Complejo de Hermano

By DarkDragonOfCreation

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Fue todo. La afirmación de la castaña de veintiún años hizo que Lisa rebasara su límite. Llevó la imagen a su... More

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IV

Debates

Supervivencia. Generalmente cuando a una persona se le pregunta la definición de aquel concepto tan abstracto, ésta diría que es la conservación o preservación de la vida en situaciones de peligro. Situaciones como: uno, desastres naturales; dos, enfermedades o epidemias; y tres, guerras. Son, por decir lo menos, las más generales; pero para Lincoln eran más que suficientes, no necesitaba saber si existían otras amenazas diferentes a ésas. Después de todo, él se encontraba en medio de la tercera... Y no era cualquier guerra, no; era una que involucraba a sus diez hermanas. No a dos, cuatro, o hasta seis; a las diez... Quería correr. Desafortunadamente, Lily seguía abrazando su cabeza con firmeza contra su pecho; y aunque podía soltarse con relativa facilidad, él no quería arriesgarse a ser demasiado brusco con su hermanita. Cerró los ojos y suspiró. Quizás, sólo quizás, por muy remota que fuera la posibilidad, si se quedaba quieto, dejarían de discutir.

«Bien, Lincoln, tu objetivo actual ha cambiado a "Sobrevivir".»

Por su parte, las muchachas seguían con su riña.

—Lily, estás agotando mi paciencia —dijo Lori—. Sólo deja que pasemos tiempo con Lincoln y nos iremos tranquilamente.

—¡No! —exclamó la más pequeña—. Desde que él llegó, yo quería estar con él. ¡Es mi turno!

—Hermanita, Lincoln no es un juguete como para decidir de quién es turno de pasar tiempo con él —explicó Luna, cruzando sus brazos por debajo de su busto.

—Oh, ¿en serio? —cuestionó Luan—. Entonces, ¿por qué hace años, antes de dar tu primer concierto en Michigan, siempre solicitabas a Lincoln para que te ayudara a practicar y decías que era «tu turno»?

La rockera se sonrojó y desvió la vista.

—¡E-E-Eso no cuenta! Estaba por dar mi primer salto dentro de mi carrera musical y necesitaba que mi hermano me ayudara...

—¿Incluso después de que terminara el concierto? —insistió la comediante—. Seguías solicitando su ayuda todos los días... ¡Es más! Recuerdo que de cinco a seis era «tu hora especial con Lincoln». Pediste una junta de hermanas y apartaste ese horario para estar con é...

No pudo continuar, porque Luna le tapó la boca con ambas manos y le dedicó una mirada que contenía un mensaje más claro que el agua: «Cállate». Luan sólo rio, se encogió de hombros y levantó las manos en señal de rendición.

Haciendo caso omiso de lo que acababa de pasar, Lynn continuó:

—Sea como sea, Lily, no es justo que sólo tú vayas a ser quien pase tiempo con él. Nosotras también queremos hacer cosas con Lincoln.

—Lo sé, pero tú —dijo la rubia, señalándola y apretando aún más la cabeza del muchacho contra ella— vas a pegarle.

—Sólo estamos jugando —contestó.

—No me importa. Si vas a ser así de ruda, entonces no te lo daré.

—Entonces entrégamelo a mí —se metió Lucy—. Sabes muy bien que yo no soy agresiva como Lynn.

—¡Oye! —exclamó ofendida la deportista.

—¡No se lo daré a ninguna de las dos!

—Suficiente, mi querida hermana menor —dijo Lisa, dedicándole una sonrisa forzada y pellizcándose un brazo por detrás de su espalda—. Haz a un lado esa actitud infantil tuya y permítenos pasar tiempo con Lincoln.

—¿Con qué derecho lo dices tú? —contradijo Lily, evidentemente molesta—. Yo iba a jugar con Linky y me lo quitaste.

—Eso fue porque yo tenía asuntos muy importantes que atender con él —se excusó.

—¡Mentira! ¡Tú llegaste a invadir nuestro momento juntos!

