Recuerdos

By Euthyphrodilemma

6.1K 569 234

Hay muchas, tantísimas cosas que Nezuko no recuerda. Pero, ¿cómo olvidar aquel día, cuando conoció a Kibutsuj... More

1.
2.
2.1

1.1

1.3K 150 26
By Euthyphrodilemma

esto fue más rápido de lo que esperaba, como se nota que ya no estoy en época de exámenes lmao (pero mañana entro otra vez, chale ;;) 

hoy me dediqué a planificar y sip, definitivamente esto será un fic capitulado, compuesto por minifics que podríamos llamar arcos y que siguen cierta continuidad. comenzaré a actualizar tan pronto termine de escribir el primer arco, es decir: quién sabe.



Kibutsuji Muzan no estaba pensando nada cuando mató a los Kamado: su mente estaba en blanco, no había rencor, no había odio. Hacia ellos no, al menos, seres tan insignificantes como lo eran esos simples humanos no eran lo suficiente como para dedicarles emociones de tal peso. Fue mera suerte y nada más.

Su naturaleza errante lo había hecho toparse con la casa de los Kamado. Una familia pobre que se dedicaba a la venta de carbón, alejada del pueblo en lo alto de una montaña tras sufrir la pérdida de un ser querido; eran la víctima perfecta. No lo pensó mucho. Lo hizo sin más.

-Son cinco.-le corrigió la señora Kamado- Le pido que no mencione a mi esposo, ¿quién es usted?

¡Cinco niños! Cinco niños, no cuatro como lo había planeado, como lo había asumido. Se había equivocado, había cometido un error tan estúpido, tan humano, que el hecho que la mujer le hubiera subido considerablemente la voz –una falta de respeto enorme, cabe mencionar- no le molestó en lo absoluto. No tuvo siquiera tiempo de molestarse por ello.

Casi trecientos años pisando la tierra. Casi trecientos años de ser la forma de vida más cercana a la perfección, pudiendo casi tocarla con la punta de los dedos, ¿todo para qué? Se tragó su ira y se disculpó sin sentirlo, su voz a punto de temblar en pura rabia:

-Le ruego me disculpe, no debí decir eso.-le dijo.

Y sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando se encargó de pisotear sus propias disculpas. Fue tan fácil como extender y su mano y presionar. De repente había gritos, súplicas y una intensa peste a sangre en el aire.

-¡Nezuko, llévate a tus hermanos!-gritó la mujer y entonces la niña de kimono rosa, aquella que lo había recibido, echó a correr con el bebé en brazos y sosteniendo la mano de su otro hermano en tan solo un segundo, como si hubiera estado lista toda la vida para escapar.

La mujer se encargaba de tirarle cosas con el objetivo de hacer tiempo. Le tiraba cucharas y tazas, todo lo que estuviera al alcance de su mano, mientras le pedía entre llantos que dejara a su familia en paz; que podía matarla a ella si con eso podía asegurar que sus demás hijos vivieran.

Muzan sintió las venas de su cuerpo contraerse, enfurecido. No le gustaba que le dieran órdenes, mucho menos que le alzaran la voz. Y no podía dejar pasar como si nada el mismo error dos veces, ni siquiera para él mismo. Pero definitivamente, su poca paciencia se esfumó cuando la mujer le lanzó un plato, lleno hasta el tope de sopa hirviente.

El barro del plato reventó contra su pecho y el contenido se impregnó en sus ropas, empapándolas por completo. Sintió que el calor se extendía, desde su pecho hasta reventar en sus oídos por ambas cosas: el líquido espeso, café rojizo; hacía mucho tiempo que un humano no lo hacía enojar tanto. Cuando cerró los ojos, tomó una larga bocanada de aire -como si lo necesitara- y todo estuvo más claro que nunca: quería que esa mujer observara cómo mataba a su familia entera, lentamente, hasta que ella misma deseara cerrar los ojos y no despertar nunca más.

Pero no era posible, porque el sol saldría pronto.

No pensó en nada en concreto mientras aseguraba su muerte. A menudo le pasaba: solo tenía un objetivo en mente y su cuerpo, como por mero instinto, hacía lo demás. Desde hacía casi dos siglos que había comenzado a sucederle, que había dejado de sentir nada mientras tomaba una vida. Era como verse a sí mismo en un sueño en tercera persona. Simplemente sentía que tenía que hacerlo, era un deseo irrefrenable, una sed que solo podía ser saciada una vez el trabajo estaba hecho. Y entonces, cuando sus manos se hundían en la sangre y nervios, una sensación de entumecimiento se apoderaba de él: alivio, por fin.

