Narra Lenna
Su mirada estaba más oscura que nunca, tan oscura que podía jurar que estaba multiplicando su maldad. Cerró la puerta con fuerzas, lo que provocó un fuerte estruendo que me asustó. Mis ojos se abrieron grandes, exaltados. Lo miré casi suplicando que se calmara, pero no lo hizo.
— ¿Con quién mierda hablabas? ¿De dónde mierda has sacado ese maldito aparato?— cuestionó agarrando el móvil y estampándolo contra el piso. De inmediato supe que se trataba del Victor lleno de ira, aquel tipo que la última vez casi logró matarme a golpes en mi propia casa. — ¿Te lo presto la perra esa que te trae la comida, verdad?
Yo negué. No iba a mandarla enfrente, arriesgando a su familia. Quizás tenía hermanos pequeños y yo sabía muy bien que Victor era capaz de cualquier cosa.
—Se lo robe— susurré.
— ¿SE LO QUÉ?— gritó con rabia.
—Se lo robe— respondí siendo más clara, mientras lo observaba sentada en la cama.
Lo demás sucedió en un parpadeo. Me tomó con fuerzas del cabello haciéndome chillar.
— ¿QUÉ TE DIJE SOBRE INTENTAR ESCAPAR? ¿¡QUE TE DIJE!?
—Ya lo sé, ya lo sé, lo siento, lo siento, suéltame por favor, no me lastimes, por favor— tiró mi cabeza hacia atrás y me proporcionó una pesada bofetada, que de seguro marcó mi rostro. Me ardió al instante.
— ¡ESO NO FUE LO QUE TE DIJE! Maldita perra— musitó. —No te dejaré pasar esta, porque te portas mal y eso me saca de quicio ¿no lo ves? ¿NO LO VES?— traté de asentir, pero sus manos aun tirando de mis cabellos me lo impedían. De pronto me soltó, pero no se dispuso a dejarme en paz. Fue más allá.
Enganchó sus manos en el cuello de mi remera y rasgo la prenda de par en par hacia abajo, para luego quitármela por completo. De la cintura para arriba solo me cubría el sostén, y rogué que lo dejará ahí.
Volvió a golpearme en la cara. Me aferré a mis rodillas haciéndome bolita, tratando de protegerme a mí misma lo más que pudiera. En ese momento era puro llanto y temblor. Sam estaba en camino, pero quizás no llegaría a tiempo.
—Tendrás de una vez por todas lo que te mereces, así aprenderás a portarte bien— tuve el atrevimiento de observarlo y comprobé que estaba quitándose el cinturón. Dudé. Dudé demasiado en lo que haría. Pero entonces me giró a su antojo y la parte de la hebilla del cinto golpeó fuertemente mi espalda. Grité, pero claro, no le importó un comino.
El dolor fue agudo, penetrante e intenso al principio. Luego perdí la cuenta de cuantos golpes recibí. Apenas lograba sentir algo. Mi cuerpo simplemente se dejaba caer hacia a un costado, rendido en su totalidad. Cerré los ojos, desbordando de lágrimas y dejé de moverme. Victor parecía calmarse poco a poco y cuando se descargó lo suficiente conmigo, se marchó dejándome agonizando sobre el colchón.
No podía ver mi espalda, pero si percibía las heridas abiertas. De seguro me había provocado más que dos o tres, porque siendo sincera y sin exagerar, el dolor se sentía en cada molécula de mi espalda, como si alguien no dejara de clavarme miles de dagas en ella. Traté de respirar hondo para tranquilizarme a mí misma, luego luché por unos segundos contra las cadenas como si de repente fueran a soltarse con facilidad. Y tal cual había sido desde un principio, perdí la batalla. Así que simplemente dejé de moverme. Me quedé intacta, paralizada, esperando un milagro. La única parte de mi cuerpo que parecía tener vida, eran mis ojos que no dejaban de verter lágrimas, una tras otra.
Narra Sam
Estaba a escasos pasos de encontrar a Lenna, lo intuía, sabía que estaba próximo a ocurrir. Había llegado a lo que parecía ser el lugar correcto según los datos que ella me había proporcionado. No fue difícil, porque la información era certera. Pero mis nervios y mi desesperación por tenerla otra vez conmigo lo hacían todo más difícil. Quería verla, abrazarla, hacerle sentir que todo estaría bien. Sin embargo, me atormentaba la idea de tener que decirle que su hermano estaba mal herido y muy grave. A nadie le gusta dar malas noticias, a diferencia de algunos que son buenos haciéndolo. No como yo, que era un desastre en esas cosas. Lo único que pensaba en decirlo de alguna forma que no doliera tanto. Aunque era obvio que iba a destruirla de cualquier manera. Como sea, lo principal era encontrarla y sacarla de donde sea que estuviera, de alejarla de Victor y encargarme de que no volviera a suceder lo mismo.
Dejé el auto a un costado de la ruta y a costa de mis pies fue introduciéndome a los alrededores de la propiedad. Ir con cautela, eso era lo principal. La verdad no estaba muy seguro de como haría para meterme en el lugar y luego hallarla, pero justo cuando estaba por dar un paso adelante sentí que alguien me chistaba.