Lisa se relamió los labios, dio un pisotón hacia adelante, sus manos se convirtieron en puños e hizo un mohín de enfado.

—¡Eso fue porque teníamos que tratar temas de adultos! ¡Temas que una bebé como tú no lograría comprender!

El rostro de Lily ardió en furia.

—¡No me digas bebé!

—¡Bebé! —gritó la científica.

—¡Acomplejada! —atacó la niña.

Con ese grito, Lily logró turbar por completo la mente de Lisa, quien sólo atinó a hacer algo que ni siquiera estaba bajo su control: cambiar el color de su rostro. El ligero rubor que cubría sus mejillas, causado por el enojo que sentía hacía su hermana, dimitió por completo, dando paso a una blancura digna de un cadáver, y un segundo después, todo su rostro —mejillas, frente, nariz, e incluso sus orejas— volvieron a laquearse de colorado. En su interior, Lisa rogaba que Lincoln no hubiera oído tal declaración; que no hubiera captado el mensaje; que hubiera estado distraído; que hubiera hecho cualquier otra cosa, menos escuchar esa palabra. Esa maldita palabra. Esa vil palabra.

Desafortunadamente...

—¿Acomplejada? —preguntó él—. ¿A qué te refieres con «acomplejada», Lily?

... las cosas no siempre salen como uno desearía.

Leni, sin darse cuenta de la gravedad del asunto (o al menos para Lisa), empezó a hablar:

—¡Oh! Yo te lo explico, Linky. Lo que pasa es que...

«¡No, no, no! —pensó Lisa, sintiéndose a punto de desmayar—. ¡Leni, te lo ruego, no lo hagas! ¡No! ¡Tengo que callarla de algún modo!»

Y como si hubiera tenido una epifanía, la castaña de trece años se decidió a aplicar la técnica infalible para distraer a su hermana mayor de lo que fuera que estuviera haciendo. Era una treta sucia y lo sabía..., pero no tenía opción. Después de todo, «tiempos desesperados requieren medidas desesperadas».

—Leni —dijo—, tienes una araña en el cabello.

La modista calló al instante; nadie podía escuchar sonido alguno que proviniera de ella, ni siquiera el de su respiración. Además, su rostro permaneció serio, impávido, imperturbable, inquebrantable; su ceño se frunció ligeramente y tensó su cuerpo.

Parecía increíble, pero todas las presentes eran testigos de lo que acababa de pasar: ¡Leni no se asustó ni salió gritando de ahí como habría hecho en antaño! Oh, esto era algo, pensó Lori, que debía registrarse, por lo que sacó su teléfono celular, lo desbloqueó, abrió la aplicación de la cámara —se dio cuenta de que ya casi no tenía espacio, pero no le importó; las fotos que tenía ahí eran todas de alguien a quien quería mucho— y tomó una foto con flash.

Las demás hermanas se acercaron a la mayor para apreciar la imagen; incluso Lily, quien dejó a un Lincoln muy preocupado en la cama. A pesar de tener a la mismísima Leni frente a ellas, aún les parecía irreal lo que acababan de atestiguar; por lo que, para convencerse plenamente de la veracidad de ese hecho, era preciso ver la prueba física de que lo que pasó —y seguía pasando, pues Leni aún no se movía— no era una ilusión. Lisa estaba más que sorprendida. «Hmm... Fascinante. No sé cómo lo habrá hecho, pero parece que ha superado su fobia a las...»

—¡Arañas! —gritó Leni con todas sus fuerzas, saltando en su lugar, interrumpiendo los pensamientos de la científica, y asustando a todas las demás.

Al parecer, la impresión de la modista ante esa declaración había sido tal que se petrificó allí mismo; sin embargo, fue el sonido y el destello del celular lo que la sacaron de su estupor. Las muchachas vieron con decepción la escena, mientras que Lori, sin despegar la mirada de su aterrorizada hermana, borró la imagen. Buscaron al susodicho animal para alejarlo de Leni e intentar calmarla, pues había empezado a lagrimear, pero no lo encontraron. O mejor dicho: no les dio tiempo para encontrarlo, ya que el cuerpo de Lincoln envolvió por completo a la mujer en un abrazo, mientras acariciaba su espalda y cabello.

