Moon Night

Od SofyJassi

47.6K 3.1K 1.4K

"Las cosas se fueron de control aquella noche. La noche que escuché el suelo crujir. La noche que vi la sombr... Více

Prologo
Capitulo Uno
Capitulo Dos
Capitulo Tres
Capitulo Cuatro
Capitulo cinco
Capítulo Seis
Capitulo Siete
Capitulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capitulo Once
Capitulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
IMPORTANTE

Capítulo Doce

1K 94 88
Od SofyJassi

Bajé las escaleras de forma tan veloz que estuve a punto de tropezar y caerme. La emoción salía de mi cuerpo. Iba tan rápido que sentía que se me escaparía el alma; pero no me importaba, podría buscarla después. Ahora solo ansiaba ver la reacción de Félix. Corrí hacia los sillones donde el pelinegro se encontraba recostado, apoyé la computadora sobre la mesa ratona y lo miré expectante.

—Quiero que me digas todo lo que sabés –demandé. Observé cómo se levantaba, molesto, del sillón y encorvaba su espalda mientras examinaba la computadora–. Suena familiar, ¿no?

No soltó ni una palabra. Me sentí triunfante. Por fin lograba acorralarlo. Quería que sintiera la presión que me había hecho experimentar. Ahora tendría que explicarse. Daba por comenzado mi momento para obtener respuestas. Como aún permanecía callado, con el brillo de la pantalla reflejado en sus ojos, seguí hablando:

—Dejame que te refresque la memoria. Como al parecer ahora vivís en casa, se ve que olvidaste alguno de los objetos en tu sótano de tortura.

—No es un sótano de tortura –me interrumpió ofendido sin quitar la vista del monitor. Mi voz desprendía un tinte de emoción. Hice caso omiso a su comentario, y continué mi relato:

—Esta es una caja que encontré y, casualmente, los símbolos grabados en la tapa son iguales a los que reveló el espejo de abajo. Ya sabés lo que dicen, ¿no?.. las coincidencias no existen.

Me quedé en silencio un rato esperando a que hable, que se le escape alguna especie de expresión, que haga algo más que pasarse sus dedos a través de su alborotado cabello negro... pero no hizo nada. Fruncí mis labios. Me estaba poniendo nerviosa, pero él parecía no inmutarse. Sí, se lo veía sorprendido. Lo había tomado desprevenido. A pesar de que supo que estuve en su casa jamás alcanzó a saber qué fue lo que encontré. También creo que nunca imaginó que conectaría los puntos tan rápido.

Pese a que me sentía más cerca de develar la verdad aún no lograba comprenderla. Continuaba encontrando todas estas pistas sueltas que, claramente, tenían relación las unas con las otras; pero faltaba algo. Había una pieza que no encajaba, que necesitaba encontrar. Esa sería la que lograría que entendiéramos todo de una vez por todas. Sentí el fuerte olor a la colonia masculina de Félix. Lo miraba expectante, pero no parecía tener planeado hablar. Estaba tenso, podía notarlo. Sus músculos resaltaban a través de las cortas mangas de su remera negra. De pronto sus ojos se cruzaron con los míos. Me costaba observar hacia otro lado.

—¿Y bien? –pregunté mientras bajaba la mirada hacia la computadora–. ¿No vas a decirme nada?

—De hecho, sí... –Se quedó callado por unos segundos y luego quitó su vista de mí. Este era el momento que tanto había esperado. La verdad. La historia que todo el mundo parecía querernos ocultar. Pestañeé varias veces, la felicidad se me notaba a metros de distancia. Sus ojos azules volvieron a fijarse en los míos–. ¿Podrías darme un sábana para la noche? Tu casa está helada... ¿nunca escucharon de algo llamado calefacción?

—¿En serio? –Lo estaba evadiendo. No quería contarme la verdad, pero sabía que él tenía las respuestas. Erguí mi espalda y remojé mis labios. No me rendiría tan fácil. Era muy testaruda como para hacerlo. Esperé unos segundos a ver si decía algo más pero, cuando no lo hizo, continué yo–. Quiero que me cuentes todo lo que sabés.

—No puedo. Tenemos que esperar a tus papás.

