Volverte a ver - Albalia

By xalbt0

718K 29.3K 5.7K

Después de 10 años sin verse, Natalia y Alba se reencuentran en una reunión de ex-alumnos. Natalia, en su mun... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo final
Epílogo - Parte I
Epílogo - Parte II
Epílogo - Última parte
Un vestido, dos lágrimas y tres abrazos.
Un nunca más y un chico.
Una locura más.

La historia del pasado: el primer beso.

9.9K 416 76
By xalbt0


2005, Barcelona.

—Natalia's POV—

Los gritos de mis padres se repartían por toda la casa, mientras yo tarareaba una canción en mi cabeza, intentando acallar los horribles insultos que se dedicaban mis padres.

Bebí rápidamente el zumo de naranja y me tragué las galletas como si mi vida dependiera de ello, batiendo, seguramente, un récord. Colgué mi mochila en un hombro y cogí mi guitarra con la mano derecha, mientras la izquierda pillaba el skate negro que mi padre me había regalado en mi cumpleaños.

El instituto no quedaba muy lejos de casa, así que no tarde mucho en llegar. Sabela, con una sonrisa de oreja a oreja, fue la primera en recibirme. Yo le sonreí de vuelta, levantando la mano, saludándola.

—Hola Sabeliña —saludé cuando estacioné el skate frente a ella—. Parece que no te vi desde... ¿ayer?

Reímos y logramos fundirnos en un abrazo.

—Pensaba que no llegarías, caray —dijo con su acento característico, mientras me estiraba los mofletes—. ¡Si es que eres una tardona!

—¡Si is qui iris ini tirdini! —remedé yo—. Venga, vamos dentro.

Después de las tres primeras apestosas clases escuchando como rayos funciona el ciclo de Krebs, como resolver una ecuación de tercer grado y analizar sintácticamente demasiadas frases, lo cuál podría ser ilegal, salimos al recreo.

—No aguanto al amargado de Guillén, joder —Miki se sentó a mi lado, con el ceño fruncido—. El muy capullo ha llamado a mis padres para avisarle que llevo faltando una semana al insti.

—¿Pero qué esperabas payaso? —Carlos Right, el chico que habíamos conocido este año, rió—. Es que, ¿a quién se le ocurre?

—¡Pues a mi! ¿Es que no me escuchas?

Reí mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Miki.

—Pues yo paso de hacer física, paso de verdad —dije—. Voy a esconderme por allí, ¿alguien se apunta?

—A mi ni me mires —contestó Sabela.

—Yo tengo examen, así que no —Carlos fue el segundo en negarse.

—¿Y tu Miki?

—Me encantaría, pero tengo al capullo de Guillén y tengo que estar presente en su clase.

—Pues nada —comenté resignada—. Me iré a mendigar por allí... sola, solita.

Cuando todos se marcharon, me escabullí entre los pasillos, escondiéndome en el baño del instituto, sin tener mucho miedo de que me pillaran. Quise fumar, pero sabía que la liaría mucho. Que me pillaran era una cosa, pero que me pillaran fumando era una gran cosa, así que me limité a sentarme en el suelo, jugando con los acordes de  la guitarra.

Estaba escribiendo cosas randoms en mi pequeña libreta, cuando la puerta se abrió. Levanté la cabeza de inmediato, creyendo que era alguna profesora. Pero ante mi, con un gesto confuso, apareció una rubia, con los ojos de gata.

Sí, efectivamente de una gata.

—Hola —saludé yo con una sonrisa, calmada porque aún no había llegado mi destino final—. Puedes pasar, mi casa es tu casa—, me burlé—. No es muy grande, pero es acogedora.

Ella ignoró por completo mis palabras, dirigiéndose con actitud altanera al lavamanos. Yo erguí una ceja, algo ofendida por su conducta.

—¿En casa no te enseñaron a saludar? —pregunté yo, pero al no recibir una respuesta inmediata, suspiré y continué a lo mío.

—Si, pero también a no hablar con desconocidos —alcé la cabeza y nuestras miradas chocaron bruscamente. Ella giró su cuerpo hacia mi, apoyando su espalda en el lavamanos y cruzándose de brazos—. No quiero ser borde, pero no es el mejor lugar para ser amiga de alguien, sinceramente.

—¿Quién ha dicho que quiero ser tú amiga?

—¿Quién es la borde ahora? —la chavala sonrió con gusto, mostrando sus dientes—. Eres Natalia, ¿verdad?

Tuve aquellas ganas repentina de ignorarla, pero al final me decanté por mantener una conversación con ella.

—No confirmaré ni negará eso.

