NHEREOS: Nacer para Sobrevivi...

Galing kay Gabrielaeolmedo

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- CIENCIA FICCIÓN - VERSIÓN EXTENDIDA 2020 Se acercan tiempos oscuros... Jugar a ser Dios puede afectar el fu... Higit pa

· DEDICATORIA ·
BOOKTEASER
Prólogo a la eugenesia
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
EPÍLOGO

Capítulo 8

22 2 4
Galing kay Gabrielaeolmedo

El portal traslugativo, abierto en el Criadero, dejó ingresar a los jóvenes Gamma 567 y a Omega 004 —Tercero— cargando el cuerpo de Alpha 237. Fueron recibidos por Yörg en persona, seguido de un grupo de médicos y Nhereos. El sirviente del líder vio con espanto el estado en que 237 llegó, quedándose paralizado por la escena.
Depositaron a Alpha en el suelo, los especialistas revisaron la herida. Uno de ellos aplicó un aerosol sobre ella que arrancó un grito agudo al joven líder, fue sujeto por los dos que lo llevaron.

—Es grave —declaró una mujer—. La herida fue cercana al corazón, así que hay regenerarlo antes de que sea demasiado tarde, ¡hagan lugar! ¡Hagan lugar! —rugió y los Nhereos acompañantes de Yörg hicieron a un lado a los curiosos que rondaban al reducido grupo.

—¡Alpha! —gritó Pentagon empujando a los otros—. Alpha... Alpha... ¡¿Qué pasó?! —exigió a Gamma y haciendo que se sobresaltara.

—Itha lo... lo baleó con Xenón —respondió de inmediato con nerviosismo.

—Por favor, hágase a un lado —ordenó la médica—. La camilla vendrá pronto...

Pentagon 056 —habló Hiringger—. Deja a los profesionales hacer su trabajo.

—¡Está muriéndose! ¡Deben llevarlo a los Regnobots! ¡¿Dónde están?!

—¡Traigan la cami...! ¿Pentagon? —dijo Yörg siendo empujado suavemente por el ex líder Nhereo.

056 negó e interrumpió lo que decía el sirviente. Cargó a Alpha en sus brazos; Tercero y Gamma lo veían con admiración.

¡Pentagon 056! —rugió Hiringger estallando en los altavoces y sobresaltando a los demás presentes—. ¡Dije que dejara a los profesionales hacer su...!

—¡No voy a dejar que mi hijo muera! —enfrentó viendo la cámara más cercana—. ¿O tú lo harías, Hiringger?

La imagen de Pentagon llevando a Alpha como padre a su hijo arrancó más de una exclamación del mismo sentimiento que invadía a los dos Nhereos primero. Porque Pentagon era muchas cosas: un asesino, un cazador, un hombre fiel a Hiringger; pero sobre todo, Pentagon era humano y el cariño de uno hacia el otro era recíproco.

Pentagon lo había visto crecer, lo había visto convertirse en eso. Y así como Alpha consideraba a su entrenador, un padre; 056 lo consideraba un hijo. Lo malo que pudiera pasarle, él lo sufría en el alma.
No le interesó en lo más mínimo que John Hiringger fuera a castigarlo por tal desobediencia; no le importó lo que fueran a hacerle después de eso, le daba igual. El jefe lo observaba en silencio, tamborileando los dedos sobre la superficie del cristal a modo de escritorio.
Bufó y desvió la mirada húmeda hacia hacia su espalda, donde Yörg terminaba de pasar tras ser autorizado por Amobia.

—¡Háganse a un lado! —clamó y obedecieron inmediatamente—. ¡Que se muevan!

Pentagon cruzó los pasillos con paso apurado, seguido de los galenos. Dejó a su protegido en la camilla del Área de Salud y salió junto a Gamma y Tercero, estos lo habían seguido a fin de quitar cualquier obstáculo metido adelante. Observaban a los médicos tratando de mantener estable al joven, los ojos grisáceos del hombre se inundaron de lágrimas. Negaba sin poder creer lo que ocurría. Tercero palmeó su espalda a modo de consuelo.
Los profesionales cargaron a Alpha en una especie de cilindro gigante, lleno de un líquido celeste flúor. El cuerpo flotaba conectado a un respirador, sondas y otros cables. Unos tentáculos delgados picaban velozmente la zona dañada, como si soldaran el agujero.

La valentía con que Alpha desafió la orden del alto mando se supo de inmediato entre los demás que habitaban el Criadero. No es que se mostrara contento por lo que su aprendiz hizo, aunque en el fondo, se sentía muy orgulloso de la actitud justiciera, aunque eso le hubiera valido su propia vida.

