Annie y el Misterio del Prínc...

By -luxtomlinson

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La guerra ha comenzado y eso Annie lo tiene muy claro. Tiempos oscuros aproximándose, dejar la niñez atrás, p... More

C A S T
1. ¡¿Qué quien le dio un qué a Annie?!
2. Misión de rescate
3. Hola, razón de mi existencia
4. Te extrañé mucho, lobita.
5. You're the best brother in the world
6. Callejón Diagon
7. La mano de Dumbledore
8. No hace falta que me llame "señor", profesor.
9. Propiedad del Príncipe Mestizo
10. ¿Por qué Harry no puede ser feo?
11. El collar maldito
12. Eres un estúpido Ron
13. Estúpidos filtros de amor
15. El mini infarto
16. El bezoar
17. Las clases de aparición
18. Ron fue envenenado
19. El desastroso partido
20. La deducción de Harry
21. Los fantasmas son transparentes
22. Felix sabe lo que hace
23. Sea valiente, profesor
24. Por las miles de veces que pienso en ti
25. Deberían besarse para romper la tensión
26. Dumbledore está muerto
27. R.A.B
28. El funeral y el final

14. ¡No ocupen la sala de menesteres!

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By -luxtomlinson

Harry estaba recargado contra una pared, con las manos metidas en los bolsillos de su traje. La sala común estaba vacía puesto que todos deberían estar cenando en esos momentos. El pelinegro esperaba a que Annie bajara para ir a la fiesta. Hermione había bajado hace ya unos minutos y se fue acompañada de Theo.

Suspiró y cerró los ojos, echando hacia atrás su cabeza. La verdad era que no tenía ganas de ir, pero lo había prometido.

Unos pasos lo sacaron de sus pensamientos y miró en la dirección de donde provenían. Cuando la chica apareció en su campo de visión, se le cortó la respiración. Era su Annie, en un hermoso vestido azul marino corto, con un delgado cinto blanco, tacones negros y su cabello en ligeras ondas. Utilizaba los collares que él le había regalado, la pulsera y como todos los días, el anillo.

La castaña se acercó y con una mano, cerró la boca de Harry lentamente, divertida.

-Parece que viste un fantasma -bromeó.

-Estás hermosa -dijo reaccionando. La tomó de la mano y le dio una vuelta, haciéndola reír. Harry no creería encontrar un mejor momento que ese, sin duda quedaría grabado en su mente para siempre- preciosa.

-Tú estás muy guapo -dijo agarrando su chaqueta y acomodándole el cuello. Harry amó ese gesto, pues nunca había tenido a nadie que le ayudara con su vestimenta, que arreglara esos pequeños desperfectos, hasta que Annie llegó y le puso el mundo de cabeza, dándole todo el cariño que con los Dursley no obtuvo. Se acercó más y presionó su frente con la de ella, cerrando los ojos.

-¿No podemos volver a mi habitación? -susurró ganándose una sonrisa del amor de su vida.

-Por ahora no, tal vez más tarde -respondió Annie separándose y tomándolo de la mano- tienes que ir.

Harry suspiró resignado y ambos salieron de la sala común. Caminaron por largos tramos mientras Annie balanceaba sus manos unidas.

-¿Quieres ir a la Sala de Menesteres después de la fiesta? -preguntó Harry mirando a otra parte. Annie alzó una ceja y volteó a mirarlo, divertida.

-Estuviste todo el camino pensando cómo decírmelo, ¿cierto? -inquirió divertida. Harry se encogió de hombros sonriendo tímidamente. Annie sabía lo que pasaría si iban.

-Ya veremos -dijo Annie.

Ya estaban llegando al despacho de Slughorn y el rumor de risas, música y conversaciones iba
creciendo. El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda.

La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad que, vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz. Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

-¡Harry, amigo mío! -exclamó Slughorn en cuanto el muchacho y Annie entraron-. ¡Pasa, pasa! ¡Hay un montón de gente que quiero presentarte!

Slughorn llevaba un sombrero de terciopelo adornado con borlas haciendo juego con su batín. Agarró con fuerza a Harry por el brazo, como si quisiera desaparecerse con él, y lo guió resueltamente hacia el centro de la fiesta; Harry tiró de la mano de Annie.

-Te presento a Eldred Worple, un antiguo alumno mío, autor de Hermanos de sangre: mi vida entre los vampiros. Y a su amigo Sanguini, por supuesto.

Worple, un individuo menudo y con gafas, le estrechó la mano con entusiasmo. El vampiro Sanguini, alto, demacrado y con marcadas ojeras, se limitó a hacer un movimiento con la cabeza; parecía aburrido. Cerca de él había un grupo de chicas que lo miraban con curiosidad y emoción.

-¡Harry Potter! ¡Encantado de conocerte! -exclamó Worple mirándolo con ojos miope-. Precisamente, hace poco le preguntaba al profesor Slughorn cuándo saldría la biografía de Harry Potter que todos estamos esperando.

-¿Ah... sí? -dijo Harry.

