NHEREOS: Nacer para Sobrevivi...

By Gabrielaeolmedo

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- CIENCIA FICCIÓN - VERSIÓN EXTENDIDA 2020 Se acercan tiempos oscuros... Jugar a ser Dios puede afectar el fu... More

· DEDICATORIA ·
BOOKTEASER
Prólogo a la eugenesia
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
EPÍLOGO

Capítulo 5

38 4 10
By Gabrielaeolmedo

AÑO 2080
MAYO

«Bienvenido al Criadero, Alpha 237. Felicitaciones por su reciente nombramiento —resonaba Amobia—. Espero poder servirle en todo lo que necesite... y recuerde: “La libertad sólo es ganada por los más fuertes”».

«Recuerde Alpha 237: la libertad sólo es ganada por los más fuertes» habló la voz de Hiringger.

«La libertad sólo es ganada por los más fuertes».

—Bienvenido al... Criadero —repetía un joven de tez clara, cabello revuelto rubio ceniza. Abrió sus ojos miel al tiempo que bostezaba y soltaba la almohada babeada. Se sentó en el colchón, parpadeaba tratando de despertarse por completo—. Hora de tra... —Cabeceó, volviendo a dormirse.

Buen día, Alpha 237 —saludó Amobia. El joven se sobresaltó—. Tiene cuatro minutos para tomar su ducha. —En la pared cercana a la puerta apareció el indefinido rostro de una mujer—. Su ropa está lista en el clóset.

—Ya... ya desperté —avisó mirándola de reojo—. ¿Alguna novedad?

Índice de toxicidad en las zonas suburbanas: veintinueve porciento —informó mientras el joven tomaba la ropa del lugar señalado—. Hoy, la guardia nocturna será realizada por Omega 004. Itha 123 lo buscó hace una hora.

—Pon algo de música, por favor. Odio el silencio absoluto. —Entró a ducharse.

Sí, joven Alpha.

La ducha no fue tan silenciosa como de costumbre. Tenía la música sonando, él veía fijo la pared bajo la lluvia cayendo sobre su cabeza.
Habían pasado doce años desde que ingresó al Criadero. Doce años sin saber quién era él o cuál era su nombre verdadero. Sabía que hacía doce años estaba ahí por los registros que llevaba Amobia en su complejo sistema de recuento Nhereo. La vida de Alpha era monótona. Lo único que hacía era acatar órdenes: «Ven acá», «Ve allá», «Trae esto y aquello».

Lo único diferente de su aburrida rutina de cada día, eran sus indescifrables sueños. Esos que aparecían una y otra, y otra vez.
Se veía corriendo por un bosque a medio destruir, destrozando una torre de carga, intentando escapar del Criadero, una mujer que le sonreía y besaba su frente con suma ternura. Terminó su ducha y vistió las prendas deportivas del lugar, una vez más, empezaba a quedarle pequeña. Hizo el reclamo por eso, reingresó lo entregado por un hueco a la izquierda del armario y el mueble dio el aviso de la nueva ropa dentro encendiendo sus orillas en verde.

Echó un vistazo a la marca en su antebrazo, llevaba un código de barras con el número 56231456, un código que pasó por el escáner de su cuarto. Justo al lado de la puerta.

Procesando información alimenticia —informó la mujer.

De una puertilla trampa en la pared brotó una bandeja con un vaso de jugo de uva, una taza con café, tostadas integrales, mantequilla y cubiertos pequeños. Suspiró y lo tomó.

—¿Qué demonios es esto, Amobia? —protestó frunciendo el ceño.

Debe reducir los carbohidratos, Alpha 237 —retó la voz—. Se han detectado niveles altos de azúcar.

—Lo que hacen es matarme de hambre —dijo mostrándolo a la cámara del rincón—. Un soldado no puede salir a la guerra en estas condiciones.

Media hora para iniciar entrenamiento de rutina.

—Algún día entraré a la cocina y robaré sus waffles, ¡todos los malditos waffles!