Mordí mi labio inferior tratando de aguantarme no solo la ansiedad, sino también el nerviosismo y todo lo que opinaba al respecto de la "espera". Lo sabía, claro que ellos tenían algo que ver. Podía volver a insistirle, pero jamás soltaría nada. Era demasiado cabezón como para hacer las cosas de una manera distinta a la suya. Intenté indagar por otro lado:

—¿Y las chicas?

—¿Katerina y Luna? –preguntó el pelinegro. Yo asentí–. Ya lo saben.

—¿De qué hablás? ¿Qué saben?– Cuestioné confundida... no pude estar hablando de...

—Todo... la verdad. Eso que te empeñás tanto en averiguar –dijo mientras se encorvaba hacia mí. Lo disfrutaba. Amaba verme sufrir y sabía que me retorcía por dentro. Cada segundo que pasaba sin saber lo que me ocultaban era una pesadilla. Era como saber el final de un libro; para aquellos que ya lo leyeron el desenlace no lleva tanta importancia, pero para los que aún no lo terminaron se volvía lo más tedioso del mundo–. Ya te dije, tenemos que esperar a que tus papás vuelvan –habló mientras se recostaba en el sofá–. Pero tengo que aceptarlo, llegaste más lejos de lo que pensé que llegarías. Fuiste la peor de las molestias mientras intentábamos mantenerlo en secreto, pero ahora que solo quedan un par de días, debo reconocerlo.

"Todo... la verdad". Esas palabras habían bloqueado mi habilidad para interactuar con el mundo exterior. Ya lo sabían, Kate y Luna lo sabían. En estos momentos estaban en sus casas enterándose de toda la verdad. Tomé un profundo respiro y cerré la computadora para luego cargarla bajo mi brazo. Si no me lo iba a contar él, me lo contarían las chicas. Lo miré una última vez. Se cubría su rostro del sol y mantenía los ojos cerrados.

No le importó nada de lo que le dije.

Subí las escaleras humillada e indignada. Este chico era un partido difícil de ganar. Tenía que aceptar que, por lo que había visto, era más parecido a mí de lo que me gustaría creer. Esto sería complicado.

Si él era nuestro acosador y tanto se había empeñado en que supiéramos la verdad, ¿por qué no hablaba de una vez? ¿Por qué esperar a mis padres? ¿Acaso sus intenciones iniciales no eran que supiéramos la verdad?.. Excepto que, oh, Dios, Félix no era el acosador. Por supuesto que no. Simplemente era un involucrado más. Ahora que lo pensaba mejor, había dos hostigadores. Uno era Félix, que parecía seguir cada paso mío, pero mantenía distancia. No había sido él. La persona que movía cielo y tierra para que desvelemos la verdad era otra. Otra que no sabíamos quién era. Esta era peligrosa y cuidadosa.

Genial, doble problema.

Intenté relajarme. Por ahora estaba con Félix y dudaba de que el psicópata intentara hacer algo. Debía comenzar a cerrar preguntas y las chicas eran por dónde empezaría. Subí a mi cuarto y al localizar mi campera en el piso básicamente me arrojé hacia ella. Abrí sus bolsillos en busca de mi celular. Nada. Revolví mi cama, levanté sábanas y corrí almohadones. Nada. Di vueltas por mi cuarto y mi baño, pero, una vez más... nada.

Bajé las escaleras bastante irritada de los juegos de este chico. Había cruzado la línea, ¿desde cuándo cree que posee la autoridad suficiente como para confiscar mi celular sin permiso? Me paré frente a él hasta que su vista se topó con la mía.

—¿Trajiste mi sábana? –inquirió con desinterés.

—¿Viste mi celular? –pregunté ignorándolo. Pensaba preguntarle pacíficamente. A pesar de que estaba bastante segura de que él me lo había quitado, primero prefería preguntar en vez de tener un brote psicótico frente a él. Quizás estaba exagerando...

Este, sin decir palabra, rebuscó en su campera. Lucía risueño, lo que me hizo desconfiar aún más de él.