A veces regresa a aquel día y se pregunta si acaso Nezuko recuerda los gritos de su familia, si acaso pudo escucharlos por encima de la adrenalina tapándole los oídos. Hay momentos en los que está seguro de que sí- o de lo contrario, ¿con qué otra energía sería capaz de renovar ese odio asfixiante que sus ojos reflejan cada vez que cruzan la mirada?

Cuando el hormigueo abandonó las palmas de sus manos, salió de la casa y ahí la vio, tirada en la nieve. El blanco del suelo se manchaba conforme Nezuko se arrastraba con el bebé en brazos. Era una lástima que su lindo kimono rosa se hubiera manchado y por un instante, estuvo a punto de abalanzarse y matarla a ella también en medio de un impulso. Parecía inevitable, hasta que contó.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

No paró, hasta que la idea abandonó su mente. No podía –no debía- matarla. Si lo hacía, todo sería inútil. Significaba que uno de sus mejores trajes se había arruinado para nada y lo peor de todo, que había desperdiciado su tiempo en vano. Podría simplemente comprar otro traje, uno de tela más exótica, con mejores encajes y detalles más elegantes; el dinero no le faltaba. Pero, ¿qué hay de su tiempo? Nunca regresará ni se le será devuelto. Si en el universo hay un Dios que no perdona, Muzan sabe que aquel es Kronos.

A cada paso que daba, Nezuko se alejaba, desesperada por volver a levantarse y correr, inútilmente, pues sus pies se hundían en la nieve, escarbando y levantando hasta la tierra por debajo mientras Muzan volvía a alcanzarla sin esfuerzo, solo dando un paso.

-Kamado Nezuko...-la llamó Muzan en tono bajo, pero audible cuando ni siquiera la brisa helada hacía acto de presencia. Se hincó y una vez estuvo a su altura, tiró de sus pies, deteniéndola. Nezuko soltó un grito, ahogado en un sollozo. -No voy a matarte.

Si se suponía que con eso pretendía calmarla, no funcionó. En cambio, intentó escapar, pataleando con todas sus fuerzas y sin nunca soltar al bebé en sus brazos. Fue en vano. Muzan no planeaba soltarla.

-Cuando seas como yo-le dijo- no sentirás miedo nunca más. Podrás mirar atrás y usar esto a tu favor, cualquier sufrimiento, todo el dolor. Serás tan fuerte que la vida será un juego eterno.

Nezuko entreabrió los labios. Las palabras se quedaron atascadas en su garganta hasta que fue capaz de formular, en voz rota por el pánico:

-¿Qué eres?

Muzan sonrió, en una boca abierta de colmillos afilados. La soltó, para poder trepar y mirarla a los ojos, escondidos debajo de su cabello pegado al rostro. El pulso de Nezuko se disparó –aún más de lo que ya estaba- ante la desagradable cercanía y su respiración se descontroló, rápida e irregular. Le quemaba los pulmones dejando un rastro de vaho al exhalar.

-Un demonio.

Nezuko lloriqueó. No quería creerlo. Los demonios solo eran leyendas, cuentos de terror que los adultos y la gente mayor usaban para hacer que los niños se portaran bien y se fueran temprano a la cama, sin quejarse. No había manera de que ese hombre fuese un demonio, ¿pero no sus acciones ya le habían demostrado que era así? ¿Qué otra cosa, más que un demonio, podría cometer actos tan atroces como los que ese hombre había cometido, sin sentir una pizca de remordimiento? Y ese hombre, Kibutsuji Muzan, como se hacía llamar, no contento con eso, parecía incluso disfrutarlo.

-El primero de todos.

Acercó su mano hacia ella, de uñas curvadas en garras que no había notado hasta ese momento. La tomó del cuello, al principio con gentileza, pero pronto empezó a apretar, sin permitirle el paso al oxígeno. Nezuko lloró con más fuerza, provocando que el aire se escapara más rápidamente de sus pulmones. Tal vez, al final, si iba a matarla y todo lo que había dicho era simple palabrería.

Poco a poco sentía cómo las garras de Muzan perforaban su piel. Dolía, no podía respirar e iba perdiendo los sentidos por segundos, hasta que Muzan retiró su mano, dejando un arañazo que fácilmente pudo haber partido su garganta en dos si el hombre así lo hubiese querido. La sangre comenzó a brotar, ahogándola, y si antes había sentido dolor, no era nada en comparación a lo que ahora experimentaba.