—Ya, ya, Leni —susurró él—. No te asustes. Aquí estoy.

El suave contacto del muchacho y el calor de su cuerpo fueron suficientes para sacarla de su trance, mas aún seguía temerosa.

—L-L-Linky —titiritó ella, y sorbió con la nariz—, ¿y-ya se f-f-fue?

«¿Ya se fue?», se preguntó. En realidad, él no había visto ni sentido nada en la sedosa cabellera de su hermana; pero no podía decirle eso así como así. Tenía que volverla a hacer sentir segura.

—Sí, Leni —mintió, separándose un poco de ella y mostrándole su puño derecho—, aquí está. Y ahora déjame sacarlo para que no te vuelva a molestar.

Lincoln caminó hacia la ventana de la habitación, la abrió, sacó la mano y la sacudió ligeramente, simulando que había tirado al inexistente arácnido. Luego la cerró y se volteó para seguir confortando a Leni; pero antes de poder siquiera abrir la boca, la susodicha se lanzó a sus brazos, mientras besaba sus mejillas una y otra vez.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias! —repetía ella entre cada beso.

Lincoln se limitó a sonreír y la dejó continuar con aquella muestra de afecto; el cariño de sus hermanas siempre era bien recibido, incluso cuando éste podía parecer excesivo. «Pero bueno, eso no importa. Si ellas son felices así, entonces yo también lo soy.»

Leni, habiéndose detenido, volvió a sonreírle a su hermano y lo abrazó una vez más. Ahora que no sentía el terror de tener a esa araña en su cabello, finalmente podía disfrutar del todo la sensación del pecho de Lincoln; de ese pecho amplio, fuerte y cálido que la hacía sentirse en paz y que...

Un carraspeo, proveniente de Lori, interrumpió sus pensamientos.

—Bueno, bueno, Leni. Literalmente estás tardando siglos agradeciéndole a Lincoln...

—¿Eh? ¡¿Siglos?! ¡¿Acaso ya envejecí tan pronto?! —preguntó Leni, alarmada y observando la piel de sus brazos.

Lori se palmeó el rostro.

—No, Leni. Es sólo una expresión.

—¡Oh! ¿Entonces por qué dijiste «Literalmente»?

—Porque yo... Este... Porque... —tartamudeó la mayor, pero luego añadió secamente—: Sólo suelta a Lincoln.

Leni se mostró reacia a acatar aquella orden. En vez de separarse del muchacho, se aferró mucho más a él: la mejilla izquierda se pegaba contra su cuello y su prominente busto contra su torso; y la mirada seguía sobre Lori, desafiante, retadora.

—¿Y por qué debo soltarlo si no quiero? —preguntó.

La mayor enrojeció; jamás esperó tremenda desfachatez de parte de Leni. Estuvo a punto de gritarle: «¡Porque yo lo digo!», pero le fue imposible, pues alguien se le adelanto.

—¡Sólo suelta a Lincoln! —exclamó Lisa, corriendo hacia su hermano, aferrándose a su cintura y encarando a la modista.

La acción de la científica causó furor entre todas las presentes, quienes también vociferaban sus propios deseos, peticiones o, en su defecto, demandas. Los gritos se mezclaban unos con otros, dando como resultado una discordante sinfonía de conflicto. Sin embargo, el clamor de esas diez mujeres se disipó cuando escucharon una onceava voz. No sonaba muy feliz. Incluso Leni y Lisa se volvieron a juntar con el grupo.

—Chicas..., en serio... —musitó Lincoln, lentamente, sin mirar a nadie.

—¿Hermano? —dijo Lana, la preocupación aumentando poco a poco.

—¿Qué te pasa? —preguntó Lola, su tono de voz reflejando molestia, pero sintiendo en realidad genuino interés.