—¿Y quién lo hará? ¿Tus abogados?

—Puede ser —me levanté del incómodo lugar que ocupaba mi trasero—. Aunque podrías decirme tu nombre primero y yo podría pagarte de la misma manera.

Ella carcajeó y negó con la cabeza ligeramente.

—¿Trato? —inquirí.

—No, no hay trato.

Gruñí algo molesta por la situación tan rara y desesperante que me estaba regalando la chica de los ojos de gata.

¡Con lo tranquilita que estaba yo!

—... No hay trato porque yo sé que te llamas Natalia —Prosiguió ella, levantando las dos cejas a la vez—. Natalia Lacunza.

—¿Cómo estás segura?

—Porque lo pone en tu libreta —me guiñó un ojo, lo cuál calentó mis mejillas—. Pero para hacerte feliz, te revelaré mi nombre —alargó su mano hacia mi, esperando que nos diéramos un apretón—. Me llamo Alba Reche.

—Pues no ha sido ningún gusto conocerte —apreté su mano con la mía. Ella me regalo una pequeña sonrisa y yo, incapaz de enfadarme más, se la regale también—. Eres un espanto siendo sociable.

—Y tú haciendo cumplidos, maja.

Nuestras manos se mantuvieron unidas más tiempo de lo normal, y cuando fuimos conscientes de ello, las reacciones fueron distintas: Alba intentó soltarse, pero yo mantuve la mirada fija en su mano.

—¿Nunca has visto una mano?

—Me gusta el anillo que llevas —comenté—. ¿Eres fan de Queen? —Solté su mano y le volví a dirigir mi mirada.

La sortija era de plata y tenía grabado el logo del grupo de Queen, parecía que habían puesto mucho esmero en aquel grabado.

—¿Quién no lo es? —una sonrisa sincera se amplió por mi rostro—. ¿Ahora si es un gusto conocerme?

—Un poco... eres la primera persona, de mi edad, que le gusta Queen.

—Pues te morirás cuando te cuente que mi gata se llama Queen, un honor a ellos y a que es una reina.

—¿Enserio? Molas.

Me pegué mentalmente por el cumplido, pero no había más palabras que me salieran en aquel momento.

—Oye, ¿y por qué no estás en clase? —preguntó, volviendo su cuerpo frente al espejo, y mirándome a través de el.

—Te hago la misma pregunta.

—Pedí permiso para venir por un problema "de chicas" —se encogió de hombros—. Cuando le dices eso a un hombre, ya pasan de saber más. ¿Y tú?

—No quería aburrirme en clases de física, así que aquí estoy.

—Pues un gusto Lacunza, me marcho ya.

Alba no espero a que dijera algo más y se marchó. Yo agité la cabeza, descubriéndome mirándole el trasero.








No me volví a topar con la chica del baño días después, por cosas del destino. Y aquella vez fue mucho más agradable y amena.

—¿Sabes quiénes son Depeche Mode? —preguntó.

—No mucho, prefiero The Doors.

—¡Fatalidad!

—¡The Doors es genialidad pura!

—¡Y Depeche Mode también!

Nos reímos como dos niñas pequeñas, devorando el platillo del comedor de aquel día: sopa de pollo junto a arroz con tomate y flan de postre. La delicatessen de nuestro instituto.

Algún día podemos ir a la biblioteca, a escuchar algunos CD's —sugirió mirando su bandeja, jugando con la comida.

Mi plan favorito.

—Genial.








—Me niego rotundamente, Alba —dije con ganas de decirle que , pero me estaba mordiendo mucho la lengua—. ¡Es un pastizal y no sabría como pagártelo!

Era 28 de marzo, a pocos días que se presentara Queen + Paul Rodgers en Barcelona y Alba, entusiasmada por conocerlos, me pedía que fuera junto con ella a disfrutar del concierto. Obviamente quería, pero las entradas valían mucho dinero y me parecía un desperdicio gastarlo en mi.

—Tómalo como un regalo de cumpleaños —sugirió.

—Alba, nos conocimos días después de mi cumpleaños —repliqué yo.

—Pero jo, quiero ir con la chica más apasionada con la música. Mis padres me han regalado las entradas, ¡por favor, ven conmigo!

Llevábamos solo un mes de amistad, pero con Alba tenía algo que no comprendía, pero sabía también que era algo que no compartía con los demás. No sabía si era su pasión por la música, o porque su manera de ser estaba haciendo algo en mi.

—¿Te imaginas oyendo Bohemian Rhapsody en directo y viendo a Brian May tocar su guitarra en primera fila? ¿O cantando a todo pulmón We're the champions?

