Annie y el Misterio del Prínc...

By -luxtomlinson

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La guerra ha comenzado y eso Annie lo tiene muy claro. Tiempos oscuros aproximándose, dejar la niñez atrás, p... More

C A S T
1. ¡¿Qué quien le dio un qué a Annie?!
2. Misión de rescate
3. Hola, razón de mi existencia
4. Te extrañé mucho, lobita.
5. You're the best brother in the world
6. Callejón Diagon
7. La mano de Dumbledore
8. No hace falta que me llame "señor", profesor.
9. Propiedad del Príncipe Mestizo
10. ¿Por qué Harry no puede ser feo?
11. El collar maldito
12. Eres un estúpido Ron
13. Estúpidos filtros de amor
14. ¡No ocupen la sala de menesteres!
15. El mini infarto
16. El bezoar
17. Las clases de aparición
18. Ron fue envenenado
19. El desastroso partido
20. La deducción de Harry
21. Los fantasmas son transparentes
22. Felix sabe lo que hace
24. Por las miles de veces que pienso en ti
25. Deberían besarse para romper la tensión
26. Dumbledore está muerto
27. R.A.B
28. El funeral y el final

23. Sea valiente, profesor

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By -luxtomlinson

-¡Han venido! -exclamó Hagrid al ver a ambos en la puerta.

-Sí, aquí estamos. Ron y Hermione no han podido venir, pero lo sienten mucho.

-No importa, no importa… A Aragog le habría emocionado verlos aquí, Harry, Annie… -Y soltó un sonoro sollozo. Se había hecho un brazalete negro con lo que parecía un trapo untado con betún y tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Para consolarlo, Harry le dio unas palmaditas en el codo, la parte más alta de Hagrid a la que llegaba.

-¿Dónde vamos a enterrarlo? -preguntó-. ¿En el Bosque Prohibido?

-¡No, de eso nada! -respondió Hagrid, secándose las lágrimas con los faldones de la camisa-. Las otras arañas no dejan que me acerque por allí desde que murió
Aragog. ¡Resulta que no me devoraban porque él se lo había prohibido! ¿Se lo pueden creer?

Ni Annie ni Harry respondieron.

-¡Antes podía pasearme a mis anchas por el Bosque Prohibido! -se lamentó Hagrid meneando la cabeza-. Les aseguro que no fue fácil sacar el cadáver de Aragog de allí porque normalmente las acromántulas se comen a sus muertos… Pero yo quería que él tuviera un entierro bonito, una despedida apropiada.

El guardabosques rompió a sollozar de nuevo y Harry volvió a darle palmaditas en el codo, y mientras lo consolaba (puesto que la poción parecía indicar lo que correspondía hacer en cada momento) le dijo:

-Cuando venía hacia aquí nos hemos encontrado con el profesor Slughorn.

-¡Anda! ¿Los ha regañado? -preguntó Hagrid con súbita alarma-. Ya sé que no los dejan salir del castillo por la noche, ha sido culpa mía…

-No, no. Cuando le expliqué lo que ocurría, dijo que le gustaría venir y presentarle sus respetos a Aragog. Creo que ha ido a ponerse ropa más adecuada para la ocasión… Y añadió que traería un par de botellas para brindar por la pobre araña…

-¿Ah, sí? -repuso Hagrid, entre asombrado y conmovido-. Qué detalle por su parte… Muy amable, y además no se va a chivar… Horace Slughorn nunca me ha caído muy bien, pero si quiere venir a despedir a Aragog… Seguro que a él le habría gustado.

Annie pensó que lo que más le habría gustado a Aragog de Slughorn habrían sido sus abundantes michelines, pero no hizo ningún comentario y se acercó a la ventana de atrás, desde donde vio la espeluznante imagen que ofrecía la enorme araña muerta, tumbada boca arriba, con las patas encogidas y enredadas unas con otras.

-¿Vamos a enterrarlo aquí, en tu jardín, Hagrid? -preguntó Annie

-Sí, detrás del huerto de las calabazas -contestó con voz entrecortada-. Ya he cavado la… la tumba. He pensado que podríamos decir algo agradable antes de enterrarlo. Mencionar algún recuerdo feliz, o algo así… -La voz le temblaba tanto
que no pudo terminar. En ese momento llamaron a la puerta y el guardabosques fue a abrir al tiempo que se sonaba con su enorme pañuelo de lunares. Slughorn, que se había puesto un lúgubre fular negro, entró rápidamente con dos botellas bajo el brazo.