Él suspiró y levantó el rostro; las miraba a todas con seriedad.

—Miren, no tienen ni idea de lo mucho que me gusta pasar tiempo con cada una de ustedes. ¡Lo digo en serio! De no ser así, ni siquiera me tomaría la molestia de venir aquí cada fin de semana. Sin embargo, no me gusta en lo absoluto que se peleen entre ustedes por mi culpa... Entiendo que se enojen conmigo por mi ineptitud para ciertas cosas (créanme que soy consciente de ello), pero si mi presencia va a causar que se sigan dando estos conflictos, entonces creo que lo mejor será que no venga tan seguido a casa.

«Que no venga tan seguido a casa.» Esa oración cayó como un balde de agua fría sobre las cabezas de las chicas Loud. El shock que les produjo la declaración de su hermano no les permitió procesar la información inmediatamente. Después de todo, era ridículo lo que acababa de decir. ¡Era ridículo! ¡Estrambótico! ¡Estúpido, incluso! No era posible que él les dijera tales palabras... No, más que eso, era imposible. Imposible, imposible, imposible. Sí, eso. Él tenía que estar jugando, bromeando. Algunas de ellas, incluso, sonrieron ligeramente, y observaron el rostro de Lincoln, esperando a que él también curvara sus labios y les dijera que no hablaba en serio.

Se quedaron esperando.

Tras eso, finalmente lo entendieron (lo aceptaron, mejor dicho): Lincoln no bromeaba. No... No, no, no, no, ¡no! ¡No! ¡Eso no podía pasar! ¡No podían permitir que pasara! ¡No! ¡Se negaban a que pasara! De por sí, ya era... ¡De por sí, ya era...!

Lisa se abalanzó sobre él y lo abrazó con todas sus fuerzas.

—¡No te atrevas! ¡Ni se te ocurra considerarlo! ¡Ya es una tortura esperar toda la semana para verte! ¡No lo conviertas en un suplicio, por favor!

—¡Si lo haces, juro que te arrepentirás, Lincoln Loud! —declaró Lola, imitando la acción de su hermana menor y aferrándose a su camiseta. Su cara intentaba reflejar furia, pero lo cristalino de sus ojos no la ayudaba a verse convincente.

—¡Si tengo que ir yo misma a buscarte a tu escuela, lo haré! ¡Yo no me separo de ti! —exclamó Lana inmediatamente después que su gemela.

Y luego, todas envolvieron al muchacho en un constrictor abrazo. Aún estaba ahí, pero la sola idea de pensar que dejaría de venir las aterrorizó. Definitivamente, no estaban dispuestas a aceptar un hecho como ése.

Por su parte, Lincoln aguantó la fuerza combinada de sus hermanas, mientras las veía: todas parecían conmocionadas por lo que dijo. Ahora se sentía culpable. Sus palabras, si bien tenían un toque de verdad pues había llegado a considerar la idea de no ir tan seguido a su hogar para evitar más conflictos, no poseían convicción. Él disfrutaba mucho de la compañía de sus hermanas, y sabía de antemano que ellas también lo hacían. Cerró los ojos y suspiró.

—Chicas, escúchenme —esperó a que guardaran silencio y continuó—: a mí tampoco me gusta la idea, pero, les repito, tampoco me gusta que discutan entre ustedes. Y yo sé que puede haber ocasiones en que no les presto la debida atención, pero no es por alguna clase de favoritismo... —las miró y sonrió—. Todas y cada una de ustedes son mis hermanas favoritas y las amo.

Las palabras de Lincoln hicieron eco en el interior de las mujeres ahí presentes. Ninguna supo qué decir ante aquella hermosa declaración. Sólo se deleitaban con la presencia de su hermano.

Antes de que pudieran abrir la boca, escucharon como la puerta principal se abría y la voz de un hombre adulto anunció:

—¡Niñas, ya llegamos!

—Bueno, creo que debemos bajar —dijo Lori, separándose lentamente de su hermano y viendo hacia otro lado.