Al otro lado del circuito, el jefe de dicho lugar —Hiringger, cuyo rostro es desconocido todavía—, lo veía cruzado de manos, dejaban ver múltiples tatuajes que parecían tener ya varios años de hechos. En su cuello también los había, tanto como en su antebrazo izquierdo descubierto, dejando colar un líquido rojo por sus venas a través de cánulas. Rompió a reír por la amenaza del joven hacia quienes le cocinaban al tiempo que el líquido se agotaba y una joven vestida de blanco se lo quitó.

Frotó el brazo y volvió a cubrirlo con la manga de su uniforme azul noche, de cuello chino con adornos de triángulos plateados en ello. Continuó observándolo, jugaba con los dedos. Suspiró triste. Tecleó un par de veces en la computadora.
Veía con melancolía las fotografías hologramadas de él mismo junto a una pequeña que lo abrazaba y besaba en la mejilla. Suspiró hondo, cerrando un puño sobre el teclado, dando un suave golpe.

—Ah, Joanne —murmuró tocando la imagen—. Mira lo que te pierdes.

Alpha 237 salió del cuarto después de desayunar.
Llevaba puesto un joggin negro, zapatillas grises, una musculosa y sobre ella, una sudadera sin mangas. Se ató el cabello de camino afuera. Trotaba alrededor del patio de entrenamiento, observando cómo otros jóvenes —nuevos al parecer— intentaban levantar los 280 kilos que alguna vez él mismo levantó y terminó destrozando la torre de carga. Esa historia le fascinaba a los Nhereos más recientes, también a los más antiguos y a los niños.

Al igual que cada Nhereo y Nherea en el Criadero; 237 llevaba consigo un medidor de actividades, salud y recuento celular. Todo un complejo sistema que permitía regular, por ejemplo, el tiempo justo y necesario para el ejercicio.
El 'bip' en la muñeca le sirvió de alarma para saber que estaba listo para comenzar la dura exigencia deportiva después de diez minutos, por lo que procedió a utilizar los elementos en el patio contiguo, cubierto y rodeado de cristales; una gran caja de cristal con aparatos de gimnasia pesada.
Divisó una figura de baja estatura yendo donde él, cargaba un vaso deportivo con un líquido cremoso amarillo pálido.

—Buen día, joven Alpha —saludó el androide símil humano.

Era de cabello largo renegrido recogido en un rodete con palillos; tez blanca, ojos pequeños bicolor, uno celeste brillante y el otro negro. Vestía uniforme celeste pálido sin mangas, dejando ver unos circuitos en su hombro derecho.

—Pudo abandonar la cama según veo —bromeó sin sonreír ni nada. Alpha lo observó sin decir nada—. Le traigo su bebida de proteínas, como cada mañana en entrenamiento.

—Quiero waffles, Geroff —susurró. El androide negó con un dedo—. Sólo uno...

—Amobia ya le indicó la razón y debe respetarla —el joven bufó—. Comience a entrenar de una vez, antes que se enfríe el cuerpo y pueda provocarse un esguince.

Se quitó la sudadera y la musculosa para utilizar la caminadora cuyo funcionamiento se basaba en hologramas frente a él. Analizaba su ritmo cardíaco, respiración y calorías, se detuvo por sí sola cuando consideró que fue suficiente. Levantó pesas de ciento cincuenta kilos cada una, haciendo un peso total de trescientos kilos en ambos brazos; sus compañeros lo imitaban, tenían menos resistencia y dejaban caer el peso en cuestión de segundos. Y Alpha siempre pensaba lo mismo:

«Ni que pesara tanto —negaba desaprobante—. Son unas niñitas».

Abandonó el gimnasio principal y se dirigió a la zona de boxeo, cubriéndose los nudillos con vendas especiales mientras la bolsa se cargaba, aquella se sincronizaba con el dispositivo puesto en su médula desde el momento en que comenzó los entrenamientos duros con Pentagon 056. Lo tenían más controlado que a otros dentro del Criadero, incluso más que a los niños.