-Te acompaño en el sentimiento, Hagrid -dijo con solemnidad.

-Muchas gracias. Eres muy amable. Y gracias por no castigar a Harry y Annie…

-Ni se me habría ocurrido. Qué noche tan triste, qué noche tan triste… ¿Dónde está la pobre criatura?

-Ahí fuera -respondió Hagrid con voz quebrada-, ¿Qué? ¿Quieren que empecemos ya?

Salieron al jardín trasero. La luna refulgía detrás de los árboles y, mezclada con la luz que salía de la ventana de Hagrid, iluminaba el cadáver de Aragog, que yacía al borde de una enorme fosa, junto a un montón de tierra de tres metros de alto.

-Magnífico -declaró Slughorn acercándose a la cabeza de la araña, donde ocho ojos blanquecinos miraban el cielo sin ver y dos enormes pinzas curvadas brillaban al claro de luna, inmóviles.

Annie tomó a Harry del brazo y se acercaron un poco.

-No todo el mundo supo apreciar su belleza -comentó Hagrid mientras las lágrimas le desbordaban las comisuras de los ojos, rodeados de arrugas-. No sabía que te interesaran tanto las criaturas como Aragog, Horace.

-¿Interesarme? ¡Las adoro, mi querido Hagrid! -repuso Slughorn y se apartó del cadáver. Annie vio el destello de una botella que desaparecía bajo la capa del
profesor, aunque Hagrid, que volvía a enjugarse las lágrimas, no se dio cuenta de nada-. Y ahora… procedamos a enterrarlo.

Hagrid se adelantó unos pasos. Levantó la gigantesca araña con ambos brazos y, lanzando un sonoro resoplido, la arrojó a la oscura fosa. La bestia cayó en el fondo con un espantoso y crepitante ruido. Hagrid rompió a llorar de nuevo.

-Claro, para ti es muy duro porque eres el que mejor lo conocía -observó Slughorn, quien, como Harry, sólo llegaba al codo de Hagrid y no tenía más remedio que darle en ese punto las palmaditas de consuelo-. ¿Quieres que diga unas palabras?

Hagrid asintió, conmovido.

-¡Adiós, Aragog, rey de los arácnidos, cuya larga y fiel amistad jamás olvidarán los que te conocieron! Tu cuerpo se desintegrará, pero tu espíritu sigue vivo en los apacibles rincones del Bosque Prohibido donde antaño tejías telarañas. Que tus descendientes de muchos ojos crezcan sanos y saludables y que tus amigos humanos hallen consuelo por la pérdida que han sufrido.

-¡Qué… qué… bonito! -aulló Hagrid, y tras desplomarse en el suelo, se puso a llorar aún con mayor abatimiento.

-Vamos, vamos -dijo Slughorn; agitó su varita y el enorme montón de tierra se elevó para luego caer con un ruido sordo sobre la araña, de modo que formó un perfecto túmulo-. Entremos en la cabaña y bebamos algo. Harry, tómalo por el otro brazo… Así… Arriba, Hagrid… Bien, bien…

Sentaron a Hagrid a la mesa. Fang, que durante el entierro no se había movido de su cesta, se acercó con sigilo y apoyó su enorme cabeza en el regazo de Annie, como solía hacer.

La chica se agachó y comenzó a acariciarlo y hablarle con voz suave y dulce, mientras Fang se dejaba mimar. Cuando se enderezó, Harry la abrazó por la cintura acercándola.

-¿Así le hablarás a nuestros hijos? -le preguntó en un susurro con sus labios pegados a su mejilla. Slughorn estaba muy ocupado sirviendo el vino como para percatarse de ello.

-Sí, quiero niños, ¿tu no? -preguntó Annie.

-Humm.. sí. Me parece genial -murmuró besando su mejilla- pero primero.. tenemos que casarnos.

-No me lo has propuesto -dijo Annie juguetona.

-No me tientes a hacerlo aquí -dijo Harry divertido.

Slughorn repartió las copas y alzó la suya.

-¡Por Aragog!