—¿Esto? –preguntó mientras sostenía mi único medio de comunicación con el mundo exterior. Lo balanceaba entre sus dedos como si se tratase de un juguete. Félix estaba probando mi paciencia, y no creo que estuviera listo para presenciar lo que sucedía cuando se agotaba. Atiné a quitárselo, traté de ser impredecible, pero sus reflejos eran rápidos y pudo esquivarlo–. No puedo dártelo hasta que tus papás vuelvan. De esta forma no podrás comunicarte con tus amigas y arruinar el plan.

—¿Qué plan? –Estaba a punto de explotar. Sacaba fuego por las orejas–. ¿Cuándo tomaste mi celular?

—Cuando apagaste mi cigarrillo. Bastante distraída. –Estaba probando su suerte. No temía a lo que pudiera pasarle. Él sabía que no haría nada al respecto y, si lo intentaba, llevaba las de ganarme. Era mucho más corpulento y musculoso que yo. Podría paralizarme en cuestión de segundos.

—Devolvelo –ordené mientras extendía mi mano. Observé cómo se paraba, retomando así su altura predominante, y guardaba mi preciado celular en su bolsillo trasero. Después volvió a acostarse.

—Si lo querés, buscalo –respondió de forma socarrona. Apreté mi mandíbula. Él tenía muy en claro que no iba a hacerlo. Resoplé frustrada. ¿Por qué yo? ¿Qué hice para merecer a este imbécil? Intenté calmarme y mirar, una vez más, el lado positivo. No todo estaba perdido aún.

Observé desde mi ventana abierta cómo el sol del nuevo día se hacía presente alto en el cielo. Este era el segundo día en que tendría que convivir con el inoperante de Félix. Todo ayer, incluyendo la noche, había hecho lo mejor que pude para escaparme de casa. Increíblemente, cada vez que estuve remotamente cerca, él se aparecía. Diría que di lo mejor de mí... pero no fue suficiente, debo seguir empujando. ¿Quién sería yo si no buscara una forma de obtener lo que quiero? Al menos espero que, con la cantidad de veces en que intenté salirme, no haya pegado un maldito ojo en toda la noche. Eso me reconfortaría temporalmente.

Ya era tiempo de salir de la cama y bajar a comer algo. Me quité mi pijama y me observé al espejo. Las costillas aún dolían. El dolor se había alivianado con el paso de los días, pero aún sentía punzadas si intentaba hacer algún movimiento brusco. Si presionaba muy fuerte en el área me retorcía de dolor. El moretón se estaba tornado de un color verdoso, se encontraba en sus últimas etapas. Me cambié de ropa, ya que al parecer ni siquiera puedo andar libremente en mi propia casa, y bajé las escaleras de forma sigilosa. Desgraciadamente él estaba ahí. Cuando crucé la barra y quedamos cara a cara pude ver sus hinchados ojos. Si fuera cualquier otra persona apostaría que estuvo llorando, pero, sabiendo los altercados de anoche, su estado físico se debía al poco descanso obtenido. No sentía ni una gota de empatía por este idiota.

Cuando dirigió sus azules ojos hacia mí no pude evitar bajar la mirada y sonreír.

—¿Noche complicada? –hablé mientras me servía una taza de café sofocando mi risa.

—Muy chistosa, Elena –respondió entretanto tomaba un sorbo de su bebida. Podía ver cómo nuestras tazas humeaban de calor.

—Veo que sabés alimentarte solo... y yo que pensé que tu tío y tu hermana te arreglaban todo.

No se inmutó ante mi comentario; en cambio simplemente sacó una caja de cigarrillos y encendió uno justo frente a mí. Le dio un par de pitadas y luego lo depositó sobre el cenicero dedicándome una mirada oscura pero encantadora. Aplasté mis nudillos, molesta.

—Te morís por saber lo que pasa, ¿verdad? –contraatacó.

Oh, no, ¿realmente iba a ir ahí?

Lo observé disgustada, pero en vez de responder di un par de pasos hacia él y lo contemplé de cerca. Reposé mi cuerpo a unos centímetros de su silla y acerqué mi rostro al suyo. Me observó expectante con una sonrisa narcisista y molesta.

