Por favor, no dejes de amarme...

By EmmaMontgomery07

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Cuando el cura dijo: Hasta que la muerte los separe. Nadie me advirtió que la muerte vendría en forma de una... More

PRÓLOGO
Yo soy la sombra y tú eres la luz
Esposa feliz, vida feliz
Los mejores mentirosos
PERSONAJES
¿Podemos rendirnos ahora?
La felicidad es una mariposa
Amor, ¿Dónde estás?
Intenta atrapar el viento
Énouement
El principio del fin
¿Me amaste alguna vez?
Deseos y esperanza
Los mejore planes
Luces brillantes en una noche fría
Nadie más a quien culpar
Las piezas perfectas
Todos nuestros problemas
Miedo a lo desconocido
Legalmente malvada
Abran paso al dolor
Prendiendo fuego al pasado
Oscuro país de las maravillas
Bella fatalidad
La melodía del arrepentimiento
El arte del matrimonio
El sonido del silencio
Un final no es el fin

Espera, aún te amo

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By EmmaMontgomery07

De pie frente a ella las emociones bailan en mi cabeza y no se que decir. Ella me mira de pies a cabeza.

-Nicolás.-escuchar mi nombre y verlo salir de sus labios se siente irreal.

Sus ojos siguen fijos en los míos, aquella mirada desafiante y tranquila al mismo tiempo. Tan clínica y formal en todo, parece tener todo bajo control y la veo prepararse para tener la ultima palabra en una discusión que aún no empieza. A ella le gusta tener la última palabra. Me intriga porque esta aquí, porque me mira así y eso me frustra, ella en sí es alguien frustrante. No dice casi nada de ella y al mismo tiempo lo dice todo. 

-Amelia.-le digo en un tono neutral.

Trato de mantener mi pose de abogado para no dejarme llevar por las emociones de tenerla aquí, a solo unos centímetros de mí.

-Es bueno tenerte aquí, Amelia.-le dice Ana mientras la abraza.

Ana le susurra algo en el oído Amelia y ella se ríe. Ella comparte como fue su vuelo con mis hermanas en un tono casual, como si no sucediera nada entre nosotros. Como si todo estuviera bien y no puedo soportar más este teatro.

-¿Podemos hablar un momento?-le pregunto.

-Habla.

-En privado.

-No veo qué tengamos que hablar en privado los dos, pero esta bien. Vamos a tu habitación.

Habla despacio y su voz es suave pero su tono es frío y cortante. Sin decir nada más ella empieza a caminar por la casa sin fijarse si yo la sigo o no. Miro al techo lleno de frustración, y trato de guardar la compostura antes de empezar a caminar hacía Amelia. Escucho el murmullo de mis hermanas. Seguro están apostando como van a suceder las cosas.

Mi madre entra en la casa y sonríe cuando me ve pero cuando mira Amelia su sonrisa desaparece.

-Señora Mayer, diría que es un gusto verla pero ambas sabemos que no es verdad.-le dice mi adorada esposa con una sonrisa.

Mi madre le devuelve la sonrisa.

-Amelia, pensé que seguías en Londres. Creo que no rece lo suficiente para que eso suceda.

Amelia suelta una suave risa. Escuchado esa risa antes, es la risa que suelta justo antes de lanzar sus comentarios llenos de ponzoña así que decido intervenir antes que las cosas se salgan de control entre ellas.

-Madre es un gusto verte.- la saludo con un beso.- Hablamos después, ahora necesito hablar con Amelia.

Mi madre mira Amelia y no dice nada, solo se dirige a la cocina. Yo sigo Amelia hasta la que era mi habitación. Ella abre la puerta y recorre el lugar con la mirada. Esta igual a la ultima vez que estuvimos aquí.

-¿Podemos hablar?

-Pensé que por esa razón estamos aquí.

Estudio un momento su perfil, ¿Cuántas noches soñé con estar frente a ella? Mis manos pican por tocarla y comprobar si ella es real. Quiero pasar mis dedos por su cabello rojo que es un poco diferente a la última vez que la vi. Ocho meses, hace ocho meses ella se fue sin ninguna explicación, sin un nota, sin un adiós, solo se marcho. Es verdad, las cosas estaban mal, hice algo terrible pero podíamos solucionarlo o al menos podíamos intentar. Pero ella solo se fue.