Tire la cabeza para atrás, bufando.

—¡Está bien! ¡Has ganado!

Alba corrió a abrazarme. No era la primera vez que lo hacía, pero en cada ocasión se sentía como si lo fuera.

—¡Eres una boba, Alba Reche!

Una boba especial.









Tuve que rogar demasiado en casa para ir al concierto; mi padre no puso muchas pegas, pero me vi controlada por las normas estúpidas de mi madre.

—Pero tenemos misa al día siguiente, ¿piensas que es importante dejar de ir a misa por un tonto concierto?

—No es un tonto concierto, ¡que a ti solo te gusta Mozart no lo hace menos especial! —combatí yo, rabiosa.

—¿Y con quién piensas ir? —continuó ella—. No conozco si quiera a los padres de esa muchacha, ¡pueden ser unos mafiosos o algo!

—Iremos con su madre —bufé nerviosa—. Y no son unos mafiosos, su madre es profesora y su padre joyero.

—Natalia, he dicho que no y punto. No hay más que discutir. Ahora ve a mirar a cenar con tus hermanos.

—¡Pero mamá!

Fui inútil continuar discutiendo con mi madre, así que después de cenar, me encaminé a mi habitación. Las lágrimas no tardaron en empapar mis mejillas, llena de rabia porque mi madre, ni siquiera, se lo hubiese pensando un poco.

—¿Natalia? —la puerta chirrió al abrirse, destapando a mi padre—. ¿Podemos hablar?

Yo asentí sin muchas ganas. Él primero vino a envolverme con un extenso abrazo, y luego, en un susurro me soltó:

—Yo voy a llevarte al concierto —afirmó. Yo levanté la mirada, confundida—. Me inventaré algo con mamá, no te preocupes.

—¿Lo dices de verdad?

—No voy hacer que mi primogénita pierda un concierto como ese, ¡sería un memo!

—Te quiero mucho papá.

—Aunque lo dudes, yo te quiero más.

Fue la última vez que hizo algo por mi.

La vida es muy injusta con las mejores personas.










—¡El mejor concierto! —chilló Alba— ¡Es el mejor regalo de cumpleaños, sin duda!

—Eso espero corazón —intervino Rafi Reche, la madre más cariñosa y entregada que hubiese existido. Tenía esa manía suya de abrazar a su hija tanto como pudiese, como si fuera a irse en cualquier momento. Y sobretodo, tenía esa mirada afectuosa hacia Alba, quién admiraba a su madre—. Aunque me reafirmó y confieso que no habrá nadie mejor que Freddie Mercury.

—Tiene toda la razón, señora —dije yo, con una sonrisa que no se me olvidaría en meses—. Freddie Mercury era el mejor.

—¡Rafi! ¡Llámame Rafi! —río.

—Perdone seño... Rafi —miré de reojo a Alba, quien aún seguía admirando el escenario donde había estado Brian May, solo hace 10 minutos, haciendo un solo espectacular con la guitarra—. Muchas gracias a las dos, y a su marido, por este regalazo.

—Y a ti por ser una gran amiga para nuestra Alba, tiene mucha suerte.

—Créame, yo soy quién tiene la suerte aquí.

—Si es que eres un encanto, ¡me caes muy bien Natalia! —y apretujó una de mis mejillas desde su altura—. Además eres muy guapa, ¿te lo habían dicho ya?

Volví a mirar de reojo a Alba, quién parecía tener mucha curiosidad por mi respuesta.

—No, pero muchas gracias Rafi.

—¿Ni siquiera mi hija? —cuestionó perpleja.

—¿Nos vamos ya? —intercedió Alba— Ya no hay mucha gente y podemos marcharnos sin problemas.

Alba jaló el brazo de su madre, haciéndola caminar con prisas hacia la salida. Yo sonreí confundida, siguiéndolas. Cuando llegamos al exterior, mi padre se encontraba fumando un cigarrillo fuera del coche, recostado sobre la puerta del piloto. Levantó la mano con una sonrisa cuando nos vio y yo fui a abrazarlo con muchas ganas.

—Por tu sonrisa, parece ser que ha sido un gran concierto —me dijo, apretujándome.

—El mejor papá —confesé.

—Pues nosotras debemos marcharnos ya, que es muy tarde —dijo Rafi—. Ha sido un placer conoceros, espero próximamente conocer a tu madre, Natalia.

Yo pensé, fugazmente, que una mujer como Rafi no se merecía conocer a alguien como mi madre, pero me mantuve callada. Rafi y mi padre se abrazaron y yo fui a hacer lo mismo con Alba.