Continué acercándome mientras veía cómo me contemplaba de forma engreída; pero prefería morir antes de hacer lo que él imaginaba. En cuanto volqué el contenido de su taza sobre el cenicero su rostro cambió drásticamente. El caliente fluido no tardó en apagar el cigarrillo para deslizarse por la mesa hasta mojar y manchar su ropa. Pese al caliente líquido, Félix no reaccionó. Simplemente arrugó las cejas contemplándome con disgusto. Sus labios formaron una fina línea mientras dirigía la vista a su ahora machado pantalón.

Que tengas buen día, Félix.

No mucho sucedió esa mañana. Félix había monopolizado la planta baja y todas las posibles salidas de mi casa, mientras que yo me mantenía feliz en mi cuarto. En tanto y en cuanto no tuviera que cruzármelo, y así compartir el menor aire posible, todo iría bien; hasta alrededor de las seis y media de la tarde, cuando alguien golpeó la puerta de mi habitación.

—¿Sí? –pregunté. Ansiaba la llegada de mis padres, pero sabía que no eran ellos los que llamaban a mi puerta.

—Tengo que buscar algo en mi casa, vamos –ordenó Félix desde el umbral. Lo miré, reí y luego volví a mis actividades–. Elena, vamos –repitió.

—No soy un perro.

—No estaríamos en esta situación si no fuera por tu estúpida broma de la mañana. No soporto los pantalones pegajosos y arrugados. Dado al hecho de que no puedo perderte de vista vas a venir conmigo; así que vamos –ordenó una vez más, pero yo con suerte volteé a verlo–. Bien, solo queda llevarte a la fuerza y realmente no querés eso.

—Tocame y te decapito –amenacé.

—¿El perro muerde? –inquirió en tono burlón.

Mi paciencia con él comenzaba a agotarse.

En cuanto vi cómo se acercaba hacia mí salté de la silla velozmente. Le advertí que no diera un paso más, pero no pareció importarle. Cuando estuvo a pocos metros de distancia, corrí por toda mi cama para evitarlo. Aceleró su paso. Sin pensarlo dos veces fui hasta el baño y me encerré dentro. Tenía que pensar, y debía hacerlo rápido.

Luego de unos minutos de vacilación llegué a la conclusión de que acompañándolo podría tener una posibilidad de escapar y así perderlo de vista. Me cambié y mientras bajaba vi cómo sacaba de su campera un juego de llaves.

Al abrir la puerta de entrada observé estacionada, al otro lado de la calle, la bellísima Harley Davidson.

—¿Vamos en la Harley? –pregunté tratando de ocultar mi emoción. Pero fue en vano. Notó que estaba contenta, pero, sorprendentemente, no hizo ningún comentario irónico al respecto.

—Excepto que quieras ir caminando –respondió mientras se sentaba en esta.

—No, claro que no –concluí repitiendo su acción.

Pese a que el casco obstruía un poco mi vista, nada logró quitarme la felicidad que sentía en ese momento. Dios mío, ya parezco bipolar; pero andar en una moto como esta fue mi sueño desde pequeña. No podía evitar disfrutar el viento que volaba fuertemente sobre mi cara. Cuando Félix doblaba me tomaba fuertemente de su espalda por miedo a caerme. Mis manos rodeaban su abdomen con fuerza. Cuando aceleraba, a veces se me escapaba uno que otro suspiro de emoción, pero lo ocultaba rápidamente. Sabía que él se había dado cuenta y desde entonces aceleraba con más frecuencia. ¿Acaso quería que disfrutara este momento? No, claro que no, es Félix de quien estoy pensando. Aspiré el aire de la tarde. Esto era lo mejor que me había sucedido hasta ahora. Por un instante, y por más trillado que suene, muchos de mis conflictos habían sido dejados atrás: junto al espejo, los recuerdos, las mentiras y los engaños de mis padres.

Antes de que lo supiera, Félix estaba ingresando a la rotonda apedreada de su casa. Fue un viaje corto, dado que vivíamos relativamente cerca. Tan solo había unas cuadras de distancia. Cuando bajó se quedó parado frente a mí esperando que repita su acción. Ni loca iba a hacerlo, a pesar de que pasé un buen rato no podía olvidarme de mi objetivo.

—Elena, vamos. Bajate. Va a ser un segundo, solo quiero cambiarme de ropa.

