue hasta la puerta principal y la abrió.

Llegué cerca del sofá cuando se dio la vuelta y vi sus ojos vidriosos y supuse que estaba llorando o iba a hacerlo.

—¿Estás bien? ¿Pasa algo?

Sonrió—Estoy bien. ¿Seguro que no quieres venir.

—Bueno. Quería decirte que lo había pensado y creo que debería ir. No sé.

—¿De verdad?—sonrió.

—Sí. No estoy muy seguro, pero creo que mi madre merece que haga esto. Merece que su hijo deje de ser tan cobarde.

—No eres ningún cobarde.

—Lo dice la chica que me lo gritó en mi habitación hace unos pocos días.

—Lo siento.

—¿Nos vamos?—le pregunto y asintió con la cabeza, sonriendo.

Me había puesto unos jeans negros, una camiseta verde con capucha y mangas largas que había recogido hasta mis codos. Y me había puesto unos vans negros. Ella lleva un vestido amarillo y unos zapatos sin tacón.

—Tengo una pregunta.

—¿Sí?

—¿Cómo vamor a ir? Mi madre se ha llevado el coche.

—Tranquilo. Jeremy nos llevará en el suyo. Ya está esperando afuera. Solo espera un momento—me dijo con el dedo índice arriba.

Salió corriendo hacia afuera. Me acerqué y miré por la ventana. Estaba cerca de un coche descapotable y habla con Jeremy sentado en el asiento del conductor. La vi correr de vuelta a la casa y fui al mismo lugar en el que estaba.

—Vámonos.

Esa salió y fui tras ella. Me detuve en la entrada y la mirada de Jeremy se encontró con la mía. Llevaba una camiseta naranja y una gorra de beisbol azul.

Hanna se detuve frente al coche con la puerta abierta y el asiento inclinado hacia adelante.

Empecé a desenvolver las mangas de mi suéter hasta mis muñecas para evitar que el sol vuelva a quemarme la piel. Pero no había sol.

—Vamos, Thiago—me gritó Jeremy—. Tú puedes.

Una sonrisa tímida y de lado se asomó en mi rostro y di un paso hacia afuera. Hanna y Jeremy gritaron en modo satisfactorio y no pude evitar reír y sentirme como un niño pequeño cuando está aprendiendo a camiar y sus padres están en frente de él para evitar que caiga. Quisiera que mi padre estuviera aquí para verme hacer esto otra vez.

Caminé hasta ellos con una gran sonrisa.

—Ese es mi amigo—dijo Jeremy—. Dame esos cinco—extendio su mano hacia mi con la palma de la mano abierta y choqué la mía con la de él tímidamente. Ambas pálidas.

—Quieres atrás o delante—me preguntó Hanna.

—Ahh—dije confundido.

—Delante claro.

—Atrás—dije al mismo tiempo que Jeremy decía que me sentara delante.

—Pero como tu desees así será—dijo él.

Subí al asiento de atrás. Hanna Había acomodado el asiento de cuero llevándolo hacia atrás y subió al coche.

—Nos vamos—el motor rugió cuando Jeremy giró la llave en el pequeño compartimento y me sobresalté cuando el coche avanzó.

Me quedé observando todo al alredeor. Diferentes casas con diferentes colores. Unas más grandes que otras. Pero no como la de Jeremy. Arbustos y árboles, niños corriendo, jugando con pelotas, otros arrastraban un pequeño carrito rojo de cuatro ruedas con varios juguetes dentro. Personas caminaban por la acera y otros llevaban a pasear a sus perros. De repente, varios coches empezaron a pasar y motocicletas. Personas en bicicletas y otras corrían. Un hombre corría con un maletín e iba vestido con esmoquin. Creo que llegaría tarde a su trabajo o a algún otro lugar. Quizás a una reunión.

Me empecé a sentirme extraño y noté que Jeremy me observaba por el espejo retrovisor.

Extendió una mano a alguna parte de la parte delantera del coche y algo empezó a moverse detrás de mi. Temblé.

—Tranquilo, Thiago. Solo es la capota que se está cerrando—dijo Jeremy. Entonces ahora el coche estaba cerrado solo para nosotros tres.

No sé si lo hizo porque había notado como me había puesto o por el sol. Pero no había sol todavía por donde ibamos.

—Todo está bien, Thiago—dijo Hanna recostada en el asiento mirándome. Colocó una mano en la mía que tenía ambas manos apoyadas en mis muslos. Pero ella me sujetó la derecha.

El coche seguía avanzando y guardé silencio quitando la capucha de mi camiseta de la cabeza.

Me recosté de mi lado derecho en el asiento y observaba por la ventana como el paisaje pasaba a nuestro alredeor.

—Hemos llegado—dijo Jeremy minutos después—. ¿Listo, Thiago?—preguntó con una sonrisa.

Asentí con la cabeza—Eso creo.

—Será muy divertido—dijo Hanna.

Salimos del coche y nos dirigimos a algo muy grande. Es como un mercado de esos que salen en la televisión. Dos grandes puertas se abren mientras personas entran.

Caminaba tímidamente y di un pequeño salto cuando un niño pasó a mi lado empujando un carro de compras y gritando como si de un motor de coche se tratara y su madre sonreía detrás de él. Jeremy y Hanna sonrieron.

—Venga. Tenga—dijo Jeremy cuando se colocó en frente de mi para ponerme su gorra en mi cabeza. Su pelo rubio terminó alborotado y el mío casi tapaba mi cara.

Sonreí y entré las puntas de mi pelo en la gorra.

—Pero es tuya—le dije.

—Ya pronto me la devolverás.