No era solamente el hecho de que sentía que el alma se le salía por el cuello, pero también podía percibir algo haciéndose paso, excavando desde su garganta hasta adentrarse a sus entrañas, dejando un camino ardiente que quemaba todo a su paso, como si la sangre de sus venas fuese drenada para ser reemplazada por fuego líquido. El dolor era uno nunca antes experimentado, era insoportable y le daba la sensación que haría explotar su cuerpo en cualquier momento. Comenzó a retorcerse, a gritar en busca de algún alivio, pero era imposible encontrar uno si lo único que podía ver eran los destellos de los ojos rojos cual sangre de Muzan, observándola con una expresión extraña, aterradora. Casi con orgullo.

Muzan acostumbraba a quedarse a mirar la reacción en cadena. Siempre era fascinante de ver la metamorfosis, diferente según la persona, pero habían cosas que no podían faltar: el dolor, los gritos y el llanto al cuerpo transformarse, sacudiéndose al son de nuevos huesos formándose dentro, haciéndose un espacio en una cáscara que no puede mantenerlos dentro sin romperse. Hasta que puede y garras y colmillos nacen, las venas se tensan y contraen, silbando y entonces... Kamado Nezuko estaba un paso más cerca de la perfección.

Fue más rápido de lo que pensó- de lo que normalmente era. En todo el proceso, Nezuko nunca había soltado al bebé, siempre lo mantuvo en sus brazos y ahora, había abierto los ojos –de un tono más intenso, afilados, como los suyos- y mostraba sus colmillos contra él.

Muzan se reincorporó y dio un par de pasos hacia atrás, al mismo tiempo que Nezuko comenzaba a levantarse. Fue una reacción instintiva- en otros tiempos, Muzan habría dicho que sintió miedo. Abrió desmesuradamente los ojos cuando notó que Nezuko se acercaba lentamente hacia él, gruñendo. Por alguna razón, el nuevo demonio que había creado no le hacía caso y en cambio, parecía estar a punto de atacarlo.

Y por supuesto que lo atacó, tras dejar al bebé al pie de la casa. Se lanzó contra él, dando zarpazos al aire –pues Muzan no la dejaba siquiera tocarlo-, mostrándole los dientes y gruñendo como un perro rabioso. Muzan la llamó por su nombre, le dio órdenes directas, intentó todo –incluso asestarle una bofetada que de ser humana fácilmente le hubiera roto el cuello-, pero Nezuko no hacía caso alguno y al contrario, parecía que se enfurecía más de tan solo escuchar su voz. Muzan sintió que su pecho se agitaba, que su gastado y viejo corazón se estremecía en algo que hace mucho tiempo había dejado de sentir: euforia, emoción en su estado más puro.

Sus manos comenzaron a temblar, sus labios se curvaron en una sonrisa cruel. Nezuko era especial. Incluso más especial que Tamayo o cualquier otro demonio que hubiese podido deshacer la maldición. Nezuko había logrado romper las cadenas al segundo de haber despertado, algo nunca antes visto. Ella podía ser aquello que llevaba buscando desde hace siglos.

Por un momento se le olvidó cómo moverse. Nezuko aprovechó esos segundos para arañarlo, lastimarlo lo más que pudiese y Muzan no hizo nada, más que escuchar sus gritos guturales contra su cara, dejándola estar. Porque estaba bien, todo esfuerzo era inútil: Nezuko era especial.

Entonces, la tomó del pelo y la obligó verlo. Una nube de vaho, los restos de su calor humano, escapando de entre sus labios. Sus ojos inyectados en sangre le juraban la muerte.

-Kamado Nezuko... Tú te vienes conmigo.

Continue Reading

You'll Also Like

83.5K 9.8K 62
➵ CARREFOUR - au ➵ Todo es humor.
232K 23.5K 60
Rose Weasley era muy distinta a sus hermanos, no era valiente, osada o revoltosa, en cambio, era tranquila, con una alegría contagiosa, siempre dispu...
179K 22.9K 48
Por un caso que esta investigando la aurora Hermione Granger llega a la mansión Malfoy en busca de su ex compañero, llevándose la sorpresa de que el...
66.7K 5.6K 58
Los cantantes son tan reconocidos que sus fans harian lo que fuera con tal de conocerlos incluyendo faltar al trabajo para ir a verlos. Karime Pindte...