-¡Por Aragog! -respondieron Annie, Harry y Hagrid. Annie dio un sorbo y lo dejó arrugando la nariz. Sin embargo, Slughorn y Hagrid se lo bebieron todo.

-Lo tenía desde que estaba en el huevo -explicó Hagrid con aire melancólico-. Cuando salió del cascarón era un bichito minúsculo, del tamaño de un pequinés…

-¡Qué monada! -dijo Slughorn.

-Lo guardaba en un armario, en el colegio, hasta que… bueno…

El rostro de Hagrid se ensombreció. Annie no quiso preguntar.

Slughorn, en cambio, no parecía estar escuchando porque miraba el techo, del que colgaban varios cazos de latón y también una larga y sedosa madeja de pelo blanco y brillante.

-Eso no será pelo de unicornio, ¿verdad, Hagrid?

-Pues sí -dijo Hagrid sin mostrar el menor interés-. Se les cae de la cola, se les engancha en las ramas y los matorrales del Bosque Prohibido…

-Pero… ¿sabes cuánto vale eso, amigo mío?

-Lo uso para atar los vendajes y esas cosas cuando alguna criatura se hace daño -explicó el guardabosques encogiéndose de hombros-. Es muy útil porque es muy resistente, ¿sabes?

Slughorn bebió otro largo sorbo de vino y paseó la mirada despacio por la cabaña. Annie vio con curiosidad cómo las botellas de vino se rellenaban y rio un poco al sentir las cosquillas de Harry.

Aproximadamente una hora más tarde, Hagrid y Slughorn empezaron a hacer brindis que no venían a cuento: por Hogwarts, por Dumbledore, por el vino de elfo y…

-¡Por Harry Potter! -bramó Hagrid, y vació de un trago la decimocuarta taza de vino derramándoselo en parte por la barbilla.

-¡Sí, señor! -graznó Slughorn-. Por Parry Hotter, el Elegido que… Bueno, algo por el estilo -masculló, y también vació su taza.

Poco después, Hagrid rompió a llorar de nuevo y tendió a Slughorn la cola entera de pelo de unicornio; ni lerdo ni perezoso, el profesor se la metió en el bolsillo mientras exclamaba: «¡Por la amistad! ¡Por la generosidad! ¡Por los diez galeones que me van a pagar por cada pelo!» Y después de eso, sentados uno al lado del otro y abrazados como viejos camaradas, entonaron una triste canción acerca de un mago moribundo llamado Odo.

-¿Por qué será que los mejores siempre mueren jóvenes? -farfulló Hagrid desplomándose encima de la mesa, un poco bizco, mientras Slughorn seguía canturreando el estribillo-. Mi padre era demasiado joven para morir… Igual que tus padres, Harry… -Las lágrimas volvieron a aflorarle a los ojos, rodeados de arrugas; le agarró un brazo a Harry y lo sacudió-. Eran el mejor mago y la mejor bruja de su edad que jamás conocí… Fue terrible, terrible…

Slughorn cantaba con tono lastimero:

En su pueblo natal Odo reposa
sobre un lecho de musgo, pues no había otra cosa.
¡Qué lástima da verlo bajo la luna llena sin capa ni sombrero, hecho una pena!

-Terrible, terrible… -gruñó Hagrid, y la enorme y enmarañada cabeza le cayó hacia un lado, sobre los brazos. Se quedó dormido y empezó a roncar profundamente.

-Lo siento -se excusó Slughorn entre hipidos-. Reconozco que el canto nunca se me ha dado muy bien.

-Hagrid no se refería a su entonación -le aclaró Harry-. Hablaba de la muerte de mis padres.

-¡Oh! -exclamó Slughorn conteniendo un eructo-. ¡Oh, lo siento! Sí, fue… terrible, es cierto. Terrible, terrible… -Como no sabía qué decir, optó por rellenar
las tazas-. Supongo que… que no lo recordarás, ¿verdad, Harry? -preguntó con vacilación.

-No… Yo sólo tenía un año cuando ellos murieron -contestó el chico
contemplando la vela, que parpadeaba por los aparatosos ronquidos del guardabosques-. Pero sé cómo pasó. Me he enterado de muchas cosas. Mi padre murió primero, ¿lo sabía usted?