Ven acá, imbécil —habló la bolsa y Alpha clavó su mirada en él al tiempo que tronaba sus nudillos y el cuello—. ¡Ven acá! ¡Anda asesino!

Golpeó en total 1621 veces. Un nuevo récord superado por él mismo.
Geroff aplaudió por el logro. Señaló a los técnicos lo que debían reparar y estiró a su amo una toalla junto a una botella pequeña con agua.

—De nuevo te superaste —rió alguien a sus espaldas. Giró a ver tratando de recuperar el aire—. ¿Estás listo, Alpha?

—Ahora sí —jadeó secándose el sudor del rostro.

—Te espero en la sala.

—Inicio de entrenamiento femenino —anunció Amobia graficándose en las paredes—. Por favor, desocupen el gimnasio. Gracias. —Desapareció.

—Si llegara a necesitar algo —dijo el androide devolviéndole a su asignado la sudadera y recogiendo lo utilizado por el joven—, hágamelo saber, Alpha.

—Gracias, Geroff —sonrió palmeándole el hombro. Se retiró con una sumisa reverencia.

El gimnasio fue vaciándose en pocos minutos, los hombres tenían por costumbre acomodar los elementos utilizados así como mirar a las jóvenes entrenar por simple morbo. Son Nhereos, sí, y no tienen ningún tipo de sentimiento o parecido; pero ello y todo lo que cargaran, no les impedía sentirse «atraídos» por el sexo opuesto. Dicha razón, era también por lo que los Nhereos eran vaciados. En ellos se terminaba la línea de descendencia.
Volviendo a los entrenamientos, fue gracias a que uno de ellos quiso sobrepasarse con una Nherea, los dividieron en dos rondas distintas. Y cuando ellas ingresaban, los vidrios oscurecían para no ser molestadas durante sus ejercicios.
A 237 no le importaba mirar mujeres mientras entrenaban; porque ese tipo de morbos le resultaba estúpido. No entendía de esas necesidades humanas.

Hizo unos metros para pasar a la siguiente sala. No terminó de apoyar el pie en el lugar cuando le lanzaron un palo que detuvo gracias a sus reflejos. El otro rió a carcajadas.

—Ese ataque es de cobardes —bufó el joven jugando con el objeto.

—En combate real, no en entrenamiento.

—¿Vamos a charlar o a entrenar?

—Yo estoy esperándote a ti —tomó otro palo. Se puso en guardia.

Alpha avanzó hacia el entrenador con paso rápido y comenzó el ataque; se defendía de sus ataques con gran destreza. El indicador de movimientos comenzó a marcar 100 movidas y golpes por minuto de parte del joven.
El entrenador Pentagon 056, se convirtió en el único que podía controlar a Alpha en todo sentido. Para 237, el hombre era una suerte de padre que lo vio crecer, que le aconsejó respecto a estrategias de cacería además de algunos que otros valores; como el de no atacar a mujeres embarazadas ni con bebés recién nacidos. El día que Alpha se convirtió en Alpha fue el más emotivo para el hombre, pues asumió como líder mayor de los grupos de cazadores Nhereo. Era una pequeña familia a escondidas entre las paredes del Criadero.

Ser un Alpha equivalía a ser presidente de una nación pequeña dentro de un edificio blindado. Rodeados de pura destrucción. Alpha 237 era el más joven en tomar el mando de predecesor; Alpha 236, el famoso Pentagon 056.

En cuanto al grupo femenino —Nhereas, lógicamente—, ellas eran lideradas por la ruda Itha 123: una mujer de treinta años cuyo carácter altanero y arrogante le había traído bastantes problemas a sus subordinadas, a quienes cayeran en sus manos o la cruzaran a solas. Itha disfrutaba de agredirlas sin necesidad de un comienzo —como una simple palabra—, las agredía porque sí y era suficiente. Disfrutaba de ello.
Y entre sus muchas víctimas estaba Gamma 567.