—Félix, a diferencia de vos, no me gusta entrar en la casa de gente que no conozco.

—¿Acaso eso no se te ocurrió la última vez que me visitaste?

La sangre corrió a mis mejillas.

—Félix, dale, ¿adónde voy a ir? Con suerte conozco la zona y, aunque lo hiciera, no podría correr tan lejos y menos si contás con una moto. –Meditó mi respuesta y, aunque no parecía convencido accedió yendo directo hacia su entrada; la cual dejó abierta "solo por las dudas".

En cuanto lo perdí de vista puse en marcha mi simple plan.

Era claro que no llegaría lejos a pie... pero nadie dijo nada sobre ir en la Harley. Me había asegurado de ganarle en su propio juego y, mientras se bajaba, quité las llaves de la ya apagada motocicleta. Las deslicé de su bolsillo en cuanto las colocó dentro. Estuvo tan despistado que ni sintió el tintineo. No se fijó en su campera... ni se preocupó por estas. Sonreí victoriosa.

Analicé mis alrededores y cuando comprobé que nadie estaba cerca, me subí a la moto e introduje la llave. Al mismo tiempo que estaba a punto de avanzar, escuché la voz de Félix a pocos pasos míos, dijo algo que no pude comprender por el alto sonido del motor. Hice que ronroneara aún más fuerte. Quería que supiera que me iba, que lo dejaba atrás y me llevaba su moto.

Subí mis pies y aceleré lo más rápido que pude antes de reglarle una última sonrisa que significaba "esta victoria es mía".

Pero... con el tiempo aprendí a no festejar tan temprano. No pude recorrer ni cinco centímetros antes de que la Harley, y yo en ella, cayéramos por completo del lado izquierdo. Era mucho más pesada de lo que esperaba. Puedo jurar que iba a tan poca velocidad que seguro caí en cámara lenta:

—¡Mi moto! –escuché que gritaba el de ojos azules. De reojo lo vi correr hacia mí.

—¿Tu moto? –pregunté alterada–. ¡QUERRÁS DECIR MI PIERNA! –Mi pobre pierna había quedado por completo sumergida debajo del pesado artefacto. La había sentido vibrar y esperaba que no estuviera rota.

Jamás vi a Félix expresar muchos sentimientos que digamos, pero verlo correr hacia la moto y levantarla de forma desesperada no tuvo precio.

Por suerte ni la Harley ni mi pierna sufrieron graves daños. La pintura de esta se había levantado un poco y yo... bueno, estaba inflamada y ya esperaba que un moretón apareciera en la zona afectada.

Le pedí perdón a Félix por el daño y le prometí pagárselo, aunque me aseguró que no era necesario. Volvimos a casa y cuando bajé del vehículo caminé como pude. Sentía cómo rengueaba y colocaba todo mi peso en la pierna no herida. Maldecía entre dientes para evitar descomponerme en la entrada de mi casa. Odiaba lastimarme y más aún si el sufrimiento era insoportable. No es que estaba inmóvil, pero sí dolía bastante... creía poder lograrlo hasta que llegué a los escalones. Traté de subir un par, pero la punzada que sentía en la tibia me ganó de sobra.

—Vamos –dijo Félix mientras me ofrecía su espalda.

—Ni a palos –comenté mientras volvía a tratar de escalar los peldaños.

—¿Podés dejar tu orgullo de lado al menos por tu propio bien? –Lo observé paralizada–. Subí –repitió un poco más serio y frustrado. Me arrepentiría, pero quizás Félix sí tenía un poco de empatía después de todo.

Dolía demasiado, así que accedí. Rodé mis piernas a su cintura y entrelacé mis brazos en su cuello. El olor a colonia se coló por mi nariz; era riquísima. Su sedoso pelo negro golpeaba contra mi rostro levemente. Me hacía cosquillas. Llevaba sus manos atadas a mis muslos y no pude evitar sentir un pequeño cosquilleo en cuanto las colocó. Me cargó sin problema y antes de que supiera estaba en casa sentada en el sillón mientras Félix aplicaba hielo en toda mi tibia.