-Te fuiste.

-Bravo solo te tomo ocho meses darte cuenta.

Ella se gira y me mira algo molesta.

-Hablo en serio, Amelia.

Mi tono la hace soltar una pequeña sonrisa.

-Si, me fui.

-¿Porqué?

Sus ojos verdes me estudian con atención, tal vez ella también pensó en mí y esta estudiando mi rostro pero no, reconozco esa mirada clínica y fría. Como buenos abogados siempre tenemos que observar los puntos débiles de nuestros adversarios y eso esta haciendo ella ahora conmigo.  Es la primera vez que lo hace porque siempre hemos sido un equipo.

-No crees que merezco una explicación, no he dejado de pensar en ti desde que te fuiste. No he dejado de pensar en porque te fuiste de esa manera.

Su mirada se suaviza un momento y la veo relajar su cuerpo un instante. Cambia su peso de un pie al otro y se pasa una mano por su cabello.

-¿Porqué es eso relevante?-me pregunta volviendo aquel tono frío y cortante de antes. Su mirada también pierde aquella calidez. Pienso bien lo siguiente que voy a decir porque no entiendo a que juego estamos jugando aquí. A ella siempre he la gustado competir, ambos somos muy competitivos pero no estamos en una competencia aquí, no hay apuestas a la vista. Solo estamos los dos y no veo la razón de su actitud fría y distante como si fuéramos abogados contrarios en un juicio.

-No estamos en juicio aquí.-le digo.

Ella solo se encoge de hombros y pone una mano en su cadera mientras espera con una expresión desinteresada a que yo siga hablando.

-No me dejaste decir adiós, solo te fuiste.

Ella no me dejo decir adiós, ella tomo esta decisión por los dos. Quiero tomarla de los hombros y hacer que me mire, que me diga porque lo hizo. Quiero que grite, que haga algo más que estar de pie frente a mí de aquella manera tan desinteresada como si nuestro matrimonio no significará nada para ella. Doce años de conocernos y terminamos así. Quiero creer que es solo una fachada, que ella esta igual de afectada que yo por como se han dado las cosas. Que me explique porque decidió irse con él ¿Qué pretendía que yo hiciera? ¿Qué esperaba que sucediera? Ella se fue con él, ella lo eligió a él.

-Si, me fui, creí que eso ya estaba claro. Me fui.

-Te fuiste sin decir nada ¿No crees que al menos merecía una explicación? No soy cualquier hombre que conociste en un bar, soy tu esposo, tu amigo, soy yo ¡Maldita sea! Y tú solo te fuiste y dos semanas después me mandas un correo y me dices que estas en Londres y estás bien. No tenías que irte así, nuestro matrimonio, nosotros, merecíamos al menos una charla, al menos una última oportunidad.

Ella retrocede un paso y me mira de forma desafiante. Yo le sostengo la mirada. ¿Por cuanto tiempo mas seguiremos así? Es como si estuviéramos en un campo de batalla, preparando nuestro ejercito para la guerra. No se lo que esta pasando entre los dos y ella no parece querer aclarar esta situación. En un momento estábamos sentados hablando en mi oficina y en otro momento yo estaba solo en nuestra casa. Un beso que no significó nada, un beso que no debió suceder fue la razón por la que ella se fue, lo sé pero quiero saber porque se rindió, porque decidió cruzar el océano para alejarse así de mí. ¿Fue solo un beso o fue algo más?

-Estaba cansada y no había nada más que decir, estaba cansada y tú no estabas ahí.

Y ella suena cansada, incluso algo dolida y molesta. Parece tratar de contener sus emociones pero yo la conozco bien y conozco su mirada, incluso cuando ella no dice una palabra puedo saber lo que esta pensando al ver sus ojos verdes. Extrañado mucho sus ojos.

-¿Eso es todo? ¿Así termina todo entre nosotros?

