2.1

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El sol se dejaba ver a través de las cortinas color azul real, como motas brillantes que atravesaban imperceptiblemente la tela, sin traspasarla por completo. Muzan se recordó que debía conseguir unas segundas cortinas para garantizar la seguridad, pues al pasar la mano frente a ellas no corría peligro, pero su piel ardía como si le incrustasen agujas en ella. Debería estar enojado con Nezuko, por los destrozos que ocasionó antes de entrar al baño. Sus uñas estaban grabadas profundamente en el tatami. Había roto por completo una pantalla de papel. Pero no podía sentirse enojado, no realmente por lo menos, porque aunque Nezuko no lo hubiera hecho, de todas maneras tenía que cambiarlas y aquella era la excusa perfecta. Eso no quitaba que la razón lo hiciera irritar.

Nezuko había roto las cosas en un acto desesperado por huir de él; por rehusarse a obedecer. Era como si cuestionara su autoridad: su poder. Como si no significara algo de peso para ella. Y eso le hacía hervir la sangre. Cuando su autoridad era puesta en juego, el valor de lo material pasaba a reducirse a cero.

Había dejado de escuchar el movimiento del agua desde hace mucho. Supuso que Nezuko no tardaría en salir, pero eso no había ocurrido. Podía sentir su presencia, por lo que estaba seguro que estaba ahí, en el baño, pero no entendía por qué no salía, considerando que ya había pasado bastante tiempo. Así que fue a revisar y la encontró dormida en el ofuro, sumergida hasta el cuello.

El cabello se le pegaba a la cara por el agua. Se encontraba hecha un ovillo y estaba profundamente dormida pese a que ese punto el agua debía de estar helada. Lo primero que hizo fue destapar el drenaje y las manos le temblaron en rabia acumulada –que no sabía a quién dirigirse ni cómo salir- cuando se arremangó las mangas para alcanzar la tapa del desagüe. El agua se vació rápidamente, pero Nezuko no reaccionó en lo absoluto y en cambio, su cuerpo se deslizó hasta que su cabeza golpeó el fondo.

Muzan intentó sacudiéndola, llamándola por su nombre, incluso lastimándola y nada parecía tener efecto. La dejó un momento ahí, tal y como estaba, al no saber qué hacer. Se cubrió la boca con la palma de la mano y cerró fuertemente los ojos al dar un par de vueltas por la habitación. Estaba enojado. Ahora sí estaba enojado.

Nezuko era especial, se recordó. No era normal que estuviese dormida, ni mucho menos que cayera en ese estado tan seguido. Por lo tanto, era interesante que lo hiciera, como si de verdad lo necesitara. Incluso, quizá, era su forma de recuperar energías, ya que en todo el tiempo que llevaba como demonio, nunca había probado la carne humana- y tampoco se le notaba desesperada por hacerlo.

No era momento de perder la compostura. La situación no era mala, aunque tampoco era buena. Lo cierto era que tener a Nezuko en ese estado limitaba mucho sus movimientos y en sus planes no figuraba estar todo el día al pendiente de un peso muerto. Su ideal era poderla llevar consigo, que ella se moviera con él a donde sea que tuviese que ir- o donde él quisiese ir. Poder seguir con sus metas independientemente de que Nezuko estuviese con él o no. Parecía que desde la primera vez que vio a Nezuko, sin saberlo, sus planes habían sido condenados al fracaso y había pasado a dejarse a llevar por las circunstancias: las circunstancias que Nezuko marcaba. Lo hacía sentirse de alguna manera miserable, impotente. Sin control real. Y lo odiaba.

Odiaba que Nezuko fuera un demonio y se comportara de manera tan humana, ¿dormir? ¿Hace cuánto tiempo no hacía algo como eso? Negarse a consumir carne humana, negarse a obedecerlo. Todo se sentía como si le escupiera directo a la cara. No se suponía que fuera así.

Salió del cuarto de baño y se sostuvo del marco de la puerta. Contó.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco…

Una hora tiene tres mil seiscientos segundos. La ira se fue desvaneciendo poco a poco y Muzan volvió en sí.
Con una toalla se dispuso a secar a Nezuko. Comenzó con su cabello –y fue en lo que más tiempo se tardó, porque no solo era largo, sino que también era espeso-, luego su cara y brazos, hasta terminar con sus piernas y pies.  La vistió con el kimono que había escogido para ella y el anterior estaba tan sucio y viejo que no le vio segunda vida. Simplemente lo tiró a la basura, después de recostar a Nezuko en el futón.

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⏰ Última actualización: Dec 25, 2019 ⏰

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