Tenía cerca de diez minutos que sus ojos se habían abierto, pero se encontraba tan cómoda que no sentía la fuerza suficiente para levantarse y comenzar a arreglarse, en cambio, su mirada recorría el patrón de enredaderas que subían por las paredes hasta el techo, mientras que sus pensamientos viajaban a lo acontecido la noche anterior.
Después de haber elegido su habitación recordó que sus maletas las había dejado en el recibidor, por lo que se dispuso a ir en su búsqueda, no obstante, tan solo abrir la puerta dio un pequeño brinco por la sorpresa, el hermano de una de sus nuevas amigas se encontraba frente a ella con la mano alzada y hecha puño, justo como si estuviese a punto de tocar la puerta.
—¿Anthony? —preguntó un tanto sorprendida.
—Ah, sí recuerdas mi nombre —murmuró el de ojos verdes, mientras que sus labios formaban una pequeña sonrisa, la de mitad cabellos rubios sonrió enternecida—. Este...me encontré unas maletas en el recibidor, supuse que eran tuyas porque tienen la inicial de tu nombre, espero no te moleste que me haya tomado el atrevimiento de traerlas hasta tu habitación... —explicó el de cabellos castaños con nerviosismo, provocando una pequeña risa en la de mirada rosada.
—Justo iba a buscarlas, muchas gracias por traerlas, Anthony —la de cabellos bicolores le ofreció una sonrisa amable mientras ponía su mano en el mango de la maleta, sin embargo, al ser un espacio reducido su mano rozó ligeramente la del castaño, provocando que sus mejillas se tiñeran de un tenue rosado.
—No es nada —aseguró él con una sonrisa—. Bueno, que descanses, Kristen, nos vemos en la mañana —se despidió el de mirada verdosa.
—Hasta mañana...
Y después de aquella despedida, la de mitad cabellos rubios jaló sus maletas hacia el interior de su habitación, para después cerrar la puerta y recargar su espalda en ella, procurando controlar los latidos de su acelerado corazón y reprochándose mentalmente por caer con tanta facilidad ante ese hombre de mirada amable y sonrisa cálida.
El ruido de las pisadas fuera de su habitación, provocó que la joven saliera de sus pensamientos y decidiera —por fin—, levantarse de la cama para arreglarse.
Mientras se dirigía al comedor, sus manos iban ocupadas tratando de hacer el nudo de su corbata, sin embargo, por más que lo intentaba aquel pedazo de tela no quedaba como ella quería, por lo que se detuvo un momento en el pasillo antes de ingresar al comedor, no obstante, una voz conocida proveniente del interior de este logró llamar su atención.
—¿Qué les dijo James antes de venir aquí? —aquella era la voz de Anthony.
Una oleada de vergüenza la invadió al darse cuenta de que apenas lo había conocido el día anterior y ya era capaz de reconocer con tal facilidad su voz.
—Nada que pueda ser de ayuda —Kristen notó que el de cabellos castaños no se encontraba solo, sino que estaba acompañado por sus amigos.
—Solo dijo que pronto una de las Draers va a cumplir dieciocho años, por lo que su poder despertará y detonará el de las demás —habló otro de los chicos.
La de cabellos bicolores no entendía nada de lo que hablaban y tampoco quería seguir escuchando a escondidas, sin embargo, cuando estuvo a punto de irrumpir en el comedor, escuchó algo que le llamó la atención.
—Si no me equivoco, tu hermana es la que está por cumplir años, ¿No es así, Anthony? —aquel dato sorprendió momentáneamente a Kristen, pese a que segundos antes ya no quería seguir escuchando a escondidas, ahora prestó atención por completo, ya que quería saber la fecha para así organizarle una pequeña sorpresa a su nueva amiga, aunque se decepcionó al no escuchar respuesta alguna por parte del castaño—. Es algo inusual que una draer tenga como hermano biológico a un Gardyan, pero a la vez es de cierta ayuda, así por lo menos una creció bien protegida...
La de mirada rosada realmente no entendió nada de lo último mencionado, pero no tuvo tiempo para analizar y pensar en ello, ya que escuchó unos pasos detrás de ella.
—Buenos días, Kristen —saludó con tranquilidad la de mitad cabellos negros—. ¿Te pasa algo? ¿Por qué estás a mitad del pasillo? —le cuestionó con una ceja alzada y la curiosidad filtrándose en su voz.
—Ah, Samantha, buenos días a ti también —respondió apresuradamente, al mismo tiempo en que se daba la media vuelta para poder ver cara a cara a su nueva amiga—. No es nada, solo que me he quedado concentrada haciendo el nudo de la corbata, pero todavía no queda como me gustaría... —se explicó.
La mayor asintió ante lo dicho.
—Si quieres te puedo ayudar... —se ofreció la de mitad cabellos negros y al ver los ojos iluminados de la menor y el entusiasmo con el que asintió, no pudo evitar sonreír ligeramente.