—Muchas gracias por esta noche, Alba —al separarme del abrazo, ella sonreía nerviosa. Yo levanté una ceja—. ¿Todo bien?

—Sí, solo que sigo afectada por el concierto... ya sabes.

Asentí y le sonreí, dando unos pasos para volver a encontrarme con nuestros padres.

—Oye Natalia.

—Dime —giré a verla, pillándola mordiéndose los labios.

—A mi me pareces muy guapa —admitió—. Pero me daba mucha vergüenza decírtelo.

Yo abrí un poco los ojos, confusa.

—¿Y por qué te da vergüenza decírmelo a mi y a Alicia no? —pregunté yo, sabiendo que Alba, en muchas oportunidades, le repetía a Alicia lo guapa y buena que estaba.

—Porque tú eres mi amiga, amiga, amiga, amiga... amiga y Alicia también, pero a ella la conozco un poco más de tiempo.

—¡Qué puta chorrada de argumento! —rebatí yo— ¡Conoces a Alicia unos días más que a mi!

—Pero le...

—Alba anem-nos, que se'ns fa tard.

—Voy —Alba me dio un beso huidizo en la mejilla y se fue a dar dos besos a mi padre, marchándose luego con su madre.

—Que mujer más encantadora —expresó papá—. ¿Nos vamos?

Ajá.

Cuando nos montamos en el coche, le conté todo lo que había disfrutado en el concierto, pero el solo hizo una comentario:

—Me alegra verte tan feliz con esa muchacha.

—Sí, Alba es genial.

Él dejó la vista de la carretera, para mirarme a mi y regalarme una sonrisa.

Aquella noche papá y yo nos llevamos la bronca del año, pero los dos estábamos satisfechos, así que no nos importó mucho.








Mi padre murió un mes después del concierto, a causa de un paro cardíaco súbito a medianoche. Y no descubrimos lo sucedido hasta la mañana siguiente, haciendo que el 6 de mayo pasara a ser el peor día de mi vida.

Mi padre era el ser al que más admiraba, más allá de todos los cantantes existentes o cualquier otra persona.

Él era mi roca y mi amor por la música.

Papá era todo lo que yo más quería.

Y con él se fueron las noches hasta tarde jugando a la PlayStation, las charlas de cualquier tema que fuera debatable, los comentarios de las canciones más populares de su época y de la mía, los abrazos, los besos en la frente, los dúos de guitarra en las comidas familiares, los «te quiero», y muchas más cosas, acciones y palabras.

Todo.









Los meses fueron pasando y lo único reconfortante era escribir, tocar la guitarra y Alba. A mi madre no le caía bien Alba, así que nos la ingeniábamos para que viniera a visitarme a casa sin que ella se diera cuenta: se colaba por mi ventana durante las horas en las que mi madre se iba a trabajar o estaba fuera.

Muchas veces se sentaba sobre mi cama, a verme tocar la guitarra y escucharme cantar. Otras, nos quedábamos en silencio. Y otras, cuando tenía mucho más ganas, hablábamos de algo.

El 8 de agosto fue uno de esos otros días, y todo se había iniciado por el rumor que se hacía eco por el instituto. Yo no me interesaba mucho por los cotilleos de allí, pero ese me pareció interesante por cómo había puesto a Alba.

—¿Y has hablado con Alicia de ello? —indagué yo, poniendo a un lado mi guitarra—. Puede que sea todo un estúpido comentario por parte de alguien que no tiene nada mejor que hacer.

—¿Crees que es malo ser "homosexual"? —Alba jugó con sus dedos, mostrando algo de preocupación. Yo lo adjudiqué a la amistad que tenía a Alicia, restándole importancia.

—No, claro que no —encogí el hombro—. Cada uno besa a quien quiera, yo no tengo porque me meterme en ese terreno. Mientras no sea un gilipollas... —reí un poco, esperando que Alba hiciera un mínimo gesto de gracia, pero ni se inmutó.

—¿Pero te imaginas como va a tratarla la gente si se confirma la verdad?

—¿Qué quieres decir?

Alba se paró de un salto de la cama y empezó a caminar de un lado a otro, llegando a ponerme nerviosa.

—Ósea... los comentarios... los alejamientos, no sé... ¡ponte a pensar en toda la gente a su alrededor! —me levanté a calmar a una agitada Alba, desorientada por su actitud.

—No tenemos que pensar en ello, boba. Yo seguiré siendo su amiga y tú también, ¿no? El que sea o no sea homosexual no tiene nada que ver.

—Tengo que irme, Natalia.

—¿Irte a dónde?

—¡A un lugar!

