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todo esto está completamente inspirado en el arte de nekokat42 en twitter. no quiero resubir su arte, así que tienen su perfil en el link externo, aunque eso sí, si deciden revisar su perfil, quedan advertidos que van a encontrar contenido nsfw.

no tengo idea de que es esto??? por mientras se va a quedar como un oneshot aunque tengo tantas ideas para estos dos que si regreso, puedo prometer que será un capitulado.



Hay muchas, tantísimas cosas que Nezuko no recuerda. Pero, ¿cómo olvidar aquel día, cuando conoció a Kibutsuji Muzan? O, en otras palabras, la mañana en la que Kibutsuji Muzan asesinó a su familia.

Esa mañana su madre había cocinado sopa- ¿de qué? No debe de ser un detalle de importancia, porque de lo contrario no lo habría olvidado-para calentarse el estómago, ya que se encontraban en pleno invierno y el frío calaba hasta los huesos. La sopa hervía, burbujeante en una vieja olla de metal gastado y abollado, cuando se escuchó que la puerta se deslizó, hasta chocar en los límites de la madera. Toda la familia alzó el rostro, suspendiendo por un momento lo que sea que estuviesen haciendo. ¡Tanjiro había llegado!

-Ve a recibir a Tanjiro, Nezuko.-le dijo su madre, con voz tan clara como el agua. Revolvió la sopa, ya de un color café rojizo, con una cuchara de madera y su rostro se iluminó al fuego.

El no recordar las facciones de su rostro, el color de sus ojos siquiera, de su propia madre, hace que la sangre de sus venas congeladas hierva en algo que no puede llamar de ninguna manera más que un odio profundo, corrosivo, que le quema debajo de la piel hasta dejarle el cuerpo entero doliendo de una manera que no puede comprender.

Como fuese, se levantó y dejó al menor de sus hermanos, el que aún era un bebé, al cuidado de alguien más, por un momento, pues no se tardaría mucho. Se sacudió el kimono, deshaciendo las arrugas al pasar sus dedos por sobre la tela y entonces, fue hasta la puerta de entrada.

-¡Oni-chan! Bienve...

Su sonrisa se borró. Enfrente de ella no había rastro de su hermano y en su lugar, había un hombre, vestido en ropa formal. Un saco negro, pantalones a juego de tela negra que aun para ella, sin tener idea sobre ropa costosa, lucían realmente caras. En su cabeza, descansaba un sombrero negro, adornado por un listón rojo, que probablemente en cualquier otra persona se vería ridículo, pero ese hombre no era el caso.

-¿Puedo pasar?-preguntó él, alzando la vista hasta toparse con la de Nezuko.

La niña se heló en su lugar. Una pregunta un tanto invasiva, considerando que ya estaba dentro de la casa y, sin esperar respuesta, ya se encontraba quitándose los zapatos –caros, muy caros, Nezuko podía deducir- para hacerse paso por los pasillos.

Había algo en sus ojos, rojos como si los vasos sanguíneos hubieran reventado alrededor del iris, afilado cual serpiente y la voz, suave, en un tono calmado y educado que, en vez de ser tranquilizante, resultaba ser todo lo contrario. Bien pudo haber sido que con la puerta abierta el viento invernal de primera hora en la mañana entraba sin apuro y le quemaba las mejillas hasta enrojecerlas, pero Nezuko sentía que su vida corría peligro frente a él. Algo en aquel hombre había despertado en ella un instinto primitivo, como si en cualquier momento pudiese morir. Sus piernas temblaban, queriendo echarse a correr y escapar, sin lograr que su cuerpo respondiese, en cambio, tragó saliva y preguntó:

-¿Qué se le ofrece?

El hombre le sonrió y pareció reírse. Nezuko juró que un par de agudos colmillos se asomaban entre sus labios pálidos, pero eso no podía ser, ¿verdad? Debía de estar imaginándolo, pues el sol aún no había salido y era imposible ver tal cosa cuando la única luz que había en el lugar era los restos de la fogata en la que su madre preparaba el desayuno.

RecuerdosWhere stories live. Discover now