—Sí, claro —secundó Luna, luego carraspeó y se acomodó la blusa—. Vamos, todos.

Una a una, las chicas se fueron separando de Lincoln, quien se quedó ahí parado, sin moverse.

—¿Lincoln? —preguntó Luan—. ¿No vienes?

—Sí —contestó él—, sólo necesito hacer algo —se volteó hacia alguien en particular y dijo—: Lisa, ¿puedes quedarte un minuto?

El corazón de la científica dio un salto; no sabía si estar feliz o nerviosa.

—C-Claro.

Las chicas fueron saliendo de la habitación, unas sin mirar atrás y otras viendo con malos ojos a Lisa, hasta que por fin se quedaron completamente solos.

—B-Bueno, ¿qué necesitas, Lincoln?

El chico suspiró y preguntó:

—¿Por qué le dijiste a Leni que tenía una araña en el pelo?

«Rayos...», pensó ella.

—Ah, eso, je, je... F-Fue porque c-creí ver... —se intentó excusar, pero fue interrumpida por Lincoln, quien tenía su rostro justo frente al suyo.

—Lisa..., no me mientas...

Si antes el corazón de la científica no estaba agitado, ahora definitivamente lo estaba. Se sentía acorralada por su hermano, pero no podía simplemente decirle que las demás habían inventado una vil mentira sobre ella. Acomplejada. ¡Sí, claro! Cómo no... ¡Ésas eran calumnias! ¡Injurias que inventaron para molestarla!

Sin embargo, no podía decirle eso. Temía que Lincoln creyera esas mentiras. Oh, si tan sólo él apartara la mirada para pensar con claridad e inventar una buena explicación. No podía concentrase con esos ojos azules viéndola tan fijamente; con esos penetrantes, atractivos y seductores ojos az... «¡Vamos, Lisa, enfócate!»

—N-No te miento, Lincoln —contestó finalmente.

Él cerró los ojos un momento y suspiró pesadamente; luego giró su cuello hacia otro lado y dijo:

—Muy bien, Lisa, si no quieres decirme tus razones, está bien; te respetaré. Sólo... Sólo no vuelvas a asustar a Leni de esa forma, ¿entendido?

La chica asintió levemente con la cabeza, pero después bajó la mirada y, mientras jugaba con su bata, preguntó:

—¿Estás molesto conmigo?

Lincoln volteó y cuando la vio así, cabizbaja, volvió a suspirar y la envolvió en un tierno abrazo, a la vez que acariciaba su cabeza.

—No —contestó—. No estoy molesto. Es sólo que no me gusta ver a Leni así de asustada. Lo que más odio en este mundo es verlas sufrir. Sólo por eso te lo pido, ¿sí? No por otra cosa.

Y tras pronunciar esas palabras, Lincoln se separó un momento de Lisa, hizo a un lado su flequillo con su mano izquierda y le depositó un suave beso en la frente. La chica se congeló ahí mismo.

—Bueno, Lis, voy a bajar a saludar a mamá y a papá, no te tardes —el chico salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

Cuando Lisa finalmente reaccionó y estuvo bien segura de que nadie más se encontraba en el segundo piso, se desplomó sobre su cama, tomó su almohada, se cubrió el rostro y soltó un gritito de emoción.


Uff..., han sido siglos, pero finalmente les traigo un nuevo capítulo de esta historia que jamás esperé recibiría tanto apoyo. Si les soy sincero, tengo que confesar que la razón principal por la que tardé tanto para esto fue porque no sabía cómo continuar, y lo que menos quiero es dar cualquier cosa. Además, como esta es, por decirlo de cierta forma, mi primera historia original de The Loud House; y aunque sea de comedia y no sea tan "seria" por decirlo así, quiero construirla bien.

Si encuentran errores de redacción o faltas de ortografía, díganme cuales son; estoy dispuesto a recibir críticas.

Sé que no es obligación de nadie hacer esto, pero si es posible, por favor comenten la historia. Me hace muy feliz leer los comentarios de la gente.

Sin nada más que decir, me despido.

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