Ya es diciembre y ya estoy de vuelta a España. Fueron meses de grabaciones, sesiones de fotos, encuentros, entrevistas... estoy feliz, sí. Muy feliz. Pero la verdadera felicidad es el momento en que le dije a mi esposa que hoy volvería a casa a pasar las navidades en casa y se puso a llorar de emoción y ganas.
Pero pensar que Sara ya tiene el año de vida y que ninguno de mis hijos sabe que voy a estar en casa cuando despierten en su primer día de las vacaciones lectivas, me acelera el pulso.
Abro la puerta de casa y la primera en venir es Coco. Se acerca a mí y me chupa la mano que sujeta las llaves.
Veo a Estefi en el sofá con la niña amarrada a ella.
- Ya he llegado, mami-. La saludo.
- Hola, bombón-. Me responde.
- ¿Me das al monito y descansas?-. propongo y se despierta. -¡Ups!-.
- No te preocupes, es que le toca el biberón, si no a las siete amanece y no deja dormir-. Me explica. -¿Vas con papi?-. le pregunta a ella.
- Apa-. Dice mientras asiente con la cabeza y estira los brazos para que la coja.
Oigo la voz de Fede:
- No podrás conmigo, malvado. He de cumplir el deber de la Liga de la Justicia. ¡PSSSSSS, PUM! Siguiente nivel-.
- Voy a ver al niño. Parece aburrido-. Le digo a Estefi cuando viene con el biberón.
- Sí. Pero...-. Me besa de forma dulce y yo me separo un segundo y rozo sus labios una última vez para ir con Fede.