Amando la Muerte ✓

By gabbycrys

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Cuando sus mundos colisionan, la rareza de un ángel con alas negras y una humana que ve a los muertos se vuel... More

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Seduciendo la Rebelión

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By gabbycrys


RAISA

Siento un escalofrío en el pecho que me recorre hasta la espalda, y luego el cuerpo entero a plenitud. Algo me tiene intranquila mientras ojeo las revistas de decoración de hogar del mes pasado que yacen en la sala, sobre la mesita de centro.

En ningún momento dejo de sentirme incócoma, ajena al recordar que tenía un hogar con Leire y Nil en el hotel Arcadia, pero que ahora estoy aquí, sin razón aparente, en compañía de tres de mis cuatro compañeros de infancia.

Una parte de mí quiere volver con ellos, pero la otra se siente muy a gusto y no tiene deseos de marcharse.

Lo peor es la sensación que se arraina en mi pecho, esa de haber olvidado algo, pero no sé el qué.

Avanzo hasta la pequeña y arcaica cocina, mientras intento forzar mi cabeza ya adolorida por el esfuerzo de recordar, pero al llegar a mi destino, me doy cuenta de que estoy acariciando mi vientre con mayor ímpetu.

Suspiro.

Tengo hambre.

Drac y River se han marchado hace un par de minutos en busca de comida. Pese a que esta casa es suya y tiene un aire anticuado apropósito, no guardan ningún alimento más que galletas de avena empalagosas y té verde. Nada suficiente para satisfacer mi necesitado estómago.

Aún sabiendo que no encontraré mucho más, nace en mí el impulso por comprobar que estoy equivocada y empiezo por examinar la nevera. Al cabo de un momento no encuentro nada y tampoco es una sorpresa.

Pienso seguir con las alacenas. Y aunque ya las abrí minutos atrás, mantengo la esperanza de que pronto aparecerá algo, que quizá habré pasado algún alimento por alto. Pero mientras avanzo, es cada vez más decepcionante la realidad que acaece.

Desahuciada volteo, y al levantar la mirada encuentro a Prince de pie en la entrada de la cocina. No hace más que mirarme sin ningún disimulo. Antes era fácil pasarlo por alto, ahora no. Su mirada es penetrante, oscura y fría, como si pudiera ver más allá de lo que tiene justo en frente. Y pensar que ha hecho esto desde que Drac y River se marcharon, consigue ponerme la piel de gallina.

Volteo nuevamente y respiro hondo, recordando aquella primera vez en la que dibujé a Prince. Como fue el primero de todos, lo hice basada en un ideal inocente e inconsciente de mi cerebro. Lo más atractivo que jamás pude imaginar.

Eso es.

La muerte, para mí, por aquellos días había sido un atractivo, porque vi una gran parte de almas ahí abajo que fueron condenadas por ella. Sí. La muerte incitó a muchas de ellas, algo así como un hechizo oscuro y seductor, algo atrayente que capturó su interés ciegamente, haciéndolas perder el juicio y la razón.

Mi mente astuta de tan solo 7 años de inmediato imaginó al hombre hermoso, frío, perturbador e imponente que tengo justo en frente, aquel que con tan solo una mirada es capaz de desarmarme y me pone a temblar.

Las comisuras de mis labios se elevan en una mueca que es lo más parecida a una sonrisa.

Sé por qué razón conmigo funciona de esta manera, pues como Prince estuvo basado en mi ideal, todo ese hechizo oscuro que lo describe toma repercuciones en mí, cuando, para el resto, bien puede ser diferente.

Y fui yo quien lo creó.

Mas no fui capaz de que Prince cause el mismo efecto que produce en mí, en el resto del mundo. Algo así es un imposible, un sueño tonto, ahora lo sé.

—Raisa. —Su respiración hiela mi nuca, y al voltear lo encuentro a tan solo centímetros de distancia, así retrocedo. Pero él, dentro del mismo segundo, sitúa su mano en mi cintura y tira de regreso, acercándome, consumiéndome cuando, gracias a su estatura, mi mentón choca con su hombro y permanezco así, inmóvil y sin el poder para moverme un solo centímetro.

—Si actúas inconscientemente, podrías lastimarte. —Suelta contra mi oído, entonces la vergüenza me ataca y reacciono, apartándome para contemplae la puerta de la alacena abierta que estuvo a punto de tener un encuentro fortuito con mi cabeza.

—Gracias. —Deseo que la tierra me trague viva. Y de pronto, el inesperado pensamiento de que Prince es mi favorito de los cuatro me confunde un poco.