— ¡Hey, tú!— fue lo siguiente que oí, proveniente de una voz femenina. Giré y entonces me topé con una chica. Lucía apurada, como si quisiera despojarse de mí.
— ¿Buscas a Lenna, verdad?— preguntó en un susurro. Yo asentí, después hablé.
— ¿Qué es lo que sabes?
—Está aquí dentro. En la habitación, al fondo del primer pasillo. Vas a necesitar esto— dijo entregándome una llave. Miré el objeto sin comprender demasiado, pero lo tomé entre mis manos y lo guardé en mi bolsillo.
— ¿No hay nadie más adentro?
—No. Bueno, Victor y uno de sus matones se acaban de ir, pero volverán rápido. Solo hay uno en la puerta de la habitación, tendrás que golpearlo o algo— indicó como si se tratase de algo simple.
Aún sigo sin comprender porque confíe en aquella chica. Es decir, no conocía absolutamente nada sobre ella y al parecer ¡trabajaba con Victor! Pero era tal mis deseos de salvar a Lenna que me dejé llevar por mis instintos. Sé que Zachary en mi lugar lo habría pensado más de una vez e incluso habría dudado de la chica.
Pero yo no lo hice, no dude de ella. Entre en silencio detrás de ella, dispuesto a seguir sus indicaciones porque parecía conocer sobre la situación.
—Ten esto, tienes que atarme— murmuró.
— ¿Qué?
— ¡Que me ates! Yo te ayudo, pero Victor no puede saberlo. ¿Entiendes?
—Oh, sí, entiendo— reaccioné con velocidad. Y la amarré a una silla que había cerca. Hubiera deseado no tener que hacer eso, pero ella se notaba muy segura del plan, así que accedí sin discutir.
—Ahí, en aquel cajón— señaló con su cabeza. —Hay barrotes y esas cosas, para que lo golpees— susurró muy despacio.
—Gracias— musité abriendo la casilla y apropiándome de un metal pesado que sin duda iba a servirme.
Me acerqué sigilosamente, con cautela y logré darle un golpe por la espalda. El sujeto cayó estático al suelo y aún sin creer lo que había hecho, me adelanté a abrir la puerta de la habitación.
Y entonces la vi. Acostada, de espaldas a mí. Recorrí lentamente con mi mirada su anatomía, de una punta a la otra. Su piel desnuda mostraba graves signos de haber sido maltratada, quién sabe, quizás poco antes de que yo llegara. Había sangre que aún se deslizaba por su piel. Observé luego dos cadenas, salían de los dos extremos de la cama e iban directo a sus manos.
Soy sensible y no voy a negar que un intenso escalofrío recorrió mi espalda. Maldición. ¿Qué le habían hecho a mi chica?
Me sobresalté, quería llevármela de allí cuanto antes. Sin perder más el tiempo me acerqué, arrodillándome a su altura y busqué dentro de mi bolsillo el juego de llaves para soltarla.
—Lenna... Lenna— murmuré tratando de mantener mi voz firme, mientras intentaba abrir los candados.
— ¿Sam?— abrió los ojos, girando la cabeza para verme. La observé mejor, percatándome justo de otra herida arriba de la ceja. Demonios, quería matarlos a todos, a todos lo que tuvieron que ver con lastimarla de esa forma. —Sam... ¿nos vamos de aquí verdad?— exclamó moviéndose con dificultad. Pude darme cuenta de lo débil que estaba su cuerpo y cuanto le costaba realizar un movimiento. Su mirada apenas conectaba con la mía, estaba ida, como perdida y absuelta en otro mundo. Tenía que ser lo más cuidadoso posible. Solté sus manos y la oí respirar un tanto aliviada.
—No te preocupes, a eso vine, a sacarte de aquí— aseguré. —Ahora déjame ayudarte— indiqué mientras me ponía de pie y luego la ayudaba a sentarse en la cama. La impotencia del momento era terrible. La veía toda lastimada y me reprochaba lo inútil que fui al no poder evitarlo y lamentablemente ya era muy tarde para eso. Lo siguiente que hice fue quitarme la campera e intentar cubrirla con ella, pero Lenna se removió incomodada y no me dejó hacerlo.
—Me duele demasiado— murmuró. La observé comprensivo.
—Lo haré con cuidado ¿Está bien? No te haré mal— dije y entonces otra vez me vi en el intento de vestirla con mi campera. Ella me ayudo pasando sus brazos y terminé por subir el cierre con cautela para no dañarla aún más. La tomé suavemente por la cintura ayudándola a ponerse de pie. Atinó a dejarse caer otra vez, pero se sostuvo aferrando sus manos a mis hombros.
—Sé que fueron pocos días... pero... pero no sé, no sé qué me pasa— me miró con los ojos cristalizados. —Apenas puedo moverme, no sé qué es lo que pasa conmigo— sollozó y sin pensar, la abracé como había deseado hacerlo cada día que estuve sin ella. Quería apretarla aún más contra mí, pero recordaba que en ese momento su cuerpo era algo demasiado frágil. — No te imaginas cuanto te necesitaba. No tienes idea...
—Me estaba muriendo sin ti— acaricié su cabello aún sin soltarla.
—Nunca más te vayas, por favor.
—Nunca más, linda. Te lo prometo— susurré y besé su frente.