Sé que ella nunca quiso hacerme daño, ella no es así. Todos pueden decir que ella es Satanás pero Amelia no es cruel o vengativa como todos creen. Ella no quiso empezar esta guerra y ahora no sé exactamente por que estamos peleando. ¿Es por que ella se fue? ¿Es porque ella se esta dando por vencida? ¿Es porque ella se fue con él? ¿Es porque no fui tras ella?

-Amelia...

-Es hora de rendirnos, Nicolás.

No, no nos rendimos. Nosotros no hacemos eso. Somos Amelia y Nicolás, no nos podemos rendir. Se supone que las parejas se rinden cuando ya se les acaba el amor, pero nosotros aún nos amamos. Aún tenemos algo por que luchar. No nos podemos rendir sin al menos intentarlo.

-Quiero el divorcio.-dice ella con voz firme.

-Yo no.

-Lo vamos hacer, nos vamos a divorciar.

-No lo haremos.

¿Porqué el matrimonio siempre parece un campo de batalla? Ella pone ambas manos en sus caderas y sus labios se curvan ligeramente hacía arriba, en una media sonrisa. Eso es algo que me resulta extraño. ¿Porqué esta sonriendo ella?

-Cuidado ahí, Nicolás, estas en mi territorio ahora.

Su mirada es calculadora, esta entrando en modo abogada y juzgando todas mis malas acciones para usarlas en mi contra.

-Me estas juzgando con la mirada-le digo mientras la miro con una sonrisa llena de arrogancia.

-Tú estas haciendo lo mismo.- reconozco un toque de reproche en su voz.

Ella tampoco ha dejado de juzgarme con la mirada desde que nos vimos ¿Porqué yo no puedo hacer lo mismo? Quita una mano de su cadera y me da aquella pose calculada y muy bien estudiada.

-Toda una bravía fierecilla-le digo en un tono burlón.

La veo apretar su mano libre, seguro lo hace para reprimir el impulso de levantar su mano y golpear mi cara. Ella sabe lo que intento hacer, ella entiende que digo todo eso para provocarla, pero ella no parece querer ceder a mis provocaciones.

-¿No me vas a decir nada?-le pregunto.

-Pareces algo decepcionado ante mi falta de réplica por tu desagradable forma de referirte a mí. Por los visto el tiempo que estado lejos afectado tus modales.

No le digo nada y ella me mira frustrada. Deja caer su mano de su cadera y la lleva casi de manera inconsciente hasta donde están sus anillos de boda. Aún lleva los anillos, eso debería significar algo ¿Verdad?

-No llegaste a casa esa noche, me mentiste de nuevo, tú estabas besando con alguien más mientras yo te esperaba. Me fui y en lugar de seguirme te quedaste con ella, así que dime ¿Porqué no debería divorciarme de ti? ¿ Porqué debería seguir intentando?

Por que necesitaba que no fuera solo un beso, necesitaba que significará algo. No quería pensar que perdí a mi esposa, a mi mejor amiga, con quien he compartido doce años de mi vida por un simple beso, un beso que no significó nada. Por eso me quede con ella, pero no funcionó. No podía ver a Rose sin pensar en Amelia, no podía ni siquiera imaginar besarla porque sentía que la traicionaba a ella. Cada vez que estaba cerca de Rose solo pensaba en Amelia y sus ojos verdes, su cabello rojo, en sus cometarios sarcásticos.

-Da un paso hacia atrás, Nicolás, es hora de rendirse. Este es el final, yo lo intente, luche, esperé pero me cansé. Lo di todo por ti, por nosotros y tú solo me llenaste de falsas promesas.

Ella deja caer la fachada de frialdad y se muestra como pocas veces la he visto, frágil y dolida.

-Nunca he rogado por nada en mi vida y no me iba a quedarme a rogar por tu amor.

A mi mente viene la primera vez que le dije te amo, cuando ella toco mi puerta mojada por la lluvia para decirme que me amaba. Hablo sobre atrapar el viento y tocar el cielo, recuerdo lo feliz que se veía en ese momento y verla ahora así de rota, llena de reproches, es doloroso. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Cómo dejé que ella sufra así? Tal vez debería escucharla, dar un paso atrás y dejarla ir.