-Pues… no, no lo sabía -respondió Slughorn con un hilo de voz.

-Sí. Voldemort lo mató primero a él, y luego pasó por encima de su cadáver y atacó a mi madre.

Slughorn se estremeció aparatosamente sin apartar la mirada del muchacho. Annie se abrazó de Harry recargando la cabeza en su hombro.

-Le ordenó que se retirara -continuó Harry-. El propio Voldemort me dijo que ella no tenía por qué morir. Él me quería a mí. Mi madre habría podido huir.

-¡Oh, querido muchacho! -susurró Slughorn-. Ella habría podido… podría no haber… Es tremendo…

-Sí, lo es -coincidió Harry con voz apenas audible-. Pero no se movió. Mi padre ya estaba muerto, y ella no quería que Voldemort me matara también a mí. Intentó suplicarle, pero él se rió de ella…

-¡Basta! -dijo de pronto Slughorn agitando una mano-. De verdad, hijo mío, no sigas… Soy muy mayor y no necesito oír… no quiero oír…

-Claro, no me acordaba -mintió Harry dejándose guiar por el Felix Felicis-. Ella le caía bien, ¿verdad?

-¿Si me caía bien? -dijo Slughorn, y los ojos se le llenaron de lágrimas-. Dudo mucho que no cayera bien a alguien. Era valiente, divertida… Fue espantoso, espantoso… me recuerda a ti, Black. Harry tiene mucha suerte de tenerte.

Annie le sonrió cariñosamente a Harry, quien dejó un beso en su frente.

-Y ahora usted se niega a ayudar a su hijo -arremetió Harry-. Ella entregó su vida por mí, pero usted no quiere darme un recuerdo.

Los ronquidos de Hagrid resonaban en la cabaña. Harry y Slughorn seguían mirándose fijamente a los ojos, los de este último anegados en lágrimas.

-No digas eso -susurró-. No se trata de que… Si fuera para ayudarte, por supuesto que… Pero no serviría de nada.

-Sí serviría -replicó Harry, tajante-. Dumbledore necesita información. Yo necesito información. Soy el Elegido. Tengo que matar a Voldemort. Necesito ese recuerdo.

Slughorn palideció aún más; tenía la frente perlada de brillantes gotitas de sudor.

-¿De verdad eres el Elegido? Pero entonces… Hijo mío, me pides mucho… De hecho, me pides que te ayude a destruir…

-¿No quiere acabar con el mago que mató a Lily Evans?

-Claro que quiero, Harry, claro que quiero, pero…

-¿Teme que él averigüe que me ayudó? -Slughorn no respondió; estaba aterrado-. Sea valiente como mi madre, profesor…

Slughorn alzó una rechoncha y temblorosa mano y apoyó los dedos en los labios; durante un momento pareció un bebé gigantesco.

-No me siento nada orgulloso… -susurró-. Me avergüenzo de… de lo que ese recuerdo muestra. Me temo que ese día causé un gran daño…

-Si me entrega ese recuerdo compensará todo el mal que hizo -le aseguró Harry-. Sería un acto muy noble y muy valiente.

Annie optó por quedarse en silencio.

Por fin, muy despacio, el profesor extrajo del bolsillo su varita. Introdujo la otra mano en la capa y sacó una botellita vacía. Sin dejar de mirar a Harry, se tocó la sien con la punta de la varita. Luego la retiró poco a poco, tirando de un largo y plateado hilo de memoria que se le había adherido. El recuerdo se estiró y se estiró hasta romperse y quedar colgando de la varita, plateado y reluciente. Slughorn lo acercó
entonces a la botella, donde se enroscó y luego se extendió formando remolinos, como si fuera un gas. A continuación, el profesor puso el tapón en la botella con mano trémula y se la acercó a Harry por encima de la mesa.

-Muchas gracias, profesor.

-Eres un buen chico -dijo Slughorn. Las lágrimas resbalaban por sus rechonchas mejillas y se perdían en su bigote de morsa-. Y tienes los ojos de tu
madre… Sólo te pido que no pienses muy mal de mí cuando lo hayas visto… cuida de tu chica...

Y a continuación apoyó la cabeza en los brazos, dio un hondo suspiro y se quedó dormido.



Cada vez se acerca más rápido el final AAA

Maratón 2|?

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