—¿Por qué? Me dijiste que te quedarías hasta tarde hoy.

—Me voy.

—Pero...

—¡Me voy antes de que me vuelvas loca!

Yo fruncí el ceño y ella se quedó paralizada durante unos segundos por su confesión.

—Adiós Natalia.

¿Yo la volvía loca?

Y me pasé la noche pensando en qué ya había hartado a Alba con mi depresión.

A la tía más molona de mi vida.











El 15 de agosto me harté. Me harté del asqueroso comportamiento repentino que tenía Alba conmigo: no me hablaba y siempre ponía excusas para evitar vernos. Yo era paciente, pero me negaba a perder a otra persona en mi vida, así que pedí ayuda a Rafi, quién se encargaría de hacerle la encerrona.

La biblioteca más cercana de mi casa era la de Sarrià, así que Rafi tenía la labor de enviarla a esa biblioteca a buscar un libro de lectura para sus alumnos de segundo de primaria. La idea principal es que yo pudiera hablar con ella y saber a qué se debía el distanciamiento repentino.

Tal vez podía cambiar lo que no le gustaba de mi.

Sí, yo podía hacer eso.

¡Si ya lo hacía por mi madre, no me molestaría hacerlo por ella!

Yo llegué diez minutos antes de la hora acordada, temerosa de que no pasaran lo suficientemente rápido. Era la primera vez que me ponía inquieta ver a Alba, pero no había motivos suficientes para salir corriendo de allí.

Ella entró a la zona puntual, casi como si ella fuera un reloj andante. Yo tragué saliva y me acerqué a ella, con algo de temor de que me matara por haberle hecho una encerrona.

—Hola, boba —saludé, saliendo de mi escondite. Ella se llevó la mano al pecho, dando un saltito—. Perdón, yo...

—Joder nena, ¡que susto! —cerró los ojos, tratando de calmarse. Y cuando lo hizo, me concedió una mirada confusa. Sus ojos de gatas se dilataron y yo sentí miedo—. ¿Qué haces aquí?

—Quiero hablar contigo.

—¿De qué? Ya sabes que puedes llamarme y hablaremos de lo que desees.

—Sí, y luego sales con cualquier excusa para no hacerlo —ella suspiró profundamente y yo ya no quise retenerlo más—. ¿Te has cansado de mi?

—¿Qué?

—Que si te has cansado de mi... has pasado de hablarme y verme casi todos los días, a no hacerlo más.

—No, yo...

—Alba, va ser menos doloroso si lo dices ya —continúe yo—. Dolerá, pero estoy preparada para...

—Cállate.

—Vaya borde que...

Mis palabras fueron interrumpidas por las manos De Alba apretando mis hombros, doblando mis piernas un poco y atrayéndome a ella. Nuestros labios estaban muy cerca, pero no se tocaban, aún no.

—Cállate, joder —repitió, pero esta vez la voz le salió más autoritaria. Sus ojos de gata sonrieron; y sus labios le hicieron compañía hasta que los junto con los míos.

Fue un roce delicado, casi como tocar algo suave.

Como las nubes.

¡Aunque yo nunca había tocado una nube!

Sin embargo, en mi interior se me había removido todo.

Como si un torbellino estuviera dando vueltas por allí.

Alba se separó vertiginosa, mirando hacia todos los lados, y yo me quedé estupefacta. No todos los días recibías tú primer beso, y menos de una chica.

—¿Lo entiendes ahora?

El primer beso,

mi primer beso con una chica.

¡Qué lío!


–————

No sé si habrá alguien aún guardando esta historia, pero me apetecía mucho subir algo por aquí. Y me hizo ilusión escribir un poquito sobre la historia pasada de Natalia y Alba🙃

Obviamente las fechas no coinciden con la realidad, pero bueno.

También me paso para desearos un feliz final de año y que todas vuestras propuestas, retos o metas se cumplan el próximo año (o cuando tengan que cumplirse😉).

Espero, de verdad, acabar "No te preocupes por mi" (voy escribiendo poco a poco ahora que tengo tiempo). 

En fin, un abrazo para quien lo quiera y lo necesite.

💜

Continue Reading

You'll Also Like

123K 7.7K 33
¿Qué pasaría si tuvieras que fingir ser la novia de tu mejor amiga durante diez días de vacaciones con tu familia? Ainhoa no lo tenía muy claro. Lo q...
328K 24.9K 53
Historias del guapo piloto monegasco, Charles Leclerc.
2.3K 201 10
Hueningkai esta perdidamente enamorado de el mejor amigo de su ex. ¿Qué podría salir mal?
327K 22.2K 94
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.