—Hubiera pagado por grabar mi caída –comenté–. Seguro que caí tan lento que hasta a vos te causó gracia. –Observé cómo una pequeña y discreta sonrisa se formaba en su rostro.

—Nunca vi a una persona tan torpe y testaruda en toda mi vida – comentó–. Suerte que te había dicho que era una moto pesada... ¿Vos escuchás cuando te hablan?

—No mucho –dije mientras reía. Rápidamente tomé mi costilla dejando entrever un poco de dolor en mi rostro. Había caído del mismo lado empeorando el golpe que ya estaba ahí. Dos por uno dicen.

—¿Qué pasa? –preguntó Félix mientras me dirigía la mirada por primera vez en toda la noche. Pude ver un destello de preocupación en sus ojos. Reí un poco más para calmarlo y dije:

—Cuando entré en tu casa caí y golpeé mis costillas. –Subí un poco el costado de mi remera dejando a la vista el moretón que tenía. No era un golpe grave, en unos días se iría, pero mientras estuviera en mi piel... dolería. Vi cómo rodaba los ojos y se reía un poco–. Wow, ¿Sabés lo que es reírte? Sorprenderte. ¿Podríamos repetir eso así lo grabo? Ya sabés, como evidencia de que quizás seas humano después de todo.

Sí, fue un comentario sarcástico, pero esta vez nos lo tomamos distinto. La tensión que había en un principio comenzó a esfumarse con las horas que pasábamos juntos. Ya no lo odiaba tanto, al menos no intencionalmente.

—¿Cuándo creés que lleguen mis padres... o lo que sean? –pregunté.

—Seguro entre mañana o la madrugada de hoy. –Asentí y el ambiente volvió a quedar mudo.

—¿Y los tuyos? –le pregunté. A ver, siendo franca este chico era un misterio andante. Si se me presentaba la oportunidad de saber más... claramente la tomaría.

—¿Mis qué? –continuó mientras movía el hielo hacia una parte más abajo de mi pierna. Me estremecí levemente al sentir el frío esparcirse en esta.

—Tus papás –respondí risueña.

Observé cómo meditaba, pacientemente, mi pregunta. No sabía qué responder y su cara lo delataba. Supuse que estaban vivos. No me sorprendería que lo estuvieran. Luego de dudar y construir una respuesta: corta, concisa y sin muchas opciones de pensamientos abrió la boca para responder hasta que escuchamos una llave en el picaporte de la entrada.

----

Yo les dije que con Félix manejaba una relación amor-odio. Era solo cuestión de tiempo hasta que apareciera en "Moon Night"

Aiii, tan cerca y tan lejos. Alguien esta por entrar por la puerta; ¿Serán mis papás? ¿Serán las chicas? ... ¿Quizás el acosador? Supongo que por fin el capitulo 13 traerá la verdad que tanto ansían.

¿Que les pareció el capitulo? ¿Están disfrutando de Moon Night?

Realmente son los mejores. Muchísimas gracias por todo lo que hacen por la novela. Decir que los amamos es poco.

Muchísimas gracias... de verdad.

-

¡Recuerden que "Moon Night" esta disponible en físico y en formato eBook! Acá en Wattpad podrán obtener los primeros 23 capítulos y las actualizaciones serán los Sábados a las 18:00 (hora argentina).

También, para más contenido sobre la saga y los personajes pueden seguir el Instagram oficial @Moonnight_saga ❤️

¡Recuerden de votar ⭐️, compartir y comentar 💻 así ayudan a que la historia crezca!🌏❤️

En fin, cuídense mucho y gracias por el interminable apoyo, son los mejores!

¡Los amo! 💕

Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

51.9K 6.4K 13
No es un secreto que Bruno Lenner me guste. Todos lo saben menos él. Típico. No es normal que haya comprado una revista donde vienen tips para conqui...
233K 26.2K 32
☆ título antiguo: Detrás de un libro: Una estrella. Ella era lectora. Todos los días iba a la universidad con la cabeza metida en un libro diferente...
2.3M 151K 45
La madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adaptarse a su nuevo colegio, llega Matías, qu...
2.7K 208 12
Jennie, una chica cuya familia es católica se enamora perdidamente de una chica llamada Lisa, aquella chica es de familia cristiana... Jen es más arr...