—Aún tengo tu ropa—le dije mientras seguíamos caminando. Hanna iba a mi lado, pero yo iba un poco atrás y Jeremy a mi izquierda, más adelante que nosotros dos.

Nos acercamos a la entrada y las puertas se abrieron.

—Wow—dije.

Entramos en el centrocomercial y vi que había pocas personas. Reinaba el silencio aquí dentro. Pero luego se empezaron a escuchar pasos de personas y pequeños murmullos.

—Limpiesa en el pasillo seis—mis ojos se abrieron como platos. Me giré para salir corriendo cuando las manos de Hanna y Jeremy me detuvieron.

—Tranquilo—dijo Jeremy.

—Solo es el megáfono—dijo Hanna señalando algo a lo lejos. Miré y vi una cosa rara que colgaba del techo.

—Oh—dije.

—Pareces de otro planeta y no que nunca saliste de casa—Jeremy sonrió—. Ven. Vamos por cereal y Hanna va por las verduras.

—De acuerdo—dijo ella y Jeremy me llevó con él hacia la izquierda.

Caminábamos por un pasillo, giramos a la izquierda y después llegamos a un pasillo con un montón de golosinas.

—Wow. Es como en la televisión. Pero mejor—dije y Jeremy miró hacia atrás y sonrió.

—Es muy grande, ¿no?—dijo viendo una gran bolsa de algo blanco en pequeñas bolas o algo así.

—Sí—dije mirando hacia arriba girando despacio y luego me acerqué a él—. ¿Qué es?

—Malvaviscos ¿Quieres?

—Oh, sí. Creo que los he visto en la tele. Además, no creo que mi madre lo pidiera para llevarlo a casa.

Él sonríe—Yo invito. Te los compró. Vamos.

Seguí detrás de él varios pasos y miramos al gran estante de nuestro lado derecho del mismo pasillo y tomó una gran bolsa de cereal de colores—. También nos llevaremos esto.

—¿No debe costar mucho?

—No—dijo y miró la bolsa—. Diez dolares.

—No lo compres. No tengo cómo pagarte.

—No quiero tú dinero, Miller. Quiero comprarlo para ti.

—¿Por qué?

—Porque quiero, puedo y te lo mereces porque eres valiente y fui un tonto al ayudar a Hanna a sacarte de casa sin que quisieras hacerlo.

—Ya no importa. Creo que estoy bien. sino, no estuviese aquí con ustedes.

—Me alegra que vinieras. Así que te voy a comprar esta bolsa de cereal. Además, quiero que comas de estos malvaviscos.

Sonreí y miré al suelo blanco. El piso brillaba y podía ver mi reflejo en el. Un poco borroso, pero podía verlo en la cerámica.

—Oye Thiago.

—¿Sí?

—Tengo una idea—giró su cabeza hacia mi y sonrió.

—¿Qué?

—Solo confía en mí. Ven.

Lo seguí a la salida del pasillo y lanzó las bolsas que tenía debajo de sus brazos en un carrito igual al que el niño de afuera arrastraba.

—Sube al carrito—dijo sonriendo.

—¿Qué?

—Que subas.

—Oh no, no, no.

—Vamos, será divertido.

—No—se acercó a mi.

—Vamos—dijo y me levantó en brazos.

—¿Jeremy que haces? No, no.

Y me entró en el carrito con las bolsas delante mío.

—Que empiece la diversión.

—¿Qué?

Y arrastró el carrito de compras de color verde y blanco detrás de mi mientras gritaba. Nos moviamos de un pasillo a otro y escuchaba la risa de Jeremy.

—Solo relájate, Miller. Es divertido.

Intentaba calmarme. Pero mi corazón se aceleraba y empezaba a sudar. Eso no era nada bueno. Cerré mis ojos mientras Jeremy seguía arrastrando el carrito y respiré profundo. Sonreí forzando una sonrisa llena de nervios y cuando abrí los ojos, Jeremy movía el carrito despacio.

Pasamos por otro pasillo y Jeremy detuvo el carrito y tomó dos botellas de plásticos con refrescos.

—¿Rojo o Naranja?—dijo con uno en cada mano. El rojo en su izquierda y el naranja en su derecha.

—No lo sé. Nunca he tomado refrescos.

—Los dos entonces. ¿En serio que eres de este planeta?—dijo, dejando los refrescos en el carrito sonriendo. Sonreí y seguimos nuestro camino.

Pasábamos al lado de los pasillos, por los grandes estantes.

—Vamos por Doritos—dijo.

Corrió más de prisa moviendo el carrito y me sujeté de cada lado apretando los dientes con fuerza. Sentí que iba más despacio y noté que se había subido sus pies en alguna parte.

—Wiii—dijo, cuando pasábamos por el mismo lugar. No evité sonreír ante lo que hacía y vimos a Hanna a nuestro lado derecho en un refrigerador gigante con dos puertas de cristal mientras llevaba un carrito a su lado.

Ella también sonrió.

—¿Pero qué...?—dijo cuando nos vio pasar a su lado y no para de reír.

Sonreí un poco y llevé mis manos al aire sin parar de reir.

—Hola Hanna—le gritamos al mismo tiempo. El carrito siguió corriendo hasta que chocamos con un estante lleno de cucherias y nos quedamos en silencio—. Estamos bien—le gritó Jeremy y me sujeté muy fuerte al carrito.

Lanzamos una carcajada y Jeremy bajó del carrito con varias cosas en el suelo por culpa de nuestro choque.

Se agachó y se volvió a levantar—Bueno, al menos encontramos los doritos—me mostró una bolsa grande y roja. Volvimos a reír.

—Limpieza en el pasillo seis—volvió a decir una voz femenina en el megáfono y Jeremy y yo volvimos a reír a carcajadas.

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