16. El bezoar

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Todos estaban en la cocina de la Madriguera, despidiéndose de todos para partir a Hogwarts. La única en casa era la señora Weasley, puesto que los demás debian ir a trabajar. Sirius se había despedido de ellos el día anterior al igual que sus padres.

La señora Weasley lloraba a lágrima viva al momento de la partida por lo sensible que estaba después de que Percy y el ministro se aparecieron el día de navidad.

-No llores, mamá -la consoló Ginny, y le dio palmaditas en la espalda mientras la señora Weasley sollozaba con la cabeza apoyada en el hombro de su hija-. No pasa nada…

-Sí, no te preocupes por nosotros -agregó Ron, y permitió que su madre le plantara un beso en la mejilla-, ni por Percy. Es un imbécil, no se merece que sufras por él.

Ella lloró aún con más ganas cuando abrazó a Harry.

-Prométeme que tendrás cuidado… y que no te meterás en líos…

-Pero si yo nunca me meto en líos, señora Weasley. Usted ya me conoce, me gusta la tranquilidad…

Annie rió. Issa se apresuró a consolar a la señora Weasley, prometiéndole volver.

-Pórtense bien, chicos…

Los primeros en entrar a la chimenea fueron Blaise y Annissa, que desaparecieron entre llamaradas verdes. Theo y Hermione les siguieron después, a la par de Ron y Ginny. Daphne se transportó sola.

Annie se metió en la chimenea gritando su destino.

Tuvo una última y fugaz visión de la cocina y del lloroso rostro de la señora Weasley antes de que las llamas se la tragaran. Mientras giraba vertiginosamente sobre sí misma, atisbo imágenes borrosas de otras habitaciones de magos, pero no logró observarlas bien. Luego empezó a reducir la velocidad y finalmente se detuvo en seco en la chimenea del despacho de la profesora McGonagall. Ésta apenas levantó la vista de su trabajo cuando ella salió arrastrándose de la chimenea.

Dio un paso al frente y Harry apareció.

-Buenas noches, Black, Potter. Procuren no ensuciarme la alfombra de ceniza.

-Descuide, profesora.

Annie se aseguró de no dejar rastro de cenizas en la alfombra y con Harry tomando su mano, salieron del despacho. McGonagall los observó salir y suspiró nostálgica.

Annie sonrió al volver estar en el castillo. Caminaron hasta la torre de Gryffindor donde estaba Ron algo molesto.

-«¡Baratija!» -dijo Ron cuando llegaron al cuadro de la Señora Gorda, que estaba más pálida de lo habitual e hizo una mueca de dolor al oír la fuerte voz del muchacho.

-No -contestó.

-¿Cómo que no?

-Hay contraseña nueva -aclaró la Señora Gorda-. Y no grites, por favor.

-Pero si hemos estado fuera, ¿cómo quiere que sepamos…?

-¡Yo la tengo! -exclamó Hermione llegando algo cansada- ¡Abstinencia!

-Correcto -dijo la Señora Gorda con un hilo de voz, y el retrato se apartó revelando el hueco.

-¿Qué le pasa? -preguntó Harry.

-Serán los excesos navideños -respondió Hermione poniendo los ojos en blanco, y entró en la abarrotada sala común-. Su amiga Violeta y ella se bebieron todo el vino de ese cuadro de monjes borrachos que hay en el pasillo del aula de Encantamientos. En fin… -Rebuscó en su bolsillo y extrajo un rollo de pergamino con la letra de Dumbledore.

Annie y el Misterio del PríncipeWhere stories live. Discover now