-¡Ya veo que Horace no exageraba cuando elogiaba tu modestia!

Annie apretó los labios sintiéndose fuera de lugar ahí. Miró a su alrededor, observando a muchas personas desconocidas.

-Annie, ahí están Hermione y Theo -dijo Harry tirando de su mano para safarse de los adultos. Los chicos estaban detrás de unas telas doradas casi transparentes, con un vaso en la mano.

-¡Hola chicos! -saludó Annie.

-¡Hola! ¡Que bonita, Annie! -exclamó Hermione. La castaña y Harry se sentaron en la misma mesa.

-¡Gracias! ¡Tú también!

Un mesero se acercó y les dejó cuatro copas con hidromiel. Annie miró la copa, sin atraverse a tomarla. No le llamaba la atención el alcohol.

-Si no la quieres beber, no lo hagas -le dijo Harry suavemente besando su mejilla- ¿quieres que vaya por ponche?

-Puedo ir yo -dijo Annie levantándose.

-Voy yo -dijo Harry antes de que ella lo hiciera. Se levantó y fue directo a la mesa de bebidas y aperitivos. Annie rió un poco cuando el pelinegro fue interceptado por Trelawney.

-Esto está un poco aburrido -dijo Hermione bebiéndose su copa hasta el fondo. Annie alzó ambas cejas, divertida al ver como Hermione pedía otra.

-No vayas a dejar que haga algo loco, Theo. Se va a arrepentir después.

-Le falta ser alocada -dijo Theo mirando a Hermione quien miraba al fondo del salón- le hará bien.

Annie sonrió.

-No sé si Trelawney acaba de predecir mi muerte o estaba hablando con ella misma -dijo Harry dejando un vaso enfrente de Annie y algunas galletas- las probé, se parecen a las galletas muggles que te gustan.

Annie sonrió y tomó una, comenzando a comer. Hablaron por unos minutos más hasta que todos se quedaron callados. Los cuatro voltearon en todas las direcciones, buscando el porqué.

Argus Filch iba hacia ellos arrastrando a Draco Malfoy por
una oreja.

-Profesor Slughorn -dijo Filch con su jadeante voz; le temblaban los carrillos y en sus ojos saltones brillaba la obsesión por detectar travesuras-, he descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?

Malfoy se soltó con un tirón.

-¡Está bien, no me han invitado! -reconoció a regañadientes-. Quería colarme. ¿Satisfecho?

-¡No, no estoy nada satisfecho! -repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante-. ¡Te has metido en un buen lío, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvieran un permiso especial? ¿Eh, eh?

-No pasa nada, Argus -lo apaciguó Slughorn agitando una mano-. Es Navidad, y querer entrar en una fiesta no es ningún crimen. Por esta vez no lo castigaremos. Puedes quedarte, Draco.

Annie miraba como Harry observaba a Malfoy, analizándolo.

Filch se había dado la vuelta y se
marchaba murmurando por lo bajo; Malfoy sonreía y estaba dándole las gracias a Slughorn por su generosidad, y Snape había vuelto a adoptar una expresión
inescrutable.

-No tienes que agradecerme nada -dijo Slughorn restándole importancia-. Ahora que lo pienso, creo que sí conocí a tu abuelo...

-Él siempre hablaba muy bien de usted, señor -repuso Malfoy, ágil como un zorro-. Aseguraba que usted preparaba las pociones mejor que nadie.

La castaña observó como el rubio parecía muy enfermo, y temió que la teoría de Harry, fuese acertada.

-Me gustaría hablar un momento contigo, Draco -dijo Snape.

-¿Ahora, Severus? -intervino Slughorn hipando otra vez-. Estamos celebrando la Navidad, no seas demasiado duro con...

-Soy el jefe de su casa y yo decidiré lo duro o lo blando que he de ser con él -lo cortó Snape con aspereza-. Sígueme, Draco.

Se marcharon; Snape iba delante y Malfoy lo seguía con cara de pocos amigos. Annie miró a Harry, quien no le quitaba la mirada de encima.

-No estoy de acuerdo con lo que piensas hacer, Harry -dijo Annie. El azabache la miró- pero no puedo obligarte a nada.

Harry apretó los labios dándole una última mirada a la puerta por donde habían salido. Con un suspiro le robó la galleta a Annie y la mordió.

-¡Harry!

-¿Si, hermosa?

Annie rodó los ojos pero sonreía un poco sonrojada. La noche pasó aburrida a decir verdad. La música no los incitaba a bailar y todos se veían demasiado aburridos. Así que los cuatro amigos decidieron salir de aquel lugar.

-Bueno, nos vamos -dijo Annie tomada de la mano con Harry.

-¡Hey! ¡No ocupen la sala de menesteres! -gritó Theo.

-¡Muy tarde! ¡Consigan otro lugar! -respondió Annie riendo. Harry sonrió y negó. Balanceaban sus manos mientras caminaban hasta el séptimo piso. Cuando llegaron al tapiz, se pasearon tres veces frente a él, apareciendo la puerta.