—Estarán de regreso pronto —anuncia y asiento con un gesto.

Un par de ideas cruzan por mi mente, y no puedo evitar mirarle con la interrogante planteada.

—Solías lastimarme, cuando fingías ser un gato me rasguñabas hasta hacerme sangrar. —Manifiesto mi pensamiento, pero Prince no responde y es en este preciso instante que encuentro la respuesta.

Cuando lo dibujé, intenté hacerlo diferente del resto. La muerte se alimentaría no de almas, porque estas ya tenían un lugar al cual ser transportadas al morir, más bien sería de la sangre de los vivos, tan solo porque es su fuente vital. Era una buena forma de acabar con sus vidas fácilmente, a través de su sangre. Eso fue lo que pensé. Me pareció un gran atractivo y una excelente idea en su momento.

—Sé lo que quieres. —Por fin esclarezco—. Eres el único al que creé sin la posibilidad de ingerir sólidos. Es por eso que no has dejado de mirarme, ¿verdad? ¿Cada cuánto tiempo y de qué te alimentas?

—No necesito hacerlo con frecuencia, si hay una cantidad moderada de ti en mí.

—Necesitas de mi sangre.

—La tomo en pequeñas cantidades. El resto, tan solo busco en otro sitio.

Durante todo este tiempo jamás estuvo satisfecho precisamente por eso, por tomar pequeñas cantidades de mí. Y fue debido a ello que iba en busca de más a otro lugar. Por eso desaparecía cada cierto tiempo. Y pensé que Prince Hastings viajaba por negocios, per qué tontería.

—La mujer del asensor —le recuerdo.

—Estaba poseída. Te buscaba para asesinarte. Es a lo que se han dedicado los demonios desde el día en que naciste.

Y papá creía fielmente que la manera de mantenerme a salvo era guardarme a su lado, todo el tiempo.

—Pudiste expulsar al demonio, así como sucedió con el chef —indico.

—Tres meses y diez días.

—¿Qué? —Parpadeo. Su respuesta me confunde.

—Fue el tiempo en el que no te vi aquella vez.

¿Siempre contó los días? Honestamente, no sé cómo sentirme al respecto. Pero hay un poco de felicidad y encanto.

—Y ya que, dentro de tres meses y diez días no pudiste tomar una pequeña muestra de mi sangre...

—Existe un punto en el que me resulta imposible controlar el hambre.

Una parte de mí, la más insignificante quizá, piensa que debería sentir miedo de lo que engendré. ¿Qué pasaría si la muerte no tuviera esa pequeña muestra? Si yo desapareciera, Prince entraría en un bucle infinito de destrucción. Nada lo detendría. Asesinaría inocentes sin saciarse jamás.

Y yo que pensaba que la guerra, como tal, por sí sola podría acabar con la raza humana... Pero qué equivocada estaba. Creo que todos ellos cuentan con la capacidad para acabar con todo por sí solos, pero soy yo la que los frena.

Ahora tan solo deseo conocerlos más, a ellos y todo de lo que podrían ser capaces.

Una nueva explicación se ilumina en mi cabeza, pero de inmediato es nublada con el paso que Prince da hacia mí.

Su nariz de pronto roza la mía y me paralizo cuando, con sus dedos, toma los mechones de cabello que reposan sobre mi hombro y los aparta.

Un vacío se forma en la boca de mi estómago al preguntarme por qué hace esto, pero conozco la respuesta. Me hace sentir especial que su única fuente de alimento sea la sangre, mi sangre.

—Apetecible —susurra con su gruesa voz—. Si me dejaras, si pudiera cumplir este mórbido deseo, devoraría cada partícula de ti.

Mis ojos se abren a plenitud cuando con su mano echa mi cabeza hacia atrás. Contemplo su profunda mirada, es como un oscuro mar, una maravillosa tormenta que empieza a elevarme, separándome del suelo, atrayéndome como un globo aereostático directo hacia un borrascoso huracán que destruye todo lo que toca. Es mi perdición.

Un segundo después, en voz baja me encuentro preguntándole:

—¿Qué es eso que deseas?

—A ti. Tu sangre y tu cuerpo. Lo deseo todo por completo. Y ahora que luzco como un hombre capaz de permanecer a tu lado, me convertiré en lo único que necesites.

—Lo único que necesite —repito, perdida en sus palabras, en su magnífica voz, en sus labios...

De repente asiento con la cabeza, sintiéndome encantadísima. Y aquel gesto basta para que me tome de la cintura y me eleve, sentándome en la encimera sin ningún problema.