—Maldita sea... maldita sea —masculló en llanto dando un golpe al cristal y alejándose.

Yörg dio el informe completo a su superior en cuanto Alpha ingresó para ser atendido. Hiringger no hizo más que escucharlo, contemplar la situación y sacar sus propias conclusiones finales al respecto.

—Dicen que es grave —decía el enviado—. Llevará horas estabilizarlo... y no saben si salga ileso. En caso de recuperarse, tendría secuelas.

La doctora Essen está en puerta. —Anunció Amobia dibujándose en la pared más cercana.

Hiringger activó el micrófono.

—Deme buenas noticias —bufó—. ¿Cómo está Alpha?

Crítico, señor —dijo ella por el altavoz—. La bala era de Xenón... lo único que puede matarlos —el hombre se pasó una mano por el cabello—. Es probable que haya sido contaminado en sangre, utilizaremos Regnobots para salvar algo de sus arterias y mantener funcionando el corazón. Hay que dejarlo en coma dos días... desconectarlo de su entorno.

—Mi sirviente dijo que puede tener secuelas si sale vivo, ¿cuáles serían?

Demencia senil prematura, desgaste óseo y muscular —enumeraba—, cáncer pulmonar. Podría ser cualquiera de éstos.

El sirviente de Hiringger no pudo evitar soltar una lágrima mientras servía agua en una copa. Su amo se mostraba firme, insensible.

—Haga lo que sea necesario. Manténgalo con vida... Si muere, lo pagarán muy caro... e implántenle el protocolo Beta. Colóquenlo en función máxima.

Sí, señor. —Desapareció.

—¿Protocolo Beta? —curioseó Yörg.

—Eso evitará que siga teniendo fugas retrogénicas. No quiero a un Nhereo rebelado en mi contra. Un Nhereo que se rebela contra su creador es un llamado a la rebelión.

—Usted lo dijo, su propia creación e estásta timándolo —suspiró e Hiringger lo fulminó con la mirada—. ¿Acaso dije algo malo?

—No acabes con la poca paciencia que me queda.

—Yo no fui quien defendió a Alpha como a un hijo, señor —su superior tragó saliva—. Sé que le trajo malos recuerdos... si necesitara...

—No es tu asunto. Lárgate. —Cortó incorporándose y yendo a su cuarto.

Gamma y Tercero continuaron esperando noticias de Alpha hasta unos minutos antes de retirarse a descansar. Verlo allí dentro, inconsciente, flotando en el líquido para tener una recuperación al máximo los dejó sin un gota de sueño.

—Veremos su progreso en 48 horas —decían los profesionales entre ellos al abandonar el área. Las compuertas se cerraron tras ellos—. Su pulso debería estabilizarse para ese entonces.

—Él no merecía esto —susurró el joven viéndolos irse y perderse en la primera esquina del piso—. No lo merecía.

—Hizo pagar a Illeon... e Itha lo hizo pedazos por él. —Apoyó una mano en el cristal, suspiró—. Alpha... tú no hiciste nada malo —hablaba sin saber si la oía—. Defendías a una mujer que llevaba vida en su vientre. No pueden juzgarte. No pueden señalarte como traidor. Fuiste... fuiste muy valiente —sollozó—, y eso es mucho más de lo que han hecho ellos... te admiro en verdad —apoyó la otra mano—. Esto tiene que acabar, Alpha... tiene que acabar.

—Espero que salga de esto —dijo Tercero a su lado—. Sólo hay que esperar, Gamma —reposó sus manos en los pequeños hombros de su compañera.

Escucharon los particulares pasos pesados de Pentagon y giraron a verlo. Hicieron espacio entre los dos, el hombre se secó el rostro, pasó los brazos por las espaldas de los muchachos.

Y aprovechando el silencio, apenas interrumpido por los sonidos de los electrodos, contemplaron juntos el cuerpo inmóvil de Alpha, viendo trabajar los Regnobots a velocidad media. Punzando aquí y allá, cerrando muy lentamente la herida a nivel celular, mientras otro drenaba un líquido amarillento, similar a la pus.
Pentagon suspiró apenado. Agachó la mirada al suelo. Sintió que palmeaban su hombro; Tercero le dedicaba una leve sonrisa.

—Usted también merece ser consolado.

—No, yo no.

—Es padre, por eso merece serlo, Pentagon.

—Van a castigarme por eso...

—No lo creo. No si toco los cables adecuados —susurró bien bajo—. Esto acabará, señor.

«Acabará pronto —pensaba sin quitar la vista de sus botas—. Sé que pronto acabará, e Hiringger pagará con su cabeza».

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