La habitación era sencilla pero acogedora, con la chimenea y los sofás, la ventana por donde se veía la luna y la cama.

-Es acogedor -dijo Annie mirando todo. Se sentó en el sofá más grande frente al fuego, moría por quitarse los zapatos. Harry se sentó a su lado.

Cuando Annie se libró de los tacones, subió sus piernas al sillón, aliviada.

-Yo no sirvo para usar esas cosas -dijo negando. Harry sonrió y la atrajo a su costado.

-¿Crees que Hermione y Theo..? ya sabes.. -preguntó Harry.

-Tal vez -respondió divertida- pero no lo creo. Hermione iba algo borracha, así que tal vez sólo la acompañe a la sala común.

Dejó un beso en su cuello, con el propósito de hacerle cosquillas, cosa que funcionó.

-Annie..

-¿No te gustan las cosquillas, Potter? -dijo sentándose correctamente y mirando al pelinegro, divertida.

-Me gustan más los besos -dijo atrayéndola y besándola. Annie sonrió entre los besos y se dejó llevar.

Harry la atrajo a su regazo, abrazándola por la cintura. Annie rodeó al pelinegro con sus piernas mientras lo abrazaba por el cuello. El beso había pasado de ser lento y dulce a uno más necesitado.

Harry se separó y comenzó a repartir besos húmedos por las mejillas y cuello de Annie, mientras ella echaba su cabeza hacia atrás. El pelinegro la sostenía y daba caricias en su espalda mientras seguía con su tarea. Cuando llegó a su clavícula, dejó una pequeña mordida haciendo a Annie sobresaltarse y moverse en el regazo de Harry, que gimió.

Annie sonrió y se movió nuevamente, sacándole a Harry un jadeo. El ojiverde la miró, sus ojos brillando con diversión.

-Eres mala, Black.

-¿Ah, si? -inquirió acercándose y desabrochándole el moño. Lo dejó en alguna parte y siguió con la camisa, puesto que el saco se lo había quitado cuando llegó. Harry acariciaba sus caderas mientras se dejaba hacer bajo las manos de Annie. La castaña sacó el último botón y le quitó la camisa, dejándola por ahí. Esta vez fue el turno de ella de desperdigar besos por el cuello y pecho de Harry, escuchándolo suspirar y apretar el agarre que tenía sobre ella.

Harry lentamente subió sus manos hasta el cierre del vestido, jugando con él. Miró a Annie, preguntándole con la mirada si podía seguir. A pesar de haber roto esa barrera hace tiempo, Harry quería saber que Annie estaba segura de lo que hacían, no quería incomodarla.

La castaña asintió y Harry bajó el cierre lentamente mientras Annie acariciaba su cabello. Cuando lo bajó completamente, la Gryffindor se separó y ella misma se quitó el vestido, pasándolo por su cabeza, y lo arrojó a algún lugar.

Harry miró a Annie de arriba a abajo. Ya no era una niña, había crecido y madurado. Un suspiro salió de sus labios, mirando la cicatriz que le había quedado de la batalla en el Ministerio. Alzó una mano y la rozó ligeramente, Annie se estremeció. La había tocado varias veces cuando ayudaba a Annie con las vendas, pero ahora que estaba cerrada y de diferente color al tono de piel, era extrañamente bonita y única en la chica que amaba. Depositó suaves besos a lo largo de toda la cicatriz, queriendo crear un nuevo recuerdo en ella, y no sólo de aquel horrible día. Tomándola de los muslos, se impulsó y levantó del sofá, caminando vacilantemente hasta la cama. Ambos rieron cuando casi caen a medio camino. Harry la depositó suavemente en la cama y se colocó sobre ella sin aplastarla.

Annie bajó la mirada y lentamente desabrochó el pantalón de Harry, y éste terminó por quitárselo y volver a la posición anterior. Se vieron envueltos en un nuevo beso, cargado de sentimientos. Sus lenguas se enredaban y jugueteaban. El calor comenzaba a aumentar y los sonidos se incrementaban.

Harry movió su mano a la espalda de Annie, acariciando y relajándola, mientras ella hundía sus manos en el cabello azabache dando caricias. El pelinegro quitó el sostén y lo arrojó a un lado, sin importarle mucho a donde fue a parar.

Las caricias aumentaron, los jadeos y gemidos. La temperatura se elevaba y el amor estaba presente. Los susurros, las cosquillas, los besos, las risas y las miradas llenas de ternura.

Unieron sus cuerpos por segunda vez en sus vidas, respirando agitadamente y algo temblorosos, pero con confianza entre ellos. Y volvían. La sensación de estar en una nube, de volar, de poder alcanzar el cielo. Porque después de todo aún eran adolescentes, obligados a madurar por una guerra en la que no deberían estar. Pero por ese momento, se permitieron amarse, ser adolescentes enamorados, entregarse el uno al otro.

Amándose en cuerpo y alma.




Maratón 4|?

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