Alpha se las había visto negras con la superior por las agresiones brutales hacia su joven amiga, la defendía de sus inequidades llegando a enfrentarse mano a mano con 123 en más de una ocasión. Pentagon y allegados se veían en la obligación de intervenir cada vez que pasaba tal, porque la agresión de un hombre a una mujer costaba caro; así que Alpha sería quien cargaría con todo. A Pentagon le causaba terror ese evento. Temía que Alpha fuera castigado de forma ejemplar, como muestra de lo que podía pasarle al que tuviera semejante comportamiento.
Defender a alguien inferior al mando equivalía a una traición, pues ellos debían de aprender la lección y por tal, podían ser encerrados o sufrir la pérdida de mando temporal.

Pero aunque no lo crean, eso nunca le ocurrió a 237.

—¡Muévete! —gritaba Pentagon atajando sus golpes—. ¡Más rápido! ¡Más rápido dije!

El joven rugió y golpeaba con mayor velocidad. Atinó un golpe en el hombro de su entrenador; dio de lleno contra el muro, ahuecándose por el impacto. Alpha quedó inmóvil.

—¡Pentagon! —llamó yendo por él. El hombre quejoneaba, tenía el brazo dislocado—. Lo siento. Será mejor que te vea un médico.

Lo ayudó a llegar a la enfermería, una ginoide lo recibio y ayudó a acomodarlo en una camilla. Tras una serie de masajes, devolvió el brazo a su lugar.
Pentagon soltó una risita divertida al mirarlo: estaba pálido y aterrado por su propia fuerza liberada. Después de todo, debajo de toda esa brutalidad asesina existía un ser humano joven, sensible.

—Eso estuvo muy bien —admiró—. Era... lo que quería ver...

—Soy una bestia —bufó apoyándose en el respaldo de una silla—. No debí hacerte caso.

—Siempre haz lo que se te ordene, Alpha —sonrió—. Nunca lo olvides.

—Como si tuviera opción. ¿Va a estar bien? —preguntó a la ginoide, asintió—. ¿Y si te hubiera arrancado el brazo? ¿No temes que te mate, Pentagon?

Pentagon soltó una sonora carcajada, Alpha parpadeó confundido.

—¿De qué te ríes?

—Sigue soñando que vas a lograrlo. No tienes idea de todo lo que tienes que hacer para matar a éste Nhereo, niño. Anda, ve a cambiarte. Tendrán operativo en un rato, estaré bien; tengo muchos años más para seguirte molestando. De mí no te libras.

—Lo sé, vivirás 120 años. Mejórate. —Sonrió leve estrechando su mano con él antes de irse—. Te veo luego.

Pentagon lo siguió con la mirada, tragó saliva.
Había pasado los 30 años, el cuerpo no respondía de igual manera que cuando era más joven. Necesitaba más cosas a pesar de ser un Nhereo, como proteínas, minerales y fibra pura dado que a partir de esa edad —temida entre los Nhereos, porque en las Nhereas era a partir de los 35— la regeneración celular, músculos, articulaciones y órganos dejaban de funcionar correctamente dada la madurez del mismo cuerpo; a los treinta se hacía pedazos a sí mismo.
Sabía que lo descartarían un día, porque se volvería un consumo innecesario. Su deber con Alpha 237 al menos estaba terminada y por eso, esperaba la llegada de ése día en paz consigo.

—Morir no suena tan mal cuando la vida ha sido una mierda —susurró y tras esto suspiró con calma. Miró a la ginoide—. ¿Podría darme un calmante, por favor? —Accedió y buscó lo pedido—. Sí, a veces temo que me mates, hijo.

El joven Alpha pasaba por el pasillo hacia su cuarto; cuando se topó con Itha. Intentó esquivarla pero iba a él con paso ligero, enfadado, apretando la mandíbula.

—¡Alpha! —llamó. No tuvo opción. Rodó los ojos y volteó a verla—. Si no te conociera, diría que me estás esquivando.

—Sé concisa —cruzó los brazos—. Tengo cosas que hacer.

—¿Qué hacías anoche en la cámara de criogenización? —Mostró la imagen en su placa—. Atacaste a una de mis chicas.