-Me estoy rindiendo ahora, Nicolás.

-No puedes rendirte sin darnos al menos una última oportunidad.

-Si ya me disparaste antes, no veo razón de darte voluntariamente el arma. Solo me volverás a disparar.

Baja las armas, Amelia, baja aquel escudo, no estamos en guerra. Quiero gritarle que se detenga que dejé de hablar así, que este no es un juicio o un campo de batalla. Solo somos nosotros. Pero yo la orille a actuar así.

Ausencia eres y olvido serás.

-¿Entonces te vas?

Ella levanta ligeramente el mentón.

-Si, me voy.

Estuve lejos de ella 241 días. Días donde me aferre estúpidamente a la esperanza que ella iba a volver y las cosas serían como antes. Que íbamos a luchar, que ella me iba hacerle rogar pero que eventualmente estaríamos bien. Por que se supone que estamos destinados a ser. Se supone que es mi mejor amiga, mi alma gemela.

En nuestro primer año juntos ella me dijo: Sabes que te amo.

En nuestro segundo año fue: Te necesito a mi lado.

En nuestro tercer año juntos: Eres mi faro.

Cuarto año: eres mi refugio

Cinco años: me siento perdida sin ti.

Seis años: ella dijo que me amaba en cualquiera lugar y en todas partes.

Siete años: por favor, no dejes de amarme.

Ocho años: tu amor cura mi alma herida.

Nueve años: eres mi pensamiento sin fin.

Diez años: espera, todavía te amo.

Once años: Llámame, te sigo amando.

Doce años: Tómame o déjame, porque puedo seguir sin ti.

Trece años: Me rindo, este es el fin.

- Si te vas, llévate todo, quiero que te lleves los recuerdos, nuestros sueños, mi amor por ti. No quiero nada de eso aquí para que necesito eso si tú te vas a ir. Así que te lo digo de nuevo, si decides irte tienes que llevarte todo el amor que siento por ti y todo el amor que tú aún sientes por mí, no dejes residuos de lo que un día fue, no dejes la puerta abierta para lo que pudo ser.

Por favor, no me dejes.

Por favor, espera, aún te amo.

Por favor, no dejes de amarme.

-Sabes que no puedo hacer eso, Nicolás.

Me siento en el filo de la cama y ella se queda de pie delante de mí. Ambos estamos cansados. Jamás pensamos terminar así.

-Te quedaste con ella.-me reprocha Amelia.

-Yo me quedé con ella pero ¿Con quién te quedaste tú?

Ella murmura algo en catalán estoy seguro que es una maldición hacia Rose pero Amelia es demasiado pretenciosa para decirlo en un idioma que yo entienda.

-No tuve sexo-me dice ella a la defensiva pero evade mi pregunta de forma descarada y yo se lo dejo pasar.

-Yo tampoco, con nadie.-hago énfasis en la última palabra.

Ella esboza una media sonrisa.

-Así que has estado sin sexo por ocho meses.-me dice ella.

Levanto la mirada sorprendido por el cambio en su voz y de conversación. Hace solo un instante ella parecía querer saltar a mi garganta y degollarla. Pero ahora ella esta de pie con una mirada seductora y la veo quitarse sus tacones negros.

-Amelia...

-Hagamos un trato.-empieza a decir ella mientras se acerca a mí. Pone sus manos en mis hombros y los desliza hasta mi pecho de forma lenta. Mueve sus dedos hasta los botones de mi camisa y los empieza abrir uno por uno. Yo no me muevo o digo algo, me siento embriagado por su aroma.- No hablemos de divorcio ahora, pero ya que estamos aquí, seguimos casados y ambos hemos estado ocho meses sin sexo...

Ella no termina su frase y se gira, aparta su cabello rojo de su espalda. Llevo mi mano hasta el cierre de su vestido y lo deslizo con cuidado. Beso su hombro, su cuello y desciendo por su espalda blanca.

-¿Aceptas el trato?

Nunca he sido bueno diciéndole que no.

-Aceptó.

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