Ni siquiera dos minutos pasaron y la corbata estuvo colocada pulcramente junto con el resto del uniforme.
—¡Tus manos son mágicas, Sam! ¡Gracias! —exclamó Kristen con alegría.
—De nada, solo es práctica, llevo toda mi vida ayudando a Anthony con sus corbatas —comentó con desinterés, para después cambiar la conversación y señalar hacia el comedor—. Será mejor que vayamos ya, sino no tendremos tiempo para desayunar ni siquiera un poco de cereal...
Tanto Kristen como Samantha terminaron por ingresar al comedor, en donde se encontraron con Anthony y los otros tres chicos que cenaron con ellas la noche anterior.
Kristen, al ver a los cuatro en silencio, supuso que se habían callado debido a que ellas los interrumpieron, sin embargo, estaba aliviada ya que al parecer no notaron que escuchó parte de la conversación que estaban teniendo minutos antes.
—Buenos días, Kristen —saludó el de cabellos ondulados—. ¿Dormiste bien? —preguntó.
—Oh, buenos días, sí, dormí perfectamente —respondió con cierto nerviosismo la de ojos rosados.
—Me alegro —dijo y la sonrisa que se formó en sus labios, provocó que un pequeño sonrojo cubriera las mejillas de Kristen.
Aquella química que expedían esos dos no pasó desapercibida ni para los amigos del castaño, ni para su hermana, quien elevó una ceja algo sorprendida.
—Buenos días a ti también, hermano, sí, dormí espléndidamente, gracias por preguntar —comentó sarcásticamente la de mirada almendrada, mientras se dirigía a la mesa en busca de algo qué desayunar.
Al escuchar el comentario de Sam, seguido de las ligeras risas por parte de los otros presentes, Kristen no pudo evitar que sus mejillas se sonrojasen más de lo que ya estaban, pero afortunadamente, aquel breve momento de vergüenza para ella fue interrumpido por el revuelo de ciertas chicas que al parecer se habían quedado dormidas y apenas estaban terminando de arreglarse, al mismo tiempo en que buscaban algo qué desayunar.
Tanto Elizabeth, como Amy habían entrado apresuradamente en el comedor.
—Demonios, me he quedado dormida —se quejó la de mitad cabellos cobrizos, mientras se intentaba hacer el nudo de la corbata—. Maldición, estúpido pedazo de tela, coopera, ¿Quieres? —entre maldiciones, la de mirada ámbar logró hacer un nudo para nada prolijo, pero aquello no le importó.
Y, mientras Elizabeth pasaba por aquella travesía, Amy mantenía entre sus labios una tostada con mermelada, al mismo tiempo en que se colocaba los zapatos.
La escena era en realidad cómica, sin embargo, nadie se atrevía a reírse abiertamente debido a que sabían que no era buena idea provocar que ambas se enfadasen.
—Toma, Kriss —la mencionada se giró hacia Samantha, quien le estaba ofreciendo un sándwich y una botella de agua, Kristen tomó ambas cosas y le agradeció—. Será mejor que lo comas en el camino, y ustedes, dormilonas, tomen uno igual y guárdenlo en sus bolsos, es hora de irnos, sino llegaremos tarde —anunció la de cabellos bicolores.
Tanto Amy como Elizabeth obedecieron a lo dicho por Samantha y salieron apresuradas del comedor en busca de sus respectivos bolsos.
Al verlas salir, al fin todos pudieron reírse de la situación tan cómica y justo cuando estuvieron dispuestos a salir del comedor, cierto pelinegro llamó la atención de Samantha.
—¡Hey, Sam! —llamó Iker con aparente coquetería—. ¿Te llevo? Mi moto te encantará —dijo, con una sonrisa de medio lado.
—No, gracias, dudo que tu moto me encanté más que la mía —respondió la de mirada almendrada con desinterés, para después salir del comedor.
Tanto Iker como Derek, Matthew y hasta Kristen soltaron una carcajada al escuchar la respuesta tan contundente de la joven, menos Anthony, quien parecía irritado por el coqueteo que Iker pretendió con su hermana.
—Tranquilízate, Anthony, es solo un juego, ya te dije que no quiero problemas contigo —le aseguró—. Aunque presiento que nuestro buen amigo Derek es quien quiere tener el placer de llamarte cuñado... —bromeó el pelinegro.
Y, antes de que Anthony empezara a discutir con ellos, Kristen les llamó la atención.
—Será mejor que nos vayamos, ya es un poco tarde —comentó la de mirada rosada y tras un breve silencio, los chicos asintieron.
Al final, todos terminaron yéndose; Samantha en su moto; Amy y Elizabeth en el auto de ésta última; Matthew, Iker y Derek en el auto de este último; y Anthony se ofreció a llevar a Kristen, quien aceptó con gusto.
El camino fue agradable, aunque en cierto momento la de cabellos bicolores recordó la conversación que escuchó y por más que trató de entenderla, no lo logró, por lo que terminó dejando el tema por la paz y concentrándose en Anthony.