—¡¿Qué?! —exclamó tomando el objeto para ver mejor aquello—. ¿Te volviste loca o qué?

—Atacaste a mi soldado —gruñó quitándole la placa de un tirón—. La próxima vez... te arrancaré la garganta y la reemplazaré con tus testículos, ¿te quedó claro? No vuelvas a...

—No me amenaces —desafió—. Porque yo no toqué a tus chicas... no tengo porqué hacerlo, ¿qué parte no entendiste?

—Estás advertido —amenazó con un dedo al irse.

No entendía nada de lo que pasaba: ¿por qué iba a atacar a una de las chicas?

«Debe de estar alucinando de nuevo —pensó—. Como la vez que dijo que aumenté en altura, o que le pareció verme en otro lado y que era imposible estar en dos lugares al mismo tiempo».

—Necesito ropa para el operativo, Amobia —pidió a la computadora de su cuarto mientras se quitaba la que traía puesta, quedando en ropa interior—. Y prepárame la ducha, por favor.

Ropa lista —avisó—. Ducha lista en cinco minutos.

—Gracias, Amobia —tomó su placa de hologramas. Revisaba archivos de video—. Amobia —volvió a llamar—. ¿Sufro sonambulismo?

No, Alpha.

—¿He salido anoche y no lo recuerdo?

No, Alpha. ¿Ocurre algo?

—¿Por qué demonios dice que estuve en la CríoCam?

Hubo una violación al sistema con su nombre, Alpha 237 —mostró en el muro el archivo correspondiente a la falta. El joven frunció el ceño al ver el video—. Contraprotocolo A-1022: ingreso desautorizado a CríoCam. No reportado en código rojo, no superó un límite de sala.

Reprodujo el archivo en la placa.
Era él mismo golpeando ágilmente a los soldados que vigilaban. Echó a correr fuera del edificio, provocando que Alpha abriera más sus pequeños ojos.
El sujeto de la filmación alzó su mirada hacia la cámara, se acercó a ella. 237 oyó un suave pitido en sus oídos.

Una imagen fugaz pasó por su cabeza, peleaba contra sí, como si se tratara de un reflejo en el espejo. Volvió a la realidad, frotándose los ojos y luego el rostro.

El sujeto sonrió amplio y dijo sin voz: «Volveré por ti, Garrett».

Lo vio echar un último vistazo a sus espaldas y salir corriendo ante las inminentes Nhereas de refuerzo.

—No soy yo —murmuró—. Tiene que ser broma. Estoy volviéndome loco. Ni siquiera conozco a nadie llamado Garrett.

Ducha lista.

Se duchó rápido y volvió a las filmaciones. Ya no enfocaban a la cámara criogénica sino a los pasillos de emergencia.
Quien fuera que se hacía pasar por él, tenía una excelente agilidad al combatir. Al igual que en el manejo de armas; y por sus maniobras no buscaba matar, sólo herir.

Gamma 567 está en puerta. —Alpha se sobresaltó.

—Hazla pasar, por favor —bufó recuperándose del susto. No quitaba sus ojos de la imagen.

—Buenos días, Alpha —saludó la joven de cabello rojizo, tez trigueña, ojos avellana y ceja partida. Él movió la mano—. ¿Qué haces?

—Tu líder dice que ataqué a una de tus compañeras —bufó—. Quiero saber qué diablos pasa.

—¿En serio? —se mostró sorprendida. Su amigo tomó la grabación y la lanzó imaginariamente hacia el muro, apareció en mayor tamaño. Enarcó una ceja al acercarse a examinarlo mejor—. Ése... ése eres tú.

—No soy yo, Gamma. A esa hora estoy dormido.

—Tal vez sufres sonambulismo.

—Amobia dice que no —corrigió poniéndose de pie para seguirla—. Además... es extraño, pero... tengo imágenes recurrentes de un chico igual a mí. Tengo... voces en mi cabeza que no reconozco...