Contengo el aliento, es como si mis pulmones hubieran recibido una corriente de aire con tal fuerza, que me deja una crisis respiratoria. Y como cereza del pastel, mi corazón arremata fuertemente contra mis costillas, ansioso y curioso, pero por sobre todo lo demás, muy excitado.

Prince se precipita y hunde la cabeza en el arco de mi cuello. Percibo su respiración y un cosquilleo que me atormenta. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí así? De pronto me encuentro recordando aquella vez en la que desperté en el sofá después de haber soñado algo voluptuoso que ya no recuerdo. Él lucía como un gato. Fue entonces que pisé los cristales y él lamió la gota de sangre que cayó al suelo desde mi pie.

Una voz dentro de mi cabeza surge para glorificar la escena. Es mi yo de 7 años la que me hunde hasta el fuero interno de un deseo inexplicable.

Cierro los ojos y la escucho con mayor detenimiento.

Mi Prince...

Ella le tiene mucho cariño, y con él se siente en paz, así que dejo que me sumerja todavía más.

—Mi príncipe —digo en voz alta.

Fue su primer dibujo, por lo mismo, lo ve como la perfección absoluta. Para ella es la imagen y semejanza de su primer amor.

Una carga explosiva estalla sobre mis labios con tan solo el simple roce de los suyos, como si provara terreno. Siempre como un gato receloso, siempre tan Prince.

Gruñe sobre mis labios y regresa por más, esta vez tomándose el tiempo necesario para capturar mis labios con firmeza y avidez.

Me atrevo a tocarlo. Las yemas de mis dedos avanzan sobre su mejilla hasta su nuca, y finalmente terminan hundiéndose en sus cabellos.

El calor aumenta en mi sistema y aprovecho para respirar cuando toma distancia por última vez, pues cuando vuelve a besarme con desenfreno, el enardecimiento lo pega más a mí y de manera tal en la que puedo sentir todo de él.

De pronto un leve dolor en el labio, y un segundo después el amargo sabor a hierro que mi lenga degusta viene en compañía de una nueva voz que retumba en las paredes de mi mente:

—Quieren matarte.

Una chispa de dolor se enciende.

Esta no soy yo. ¿Por qué estoy actuando de este modo?

—Los demonios anhelan vivir en la tierra.

Un dolor agudo estalla en mi cabeza nuevamente, y pronto estoy siendo consumida por el malestar.

—Dañan a los humanos, los poseen. Originarán destrucción... Será el final.

Cada vocal pronunciada por esa voz masculina es como mi cerebro siendo golpeado con una raqueta mientras que, recuerdos en referencia al chef, lo transforman todo en un completo calvario que intentan convertir mi miedo en algo real.

—Basta —pido en un susurro.

—Anhelan tu poder para ser libres.

—Raisa. —La voz de Prince logra filtrarse, pero eso no mejora la situación.

—Has que se calle.

—No entienden del bien o el mal.

—Por favor —imploro.

—Despreciables, traicioneros. No te fíes de ellos.

—¡Raisa!

Cuando abro los ojos, Prince está mirándome fijamente y tiene sus manos sobre mis hombros.

—¿Qué fue lo que te hizo? —pregunta, pero más bien parece una cuestión personal que salió de su interior por simple inercia.

—¿Quién? —pregunto, y antes de que pueda responder, la puerta principal se abre.

Drac y River entran, ambos llevan un par de bolsas con la marca de un mini market del que jamás antes escuché.

—Trajimos comida. —Al vernos, River mira a Drac mientras se acercan—. ¿Ocurrió algo?

—Nada —me apresuro a contestar, y doy un salto fuera de la encimera tan precipitadamente, que sufro un mareo. Por suerte Prince alcanza a tomarme del brazo, estabilizándome.

—Pensó que encontraría algo más de comer —añade Prince sin quitarme la mirada de encima. Está siguiéndome el juego. ¿No se los dirá?

Paso saliva con fuerza.

—¿Qué trajeron? —pregunto.

River se hace de todas las bolsas y las lleva hasta la encimera mientras empieza a ennumerar los alimentos que compraron. Algo lo animó bastante desde el momento en el que salió con Drac en busca de comida.

Finjo prestar atención a sus palabras, y aunque trato de volverlo auténtico, hay algo que me lleva a sentir una leve presión en la nuca y guia mi vista hasta la de Drac.

Está mirándome, y algo me dice que sabe que en realidad ocurrió algo más entre Prince y yo.

Ahora también estoy especialmente confundida por compartir estos sentimientos con mi yo de 7 años, y ese temor con mi yo de 18.

¿A quién debería escuchar?


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