237 contó a Gamma de sus sueños, sus flashbacks. La muchacha escuchaba a su compañero con entusiasmo, toda su atención estaba puesta en él. No era la primera vez que le pasaba eso con los sueños recurrentes, ni los rostros que desconocía. De hecho, esas fugas mentales eran común en ciertos Nhereos y en conjunto con terapias neuroquímicas desaparecían. El problema era cuando las recurrencias se negaban a abandonar el cerebro y volvían en forma de pesadillas que en más de una ocasión, provocaba parálisis total ante la conmoción excesiva. Esos pacientes terminaban muertos, desechados.

Gamma se preocupaba por Alpha a causa de eso; temía que acabara desechado.

—Alpha —suspiró—, ¿tienes hermanos?

—No que yo recuerde o sepa. La verdad es que... no lo sé.

—¿Tú qué sientes? —Él se encogió de hombros—. Entonces alguien está diseñando clones —concluyó a fin de calmarlo—, o algo parecido, si es así, hay que informárselo al jefe.

Alpha suspiró mirándola, ella lo imitó y bajó la vista al suelo. Tenía una sensibilidad única, extinta en las mujeres del lugar que se dedicaban a humillar hombres al intentar parecerse a ellos. Debía de ser la única más femenina del enorme grupo.
Sólo podían ser amigos, nada más. Las relaciones tanto de pareja, como sexuales y demás estaban terminantemente prohibidas en tanto fueran Nhereos, esa era una de las muchas razones por las que no quería nada en un plano amoroso. Por ello y porque sencillamente no entendía de esas cosas; tal vez hasta temía meter la pata y arruinarlo si algún día se diera la oportunidad de ser algo más.
Siempre que podía, al igual que a la muerte, le huía sagaz.

Aun así, ese sentimiento prohibido lo llamaba constantemente, y él iba tras ello a cazarlo; como mosca en persecución de la preciosa luz.
237 se acercó lo más que pudo a ella, quiso tocar su mano cuando una descarga eléctrica en la nuca lo detuvo y puso el grito en el cielo; terminando como toda mosca hipnotizada que choca contra su preciosa y ansiada luz: electrocutada.

—¡Alpha! —exclamó sin poder hacer nada para ponerlo de pie—. ¿Otra vez lo olvidaste?

—Creo... que sí —quejoneó recuperándose.

Una caricia es mucho más que eso —dijo Amobia—. Conlleva a un sin fin de las mismas y por ende, a una relación carnal de la cual, saldría una cría.

—«Hijo» —corrigió—. «Cría» es para los animales...

Me disculpo entonces, Alpha. Tendré en cuenta la diferencia para la próxima vez. Agradezco la corrección.

—Ella tiene razón —suspiró Gamma—. Es mejor así...

Cuarenta y cinco minutos para inicio de operativo.

—Gracias —agradeció volviendo a la joven—. Gamma... lamento esto, debo prepararme.

—Igual yo. Te veo afuera.

Los llamados «operativos», en realidad, eran misiones de cacería para traer nuevos reclutas al Criadero. Comúnmente, lo que ellos hacían era meterse en zonas suburbanas con alto índice de pobreza y escasez de alimentos con la idea de que se les aliviaría el sufrimiento y muerte prematura, a lo cual Alpha no le veía el 'pero' y la apoyaba, sabiendo y pensando en el bienestar de esas pobres víctimas de tal delirio paternal por mantenerlos en dicha porquería de vida.
¿Por qué veían mal el querer ayudarlos?

Hiringger solía vigilar las operaciones para asegurarse que nadie lo desobedeciera o hiciera alguna tontería. Varios Nhereos fueron desactivados por mal comportamiento, que iban desde agresiones a sus colegas hasta violaciones a rescatados. Alpha —por orden de Hiringger, claro estaba— les volaba la cabeza de ser necesario, frente a los demás y que ello sirviera de ejemplo. Si había algo que a 237 no le molestaba, era mancharse las manos con sangre igual. Sus compañeros en algún grado le molestaban, porque no conocían de límites ni tenían ciertos valores que él sí poseía.
Es decir, la orden es cazar, matar, regresar. Aquel que desobedeciera algo tan simple como eso —según el jefe— era un llamado a la rebelión. Dicho rebelde debía ser exterminado para mantener el correcto orden de las cosas.
Bastantes problemas le traían las resistencias como para tener que combatir a un enemigo interno; resguardado entre las paredes del Criadero.

Las armas estuvieron listas y cargadas por la IA del edificio. Androides y ginoides entregaban la vestimenta a los soldados. Lo ayudaba a vestirse su androide: ajustaba por un lado, por el otro y movía a Alpha.

—Su nivel de azúcar sigue sin poder bajar, joven Alpha —examinó Geroff. Alpha sonrió de lado acomodándole el sistema de navegación en el antebrazo—. Le recomiendo bebidas diuréticas, hechas con hierbas. Desechará azúcar y otras toxinas innecesarias en la orina. El azúcar se transforma en glucosa y créame que es mala para la vista y en ciertos casos graves de diabetes, lo llevan a la muerte.

—Te haré caso, Geroff —suspiró palmeando su hombro—. Prepárame uno para cuando regrese, por favor.

—Será un placer prepararlo, joven Alpha —reverenció.

—Gracias Geroff —ajustó el cañón en el brazo, este se escondió en el mitón—. Eres un buen compañero.

Un enorme holograma se presentó frente a los Nhereos, tenía la imagen de un tigre blanco sentado, miraba a los presentes con sus increíbles ojos celestes pálidos. Se fijaron un momento en Alpha y siguió examinando.

Misión 2067/60 —hablaba—. Niños con vida, los demás... deben ser pulverizados. Las coordenadas fueron ingresadas en sus brazaletes localizadores y el portal traslugativo —miró a Alpha—. Recuerde, Alpha: sólo niños.

—Así será —afirmó.

Buena suerte —dijo desapareciendo.

—¿Dividirás equipos? —preguntó uno acomodando el arma en la espalda tras emitir una luz verde.

—Quiero cuatro grupos —dijo mirando a sus hombres—. Para cada ángulo del distrito. A, B, C y D ¿entienden? —Guardó una cuchilla en la cadera. Los demás asintieron. Vio llegar el equipo de Itha con ella al frente—. Ustedes formarán E, F, G y H —indicó—. Hay que cubrir cada metro cuadrado. No quiero fugas ni muertes innecesarias, ya saben lo que hago con esos...

—¿Desde cuándo das las órdenes a mi equipo, Alpha? —protestó la mujer—. No estás en posición de siquiera acercarte a ellas.

—¿Tienes el auricular puesto? —Negó y lo activó. 237 pasó por su lado junto a los hombres—. ¡Treinta segundos!

Los grupos de cien Nhereos cada uno, partieron con sus líderes asignados por Alpha. Hiringger supervisaba todo desde su oficina, inundado de imágenes flotantes, tocaba en ellas para acceder a zoom o cambiar el ángulo de vista.
Examinaba todo con cuidado y detalle. Yörg le acercó una copa con un líquido púrpura.

Cargando portal traslugativo —anunció Amobia.

—¿Algo más que pueda hacer por usted? —suspiró el asistente dejando la bandeja a su lado. Negó con un dedo—. Los equipos partirán en un minuto, señor —informó escondiendo los brazos en la espalda—. El joven Alpha asignó tres líderes de grupo para la división.

—Es producto de excelente calidad —rió—. Lo mejor de lo mejor en nuestras manos, ¿puedes creerlo, Yörg?

—Sus genes son fuertes, señor.

—Muy...

—Aunque... debo disociar con usted al decirle que el carácter adquirido no le pertenece —sonrió—. Le fue forjado por su madre. Excelente guerrera por cierto.

—Evita mencionarla —bufó—. Ya no quiero recordar nada. Ni que él lo haga, me pertenece y es legítimo.

—Cazar a cientos de miles de niños por ellos y el par... ¿valieron la pena?

—Tú sabes la respuesta.

Portal traslugativo en línea —informó el programa.

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